San Juan Bautista

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viernes, 1 de marzo de 2013

La comunión en la mano no corresponde

  Nuestros padres nos dijeron que la Sagrada Eucaristía es el verdadero Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo. Los Padres del Concilio de Trento definieron el Santísimo Sacramento con precisión y cuidado. Santo Tomás de Aquino nos enseñó que por reverencia a este Sacramento, tocarlo y administrarlo corresponde solamente al sacerdote. A lo largo de los siglos, los Papas, obispos y sacerdotes nos enseñaron lo mismo, no tanto con palabras sino por el ejemplo – y especialmente por la celebración de la Antigua Misa en Latín, donde la profunda reverencia por el Santísimo Sacramento como verdadero Cuerpo de Cristo esta en cada movimiento que hace el sacerdote.

  Pero la introducción de la Comunión en la mano  muestra un descuido arrogante por lo que nos enseñaron nuestros padres. Y aunque estas prácticas han sido introducidas con el pretexto de ser una “auténtica” evolución mandada por el Vaticano II, la verdad es que la Comunión en la mano no es una auténtica evolución, no fue mandada por el Concilio Vaticano II, y muestra ante nosotros un absoluto desafío y desprecio por siglos de enseñanza y práctica católicas.

 La Comunión en la mano fue introducida so capa de un falso ecumenismo, que pudo crecer debido a debilidad en la autoridad, aprobada por compromiso y por un falso sentido de tolerancia, y ha llevado a una profunda irreverencia e indiferencia hacia el Santísimo Sacramento como el lugar común del abuso litúrgico y deshonra de nuestra época.

  En los dieciséis documentos del Vaticano II, no hay ninguna mención de la Comunión en la mano, y no fue mencionada durante ninguno de los debates durante el Concilio.
  Antes del Concilio Vaticano II, no hay registro histórico de obispos, sacerdotes o laicos pidiendo a nadie la introducción de la Comunión en la mano. Absolutamente lo contrario, cualquier persona educada en la Iglesia del pre-Vaticano II recordará claramente que se le enseñó que era sacrílego que cualquiera tocara la Sagrada Hostia, salvo el sacerdote.

  La enseñanza de Santo Tomás de Aquino, en su gran Summa Teológica, lo confirma. Así lo explica:
 “La administración del Cuerpo de Cristo corresponde al sacerdote por tres razones:

-Primera, porque él consagra en la persona de Cristo. Pero como Cristo consagró Su Cuerpo en la (Ultima) Cena, así también El lo dio a otros para ser compartido con ellos. En consecuencia, como la consagración del Cuerpo de Cristo corresponde al sacerdote, igualmente su distribución corresponde a él.

-Segunda, porque el sacerdote es el intermediario designado entre Dios y el pueblo, por lo tanto corresponde a él ofrecer los dones del pueblo a Dios. Así, corresponde a él distribuir al pueblo los dones consagrados.

-Tercera, porque por reverencia a este Sacramento, nada lo toca sino lo que está consagrado, ya que el corporal y el cáliz están consagrados, e igualmente las manos del sacerdote para tocar este Sacramento. Por lo tanto, no es lícito para nadie más tocarlo, excepto por necesidad, por ejemplo si hubiera caído en tierra o también el algún otro caso de urgencia.” (Summa, III, Q. 82, Art. 13)
  La controversia rodea la pretensión que la comunión en la mano fue practicada en la Iglesia primitiva. Hay algunos que afirman que fue practicada hasta antes del Siglo VI e incluso citan un pasaje de San Cirilo para pretender justificar esa aserción. Otros sostienen que nunca fue una costumbre católica, aunque la comunión en la mano fue practica en forma limitada en la Iglesia primitiva, e institucionalizada y difundida por los arrianos como signo de su rechazo a reconocer la Divinidad de Jesucristo. La misma escuela de pensamiento sostiene también que la cita de San Cirilo es de erróneos orígenes arrianos apócrifos. Cualquiera fuera el caso, es claro que la comunión en la lengua es de origen apostólico (eso es, enseñada por el mismo Cristo); la comunión en la mano fue condenada como un abuso por el Sínodo de Rouen en el a.D. 650, y además la práctica de la comunión en la mano nunca fue reflejada en las obras de arte de ningún período, tanto en el Oriente como en el Occidente... esto es, hasta después del Concilio Vaticano II.

  Así por ejemplo, tenemos las rubricas del misal del rito de la Santa  Misa Tridentina.  Desde el momento en que el sacerdote pronuncia las palabras de la Consagración sobre la Sagrada Hostia, conserva el dedo índice y el pulgar juntos, y cuando eleva el cáliz, vuelve las hojas del misal o abre el sagrario, su pulgar e índice no se separan, no tocan nada sino la Sagrada Hostia.

  Sobre el fin de la Misa, el sacerdote raspa el corporal con la patena, y la limpia dentro del cáliz para que si hubiera quedado la menor partícula, se recogiera y consumiera reverentemente.
  Los dedos del sacerdote se lavan sobre el cáliz con agua y vino, luego de la Comunión, para ser consumidos reverentemente, para asegurar que la menor partícula no sea susceptible de profanación.

  Esto muestra la reverencia que ha de tener el sacerdote delante de cada partícula donde se encuentra real y verdaderamente nuestro Señor.  Rubricas que no quedan a disposición del celebrante, sino que deben cumplirse como manda la Santa Madre Iglesia.

  Hace 400 años fue introducida la comunión en la mano en el culto “cristiano” por hombres cuyos motivos estaban animados por el desafío al Catolicismo. Los protestantes revolucionarios del Siglo XVI restablecieron la comunión en la mano como un medio de mostrar dos cosas:

1) Que ellos creían que no había tal “transubstanciación” y que el pan usado para la comunión era solo pan corriente. En otras palabras, que la Presencia Real de Jesucristo en la Eucaristía era solo una “superstición papista”, y que el pan es solo pan y cualquiera puede manejarlo.

2) Su creencia en que el ministro de la comunión no es en nada fundamental diferente de un laico. Pero es enseñanza católica que el Sacramento del Orden da a un hombre un poder espiritual, sacramental, que imprime una marca indeleble en su alma y lo hace fundamentalmente diferente de los laicos. El ministro protestante, por lo tanto, es solo un hombre ordinario que dirige los himnos, lee las lecciones y da sermones para mover las convicciones de los creyentes. El no puede cambiar el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor, él no puede bendecir, él no puede perdonar los pecados. El no puede hacer nada de lo que un hombre normal no pueda hacer.
  El establecimiento de la comunión en la mano por los protestantes fue su forma de mostrar su rechazo por la creencia en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, su rechazo del Sacerdocio Sacramental – en suma, de mostrar su rechazo por el Catolicismo en conjunto.

  Por ese motivo, la Comunión en la mano cobró un significado distintivamente anticatólico. Fue una práctica reconocidamente anticatólica arraigada en la incredulidad en la Presencia Real de Cristo y en el sacerdocio. Así, si la imitación es la forma más sincera de la adulación, no es exagerado preguntar ¿por qué nuestros modernos hombres de iglesia imitan a los autoproclamados infieles que rechazan la esencia sacramental de las enseñanzas del Catolicismo?

  Sin entrar en detalles teológicos y demás, deberíamos orientarnos por el sentido común, y ver como la comunión en la mano resulta extremadamente peligrosa. Pues cuanta gente al comulgar lleva las manos sucias, donde quedan partículas, o dejan caer la sagrada forma, etc.

  Es lamentable como en Tucumán hace un par de años, los fieles eran obligados a comulgar en la mano por temor al contagio de la gripe A H1N1 (sin detallar la gran farsa de dicha "epidemia")
   Se prohíbe a los fieles el comulgar de rodillas, el gran acto de reverencia hacia la presencia real de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento.

  Por tanto, hemos de hacer actos de reparación y sacrificios por todas las profanaciones y sacrilegios que sufre Nuestro Señor en la Eucaristía. Hemos de pedir incesantemente a Dios Todopoderoso, se digne iluminar las mentes de nuestros pastores, para que a su vez gobiernen rectamente al pueblo de Dios y velen con celo por el Santísimo Cuerpo y Sangre del Señor.

  Oh buen Jesús! Yo creo firmemente!
 que por mi bien, estás en el altar.
 Que das tu Cuerpo y Sangre juntamente,
 al alma fiel en celestial manjar.

                                                                                  Franco Mangarella


1 comentario:

  1. Cuando a la Madre Teresa de Calcula se le consultó sobre el peor mal del mundo ella dijo que la comunión en la mano (”The Wanderer”, 23-3-89; “The Fatima Crusader”, 3er, trim.89)
    Juan Pablo II no estaba de acuerdo con esta practica y en su Carta “Dominicae Cenae sosntenía: “El tocar las Sagradas Especies, su distribución con las propias manos, es un privilegio de los ordenados” (24-Feb-80).

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