San Juan Bautista

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miércoles, 11 de marzo de 2015

O con Jesucristo, o contra Jesucristo – San Ezequiel Moreno



  Los liberales que hacen guerra franca a Jesucristo, y se despachan a su gusto contra todo lo que le pertenece, con ruido y escándalo; los que le persiguen de un modo más moderado y sin grandes alborotos; los que buscan el modo de que el liberalismo sin dejar de ser tal. ande unido con el catolicismo con perjuicio de éste; y los que ayudan y protegen a todos ésos en su obra liberalesca, es claro y manifiesto que están contra Jesucristo y no militan en el bando de los que están con Él. Pero ocurre, que hay católicos que creen po-der permanecer neutrales y no pertenecer a ninguno de esos dos bandos opuestos, que hoy se disputan el gobierno de los pueblos, aspirando el uno a regirlos según la ley de Dios y enseñanzas de la Iglesia y el otro sin tener en cuenta para nada lo que manda Dios y lo que enseña la Iglesia.

  Este es otro error que es preciso disipar, y a eso dedico este apartado.

  Ese estado neutral, ese puesto medio en que quieren permanecer algunos católicos es una ilusión, una quimera, un engaño completo, porque jamás ha existido, ni existirá. Así lo declaró formalmente Jesucristo en su Evangelio cuando dijo: “El que no está conmigo, está contra mí”…

  Tiene Jesucristo la plenitud de autoridad sobre las naciones, los pueblos y los individuos, y puede imponer su ley a unos y otros con pleno derecho a ser obedecido. Las naciones pues, los pueblos y los individuos que están neutrales, y les sea indiferente el que Jesucristo sea o no sea obedecido, están contra El, porque no le procuran una obediencia que le corresponde, y dejan que no se le rinda el homenaje que se le debe como a soberano Señor de todo, y permiten hasta que se le insulte y desprecie.

  Jesucristo tiene derecho a que todo sea para El, para gloria suya, y todo por consiguiente debe ordenarse a ese fin en el gobierno de las naciones, de los pueblos, de las familias y en la conducta de los individuos. Los que no procuren ese estado de cosas; aquellos para quienes sea indiferente que se le dé o no se le dé gloria a Jesucristo, que se le reconozca o no por soberano Señor de todo, que se le sirva o no, están contra Jesucristo.

  De aquí se puede deducir que un gobierno aun cuando no dicte leyes de persecución contra la Iglesia de Jesucristo con sólo el hecho de mostrarse indiferente para con ella, está ya contra Jesucristo. Esto se comprenderá mejor con un ejemplo.

  Supongamos que un hombre se presente de repente en una casa y dirigiéndose puñal en mano a la señora de ella, le exige cuánto dinero guarda en sus arcas, so pena de hundirle el puñal en el pecho. Allí mismo esta un hijo de la señora, fuerte y robusto, que puede muy bien defender a su madre y librarla de aquel peligro, pero lejos de hacer eso dice para sí: “Ahí se las arregle mi madre como pueda. Si la roban, que la roben; si no quiere dar el dinero y la matan, que la maten; nada tengo que ver en eso; observaré una conducta neutral”. ¿Quién no dirá, en este caso, que ese hijo, en el mero hecho de no obrar a favor de su madre pudiendo hacerlo, obró contra su madre? Esto es indudable, porque la madre salió perjudicada, por no haberla defendido su hijo.

  Hace lo mismo un gobierno que ve y observa los daños que se hacen a la Religión de Jesucristo y di-ce como aquel hijo: “Ahí se las haya la Religión como pueda. Si se blasfema de Dios que se blasfeme; si se propagan errores contrarios a sus doctrinas, que se propaguen; si desaparece totalmente de los pueblos, que desaparezca, si Jesucristo es olvidado por completo, me da lo mismo; no tengo que ver en eso. Yo he de permanecer neutral”. ¿Quién puede dudar, preguntamos de nuevo, de que ese gobierno está contra Jesucristo?

  La misma doctrina se puede aplicar a los individuos que pueden y deben hacer algo por Jesucristo, y no lo hacen. Hoy se encuentran muchos de esos, que dicen muy frescos: no me meto en política; allá se las arreglen; que suba el que quiera; lo mismo me importa que manden unos, como que manden otros. ¿ Quién no ve que estos hombres están contra Jesucristo, puesto que nada les importa que suban al poder hombres que le persigan en su Iglesia, en sus ministros y en sus cosas?

  Hay otros muchos de los que cada uno de ellos se explica de este modo: Sensible es todo lo que está pasando; grande es el peligro en que nos hallamos; los enemigos de Dios trabajan con ardor; pero ¡qué hemos de hacer! Yo con nadie pienso meterme; no es cuestión de indisponerse con nadie.

  Algunos o muchos de los que hablan de ese modo, pueden hacer mucho por Jesucristo, o por su posición social, o por su talento, o porque disponen de no pocos recursos, no lo hacen, y dejan que trabajen los enemigos de Jesucristo, con tal de que esos enemigos de Jesucristo sean amigos de ellos, y no los persigan como hacen con el Divino Maestro: ¿Diremos que estos están con Jesucristo, siendo amigos de sus enemigos, y no oponiéndose a sus planes de guerra a Jesucristo, pudiendo hacerlo?
Basta: esos neutrales están juzgados por Jesucristo con esta sentencia que dio contra ellos: “Quien no está conmigo, está contra mí”.

San Ezequiel Moreno
Pasto, Colombia, 29 de octubre de 1897


Revista “Tradición Católica” nº 102, noviembre de 1994.




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