San Juan Bautista

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jueves, 21 de junio de 2018

Carta a un Senador - Antonio Caponnetto




                  Mucha gente buena –tal vez la mejor que habite hoy en esta sociedad- inunda las redes sociales pidiéndonos que le escribamos alguna epístola a los senadores para convencerlos de que voten en contra del aborto. Otros más,incluso,nos encomiendan rezar por uno o varios de esos senadores. Nos apena desde el fondo del alma esta noble y confiada aunque recurrente confusión en la que están inmersos. La democracia no es la solución; es el problema. La lucha no es para revertir medias sanciones o cuatro votos robados. Es contra los demonios desatados y sueltos. La historia y la teología nos enseñan que en esa batalla sólo son efectivas dos armas:la Cruz y la Espada. Entonces,he aquí lo que diría nuestra carta, si creyéramos en la conveniencia de remitirla:


Senador:

                  -No sé si usted sabe que su autoridad es nula e ilegítima, como lo es la de todos sus pares y superiores, encaramados donde están mediante la tómbola nefanda de la democracia. El poder del que medra, por suculentos beneficios que le acarree, es nulo y completamente írrito, pues se sostiene en la mentira malévola del sufragio universal.

                  -No sé si usted sabe que existe un Quinto Mandamiento, inabolible y perenne como los restantes, cuyo enunciado dice así: “No matarás al inocente”(Éxodo 23,7). Violarlo a sabiendas y sin experimentar culpa o arrepentimiento alguno, lo convierte en un pecador contumaz, cuyo destino último es el infierno. ¿Se ríe,senador? ¿Qué infantilismo el mío, verdad? Me tiene sin cuidado la orgía de su boca. Carcajadas como las suyas pueblan de gritos horrísonos los círculos del averno.

                  -No sé si usted sabe que hay una clase de pecados que no se perdonan. Son aquellos que hacen injuria al Espíritu Santo, cerrando la mente y el corazón a su influjo(Ls.12,10). Los aborteros de toda laya –promotores, ejecutores, promulgadores-  pueden ser tales precisamente porque ultrajan al Paráclito. ¿Le hace gracia,verdad senador? “¡Estos anacrónicos medievalistas!”. Cante nomás victoria. “De Dios nadie se burla”(Gálatas 6,7). Ya no el abismo en el que no cree sino esta tierra que pisa, está repleta de infelices de su laya. Ya no los aquerónticos espacios ante los cuales se encoge de hombros con cinismo, le aguardan tras su muerte; sino esta misma atmósfera de filicidio horrendo en la que tendrá que respirar cada día, hasta que el hoyo se lo trague.

                  -No sé si usted sabe que vote lo que votare, la ley positiva injusta clama al cielo, y se hace añicos frente al poder irrefragable de la Ley Divina. ¡Sí, parásito enlodado del régimen, boñiga democrática, deyección de la mitad más uno! ¡Sí, macrista, peronista, radical o cómo se llame su tribu de hampones! La Revolución no prevalecerá sobre la Revelación, y el plebiscito de los mártires no se registra en el tablero trucado del Congreso sino en los campos victoriosos de la Vida Eterna. En esos campos no llegan las intrigas rentadas, ni los zorongos verdes, ni las maquinaciones torvas a cambio de una treintena de monedas.

                  -No sé si usted sabe que a pesar del nefastísimo Bergoglio y del haz de capados que aquí le sirven de Conferencia Episcopal, todavía quedamos católicos que sabemos y constatamos sobradamente cómo la Masonería y el Judaísmo están de modo activo detrás del crimen del aborto. No, senador; esta vez no podrán usar el sofisma de la reductio ad Hitlerum, ni llamarnos conspirativistas. A la vista están los muchos Daniel Lipovetsky  o Carlos Roma, para probar hasta la náusea lo que se mueren de miedo de decir Francisco y sus obispos:masones y judíos, por odio a Cristo, están detrás y por delante de esta campaña genocida. Conspiran, complotan, traman secretas conjuras que al final salen patéticamente a la luz. Fechoría tan turbia,eso sí, no sería posible sin la anuencia de los supuestos miembros de la Iglesia, políticamente correctísimos, que pueblan el parlamento y conviven en manso maridaje con los Herodes, Caifás y Pilatos. Para ellos nuestro  repudio es aún mayor. Mayor será asimismo para ellos la postrimera arcada divina que el Señor tiene reservado a los tibios(Apocalipsis 3,16).

                  Vote lo que se le antoje, criminal de paz. Aunque “todos sí (al homicidio de niños por nacer) yo y los míos no” (I Macabeos,2,19-22). Yo y los míos no le concedemos licitud alguna a la democracia, no la refrendamos ni convalidamos ni avalamos. La señalamos con el dedo acusador con que se señala a los degenerados para alertar a los honestos. Nos importa tres belines su perorata en los escaños legislativos. No nos representa ni nos interpreta ni nos expresa.

                  -No sé si usted sabe, senador,que existió un guerrero indoblegable en la romanitas clásica, llamado Coriolano. Beethoven le dedicó una Obertura (Op.62), y  Shakespeare, en su obra homónima, recogió sus filosas y veraces palabras que hago propias, pues iban dirigidas, precisamente, hacia los corruptos miembros del Senado de su época: “¡Oh Dios!Vosotros, insensatos e imprudentes senadores, habéis concedido vuestros votos a la Hidra, el pueblo, el monstruo de mil cabezas; sin ser vosotros más que el cuerno y el ruido del monstruo[...].En cuanto a la muchedumbre veleidosa y hedionda, yo no adulo[...]. A mí dadme la guerra; es mejor que esta paz,que es una verdadera apoplejía, una letargia; insípida, sorda,soñolienta, insensible;engendradora de hijos bastardos”.De modo que no le escribo para suplicarle que cambie su voto,o que lo mezcle en la quiniela electoral modificándole alguna jota. Le escribo para advertirle que está en guerra con el Orden Sobrenatural; y que esa batalla ya tiene un Vencedor. El mismo que ustedes han desterrado de la política y de sus miserables vidas.

                  -Por último, no sé si usted sabe, senador, que a los católicos se nos enseña que la oración debe ser segura,recta,ordenada,devota y humilde. Porque según predica San Juan Damasceno, la plegaria es “la petición a Dios de las cosas que nos convienen y son decorosas”(Expositio fidei,68). He aquí entonces que elevo en la ocasión este rezo,que contiene el Salterio: "¿De veras, jueces, administráis justicia, juzgáis según derecho a los hombres? ¡No! Conscientemente cometéis injusticias, abrís camino a la violencia en el país. Los criminales [...],los embaucadores[...]están envenenados con veneno de víbora, sordos como el áspid que se tapa el oído para no oír la voz de los encantadores, del mago experto en el encanto. Oh Dios, rompe los dientes de su boca, a estos leones, rómpeles las muelas;que se disuelvan como agua derramada, que se sequen como hierba que se pisa; pasen como la babosa que se deshace en baba, como el abortado que nunca vio la luz. Antes que vuestras ollas sientan la llama de la zarza, sea verde o quemada, las barra el huracán. El justo se alegrará [...]. La gente dirá: <Sí, hay premio para el justo. Sí, hay un Dios que hace justicia en la tierra>”(Salmo 58, 2-12).

                  Si nada de esto sabía, Senador, ahora ya lo sabe. Vivan ustedes en Cartago, en Moloch y en Sodoma. Nosotros nacimos y queremos vivir y morir en La Argentina.

                  No lo saludo atentamente, ni espero que se encuentre usted bien al recibir la presente.

                          Ciudad dela Santísima Trinidad, junio 21, 2018.

Antonio Caponnetto


Nacionalismo Católico San Juan Bautista


miércoles, 20 de junio de 2018

La leyenda de la mentira y la verdad - Anónimo




Cuenta la leyenda… que un día Doña Verdad y Doña Mentira se cruzaron…


Buen día Doña Verdad…


Buen día Doña Mentira…


Hermoso día, dijo Doña Mentira…


Y entonces Doña Verdad se asomó para ver si era cierto… y lo era…


Aun más hermoso está el lago, dijo Doña Mentira… y la Verdad miró hacia el lago y vio que la mentira decía la Verdad… y asintió…


Corrió la mentira hacia el agua y dijo:


El agua está aún más hermosa… nademos…


La verdad tocó el agua… con los dedos… entonces confió en la mentira…


Se sacaron las ropas y nadaron tranquilas…


Un rato después salió Doña Mentira y se vistió con la ropa de Doña Verdad… y se fue…


La Verdad incapaz de vestirse con la ropa de la Mentira… comenzó a caminar sin ropa… y todos se horrorizaban al verla…


Es así… como aun hoy la gente prefiere aceptar a la mentira disfrazada… y no a la Verdad desnuda…



Anonimo



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domingo, 17 de junio de 2018

Desagravio a María Santísima - Antonio Caponnetto


     
     En los días aciagos de la legalización del aborto, los obispos se pronunciaron con un texto vergonzante que escandalizó a muchos fieles. Porque abajando lo sacro y tomando en vano el nombre de Dios, osaron comparar a María Santísima con una mujer cualquiera víctima de un embarazo inesperado. Dicen los teólogos que Cristo –como todo hijo varón que se precie de tal- no permite que insulten a su madre. Y cuando esto sucede, su intervención está próxima y cercana. Entretanto, Nuestra Reina y Señora, no puede quedar sin desagravio.


La que espera
A Magdalena Bosco,mi más pequeña ahijada.

  


Cuando Dios dijo Hagamos con su ser Uno y Trino,

instante bendecido que en sí mismo abrevaba,

Origen de los ritmos, las ráfagas o el alba:

ya María esperaba.



En el trono del Padre, el del Pneuma y del Hijo,

solamente una Luna su cuerpo retrepaba,

incoada en el solio trinitario y eterno:

ya María esperaba.



San Joaquín y Santa Ana rogaron el obsequio

de aquella gravidez que al lirio acuartelaba,

se alegraron los cielos y la tierra era un salmo:

ya María esperaba.



La dotaron de un nombre pero ella era inefable,

¿con qué letras llamarla si su voz albriciaba?

su nombradía dulce encerraba un acíbar:

ya María esperaba.



Servidora en el templo entre ancianos prudentes,

en honda expectación un secreto velaba,

oyó las Escrituras, vio el Árbol de Jesé:

ya María esperaba.



Y el día en que el Arcángel pronunció su “No temas”

(Fra Angélico asegura que el azul aleteaba),

izó un canto laudante, enarboló la gracia:

ya María esperaba.



Sobre el lomo de un rucio, San José con las riendas,

a Belén se encamina, la estrella pastoreaba,

se vistió de pesebre la vigilia del parto:

ya María esperaba.



Por Caná hay una boda con sabor a verbena,

con tinajas vacías, sólo el agua escanciaba,

le pidió con los ojos el prodigio del vino:

aún María esperaba.



Lo desclavaron muerto,martirizado, roto,

lo posó en su regazo que el Verbo amurallaba,

le besó las heridas,los párpados sangrantes:

aún María esperaba.



Tu preñez,tu cintura vuelta cántaro pleno,

tu gestación prevista como una primavera,

te agradecen los coros angélicos diciendo:

Es Ella, La que espera.



ANTONIO CAPONNETTO



Nacionalismo Católico San Juan Bautista

viernes, 15 de junio de 2018

Repudio al Aborto Clerical - Antonio Caponnetto





     Tras el resultado favorable al aborto en la Cámara de Diputados, el 14 de junio del corriente, la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina junto con la Comisión Episcopal de Laicos y Familia (Celaf) emitió un comunicado. El mismo es un muestrario vergonzoso de insensateces y de cobardías, que los católicos verdaderos sólo podemos rechazar con desprecio.


     -No podemos aceptar que se diga que lo que acaba de suceder nos causa “el dolor por el olvido y la exclusión de los inocentes”. El aborto no es un olvido o una exclusión. Es un asesinato vil y abyecto, tanto más sí, como en este caso, cuenta con el patrocinio de los poderes políticos, subordinados a su vez al Poder Mundial.


     -No podemos aceptar que se nos proponga luchar “por la dignidad de toda vida humana”; porque el que con pertinacia y porfía niega el derecho a la vida a los inocentes y propone su exterminio, su mismo pecado lo vuelve indigno, mezquino y punible; tanto más si es una autoridad devenida en tiránica y propulsora de la violación descarada del Quinto Mandamiento. A esta clase de sujetos, que son verdaderas amenazas contra el bien común y  caen en malicia suprema, no debe ofrecérseles amistad, enseña Santo Tomás, sino querella frontal y llegado el caso la muerte (Suma Teológica, II,IIae,q.25,art.6). Una cosa es luchar por la dignidad creatural del hombre, hecho a imago y simillitudo Dei; otra cosa es pecar contra la justicia, tratando al indigno como si no mereciera pugna, impugnación y castigo.
-No podemos aceptar que se insista en la suprema idiotez y complicidad manifiesta, de seguir “con el debate legislativo”. Se ha llegado a este extremo de corrupción de las leyes, de los principios y de las costumbres, precisamente por no tener la cordura y la valentía de impugnar a la democracia como la corrupción de la república y sistema inherentemente perverso. Lo que ha sucedido no es la agregación de “otro trauma, el aborto”, a los problemas que arrastra la mujer, y al cual habría que hallarle una solución prosiguiendo con el susodicho debate legislativo. El aborto no es un trauma; es un pecado mortal. Los que queden traumados por practicarlo tendrán la posibilidad de regenerar su salud psíquica o corpórea. Los niños descuartizados, ya no.


     - No podemos aceptar que, en el Senado, “tenemos la oportunidad de buscar soluciones nuevas y creativas para que ninguna mujer tenga que acudir a un aborto”. No hay soluciones nuevas. Hay una sola solución virtuosa, antigua, vigente y perenne: dejar que los hijos vengan al mundo. No hay tampoco soluciones creativas. Hay un Creador cuya Ley debe acatarse.

     No se trata asimismo de acudir al Senado “reconociendo el valor de toda vida y el valor de la conciencia”. Ya lo hemos dicho: no estamos a favor de la vida, a secas, in genere, indistintamente tenidas todas por valiosas, desde la de la hiena hasta la del mineral despedido por la lava de un volcán. Para esta demencia están desde los jainistas que no matan las liendres, prefiriendo convertirse en piojosos, hasta los ridículos veganos que ingieren con culpa aún las legumbres, pasando por todas las heterodoxas corrientes filosóficas de cuño vitalista.

     Tampoco somos defensores de “la conciencia”, si ésta no se tiene a sí misma como el heraldo de Dios, al decir de San Buenaventura. Una conciencia laxa, permisiva, carente de sindéresis y de docilidad a lo creado, no solamente no es defendible sino que ha sido y es, en gran medida, la causa del actual estropicio moral. Ir al Senado a reconocer la validez de la conciencia, es acudir a un prostíbulo valorando las predilecciones aberrantes de cada cliente.
-No podemos aceptar que se le proponga a los fieles no vivir “el debate como una batalla ideológica”, en que “busquemos imponer la propia idea o interés y acallar otras voces”. Por lo pronto porque para un bautizado leal esto es mucho más que una batalla ideológica: es la conflagración contra el demonio, mentiroso y homicida desde el principio. Se quedaría muy corto quien creyese que sólo estamos inmersos en un diálogo entre ideologías. Estamos en la lid postrimera entre Cristo y el Anticristo, con el agravante fatídico de que quienes deberían servir al primero se sienten más cómodos sirviendo al segundo. Empezando, al parecer, por el mismísimo Bergoglio, cuyo silencio ominoso lo llena de niebla, de negritud y de espanto.

     No se trata asimismo de “imponer la propia idea” y “acallar otras voces”. Sino de imponer la Voz del Padre y hacer enmudecer la de los blasfemos y sicarios. El Señor nos pidió hablar siempre definiendo, hablar la verdad y hablarla en el desierto o desde los tejados. No nos aconsejó nunca negociar o mezclar el sí con el no. “Enmudezcan los labios mentirosos”, clama la Escritura (Salmo 31,18). “Los labios del necio provocan contienda y su boca llama a los golpes”(Proverbios 18,6-7). Es deber de los fieles acallar las voces mentirosas e imponer la Palabra Revelada.


     -No podemos aceptar que se les agradezca  “a todas las personas que, con auténtico respeto hacia el otro, han expresado sus ideas y convicciones aunque hayan sido distintas a las nuestras”. Esto no es caballerosidad ni urbanidad ni decoro de formas. Es vulgar obsecuencia de petimetres cagaleros. Porque no ha consistido la tarea demoledora de los adversarios en presentar convicciones distintas a las nuestras, sino en cometer sacrilegio público contra El Autor de la Naturaleza. Es rebajar el sentido de la virtud del agradecimiento, ligada a la justicia, darle las gracias al maldiciente, al execrador o al renegado.
-No podemos aceptar que se invoque a María Santísima, parangonándola con una mujer que “conoció la incertidumbre de un embarazo inesperado”. Comparación irrespetuosa e impía, propia de estos imbéciles que fungen de pastores, y apenas si son lacayos de la democracia.

     Incoada en el seno de la Trinidad, como hija, esposa y madre; conocedora de las profecías escriturísticas y presentidora del anuncio del Ángel que al final se consumó, el Niño no le fue inesperado a la Virgen. Lo esperaba desde el Comienzo, desde la inauguración de los siglos, desde toda la Eternidad. Lo esperaba con su “hágase” dócil, manso y fecundo como los rocíos mañaneros de Belén. Su expectación mesiánica singular e irrepetible no le otorgó incertidumbre a su embarazo, sino confianza, esperanza y evidencia. Los obispos, una vez más, han faltado al Segundo Mandamiento, dando escándalo a su grey y alimento al demonio.

     Me siento obligado y moralmente autorizado a concluir estas líneas en primera persona. Toda la vida he enseñado que la democracia es una perversión ingénita, que no debe convalidarse sino exterminarse. Toda la vida he enseñado que el sufragio universal es la mentira universal. Toda la vida he predicado el deber de la guerra justa. Tomado que se me hubo por inmovilista, abstencionista y contrario a la acción política, la horrorosa trampa del debate sobre el aborto, que acabó este 14 de junio, con tahúres y quinieleros jugando la vida y la muerte en la chirlata pestífera del Congreso, no ha venido sino a refrendar dolorosamente mi posición.  Un desenlace que me cansé de advertir entre los propios sin ser escuchado, sino marginado. No es una queja. Tal vez acaso, sea el reclamo de un honor.

     Hagan lo que gusten, demócratas laicos, mitrados, religiosos, rockeros evangelistas y mixturados de toda especie en el campeonato de los votos. Sigo pensando que nuestro deber es la victoria. Si no se logra la física y temporal –porque no la merecemos, no estamos en fuerza o simplemente porque ha cesado el tiempo de las naciones- se logrará la moral manteniéndonos coherentes, firmes y dignos.

     Con suficientes motivos entonces volvemos a Facundo Quiroga, el caudillo que planteó el dilema inexcusable: Religión o Muerte. Que le prometió la victoria a sus llanistas bravíos e irreductibles; y que concluyó una de sus póstumas arengas, diciéndole a los suyos: “Nuestro deber es la victoria. Pero en caso de derrota, os espero en el campo de combate”.


Antonio Caponnetto



Nacionalismo Católico San Juan Bautista

jueves, 14 de junio de 2018

El pacifismo de los antiabortistas - Augusto TorchSon


     En este espacio, venimos ocupándonos últimamente del tema del aborto, próximo a despenalizarse, con una perspectiva disonante respecto a lo que podría considerarse la del catolicismo oficial.
     El aborto en Argentina se va a aprobar tarde o temprano y al parecer más temprano que tarde. Y resulta natural y lógico que la postura más fuerte sea la que se imponga. Y eso porque los católicos siguen representando la postura más débil, la conciliadora, la dialoguista, la tolerante, la respetuosa, la “amorosa”. Mientras las abortistas plantean su propuesta como lucha, y de la forma más agresiva; los católicos no quieren ofender, ni molestar, y mucho menos luchar. No hace mucho publicamos respecto de la Trampa democrática del debate del aborto, y los católicos que en las marchas multitudinarias con globitos y canciones alegres en contra del aborto, amenazan a los políticos con no votarlos más, cuando no terminan de entender que elijan a quien elijan, la agenda globalista y pervertidora judaica sigue en marcha sin detenerse, gane el partido que gane. Se sigue respetando a la democracia y a sus subvertidas instituciones mientras se acepta el genocidio de seres humanos en el vientre materno a instancia de sus propias madres. Se aceptan las leyes inicuas y el desorden establecido institucionalmente en contra de Dios y se pretende dar batalla al demonio con la principal herramienta de Satanás para luchar contra la Iglesia en el mundo, la DEMOCRACIA, en donde por mayoría de votos se decide lo bueno o lo malo, reviviendo el pecado de Adán y Eva, pretendiendo que sean los individuos en masa “como dioses”.
     Los abortistas en su plan de verdadera y agresiva lucha; insultan, escupen, rompen, mienten, desprestigian, se desnudan, queman y hasta destruyen iglesias arrasando con todo a su alcance; mientras que los católicos les responden con los referidos globos, cantos alegres y pañuelos con colores suaves.
      ¿Cómo creer que una postura pacifista y tolerante puede vencer a una violencia arrolladora? El cristo hippie de la neoiglesia parece prevalecer en los católicos modernos contra el verdadero Señor de la Historia, que no podía ser políticamente correcto ni tener respetos humanos, incluso no dudó en usar un látigo para combatir a los judíos usureros profanadores del Templo. 
     Y quién debería ser el pastor supremo y tristemente compatriota nuestro, Jorge Mario Bergoglio, se llama al silencio ocupándose más bien del Mundial de fútbol; y los obispos argentinos (seguramente siguiendo instrucciones vaticanas) piden a los fieles una actitud pasiva y de mansedumbre ante los endemoniados abortistas en una Argentina cada día más despoblada. El aborto se va a aprobar no sólo como imposición del FMI para otorgar otro préstamo usurario que siga desangrando a nuestro país, sino por la presión de todas las instituciones globalistas judeomasónicas que quieren de Argentina un país de escasos y pacifistas habitantes. Argentina debe ser granero del mundo y para eso es preciso subyugarla y mantenerla despoblada. Para ese fin, la judería apoyó en nuestro país la persecución a los militares que lucharon contra la guerrilla marxista, y posteriormente el desmantelamiento del ejército argentino como lo demostramos oportunamente (del holocausto al mito de los 30.000 mil desaparecidos y Los judíos y la subversión en Argentina). Tenemos que tener en cuenta que en todos los países americanos donde hubieron gobiernos de facto castrenses, el único al que se persiguió a militares (y hasta civiles intervinientes) y al que se le destruyeron las Fuerzas Armadas, fue la Argentina. Tenemos que tener en cuenta que Argentina, con una superficie superior a la mejicana, tiene 44 millones de habitantes contra los casi 130 de la tierra de los Cristeros. Incluso España, cuya superficie es una quinta parte de la Argentina y es el país con la tasa de natalidad más baja del mundo, tiene casi 50 millones de habitantes. Por eso se promueve la educación sexual, para pervertir y homosexualizar y hacer infecunda a la población, y en el caso que dicha promoción de la promiscuidad por parte del Estado genere embarazos, está el aborto para seguir despoblando esta nuestra amada y gloriosa Patria, destruida y desangrada principalmente por la judería internacional.
     Y hay que decirlo con todas las letras, siempre detrás del aborto, la pornografía, el comunismo genocida y el liberalismo putrefactor de almas, está la judería. El Comunismo en el siglo pasado estuvo formado en su inmensa mayoría por judíos y causó más de 100 millones de muertos. Hay que tener en cuenta que en la Rusia comunista que asesinó a más de 40 millones de sus propios compatriotas, el 85 % de sus dirigentes eran judíos, así como los más sanguinarios asesinos que pusieron en sus países satélites, y los judíos en el mundo representan escasamente el 0,2 % dela población mundial. Sólo ese pueblo deicida es capaz de tanto odio como para llevar a cabo tan demoníaca empresa; raza de víboras, e hijos del padre de la mentira, a los que Cristo amonestó diciendo “vosotros haceis lo que habeis visto en vuestro padre” (Jn.8, 38), es decir, Satanás. Y el que piense extemporánea la cita, que lea el libro de Mons. Pranaitis, asesinado por la judería: “El Talmud desenmascarado” o busque en internet las irreproducibles blasfemias que enseña ese libro “sagrado” de los judíos respecto a Cristo y a su Santísima Madre. Y sin embargo, todos los Papas del posconcilio, incluso algunos anteriores, no ocultaron su aprecio por los supremos blasfemadores, rabinos de la Sinagoga de Satanás, y hasta mostraron aquiescencia con su pervertidora obra devastadora para el mundo, la ONU y sus tentáculos. Y hasta hoy el Vaticano tiene asiento en la judeomasónica reunión del Club de Bilderberg.

     Este sitio en la red contiene sobradas evidencias de lo aquí sostenido, y como para ejemplificar la diabólica audacia de estos detractores y perseguidores del Dios verdadero, en éste tema puntual del aborto, aparte de recomendar nuestra entrada anterior (Los judíos y el aborto) podemos ver por ejemplo un artículo del judío Ernesto Tenembaum, de título Jesús votaría la despenalización, y otros argumentos conmovedores en donde realiza una entrevista a una “católica” abortista, teniendo en cuenta que hablamos del mismo judío que manifestó su conformidad con el consumo de pornografía infantil.
     El mismo diario de la entrevista, en su versión digital, hace poco publicaba el artículo con el título: “La historia del sobreviviente del Holocausto que arriesgó su vida para conseguir la legalización del aborto en Canadá”, proponiendo como héroe al hebreo que dice haber sobrevivido a un (incomprobable) genocidio, sin embargo incentivando a uno mucho más grande y de víctimas absolutamente inocentes, en contraste.
     Respecto a los medios judaicos promoviendo todo tipo de conductas pervertidas recomendamos ver la conferencia que organizamos al respecto Manipulación mediática de las Masas.
      Los judíos lloran y se victimizan para atacar y para destruir impunemente. Tomamos como ejemplo así al diputado oficialista hebreo Daniel Lipovetzky que denuncia que la Iglesia en una campaña sucia presiona para que no salga la ley de despenalización del aborto, agregando que no se dejará presionar y seguirá con lo mejor para Argentina, que en este caso es el asesinato en masa de bebés goyim, o sea, no judíos a los que el Talmud señala como demonios con forma humana. Y para demostrar la absoluta hipocresía del pervertido y corrupto político, hace escasos días se descubrió que, a pesar de estar casado, designó como asesora con un altísimo sueldo a su amante, y sin ninguna vergüenza, sigue exponiéndose a la hora de promover la muerte y destrucción. Lo peor del caso es que la jerarquía de la Iglesia debería haber salido a confirmar las presiones para evitar la sanguinaria matanza que se pretende legislar, y muy por el contrario, salió como señalamos anteriormente, a solicitar mansedumbre.
     Nos preguntamos ¿qué hubiera sucedido en el pasado si en vez de las Cruzadas y las luchas por Dios y la Patria, se hubiera intentado dialogar y convencer a los enemigos recurriendo a la buena voluntad y las razones? Y así hoy, en vez de reconquistar nuestras patrias del yugo judaico a sangre y fuego, como se recuperan  las mismas; decidimos juntar firmas, votar mejor, rezar por los diputados aborteros, o debatir en los medios de comunicación con las reglas de nuestros enemigos apelando a la “razón” de quienes pretenden institucionalizar como se hizo en casi todo el mundo uno de los actos más sanguinarios y atroces de la historia de la humanidad. La judería insulta, blasfema, destruye invocando un supuesto holocausto imposible de comprobar y el cual está prohibido investigar y cuestionar, con un número de víctimas inexistentes incluso en los censos de la propia comunidad judía; sin embargo, si aceptáramos ese delito imposible de la Alemania de la 2º guerra mundial en sus números propuestos, ¿cómo no considerar muchísimo peor los miles de millones de niños abortados hasta el día de hoy a causa de la promoción judaica? Los católicos tienen que reaccionar y dejar el “síndrome de Estocolmo” siendo condescendientes con sus captores y verdugos, por más que la jerarquía apóstata y felona de la Iglesia, hace un siglo que viene haciéndolo.
     Hace poco descubrimos el origen hebreo del Presidente Macri cuyo apellido sería Machir, lo que nos aclara bastante la postura repecto del aborto, de quién se burla de la Señal de la Cruz, y al que denunciamos hace un par de años (“Pactando con el diablo: Religión y política en los últimos tiempos”) en su hipocresía con respecto al aborto, así como a sus colaboradores que también cínicamente se dicen católicos “próvida”. Lo mismo se puede decir de la ex Presidente judía Cristina Fernandez Wilhelm que dice estar en contra del aborto pero financiando y apoyando la horda abortista. Una vez más se aclara el panorama al descubrir quiénes están detrás de estas políticas inicuas, propias de la democracia.
     Y leímos ayer el titular respecto a la ley abortista que decía: “si fracasa en Diputados, el Gobierno podrá impulsar nuevamente el debate”, por lo que por más que los católicos que siguen teniendo esperanza en la democracia y en su presidente que se manifestó en contra del aborto, una vez más, y a pesar de sus oraciones por los diputados abortistas, van a ver frustradas sus esperanzas. Tengamos en cuenta que el gobierno del israelita Machir es el de mayor cantidad de funcionarios judíos en la historia argentina, y que se manifiestan públicamente a favor del aborto.
     Una vez más debemos entender que a la oración necesariamente tiene que seguir la acción, y ésta debe ser proporcionada. Y como considerar adecuados uno globos y canciones contra la propuesta de terminar con nuestra Patria destruyendo su futuro con la supresión de los más indefensos seres de la misma. Y de ninguna manera desmerecemos la actitud orante, todo lo contrario; de hecho criticamos que en la marcha próvida en Tucumán, a la que asistieron 100.000 personas en su inmensa mayoría católicos, no se realizó ninguna oración ya que la marcha era “pluralista” y “multireligiosa”. Y para no ofender a las personas de otros credos, se pretendió que la fuerza del número sea superior a la de la oración comunitaria y pública. Entonces, esas oraciones se dejan para el ámbito privado y una vez más se confió en la cantidad en lugar de la intercesión divina. El ausente entonces en la marcha por la vida, fue el Dador de la Vida.
     Para que se entienda un poco mejor la cuestión, el informativo Infobae, que bien podría llamarse InfoMoishe por sus constantes panegíricos judaicos, publica ayer la noticia que se titula: “Si no sale la ley del aborto va a haber una rebelión popular”dándole relevancia a la arenga de una adolescente lobotomizada por la prensa hebrea, pero donde queda claro que lo que se propone es una guerra, en donde el enemigo resulta ser la Iglesia y los primeros en caer van a ser los más inocentes.
     Ya pasa en Canadá como en algunos países “adelantados” de Europa que la sola educación católica de los hijos, rechazando las perversiones modernas, es motivo de la pérdida de la patria potestad entregando los hijos a aberrosexuales en custodia, y con la ley del aborto, los médicos además de estar obligados a practicarlos, serán pasibles de penas de prisión de hasta 5 años cuando los bebés nazcan vivos y sanos cuando se pretenda asesinarlos. Si no reaccionamos, si no planteamos la defensa de la Vida, de la Fe y de la Patria con la vehemencia y hasta violencia proporcionales al ataque, tenemos nuestro destino sellado y sabemos que vamos a perder todo, y encima arrodillados y suplicando, en vez de hacerlo luchando y con la frente en alto.

Dios y Patria o Muerte.

Augusto Espíndola


 Nacionalismo Católico San Juan Bautista
   

martes, 12 de junio de 2018

Los judíos y el aborto - E. Michael Jones



Autor : E. Michael Jones
Traductor: Luis Alvarez Primo
Traducción autorizada por el autor.

Nota introductoria del Traductor

     Bernard Nathanson (1926-2011),  médico ginecólogo y obstetra estadounidense de origen judío,  es uno de los dos revolucionarios judíos  protagonistas de la historia que relata el Dr E. Michael Jones  en  uno de los capítulos de su eminente obra El Espíritu Revolucionario de los Judíos y su Impacto en la Historia Mundial.  Como parte de la revolución sexual de fines de los años 1960, Nathanson no sólo lideró la revolución abortista que culminó en la derogación de todas las restricciones al aborto en los EE. UU—con la perversa influencia que esto comportó para el resto del mundo. Además fue el responsable de la ejecución directa y personal de 5.000 abortos  y de otros  60.000 realizados en  su clínica abortista en la ciudad de Nueva York,  integrada por 35 médicos, 85 enfermeras y 10 quirófanos.  Cuando  a fines de los años 1970 y principios de  los 80  Nathanson  tomó conciencia de la magnitud de su crimen, agobiado por la culpa se convirtió al catolicismo y se entregó no sólo a la defensa  de la vida humana inocente sino también a la denuncia de la naturaleza  intrínsecamente política y falsaria   del movimiento abortista mundial.  * Sin ese liderazgo revolucionario típicamente judío, ni la revolución abortista ni el matrimonio homosexual  años más tarde, podrían haber tenido éxito, según la propia manifestación de sus protagonistas.

     Las citas se encuentran en el original en inglés y serán entregadas a quien lo solicite.

luis.alvarezprimo@gmail.com

* Conferencia grabada bajo el título  “Reflexiones de un ex abortista y  ex ateo”, dada en la 13th World Conference on Faith, Life and Family, Irvine California,CA, 1994 de Human Life International)

                            
Los judíos y el aborto

    En 1967 el ginecólogo y obstetra judío Bernard Nathanson fue invitado a una comida de agasajo en la cual el tema dominante fue James Joyce. Durante la comida, Nathanson conoció a otro judío revolucionario de nombre Lawrence Lader. Lader había sido un protegido, y según algunos, el amante de Margaret Sanger, la diva del movimiento eugenésico en los Estados Unidos, quien había fallecido no hacía mucho. Lader habló de Joyce, pero a Nathanson le interesó el hecho de que Lader había escrito un libro sobre el aborto, tema mucho más fascinante para Nathanson que las novelas de los apóstatas irlandeses.

     Nathanson define a Lader políticamente más que con referencia a su etnia. Lader se involucró en la política revolucionaria de Nueva York cuando comenzó a trabajar para el representante legislativo Vito Marcantonio, hombre a quien se sindicaba con vínculos con el Partido Comunista, el cual estaba integrado en su mayoría por judíos de Nueva York. Lader se había divorciado de su mujer y se había convertido en escritor independiente (vocación que pudo financiar con dinero heredado de su padre) y activista de las políticas sexuales de Margaret Sanger, poco después de su regreso de la Segunda Guerra Mundial. Desde el momento en que conoció a Lader, Nathanson vio en él “una revolución en estado de ebullición” y en consecuencia sintió en su interior “una creciente excitación”.

     Nathanson consideró que él mismo despertaba a su propio fervor revolucionario de un modo natural— él hace referencia a un “mecanismo mendeliano”--  porque también él era judío. “La Revolución”, según Nathanson, era otra palabra para decir “jutzpah”: “Descubro mi propia rebeldía honestamente. Como médico dudo que esta cualidad se transfiera por algún mecanismo mendeliano conocido. Pero mi padre la tenía en abundancia, excepto que en su generación y en la comunidad en que fue criado, la llamaban jutzpah **”.

**(N.del T: palabra hebrea jutzpah  significa: descaro, atrevimiento, audacia,insolencia, cinismo.

     Dado que Nathanson considera que “cualquier autor sobre el aborto debe someterse a una disección religiosa”, nos cuenta sobre su sus años de escolaridad en la ciudad de Nueva York.  Concurrió a “un cotizado colegio privado en  el  que   virtualmente el 100 % de los estudiantes eran judíos” y fue alumno en el Colegio Hebreo, donde desarrolló un sentimiento de aversión por el Talmud.

     La instrucción religiosa por aquella época consistía en una agotadora rutina de indigeribles pasajes de la Escritura Hebrea, una memorización absurda de oraciones hebreas para una innumerable diversidad de ocasiones y petulantes lecciones autorreferenciales sobre la raza elegida de los judíos. Las tareas vinculadas al sionismo y las campañas para reunir fondos dejaban pocas energías para la instrucción en la lengua hebrea o para las degradantes excursiones a las regiones arcanas de la fe.

     La experiencia de Nathanson en la Escuela Hebrea lo confirmó en su aversión al Talmud como compendio de opiniones sin sentido que los rabinos imponían a los judíos a fin de mantenerlos bajo su control. En esto, él no difería de los judíos revolucionarios de Rusia durante el período Maslic desde 1860 a 1880, cuando el Iluminismo alemán destruyó la alianza de los judíos con el Talmud y creó el vacío que luego fue llenado con la política revolucionaria mesiánica a la que se convirtieron los judíos.

     Una vez que la religión quedó desacreditada a los ojos de Nathanson, él ya no tuvo otra guía en su vida que sus propias pasiones. Durante su paso por la facultad de medicina tuvo una relación que llevó a un embarazo, que él pagó para que se abortara. La madre del niño le informó a Nathanson con posterioridad que “ella había regateado el precio en una suma de u$d 350 antes del procedimiento”. Ella le devolvió un sobrante de  u$d 150” y desapareció de su vida. La experiencia de procurar el aborto de su propio hijo endureció a Nathanson, haciendo que se volviera cínico respecto de lo que la gente consideraba sagrado—“el matrimonio ahora le parecía un absurdo”— lo cual lo impulsó por la pendiente de la política revolucionaria.

      Nathanson arribó a la revolución por vía de la sexualidad, pero también por vía de su profesión de ginecólogo y obstetra, para la cual él se  consideró destinado por influencia de su padre, quien era médico ginecólogo. La ginecología, unida a su pasión revolucionaria en la Nueva York de los años '60 equivalían a aborto. Después de matar a su propio hijo, Nathanson se sintió más dispuesto a obrar según sus propia y “natural” propensión judía a la revolución. También estuvo más inclinado a actuar en línea con las sugerencias de otros revolucionarios judíos. Nathanson se convirtió en un cruzado a favor del aborto al mismo tiempo que la imagen y las ideas de Wilhelm Reich eran tapa de la revista New York Times. Pronto cualquier obstetra/ginecólogo que se rehusara a admitir la práctica del aborto sería considerado “un pequeño y odioso farsante”. El resentimiento engendraba en Nathanson el deseo de cambiar las leyes a fin de que las mismas se ajustaran a su propia conducta:

     Supongo que enfurecido por mi propia impotencia para ayudar a mis pacientes y, en particular, indignado ante la escandalosa inequidad de condiciones para acceder al aborto, comenzó a gestarse en mí una idea: la necesidad de cambiar las leyes. No había tiempo para el lujo de contemplar la moralidad teórica del aborto o la sensatez de la libertad de elección. Simplemente, algo debía hacerse.

     Dado que Nathanson consideraba el aborto como un acto revolucionario y que él mismo se consideraba un revolucionario por el hecho de ser judío, se convirtió según sus propias palabras, en “un alistado en la Revolución”. En esto, Nathanson se veía influido por el judío de la localidad de Hibbing, Minnesota, Bob Dylan, quien también había procurado un aborto a su novia pocos años antes. Más aún, Nathanson hace uso de las melodías de una canción de Bob Dylan -- “the times they were a changin”— (los tiempos están cambiando) para describir al año 1967 como el annus mirabilis de la revolución, durante el cual él se vinculó a Lader para iniciar la campaña para la “abolición total e irrestricta del aborto”. Yo era un cómplice tan entusiasta y colaborador como el mejor al que un movimiento revolucionario tan profundo como este podía aspirar. Larry y yo y otros dedicaríamos cientos de horas de nuestro tiempo libre a esta causa en los años por venir. Apasionadamente deseaba comprometerme de un modo radical en una causa así. Esto sucedió en 1967. El país estaba siendo sacudido por las convulsiones de la guerra de Vietnam, y los desafíos a la autoridad estaban a la orden del día, especialmente en el orden intelectual en los caldos de cultivo del Noreste. Aunque yo tenía 40 años, creo que secretamente deseaba ser parte de aquel movimiento juvenil que arrasaba el país exigiendo justicia, prometiendo el cambio, “exaltando” el amor. De manera que mi indignación, mi naturaleza rebelde y mi innegable impulso a “unirme a los chicos” se combinaron para precipitarme en la arena pública.

     El movimiento a favor del aborto era parte de la revolución sexual. Sin embargo, la revolución del aborto, era única en su peculiaridad. Coincidía con el ascenso de los judíos de los Estados Unidos a su prominencia cultural tras su ruptura del Código (ético) de Producción (cinematográfica) en Hollywood y  la Guerra de los Seis Días Árabe -Israelí, cuando en la élite WASP (blanco-anglosajón-protestante) del Departamento de Estado (del Gobierno de los EE.UU.) arraigó la opinión de que Israel era un activo estratégico para los Estados Unidos en su búsqueda de asegurar el aprovisionamiento de petróleo en Medio Oriente. El movimiento a favor del aborto adquirió la misma configuración que la revolución en Europa en los tiempos en que Felipe II de España se enfrentó con Isabel de Inglaterra en su disputa por la hegemonía religiosa durante la Contrarreforma. Al igual que la campaña de Isabel de Inglaterra para expulsar a los españoles de Holanda, la campaña para derogar las leyes sobre el aborto en el Estado de Nueva York fue en gran parte el resultado de una alianza de protestantes y judíos en guerra contra los católicos.

     La lista de agrupaciones que participaron en junio de 1970 en una reunión de la National Association for the Repeal of Abortion Laws (Asociación Nacional para la Derogación de las Leyes contrarias al Aborto) más tarde conocida como NARAL o National Abortion Rights Actions League (Liga para la Acción a favor del Derecho al Aborto) así lo demuestra. NARAL siempre operó para “enrolar al clero protestante y judío” a fin de proveer un contrapeso moral a los católicos.

     Carlos Marx sostuvo que la revolución sería conducida por la vanguardia del proletariado, que él identificaba con el Partido Comunista. Pero excomunistas como David Horowitz consideran que la “vanguardia” real de Marx eran los judíos, quienes han estado involucrados en todos los movimientos revolucionarios desde la caída del Templo. Aunque los protestantes se involucraron en el movimiento a favor del aborto, los judíos constituyeron su vanguardia, tal como fueron la vanguardia del bolchevismo en Rusia y de la pornografía en los Estados Unidos. El movimiento para derogar las leyes contrarias al aborto en Nueva York fue esencialmente un movimiento judío que se consideraba a sí mismo una fuerza revolucionaria en lucha contra el oscurantismo cristiano en general y contra la Iglesia Católica en particular. El movimiento a favor del aborto no estaba integrado exclusivamente por judíos, pero no podría haber sobrevivido ni tenido éxito sin el liderazgo judío. El movimiento por los derechos a favor del aborto fue una operación revolucionaria típica y fundamentalmente judía, que movilizó una coalición de judíos y protestantes judaizantes, que los Estados Unidos heredó de las guerras anticatólicas de Inglaterra en el siglo XVI.

      La configuración étnica del movimiento a favor del aborto no fue mera coincidencia. El étnicamente ambiguo Lader era a Lenin lo que Nathanson a Trotsky. Juntos llevaron adelante la cruzada contra los católicos. Poco después de reunirse con Nathanson, Lader explicó su estrategia para conseguir la legalización del aborto mediante el ataque a los católicos. Las fuerzas pro aborto debían “hacer salir al ruedo a la jerarquía católica donde se la pudiera atacar. Ese es el verdadero enemigo. El principal y más grande obstáculo a la paz y a la decencia en la historia”. Nathanson, quien entonces estaba muy  lejos de ser un amigo de la Iglesia, se sorprendió por la vehemencia y la envergadura cósmica del ataque de Lader.

     Lader no dejó de hablar del tema durante el viaje a casa. Su argumentación fue una espeluznante y generalizada imputación sobre la venenosa influencia del catolicismo en los asuntos seculares desde su origen hasta antes de ayer. Yo estaba lejos de ser un admirador del papel que la Iglesia desempeña en la crónica mundial, pero la insistencia e intransigencia de su discurso me hizo pensar en los Protocolos de los Sabios de Sión. Se me ocurrió que si uno sustituía católico por judío (en la prédica de Lader), la misma hubiera resultado el discurso más antisemita que se pudiera imaginar.

     Lader sabía que “toda revolución debía tener un villano”. Históricamente, esos villanos eran los católicos, excepto en Rusia, donde el zar era ortodoxo, el jefe de un estado oficialmente cristiano. “Realmente, no interesa si se trata de un rey, un dictador, o un zar, pero tiene que ser alguien, una persona, contra la cual rebelarse. Será más fácil para la gente a quien queremos persuadir de esta manera. En los Estados Unidos, dijo Lader a Nathanson, el villano no serían los católicos en general, quienes podían dividirse en progresistas y conservadores, sino la jerarquía católica, grupo más reducido sobre el cual se podía hacer foco en el ataque, y con un grado suficiente de anonimato o desconocimiento, de manera que, sin necesidad de mencionar nombres, todos tendrían una idea de quién hablábamos”. Inicialmente, la estrategia dejó perplejo a Nathanson, pero pronto le vio el sentido cuando recordó que “así fue como Trotsky y sus seguidores habitualmente se referían a los estalinistas”.

     Cuando Lader incorporó a Betty Friedan a NARAL (la Liga para la Acción a favor del Derecho al Aborto), ésta aportó consigo las tácticas comunistas aprendidas durante su militancia en el partido. Generar la opinión publica de que las mujeres, independientemente de su etnia, apoyaban el aborto, fue una “táctica brillante” que se correspondía con la táctica comunista del “Frente Popular” de tres décadas atrás y ponía de manifiesto la ascendencia revolucionaria del movimiento a favor del aborto.

     El nuevo frente popular incluía protestantes y judíos, con mujeres como elementos de utilería provistos para las manifestaciones públicas televisadas, en las cuales se atacaba a médicos y a hospitales identificados como objetivos porque eran católicos. Una de las primeras víctimas fue el obstetra y ginecólogo Hugh Barber. Nathanson lo eligió como objetivo a atacar porque “era un católico práctico que había resistido con firmeza el aumento de los criterios psiquiátricos que se proponían para orientar la acción de su departamento. Según Nathanson, “no ha habido… ningún cambio social tan radical en la historia de los Estados Unidos ni tan potente en la vida de las familias norteamericanas, o tan dependiente de un sesgo antirreligioso, para tener éxito, como el movimiento pro aborto”.

     A fines de los años 1970, cuando Nathanson escribió Aborting America (Abortando los Estados Unidos ), “se sintió avergonzado del uso de la estratagema anticatólica”. Nathanson implicó a los judíos en esa “estratagema anticatólica” al llamarla “Shandeh fah yidden” (“escándalo de los judíos”). Como admitiendo la naturaleza étnica de la confrontación, Nathanson se convirtió al catolicismo unos años más tarde, después de convertirse a una posición pro vida. El uso del fanatismo anticatólico con el fin de promover el aborto comportaba mucho más que “la reencarnación del macartismo en su peor expresión”, era un arma finamente calibrada, con un propósito y un diseño plenamente deliberados”.

     Lader dividió a los católicos en dos facciones, progresistas y conservadores y utilizó a los primeros para desacreditar a los segundos. Los “'modernos' católicos a lo Kennedy”, quienes “ya usaban la anticoncepción”, podían ser intimidados, sin mucho esfuerzo, para que adoptaran una posición “pro derecho a decidir”. Entonces, el escenario quedaba montado para el uso del anticatolicismo como instrumento político y para la manipulación de los mismos católicos, dividiéndolos y provocando el enfrentamiento entre ellos”. NARAL (la Liga pro aborto de Lader y Nathanson) aportaría a los medios de comunicación “encuestas de opinión y estadísticas de investigación ficticias, para hacer creer que los católicos norteamericanos abandonaban masivamente las enseñanzas morales de la Iglesia y los dictados de su conciencia católica”.

     Sin embargo, el arma de relaciones públicas más importante fue “la identificación de la filiación religiosa de cada figura pública (usualmente católicos) mientras que “estudiadamente” los medios se abstenían de realizar cualquier identificación religiosa o étnica de los personajes públicos proabortistas.  “Las creencias religiosas del propio Lader “nunca se discutían ni se mencionaban” pero él sí identificó efectivamente a Malcolm Wilson, vicegobernador del Estado de Nueva York en 1970 “como un católico que se oponía con firmeza al aborto”. “Ni yo ni el miembro de la Asamblea Legislativa, Albert Blumenthal”, continuó Nathanson, “fuimos jamás identificados como judíos, ni el gobernador Nelson Rockefeller fue reconocido como protestante” aún cuando el movimiento a favor del aborto estaba integrado mayoritariamente por judíos y “desde el comienzo de la revolución abortista, la Iglesia Católica y sus representantes asumieron un papel coonsiderable en la oposición”.

     Dada la parcialidad liberal de los medios, “era fácil describir a la Iglesia como una institución insensible, autoritaria y belicista, con lo cual, establecer cualquier tipo de vinculación con ella o con cualquiera de las causas que ella sostiene era pasar a ser insoportablemente reaccionario, fascista e ignorante”. Nathanson piensa que los católicos deberían haber denunciado esa intolerancia religiosa en el corazón de esa doble vara; también deberían haber explicado que el campo proabortista era mayoritariamente judío, y que por lo tanto, era ajeno al interés nacional estadounidense porque:

     En la mentalidad del común, los Estados Unidos protestantes son propiamente los Estados Unidos, y si la oposición protestante se hubiera organizado y se hubiera manifestado desde el principio, el permisivismo abortista se habría percibido, de alguna manera, como antiestadounidense, el producto malsano de un conjunto de cuadros revolucionarios judíos desorbitados de la ciudad de Nueva York.

     Por el contrario, no hubo ninguna respuesta católica a la “campaña groseramente anticatólica”. Los católicos se concentraron en explicar cómo el feto es un ser humano, como si la otra parte no lo supiera perfectamente. “No había ninguna organización católica equivalente a la Liga Antidifamación de la B’nai B’rith o la NAACP (Asociación para la promoción de la gente de color)”. La Iglesia Católica “se limitó decentemente (aunque con frutos desastrosos) al tema del aborto”. Al no identificar a los enemigos étnicos, los católicos perdieron la guerra.

     Los medios de comunicación no tenían ningún escrúpulo en ese sentido y se afanaban por comprometerse en flagrantes violaciones de sus propios códigos, imputando el delito racial que ellos acababan de establecer. La “megaprensa” (término de Nathanson) colaboraba porque estaba controlada por judíos y protestantes proabortistas, quienes alentaban a los católicos liberales como la periodista Anna Quindlen del New York Times, deseosa de ascender en una profesión competitiva. “Los medios” dice Nathanson, ignoraron con gran disimulo la intolerancia y el fanatismo cuidadosamente elaborados que nosotros vendíamos. Muchos en los medios eran jóvenes graduados católicos liberales, del tipo que habíamos tenido éxito en separar del rebaño fiel, quienes no iban a poner en riesgo sus posiciones adquiridas en la intelligentsia mediática, incomodando a los liberales con algo tan grosero como una imputación de prejuicios. Los prejuicios eran el mal absoluto cuando hacían referencia a los judíos o a los negros, no si se los dirigía contra los católicos. Pero si nuestras denuncias hubieran tenido un contenido antisemita o contra los negros, habría estallado un estrepitoso coro de aullidos en los medios—tan fuerte como para haber destruido la Liga para la Acción a favor del Derecho al Aborto.

     La estrategia de la Liga para la Acción a favor del Derecho al Aborto (NARAL) fue un claro despliegue de jutzpah. “Pues como simple jutzpah no tuvo parangón moderno”. Nathanson llama al “affair Robert Byrn”  “la campaña anticatólica más irresponsable, cruda e intolerante que NARAL jamás montara”. Byrn, un profesor de Derecho en la Universidad de Fordham, caracterizado por el New York Times “ como “un hombre soltero católico romano de cuarenta años de edad”, se presentó ante el juez Lester Holtzman para solicitar que se lo declarara custodia de los niños no nacidos amenazados por el aborto. Fiel a la característica duplicidad de su doble vara, el New York Times “no caracterizó al juez Holtzman como un judío casado”. Cuando Byrd interpuso un recurso de amparo contra los abortos en los hospitales municipales de Nueva York, el Procurador del Estado, Louis Lefkowitz, decidió oponerse a Byrn, pero nada se dijo del status étnico o religioso de Lefkowitz. Cuando Nancy Stearns, abogada del Centro para la Defensa de los Derechos Constitucionales, trató de lograr que se exigiera a Byrn una fianza de u$s 40.000 por cada mujer a la que se obligara a completar el embarazo hasta el nacimiento del niño, el corresponsal del New York Times , James Brody, cuya identidad étnica quedó oculta en el misterio, “no escribió que Stearns era una judía soltera”. Dado que el New York Times es el diario nacional de referencia para el resto de la prensa escrita, esa doble vara se repitió a lo largo y a lo ancho del país. En Filadelfia, el Philadelphia Inquirer se refirió reiteradamente a Martin Mullen, como un católico romano “archiconservador”, pero nunca caracterizó al gobernador Milton Schapp, la contraparte de Muellen en la guerra en torno al aborto en Pensilvania, como un judío pro aborto. Nathanson destaca que el canadiense Henry Morgenthaler usó su paso por un campo de concentración de Hitler con el objeto de justificar su rol de líder como proveedor de la práctica del aborto en Canadá. Las clínicas de Morgenthaler violaban las leyes canadienses y, sin embargo, “Morgenthaler...es venerado por la mega prensa canadiense” aún cuando él “es tan devoto del maligno anticatolicismo como el exorcista estadounidense, Lawrence Lader”.

     En 1967, aproximadamente en la misma época  que Bernard Nathanson conoció a Lawrence Lader y ambos fundaban la Liga por el Derecho al Aborto (NARAL), el aborto se legalizó en California. El gobernador Ronald Reagan firmó la primera ley que permitió el aborto en los Estados Unidos, pero el proyecto de ley fue escrito y presentado por Anthony Beilenson, el representante legislativo judío por Beverly Hills. Las dimensiones étnicas de la batalla en torno al aborto fueron, si acaso, mucho más encarnizadas en California que en Nueva York. Como en Nueva York, la batalla sobre el aborto separó los campos con una demarcación étnica claramente definida. Como en Nueva York, los judíos en general promovieron el aborto y los católicos se opusieron. Desde el momento en que el aborto se legalizó en 1967, la batalla en torno al aborto en California fue una batalla entre católicos y judíos, tal como treinta años antes los católicos y los judíos se  enfrentaron en una batalla en torno a la cuestión de la pornografía y  la obscenidad en la industria del cine en California.

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