San Juan Bautista

San Juan Bautista

lunes, 19 de octubre de 2020

Otto Skorzeny (V): Entrevista con el Führer en el cuartel general

 


En el capítulo anterior señalamos que Dios había dispuesto que el Standartenfuhrer Otto Skorzeny fuera el Jefe de la Brillante Operación Comando que liberó al Duce del secuestro urdido por el pequeño Saboya, el inmoral Badoglio y otros iscariotes como De Grandi, Galeazzo, Ciano y Giuseppe Bottai que habían pertenecido al movimiento redentor de Octubre de 1922 que extrajo a la gens itálica del ostracismo histórico en que estuvo sumida durante siglos. Fue tan estruendoso el éxito alcanzado por los guerreros germanos en ese operativo que, los tripuntes aliados de Stalin, tenían como motivo de los interrogatorios en continuado dos temas: la liberación de Mussolini y la ofensiva de las Ardenas. Obsesivamente buscaban siempre en que asirse para castigarlo, ya que NO les bastaba pasearlo por los campos de concentración donde lo esperaba siempre un calabozo más hediondo que el anterior, con una tabla rasa sin jergón, y en el techo una luz permanentemente encendida para que… “descansara”. Mientras tanto, un sicario, munido de un fusil lo miraba por el visillo de la puerta de la humillante celda. Por si algo faltara, en el dintel del lugar de acceso, había una marca roja que significaba: “Preso peligroso”.

El Viacrucis del héroe duró 4 años (1945, 46, 47 y 48) ya que abandonó el camino de las prisiones el 27de julio de 1948. Ese día se viajó a la España del Caudillo. Allí, encontró, respeto paz y libertad, trabajando como criador de caballos e Ingeniero, hasta su fallecimiento en la Paz del Señor Confortado con los Santos Sacramentos en la isla de Mallorca el 5 de julio de 1975.

Ahora nos vamos a honrar con las inmortales palabras impresas en su “Vive Peligrosamente”. El tomo 1 del Memorial, que tenemos en nuestro escritorio y que fuera Editado por Acervo de Barcelona en marzo de 1965.Abrimos el estupendo libro y vamos directamente al capítulo XIV para extractar los ajetreados días y conocer los caminos por los que se llegó a concretar la orden del Führer, para el rescate del Duce de Italia. Así leemos. “A mediodía del domingo 25de julio de 1943 almorcé en el Hotel Eden de Berlín con un viejo amigo que había sido Profesor en la Universidad. Iba de civil, y nuestra agradable charla transcurrió pacíficamente.  Al abandonar el comedor, nos instalamos en el “hall” del hotel donde tomamos café. Nuestra conversación versó sobre Viena, nuestra ciudad natal y nuestras amistades comunes, pero de pronto de una manera inesperada e incomprensible me vi asaltado por una gran inquietud” (subrayado nuestro). “Había informado al encargado de nuestra central telefónica del lugar en que me encontraba y podría hallarme en caso que se me necesitase… En aquellos tiempos de intranquilidades uno no sabía lo que podía suceder. No me pude aguantar más tiempo. Me dirigí a la cabina telefónica y marqué el número de mi despacho. Mi secretaria estaba al borde de un ataque de nervios. Me informó que todo el mundo me buscaba desde hacía 2 horas. Seguidamente me dijo: lo han llamado del Cuartel General del Führer. Han puesto a su disposición un avión que debe despegar del aeropuerto Tempelhof a las siete en punto. Intenté ocultar el nerviosismo que me embargaba y ordené: Diga usted a Radl que suba enseguida a mi habitación y que ponga mi uniforme, ropa interior y que, acto seguido se apresure ir al aeropuerto. ¿No le han informado sobre la causa de la llamada? Mi secretaria me contestó desde el otro del hilo telefónico: No sabemos absolutamente nada. Me apresuré a despedirme de mi amigo, aunque pude darme cuenta que estaba muy impresionado por el hecho que me hubieran llamado desde el Cuartel General. Me deseó buena suerte y apretó mi mano fuertemente…  Mi ayudante se encontraba ya en Tempelhof, cargando una maleta y mi cartera de documentos. Karl Radl, mi ayudante, comentó conmigo una reciente noticia radiofónica que había anunciado un cambio de gobierno en Italia. Pero no la relacioné con mi viaje al Cuartel General. Alcanzamos la pista de despegue, en la que encontramos preparado un ‘Junker 52’. Vaya lujo, un imponente avión puesto a mi exclusiva disposición… Saludé desde la ventanilla, en el mismo, instante que el avión empezaba a rodar sobre la pista. Cuando alcanzamos cierta altura y volábamos sobre la ciudad de Berlín, los pensamientos volvieron a agolparse en mi mente…  Todo absolutamente todo parecía estar oculto tras un tupido velo que me era imposible de correr. Entonces me sentí en disposición de mirar el paisaje que se extendía en nuestras plantas. Volábamos sobre el Oder. Los bellos bosques y prados del Neumark aparecieron... Entonces recordé que ignoraba el lugar exacto donde se encontraba el Cuartel General pues, su emplazamiento estaba rodeado del mas impenetrable secreto. Conocía el nombre clave de Wolfsschanze y sabía que se encontraba en algún lugar de la Prusia Oriental. Hacia una media hora que volábamos y reconocí la ciudad de Schneidemuhl, El avión volaba a tres mil metros de altura, pero pude ver que los rayos del sol se reflejaban en los cristales de las ventanas de las casas de la ciudad y sobre las aguas del Netze. Seguíamos una línea de nos llevaba hacia el nordeste en línea recta. Pasé un rato con los pilotos que me mostraron el lago Deutch Eylau y las redes ferroviarias de la ruta Varsovia Dantzig- Intersburg Possen que, vistas desde nuestra altura, se asemejaban a una gigantesca tela de araña… El sol quedó a nuestras espaldas. Comenzamos a perder altura y volamos a 300 metros. La topografía del paisaje había cambiado radicalmente, era completamente llana y estaba surcada por infinidad de arroyos. Las hojas de los árboles tenían un color verde claro, lo que me dio la impresión que volábamos sobre bosques de abetos, de pronto percibí una aglomeración de pequeños lagos que miraban hacia arriba como si fueran inmensos ojos azules. Una ojeada sobre el mapa me confirmó que estábamos sobre los lagos Masurianos y no pude dejar de evocar que el viejo Mariscal Hindenburg había librado, en aquel mismo lugar, una decisiva batalla contra los rusos. Nuestro frente, en esos días, estaba en Smolensko a muchos kilómetros de distancia de la Prusia oriental, muchísimos kilómetros más al este de la frontera alemana…”

“El ‘Junker’ empezó a descender. Y, al poco rato descubrí un aeródromo junto a las márgenes de un lago. El inmenso ‘pájaro’ aterrizó con gran maestría y rodó por la pista. Bajé del avión y me dirigí a las barracas del campo, ante las que esperaba un gran ‘Mercedes’ descubierto. Seguidamente un Cabo me preguntó: ¿Es Ud. el Capitán Skorzeny? Cuando asentí, añadió: En tal caso debo conducirle inmediatamente al Cuartel General… Pasamos por unas bellísimas carreteras flanqueadas por bosques… Ya había oscurecido cuando nos detuvimos frente a las instalaciones del Cuartel General. Entré en una gran antesala amueblada con sillones y varias sillas… Una simple alfombra cubría el suelo de la estancia. Fui recibido por el capitán de las SS G. ayudante personal de Hitler. Me presentó a cinco oficiales que habían esperado mi llegada. El grupo estaba compuesto por un Teniente Coronel y un Comandante de Ejército dos Tenientes Coroneles de la Luftwafte y un Comandante de la SS…  Cruzamos una puerta situada a la izquierda y entramos en un salón de unos seis metros por nueve. Una inmensa mesa cubierta de mapas se hallaba junto a la pared de la derecha en la que había ventanas de las que pendían unas sencillas cortinas. La pared de la izquierda tenía una chimenea en su mismo centro… El capitán desapareció y yo aproveché el momento para encender un cigarrillo.... Tenía la intención de volver a preguntar el nombre de mi camarada de la SS, puesto que no lo había entendido bien, como suele suceder en las presentaciones… Pero el Oficial que me había recibido regresó en aquel instante y nos informó: Tengo la orden de conducirlos ante el Führer, todos ustedes le serán presentados Y deben informarle de sus experiencias militares. Es posible que les haga algunas preguntas. Síganme por favor ¡Creí no haber oído bien! ¡Me sentí desfallecer! ¡Entonces, pasados unos minutos sería presentado a Adolf Hitler, el Führer del Gran Reich y Jefe Supremo de la Wermacht! ¡No podía salir de mi asombro!… Mientras mi mente era invadida por esos pensamientos caminamos unos 150 pasos… Entramos en otra construcción de madera. Las indirectas y agradables luces de la estancia me permitieron ver un cuadro enmarcado en sencillo marco de plata. Reconocí en él a ‘La Violeta’ de Durero… Mi vista se posó sobre un escritorio colocado oblicuamente ante una ventana; su brillante superficie estaba cubierta de manuscritos perfectamente ordenados. Yo pensé: Me encuentro en el lugar donde se toman las decisiones más importantes de nuestra época…. y, casi inmediatamente se abrió, la puerta de nuestra izquierda. Nos pusimos ‘firmes’ y miramos el umbral sin parpadear. ¡Me encontraba ante el hombre que había escrito páginas decisivas en la historia de Alemania! ¡No puedo describir la emoción que embarga a un soldado cuando está ante su más elevado superior jerárquico! Adolf Hitler entró en la Sala andando pausadamente. Nos saludó con el brazo en alto; el clásico saludo nacionalsocialista. Vestía una guerrera sencilla de color gris, que permitía ver su blanca camisa y su negra corbata. Sobre el bolsillo izquierdo estaba prendida la Cruz de Hierro de Primera Clase; la condecoración más importante de la primera guerra mundial junto con la placa negra distintivo de los heridos de guerra.  Como Hitler se hizo presentar por su ayudante al primer hombre de la fila, situado a mi derecha no pude observarle atentamente… Los Oficiales que me precedían informaron sobre sobre los diferentes servicios, manteniendo la posición de ‘firmes’. Llegó el momento en que el Führer se detuvo ante mí y me tendió la mano cuando, le fui presentado. Recuerdo que solo, pensé que no debía inclinarme demasiado. Creo y que mi saludo militar resultó correcto y que conseguí mi propósito. Empleé pocas frases para informarle sobre mi lugar de nacimiento, los estudios que había cursado, carrera militar, grado que ostentaba de Oficial de la reserva y destino. Sostuvo mi mirada durante todo el rato que duró mi informe; y no dejó de observarme ni un solo momento.  Adolf Hitler dio un paso atrás, nos miró a todos y preguntó: ¿Quién de ustedes conoce Italia? Fui el único en hablar. Dije: He viajado en motocicleta por Italia llegando hasta Nápoles. He visitado en dos ocasiones en viajes puramente privados, mi Führer.  ¿Qué opinan ustedes de Italia? La pregunta sorprendió a todos… Las respuestas fueron vacilantes… Al llegar mi turno, manifesté: Soy austríaco, mi Führer. Con ello creo decirlo todo. Considero que la separación del Tirol, el trozo de tierra más hermoso que hemos poseído, es una espina, que siempre lleva clavada en el corazón todo austríaco.  Me pareció, en aquel momento, que Hitler me traspasaba con su mirada. Al cabo de pocos segundos de silencio dijo: Los caballeros aquí reunidos pueden retirarse a excepción de Skorzeny. Quiero intercambiar con usted, una cuantas impresiones. El Führer se había plantado ante mí. Súbitamente se mostró animado al hablar conmigo. Pero, tanto sus gestos como su actitud siguieron siendo parcos. Me miró insistentemente y, al poco comenzó a hablar: Tengo para usted una misión de suma importancia. Mussolini, mi amigo y nuestro fiel colaborador, fue traicionado ayer por su propio rey y, hoy mismo, ha sido arrestado. No quiero ni puedo dejar en la estacada al hombre más importante de Italia. El Duce, significa, para mí la encarnación del último cónsul romano. No ignoro que Italia nos dará la espalda en cuanto esté regida por el nuevo gobierno. Quiero ser fiel a mi compañero hasta el último momento Por ello me veo obligado a ayudarle en estos momentos tan difíciles. No tenemos más remedio que rescatarle lo antes posible, ya que en caso contrario será puesto en manos del enemigo. Le he elegido para que cumpla esta misión tan delicada, porque sé que es un hombre responsable y no ignora que, tal vez pueda llegar a ser de vital importancia. Debe dejarlo todo para dedicarse a esta importantísima tarea en cuerpo y alma. Solo de esa forma podrá conseguir resultados satisfactorios. Hizo una pausa y continuo: Pero lo más importante es que tenga en cuenta que la misión que le encomiendo debe guardarse en el más completo secreto. Sólo le permito que hable de ella a cinco personas. Tengo la intención de volverle a destinar a la Luftwaffe, donde tendrá que ponerse a las órdenes del general Student, al que ya conoce. Ya le he informado de la misión que le encomiendo. Por lo tanto, debe limitarse a hablar con él y a informarse de los detalles pertinentes del caso. Sin embargo todos los preparativos deben correr por su cuenta. Y le advierto, que tanto los comandos que tenemos destinados en Italia como nuestro Embajador en Roma no pueden ser enterados de la misión que le ha sido encomendada. No olvide que tanto los unos como el otro, se han formado una idea equivocada de la situación existente en Italia, lo que les impediría actuar acertadamente. Vuelvo a repetirle que se hace responsable ante mí del secreto que debe rodear la misión que le encomiendo. Deseo tener muy pronto noticias suyas y espero que su empresa sea coronada por el éxito.”

A medida que escuchaba la voz de Hitler, iba aumentando la influencia que ejercía sobre mí. Sus palabras me parecieron tan convincentes, que no me cupo ninguna duda sobre el éxito de mi empresa.

Me apresuré responderle: “Comprendo sus argumentaciones, mi Führer, y haré todo lo posible para cumplir satisfactoriamente la misión que me habéis encomendado.”         

“Un fuerte apretón de manos dio por terminada nuestra entrevista. Durante nuestra conversación sentí posados sobre mí, los ojos del Führer. Hasta me pareció notar que me seguía con la vista cuando le di la espalda para abandonar la sala. Y cuando me volví desde el umbral de la puerta para despedirme por última vez comprobé que mis suposiciones eran ciertas: el Führer había seguido mis movimientos con su mirada”.

“El ayudante volvió para hacerse cargo de mí, lo que me alegró pues no habría sabido orientarme solo. No podía dejar de pensar en mi reciente experiencia. Hice lo posible para recordar el color de los, ojos del Führer que me habían parecido pardos… Pero nunca pude olvidar su mirada, casi hipnótica, que parecía, continuaba traspasándome”.     

Dios mediante continuaremos, con el tema.


Luis Alfredo Andregnette Capurro

Desde el Real de la Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo

   

Nacionalismo Católico San Juan Bautista

 

    

 

2 comentarios: