San Juan Bautista

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domingo, 28 de marzo de 2021

Soliloquio Pascual de San Pedro - Antonio Caponnetto

 


“Dichosos vosotros, si tenéis que sufrir por la justicia. No temáis ni os inquietéis; por el contrario, glorificad en vuestros corazones a Cristo, el Señor”.

I San Pedro,3, 13

-I-

¿Por qué guardé la espada esa tarde en el Huerto?

¿Por qué no era la hora de Esplandián o de Arturo,

con sus proezas de sagas? Apenas conjeturo

que tenías tu muerte como un mandato cierto.

 

¿Por qué de un cielo limpio, despejado y abierto

no ordenaste el envío de tus huestes? Un muro

de angélicos ejércitos, y era el fin del conjuro,

¿por qué esas doce tropas ya te dieron por muerto?

 

Toma Malco, tu oreja, toma el hierro mi vaina,

sirvienta de Caifás, toma el fin de mi arrojo,

y tú gallo del alba estas tres negaciones.

 

Debía ser la hora de la noche más zaina,

entonces no lo supe, mi mente era un cerrojo,

fui sólo un pescador, Señor, no me abandones.

 

-II -

¿Fueron estos los clavos, la columna, el azote,

aquellas las espinas trenzadas en corona,

fue esta púrpura capa que cubrió la burlona

afrenta del judío, libertad del zelote?

 

¿Fueron estas monedas que cobró el Iscariote

este el Campo de Sangre de la horca gorgona

esta la cruz de Dimas, con perfume a cretona,

y este el Monte Calvario que te dio al estricote?

 

Me acuso de la ausencia, de la fuga y las dudas;

debí estar con tu madre, con Juan y Magdalena

ser yo quien te acercara un bálsamo a la boca.

 

Escuchar esas siete palabras cuando exudas

los últimos respiros, cumplida tu faena,

merecer que a mi nombre lo bautizaras roca.

 

-        III –

¿Cómo no te entendimos cuando anunciaste el plazo

de tres días apenas para volver invicto?,

¿cómo cuando te dieron el trato de un convicto

no sudé sangraduras si era un cruento flechazo?

 

¿Cómo cuando sellaron tu tumba en el ocaso

de un Gólgota crujiente por el cruel veredicto

no me arrojé contigo, macilento y aflicto

a cubrir tu mortaja con mi rústico brazo?

 

Hoy te veo llorando por las calles de Roma

como esa vez lejana frente a Lázaro hediento

y me veo a mí mismo sin el cetro en la mano.

 

¿Adónde vas, Señor, adónde la Paloma?

Tres veces me examinas y otras más te argumento:

Jesús, lo sabes todo, tú sabes que te amo.

 


Antonio Caponnetto




Domingo de Ramos (1963) – P. Leonardo Castellani

 

Cuando se aproximaron a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, entonces envió Jesús a dos discípulos, diciéndoles: «Id al pueblo que está enfrente de vosotros, y enseguida encontraréis un asna atada y un pollino con ella; desatadlos y traédmelos. Y si alguien os dice algo, diréis: El Señor los necesita, pero enseguida los devolverá.» Esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del profeta: Decid a la hija de Síón: He aquí que tu Rey viene a ti, manso y montado en un asna y un pollino, hijo de animal de yugo. Fueron, pues, los discípulos e hicieron como Jesús les había encargado: trajeron el asna y el pollino. Luego pusieron sobre ellos sus mantos, y él se sentó encima. La gente, muy numerosa, extendió sus mantos por el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino. Y la gente que iba delante y detrás de él gritaba: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!»

(Mt. 21, 1-9)

 

El Evangelio de hoy es el de la entrada triunfante de Cristo en Jerusalén, que narran los cuatro Evangelistas, dándonos un cuadro completo. Es un triunfo, pero es un triunfo humilde, tal como había dicho el Profeta Zacarías:

“¡Alégrate con alegría grande, hija de Sión!

¡Salta de júbilo, hija de Jerusalén!

He aquí que tu Rey viene a ti, humilde y manso,

Sobre un asna y el hijo de la subyugada.”[1]

En realidad, sobre el hijo de la subyugada venía Jesucristo, sobre el burrito, que los españoles llaman pollino. Los hebreos no desdeñaban, incluso los Reyes, montar en burros, que son allá de mayor alzada que los de aquí. Aquí no tendría sentido ver a un Presidente montado en un burro; aunque quizá tendría más sentido de lo que creemos.

(Quiero decir que imitaría a Cristo en la humildad; y más si en lugar de granaderos y metralletas, tuviese alrededor niños y gente del pueblo cantándole alabanzas y agitando palmas).

Esto que vemos hoy es un “mob”, como dicen los ingleses, que se traduce "motín"; pero la palabra "motín" ha tomado en español el sentido malo, el sentido de sublevación y no de aclamación; de modo que hay que usar el argentinismo “pueblada”. Un “mob”, o sea, una "pueblada", es una aglomeración de pueblo en movimiento, cualquiera sea su motivo, o la ira o el entusiasmo; que hoy día solamente pueden hacerlas los militares, que según ellos, como han salido del pueblo, son el Pueblo; es decir, son la Democracia.

Esta pueblada del Domingo de Ramos, que gritaba: “Salud al Hijo de David”, es muy diversa de la otra del Viernes Santo, que gritó: “Crucífícalo.”[2]

Había ya muchísimos que creían Jesús era el Mesías; que fueron el núcleo de la Iglesia, pues vemos que el día de Pentecostés los Apóstoles bautizaron 3.000 personas, apenas San Pedro les anunció

que había resucitado.[3]

Había aquí judíos de todas partes de Judea y también gentiles, como vemos en San Juan [4]; y los Apóstoles fueron el núcleo director de la manifestación, pues decían a todos los transeúntes y curiosos que Jesús acababa de resucitar un muerto, Lázaro de Betania[5]. Una pueblada tiene siempre un núcleo director que le da la dirección, buena o mala. La turba sabe amontonarse, pero por sí misma no sabe dirigirse, ¡y guay de que haya un amontonamiento de pueblo sin un buen núcleo director! Suceden las atrocidades de la Revolución Francesa.

Yo vi una gran pueblada en Roma en 1930 cuando el Comandante Balbo con su escuadrilla fue en avión al Brasil, y después volvió a Roma: se puso en movimiento todo el pueblo de Roma -varones- y se amontonó en la Plaza Venecia gritando: "¡Que hable il Duce!" Yo volvía de clase con los demás alumnos de la Gregoriana, y no me dejaron llegar a casa: lo cual no me pesó. Esta manifestación se formó tan espontáneamente como la de los Ramos; aunque estaban allí los camisas negras, pero simplemente guardaban el orden, no buscaban a la gente ni la traían en camiones[6]. ¿Cómo se formó? Lo supe muchos años después, en 1947, estando con el P. Gaynor en el balcón del Convento de San Silvestro, que da a la Plaza San Silvestro. Las plazas en Italia no son como las nuestras, no son jardines, son simplemente un baldío empedrado, una manzana sin edificios. De repente la plaza se llenó de hombres. - ¿Qué pasa? -Salen del trabajo, de las oficinas, las fábricas y las tiendas-, me dijo Gaynor.

- ¿Qué hacen? -Hablan entre ellos durante una hora; algunos se suben a un cajón y hablan a un grupo. Ésta es la verdadera democracia; este pueblo es el más democrático del mundo. -¿Cómo "democracia"?- le dije yo. -"Democracia", ¿no es votar? -Fíjese: si en este momento llegara aquí una noticia impresionante, toda esta masa se organizaría (surgirían los jefes naturales) y se dirigiría a la plaza próxima donde encontraría otra masa igual; y como una chispa en un pajonal, en poco rato toda Roma estaría en píe y se dirigiría a hacer algo, malo o bueno; pero casi siempre algo bruto; porque la multitud es un bruto con mil cabezas.

Así pasó el año 510 antes de Cristo, por ejemplo: corrió la voz en Roma que el Rey Tarquina el Soberbio había violado a Lucrecia, mujer de un noble, y ella se había dado muerte; antes de ponerse el sol el pueblo de Roma había matado al Rey Tarquina y se había acabado la Reyecía o Monarquía en Roma para durante cinco siglos justos.

La pueblada es el último recurso de la democracia y el más genuino. Hoy día no se puede hacer más, por lo menos en la Argentina y también en Inglaterra, donde Chesterton se queja ya no es posible ningún “mob”, desde el siglo XVII; hoy día con una ráfaga de metra se acaba cualquier pueblada. Esto también lo vi en 1934 en París: el Ministro Daladier, que se gloriaba de parecerse a Mussolini, incluso en el físico, con dos ráfagas de ametralladora y con 100 muertos, deshizo una multitud enfurecida que en la Plaza de la Concordia quería colgar a los Diputados de los faroles (escándalo Stavisky): “Les Députés a la lanterne!” (Entre paréntesis: esto nunca lo hizo Mussolini, que era un dictador; lo hizo un Ministro democrático).

Esta vez también me cortaron el camino al volver de clase y hasta me hicieron gritar, por contagio: “Les Députés a la lanterne!”.

Como ven, en el Evangelio se puede aprender de todo. Si hubiesen puesto a votación en Jerusalén si Jesús era el Mesías o no, probablemente hubiese sacado la mayoría, pero los Fariseos enseguida hubiesen hecho fraude. Pero con la pueblada deste día no podían hacer fraude. Así que se asustaron, dice el Evangelista, y decidieron, no dejar de matarlo, ciertamente, sino asegurar su muerte: que la prisión fuese secreta; el juicio y la sentencia, secretos; y la ejecución, a cargo de los romanos, que tenían lo que hoy serían ametralladoras[7]. Hasta hubo uno que se animó a decirle a Cristo: “¿No oyes lo que estos dicen? ¿No ves que te dicen 'Hijo de David', o sea, Mesías? ¡Hazlos callar!”, con lo cual confesaban que ellos no podían hacerlos callar. Jesús les respondió: “Si éstos callan, hablarán las piedras”[8] -lo que en efecto pasó: éstos callaron el Viernes Santo (no había nada que hacer con la Legión Décima de la fortaleza Antonia) y las piedras del Calvario se partieron el Viernes Santo[9]; y el Domingo siguiente, la enorme piedra-lápida voló del Sepulcro de Cristo[10].

De modo que no fue el mismo pueblo éste de hoy y el que el Viernes gritó: “Crucifícalo”; como suelen decir: "el pueblo es veleidoso e insensato, miren el relato de la Pasión de Cristo." (Así dijo el gran músico Beethoven). No. Este pueblo fiel, el día de la Crucifixión estaba escondido o apartado a lo lejos, como los Apóstoles mismos.

Era otro pueblo: era una manga de curiosos, vagos, holgazanes, indiferentes o enemigos de Cristo; al cual para hacerlo gritar: “Crucifícalo”, bastó que los Fariseos le dijeran la misma mentira que dijeron a Pilatos: "Este hombre se ha sublevado contra el César; si lo dejamos libre, vendrán los ejércitos romanos y destruirán nuestra ciudad"; que fue justamente lo que les pasó 40 años después; pero no por dejar libre a Cristo, sino por matarlo. Si hubiesen dejado libre a Cristo, no les pasara. Jerusalén no habría sido destruida y sería hoy lo que es Roma. La tremenda maldición que se echaron encima: “Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos”[11] -les cayó.

En fin, lo que quería decirles es que Jesucristo aceptó -y Él Mismo preparó- este efímero triunfo de niños y de gente pobre porque sabía que era verdad: sabía que era Rey y que había de ser Rey para siempre, sabía de su Pasión y Muerte, pero sabía también su Resurrección y la Resurrección de todo el Mundo: la Resurrección de la Carne. Y así, con grande y animoso corazón, aceptó estos loores y alabanzas, como acepta nuestros humildes actos de fe cuando lo reconocemos por Rey, apesar de todos los pesares. Un pintor cristiano, Hole, ha imaginado que se encontró al entrar en Jerusalén con Pilatos, el cual salía sentado en una litera llevada por cuatro gigantescos esclavos negros y con gran escolta a caballo; que Pilatos lo miró de arriba abajo y Jesucristo lo miró de abajo arriba: el Centurión que mandaba la escolta iba a ser más tarde un Obispo suyo. Ésa es su Reyecía.

Cantemos con los niños hebreos, como canta la Iglesia:

"¡Salud al Hijo de David!

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

¡Hosanna en las alturas!"



[1] l. Zac. 9, 9.

[2] Lucas 23, 21; Juan 19, 6,15.

[3] Hechos 2, 37-41.

[4] 12, 20-21.

[5] Juan 11, 1-44.

[6] Perón estaba allí y la vio, creo (Tachado en el original).

[7] Mateo 26, 3-5.

[8] Lucas 19, 40.

[9] Mateo 27, 51.

[10] Marcos 16, 4.

[11] Mateo 27, 51.




viernes, 26 de marzo de 2021

Bergoglio: María no es corredentora - Alejandro Sosa Laprida

 Bergoglio vuelve a la carga:

María Santísima no es Corredentora[1].

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Miles Christi - 24/03/2021

Bergoglio enseña que la Santísima Virgen María no es “diosa” ni Corredentora


Cito sus palabras de la Audiencia General del día de hoy, 24/03/2021:

“Jesús extendió la maternidad de María a toda la Iglesia cuando se la encomendó al discípulo amado, poco antes de morir en la cruz. Desde ese momento, todos nosotros estamos colocados bajo su manto, como se ve en ciertos frescos y cuadros medievales. (…) la Virgen que, como Madre a la cual Jesús nos ha encomendado, envuelve a todos nosotros (…) como Madre, NO COMO DIOSA, NO COMO CORREDENTORA: como madre. Es verdad que la piedad cristiana siempre le da BONITOS TÍTULOS, como un hijo a la madre: ¡cuántas cosas bonitas dice un hijo a la madre a la que quiere! Pero estemos atentos: las cosas bonitas que la Iglesia y los Santos dicen de María no quita nada a la unicidad redentora de Cristo. Él es el único Redentor. Son expresiones de amor como la de un hijo a su madre -ALGUNAS VECES EXAGERADAS-. Pero el amor, nosotros lo sabemos, siempre NOS HACE HACER COSAS EXAGERADAS, pero con amor.”[2]

Para rebatir los dichos engañosos, sofísticos e impíos de Bergoglio, me limitaré a citar un pasaje de un artículo publicado el 15/12/2019, acerca del mismo tema:

El 12 de diciembre, en la homilía de la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, Francisco[3] negó la participación de María en la obra redentora, calificándola de “historias” (“fábulas, cuentos”) y de “tontera” (“tontería, bobada, insignificancia”). Éstas son sus palabras:

“Fiel a su Maestro, que es su Hijo, el único Redentor, jamás quiso para sí tomar algo de su Hijo. Jamás se presentó como corredentora. (…) Nunca robó para sí nada de su Hijo (…) María mujer, María madre, sin otro título esencial. (…) Y tercer adjetivo que yo le diría mirándola, se nos quiso mestiza, se mestizó. (…) Se mestizó para ser Madre de todos, se mestizó con la humanidad. ¿Por qué? Porque ella mestizó a Dios. Y ese es el gran misterio: María Madre mestiza a Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, en su Hijo. Cuando nos vengan con historias de que habría que declararla esto, o hacer este otro dogma, no nos perdamos en tonteras: María es mujer, (…) mujer de nuestros pueblos, pero que mestizó a Dios.”[4]

Los dichos de Bergoglio, además de insultantes, son completamente falsos. Si bien no ha habido hasta ahora una declaración dogmática del magisterio al respecto, la corredención de María forma parte de la revelación divina. Su fundamento escriturístico es innegable. Éste consiste en el paralelo y en la analogía existente entre Eva y la Santísima Virgen. Paralelo y analogía que se manifiestan en el papel desempeñado por ellas en relación, por un lado, con Adán en el caída original y, por el otro, con Jesucristo, nuevo Adán (Rm. 5, 14 - I Cor. 15, 22), en la reparación de la misma.

En efecto, del mismo modo que Eva participó en la caída de Adán, por su falta de fe y su desobediencia, María lo hizo en la redención, a través de su fe y su obediencia. Con su “fiat” y su consentimiento al sacrificio salvador de Jesús, María hizo posible la Redención, así como Eva, tentando a Adán a instancias de la Serpiente, había hecho posible la falta original. Es Adán quien la comete, pero Eva está íntimamente vinculada a ella, no como artífice, sino como partícipe necesaria y a  modo de causa instrumental.

De manera análoga, María, nueva Eva, participa en el acto redentor realizado por Jesucristo, nuevo Adán, no como autora, sino como partícipe necesaria -Dios así lo dispuso en su Divina Providencia-, y como causa instrumental -con su “fiat” libremente otorgado, María suministró la “materia” del sacrificio redentor, es decir, el cuerpo de la víctima expiatoria-.

Es en este sentido que debe entenderse el término “corredención” aplicado a María, como expresión de su íntima participación en la obra redentora consumada por su divino Hijo                 -autor exclusivo de la misma-, y no como si la redención hubiera sido realizada por ambos, en el mismo sentido y en un pie de igualdad, como si fuesen coautores del hecho.

Así pues, a semejanza de Eva, que interviene de manera decisiva en la caída del género humano provocada por la falta de Adán, la Santísima Virgen María, Eva de la Nueva Alianza, está estrechamente involucrada en la redención operada por el nuevo Adán, Jesucristo.

Veamos lo que dice al respecto San Ireneo, Padre y Doctor de la Iglesia, discípulo de San Policarpo, quien, a su vez, lo había sido del apóstol San Juan, en su obra “Contra los herejes”:

“En correspondencia encontramos también obediente a María la Virgen, cuando dice: «He aquí tu sierva, Señor: hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38); a Eva en cambio indócil, pues desobedeció siendo aún virgen. Porque como aquélla, (...) habiendo desobedecido, se hizo causa de muerte para sí y para toda la humanidad; así también María, teniendo a un varón como marido pero siendo virgen como aquélla, habiendo obedecido se hizo causa de salvación para sí misma y para toda la humanidad (Heb 5, 9). (...) Así también el nudo de la desobediencia de Eva se desató por la obediencia de María; pues lo que la virgen Eva ató por su incredulidad, la Virgen María lo desató por su fe.”[5]

Citemos ahora al gran doctor mariano San Luis María Grignon de Montfort:

“Lo que Lucifer perdió por orgullo lo ganó María con la humildad. Lo que Eva condenó y perdió por desobediencia lo salvó María con la obediencia. Eva, al obedecer a la serpiente, se hizo causa de perdición para sí y para todos sus hijos, entregándolos a Satanás; María, al permanecer perfectamente fiel a Dios, se convirtió en causa de salvación para sí y para todos sus hijos y servidores, consagrándolos al Señor. -53- (…) Lo que digo en términos absolutos de Jesucristo, lo digo, proporcionalmente, de la Santísima Virgen. Habiéndola escogido Jesucristo por compañera inseparable de su vida, muerte, gloria y poder en el cielo y en la tierra, le otorgó, gratuitamente - respecto de su Majestad- todos los derechos y privilegios que Él posee por naturaleza: “Todo lo que conviene a Dios por naturaleza, conviene a María por gracia”, dicen los santos. -74-.”[6]

Cito ahora por partida doble a Pío XII, primero en una alocución dirigida a los peregrinos de Génova del 22 de abril de 1940:

“De hecho, ¿no son Jesús y María los dos amores sublimes del pueblo Cristiano? ¿No son acaso el nuevo Adán y la nueva Eva a quienes el Árbol de la cruz une en el dolor y el amor para redimir el pecado de nuestros primeros padres en el Edén?”[7]

Y luego, en su constitución apostólica Munificentissimus Deus, en la que definió solemnemente el dogma de la Asunción de María al Cielo en cuerpo y alma:

“Pero ya se ha recordado especialmente que desde el siglo II María Virgen es presentada por los Santos Padres como nueva Eva estrechamente unida al nuevo Adán, si bien sujeta a él, en aquella lucha contra el enemigo infernal que, como fue preanunciado en el protoevangelio (Gn 3, 15), habría terminado con la plenísima victoria sobre el pecado y sobre la muerte, siempre unidos en los escritos del Apóstol de las Gentes (cfr. Rom cap. 5 et 6; 1 Cor 15, 21-26; 54-57). Por lo cual, como la gloriosa resurrección de Cristo fue parte esencial y signo final de esta victoria, así también para María la común lucha debía concluir con la glorificación de su cuerpo virginal (n. 39).”[8]

Transcribo seguidamente otras citas pontificias sobre esta cuestión:

León XIII: “Cuando María se ofreció a si misma completamente a Dios junto con su Hijo en el templo, ya estaba compartiendo con Él la dolorosa expiación a favor de la raza humana. Es seguro, por tanto, que sufrió en lo más profundo de su alma con los sufrimientos más amargos y los tormentos de Él. Finalmente, fue precisamente frente a los ojos de María que el sacrificio divino, por el cual Ella había nacido y alimentado a la víctima, tuvo que ser consumado; vemos que estuvo Su Madre frente a la Cruz de Jesús (…) voluntariamente ofreciendo a su Hijo a la divina justicia, muriendo con Él en su corazón, atravesada con la espada de dolor”.  Encíclica Jucunda Semper, 1894.[9]

San Pío X: A todo esto hay que añadir, en alabanza de la santísima Madre de Dios, no solamente el haber proporcionado al Dios Unigénito que iba a nacer con miembros humanos la materia de su carne con la que se lograría una hostia admirable para la salvación de los hombres; sino también el papel de custodiar y alimentar esa hostia e incluso, en el momento oportuno, colocarla ante el ara. De ahí que nunca son separables el tenor de la vida y de los trabajos de la Madre y del Hijo.” Encíclica Ad diem illum, 1904.[10]

Benedicto XV: “El hecho de que Ella estuvo con su Hijo, crucificado y agonizante, fue de acuerdo al plan divino. Hasta tal punto entregó sus derechos maternales sobre su Hijo para la salvación del hombre, y lo inmoló -hasta donde le fue posible- para calmar la justicia de Dios, que podemos correctamente decir que redimió a la raza humana junto con Cristo.” Carta Apostólica Inter Sodalicia, 1918.[11]

Pío XI: “O Madre del amor y de la misericordia quien, cuando vuestro dulcísimo Hijo estaba consumiendo la Redención de la raza humana en el altar de la cruz, permanecisteis de pie junto a Él, sufriendo con Él como la Corredentora. (…) Conserva en nosotros, os lo suplicamos, e incrementa día a día, los frutos preciosos de Su Redención y la compasión de su Madre.” Oración en la clausura del Jubileo de la Redención, 1933.[12]

Pío XII: “Fue Ella quien, libre de toda mancha personal y original, unida siempre estrechísimamente con su Hijo, lo ofreció como nueva Eva al Eterno Padre en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su materno amor, por todos los hijos de Adán manchados con su deplorable pecado; de tal suerte que la que era Madre corporal de nuestra Cabeza, fuera, por un nuevo título de dolor y de gloria, Madre espiritual de todos sus miembros. (51)” Encíclica Mystici Corporis, 1943.[13]

No puedo evitar relacionar esta desafortunada salida bergogliana con la que profiriera un año atrás, el 21 de diciembre de 2018, con motivo del discurso navideño ofrecido al personal del Vaticano, impugnando solapadamente la Concepción Inmaculada de María:

“Entonces, ¿quién es feliz en el Belén? La Virgen y San José están llenos de alegría: miran al Niño Jesús y son felices porque, después de mil preocupaciones, han aceptado este Regalo de Dios, con tanta fe y tanto amor. Están “rebosantes” de santidad y, por lo tanto, de alegría. Y me diréis vosotros: ¡Anda, claro! ¡Son la Virgen y San José! Sí, pero no pensemos que haya sido fácil para ellos: los santos no nacen, se hacen, y esto vale también para ellos.”[14]

Así pues, según Francisco, María se caracterizaría esencialmente por ser una “mujer-madre-mestiza-discípula” -todos atributos de orden puramente natural y que podrían corresponder a infinidad de personas-, pero no cabría atribuirle los títulos de Inmaculada -preservada de todo vínculo con la falta original- ni de Corredentora -cooperadora en la reparación de dicha                     falta-, los cuales no merecerían otro calificativo que el de meras “historias” o “tonteras”…

Todo esto sin poder detenernos como convendría en el empleo esperpéntico del término “mestizar” aplicado a María en referencia a la Encarnación. Digamos simplemente que, amén de constituir una novedad absoluta en materia teológica, la noción de “mestizaje” es totalmente inapropiada, ya que supone una mezcla o confusión de elementos, cosa que no sucede en Jesucristo, cuyas dos naturalezas, divina y humana, permanecen perfectamente distintas, unidas en la persona del Verbo, unidad que la teología denomina “hipostática”.

Además de ser una palabra que implica la dimensión generativa, lo cual resulta chocante en alusión a la Santísima Virgen. Sin dejar de mencionar, por último, ya en un plano de índole política e ideológica, el “mundialismo” o “globalismo” preconizado sistemáticamente por la ONU -con la anuencia manifiesta del Vaticano-, una de cuyas características principales es el “inmigracionismo”, con el consiguiente “mestizaje” y la disolución de la identidad cultural y religiosa de las naciones occidentales, el famoso “multiculturalismo”.

Para concluir, añado a continuación un apéndice con un repertorio de citas tomadas de viejos artículos, a fin de intentar analizar los despropósitos de Bergoglio en relación a la Santísima Virgen, los que ponen en evidencia no sólo una grave heterodoxia doctrinal, sino, sobre todo, una muy perturbadora tendencia al ultraje para con la Madre de Dios…

Leer el artículo completo:

https://gloria.tv/post/WPjV2rspUcju2rKGFHUq9o48v

Descargar el PDF:

https://catolicosalerta.com.ar/2019bergoglio/francisco-ultraja-a-maria.pdf

Leer el libro “Ocho años con Francisco”:

https://gloria.tv/post/SLeiCfmnsJjC6XG4S9zEh4dJM

Descargar el libro en PDF:

https://drive.google.com/file/d/1m7hU2HCJ42YwEbDgi_7AjGQkCS5W2i-Y/view

  

[3] Para mayor información sobre las innumerables herejías y blasfemias de Francisco, se pueden consultar los libros Tres años con Francisco: la impostura bergogliana y Cuatro años con Francisco: la medida está colmada, publicados por las Éditions Saint-Remi en cuatro idiomas (castellano, inglés, francés e italiano):

https://www.amazon.fr/Boutique-Kindle-Miles-Christi/s?rh=n%3A672108031%2Cp_27%3AMiles+Christi

http://saint-remi.fr/fr/35-livres#/filtre_auteur-miles_christi