miércoles, 29 de marzo de 2017

Respuesta a un comentario de Alejandro Sosa Laprida - Augusto TorchSon



  Respuesta a un comentario en nuestro post anterior "Entrevista al Dr. Antonio Caponnetto, con ocasión de su nuevo libro" de nuestro amigo y colaborador Alejandro Sosa Laprida, en el que cuestiona al entrevistado por no adherir al sedevacantismo.



  Estimado Alejandro, creo que si no fue tu intención la generación de la polémica, dado que el tema siempre la genera, volvemos a caer en lo que nos divide sin solución de continuidad en vez de hacer un frente común ante el gran enemigo.

  Los argumentos que esgrimes me parecen sin embargo exiguos al abracar periféricamente la cuestión y entrar en cuestiones opinables y no en lo que pueda considerarse dogmático, que de ser así sería todavía más difícil la cuestión.

  Señalas que los papas legítimos no pueden arrastrar hacia el error y pones como ejemplos de los mismos a la falsa libertad religiosa, falso ecumenismo, apoyo a la ONU, democracia liberal, etc, etc. Y ahí es donde caes en el error más grande. Creer que los papas anteriores al CV II eran absolutamente contrarios en estos temas, implica desconocer algunas cuestiones históricas esenciales para entender cómo se terminó en el terrible Conciliábulo. Éste no puede haber salido de la nada. Pero a los ejemplos me remito.

  Pio XII era admirador y amigo nada menos que del masón y genocida y hasta traidor a su propio pueblo, F.D. Roosevelt. El libro de su médico personal Riccardo Galeazzi Lisi es bastante esclarecedor en ese sentido,y también puedes consultar el epistolario entre ese Papa y el masón para corroborarlo. Además sobran discursos en favor de la democracia liberal de Pacelli. Según dice el libro de Galeazzi, Pacelli prefería la victoria del comunismo a la del nazismo, hecho fácilmente corroborable. Bastante amigo de la judería por cierto. Recordemos que el nazismo, como el fascismo tienen cuestiones que son legítimamente condenables pero no lo son completamente, de hecho hoy por hoy se perdieron muchos de esos valores que defendían y tienen que ver con la defensa del orden natural, como la familia, la patria y el hogar. Además se le podría haber recordado a Pacelli que la Virgen en Fátima se refirió a que Rusia esparciría sus errores por el mundo con el comunismo y no otro movimiento. Recordemos también que ante las atrocidades de Montini y su amigo y protegido Mons. Tondi, que era espía del gobierno bolchevique en el Vaticano, Pio XII lo mandó como Obispo de Milán (lo que algunos quieren hacernos creer que fue castigo) donde no sólo no tuvo mayores consecuencias sino que además es el lugar de donde efectivamente salieron muchos Papas.

  Pio XI por su parte con sus impecables encíclicas, sin embargo en su rabioso antinacionalismo, apoyaba lo peor de establishment liberal, a costa de la vida de muchísimos mártires cristianos (cristeros, sacerdotes en la época de la 2da República en España y la injusta condena a la Acción Francesa).

  La falta de errores tan groseros en lo doctrinario de los papas anteriores (no implica que no los tuvieran en menor medida) no significa que no hayan tenido errores políticos inmensamente graves, detrás de los cuales, como sostenía Donoso Cortés, siempre hay cuestiones teológicas.

  Una maestra progre de religión del colegio de mi hija corrigió a una alumna al sostener que Cristo no era la cabeza de la Iglesia sino el Papa. No se puede caer en ese absurdo error, ni antes ni después del Concilio. Los Papas son personas y la asistencia del Espíritu Santo no implica sumisión, ni aceptación sin posibilidad de resistencia a la misma.

  Pero podríamos irnos un poco más atrás en el tiempo cuando el mismo León XIII publicó su Diuturnum Illud en contra de la soberanía popular. Para tomar un ejemplo que vos mismo mencionas como promovido por el posconcilio y sus papas (democracia liberal); es preciso recordar su política de "Ralliement" en la cual acepta lo que él mismo condenó, es decir, apoyar esa "voluntad popular",  pero aclarando cuando las mismas permitan vivir a las naciones como cristianas y civilizadas. Es decir, "crean lo que escribo, pero hagan caso sólo a lo que digo". Entonces la propuesta parece que fue: "no crean en la soberanía popular pero si no queda otra...", lo cual implica en el fondo creer que por medio de la ley del número se puede conservar ese orden natural y nuestra fe desconociendo absolutamente nuestra naturaleza caída y sujeta a tantas presiones (externas o internas).

  De esas concesiones se pueden perfectamente seguir la libertad religiosa y tantas otras atrocidades cristalizadas en el papel en el nefasto concilio.

  La otra consideración que señalas, respecto del katejón al que sostienes que sería el papado, entra dentro de lo específicamente especulativo. Castellani creía que el orden jurídico romano lo era, en una consideración que me parece mucho más razonable pero lo cual no implica más que una apreciación personal. Es un tema opinable. No está definido dogmáticamente cual es el katejón.

  Por supuesto que la visión esjatológica ayuda mucho a entender la inmensa confusión en la que estamos inmersos. Y creo que seguir dividiendo no nos sirve, pero en honor a la honestidad intelectual, no ocultamos nuestra postura.

  Esto también para nuestros lectores a quienes nos debemos y a quien no pretendemos cuestionar sus simpatías con el sedevacantismo, sedeplenismo, lefebrismo, conservadurismo o lo que sea, sino tratamos de ilustrar un poco los acontecimientos actuales, el origen de los mismos y el señalamiento claro de quien es el enemigo.

  Si seguimos generando disputas y cuestiones (que a mí por cierto me exceden), no creo que hagamos ningún favor al combate que debemos librar en estos tiempos.

  Muchos se consideran tradicionalistas excluyendo de ésta postura a los que piensan diferente de ellos aunque sean en cuestiones nimias. Creo que más allá de apropiarnos de esa condición y sostenerla como nuestra, debemos adherir a la misma, dejando claro que el mensajero no puede ser más importante que el mensaje.

  Mi propuesta no es seguir generando divisiones sino un frente común, por lo que dejo a otros sitios web las cuestiones teológicas y discusiones, y me dedico a lo que humildemente puedo hacer en pos de una evangelización cada día más difícil y un ambiente absolutamente hostil, y encima contando con la ayuda de solo unos pocos amigos e incondicionales camaradas y hermanos en la fe, pero con escasísimos recursos.

  Vaya entonces todo mi aprecio por tu trabajo pero también un llamado a no seguir con las divisiones por lo menos en éste espacio.

  Como última cuestión, quiero que quede claro que más allá de nuestra amistad, esto no pretende de ninguna manera ser una defensa de Antonio Caponnetto, que sabe defenderse mejor de lo que pueda yo hacerlo (y cuando lo tuvimos que defender lo hicimos cuando otros más cercanos callaron), sino una declaración de principios y objetivos.

  Un fuerte abrazo en Cristo y María.


  Augusto


Nacionalismo Católico San Juan Bautista


5 comentarios:

  1. La gran diferencia es que los papas, (preconciliares) no decían herejías ni tampoco asistían a eventos "irreligiosos"

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  2. Querido Augusto: Te agradezco por tu respuesta, que encuentro muy interesante y que, en efecto, me brinda bastante material para indagar y reflexionar sobre el asunto. Pero insisto, no creo que sea « dividir » ni buscar crear polémica, cuando sobre algún tema determinado alguien expresa una divergencia. No caigamos en el miedo a hablarnos y a exponer nuestros pareceres, de manera cristiana y como caballeros. Esto no ha sido de ninguna manera un « ataque » a Don Antonio, persona a la que estimo y respeto enormemente, sino un simple intento por mostrar que, a mi entender, no habría que descartar a priori, por pecar supuestamente de « simplista », la posibilidad real de que la usurpación de la sede petrina por los enemigos de Cristo y de la Iglesia (los « modernistas ») sea la clave para poder comprender lo que viene sucediendo desde el CVII. Y es ahí en donde me parece que la mirada escatológica, lo que incluye el « katejon » removido del que habla San Pablo, la « abominación desoladora en el lugar santo » (¿la sede de Pedro?) y los falsos Cristos (¿o falsos Vicarios de Cristo?) acerca de los cuales nos advirtió Nuestro Señor que su poder de engaño y de seducción sería tal que, de ser posible, engañaría a los mismos elegidos. ¿No es eso, acaso, lo que sucede con tantísimos católicos fervientes y ejemplares, pero que están obnubilados por la « santidad » de, por ejemplo, JPII, el « grande », el titán de la fe y defensor acérrimo de « la vida »? No veo motivo para « escandalizarse » por lo que dije, el reportaje a Don Antonio me pareció interesantísimo, a tal punto que lo difundí inmediatamente por mail a un grupo selecto de mi lista de difusión (Don Antonio y vos lo recibieron), sin mencionar en absoluto ahí la divergencia con respecto a su apreciación sobre el sedevacantismo. Luego tuve la idea de abordar el asunto en los comentarios, porque la cuestión no me parece anodina, y creo sinceramente que es un error exegético importante deshechar sin más esta lectura bajo pretexto de caer en una visión « simplista » de la realidad, cuando tal vez sea ella la que nos permitiría ahondar la cuestión en su dimensión más profunda teológicamente hablando (la escatológica). No me parece que haya nada de reprensible en exponer uno su punto de vista cuando en algo se difiere, siempre y cuando esto se haga con respeto y con caridad, lo que, puedo asegurarlo, fue el caso en esta oportunidad. Esto no fue de ningún modo un ataque contra Antonio, lo reitero. Te digo esto porque me queda la sensación -tal vez me equivoque- de que tu reacción fue un poco visceral y excesiva, como si yo me hubiese atrevido a « iniciar hostilidades » con Don Antonio, algo que nunca se me cruzó por la cabeza… Un gran abrazo en Cristo y María.

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    1. Estimado amigo, de ninguna manera fue mi respuesta una defensa del Dr. Caponnetto, como lo señalé oportunamente. Me faltan los argumentos que a él le sobran, por lo que flaco favor le haría en tratar de salvar la "parada" en estos asuntos.
      Sí creo que estas cuestiones profundizan innecesariamente nuestras divisiones. No tengo intención de agradar a nadie así como tampoco de combatirlos en estas cuestiones. Soy asiduo lector de páginas sedevacantistas como de seguidores de Mons. Lefebvre y no pertenezco a esos grupos. Tengo amigos a los que aprecio grandemente que tienen posturas encontradas al respecto. Lo que sí me parece es que ésta página claramente apunta los cañones hacia el frente y no hacia los costados. Ese es mi cuestionamiento principal. Y ya leí tantas argumentaciones y refutaciones al respecto que insistir no sólo me parece inconducente sino que, como señalé en mi escrito, acrecienta la grieta en lo que podría ser una causa común. En nuestro desagravio a María Santísima, muchos de los que aplaudieron la iniciativa no participaron por no pertenecer los organizadores a su grupo. Entonces terminó primando las pertenencias sectarias al justo y necesario desagravio con el que todos estuvimos de acuerdo. Todos quieren llevar agua para su molino y resulta más importante la defensa de la postura personal o grupal, a la mayor gloria de Dios y de la Iglesia.

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  3. lo que no entiendo es esta parte..."
    Una maestra progre de religión del colegio de mi hija corrigió a una alumna al sostener que Cristo no era la cabeza de la Iglesia sino el Papa. No se puede caer en ese absurdo error, ni antes ni después del Concilio. Los Papas son personas y la asistencia del Espíritu Santo no implica sumisión, ni aceptación sin posibilidad de resistencia a la misma.........CRISTO ES LA CABEZA, NOSOTROS SOMOS SUS MIEMBROS Y EL PAPA ES EL VICARIO DE CRISTO. No entiendo qué es lo que dijo la niña o lo que corrigió la maestra!!!

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    1. La maestra considera que la cabeza de la Iglesia es el Papa. A todas luces un error gravísimo. Lo que tal vez expresé de forma poco clara, es que no se puede hacer del Papa una persona que no puede equivocarse nunca en cuestiones de fe y en caso de hacerlo ser una señal de que no es Papa. La cuasi idolatría del Papado se da en algunos de forma pos conciliar, en otros preconciliar

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