jueves, 12 de abril de 2018

Apostilla breve sobre la “Gaudete Et Exsultate” – Antonio Caponnetto





         Comenzada la década del ´70 del siglo pasado, dos activistas de la izquierda italiana, Elio Petri y Hugo Pirro, le dieron  vida a una película entonces muy comentada, cuyo título contenía un trágico sarcasmo: La classe operaia va in Paradiso; esto es, “La clase obrera va al paraíso”.


         El motivo de la metáfora lo da su protagonista central, Ludovico Massa, quien cuando entra en estado de demencia tras un sinfín de peripecias, imagina que hay un muro por derribar, y que tras él se encuentra el anhelado  edén del proletariado, la merecida tierra feliz de los que han sido alienados aquende la terrible pared, por el trabajo esclavista del capitalismo. Mitad grotesco, mitad dramático –como el mejor cine italiano- el abajamiento sociológico (más específicamente, clasista) de los enunciados teológicos del cristianismo, quedaba en evidencia. Parodia de la salvación genuina, la concebida por el marxismo tiene su propio vergel adámico, reservada monopólicamente para los trabajadores.


         Medio siglo después, de la mano de un escritor asociado al Modernismo: Joseph Malegüe, en su novela Pierres noires. Les classes moyennes du Salut, Jorge Mario Bergoglio acaba de proponer “la clase media de la santidad”. Lo hizo en su reciente Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate (n.7), labrando un nuevo paso en este reduccionismo sociologizante de la vida salvífica, un nuevo hito en la caricaturización de la teología sometida a la sociología. Con lo que se comprueba una vez más el aserto de Gómez Dávila: “la herejía que amenaza a la Iglesia en nuestro tiempo es el terrenismo”.


         Adjudicarle la santidad a un segmento social, o proponer como paradigma de santidad a determinado estamento social, conduce fatalmente a varios errores. Enunciemos dos.


         El primero es el clasismo. Creer que sólo “el pueblo” es toda la sociedad, sosteniendo en paralelo que ese “pueblo” mentado es únicamente el sector más numeroso, mayoritario y golpeado por los avatares políticos. Por lo tanto, el bien común no será el de la nación entera o el del cuerpo comunitario en su conjunto, sino el de una categoría predeterminada ideológicamente.


         El abate Sieyes identificaba a la nación con el tercer estado; Marx con el proletariado; la llamada Teología del Pueblo, en la que abreva Bergoglio, con las periferias; pero en todos los casos el siniestro criterio resulta el mismo: es la conciencia de clase la principal protagonista de la historia. De clase víctima y sufriente, en pugna maniquea con el resto del cuerpo social. La Revolución explica la Revelación; la Sociología la Teología, las Postrimerías sobrenaturales Infierno y Gloria están condicionadas al clasismo intrahistórico.


         Bergoglio propone casi de un modo crudo, y en explícito parafraseo de autores como Proudhon o Engels, la socialización de los medios de producción de “santos”, el colectivismo de la gracia santificante.  Nadie se salva solo (n.6). Fuera de un pueblo no hay salvación. La santificación es un camino comunitario (n. 141). Eremitas, contemplativos,monjes de clausura y orantes silentes, están en problemas si no se adaptan al servicio social, algo que ya les fue dicho en la Constitución Apostólica Vultum Dei Quaerere, del 2016.


         Por el contrario, corren con ventaja “los hombres de la puerta de al lado” (n.6), los integrantes del “público municipal y espeso”, que mentara Darío; los integrantes del qualunquismo ideado por el comunista Guglielmo Giannini, “la media aritmética” tomada como paradigma social por el funesto Durkheim. Si al fin de cuentas, según parece, Dios no quiso otra cosa que “entrar en una dinámica popular” (n.6); rechazando el concepto elitista de “unos pocos para unos pocos” (n. 89). Así que nada de puertas estrechas (Ls. 13,22-30), ni de “pocos elegidos” (Mt. 22,14), ni de pusilla grex (Ls. 12,32) ¡Santidad para todos y todas, ya!, que el Señor “se hizo periferia”(n.135) . Y contingente y flojo como es, “Él depende de nosotros para amar al mundo”(n. Se deduce que el segundo error al que aludíamos antes, junto con el del clasismo, es la desnaturalización de la santidad. Lo que es aún más grave, si cabe; y posiblemente una de las manifestaciones heretizantes más dolorosas de este extraño pontificado. Pero no es una novedad sino un error remozado. Hace años, en efecto, que venimos protestando la imposición de una equívoca espiritualidad entretejida de abdicaciones, de contemporizaciones y de compromisos seculares, que no sólo rechaza la incompatibilidad entre la perfección cristiana y el amor al mundo, sino que propone precisamente un modelo de santidad asociado a la vida ordinaria, común y corriente, sin los sobresaltos extraordinarios de los santos auténticos, sin el heroísmo ni el sacrificio ni las renuncias que nos relatan las nobles hagiografías, y con los defectos y ocupaciones habituales de cualquiera. Para alcanzar tal estado bastaría convertirse en un módico ciudadano más, que pasa inadvertido en el trajín de sus ocupaciones laborales.


         En la versión neoconservadora de este modo de ser santo, el prototipo es el pequeño burgués, el profesional actualizado que se vale de su oficio para el proselitismo cristiano, y al cual se le ha dicho que su celda es la calle. Su modo de vida no tendrá nada de singular. Transcurrirá sin contrastes exteriores, sin sacudidas, indistinguiéndose del resto de los mortales, cuidándose únicamente de no creer que el templo es el lugar por antonomasia del creyente, o que es válida la contemplación pura, inactiva, sin el vértigo del trabajo. Así se hallará textualmente prescripto en los textos fundacionales y tulelares del Opusdeísmo.


         En la versión bergogliana el prototipo se aplebeya un poco. Ya no es el profesional exitoso, el ejecutivo próspero y el funcionario maleable a cualquier gestión demoliberal, pluralista y moderna. Ahora es “la señora que va al mercado” y no chusmea con su par durante las compras (n.16); el vecino de la puerta contigua que “no trata de desalentarse cuando contempla modelos de santidad que le parecen inalcanzables” (n. 11). Elige uno a su medida y todos contentos. Y si quiere ser mártir –clérigo o laico, bautizado o infiel- le bastará con participar en alguna de las tantas opciones subversivas que ofrece desde hace décadas la guerra revolucionaria del marxismo. Basten los nombres terroríficos de Angelleli o Romero. 108).


         Tampoco se crea que es tan fácil, vamos. Si alguien de la clase media de la santidad entrara en contacto amistoso con algún católico enamorado del ocio contemplativo, de la plegaria inútil, de la belleza litúrgica, de la recta e imperecedera doctrina, o preocupado por la claridad y la seguridad dogmática, o “inquebrantablemente fiel a cierto estilo católico” (n.49), estaría traicionando su conciencia de clase santificadora; y en definitiva, convirtiéndose en un colaboracionista del antipueblo de la salvación. Para ellos sí, pelagianos y gnósticos, se vuelven a abrir las puertas del infierno, con la anuencia del beato Scalfari. A los oligarcas y elitistas la condenación, a los compañeros la salvación. Es lamentable, pero debemos decir que quien no haya estado en la Plaza de Mayo hacia 1973, no podrá inteligir la clave de bóveda de este adefésico y desconcertante magisterio que hoy llega de Roma.


         Abaratada la santidad, abajada hasta el nivel de una casta o de estratificación colectiva; sociologizado y desacralizado el martirio, elevado a los altares personajes ante quienes antaño se nos hubiera pedido rehuir considerándolos malas compañías, el misterio de la gracia se banaliza, la salvación se vuelve trivial, y al cielo ya no se lo arrebata por asalto: se llega por las anchas avenidas de las masas rugientes, como a un estadio de fútbol.


          “El santo es el héroe delante de la gloria del cielo”, decía Anzoátegui; y “el heroísmo del héroe consiste en llamar a la puerta de Dios para ofrecerse a la muerte”. Se nos conceda la gracia de resistir santa y heroicamente tanto agravio a la Verdad, tanta conculcación del Bien, tanta traición a la Hermosura. Se lo pedimos a María Santísima, debeladora de todas las herejías. A Ella, una vez más, con insistencia firme, las lauretanas letanías, y este envío al final:


Desconsuelo de ausencia, tu manto en la bandera,

de varones ecuestres, acaudillando proezas,

congoja de mitrados con tres cantos del gallo,

aflicción de liturgos desterrando bellezas.

Señora de esta tierra que erigiera en tu nombre

una proa española y un galopar de potros,

escúchanos la súplica, el rezo esperanzado:

¡Ora pro nobis; Madre, Ruega a Dios por nosotros!


 Antonio Caponnetto




Nacionalismo Católico San Juan Bautista



6 comentarios:

  1. Excelente! Jesús y María nos amparen y nos libren de este nefasto "pontificado" puente hacia el infierno y concedan a nuestros hermanos ciegos ver con claridad tanta maldad, tanta que enceguece.

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    1. https://moimunanblog.com/2018/04/10/importancia-de-karl-rahner-en-la-actual-iglesia-heretica/


      De esta falsa noción de la Iglesia provino la herejía más infame de Rahner, la de los “cristianos anónimos”. Según Rahner:
      “Cristianismo anónimo significa que una persona puede vivir en la gracia de Dios y alcanzar la salvación fuera del cristianismo explícitamente considerado. Pensemos en un monje budista … que siguiendo su conciencia, alcanza la salvación y vive en gracia de Dios; de él hay que decir que es un cristiano anónimo, si no lo aceptamos habría que suponer que existe un auténtico camino para alcanzar la salvación que simplemente no tiene nada que ver con Jesucristo… Sin embargo yo no puedo decir eso… Por lo que si se mantiene que todo el mundo depende de Jesucristo para la salvación, y al mismo tiempo, si se acepta que muchos viven en el mundo sin haber expresamente conocido a Jesucristo, entonces, en mi opinión, no queda más remedio que aceptar el postulado de un cristianismo anónimo. “(Karl Rahner en Diálogo, p. 135)
      Esto fue codificado en el herético Catecismo de la “Iglesia” Católica (sic) cuando citando a Lumen Gentium, dice :
      “El plan de salvación abarca también a aquellos que reconocen al Creador. En primer lugar están los musulmanes, los cuales profesan tener la fe de Abraham, y junto con nosotros adoran al Dios único y misericordioso que juzgará a la humanidad en el último día. “(Véase el Catecismo de la Iglesia Católica, Nueva York:. Doubleday, 1995, nn 839-848)
      Nosotros no adoramos al falso “dios” de los mahometanos — “Alá”.
      En el documento Dominus Iesus (2000) -escrito por Ratzinger y (falsamente) tenido por documento “conservador” entre los miembro de la secta del Vaticano II – y que es ponderado como una “reafirmación” de la Iglesia Católica como la única y verdadera Iglesia, está, en realidad, penetrado hasta el fondo por una herejía inspirada en Rahner:

      “Sin embargo, Dios, que quiere llamar a todos los pueblos a sí mismo en Cristo y comunicarles la plenitud de su revelación y amor”, no deja de hacerse presente de muchas maneras, no sólo a los individuos, sino también a pueblos enteros a través de sus riquezas espirituales, entre las que sus religiones son la expresión principal y esencial, incluso cuando contienen ‘lagunas, insuficiencias y errores’ “. Por lo tanto, los libros sagrados de otras religiones, que de hecho alimentan y guían la existencia de sus seguidores, reciben del misterio de Cristo aquellos elementos de bondad y gracia que contienen “





      La gente parece tener compasión y amor a una pobre “víctima”. Ahora alguien puede ser un delincuente en la Bolsa, y sin embargo, ser querido, a pesar de ello, si usted aduce en su defensa una compulsión.


      Tal vez la secta del Vaticano II pueda ir más allá de sus “cristianos anónimos” y se convierta en un grupo de “Herejes Anónimos” por lo que ya no tendrán que fingir ser católicos. Puedo imaginar la primera reunión. Un viejo con una sotana blanca se levanta y dice: “Mi nombre es Jorge, y yo soy hereje.” A lo que la gente mundana respondería : De todos modos, Jorge, te queremos”

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    2. Karl Rahner nació el 5 de marzo de 1904 en Freiberg, Alemania. Fue ordenado sacerdote jesuita el 26 de julio de 1932. En el siglo XX (que comienza a finales de 1930), con Rahner, junto con los teólogos Henri de Lubac, Pierre Teilhard de Chardin, Hans Urs von Balthasar, Yves Congar, Hans Kung, Edward Schillebeeckx , Marie-Dominique Chenu, Louis Bouyer, Jean Daniélou, Jean Mouroux y Joseph Ratzinger (más tarde “Papa” Benedicto XVI) comenzó el movimiento neo-modernista que despreciaba al neo-escolasticismo que había servido tan bien a la Iglesia. El movimiento fue llamado “Nouvelle Theologie” (“Nueva Teología”) por el gran teólogo antimodernista Reginald Garrigou-Lagrange, llamado a menudo despectivamente “monstruo sagrado del tomismo” por sus enemigos, debido a su amor por la filosofía de Santo Tomás de Aquino y por su odio al modernismo. En 1946, el Padre Garrigou-Lagrange escribió una crítica mordaz contra este movimiento (que le gustaba llamarse a sí mismo ressourcement — “vuelta a las fuentes “), al manifestar que estaban “volviendo al pensamiento patrístico.” Garrigou-Lagrange demostró que los teólogos del movimiento no “volvían a las fuentes”, sino que se desviaban de la larga tradición teológica de la Iglesia Católica, creando así la “nueva teología” que les es propia, y un disimulado resurgimiento del Modernismo. En 1950, el Papa Pío XII les salió al paso con su gran encíclica Humani Generis condenando muchos de sus errores, como el rechazo de las formulaciones dogmáticas tradicionales que surgieron a lo largo de la historia de la Iglesia, resultado de la teología escolástica, así como la re-interpretación del dogma católico de un modo incompatible con la tradición, cayendo en el error del relativismo dogmático y la crítica de los textos bíblicos de una manera desviada de los principios de la hermenéutica bíblica señalados por sus predecesores (principalmente por el Papa León XIII).
      De los “cristianos anónimos” de Rahner y el Vaticano II
      Casi todos los teólogos de la “nueva teología” estaban bajo sospecha de Modernismo por la Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio bajo el cardenal Ottavianni. Rahner no fue la excepción. Antes de la muerte del Papa Pío XII, el cardenal Ottaviani intentó sin éxito por tres veces convencer al enfermo Pontífice para que fuera excomulgado. En noviembre de 1962, “el papa” Juan XXIII nombró a Rahner perito en el Concilio Vaticano II. Fue así cómo el hereje Rahner tuvo franco acceso al Concilio teniendo así muchas oportunidades de compartir su herejía con los obispos. La influencia de Rahner en el Concilio Vaticano II fue generalizada, siendo posteriormente elegido como uno de los siete teólogos que desarrollarían la Lumen Gentium, la Constitución dogmática sobre la Iglesia, la cual creó la secta del Vaticano II con su, merecedora de condena, nueva eclesiología: La Iglesia de Cristo no sería idéntica a la Iglesia Católica Romana, sino una entidad separada que “subsiste en” la Iglesia Católica, así como en las falsas sectas.
      De esta falsa noción de la Iglesia provino la herejía más infam...

      https://moimunanblog.com/2018/04/10/importancia-de-karl-rahner-en-la-actual-iglesia-heretica/

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    3. Jesús Batista ha añadido 2 fotos nuevas.
      6 de abril a las 22:47 ·
      EL VATICANO II, EL GOLPE DE SATANÁS A LA IGLESIA. Parte 2
      Se llevo a cabo el "triplice pacto previo" -el triple pacto previo- firmado antes del Concilio con los judíos B'nai B'rith los comunistas y los protestantes. El acuerdo Roma-Moscú fue concluido en Metz 18/08/1962 entre patriarca Nicodemo (KGB) y cardenal Tisserant.
      Tisserant recibió de Roncalli negociar a toda costa. Por esta razón las numerosas peticiones que reclamaban la condenación del comunismo quedaron sepultadas. Así se logró silenciar el acontecimiento mas importante del S. XX y abandonar las cien mil victimas del comunismo luciferino.
      Igual de dolorosa fue la complacencia de Roncalli hacia los judíos. En 11/1963 Label Kartz Presidente de la B'nai B'rith enviaba una declaración en la que se reconociera la responsabilidad de TODA LA HUMANIDAD en la muerte de Cristo y liberara de toda culpa al pueblo judío.
      La misma escena se repetía con los protestantes. En 07/1965 el Consejo ecuménico de las Iglesias presentó un documento que contenía 7 exigencias fundamentales en materia de libertad religiosa . Cuatro meses después cada uno de eso pedidos quedaba satisfecho con Dignitatis Humanæ.
      El CVII era revolucionario y los modernistas estaban bien representados: Liernart, Döpfner, Bea, Frings, Alfrink, König y Richaud.
      El sacerdote periodista Ralph Wiltgen en su libro El Rhin desemboca en el Tiber detalla el golpe de Estado de la Alianza europea (Francia Bélgica Alemania...):
      https://www.facebook.com/ElCristero07/posts/10216000010815787

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  2. Gustavo Carrara, uno de los Apostatas curas Villero discípulo de Bergoglio:

    En una entrevista le preguntaron

    –Pero hace no tanto tiempo, los gays y divorciados estaban excluidos de la Iglesia. Incluso, quienes estaban divorciados no podían comulgar.

    Responde:

    –Si están bautizados, están incorporados en la Iglesia. Personalmente, durante la eucaristía en la misa no le pregunto a nadie cuál es su condición. Hay gente que comulga habiendo cometido graves pecados. Un narcotraficante, por ejemplo. La Iglesia es cada vez más partidaria de respetar lo que pasa en la conciencia de los hombres.


    Luego de este primer acercamiento, Di Paola no dudó sobre cuál sería la forma de instalarse en el barrio. Recuerda que compraron una casa para convertirla en capilla y luego se organizaron con un grupo de vecinos para ir a Luján y a Corrientes a traer una imagen de la Virgen de Lujan y otra del gauchito .....

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  3. alisiosaruquenses13/4/18, 5:15 p.m.

    Habiéndome leído el bergogliano "Gaudete et Exsultate" recientemente y justo ahora que acabo de leer este artículo del Dr. Antonio Caponnetto, me vienen a la mente los comentarios empalagosamente laudatarios hacia este último documento papal provenientes de ciertos mequetrefes intelectuales, teologuillos de tres al cuarto que van presumiendo por ahí de títulos, diplomas y doctorados y de ser grandes teólogos, eximios militantes y fieles intérpretes del Magisterio, cuando lo cierto es que son bellacos, farsantes, diletantes, farisaicos, trepas eclesiales, secularistas; en definitiva, apóstatas.

    Comparar esta reflexión de Antonio Caponnetto -por más que yo mismo no comparta de quilla a perilla todo su contenido- con los vómitos seudointelectuales con ínfulas de grandeza paridos por esos farsantes a que me refiero, es como comparar la luz con la oscuridad, el trigo con la cizaña, la noche con el día; o permítase el guiño "orientalizante": el ying con el yang.


    Por fatalidad, por desgracia, la Iglesia se ha ido abarrotando de teologuillos lameculos bergoglianos, permanentemente infieles a la Tradición, a la Sagrada Escritura y al Magisterio (o sea, infieles al Papado); fieles a cambio, a su ego, a su negocio eclesial, a su pacto descarado con el mundo.

    Cristo y su santísima Madre, y la fuerza del Espíritu, nos asistan en esta hora dramática de la iglesia.

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