viernes, 5 de febrero de 2021

Homenaje a Enrique Diaz Araujo - Antonio Caponnetto

 

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ENRIQUE DÍAZ ARAUJO TOMA EL CIELO POR ASALTO

Por Antonio Caponnetto

“Yo quisiera dormir en mi estrecha tumba junto a los santos de Maratón”

                                                                                             Hölderlin

“El Reino de los Cielos está en tensión, y únicamente lo arrebatan los valientes”

                                                                                                    Mt.11, 12

Madrugada en febrero. Es jueves por Tolosa.

a cambio de mortaja, calzó yelmo y loriga,

pidió los sacramentos, llamó a la muerte amiga

y tomó por asalto su cielo, el de Mendoza.

 

La recepción tenía un ritual preparado:

a su paso rindieron ballestas y arcabuces

los seráficos coros. Tremolaban las cruces.

El Ángel de la Patria se había engalanado.

 

Se cuadraron etéreos, como el viento de Cuyo,

como los vendimiales cuando ríe septiembre,

las alas fabricaron una grácil urdiembre

de azules y de blancos, mientras silba un coyuyo.

 

<Soy un paisano, apenas>, les dijo recoleto.

<¿Dónde queda el archivo, el altar, la cocina?;

traigo un encargo grave: rezar por La Argentina

pero me restan libros por hacer, no me aquieto>.

 

Dio un vistazo al entorno, vio rostros familiares:

dos curas, uno tuerto, otro de iras famosas,

 Don Julio, el de la Vida de Juan Manuel de Rosas

moraban en los cirros de claros almenares.

 

Vio mejor y allí estaban sus maestros señeros,

los héroes de Malvinas, los Padres de la Iglesia,

los juristas romanos, los tres sabios de Grecia

y a quienes montan guardia cercano a los luceros.

 

Preguntó qué distancia separaba su nimbo

de los sitios propicios a batallas campales,

pensó en los inocentes matados a raudales

y al fin vio que era cierta la existencia del limbo.

 

Lo detuvo en la marcha una sombra rampante

-morrión de granadero, sable diestro en audacias-

le pareció que dijo:<Soy José y le doy gracias>

<¿Es Usted, General?>, pero seguía errante.

 

Abajo, mientras tanto, tejíanse obituarios

que tuvieran la dura certidumbre de un filo,

brotó entonces la noble exigencia de Esquilo:

por Dios y por la Patria peleé entre legionarios.

 

Descanse camarada, libró su Maratón.

Que la Virgen del Carmen custodie su reposo.

Hasta que llegue el día del triunfo glorioso

seremos los custodios del Fuego y del Fogón.

 

 

1 comentario:

  1. Si se me permite, quisiera compartir esta poesia en mi blog "https://ciudadelavieja.blogspot.com/"

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