San Juan Bautista

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domingo, 22 de junio de 2014

La religión del Papa - (The Wanderer)


  A riesgo de repetir algunas discusiones que ya hemos tenido en este blog, me interesa reflexionar ahora sobre un problema enorme que arrastramos los católicos romanos desde la Contrareforma y que, paradójicamente, en estas décadas anti-contrareformistas se ha acrecentado a niveles ya monstruosos. Y me refiero al problema que podría ser sintetizado con la expresión: “la religión del papa”. Es decir, la identificación de la religión con la figura de una persona, que es siempre circunstancial, y que adquiere las dimensiones de caudillo, cuanto menos.

  Se trata claro, de una peligrosa perversión del hecho religioso y, en el caso del cristianismo, una involución dañina que, me animaría a afirmar, nos sustrae de los dominios de una religión evangélica y nos coloca muy cercanos a una religión tribal. Quiero decir: nos ajena de una religión en la que sus miembros siguen y se comprometen existencialmente con un mensaje que, de un modo radical, orienta a sus fieles hacia la vida trascendente que se abre luego de la muerte corporal. La adhesión al mensaje evangélico es reemplaza por la adhesión incondicional a la persona que, de un modo vicario, establece la referencialidad necesaria e imprescindible que toda religión debe tener. En efecto, en modo alguno estoy discutiendo la necesidad de una iglesia visible que, como tal, necesita de un culto (ya se ve en este blog la importancia central que le otorgamos a la liturgia) y de una estructura humana de gobierno y “acompañamiento pastoral” de los fieles. Y esta estructura, jerárquica por principio, se debe apoyar lógicamente sobre la figura de quien se constituye como vicario del fundador, es decir, el papa.

  El problema consiste en trasladar la adhesión existencial, y en el fondo la fe, al Papa, desplazando o enturbiando el Evangelio. Es decir, que la fe del cristiano termina siendo la fe del papa o, peor aún, la fe en el papa. Esto es, sin más, la fe en una persona que aún poseyendo la legitimidad jurídica requerida y la promesa de la indefectibilidad en materia de fe otorgada por el Señor, no deja de ser un humano con todas las limitaciones del caso.

  ¿Qué problemas acarrea esto? Innumerables, pero aquí planteo dos. El primero, que es muy factible que tales cristianos terminen viviendo su fe no al ritmo del evangelio sino al ritmo del Papa, y esto es una perversión. Y veamos un ejemplo. No es de extrañar que los medios de prensa laicos, cuando hablan de religión, hablen del papa o de los obispos. Ellos no entienden y no les interesa entender la verdadera naturaleza del cristianismo. Pero otra cosa es cuando los medios de prensa católicos han reemplazado el mensaje evangélico por la figura y las palabras del papa. Con alarma y mucha bronca descubro que, desde el fatídico mes de marzo de 2013 hasta la actualidad -aunque previamente ocurría los mismo aunque con menor intensidad-, la expresión mediática más popular y oficialista (y digamos también neocon) del catolicismo argentino, el semanario “Cristo Hoy”, dedica la casi totalidad de sus páginas a describirnos los gestos y palabras del papa Francisco y de los obispos argentinos. Nadie pretende, claro, que no hayan noticias clericales y eclesiales, pero cualquier persona ajena a la fe católica que hojeara la revista durante uno o dos meses, se llevaría la impresión de que los católicos somos personas que seguimos al papa y a los obispos y nos nutrimos de sus enseñanzas. Y eso no es así. Los católicos seguimos a Cristo y nos nutrimos del evangelio, dentro de la estructura visible de la Iglesia, que nos interpreta la Buena Nueva de acuerdo a la Tradición recibida de los apóstoles y los santos. El papa y los obispos son personas menores -algunos muy menores- y circunstanciales, que duran algunos años, muchos de ellos medrando en sus oficios, pero no más que eso. En el fondo, son personajes con una importancia muy relativa y sólo atendibles en la medida en que se ubiquen en la misma línea y espíritu de la Tradición recibida. En pocas palabras, la fidelidad del católico es a Cristo y su Iglesia, y no al papa y a los obispos.

  Una segunda consecuencia es que, al confundir religión con papado o episcopado, la misma dinámica de la confusión exigirá afiliaciones y fidelidades más o menos estrictas a estructuras en general muy personalizadas como modo indispensable de pertenencia a la Iglesia y al evangelio. Es decir, un buen católico,  necesariamente deberá participar de la “vida parroquial” en algunos de los bobos grupos parroquiales que justifican las existencias desvaídas de los curas contemporáneos, o en algún movimiento supraparroquial y supradiocesano, como Fasta, Opus Dei, Neocatecumenales o el que fuera, que le garantiza su dependencia y seguimiento del mensaje de Cristo a través de la dependencia y seguimiento de un fundador, que suele ser demasiado humano: algunos compran marquesados, otros trafican misiles con Kadafi, otros abusan los cuerpos de los jóvenes seminaristas y otros los abusan en sus mentes y en sus almas.

  Para ser buen cristiano nadie necesita ir a grupo parroquial alguno o, mucho menos aún, ser miembro de algún movimiento. Casi me animaría decir, para ser un buen cristiano hay que evitar cuidadosamente ese tipo de ambientes y los ambientes clericales en general. Y esto es así porque somos cristianos, y la nuestra es la religión de Cristo, y no la religión del papa.

  Pero este no es solamente un problema de los neocons. Paradójicamente, es también el problema de los lefes. Ellos han adherido de un modo fundamentalista a los documentos del Vaticano I y de los papas posteriores hasta el Vaticano II, como modo de anclarse en lo que llaman “la Tradición”, pero el problema es que son tradicionalistas de la misma especie de la que lo son los neocons, y solamente se distinguen en la intensidad de la tradición. Porque ambos sostienen, quizás sin saberlo, la expresión antológica de Pío IX: "La tradizione sono io". Si la tradición es el papa, seguir la tradición es seguir al papa. Los neocones lo han seguido contra viento y marea, justificando lo injustificable en el caso de los últimos papas, como único recurso de salvar su religión. Los lefes la tuvieron más difícil porque, como buenos católicos, se dieron cuenta de que, por más papa y concilio ecuménico que fuera, habían cosas que no se podían cambiar, como la liturgia y ciertos aspectos de la doctrina. Lo que hicieron entonces fue afirmarse en la “tradición” de los papas preconciliares, es decir, la tradición de los '50, y poner a sus teólogos a trabajar. Ellos, últimamente están discutiendo la cesación del ejercicio de la autoridad papal por parte de Francisco. Es decir, basados en el absolutismo papal del Vaticano I, afirman algo así como que Francisco no es suficientemente papa. Un sandwich de pan, o un remedio peor que la enfermedad.


  El problema sigue siendo el mismo: reemplazar la religión de Cristo, por la religión del Papa; reemplazar la Tradición de la Iglesia por la tradición del Papa.



Nacionalismo Católico San Juan Bautista

1 comentario:

  1. Excelente artículo, la Cabeza es Cristo y es bien visible en Su Palabra y en la Eucaristía, el Camino , La Verdad y la Vida, Su Iglesia sirve para los sacramentos, necesarios para la Vida Eterna, pero las oipiniones subjetivas de Papas y Obispos no son tan importantes para ésta salvación que es lo que buscamos todos, ellos también.

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