San Juan Bautista

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sábado, 27 de octubre de 2018

Democracia y pecado – Antonio Caponnetto



     Desqueyrat nos expone… algunas ideas… interesantes. Según él, “todo Estado que pretende no filosofar (sobre la filosofía del hombre) es un mentiroso y un mentiroso peligroso. «Un Estado sin moral se convierte siempre en un Estado sin moralidad» (Etienne Gilson)”(1). “El Estado […], sabiendo que el pecado existirá hasta el fin de los siglos, incluso entre los bautizados, debe elegir el mejor medio para hacerlo disminuir […]. Si el Estado no es cristiano o si los miembros del Estado no son todos cristianos, la práctica se alejará aún más del ideal […]. El Estado debe ayudar a las almas a alcanzar su salvación. Y el mejor medio de ayudarlos a alcanzar su salvación sobrenatural es socorriéndolas moralmente”(2). Y como quien prevé que puede ser tildado de utopista por lo que acaba de decir, agrega: “La tesis representa un ideal que se impone en toda la medida de lo posible, y no un ideal que se propone a la buena voluntad de los hombres, gobernantes o gobernados”(3). De una vez por todas, abandonemos el refugio en el facticismo y en el “hipotetismo” para abrazar el deber ético que nos impele a hacer todo lo posible para volver realidad la tesis.


     No podríamos decir que el Estado democrático y liberal carece de una filosofía del hombre. La tiene y la Iglesia se ha expedido en reiteradas ocasiones fustigando al naturalismo, al laicismo integral, al inmanentismo y al sinfín de errores que conforman esa filosofía. En tal sentido, la expresión de Desqueyrat es doblemente aplicable. Estamos ante un Estado mentiroso, por carecer de una recta filosofía del hombre y por proponer en su lugar una de pésima factura. La mentira y la inmoralidad –según oportuna referencia a Gilson- hacen a la naturaleza misma de ese Estado democrático y liberal. Ni es un Estado cristiano, ni es consciente de su obligación por evitar el pecado y fomentar la virtud. Es más; según esa misma Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano…, sólo debe considerarse delictivo lo que está señalado previamente como tal en la ley positiva que la comunidad se dicta a sí misma. Ninguna referencia al Decálogo o al Derecho Natural regula, controla y normativiza las nociones de pecado o de virtud. Luego, y es aquí adónde queríamos llegar, la democracia y la mentira están connaturalmente emparentadas. La democracia y el pecado otro tanto. Del mismo modo la democracia y el Estado peligroso e inmoral.


     …ha explicado acertadamente el Padre Gustavo Thils que hay sociedades que rehúsan glorificar a Dios, impiden la expansión del cristianismo, incurren en pecados o los fomentan y pueden terminar rindiéndole pleitesía a Satanás(4). “Las sociedades llevan la marca permanente del pecado de quienes la han creado y transformado, en todo cuanto las constituye; en las ideas y las doctrinas que ellas representan, en los sentimientos y la mística que a su derredor propagan, en las leyes y constituciones que regulan su estatuto jurídico, en las tradiciones y las costumbres que esparcen entre sus miembros o entre las personas y los valores con quienes establecen contacto. Todos estos constituyentes llevan en sí la marca de la tara pecaminosa y conservan su veneno”(5)


     No podemos minimizar estas reflexiones. La política no es ajena a la moral ni a la Religión. Los regímenes políticos no están exentos de fomentar per se el vicio, y de constituirse inclusive en ocasiones próximas para que el demonio campee a sus anchas. Lo propio del ciudadano católico, o del simple patriota de una tierra concreta, es estar despabilado o en vigilia, evitando incurrir, por acción u omisión, en cualquier maridaje o contubernio que lo vuelva socio activo o pasivo, directo o indirecto del mal enorme que todo lo corroe. No podemos coadyuvar a la consolidación de un régimen político, del que se sigue a su vez la consolidación de una sociedad, de la que convenga antes huir que salir a su encuentro.



Antonio Caponnetto: “Democracia un debate pendiente (Vol. II)” – Ed. Katejón – Bs- As- 2016. Págs. 265-269.




[1] A. Desqueyrat, Doctrina de la Iglesia, Bilbao, Desclée de Brower, 1966, p. 172.
[2] Ibid, p.177-178.
[3] Ibid, p. 203
[4] Gustavo Thils, Teología y realidad social, San Sebastián, Dinor, 1955. Cfr. Especialmente II parte, capítulo IV.
[5] Ibid. P. 154.




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miércoles, 24 de octubre de 2018

Nuevo Orden Mundial, Democracia y Fin de los Tiempos (Repost) - Augusto TorchSon



La conferencia tiene por nombre Nuevo Orden Mundial, Democracia, y Fin de los Tiempos. 

El objetivo principal de la misma es exponer sobre la denominada gobernanza global o Nuevo Orden Mundial hoy reinante en el mundo, para lo cual es necesario realizar un análisis histórico y político; y su vez, a estos examinarlos teniendo en cuenta la implicancia religiosa de los mismos, y de esa manera relacionar los tiempos que vivimos en su adecuación a las previsiones esjatológicas de las Sagradas Escrituras, es decir, para los tiempos postreros de la Historia a la luz de la fe Católica.

Augusto Espíndola






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lunes, 22 de octubre de 2018

Iglesia y Estado: asunto abominado – Antonio Caponnetto




Basta recordar el Catecismo para saber que los bienes que el hombre puede y quiere conquistar, en relación con los atributos de su personalidad, podrían dividirse en tres: los del cuerpo, los del alma y los exteriores. Ámbitos en cada uno de los cuales los pecados capitales hacen lo suyo, corrompiendo la búsqueda y la posesión de los mismos. Por lo que toda alerta es poca y toda rectitud virtuosa recomendable.

Recordemos también –para proseguir con el didactismo- que los bienes clasificables según su objeto, son los honestos, los deleitables y los útiles. Es sabio y pertinente pedir el resguardo de todos estos bienes, pero de un modo jerarquizado y señorial, sin confundir lo urgente con lo importante, y sin darle a la añadidura mayor entidad que al Reino de Dios y su justicia.

En esta perspectiva debe medir el buen cristiano el compendio de males que ha causado y está causando a la patria esa escoria ignominiosa que, para abreviar, llamaremos macrismo.

Por poner un ejemplo casi obvio y que cae de maduro: el vasallaje explícito al Fondo Monetario Internacional es menos grave por el endeudamiento y la miseria que provocan que por la deleznable revolución cultural a la que nos obliga y somete.

Y si otro ejemplo se pide, la corrupción del Poder Judicial no consiste primariamente en que el mismo viola el principio de presunción de inocencia; sino en la lenidad e impunidad en que mantiene a los corruptos –comunes o políticos- y en la pesada vara de culpabilidad cósmica e insaciable que deja caer sobre aquellos a quienes tocó la tarea de combatir al terrorismo marxista.

Que la economía se reduzca a crematística con su secuela de estragos para la sociedad en su conjunto, vaya si es malo. Pero que los niños y jóvenes de esa misma sociedad sean prostituidos por la ideología del género, o eliminados por los abortos, sobrepasa la maldad precedente porque conculca bienes mayores. Que ladrones y malvivientes de toda índole entren y salgan de las cárceles, sin demasiados sobresaltos, puede ser calificado de pésimo, por limitar la adjetivación en un punto. Pero que el latrocinio y la malvivencia –espiritual, intelectual y moral- sean política de Estado, sobrepasa lo pésimo para alcanzar dimensiones atroces y repugnantes.

Viene a cuento tanta obviedad por la “misa” lujanera del pasado 20 de octubre. Y entrecomillamos la palabra misa, no por volcarnos ahora al sempiterno debate entre el vetus y el novus ordo, sino porque, ni por la catadura ruinosa de los oficiantes, ni por el contenido de lo celebrado, ni por la denigrante feligresía reunida, puede ser aquello considerado una misa.

Radrizzani y quienes lo secundaron en esta parodia sacrílega. Radrizzani y sus mandantes, socios, prohijadores, fogoneros y artífices han incurrido públicamente en el pecado contra el Segundo Mandamiento. Juntaron su hez con la hez, respaldaron de modo grotesco a la calaña peronista y estofas satelitales. Y no hubo en ningún momento de la pseudohomilía esa jerarquización de bienes y de males con las que principiamos estas reflexiones. Ni en el falso sermón, ni antes ni después. Todo lo contrario.

Se calló de modo imperdonable el enunciado y la condena de los daños mayores y monstruosos que el Régimen está produciendo en las almas, las mentes y los corazones; mientras se acentuó exclusivamente la mirada terrenalista, naturalista, sociológica y horizontal. No; claro que no, lo reiteramos. Aquello no fue una misa, sino un maridaje entre malevos, un contubernio entre cumpas de orga gangsteril y viciosa; un cónclave de maleantes que se cubren recíprocamente las espaldas. Usemos la palabra necesaria: fue una profanación.

Es el sueño de la Iglesia Nacional Justicialista, que alguna vez le regaló al mismo Perón un cura homosexual, gnóstico y masonoide –genuino mamarracho humano e ideológico- llamado Pedro Badanelli. Sólo que ahora tienen en Roma al pontífice sumo de este engendro. Brazos en alto, risas ordinarias, balconeadas populacheras, canonizaciones de perdularios y principios teológicos invertidos, como los clérigos que apañó o muchos de los visitantes que recibe sin sobresaltos para su anestesiada conciencia de pastor ruinoso.

Después del 20 de octubre, ofendiendo a la Virgen de Luján, riéndose de los verdaderos pobres que son víctimas de estos sindicalistas opulentos a los cuales se encubre, prodigándose recíprocamente “paces” y ternezas entre rufianes, al pie de un altar ficticio y mundano, los argentinos de bien y los católicos serios, ya saben bien en qué han convertido a la Iglesia nuestros obispos. Esta “Iglesia” y este “Estado” son, por cierto, una juntura para abominar y salir corriendo.

Le debemos a un fiel sacerdote puntano la profunda meditación del Salmo Primero. “Bienaventurado aquél que no se sienta en la reunión de los burladores”, dice el salmo. Es la tercera clase de pecadores que retrata. “No caminar con ellos, no detenerse, no sentarse. Tres verbos progresivos, porque así procede el mal. Desgastando. Y al final una reunión, una asamblea. Son burladores. Se burlan de Dios, ésa es su impiedad característica. Y tendrán, a su tiempo, el castigo. Y el justo no se instala allí, no se sienta, no habita, no forma parte, se separa, se aparta. Su corazón está en otra parte, en la Palabra del Señor. Ésa es su gozosa soledad. Es la soledad de Cristo. Y es una soledad llena de vitalidad. Sus hojas nunca se marchitan, plantado junto a las aguas, da fruto a su tiempo. De la única vitalidad posible. De la única Vida real. Y el justo aparece sólo, como el árbol frente al pasto seco”.

Contra esos hombres contrahechos que siguen moviéndose dentro de categorías demasiado humanas –macrismo, peronismo y otras sentinas-;que creen poder apostar a una de ellas contra las otras, como si no fueran exactamente lo mismo; que han elegido bandos y líderes intercambiables, cabecillas sin honduras, ni claridades y hasta sin prosodia ni gramática.

 Contra toda esta recua de confundidos que nos asaltan –de diestras o siniestras, da lo mismo-; oportunistas, contemporizadores, partidócratas y sirvientes del sistema; ególatras autoreferenciales, componedores y rejuntadores de votos, se alce la gran lección del Salmo Primero.

Llévense sí, ante todo y por sobre todo, nuestro repudio y rechazo, los pastores aludidos, traidores a la Iglesia Católica, y fautores de este neoengendro, que tras décadas de escarnio eclesial, han hallado al fin en Bergoglio al Caronte de esta barcaza, remedo y antítesis de la Barca.

A la Virgen Santísima, la gran agraviada, le ofrecemos nuestra reparación movida por el dolor y la esperanza:

Andamos indigentes de tus advocaciones,
Ven, Virgen Venerada, conforta a tus legiones.

Te escoltarán, Señora, en unánime lanza,
como ayer, como siempre, tan Digna de Alabanza.
Tu potestad de llanto, de luz corredentora,
Virgo Potens si acaso fuera la última hora
consérvanos la fe, las promesas crismales
grácil Virgen Clemente, que no seamos eriales.
Que no seamos perjuros en la Postrimería
Virgen Fiel del pesebre, la gran cosmogonía.
Tu balanza no pesa con la ley del tendero,
Espejo de Justicia,como un sable cristero.
Desata el nudo oscuro del indócil sirviente,
Sede de la Sapiencia, aplasta a la serpiente.
Entonces reíremos y Tú serás la Causa
De Nuestras Alegrías,¡Ave dicha sin pausa!.

Antonio Caponnetto




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miércoles, 17 de octubre de 2018

El miedo y rechazo al regreso de Cristo (Repost) - Augusto TorchSon


Imagen tomada de Radio Cristiandad

Cada vez es más frecuente encontrar en el ambiente católico conservador y hasta tradicionalista, un rechazo rotundo y una inocultable molestia al considerar como posible la cercanía de la Parusía. El padre Leonardo Castellani decía que creer que Cristo regresaría en miles de años, es lo mismo que considerar que no regresará nunca. Y así empeñó una gran cantidad de su producción literaria a demostrar cómo los tiempos que se viven pueden adecuarse perfectamente a las previsiones divinas para el retorno de Nuestro Señor.


Si los católicos conservadores, es decir, los que defienden el “status quo” de la falsa iglesia hoy gobernante, se lamentan del mundo actual al que equiparan con una nueva Sodoma y Gomorra; y los católicos tradicionalistas que reniegan de la apostasía reinante en toda la jerarquía eclesiástica actual, pero coinciden en la última consideración; entonces ¿por qué rechazar con tanta vehemencia la cercanía del Regreso glorioso de Nuestro Señor Jesucristo, único remedio al humanamente invencible Nuevo Orden Mundial hoy reinante?

Si la esperanza máxima y repetida por los católicos en cada Padrenuestro es la Venida a nosotros del Reino, ¿por qué seguir anhelando esperanzas puramente mundanas y contingentes, y no la trascendente por excelencia?

Muchas veces repetimos en ésta página el sinsentido de considerar que Dios al tener el poder, va necesariamente a suscitar guerreros o apóstoles que venzan el actual poderío de los medios publicitarios, políticos y represivos de la elite judeomasónica que domina a todos los gobiernos del mundo, ya que esto implicaría una intervención Divina que tuerza las corrompidas voluntades de casi toda la humanidad, haciendo del milagro una situación de regla y no de excepción; y de ser así, volcada la humanidad por coacción divina hacia el Creador, y no por la voluntad libre; ¿Cómo no considerar que a lo que se está aspirando es un verdadero paraíso terreno?

He ahí la más absoluta de las victorias judaicas en la mentalidad católica. La búsqueda de la cristalización de las promesas mesiánicas solamente en lo material y en el orden temporal.

El judaísmo no aspira a un sentido trascendente de la vida sino a esa victoria temporal y material sobre sus enemigos, que de hecho por el poder de la usura están consiguiendo. Quieren ese paraíso terreno en el cual los “goyims” (no judíos o ganado según ellos) sean sus esclavos, y esto lo esperan confiando en su código sagrado, el Talmud. Pero promueven el sentido materialista de la vida a esos mismos “no judíos” a fin de atarlos a bienes de los cuales ellos son dueños y así poder subyugarlos.

El Islam por su parte, considerado justamente como “espada de Israel”, fue adoctrinado para buscar en el Paraíso, goces puramente mundanos, como el goce sexual de vírgenes que después de ser “usadas” regresan a esa condición anterior para mayor placer del beneficiado por Allāh, y así son capaces de los más terribles crímenes en la búsqueda de tal recompensa supuestamente divina.

Volviendo a la cuestión parusíaca, se aduce para confrontarnos que sólo el Padre sabe el día y la hora del regreso de Cristo, y se nos acusa de pretender profetizar el momento preciso, cosa que nunca hicimos. Sin embargo, dicho argumento puede ser usado perfectamente para quienes lo esgrimen, ya que ellos tampoco pueden asegurar que faltan miles de años o muchísimas generaciones para ese liberador acontecimiento, y si decidimos estar preparados, y esto sucede en miles de años, de cualquier manera nos veríamos beneficiados, al contrario de lo que podría suceder a los incautos que se relajan ante un tan probable panorama esjatológico.

Castellani, para aclarar la situación, enseñaba que las profecías contenidas en la Revelación Pública no podían ser tan oscuras hasta llegar al punto de ser indescifrables; porque, en dicho caso, no habría ninguna necesitad de que estuvieran en las Sagradas Escrituras; y de darse dicha situación, solo podrían considerarse estas profecías como una humorada de Dios que estaría transmitiendo a los hombres lo humanamente indescifrable.

Pero supongamos que éste mundo puede seguir evolucionando técnica y “espiritualmente” como supuestamente lo hace hasta éste momento, según nos dicen los optimistas, ¿qué podríamos esperar para dentro de 50 años? Teniendo en cuenta el actual grado de perversión de las sociedades, el progreso de la ciencia para ofrecer mayores posibilidades de extremar el hedonismo, el nihilismo, ¿cómo podemos pensar que pueda existir la gracia en donde la pornografía sea mostrada en las escuelas públicas a los niños? Tengamos en cuenta que hoy ya se enseña como parte de lo que se denomina eufemísticamente “derecho sexual de los niños” y “educación en ideología de género”, y está actualmente en progreso en las curriculas escolares promovidas en el mundo entero por la UNESCO; pero imaginemos esa evolución en 50 años. Si hoy en todas las tapas de los diarios “conservadores” encontramos a mujeres (y sodomitas) mostrándose impúdicamente, o contando cual prostitutas, sus más vergonzosas intimidades, ¿qué podríamos esperar que suceda en ese sentido en 10 lustros? Eso por no hablar de la TV. Si hoy se anuncia la construcción de muñecas (o muñecos) sexuales, con una similitud increíble con una persona real, ¿qué podríamos esperar cuando la ciencia siga avanzando en ese sentido? Si hoy se considera un “gran avance científico” a las técnicas de fertilización artificiales en las cuales se descartan la mayoría de los embriones utilizados, o se los mantienen congelados por tiempo indeterminado, ¿cómo creer que las prácticas multiabortivas pueden generar una sociedad más justa y sana?

Probado está, que la ciencia hoy ayuda al hombre en sus posibilidades a pecar más fuertemente, por lo que en ese pretendido “avance espiritual”, que hoy se predica especialmente en la neo-iglesia bajo forma de tolerancia misericordiosa, la dirección a seguir por el neocatolicismo debe dirigirse necesariamente hacia el protestantismo de Lutero, ya que de ese modo se podría seguir el consejo del monje maldito al decir: “Peca fuerte, pero ten fe más fuerte todavía”. De esa forma se puede conciliar el considerarse una persona “católica” manteniendo la conciencia tranquila. Y es así que hoy como resultado tenemos, como proféticamente lo predijo Castellani, al cristianismo sin Cristo de la época del Anticristo. Cristianismo filantrópico antes que espiritual, antropocéntrico antes que Cristocéntrico.

El tema es que, si realmente creemos en el dogma fundamental de “Extra Ecclesiam nulla salus” (fuera de la Iglesia no hay salvación), y sabemos que el catolicismo está en franco e irreversible retroceso, especialmente en los países que se consideran a sí mismos civilizados y del “primer mundo” (ejemplo son los países nórdicos que tienen un grado casi absoluto de ateísmo), si es que de la cada vez más escasa cantidad de católicos se cuentan como practicantes a una cantidad muy inferior al 20%, y de ese porcentaje sabemos que quienes acuden a Misa dominical, no consideran como pecados mortales la contracepción, las relaciones sexuales fuera del matrimonio, la masturbación, la homosexualidad, el aborto, y un largo etcétera de cuestiones que quedan libradas a la consideración subjetiva del “fiel” o las torcidas enseñanzas del párroco, el obispo, cardenales y hasta del “Papa”; y si es cuestionado el mismo dogma antes mencionado, ya que el Concilio Vaticano II lo hizo ambiguo para estirarlo o interpretarlo “inclusivamente” para dejar atrás la supuesta “rigidez preconciliar” ¿Cuántos entonces estarían en condiciones de salvarse? Conviene repasar el trabajo de San Leonardo de Porto Mauricio: “El pequeño número de los que se salvan”, donde, como el título lo indica, es ínfima la cantidad de “católicos” que se salvan, y eso teniendo en cuenta que este santo realizó dicha prédica en el siglo XVII, donde no sólo la corrupción moral era inmensamente menor, y todavía existía la Cristiandad, sino que además se conservaba, a diferencia de hoy, el orden natural en las sociedades.

Como sostuvimos, las hodiernas sociedades están descompuestas por lo mismo que siguen buscando en mayor medida “libertades”, “derechos”, pero sin las correlativas obligaciones y límites en su ejercicio. Y esto solo se consigue con la democracia, satánico régimen por el que abogaron hasta los Papas del preconcilio, sin entender (queremos creer) que la misma implica la radical negación de la existencia de un Dios que al ser Creador también es Legislador; ya que en dicho régimen, son los hombres quienes deciden lo que es bueno y lo que es malo por la fuerza del número, más no de la verdad misma, o sea, por mayoría de votos; reeditando el atroz pecado de Adán y Eva de querer ser como dioses. Y hoy el mundo democrático podría expresar como lo hizo el personaje de la obra de Gustave Thibon que pretendía la inmortalidad terrena del hombre: “El Dios del Génesis sabía lo que hacía al prohibirle al hombre probar del fruto del conocimiento, para así impedirle ser señor del cosmos”.

Entonces, si tenemos el convencimiento de que lo que realmente importa en la vida de cualquier persona es salvarse, y esta situación resulta indiferente a la inmensa mayoría de la humanidad; para los pocos creyentes que tienen que vivir oprimidos por esta dictadura de la búsqueda interminable de los goces sensuales, que es hasta coactivamente impuesta por los estados como promoción de “derechos humanos”, ¿cómo no considerar como liberadora a la Parusía? ¿Cómo no anhelar el retorno en majestad y gloria de Nuestro Señor para rescatar a nuestros hijos del ambiente tan perverso en el que les toca crecer?

La respuesta parece ser, que el miedo a los dolores de parto que son previos al mayor y más maravilloso acontecimiento de la Historia después de la Encarnación del Verbo, esto es, su regreso, es mucho más grande que su anhelo a la restauración definitiva del Reino de Dios. Esto tiene que ver específicamente con el miedo al sufrimiento y a realizar grandes sacrificios, aunque sea en pos de un bien mayor. Ese miedo parece ser incluso mayor que el simple temor a la muerte, ya que el evitar el sufrimiento lleva a los hombres a cometer todo tipo de atrocidades, incluso en la hora de la muerte misma.

Pero lo cierto es que así como la Biblia tiene un Génesis que marca el inicio de la Historia, tiene un Apocalipsis que marca el fin, por mucho que lo rechace el “catolicismo” moderno. Y el mundo es finito; así como tuvo principio, tendrá un final. Y a pesar que muchos vean esto como una terrorífica noticia o posibilidad, en el contexto que antes mencionamos, nosotros la consideramos como liberadora, como el fin de la esclavitud del pecado, del peligro constante de la condenación para quienes perseveran no sin cierto temor, en un mundo hasta jurídicamente hostil a la práctica de la fe.

Si las advertencias de la Virgen en Fátima, en su primeras apariciones, solicitaba esencialmente la conversión de la humanidad para evitar una guerra peor que la que acababa de finalizar, cosa que de hecho no sucedió y las consecuencias fueron las predichas por Nuestra Madre Celestial; resulta ridículo creer lo que el Vaticano reveló en el año 2000 al sostener que el tercer secreto se refería al extraño atentado a Juan Pablo II, y que la Virgen había aceptado las consagraciones hechas a su Inmaculado Corazón, aunque las condiciones puestas por Ella misma no tienen nada que ver con lo que se hizo. Además de que ésta situación no coincide para nada con la visión del obispo vestido de blanco muerto en medio de muchos sacerdotes asesinados (según la previsión de la Virgen); e incluso consideramos esa cuestión como absolutamente secundaria en cuanto al requerimiento principal realizado por la Santísima Virgen María: “la conversión de la humanidad”.

Y por más que se quiera contextualizar, justificar, atenuar lo dicho por el Cardenal Ratzinger, lo corroborado por Juan Pablo II o lo escrito por el cardenal Sodano, lo cierto es que la interpretación vaticana del tercer mensaje, resultó una inmensa mentira. No se puede sostener racionalmente que el mundo actual (o el del año 2000), en el cual es legal la sodomía, el adulterio, la pornografía, el genocidio de niños por nacer, y por sobre todas las cosas, el rechazo a la fe católica, única y verdadera; sea un mundo “convertido”.

En definitiva, quienes realmente se esfuerzan por vivir como buenos católicos, no deberían preocuparse ante la posibilidad de un pronto retorno de Cristo, sino todo lo contrario. La Parusía debe esperarse como consuelo ante las espantosas tribulaciones que nos tocan, y si es que no estamos turbados por los tiempos que vivimos, por la pasión de la Iglesia ante la descomunal apostasía; es que algo anda mal en nosotros. Y realmente debe considerársela como una buena noticia desde que Cristo fue quien dijo: “Más cuando estas cosas comiencen a ocurrir, erguíos y levantad la cabeza, porque vuestra redención se acerca” (Lc. 21: 28).

Si solo Dios basta, significa que todo lo demás sobra, es contingente o tiene una importancia relativa o acotada a las circunstancias y representan un simple medio; y si Cristo vuelve y estamos en las condiciones debidas, ya no tenemos que esperar nada más porque no vamos a necesitar nada más. Por eso, si creemos que, “donde está tu tesoro, está tu corazón” (Mt. 6: 19-23), debemos dejar de amontonar tesoros donde hay polilla y herrumbre que corroe, y de poner nuestra confianza en la ciencia, la técnica, o la buena voluntad de los hombres, para ponerla completa y absolutamente en nuestro Creador. Si estamos viviendo los últimos tiempos en sentido estricto (y así lo esperamos), la única previsión que nos debería preocupar sería (como también decía Castellani) es que Dios nos agarre confesados.


Augusto Espíndola


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martes, 16 de octubre de 2018

Carta de Santa Catalina de Siena sobre el Papa




Carta de Santa Catalina de Siena en respuesta al abad de Marmoutiers, Gérard du Puy, sobrino del Papa Gregorio XI:


     «He recibido vuestra carta con sumo gusto —escribe—, y ha sido para mí un gran consuelo ver que no os olvidáis de una criatura tan vil y miserable como yo. Contesto así a vuestras tres preguntas: Creo que sería bueno que nuestro dulce Cristo terrestre (es decir, el Papa) se libre de dos cosas que corrompen a la esposa de Cristo. La primera es el afecto excesivo que demuestra a su familia, de la que se ocupa con demasiada solicitud... La segunda es una dulzura excesiva, nacida de una extremada indulgencia. ¡Ay, ay, los miembros de Cristo se corrompen porque nadie los castiga! Hay tres vicios detestables hacia los que Nuestro Señor tiene particular aversión: la impureza, la avaricia y el orgullo que reinan entre los sacerdotes; éstos no piensan sino en los placeres y en las fiestas y se preocupan únicamente de hacer fortuna. Ven sin inquietud a los demonios infernales robarles las almas que les fueron confiadas, siendo ellos mismos lobos voraces que comercian con la divina gracia. Hay que poner orden en esto con mano firme, porque una compasión excesiva constituye a veces la mayor crueldad. Ruego a Dios que el Padre Santo reduzca al silencio su amor desmedido hacia su familia; no digo que la Iglesia sea por eso menos perseguida; pero tengo fe en el porvenir glorioso que le ha sido predicho. El bien sólo triunfará cuando la corrupción haya llegado al colmo.»


“Santa Catalina de Siena” – Johannes Jörgensen. Ed. Voluntad – Madrid 1924. Págs. 265-266.




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lunes, 15 de octubre de 2018

Sobre la canonización de Pablo VI - Alejandro Sosa Laprida



Tomado del artículo: Francisco, Teilhard de Chardin y el panteísmo
Miles Christi - 15/08/2016
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En la encíclica Mirari vos, en 1832, Gregorio XVI dice que « de esa cenagosa fuente del indiferentismo mana aquella absurda y errónea sentencia o, mejor dicho, locura, que afirma y defiende a toda costa y para todos, la libertad de conciencia. Este pestilente error se abre paso, escudado en la inmoderada libertad de opiniones que, para ruina de la sociedad religiosa y de la civil, se extiende cada día más por todas partes, llegando la impudencia de algunos a asegurar que de ella se sigue gran provecho para la causa de la religión[1]. » § 10


Ahora bien, es menester recordar que el culto del hombre y de su conciencia erigida en valor absoluto -quintaesencia del modernismo- no es exclusivo del pontificado de Francisco[2], como ingenuamente lo imaginan los “conservadores conciliares” escandalizados por las impiedades bergoglianas, sino que fue proclamado orgullosamente por Pablo VI en el mensaje de clausura del CVII. He aquí sus palabras:

« El humanismo laico y profano ha aparecido, finalmente, en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido, ha desafiado al Concilio. La religión del Dios que se ha hecho Hombre, se ha encontrado con la religión -porque tal es- del hombre que se hace Dios ¿Qué ha sucedido? ¿Un choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. […] Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferidle siquiera este mérito y reconoced nuestro nuevo humanismo: también nosotros -y más que nadie- somos promotores del hombre[3]. »


Este culto del hombre, concebido como un “dios” en devenir por vía evolutiva, es propio de la gnosis luciferina. Me permito citar aquí un texto poco conocido del cardenal Montini, extraído de una conferencia intitulada Religión y trabajo, pronunciada el 27 de marzo de 1960 en Turín, en el teatro Alfieri, que puede leerse en el volumen de la Documentation Catholique del año 1960, en la página 764, correspondiente al número 133, y publicado el 19 de junio de 1960. Doy la referencia con lujo de detalles para quienes no pudieran dar crédito a sus ojos, y no sin razón, tan sorprendentes resultan las afirmaciones del cardenal Montini. He aquí las palabras de aquel que tres años más tarde llegaría a ser papa y que promulgaría los documentos revolucionarios del CVII en 1965:

« ¿Acaso el hombre moderno no llegará un día, a medida que sus estudios científicos progresen y descubran leyes y realidades ocultas bajo el rostro mudo de la materia, a prestar oídos a la maravillosa voz del espíritu que palpita en ella?  ¿No será ésa la religión del mañana? El mismísimo Einstein previó la espontaneidad de una religión del universo[4]. »


El espíritu que « palpita » en la materia, la « religión del mañana », que sería una « religión cósmica », una « religión del universo »: aquí están los fundamentos de la gnosis evolucionista teilhardiana, con el culto del hombre en vías de divinización. Como si esto no fuera suficiente, que un cardenal de la Iglesia invoque en materia religiosa la autoridad de un judío socialista que reivindicaba una « religiosidad cósmica » fundada en  la contemplación de la estructura del Universo, compatible con la ciencia positivista y refractario a todo dogma o creencia, es para quedarse atónito.


Cuando en 1929 el rabino Herbert S. Goldstein le preguntó: « ¿cree Ud. en Dios? », Einstein respondió:

« Yo creo en el Dios de Spinoza que se revela en el orden armonioso de lo existente, no en un Dios que se preocupa por el destino y las acciones de los seres humanos[5]. »


Y en una carta dirigida en 1954 al filósofo judío Eric Gutkind, Einstein escribió:

« Para mí, la palabra Dios no es sino la expresión y el fruto de debilidades humanas y la Biblia una colección de leyendas, por cierto honorables, pero primitivas y bastante pueriles. Y esto no lo cambia ninguna interpretación, por sutil que sea[6]. »


Lo que equivale a decir que el Dios de Einstein no es otro que el Deus sive natura del filósofo judío Baruch Spinoza, que en su doctrina panteísta identificaba a Dios con la naturaleza. Tal es la « religión del universo » que profesaba Einstein y que evoca con admiración el Cardenal Montini en su conferencia, y en quien el futuro pontífice se inspira para vaticinar una « religión del porvenir » destinada a ocupar un día el lugar del cristianismo. Cuando se piensa que este hombre pronto será elegido Sucesor de San Pedro, y que es él quien más adelante promulgará los documentos novadores del CVII, abolirá la Misa católica, inventará una nueva[7] con la contribución de « expertos protestantes » y modificará el ritual de todos los sacramentos, es de veras como para quedar petrificados...


He aquí otra declaración de Pablo VI que va en la misma dirección, pronunciada durante el Angelus del 7 de febrero de 1971, con ocasión de un viaje a la luna, y que constituye un verdadero himno al hombre en camino hacia la divinización:

« Honor al hombre, honor al pensamiento, honor a la ciencia, honor a la técnica, honor al trabajo, honor a la audacia humana; honor a la síntesis de la actividad científica y del sentido de la organización del hombre que, a diferencia de los otros animales, sabe dar a su mente y a sus manos instrumentos de conquista; honor al hombre, rey de la tierra y hoy también príncipe del cielo[8]. »    


Este culto de la humanidad y del progreso ha sido condenado numerosas veces por el magisterio. Cito un extracto de la encíclica Qui pluribus de Pío IX, de 1846,  seguido de una proposición condenada en su Syllabus de 1864:

« Con no menor atrevimiento y engaño, Venerables Hermanos, estos enemigos de la revelación divina, exaltan el humano progreso y, temeraria y sacrílegamente, quisieran introducirlo en la Religión católica, como si la Religión no fuese obra de Dios sino de los hombres o algún invento filosófico que se perfecciona con métodos humanos[9]. »

« V. La revelación divina es imperfecta, y está por consiguiente sujeta a un progreso continuo e indefinido correspondiente al progreso de la razón humana[10]. »

Pío IX es muy claro en relación a los « progresistas »: emplea la expresión « enemigos de la revelación divina ». ¿Qué calificativo mejor podría hallarse para designar a un cardenal y arzobispo de la Iglesia que aprovecha su eminente dignidad eclesiástica para difundir la idea blasfema y herética de que una pretendida « religión del mañana » llegará un día a suplantar al catolicismo? Este hombre se llama Giovanni Battista Montini. A él -junto a Juan XXIII, cabe recordar- se deben el nefasto CVII y su espurio “magisterio”, la devastación de la liturgia romana y la terrible crisis doctrinal, litúrgica y disciplinar que azota a la Iglesia desde hace más de medio siglo…



Sobre la beatificación de Pablo VI
Miles Christi - 19/10/2014

« ¿Acaso el hombre moderno no alcanzará un día, a medida que los estudios científicos progresen y descubran las leyes y  la realidad oculta tras el rostro mudo de la materia, a escuchar la maravillosa voz del espíritu que palpita en ella? ¿Acaso no será ésa la religión del mañana? El mismo Einstein entrevió la espontaneidad de una religión del universo[11]. » (Cardenal Montini)


Pablo VI ya tiene su lugar en los altares, en la bienaventurada compañía de los « neo-santos » conciliares Juan XXIII y Juan Pablo II. El concilio y todas sus reformas están pues « canonizados » junto a ellos. Imposible de ahora en más poner en tela de juicio las doctrinas revolucionarias del ecumenismo, la colegialidad y la libertad religiosa. La revolución conciliar, a falta de toda legitimidad fundada en la Tradición, en el Magisterio y en las Sagradas Escrituras, se canoniza a sí misma, explicando que, puesto que sus autores y sus continuadores son « santos », sus principios subversivos y destructores del dogma, de la fe y de la moral también han de ser tenidos por tales. Y aceptados con piadosa reverencia y sumisión filial.


Quien así no lo hiciere, anathema sit. Quien se atreviese a poner en entredicho la vulgata masónico-humanista del « neo-beato » Giovanni Montini, sea arrojado a las tinieblas exteriores. Quien se mostrase reticente a aceptar la « santidad » de aquel que confesaba públicamente su profunda simpatía por el « humanismo laico y profano » sea considerado un energúmeno recalcitrante, un paria de la sociedad y un peligroso y detestable integrista, sin cabida en el aquelarre ecuménico conciliar ni en el « panteón de las religiones » de Asís. Se vuelve más necesario que nunca recordar las palabras exactas empleadas por Pablo VI durante el discurso de clausura de la cuarta y última sesión del CVII, el 7 de diciembre de 1965:

« El humanismo laico y profano ha aparecido, finalmente, en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido, ha desafiado al Concilio. La religión del Dios que se ha hecho Hombre, se ha encontrado con la religión -porque tal es- del hombre que se hace Dios ¿Qué ha sucedido? ¿Un choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. El descubrimiento de las necesidades humana -y son tanto mayores, cuanto más grande se hace el hijo de la tierra- ha absorbido la atención de nuestro sínodo. Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferidle siquiera este mérito y reconoced nuestro nuevo humanismo: también nosotros -y más que nadie- somos promotores del hombre[12]. »


Ese es el espíritu del concilio. Y el de Pablo VI. Ese es también -¿acaso hace falta aclararlo?- el espíritu del Anticristo, el del « hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios, haciéndose pasar por Dios. » (II Tes. 2, 3-4)


Y ése es igualmente el lenguaje del falso profeta, el de la autoridad religiosa prevaricadora, quien lo secundará y le allanará el camino en su conquista del poder mundial, tal y como lo describe San Juan en su visión escatológica: « Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como un dragón. » (Ap. 13, 11). Prosigamos con el discurso de Pablo VI:

« ¿Y qué ha visto este augusto Senado en la humanidad, que se ha puesto a estudiarlo a la luz de la divinidad? Ha considerado una vez más su eterna y doble fisonomía: la miseria y la grandeza del hombre, su mal profundo, innegable e incurable por sí mismo y su bien que sobrevive, siempre marcado de arcana belleza y de invicta soberanía. Pero hace falta reconocer que este Concilio se ha detenido más en el aspecto dichoso del hombre que en el desdichado. Su postura ha sido muy a conciencia optimista. Una corriente de afecto y admiración se ha volcado del Concilio hacia el mundo moderno[13]. Ha reprobado los errores, sí, porque lo exige, no menos la caridad que la verdad, pero, para las personas, sólo invitación, respeto y amor[14]. El Concilio ha enviado al mundo contemporáneo en lugar de deprimente diagnósticos, remedios alentadores, en vez de funestos presagios, mensajes de esperanza: sus valores no sólo han sido respetados sino honrados, sostenidos sus incesantes esfuerzos, sus aspiraciones, purificadas y bendecidas[15]. »


Por si aún quedase alguna duda de que la religión humanista, fraudulenta y desvirtuada de Pablo VI y de sus secuaces es ni más ni menos la que servirá a difundir, consolidar e imponer el nuevo orden mundial anticrístico, nada mejor que releer las palabras de encendido elogio y de admiración sin límites que Montini pronunciara en las Naciones Unidas el 4 de octubre de 1965 en la sede de ese templo masónico del mundialismo laico anticristiano: 

« Los pueblos se vuelven a las Naciones Unidas como hacia la última esperanza de concordia y paz; nos atrevemos a traer aquí, con el nuestro, su tributo de honor y esperanza. (§3)
El edificio que habéis construido no deberá jamás derrumbarse, sino que debe perfeccionarse y adecuarse a las exigencias de la historia del mundo. Vosotros constituís una etapa en el desarrollo de la humanidad: en lo sucesivo es imposible retroceder, hay que avanzar. (§4)        
                                                                                                    
Vosotros habéis consagrado el gran principio de que las relaciones entre los pueblos deben regularse por el derecho, la justicia, la razón, los tratados, y no por la fuerza, la arrogancia, la violencia, la guerra y ni siquiera, por el miedo o el engaño. (§4)

Constituís un puente entre pueblos, sois una red de relaciones entre los Estados. Estaríamos tentados de decir que vuestra característica refleja en cierta medida en el orden temporal lo que nuestra Iglesia Católica quiere ser en el orden espiritual: única y universal. No se puede concebir nada más elevado, en el plano natural, para la construcción ideológica de la humanidad. (§5)

Vuestra vocación es hacer fraternizar, no a algunos pueblos sino a todos los pueblos. ¿Difícil empresa? Sin duda alguna. Pero ésa es la empresa, tal es vuestra muy noble empresa. ¿Quién no ve la necesidad de llegar así, progresivamente, a establecer una autoridad mundial que esté en condición de actuar eficazmente en el plano jurídico y político? (§6)

Permitid que os bendigamos, Nos, el representante de una religión que logra la salvación por la humildad de su Divino Fundador. (§7)

Vosotros habéis cumplido, señores, y estáis cumpliendo, una gran obra: Enseñar a los hombres la paz. Las Naciones Unidas son la gran escuela donde se recibe esta educación, y estamos aquí en el aula magna de esta escuela. Todo el que toma asiento aquí se convierte en alumno y llega a ser maestro en el arte de construir la paz. Y cuando salís de esta sala, el mundo os mira como a los arquitectos, los constructores de la paz. (§9)

Organizáis la colaboración fraternal de los pueblos. Aquí se establece un sistema de solidaridad, gracias al cual altas finalidades, en el orden de la civilización, reciben el apoyo unánime y ordenado de toda la familia de los pueblos, por el bien de todos y de cada uno. Es la mayor belleza de las Naciones Unidas, su aspecto humano más auténtico; es el ideal con que sueña la humanidad en su peregrinación a través del tiempo; es la esperanza más grande del mundo. Osaremos decir: es el reflejo del designio del Señor —designio trascendente y pleno de amor— para el progreso de la sociedad humana en la tierra, reflejo en que vemos el mensaje evangélico convertirse de celestial en terrestre. (§11)

Lo que vosotros proclamáis aquí son los derechos y los deberes fundamentales del hombre, su dignidad y libertad y, ante todo, la libertad religiosa. Sentimos que sois los intérpretes de lo que la sabiduría humana tiene de más elevado, diríamos casi su carácter sagrado. (§12)

¿No es el cumplimiento, a nuestros ojos gracias a vosotros, del anuncio profético que se aplica tan bien a vuestra institución: «Y volverán sus espadas el rejas de arado, y sus lanzas en haces» (Isaías 2, 4). ¿No empleáis acaso las prodigiosas energías de la tierra y los magníficos inventos de la ciencia, no ya como instrumentos de muerte, sino como instrumentos de vida para la nueva era de la humanidad? (§13)

Este edificio que levantáis no descansa sobre bases puramente materiales y terrestres, porque sería entonces un edificio construido sobre arena. Descansa ante todo en nuestras conciencias. Sí, ha llegado el momento de la «conversión», de la transformación personal, de la renovación interior. Debemos habituarnos a pensar en el hombre de una forma nueva. De una forma nueva también la vida en común de los hombres; de una forma nueva, finalmente, los caminos de la historia y los destinos del mundo, según la palabra de San Pablo: «Y revestir el hombre nuevo, que es creado conforme a Dios en justicia y en santidad de verdad» (Efesios 4, 25)[16]. » (§14)


Para concluir, veamos el siniestro monumento dedicado a la memoria de Pablo VI, erigido en la plazoleta posterior del Santuario de la Santa Virgen Coronada, en Sacro Monte di Varese, con la paternidad de Monseñor Pasquale Macchi, secretario personal de Pablo VI. El monumento fue inaugurado el 24 de Mayo de 1986, con la presencia del Ministro de Relaciones Exteriores, Giulio Andreotti, y bendecido por el Cardenal Agostino Casaroli, Secretario de Estado del Vaticano[17] :
                                                             
                                      
La estatua, que evoca más una creatura surgida del Averno que al pastor supremo de la cristiandad, realizada por el escultor masón Floriano Bodini, fue encargada por el también masón Pasquale Macchi y, obviamente, está cargada de signos masónicos. Fue inaugurada el 24 de mayo de 1986 por el Ministro de Relaciones Exteriores de Italia, Giulio Andreotti, junto al Secretario de Estado vaticano, Agostino Casaroli, ambos igualmente masones[18]. No cabe duda de que la espantosa escultura refleja fielmente el ideario subversivo y la obra destructora perpetrada por Giovanni Battista Montini, traidor a Cristo y a su Iglesia, y ahora justamente recompensado por los leales servicios prestados a la neo-iglesia modernista de Vaticano II y a su espuria religión del hombre…





[2] Para mayor información sobre las innumerables herejías y blasfemias de Francisco, se pueden consultar los libros Tres años con Francisco: la impostura bergogliana y Cuatro años con Francisco: la medida está colmada, publicados por las Éditions Saint-Remi en cuatro idiomas (castellano, inglés, francés e italiano):
Recomendamos igualmente el libro Con voz de dragón, publicado por las Ediciones Cruzamante:
[4] Traducción francesa de la Documentation Catholique: « L’homme moderne n’en viendra-t-il pas un jour, au fur et à mesure que ses études scientifiques progresseront et découvriront des lois et des réalités cachées derrière le visage muet de la matière, à tendre l’oreille à la voie merveilleuse de l’esprit qui palpite en elle? Ne sera-ce pas là la religion de demain? Einstein lui-même entrevit la spontanéité d’une religion de l’univers. » Texto original italiano: « Non capiterà forse all'uomo moderno, mano mano che i suoi studi scientifici progrediscono, e vengono scoprendo leggi e realtà sepolte nel muto volto della materia, di ascoltare la voce meravigliosa della spirito ivi palpitante? Non sara cotesta la religione di domani? Einstein stesso intravide la spontaneità d'una religione dell'universo. »  Ver en la página n° 3 del documento siguiente, activando la función T (« Show text »):
[8] « Onore all’uomo! Onore al pensiero! Onore alla scienza! Onore alla tecnica! Onore al lavoro! Onore all’ardimento umano! Onore alla sintesi dell’attività scientifica e organizzativa dell’uomo, che, a differenza di ogni altro animale, sa dare strumenti di conquista alla sua mente e alla sua mano. Onore all’uomo, re della terra ed ora anche principe del cielo. » https://w2.vatican.va/content/paul-vi/it/angelus/1971/documents/hf_p-vi_ang_19710207.html
[9] « Né con minore fallacia certamente, Venerabili Fratelli, questi nemici della divina rivelazione, con somme lodi esaltando il progresso umano, vorrebbero con temerario e sacrilego ardimento introdurlo perfino nella Religione cattolica; come se essa non fosse opera di Dio, ma degli uomini, ovvero invenzione dei filosofi, da potersi con modi umani perfezionare. »                                
[11] Conferencia intitulada Religión y trabajo, pronunciada por el Cardenal Montini el 27 de marzo de 1960. Traducción del texto francés publicado por la Documentation Catholique, 1960, página 764 : « L’homme moderne n’en viendra-t-il pas un jour, au fur et à mesure que ses études scientifiques progresseront et découvriront des lois et des réalités cachées derrière le visage muet de la matière, à tendre l’oreille à la voie merveilleuse de l’esprit qui palpite en elle ? Ne sera-ce pas là la religion de demain ? Einstein lui-même entrevit la spontanéité d’une religion de l’univers. »

[13] Afecto y admiración por la sociedad moderna,  revolucionaria, naturalista, laica, apóstata y anticristiana. ¡Y pensar que hay quienes se empeñan en explicarnos doctamente que el CVII es un « nuevo pentecostés » en la vida de la Iglesia! Pentecostés del espíritu luciferino, ciertamente…
[14] Pero si no reprobaron absolutamente nada de nada, ¡qué manera tan indecente y descarada de mentir y de engañar a la gente! Es difícil imaginar algo más desagradable e indignante que todas estas patrañas empalagosas, tan falsas como mendaces, utilizadas con el único propósito de justificar el proyecto modernista de « reconciliar » la Iglesia con el mundo moderno, apóstata y anticristiano, surgido de la revolución iluminista de 1789.
[15] Obra maestra de verborragia falaz de parte del « Santo Padre » Montini, principal responsable de todo este desquicio, junto al « Papa Bueno » Roncalli, el notorio modernista recientemente canonizado por los destacados servicios prestados a la causa del mundialismo masónico y por haber efectuado el indispensable aggiornamento de la Iglesia para ponerla en sintonía con la modernidad laica, naturalista y apóstata… No, la misión de la Iglesia Católica no es, no ha sido ni será jamás la de « respetar y honrar » los valores mundanos, inspirados por el Maligno, Príncipe de este mundo, sino proclamar la revelación divina para que la sociedad sea transformada por los valores evangélicos y vivificada por la gracia divina emanada de la Redención, operada por Jesucristo en el altar de la Cruz. Servir a Dios, siendo fiel a su misión divina de rendirle gloria salvando el mayor número posible de almas, ésa es la única razón de ser de la Iglesia, y no el mendaz y espurio ideal naturalista, humanista y masónico que preconiza la iglesia conciliar de « servir al hombre ». Por « deprimentes diagnósticos », entiéndase pedirle al mundo que renuncie a Satanás y a sus pompas, que rechace el pecado y se convierta a Jesucristo. Por « funestos presagios », la saludable advertencia de la amenaza del infierno y de la condenación eterna para quienes así no lo hicieren. Por « remedios alentadores », el ecumenismo y el diálogo interreligioso, poniendo de relieve todo lo que de « santo y verdadero » (¡Sic! Cf. Nostra Aetate n° 2) se halla en las falsas religiones, para tranquilizar la conciencia de quienes están fuera del Arca de Salvación. Finalmente, por « mensajes de  esperanza », debe comprenderse la salvación universal del género humano, incluyendo a los ateos, como se complace en anunciar a diestra y siniestra Francisco en su incontinente pseudo magisterio mediático…