San Juan Bautista

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sábado, 27 de agosto de 2016

Ni vacas sagradas ni mercaderes cobardes (Editorial) – Antonio Caponnetto



     Cuando un hecho político alcanza relieves burdísimos y se exhibe con una impudicia tan tosca cuanto palurda, resulta difícil –por lo obvio- ensayar algún comentario. El deber de simples cronistas nos impele a registrarlo, pero la fatiga moral del módico ciudadano se resiste a abundar en detalles.
   
     Ese hecho grotesco al que estamos aludiendo ha tenido como figura central a la becerra destartalada que responde al nombre de Hebe de Bonafini. Es innecesario abundar en tecnicismos o reconstruir los aspectos jurídicos de lo sucedido. El país entero sabe que esta mujer –parida en los sumideros del resentimiento marxista- está acusada con suficientes fundamentos de actos de defraudación y latrocinio; por decir lo menos. Pero que no sólo puede hacer alarde de su impunidad sin restricciones, sino burlarse durante largas jornadas de todas las instancias institucionales que rigen para cualquier habitante en sus mismas condiciones delictivas.
  
     Y sabe el país entero, asimismo, que para ejecutar tan osado sainete, cuenta con el respaldo, por acción u omisión, de aquellos que supuestamente deberían llevarla hasta las puertas mismas de la cárcel. Todos son cómplices de esta escandalosa lenidad. Desde Bergoglio que le tiende su mano con sobreactuada complacencia –esa misma mano, ¡ay!, negada a los guerreros cautivos o a los católicos cabales- hasta Mauricio Macri que, como buen budista, admite que las vacas son sagradas, e incluso, para la fiesta de Gopastami, sabe que se las baña, decora y venera de un modo especial. Se puede conculcar la justicia, pero no las ofrendas debidas al krishna democrático.

     Quedará para mejores analistas determinar cómo un adefesio de visibles contornos rapiñeros se ha convertido en sacra res, a la que no sólo no se puede perturbar en su calamitoso pastoreo, sino  que hay que agradecerle cada vez que se le ocurre ciscarse y berrear en público. Es una historia larga que venimos denunciando desde hace cuatro décadas, y que no exime de culpas a quienes debiendo comportarse como fusileros públicos de los terroristas optaron por trocarse en desaparecedores clandestinos. Como tampoco exime de culpas a la gentuza de toda índole que cree que detrás de cada desaparecido hay necesariamente un inocente, un héroe glorificable, un joven maravilloso y una cifra inventada.
  
     En cuanto a los hombres decentes que con razón se escandalizan ante tan sucio favoritismo, les recomendamos dos reflexiones, hijas ambas del sentido común. La primera, que no se puede levantar estatuas a las causas y cadalsos a las consecuencias. Si se han erigido miles de efigies al derechohumanismo guerrillero, no puede pretenderse ahora que esos monumentos indignos no nos aplasten con el peso de su ruindad. La segunda reflexión es para que se tome conciencia, una vez más, de la mentira ingénita de este sistema político, que adopta una actitud hímnica ante la noble igualdad, cuando en la práctica hay unos iguales que de tan distintos, a causa de sus privilegios, pueden reírse en la cara del resto de los mortales.
  
     Reconozcamos; eso sí, que la vaca sagrada tiene su épica. De establo, boyeriza y cochiquera; pero la necesaria para enfervorizar a sus adeptos, sean kirchneristas o de otras ramas de la zoología. Enfrente, en cambio,la épica oficial levanta los pendones del ahorro del gas y de energía, porque según la lógica de estos mercaderes infames, una nación se desarrolla, no en la línea que le trazan sus paladines santos o heroicos, sino los organigramas de la Shell y de Edesur.

     No se combate a las reses rencorosas y cornudas con los mugidos de los cobardes. Se necesita el cayado señorial y justiciero de un pastor con porte regio, como decía Agustín de Foxá. Ni se combate a los cartagineses y a los fenicios con pokemones democráticos, sino con soldados de estirpe romana y corazón de cruzados. Quede predicada esta doble necesidad que nos impetra desde el fondo mismo de nuestro ser cristiano. El resto lo decide Dios, Señor de la Historia.


Antonio Caponnetto



Nacionalismo Católico San Juan Bautista

jueves, 25 de agosto de 2016

Manipulación mediática de las Masas (Video) - Augusto TorchSon




  Nota de NCSJB: Pedimos disculpas por las partes faltantes del video que tuvimos que suplir con sólo el audio grabado desde otro medio a fin de que se pueda apreciar la conferencia en su totalidad.


  La idea de esta charla es demostrar que efectivamente estamos siendo sometidos a una agresión mediática, que trata de cambiar nuestra forma de ver la realidad y condicionar la forma en la que actuamos. Con esto el análisis se va a centrar un poco en la historia de la manipulación mediática así como su técnica, para terminar revelando finalmente quien está detrás.


  Conferencia brindada el 13 de Agosto de 2016, junto al Prof. Dr. Antonio Caponnetto.




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miércoles, 24 de agosto de 2016

La verdad, el nuevo discurso del odio. Ataques a Mons. Aguer



  Nota de NCSJB: Mientras los medios destrozan al arzobispo de la Plata por recordar sin ningun agregado personal la doctrina católica sobre moral sexual, no escuchamos voces de otros obispos argentinos para defender a Mons. Aguer.

  El judío director del INADI, Claudio Avruj, nueva policía de pensamiento, arremte contra el arzobispo y los medios aseguran que el mismo destruye lo que "Francisco" construye y nosotros nos preguntamos si sus hermanos obispos todavía creen en el juicio particular. 

  Lo bueno de todo ésto es que, una vez más, se pone de evidencia quién es quién, y se pone blanco sobre negro sobre una situación cada vez más escandalosa en la que, aunque perdamos humanamente, tenemos que mantenernos firmes a la hora de defender la Verdad evangélica.


“Si el mundo os aborrece, sabed que primero que a vosotros me aborreció a Mí”
Juan, 15, 18

Augusto



La fornicación



Por Mons. HECTOR AGUER, (*) Arzobispo de La Plata


  Encabezo deliberadamente esta nota con un título chocante; lo es porque la palabra empleada ha caído en desuso y puede causar extrañeza. No cito la definición del catecismo sino la del diccionario: “tener ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio”. Este vicio se ha convertido en algo trivial, común, insustancial. Lo llamo vicio porque el diccionario define “fornicario: que tiene el vicio de fornicar”. Él o ella en principio, aunque hoydía la “igualdad de género” permite otras combinaciones, antinaturales.

  Indico dos ejemplos de banalización. En la Sección Espectáculos de EL DIA se puede seguir una crónica diaria de la fornicación en el mundo de la farándula; hay records notables de señoritas (no estoy seguro de que sea ésta la identificación que corresponde) que cambian de “novio” cinco o seis veces al año; se supone que no se reúnen con ellos a leer la Biblia. Antes, a estos comportamientos y a las personas que los practicaban se les aplicaban otros nombres. Se puede pensar que son casos extremos, que se exhiben en un escaparate para suscitar envidia y la ilusión de llegar a imitarlos. Escándalo, como se lo llamaba antaño: inducir a otro al mal, más intenso cuando la conducta desviada es promovida como una moda. La superficialidad de esos casos resulta irrisoria: escarceos, idas y vueltas, traiciones y arrepentimientos, cada tanto algún rumor de embarazo que no se confirma. La protagonista innombrada, por supuesto, es siempre la cama. Felizmente, la mayor parte de la gente no tiene tiempo ni plata para gastar en esas placenteras ociosidades. Pero el mal ejemplo cunde, fascina, lo anormal se puede ir convirtiendo en deseable primero, luego en moralmente neutro y finalmente en normal. “Lo hacen todos”, ese es el lema.


SEXO EN LOS JUEGOS OLIMPICOS

  El segundo ejemplo prometido procede de los Juegos Olímpicos. El Ministerio de Salud de Brasil envió a Río de Janeiro nueve millones de profilácticos, 450.000 destinados a la Villa de los Atletas, donde se hospedaban 10.500 deportistas de todo el mundo, más los técnicos. La prensa brasileña hizo un cálculo: 42 condones por cada atleta, teniendo en cuenta los 17 días de duración de las competencias. La preparación para las mismas impone, como es lógico, la abstinencia, pero después de cada competición; ¡a coger atléticamente! No se asuste el lector por el uso de este verbo, no incurro en una grosería impropia de un obispo. El Diccionario de la Academia, en la acepción 24 del término señala que es un vulgarismo americano: “realizar el acto sexual”; pero en la acepción 19 define: “cubrir el macho a la hembra”; aquí entonces aparece en el significado de la palabra un matiz de animalidad. Quiero decir en consecuencia que la cultura fornicaria que se va extendiendo sin escrúpulo alguno es un signo de deshumanización, no es propia de mujeres y varones como deben ser según su condición personal. Algo de no humano, de animaloide aparecería en esa conducta.

  La deshumanización del eros, que por su propia naturaleza es carnal y espiritual, comienza por el descarte del pudor, de la honestidad, de la modestia, del recato. En estos valores cifra la plena humanidad de la actuación sexual, que no se exhibe obscenamente, ni en sus preparaciones. Pienso en el “petting” descontrolado en lugares públicos. Valga una muestra del impudor hodierno: los “trajes” de baño femeninos que se reducen a tres trocitos simbólicos de tela; ¿no sería más sincero que en la playa o la pileta se presentasen desnudas? No cargo la cuenta sobre el bello sexo; era tradicional que el varón tomara la iniciativa, y lo hace muchas veces abusando de su vigor, aunque las artes de la seducción no le sean ajenas, ahora desplegando instrumentos cosméticos, gimnásticos y hasta quirúrgicos. Por no hablar del cine, la televisión y las series de internet; a la pornografía la camuflan verbalmente hablando de “escenas fuertes”.


LIBERTAD LUCIDA

  La banalización que he señalado implica asimismo una confusión fatal acerca del amor: no es éste una mera efusión sentimental, ni la sola atracción física, sino especial y esencialmente un acto electivo de la voluntad, en el que se ejercita en pleno la libertad, una libertad lúcida, consciente, una decisión de permanencia que aquieta para siempre en el bien amado. La seducción de la belleza, por cierto, cumple su papel -Platón asociaba sabiamente belleza y eros- en el conjunto de la elección personal. Lo propiamente humano es que tal decisión electiva sea para siempre, como signo de madurez, preparada en una educación para el respeto mutuo, la amistad sin fingimiento, la disposición a afrontar juntos -él y ella- las dificultades de la vida tanto como las infaltables alegrías. Entonces cobra sentido la unión sexual de un varón y una mujer.

  En el contexto de una recta antropología, de una idea completa del ser humano en la que se asume su realidad biológica y psicológica, es fácil comprender que el acto sexual tiene una doble finalidad: es unitivo y procreativo. El gesto de la unión corporal acompaña, ratifica e incentiva la unión de las almas. La fornicación lo convierte en una gimnasia superficial y provisoria, propia de parejas desparejas, sin el compromiso de por vida que integra la expresión sexual en el conjunto de la convivencia matrimonial, con la apertura a los hijos. Una señal alarmante de deshumanización se manifiesta en el lenguaje: novio-novia, ex novio- ex novia, pareja-ex pareja, ya no marido y mujer, esposo y esposa; aquello debe llamarse, en realidad, concubinato. Las consecuencias personales y sociales se pueden percibir en la orfandad afectiva –e incluso efectiva- de tantos niños y adolescentes y la cantidad superior de abusos que se registra precisamente en el interior de esas formas de “rejunte”, que no son verdaderas familias. Además la generalización de las relaciones sexuales entre adolescentes no permite augurar nada bueno. Comienza cada vez más temprano la banalización del sexo.

  La finalidad procreativa del acto sexual es frecuentemente bloqueada, de modo expreso, intencional, en las fornicaciones ocasionales, pero también en la convivencia marital. El negocio de los anticonceptivos ha ocultado la sabia disposición de la naturaleza, que ordena en la mujer los ritmos de fertilidad. Todo ha sido bien hecho por el Creador, y el capricho humano se niega a utilizarlo, lo burla a su placer. La misma etimología lo esclarece de manera indiscutible: “genital”, “generación”, “génesis” integran una familia de palabras; en griego, en latín y en castellano: los órganos genitales y su uso sirven para dar origen a un nuevo ser.

  Existe además –no lo olvidemos- la fornicación “contra naturam”, ahora avalada por las leyes inicuas que han destruído la realidad natural del matrimonio y que se fundan en la negación del concepto mismo de naturaleza y de la noción de ley natural. La razón comprende que el cuerpo del varón y el de la mujer se ensamblan complementariamente porque están hechos el uno para el otro; y también sus almas. La discriminación de los antidiscriminadores ha llegado a límites inconcebibles, como el de negar el derecho de los niños a ser criados y educados por un padre y una madre; así se ha visto en la entrega en adopción de niños a “matrimonios igualitarios”. Los enciclopedistas anticatólicos del siglo XVIII se horrorizarían de semejante atentado a la razón.


CULTURA DEL DESENFRENO

  El laborioso remedio de una cultura fornicaria, del desenfreno, “akolasía” como lo llama Aristóteles, es la “sofrosyne”, la templanza, según el mismo Filósofo lo explicaba en el Libro III de su Ética a Nicómaco varios siglos antes de Cristo. Para nosotros, cristianos, a la destemplanza del incontinente la sana una especie concretísima de la templanza que se llama castidad. Aquel gran pensador observaba que hay algo de infantil, por la irreflexión, en el desenfreno, en la intemperancia; y añadía además que “se da en nosotros no en cuanto somos hombres, sino en cuanto animales”. Lo propiamente humano es que la potencia sexual y su actuación se integren armoniosamente a la riqueza de la personalidad, y que ese ejercicio se desarrolle en el orden familiar. Es éste el logro de la virtud.

  Tengo pleno respeto por las personas concernidas en todo lo que he dicho, y comprendo con cercanía y afecto sus conflictos, pero no puedo dejar de proclamar la verdad. Mal que le pese al INADI, si se entera.



(*) Arzobispo de La Plata
Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas


Visto en: El día



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lunes, 22 de agosto de 2016

Los Riesgos de la Tecnología (Video) - Antonio Caponnetto


Los Riesgos de la tecnología



  Primera conferencia brindada por el Prof. Dr. Antonio Caponnetto en Tucumán el 13 de Agosto de 2016.







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miércoles, 17 de agosto de 2016

Independencia y Nacionalismo (Novedad Editorial) - Antonio Caponnetto



 De Próxima aparición:

En el mes de septiembre saldrá el nuevo libro del Prof. Dr. Antonio Caponnetto, “Nacionalismo e Independencia”



Reproducimos a continuación fragmentos del prólogo del mismo


SE NECESITA UN PROLOGUISTA

     Por si a alguno pudiera interesarle el dato –y no veo a quién– diré que llevo confeccionados más de cuarenta prólogos, todos ellos por expreso pedido de los autores o de los editores, que con inusitada generosidad me confiaron la presentación o introducción a las obras propias, o a la de ciertos escritores prestigiosos que oportunamente publicaban.


     Excepto a un conocido diariucho de las izquierdas nativas –que me supone un prologuista serial o me imagina sin nada que hacer como para andar ofreciéndome en esos arduos menesteres de preambulero– la verdad es que a nadie se le ocurrió objetar esta labor que impensadamente me sobrevino. Antes bien, constituye para mí, y para los hombres de sentido común, un legítimo motivo de satisfacción, pues es fácil deducir que quien pide a alguien un encabezamiento a su obra es porque tiene por atendible o confiable cuanto pueda decir sobre la misma. Dejo constancia con gratitud.


     No me ha pasado lo mismo con mis libros. Salvo por alguno de ellos, en general han salido sin cabeceras ni proemios. Y no ha sido por falta de apego a esta amable y hasta necesaria costumbre de contar con un presentador o anfitrión. Al contrario. Ha sido, y con veracidad lo confieso, para no andar suponiendo que lo mío merecía movilizar los esfuerzos exortativos de un tercero. Y después, con el paso de los años, para no involucrar a otros en el delicado brete de tener que ponderar sin ditirambos o disentir sin descalificaciones, o adherir a posturas tenidas por extremas para el mundo o quedar asociado a quien suele tomárselo por ultramontano.


     Admito sin embargo que, con este pequeño ensayo, me hubiera gustado hacer una excepción. Como todavía estoy a tiempo, apuntaré las condiciones o los requisitos que debería tener el candidato a prologuista.


     En primer lugar debería ser un español que entendiera que aquello llamado aquí Nacionalismo Católico –y con total prescindencia de las miserias y fragilidades de quienes lo componemos– no es una posición que tenga relación frontal alguna con la Modernidad ni con la Revolución. A ambas categorías cosmovisionales les tiene declarada la guerra.


     Debería entender asimismo que si decimos, por ejemplo, con Dionisio Ridruejo: “¡España, España, resuene siempre para mí tu nombre!”, es porque sentimos y experimentamos hacia ella un amor filial, que sobrepasa cualquier composición retórica, cualquier formalismo vacuo, para clavarse en los ijares del alma y llevarnos al trote hacia la madre. Algo entrevió al respecto Juan Ramón Jiménez:

“¡Patria y alma!
Una abriga a la otra,
como dos madres únicas
que fueran hijas de ellas mismas
en turno de alegrías y tristezas”.


     Por este amor filial fidedigno y probado, nos desconsuelan sus aflicciones y nos causan fruición sus victorias. El desmembramiento del Imperio Hispanoamericano, obra fundacional de Santa Isabel de Castilla, es tenido por nosotros entre los desconsuelos de la Madre España. Que el duelo se lo hayan causado sus monarcas pérfidos que no su prole fiel, es cuestión que también debe entenderse. Enjúguense las lágrimas maternas, pero no se nos tenga por causantes de las mismas. Cúbranse las desnudeces de un progenitor ajumado, pero la embriaguez no se la provocaron estas manos meridionales y americanas. Como fuere, es imposible estar de verbena cuando una madre gime. Ni vemos que un río que fue arrancado de su álveo, pueda gozarse en el desmadre, aunque le haya sido necesario para sobrevivir hallar un cauce propio.


     El segundo requisito que le pedimos a nuestro potencial prologuista, es que, de ser argentino, y para más señas nacionalista, comprenda que una cosa es la independencia “de todo poder extranjero”, y otra la de España. Si la primera es un deber que tenemos para poder llamarnos dignos del suelo que nos alberga y que a la vez tutelamos, la segunda fue un derecho que nos correspondió ejercer hace doscientos años, como el que posee quien por amor al trigo lo separa de la cizaña. La España ante la cual ejercimos este derecho estaba encizañada y tóxica; “empiojada” dice Castellani. Desontologizada, si se nos pide un tecnicismo. Un hombre de bien celebra el deber cumplido –si lo cumple– y practica austeramente sus legítimos derechos, sin sombras de alardes o vacuas prepotencias. Puede darse el caso de derechos que se pongan en práctica aunque acarreen tantas tempestades como calmas; y a veces, más las primeras que las segundas.


     Ante la independencia de España no cabe ni un complejo de culpa ni otro de grandeza. Pero es ahora entonces donde doy por enunciado el tercer requisito para mi imaginario prologuista. Ningún argentino aquí nacido puede dejar de reconocer que ésta es su nación; esto es, su lugar de nacimiento. Pretenderse aún así español de raza, nacionalidad, geografía o carne, es impropio, por decir lo menos. Y desde tamaña impropiedad acusar a nuestros criollos independentistas de traición, o de desarraigados y desertores a quienes nos alineamos en la criollidad es, por lo pronto, un abuso y un capricho.


     No existe el pasado de lo que soñamos que fue. Existe el pasado de lo que en realidad sucedió. Y lo que sucedió y advino es la patria argentina, que si se deja de lado la estulticia de darla por nacida en 1810 o 1816, no sólo no entra en colisión con la Hispanidad, sino que es su condición sine qua non para que la tengamos por patria, en lo que esta palabra exige no olvidar: la terra patrum. Más grave es todavía –y lo estamos viendo en algunos– cuando en nombre de un españolismo gentilicio autoadjudicado, se entra en confrontación dialéctica, menospreciando la argentinidad. El mendaz criterio sarmientino parece no querer cerrarse nunca. Bárbaros por hijos de España o por independizarnos de ella. La civilización resulta sernos siempre esquiva en esta tesitura.


     Serenamente argentinos y a la par hispanistas son pues dos cosas perfectamente compatibles que tratamos de vivir y de predicar. Amamos a nuestra nación argentina y amamos a la Hispanidad sin la cual aquélla no se explica ni se intelige. Y ya no es necesario demostrar que la Hispanidad es más que la misma España física, para constituirse en una sustancia metafísica. Por eso hay hispanistas de todas las latitudes y de todos los linajes. Por eso el germano Nietzsche, la elogió diciendo que ella “había amado demasiado”, y el italiano Croce sentenció la existencia de “l’affannosa grandiosità della Spagna”.


     Somos, pues, lo reiteramos, argentinos e hispanistas. No hablamos del Estado, ni de los Estados Nacionales, ni del principio de las nacionalidades. Hablo en Defensa del Espíritu, diría Maeztu; y de la Tradición, que arranca, por lo menos, en el mandato de Cristo de evangelizar a todos los pueblos. Por eso mismo se nos hace incongruente la posición de aquellos que, por un lado, y asistidos de todas las razones, deslegitiman el republicanismo; más por otro, no trepidan en entrar al juego pecaminoso de su sistema político. No se puede estar en pugna conceptual con los que tumban altares y tronos, y a la vez en connubio pragmatista con ellos.


     Guardamos gratitud hacia nuestros próceres que aunaron ecuestremente ambos amores, a la americanidad y a la hispanidad, y los dos uncidos férreamente a la Cruz. De modo contrario llega nuestro fortísimo rechazo a quienes tuvieron por la barbarie misma a todos los ideales y los fines salidos de la matriz hispana. Menosprecio y olvido para las contrafiguras que ensalzó el liberalismo, cualesquiera fueran sus variantes. Honor para los combatientes de la patria terrena, la que no renuncia a la celeste ni olvida su prosapia. Sobre todo, honor para los que por esa patria así concebida y forjada han dejado sus vidas, como rasgones heroicos que la pampa cauteriza. Que lo diga mejor don Ricardo Molinari:

“¡Ay, Argentina, Argentina,
cuánta sangre arde tus páramos!
Cuántos cuerpos aún penden
vencidos en tus espacios”.


     Le pido un cuarto y último requisito a mi conjetural prologuista. Si quiere descifrar por completo lo que ensayo decir en las líneas que siguen, olvídese de las rivalidades manualísticas con las cuales y mediante las cuales se ha enseñado hasta hoy la historia. Ni papelólogos ni documentalistas ni guiñoles de museos o de archivos nos van a dar la clave exacta de aquello que buscamos. Distinto será el resultado si pedimos el auxilio de la liturgia y del poema.


     Por eso quise ilustrar la tapa de este modesto libro con la Primera Misa en la Argentina. A ver si dejamos de saludarnos “en el día de la patria, buenos días”, cada 25 de mayo o cada 9 de julio. Y si incorporamos en cambio la grande y olvidada fiesta del 1 de abril de 1520: la hostia inaugural izada sobre el territorio argento. Allí está el estreno, el albor, el umbral y el preludio de La Argentina amada.


     De la poesía, decidí ocuparme sin delegaciones. Eximo a los candidatos a prefacistas que se presenten, para que a nadie más se culpe. Y remocé este soneto viejo perpetrado para soñar la esperanza de la patria en el Señor que viene a librar, como Caudillo, el combate definitivo. El que está anunciado en un inquietante texto joánico llamado en griego Apokalipsis:


No es la niebla o el ruido o el ocaso
que ensombrecen la plata de tu nombre,
ni este férreo crepúsculo del hombre
anundando tu forma en el fracaso.


Ayer ancló una nave y en su quilla
traía el Partenón, la luz del Foro,
el pendón de Santiago en gualda y oro
para izarlo en el limo de tu orilla.


Después al Sur, por río sin frontera,
la vieron navegar entre alabardas,
como un galope azul, como un tordillo.


Y ahora dicen que muere en la escollera,
pero hay jinetes, prestas las albardas,
aguardando el regreso del Caudillo.

  
Antonio Caponnetto


Buenos Aires, 12 de agosto de 2016. Día de la Reconquista.


Quienes estén interesados pueden hacer sus pedidos a:
Carlos José Diaz, Tel: (011) 15-6133-4150
katejon@outlook.com


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lunes, 15 de agosto de 2016

El asesinato del General Patton


EL GENERAL PATTON DEVELÓ LA VERDAD SOBRE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, Y FUE ASESINADO POR ELLO


  Descendiente de pioneros norteamericanos, el general George Patton consideraba al nazismo como un mal satánico. Al menos eso era lo que él había oído decir a propagandistas, periodistas y hombres de estado.

George S. Patton
  
  Llegó a Alemania odiándola. Creía que los nazis debían ser castigados. Fue entonces cuando una granjera alemana que vivía en la vecindad de su cuartel general, acertó a cruzarse en su camino y durante una conversación casual le contó las cosas que ocurrían detrás de “la villa del comandante”, o sea la casa de general.
  
  La granjera describió cómo la leche destinada a las ciudades era vaciada en las calles por la policía militar por orden de los muchachos de Henri Morgenthau; cómo, no ya los nazis sino los soldados alemanes comunes eran detenidos en atestados campos de internación simplemente porque cumplían con su deber; cómo los trabajadores habían sido expulsados de sus casas a causa de los sentimientos vengativos de los antiguos huéspedes de los campos de concentración, y cómo los médicos judíos en los hospitales recomendaban que cada cuarto bebé recién nacido fuese muerto con una inyección porque no había suficiente leche.
 
  El general Patton se dirigió entonces como caballero andante medieval, para comprobar con sus propios ojos si la historia de la campesina alemana era verdadera o no. Sin manifestar su rango, con uniforme de soldado raso, recorrió gran parte de ese infierno: las prisiones, los campos de internación y los de las prisiones, en donde comprobó por si mimso que aquellos que torturaban a los alemanes y que enseñaban la teoría de la culpa colectiva y pregonaban el castigo colectivo no eran precisamente muchachos norteamericanos.
  
  A partir de ese momento los oficiales del ejército de los Estados Unidos recibieron órdenes estrictas de dar suficiente alimento a los prisioneros de guerra, ya medio muertos de inanición, y se les prohibió derramar en las calles la leche destinada a los bebés.
  
  El general Patton no estaba preparado para llevar a cabo el plan Morgenthau, aunque había luchado por Estados Unidos... y sin sospecharlo, para otros. Pero había otro general dispuesto y deseoso de cumplir con dicho plan: su nombre era Dwight Eisenhower.

  En Checoslavaquia, en 1945, los tanques del general Patton habían penetrado hasta Pilzen, a 50 kilómetros de Praga, pero Eisenhower les ordenó que se retiraran. Todo el país fue abandonado para que lo ocuparan las tropas comunistas. El general Sergei Bunyachenko, ruso anticomunista, encabezaba 23.000 soldados rusos que no quería regresar a la URSS, y al saber el repliegue de Patton se retiraron tras él. Pero Eisenhower ordenó que fueran entregados a la URSS. Muchos se suicidaron.
  
  El militar ruso Andréi Vlásov, ex comandante del 2º ejército soviético había combatido un año contra los alemanes. Luego fue derrotado y capturado. En Alemania formó unidades rusas de voluntarios y al terminar la guerra se presentó al cuartel del general Patton, comandante del tercer ejército norteamericano, a pedir asilo. El general Patton gestionaba que a los rusos anticomunistas no se les obligara a regresar a la URSS. Entonces Eisenhower le dijo que le enviara al general Vlasov a su cuartel general, pero en el camino fue entregado a la NKVD. Poco después lo degollaron en la URSS y pasearon su cabeza clavada en un palo.

  En el territorio alemán no ocupado por los soviéticos había cinco millones de rusos que no quería regresar a la URSS. No solo eran prisioneros, sino familias enteras, madres e hijos. Eisenhower le ordenó al general Alexander Patch, comandante del 7º ejército, que entregara a todos esos rusos al Ejército Rojo.
 
  Al general Patch le pareció aquello tan cruel que le pidió a Eisenhower que le diera dicha orden por escrito. Y Eisenhower le ordenó el 20 de diciembre de 1945: “Todos los ciudadanos soviéticos deben ser repatriados sin preguntar si lo desean, y usando en caso necesario la fuerza”.
  
  En muchos casos, efectivamente, fue necesario usar tanques contra aquellos desventurados que se negaban a regresar al paraíso comunista.
  
  El general George S. Patton era uno de los militares más distinguidos de Estados Unidos. Interpretando el sentir de muchos compañeros suyos, reprobó esa extraña complicidad con el marxismo, y dijo:

  “Yo me sorprendo de los que dirían los muertos cuando supieran que por primera vez en siglos nosotros hemos abierto la Europa central a las fuerzas de Gengis Kahn. Yo me pregunto cómo se sentirían ellos ahora al saber que no habrá paz en nuestros tiempos y que los americanos, aun los no nacidos todavía, tendrán que pelear con los soviéticos mañana, o diez, quince o veinte años a partir de mañana”.


  El general Patton se opuso a los abusos cometidos a nombre de su patria, y amenazó públicamente con traspadarse a América y hacer oír su voz al verdadero pueblo americano, informándole las infamias cometidas a la sombra de la bandera americana.

  No era posible condenar al “caballero de las divisiones blindadas” en Nuremberg, y por lo tanto se condenó a Patton entre bambalinas, y se lo sentenció a muerte. Pero las personas que lo juzgaron eran las mismas que habían condenado a los líderes alemanes en Nuremberg.
  
  A pesar de que el hecho ha sido acallado, hoy es bien sabido que, por orden de los agentes de la C.I.C. (Counter Intelligence Corps), un automóvil “norteamericano” chocó al del general Patton. Como resultado de ese “accidente”, el general Patton quedó herido. El general fue trasladado rápidamente a una ambulancia, pero con tanta mala suerte, que camino al hospital la ambulancia fue “accidentalmente” embestida por un pesado camión “norteamericano”, y esta vez murió el general. En ese momento algo desapareció de su bolisillo: algo que los “ganadores de la guerra” temian, y con mucha razón:

  “¡Tengo un pequeño libro negro!” –había dicho el general-, “y cuando vuelva a los Estados Unidos haré explotar la bomba”.



Visto en: Miles Christi



Nacionalismo Católico San Juan Bautista

Conferencia Dr. Caponnetto 13/08/2016 Tucumán



  Agradecemos a quienes hicieron posible la disertación del Dr. Antonio Caponnetto en Tucumán, especialmente a Viviana del Círculo de Magisterio, a los amigos de NCSJB, a nuestras familias, a la Librería Santiago Apóstol y a quienes asistieron y colaboraron para que dicho ciclo de conferencias fuera posible.

  Terminada la edición de los videos, procederemos a subirlos en la red para compartirlos con nuestros muy apreciados lectores.










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miércoles, 10 de agosto de 2016

Conferencia de Antonio Caponnetto en Tucumán

  


Sábado 13 de Agosto
Círculo de Magisterio Tucumán
Las Heras 25 
San Miguel de Tucumán



18.00 hs. Los riesgos de la tecnología en la Educación
 Prof. Dr. Antonio Caponnetto


19.00 hs. La manipulación mediática de las masas
Augusto TorchSon


20.00 hs. La falsificación del "Fin de los tiempos"
Prof. Dr. Antonio Caponnetto




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martes, 9 de agosto de 2016

Si perdemos el dogma, perdemos nuestra alma – P. Nicholas Gruner


 

  San Juan Eudes explica que los castigos más terribles que Dios puede enviar a su pueblo son para los malos sacerdotes (lo que obviamente incluye a los malos obispos, Cardenales e hasta incluso a un Papa). He aquí lo que dice San Juan Eudes:

“La marca más evidente de la ira de Dios y de los castigos más terribles que el puede infligir al mundo se manifiestan cuando El permite a Su pueblo caer en manos de un clero en el que hay sacerdotes más en el nombre que en los hechos, sacerdotes que practican la crueldad de los lobos feroces más que la caridad y afecto de los pastores devotos...

“Cuando Dios permite tales cosas, es una prueba positiva que Él está profundamente enfadado con Su pueblo, y está (descargando) Su más espantosa cólera sobre ellos. Por eso El pregona incesantemente a los cristianos, Volved, oh vosotros, hijos rebeldes... Yo os daré pastores según Mi corazón. (Jer. 3:14,15). Por eso, las irregularidades en la vida de los sacerdotes constituyen un flagelo sobre el pueblo a consecuencia del pecado”.

  Como está documentado en La última batalla del diablo  y en algunos otros lugares, nosotros tenemos la infiltración de toda clase de gente corrupta dentro del sacerdocio. Es obvio que Dios está muy enfadado con Su pueblo a causa de todos los malos sacerdotes que nosotros vemos en la Iglesia, más visiblemente por los escándalos clericales.

  Debemos recordar que Dios nos envía castigos y expiaciones y advertencias en esta vida, como apunta San Alfonso, para que prestemos atención a sus advertencias mientras aún haya tiempo, antes que sea demasiado tarde para nosotros. Los escándalos en el clero son signos claros que Dios alcanzó sobradamente el límite de sus advertencias. Ese tiempo ha llegado a su fin; nosotros al menos debemos tenerlo en cuenta haciendo penitencia por nuestros pecados y rezando muy fervientemente pidiendo a Dios gracia y misericordia en este tiempo, para nosotros al igual que para todos aquellos encomendados a nuestro cuidado. Pero esos escándalos no están limitados a los sacerdotes y obispos corruptos. Peor aún es la corrupción de nuestra Fe Católica por los supuestos “defensores de la Fe”. Aquellos que pretenden que el “Magisterio viviente” tiene prioridad sobre las definiciones dogmáticas infalibles, inmutables, y están descarriando incontables almas hacia el infierno.

  La perversión de sacerdotes, obispos y Cardenales que nos dicen que no hay necesidad de convertir a los no creyentes a Fe Católica8  es una perversión mayor que la pedofilia – tan horrible como es la pedofilia. La herejía – incluso si es promovida por Cardenales del Vaticano, incluso si ésta fuera implícita o explícitamente respaldada por el Papa – no cambia un ápice la perversidad de tales enseñanzas. Aquellos quienes defienden esas enseñanzas del “Magisterio viviente”, o bien ha perdido su Fe, o han sido completamente ignorantes de todos esto durante todas sus vidas. Pero su ignorancia no necesariamente los excusa del pecado grave en esta materia. 

  La Fe Católica – el depósito de la Fe transmitido a nosotros por Jesucristo en el que todos los católicos deben creer para salvar su alma – nos enseña entre otras cosas que:

    1) Dios es el autor de nuestra Fe.

    2) Se debe creer en Dios porque Él nos enseña la Verdad.

  – Como Dios es omnisapiente, Él no puede equivocarse o o tener solo una parte de la
Verdad;

  – Como Dios es todo santo, Él no nos puede mentir. Él puede permitir que seamos engañados porque nosotros no amamos la verdad, pero Él no puede mentirnos.7

    3) Desde que Dios nos dice la verdad y como todos y cada uno de los artículos de la Fe son ciertos porque Dios los ha revelado, se sigue que:

    a) Lo que fue cierto en el 33 aD. es también es cierto en el 2003 a.D.

    b) Lo que fue definido como verdadero por la Iglesia

    • en  325 a.D. en Nicea
    • en  1438-45 a.D. en Florencia
    • en  1545-1565 a.D. en Trento
   • en  1870 en el Vaticano I

todavía es cierto hoy.

  Eso es, que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y para siempre. Así, cuando el Concilio de Florencia define que ni los judíos, ni los herejes, ni los cismáticos entrarán en el Reino de Dios a menos que se arrepientan de su error antes de morir, luego eso es verdad para todos los tiempos.

  Sin embargo se alza la objeción: Pero si un Papa posterior dice algo diferente, dice lo opuesto, ¿no es él también Papa? ¿No tiene la misma potestad que un Papa anterior? ¿Cómo entonces puede ir usted por mal camino siguiendo a un Papa posterior que contradice a un Papa anterior?

  Por supuesto, lo primero que debemos hacer es determinar si el Papa posterior o incluso el Papa actual, dicen algo que contradice explícitamente la enseñanza solemne infalible de un Papa anterior. Pero si en realidad es así, el Papa posterior está equivocado. La razón es que la función del Papa no es inventar nuevas doctrinas, no enseñar nuevas doctrinas, sino transmitir el Depósito de la Fe revelado por Dios, y defender y explicar el Depósito de la Fe. El Concilio Vaticano Primero enseña:

“Los Romanos Pontífices, por su parte, según lo persuadía la condición de los tiempos y las circunstancias, ora por la convocación de  Concilios universales o explorando el sentir de la Iglesia dispersa por el orbe, ora por sínodos particulares, ora empleando otros medios que la divina Providencia deparaba, definieron que habían de mantenerse aquellas cosas que, con la ayuda de Dios, habían reconocido ser conformes a las Sagradas Escrituras y a las tradiciones Apostólicas; pues no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la Fe.”  (Dz. 1836; D.S. 3069-3070)

  Así, una vez que un Papa ha enseñado que algo es parte del depósito de la Fe, nosotros sabemos que es verdaderamente la Verdad que Dios mismo ha revelado.

  Y como la primera cualidad de la verdad es que no puede contradecirse, entonces nosotros sabemos que un Papa posterior no puede venir y enseñar una nueva doctrina. Si él lo hace, la nueva doctrina no puede ser verdadera, porque es contraria a lo que Dios enseñó y confirmó por una definición anterior.

  Por eso, no puede haber un “Magisterio viviente” que pueda venir y enseñar una nueva doctrina en nombre de Dios. Porque Dios es el autor de la Verdad y no de la falsedad. Y Dios no puede y no podría enseñar una mentira en lugar de la verdad, no podría Dios mandar a alguien creer una mentira. Ni Dios podría autorizar, o incluso imaginar autorizar a alguien a enseñar una mentira como si esta fuera la verdad.

  Por lo tanto, tal “Magisterio viviente” está intentando apoderarse de la autoridad de Dios para enseñar, usurpando el verdadero, real y auténtico Magisterio.

  Ahora, el verdadero escándalo es que hoy hay hombres de Iglesia, altamente ubicados incluso en el Vaticano, que enseñan herejía y que pretenden falsamente que esa es la verdad y claman que eso es lo que la Iglesia Católica oficialmente, magistralmente enseña. Pero ellos, sin embargo, están enseñando herejía. Nosotros conocemos eso porque sabemos por la Fe Católica y divina que incluso un Papa no puede cambiar el Dogma Católico. Nosotros sabemos eso porque tenemos la definición solemne, infalible del Concilio Vaticano Primero que dice:

“Así, pues, Nos, siguiendo la tradición recogida fielmente desde el principio de la fe cristiana, para gloria de Dios Salvador nuestro, para exaltación de la fe católica y salvación de los pueblos cristianos, con aprobación del sagrado Concilio, enseñamos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra – esto es, cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y costumbres debe ser sostenida por la Iglesia universal – por la asistencia divina que le fue prometida en la persona del bienaventurado Pedro, goza de aquella infalibilidad de que el Redentor Divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la definición de la doctrina sobre la fe y las costumbres; y, por lo tanto, que las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por si mismas y no por el consentimiento de la Iglesia. Y si alguno tuviere la osadía, lo que Dios no permita, de contradecir a esta nuestra definición, sea anatema.”  (Dz. 1839-1840; D.S. 3073-3075)

  Desde que las definiciones dogmáticas son infalibles – esto es, desde que estas no pueden fallar al enumerar lo que la verdad precisa que Dios mismo está aprobando, garantizando – luego tales definiciones no pueden ser cambiadas, no pueden ser reformadas. Estas son irreformables. Estas no pueden ser reformadas por un sacerdote, un obispo, un Cardenal, todo un Concilio o incluso por el mismo Papa, el presente o cualquier Papa futuro. Esto es lo que la Iglesia enseña. Si una persona no cree esto, ya no es más católica – ya ha sido separada, excomulgada, puesta fuera de la Iglesia por su herejía.

  Por eso, usted puede ver que nosotros necesitamos recuperar las definiciones dogmáticas de la Iglesia Católica. Nosotros debemos recuperarlas en nuestras mentes y en nuestros corazones, en nuestro pensamiento diario, en nuestro lenguaje y en nuestras acciones. Nosotros debemos aferrarnos a nuestra Fe toda e íntegra. Nosotros no debemos permitirnos perder nuestra Fe Católica dogmática, aún si sacerdotes, obispos y Cardenales pretendan que el Papa concuerda con ellos. Aunque un Papa contradijera la Fe, nosotros debemos tomar la actitud que nos enseñara la Iglesia Católica de todas las edades. Nosotros debemos seguir lo que enseñaron los Doctores de la Iglesia. Esos santos fueron convertidos en Doctores porque la Iglesia nos dice que sus doctrinas fueron ciertas; que nosotros podemos estar seguros siguiendo sus enseñanzas.

  San Roberto Belamino, Doctor de la Iglesia, enseñó en su obra sobre el Romano Pontífice, que incluso el Papa puede ser reprendido y resistido si amenaza hacer daño a la Iglesia:

“Tal como es lícito resistir al Pontífice que agrede el cuerpo, también es lícito resistir a quien agrede las almas o quien altera el orden civil, o, sobre todo, a quien intenta destruir la Iglesia. Digo que es lícito resistirlo, no haciendo lo que él ordena y evitando que se ejecute;  no es lícito, sin embargo, juzgarlo, castigarlo o deponerlo, ya que esos actos son propios de un superior.”

  Igualmente, el eminente teólogo del Siglo XVI, Francisco Suárez (a quien el Papa Paulo V erigió como Doctor Eximius et Pius, es decir “excepcional y pío Doctor”) enseñó como sigue:

“Y de esta segunda manera el Papa podría ser cismático, si él no estuviera dispuesto a estar en unión normal con todo el cuerpo de la Iglesia, como podría ocurrir si intentara excomulgar a toda la Iglesia, o como observaron Cayetano y Torquemada, si él quisiera trastornar los ritos de la Iglesia basados en la Tradición Apostólica.  ...si [el Papa] da una orden contraria a las rectas costumbres (a la moral), él no debería ser obedecido; si él intenta hacer algo manifiestamente opuesto a la justicia y al bien común, será legítimo resistirlo;  si él ataca por la fuerza, por la fuerza él puede ser repelido, con una moderación apropiada a una justa defensa.”

  Incluso el Papa puede ser legítimamente resistido cuando emprende acciones que pudieran dañar a la Iglesia. Muy simplemente, como declaró el Papa San Félix III: “no oponerse al error es aprobarlo; y no defender la verdad es suprimirla”. Los miembros del laicado y el clero de bajo rango no están exentos de ese mandato. Todos los miembros de la Iglesia están sujetos a él. Nosotros tenemos, por lo tanto, el deber de hablar claro. 

  Santo Tomás afirmó que si la Fe está en peligro a causa de lo que dice un obispo o incluso un Papa, el prelado debe ser reprendido en público para salvaguardar la Fe. Basándose en la Sagrada Escritura – Galatas 2:11 – Santo Tomás de Aquino, el gran Doctor de la Iglesia, dice:

“Debe observarse, sin embargo, que si la Fe fuera puesta en peligro, un sujeto debe reprender a su prelado, incluso públicamente. Por lo tanto Pablo, quien estaba sujeto a Pedro, lo reprendió en público, a causa de inmimente peligro de escándalo concerniente a la Fe, y, como la glosa de Agustín dice en Galatas 2:11, ‘Pedro dió un ejemplo a los superiores, que si en cualquier momento ellos pudieran estar descarriados del recto camino, ellos no deberían descartar ser reprobados por sus súbditos.’”


  Nosotros debemos preservar el dogma de la Fe. En la Gran Apostasía, un gran número de personas perderán su camino a causa de no preservar el dogma sacrosanto de la Fe en sus mentes, en sus corazones y en sus almas.

  Tampoco olvidemos tener en cuenta las palabras de Nuestro Señor Jesucristo a la Hermana Lucía de Fátima: “Rezad mucho por el Santo Padre”.




Articulo completo: Fatima Crusader



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