San Juan Bautista

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miércoles, 26 de abril de 2017

El Anticristo y la Parusía – P. Leonardo Castellani


 
Las Dos Bestias

      Cuando la estructura temporal de la Iglesia pierda la efusión del Espíritu y la religión adulterada se convierta en la Gran Ramera, entonces aparecerá el Hombre de Pecado y el Falso Profeta, un Rey del Universo que será a la vez como un Sumo Pontífice del Orbe, o bien tendrá a sus órdenes un falso Pontífice, llamado en las profecías el “Pseudoprofeta”.

     Poco ha el Presidente Truman y el Rey de Inglaterra decretaron el Día de Acción de Gracias a Dios, porque les concedió la victoria en esta guerra, como era su deber concedérsela, desde el momento que peleaban por Dios mismo, como antes habían ellos mismo infaliblemente definido ex cathedra.

     Si esto no es ejercer funciones de Sumo Pontífice a la vez que de reyes, que venga Dios y lo diga. Ahora bien; así será también en el Fin del Tiempo, pero en forma mucho más universal y compulsiva, cuando aparezcan la Bestia del Mar y la Bestia de la Tierra.

     El Anticristo será a la vez una corporación y una persona individual que la encarnará y la gobernará.

1) Una corporación, porque eso dice la definición que de él formula San Juan (I Carta, IV,3), a saber “spiritus qui solvit Jesum”, “espíritu de apostasía”: y decir un espíritu es decir un modo de ser que informa a cantidad de personas.

2) Un individuo, porque San Pablo ( II Tesal, II,3-4) lo llama: “el hombre de pecado, el inicuo, el hijo de la perdición, que contraría y se levanta contra todo cuanto se dice Dios o culto, hasta llegar a sentarse en el templo de Dios, presentándose como Dios”.

     Este último texto es imposible de aplicar a un cuerpo colegiado de individuos, como la masonería o el filosofismo del siglo XVIII...

  

     … El Anticristo es probablemente el filosofismo del siglo XVIII, prolongación de la seudoreforma protestante y precursor de ésta nueva religión que vemos formándose hoy día ante nuestros ojos, llámese como se quiera (modernismo, aloguismo, antropolatría) que será sin duda la última herejía, pues no se puede ir más allá en materia de herejías. Y el Anticristo será también un hombre singular, dado que todo espíritu objetivo no existe ni actúa sino encarnado, y todo gran movimiento histórico suscita un hombre. Todo gran movimiento sociológico suscita y reviste una gran cabeza para ser formado; como, por ejemplo, Mussolini creó y a su vez fue criatura del nacionalismo italiano

  

El Advenimiento - ¿Está cerca la Parusía?


     El autor del Apokalypsis afirma que la Parusía (o sea la presencia justiciera de Cristo en la historia humana) está cerca; desde el comienzo, en que titula al libro Revelación de El que está cerca, hasta el final, donde dice: “Vengo pronto”; y también: “He aquí que estoy a la puerta y llamo. Aguanta un poco. Vengo ya”.

     ¿Vengo ya? Esta expresión desconcertante, piedra de tropiezo de los incrédulos de hoy – y de siempre -, se verifica de tres maneras. Trascendental, mística y literal.

1) Trascendentalmente. El período de los últimos días (o sea el tiempo de la revelación cristiana entre la Primera y la Segunda Venida) será muy breve, comparado con la duración total del mundo.

     Una antigua tradición hebreocristiana, muy respetable, asigna a “éste siglo” (al ciclo adámico, desde Adán al Juicio Final) una duración de siete milenios, correspondientes a los siete días de la creación, porque “para Dios mil años es como un día” (Salm.LXXXIX,4; II Petr.III,8), correspondientes a dos milenios a la Ley de la Natural, dos milenios a la Ley Mosaica y dos milenios a la Ley Cristiana; y el último milenio, el Domingo, a la trasformación feliz del universo en el Trono del Verbo (“Yo haré nuevos cielos y nueva tierra”) mediante la acción parusíaca.

     Así, pues, en un sentido trascendental Cristo pudo decir con verdad que su Segunda Venida estaba cerca.

2) Místicamente. Todos los hombres, no menos que las naciones, estamos cerca del juicio a causa de la muerte, la cual puede sobrevenir en cualquier momento; y sobreviene siempre a la eterna ilusión y distracción humana de un modo inesperado. La pedagogía de Cristo en todo el Evangelio es alertar continuamente al hombre acerca de la muerte inminente e imprevista. “Necio, esta noche misma te pedirán el alma. Lo que has rejuntado ¿para quién será?”.

     Nuestra experiencia nos enseña que aun en los viejos achacosos y enfermos desahuciados, la muerte los sorprende de repente: en el sentido de que no la esperan; y ¿quién le va a esperar? Un santo religioso hemos visto morir, el cual se enfurruñó cuando el Superior le habló de los últimos sacramentos. “Yo no soy hombre de morir sin sacramentos – dijo -; pero estos superiores jóvenes son tan precipitados, que apenas uno sufre cualquier cosita, ya se descuelgan con los Santos Oleos”. Los recibió, sin embargo, porque era dócil; y esa misma tarde estaba muerto.

     Pues bien: lo mismo será en el fin, igual que en los tiempos del Diluvio: los hombres comprarán, venderán, harán política, se casarán y engendrarán hijos; y como el relámpago que surge en el Este y en el mismo instante está en el Oeste, así será la venida del Hijo del Hombre. Lo sensato, pues, es pensar el fin siempre cerca, porque de hecho puede ser hoy mismo, cuando estamos sin aceite en el candil, como les pasó a las Vírgenes Insensatas; debemos pensarlo cerca, pero no como cosa cierta – lo cual paralizaría la actividad humana, como les pasó a los Tesalonicenses -, sino como cosa posible, prevista y esperada. Y también santamente deseada. ¡Ven, Señor Jesús!

3) Literalmente. Se cumplió en seguida la profecía en la destrucción de Jerusalén, y luego en el derrumbe del Imperio Romano étnico, los dos typos en del fin del siglo, o sea del término del ciclo, que usaron Jesucristo mismo y el discípulo amado: se cumplió en su primera fase para los oyentes del Mesías; y se cumplirá quizás en su forma completa para nosotros, que pensamos menos en el Fin del Mundo que los primeros cristianos. ¡Y, sin duda, estamos más cerca que ellos!

     Porque el drama de la Historia se desenvuelve en planos escalonados, como todo drama se desenvuelve en escenas que contienen todas la misma idea fundamental, a desplegar en el desenlace. Y así todas las grandes caídas de los imperios perseguidores de la Iglesia, las grandes resurrecciones triunfales del cristianismo y las grandes barreduras que hace Dios de razas enteras apóstatas o degeneradas, se pueden considerar como realizaciones parciales y figurativas de la Presencia (paraousía) de Cristo en la Historia y de su Revelación (apokalypsis) definitiva.


 P.Leonardo Castellani – Cristo ¿Vuelve o no vuelve? – Ed. Dictio. Págs. 35-36, 46,49-51.



  

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domingo, 23 de abril de 2017

El Misterio de Iniquidad y la Meretriz Magna – P. Leonardo Castellani



El Misterio de Iniquidad


     El Misterio de la Iniquidad es el odio a Dios y la adoración del hombre. Las Dos Bestias (del Apocalipsis) son el poder político y el instinto religioso del hombre vueltos contra Dios y dominados por el Pseudo Cristo y el Pseudoprofeta. El Obstáculo es, en nuestra interpretación, la vigencia del Orden Romano. La Gran Ramera es la religión descompuesta y entregada a los poderes temporales, y es también la Roma étnica, donde este Misterio de Iniquidad se verificó por vez primera, a los ojos deslumbrados de Juan el último Apokaleta.


     La adoración del hombre con el odio a Dios ha existido siempre. “Ya funciona el Misterio de Iniquidad – dice San Pablo a los de Tesalónica -; solamente está sujetado, y vosotros sabéis cual es el Obstáculo”.


     El Misterio de Iniquidad es el principio de la Ciudad del Hombre, que lucha con la Ciudad de Dios desde el comienzo; es la raíz de todas las herejías y el fuego de todas la persecuciones; “es la quietud incestuosa de la criatura asentada sobre su diferencia específica”; es la continua rebelión del intelecto pecador contra su principio y su fin, eco multiplicado contra su principio y su fin, eco multiplicado en las edades del “No serviré” de Satanás.


     La cúspide del Misterio de Iniquidad es el odio a Dios y la adoración idolátrica del Hombre.


     El Misterio de Iniquidad tiende a corporizarse en cuerpo político y aplastar a los santos. Él fue quien condenó a Sócrates, persiguió a los profetas, crucificó a Jesús, y después multiplicó los mártires; y él será quien destruya la Iglesia, cuando, retirado el Obstáculo, se encarne en un hombre de satánica grandeza, plebeyo genial y perverso, quizá de raza judía, de intelecto sobrehumano, de maldad absoluta, a quién Satán prestará su poder y su acumulada furia.


     La Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, obstaculiza esa manifestación y la reduce, apoyada en el orden humano que el Imperio Romano organizó en cuerpo jurídico y político; pero llegará un día, que será el fin de esta edad, en que desaparecerá el Obstáculo. El Espíritu Santo abandonará quizá este cuerpo social histórico, llamado Cristiandad, arrebatando consigo a la soledad más total a los suyos, dándoles dos alas de águila para poder volar al desierto. Y entonces la estructura temporal de la Iglesia existente será presa del Anticristo, fornicará con los reyes de la tierra – al menos una parte ostensible de ella, como ya pasó en su historia-, y la abominación de la desolación entrará en el lugar santo. “Cuando veáis la desolación abominable entrar adonde no debe, entonces ya es”.


     ¿Será el reinado de una Antipapa, o Papa falso? ¿Será la destrucción material de Roma? ¿Será la entronización en ella de un culto sacrílego? No lo sabemos. Sabemos que el Apokalypsis, al describir la Gran Prostituta, señala con toda precisión “la ciudad de las siete colinas”: interpretación dada por el mismo Ángel que a San Juan Adoctrina.




La Meretriz Magna



     Su nombre es Misterio, Babilonia magna, Madre de las fornicaciones y abominaciones de la tierra. Está sentada sobre la Bestia Bermeja, llena de nombres de blasfemia que tiene siete cabezas y diez cuernos. Va vestida de púrpura y seda, adornada de joyas, con un cáliz lleno de inmundicia, y ebria de sangre de los mártires de Cristo.


     La tentación de entregarse a los poderes de la tierra, de buscar aquí abajo la salvación del hombre, de adorar el Estado tiránico, es la tentación suprema. En nuestros días ha sido sistematizada racionalmente por un gran filósofo alemán, Hegel. A ella sucumbió la Sinagoga, al exigir un reino temporal; con ella fue tentado Cristo; y es consecuentemente sin cesar tentada la Iglesia.


     Las tres tentaciones que sufrió Cristo no son quizá sino esta tentación misma desenvolviéndose en tres grados. “Si eres Hijo de Dios, haz que estas piedras se conviertan en pan”, es decir, emplea tus poderes religiosos, el poder de hace milagros, en proveer a tus necesidades y adquirir bienes terrenos. ¿No es necesario el pan? ¿No es hecho por Dios? ¿No eres capaz de usar rectamente del pan, sin glotonería? ¿No tienes hambre?


     El historiador Belloc calcula que, al estallar el Protestantismo en Europa, la Iglesia era dueña en Inglaterra de un quinto de la tierra y un tercio de la renta del país. No eran en general bienes mal ganados,no eran bienes mal administrados en general; pero eran bienes terrenos en demasía y poseídos con demasiado apego. El peso de los bienes hundió a la Iglesia inglesa, fue el instrumento o la ocasión de su ruina. Los bienes de la Iglesia no son el Bien de la Iglesia. A veces, por desgracia, son la cola que arrastra por la tierra, la cola de la cual decía con gracia el santo varón Don Orione: “Algunos eclesiásticos son perros mudos: para soltarles la lengua habría que cortarles la cola”. Así ocurrió, por desdicha, con tantos prelados herejes del tiempo de la Reforma, con Crammer y Mortimer; con tantos apóstatas de la Revolución Francesa, Sieyes y Talleyrand. No tememos reconocerlo. Si no lo reconociéramos, ¿dejaría de ser real por callado o negado?


     La segunda tentación es: “Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo, para que viéndote volar los hombres te adoren”. Es decir: Emplea tus facultades religiosas para conseguir prestigio y poder; para ser conocido, aclamado, obedecido, venerado; para brillar entre los hombres y los pueblos. Si la religión no es reverenciada, si no es obedecida, de poco sirve. ¿Acaso buscas tu propia gloria en eso? Buscas la gloria de Dios, la gloria de la Iglesia, el buen nombre de tu Orden, de tu convento; buscas la honra del Clero, de la Curia, del Pontificado. “¡Muéstrate al mundo!”, como dirán después a Cristo sus parientes y amigos. ¡Asombra a las masas! ¡Haz bajar fuego del cielo! ¡Haz un signo en las nubes! ¡Ven, que queremos coronarte como nuestro Rey!


     El exceso de pompas, aunque sean religiosas; de ceremonias, de exterioridades, de propaganda, como dirían hoy; la excesiva obsecuencia de la ciencia y sus artilugios, el apego a los instrumentos temporales pesados, el aseglaramiento y amundanamiento de la actividad religiosa, la burocracia eclesiástica excesiva o inerte, los sacerdotes funcionales y no carismáticos, la agitación y el sacramentalismo, en lugar de la contemplación; en suma, lo que llama Péguy “el descenso de la mística a la política”, constituye en la Iglesia el fermentum phariseorum que hincha y desvanece la masa, y constituye la segunda tentación.


     La primera tentación fue humana; la segunda farisaica; la tercera es satánica.


     “Todo esto es mío y te lo daré si hincándote me adoras”. Es decir: busca para la religión un reino en este mundo; y búscalo con los medios más eficaces, que son los satánicos. Ahora bien, la Iglesia viadora no es el Reino de Cristo en este mundo, según nuestra opinión, sino el instrumento de congregación de la Esposa de Cristo, para que sea arrebatada con Cristo a Su Venida*. Pero como los judíos cayeron en desear un Rey temporal, así la Iglesia es tentada con el deseo de reinar aquí, como reinan otros reinos. “¡Oh Iglesia, aplasta a los albigenses, quema a los herejes, extirpa a los hugonotes, expulsa a los judíos! ¡Mate un judío!


     Había exceso de presión materia, de coacción gubernativa, de violencia religiosa en suma, lo mismo que un exceso de bienes y de pompas, cuando estalló la Reforma en Europa, según opina Belloc. Esta sería la verdad que el Protestantismo se llevó cautiva, y que nosotros debemos liberar…


     El Cisma Griego ha imputado siempre a la Iglesia Romana haber ya sucumbido a la tentación suprema de conseguir el Reino de Cristo en este mundo por medios terrenales, bastardos y aun perversos. Dostoievski formuló en el terrible apólogo del Gran Inquisidor en Los hermanos Karamazof (libro I, v.5), no en forma categórica, sino dubitativa, esta querella de Oriente al Occidente. Pero sólo al fin de esta edad nuestra, la terrible acusación dará de lleno en el blanco.


     Si sabemos que hasta el fin de este aión la cizaña estará mezclada inevitablemente al trigo, entonces las fimbrias del vestido de la Princesa Prometida serán siempre enlodadas; y su talón mordido por la serpiente. El error de Lutero consistió en ignorarlo, en querer purificar la Iglesia arrancando ahora mismo la cizaña, la cual, según Jesucristo, está reservada al tiempo de la Siega. Y a los Segadores, que no son los hombres.


     Al querer arrancar a destiempo la cizaña, Lutero la desparramó.  





P. Leonardo Castellani – Cristo ¿Vuelve o no vuelve? – Ed. Dictio. Págs. 28-32



 
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viernes, 21 de abril de 2017

Francisco, Teilhard de Chardin y el panteísmo - Alejandro Sosa Laprida





« Como muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia católica y otros no son creyentes, de corazón doy esta bendición en silencio a cada uno de ustedes, respetando la conciencia de cada uno, pero sabiendo que cada uno de ustedes es hijo de Dios[1]. »


En circunstancias normales de la vida de la Iglesia, tamaña declaración, en boca de un dignatario eclesiástico, habría sido ampliamente suficiente para provocar una reacción inmediata y masiva en el mundo católico, a tal punto ella reviste un caracter herético y blasfematorio: estamos ante una manifestación flagrante de indiferentismo religioso acompañado del culto idolátrico de la conciencia humana, en nombre de la cual Francisco decide pasar por alto a las Tres Personas Divinas y omitir la señal de la Cruz, con el pretexto de no « ofender » la conciencia de los no católicos.

Ahora bien, ese culto del hombre y de su conciencia erigida en valor absoluto no es un invento bergogliano, sino que fue proclamado orgullosamente por Pablo VI en el mensaje de clausura del CVII. He aquí sus palabras:

« El humanismo laico y profano ha aparecido, finalmente, en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido, ha desafiado al Concilio. La religión del Dios que se ha hecho Hombre, se ha encontrado con la religión -porque tal es- del hombre que se hace Dios ¿Qué ha sucedido? ¿Un choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. […] Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferidle siquiera este mérito y reconoced nuestro nuevo humanismo: también nosotros -y más que nadie- somos promotores del hombre[2]. »

Este culto del hombre, concebido como un dios en devenir por vía evolutiva, es propio de la gnosis luciferina. Me permito citar aquí un texto poco conocido del cardenal Montini, extraído de una conferencia intitulada Religión y trabajo, pronunciada el 27 de marzo de 1960 en Turín, en el teatro Alfieri, que puede leerse en el volumen de la Documentation Catholique del año 1960, en la página 764, correspondiente al número 133, y publicado el 19 de junio de 1960. Doy la referencia con lujo de detalles para quienes no pudieran dar crédito a sus ojos, y no sin razón, tan sorprendentes resultan las afirmaciones del cardenal Montini.

He aquí las palabras de aquel que tres años más tarde llegaría a ser papa y que promulgaría los documentos revolucionarios del CVII en 1965:

« ¿Acaso el hombre moderno no llegará un día, a medida que sus estudios científicos progresen y descubran leyes y realidades ocultas bajo el rostro mudo de la materia, a prestar oídos a la maravillosa voz del espíritu que palpita en ella?  ¿No será ésa la religión del mañana? El mismísimo Einstein previó la espontaneidad de una religión del universo[3]. »

El espíritu que « palpita » en la materia, la « religión del mañana », que sería una « religión cósmica », una « religión del universo »: aquí están los fundamentos de la gnosis evolucionista teilhardiana, con el culto del hombre en vías de divinización. Como si esto no fuera suficiente, que un cardenal de la Iglesia invoque en materia religiosa la autoridad de un judío socialista que reivindicaba una « religiosidad cósmica » fundada en  la contemplación de la estructura del Universo, compatible con la ciencia positivista y refractario a todo dogma o creencia, es para quedarse atónito.

Cuando en 1929 el rabino Herbert S. Goldstein le preguntó: « ¿cree Ud. en Dios? », Einstein respondió:

« Yo creo en el Dios de Spinoza que se revela en el orden armonioso de lo existente, no en un Dios que se preocupa por el destino y las acciones de los seres humanos[4]. »

Y en una carta dirigida en 1954 al filósofo judío Eric Gutkind, Einstein escribió:

« Para mí, la palabra Dios no es sino la expresión y el fruto de debilidades humanas y la Biblia una colección de leyendas, por cierto honorables, pero primitivas y bastante pueriles. Y esto no lo cambia ninguna interpretación, por sutil que sea[5]. »

Lo que equivale a decir que el Dios de Einstein no es otro que el Deus sive natura del fiósofo judío Baruch Spinoza, que en su doctrina panteísta identificaba a Dios con la naturaleza. Tal es la « religión del universo » que profesaba Einstein y que evoca con admiración el Cardenal Montini en su conferencia, y en quien el futuro pontífice se inspira para vaticinar una « religión del porvenir » destinada a ocupar un día el lugar del cristianismo.

Cuando se piensa que este hombre pronto será elegido Sucesor de San Pedro, y que es él quien más adelante promulgará los documentos novadores del CVII, abolirá la Misa católica, inventará una nueva[6] con la contribución de « expertos protestantes » y modificará el ritual de todos los sacramentos, es de veras como para quedar petrificados...

He aquí otra declaración de Pablo VI que va en la misma dirección, pronunciada durante el Angelus del 7 de febrero de 1971, con ocasión de un viaje a la luna, y que constituye un verdadero himno al hombre en camino hacia la divinización:

« Honor al hombre, honor al pensamiento, honor a la ciencia, honor a la técnica, honor al trabajo, honor a la audacia humana; honor a la síntesis de la actividad científica y del sentido de la organización del hombre que, a diferencia de los otros animales, sabe dar a su mente y a sus manos instrumentos de conquista; honor al hombre, rey de la tierra y hoy también príncipe del cielo[7]. »    

Este culto de la humanidad y del progreso ha sido condenado numerosas veces por el magisterio. Cito un extracto de la encíclica Qui pluribus de Pío IX, de 1846,  seguido de una proposición condenada en su Syllabus de 1864:

« Con no menor atrevimiento y engaño, Venerables Hermanos, estos enemigos de la revelación divina, exaltan el humano progreso y, temeraria y sacrílegamente, quisieranintroducirrlo en la Religión católica, como si la Religión no fuese obra de Dios sino de los hombres o algún invento filosófico que se perfecciona con métodos humanos[8]. »

« V. La revelación divina es imperfecta, y está por consiguiente sujeta a un progreso continuo e indefinido correspondiente al progreso de la razón humana[9]. »

Pío IX es muy claro en relación a los « progresistas »: emplea la expresión « enemigos de la revelación divina ». ¿Qué calificativo mejor podría hallarse para designar a un cardenal y arzobispo de la Iglesia que aprovecha su eminente dignidad eclesiástica para difundir la idea blasfema y herética de que una pretendida « religión del mañana » llegará un día a suplantar al catolicismo? Este hombre se llama Giovanni Battista Montini. A él -en compañía de Juan XXIII- se le debe el CVII, la destrucción de la liturgia romana y la terrible crisis que azota a la Iglesia desde hace más de medio siglo. Me pregunto: en vista de lo que hemos referido acerca suyo, ¿hay motivo para estar sorprendidos?

Pero volvamos a Francisco y a sus afirmaciones según las cuales todos los hombres serían « hijos de Dios ». No es ésta la primera vez que propone una superchería por el estilo. A manera de ejemplo, he aquí sus palabras en el Video del Papa del mes de enero de 2016, en el cual aparecen símbolos católicos, judíos, musulmanes y budistas mientras la voz de Francisco fuera de escena nos explica que:

« Muchos piensan distinto, sienten distinto, buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera. En esta multitud, en este abanico de religiones hay una sola certeza que tenemos para todos: todos somos hijos de Dios[10]. »

Estas afirmaciones son tan grotescas que cuesta concebir que un video semejante no haya suscitado automáticamente una vehemente protesta a escala planetaria, incluyendo a los « conservadores » conciliares. Pero, visiblemente, no queda sino resignarse: el lavado de cerebros operado de manera sistemática tanto por el « magisterio » como por la « praxis » post conciliar (pensemos, por ejemplo, en Asís I, II, III, IV y V) desde hace más de medio siglo, ha puesto un término a las últimas esperanzas de ver surgir un día una reacción pública y determinada en defensa de la fe católica de parte de los miembros del clero, de cualquier tendencia que sean.

Ahora, si se es hijo de Dios por naturaleza, si la vida divina se encuentra en todos los hombres por el solo hecho de existir, si no se es elevado a la vida de la gracia merced a un don de Dios que se añade a nuestra condición de creaturas, la diferencia entre el orden natural y el sobrenatural desaparece, la distinción entre el Creador y la creatura se desvanece y se cae de lleno en el panteísmo.

Ya hice alusión a ello en varias ocasiones en el curso de esta exposición, pero ahora lo diré formalmente: Francisco no es más que un gnóstico panteísta en la línea de un Teilhard de Chardin. Es un hecho cierto. Y si él habitualmente evita afirmarlo con todas las letras, tampoco es que se esfuerce demasiado en ocultarlo. He aquí otra frase, de la cual ya cité anteriormente el comienzo, y en la cual Francisco exhibe sin rodeos su convicción religiosa:

« Yo creo en Dios, no en un Dios católico; no existe un Dios católico, existe Dios. Y creo en Jesucristo, su Encarnación. Jesús es mi maestro, mi pastor, pero Dios, el Padre, Abba, es la luz y el Creador. Este es mi Ser[11]. »

Es importante descifrar lo que Francisco quiso decir con esta breve frase, la cual es totalmente inconcebible. Llega tan lejos en la mentira y en la impiedad que provoca escalofríos. A causa de un reflejo de autodefensa tan comprensible cuanto ilusorio, la inmensa mayoría de los católicos ha optado o bien por apartar la mirada, o bien por intentar darle una interpretación ortodoxa. Debo reconocer que mirar de frente una realidad tan atroz no es cosa fácil, lo cual explica el hecho de que la mayoría de la gente prefiere tranquilizarse escondiendo la cabeza en la arena…

En primer lugar, al rechazar la existencia de un Dios católico, Francisco negó la existencia de la Santísima Trinidad. No hace falta subrayar que, diciendo esto, negó igualmente, de manera implícita, el carácter sobrenatural y la misión divina de la Iglesia. En segundo lugar, negó la divinidad de Nuestro Señor, al afirmar que Jesús es su maestro y su pastor, « pero » que Dios es la luz y su Creador. Por último, hizo explícita profesión de fe panteísta al declarar que su ser es el de Dios: « éste es mi ser », son sus propias palabras.

Francisco no es sino un gnóstico evolucionista disfrazado de católico, y está en esto sólo a los fines de engañar a la gente, corrompiendo insidiosamente la verdad revelada con su abominable doctrina, ni más ni menos. Y para servirse de la estructura de la Iglesia con miras a poner a punto su proyecto luciferino de unificación global del género humano excluyendo a Jesucristo y a su Cuerpo Místico. En otras palabras: Francisco está en esto para llevar a término la mundialización revolucionaria colocándola bajo la égida del Anticristo y de la contra-iglesia de Satanás. Es precisamente lo que se llama un falso profeta, por entero consagrado a la implementación del Nuevo Orden Mundial.

La táctica modernista es muy conocida: permanecer en el seno de la Iglesia para transformarla desde su interior, subrepticiamente, imperceptiblemente, con el fin de hacer de ella un instrumento adecuado y una palanca poderosa puesta al servicio de su causa subversiva. No estoy inventando nada: es San Pío X quien lo dijo en su encíclica Pascendi:

« Continúan ellos por el camino emprendido; lo continúan, aun después de reprendidos y condenados, encubriendo su increíble audacia con la máscara de una aparente humildad. Doblan fingidamente sus cervices, pero con sus hechos y con sus planes prosiguen más atrevidos lo que emprendieron. Y obran así a ciencia y conciencia, ora porque creen que la autoridad debe ser estimulada y no destruida, ora porque les es necesario continuar en la Iglesia, a fin de cambiar insensiblemente la conciencia colectiva. Pero, al afirmar eso, no caen en la cuenta de que reconocen que disiente de ellos la conciencia colectiva, y que, por lo tanto, no tienen derecho alguno de ir proclamándose intérpretes de la misma. [12] » § 26

En su discurso a los participantes en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares el 28 de octubre de 2014, Francisco empleó una de sus expresiones favoritas para dar cuenta de su concepción holista de la realidad humana, la metáfora del poliedro, figura de múltiples caras que integra armoniosamente la « diversidad » de sus componentes:

 « Sé que entre ustedes hay personas de distintas religiones, oficios, ideas, culturas, países, continentes. Hoy están practicando aquí la cultura del encuentro, tan distinta a la xenofobia, la discriminación y la intolerancia que tantas veces vemos. Entre los excluidos se da ese encuentro de culturas donde el conjunto no anula la particularidad, el conjunto no anula la particularidad. Por eso a mí me gusta la imagen del poliedro, una figura geométrica con muchas caras distintas. El poliedro refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan la originalidad. Nada se disuelve, nada se destruye, nada se domina, todo se integra, todo se integra[13]. »

Dirigiéndose por video a un coloquio organizado en Verona el 21 de noviembre de 2013 intitulado Menos desigualdades, más diferencias, Francisco desarrolló esta noción completamente ajena al magisterio de la Iglesia:

 « La esfera puede representar la homogeneización, como una especie de globalización: es lisa, sin facetas, igual a sí misma en todas sus partes. El poliedro tiene una forma semejante a la esfera, pero está compuesto por muchas caras. Me agrada imaginar a la humanidad como un poliedro, en el que las formas múltiples, expresándose, constituyen los elementos que componen, en la pluralidad, la única familia humana. Y esta sí que es una verdadera globalización. La otra globalización -la de la esfera- es una homogeneización[14] »

He aquí una tercera y última cita a propósito de esta idea clave del pensamiento bergogliano, tomada esta vez de su discurso al Consejo de Europa el 25 de noviembre de 2014:

« Hablar de la multipolaridad europea es hablar de pueblos que nacen, crecen y se proyectan hacia el futuro. La tarea de globalizar la multipolaridad de Europa no se puede imaginar con la figura de la esfera -donde todo es igual y ordenado, pero que resulta reductiva puesto que cada punto es equidistante del centro-, sino más bien con la del poliedro, donde la unidad armónica del todo conserva la particularidad de cada una de las partes. […] En esta perspectiva, acojo favorablemente la voluntad del Consejo de Europa de invertir en el diálogo intercultural, incluyendo su dimensión religiosa, mediante los Encuentros sobre la dimensión religiosa del diálogo intercultural. Es una oportunidad provechosa para el intercambio abierto, respetuoso y enriquecedor entre las personas y grupos de diverso origen, tradición étnica, lingüística y religiosa, en un espíritu de comprensión y respeto mutuo[15]. »

Para Francisco, las diferentes « tradiciones religiosas » son todas respetables, ya que ellas no hacen sino manifestar el fondo común de la humanidad, que reside en la inmanencia vital, en la experiencia religiosa que nos vincula a « la vida », la cual es más importante que las                      « explicaciones » y las « interpretaciones », y que nos permite integrar, en un sano pluralismo de superficie, las diferentes expresiones particulares, equidistantes en relación al centro que las unifica, al modo como el tronco de un árbol unifica la multitud de sus ramas.

He aquí otra declaración de Francisco, tomada de su entrevista con Eugenio Scalfari, en la cual expresa sin vueltas su creencia panteísta:

« Dios es luz que ilumina las tinieblas y, aunque no las disuelva, hay una chispa de esa luz divina dentro de cada uno de nosotros. En la carta que le escribí recuerdo haberle dicho que también nuestra especie se terminará [!!!], pero que no se terminará la luz de Dios, que en ese punto invadirá todas las almas y será todo en todos[16]. »                                                                                    

Pasemos por alto la inimaginable herejía según la cual un día la especie humana acabará por extinguirse, como las otras, idea completamente delirante y en total contradicción con la revelación divina. Y dejemos pasar igualmente el hecho pasmoso de que, ante tamaña falsedad, difundida mediáticamente a escala planetaria, no se haya producido ni un atisbo reacción. Lo cual demuestra el estado de letargo profundo en el que se halla la mayoría de los católicos, empezando por el clero.

Traigo a colación la definición que del término « letargo » brinda el diccionario de la Real Academia Española: « Estado patológico caracterizado por un sueño profundo y prolongado, propio de algunas enfermedades nerviosas, infecciosas o tóxicas. » A la cual debería agregarse un género patológico adicional, aplicable muy especialmente en la circunstancia que nos ocupa, a saber, el de las afecciones de índole espiritual…

Hecha esta breve digresión, retomo la cuestión del panteísmo. Puede comprobarse que Francisco no recurre a circunloquios, sus dichos son de una claridad resplandeciente y no se necesita de una hermenéutica enrevesada para desentrañar su sentido: « hay una chispa de esa luz divina dentro de cada uno de nosotros » y un día esa luz « invadirá todas las almas y será todo en todos. » Se colige de esta doctrina gnóstica que la salvación tiene un alcance universal, que nadie se condena ni corre el riesgo de ir al infierno.

Francisco, a falta de profesar la fe católica, es coherente con sus ideas, puesto que: ¿cómo podría concebirse la condenación eterna, la cual implica una separación irreversible con respecto a Dios y a los bienaventurados, en una lógica panteísta, en la que, por definición, nada puede sustraerse a la única substancia divina y toda dualidad se encuentra excluida (creador-creatura, gracia-naturaleza, cielo-infierno, etc.)?

Pero, si no existe la posibilidad de condenarse, entonces, tampoco existe el pecado, ni, por tanto, la necesidad de la redención, la cual, a fin de cuentas, no consistiría sino en la « toma de conciencia » de nuestra prístina naturaleza, logrando mediante este acto « salvador » disipar la dualidad y la división de nuestras vidas, que son la raíz de todos los males. De este modo puede comprenderse mejor la manida expresión « inalienable dignidad de la persona humana », suerte de mantra conciliar cuyo significado último es el que acabo de explicar. Lo que, por supuesto, no significa que todos aquellos que la emplean sean conscientes de sus implicancias metafísicas.

La lógica es imparable: si la dignidad de la persona humana es inalienable, una punición sin fin es algo impensable, y si nadie puede separarse jamás de Dios, esto no puede deberse sino a una razón de orden metafísico, esto es, a la adhesión a una visión monista de la existencia. La religión de los modernistas, devenida en religión conciliar, no es otra cosa: una gnosis luciferina disimulada bajo la apariencia de cristianismo, es decir, la deificación del hombre a través de una evolución inexorable, de un « progreso » necesario de la conciencia en el hombre y por el hombre, la cual conduce al surgimiento del espíritu « absoluto ».

No olvidemos las palabras de la Serpiente a Eva en el jardín del Edén: « seréis como dioses » (Gn. 3, 5). Esta concepción panteísta del universo, disfrazada con un ropaje cristiano por el iluminado « antropólogo » Teilhard de Chardin, y que desemboca en el culto del hombre divinizado, ha sido de una influencia decisiva en el CVII y en todo el « magisterio » post conciliar.

Les propongo seguidamente un elenco de breves citas tomadas de la encíclica Laudato Si’, afines con las doctrinas panteístas profesadas por el jesuita francés:

 « […] estamos llamados a « aceptar el mundo como sacramento de comunión, como modo de compartir con Dios y con el prójimo en una escala global. » § 9

« […] Si bien el cambio es parte de la dinámica de los sistemas complejos, la velocidad que las acciones humanas le imponen hoy contrasta con la natural lentitud de la evolución biológica.  » § 18

« El ser humano, si bien supone también procesos evolutivos, implica una novedad no explicable plenamente por la evolución de otros sistemas abiertos. » § 81

« [Dios],  de algún modo, quiso limitarse a sí mismo al crear un mundo necesitado de desarrollo, donde muchas cosas que nosotros consideramos males, peligros o fuentes de sufrimiento, en realidad son parte de los dolores de parto que nos estimulan a colaborar con el Creador. » § 80


« Podemos decir que, ‘‘junto a la Revelación propiamente dicha, contenida en la sagrada Escritura, se da una manifestación divina cuando brilla el sol y cuando cae la noche’’. Prestando atención a esa manifestación, el ser humano aprende a reconocerse a sí mismo en la relación con las demás criaturas: ‘‘Yo me autoexpreso al expresar el mundo; yo exploro mi propia sacralidad al intentar descifrar la del mundo’’. »§ 85

« […] estamos llamados a ‘‘aceptar el mundo como sacramento de comunión’’ […] Es nuestra humilde convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta. » § 9

« […] no siempre los cristianos hemos recogido y desarrollado las riquezas que Dios ha dado a la Iglesia, donde la espiritualidad no está desconectada del propio cuerpo ni de la naturaleza o de las realidades de este mundo, sino que se vive con ellas y en ellas, en comunión con todo lo que nos rodea. » § 216

« [… las creaturas] avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios, en una plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza e ilumina todo.  » § 83

« […] todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde. » § 89

« No puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos. […] Todo está conectado. Por eso se requiere una preocupación por el ambiente unida al amor sincero hacia los seres humanos y a un constante compromiso ante los problemas de la sociedad. » § 91

Ya hemos tenido oportunidad de ver algunas declaraciones de Pablo VI en relación con este tema. Leeremos a continuación dos citas muy esclarecedoras de Juan Pablo II, empezando por una tomada de la encíclica del año 1986 Dominum et Vivificantem:

« La Encarnación de Dios-Hijo significa asumir la unidad con Dios no sólo de la naturaleza humana sino asumir también en ella, en cierto modo, todo lo que es ‘‘carne’’ toda la humanidad, todo el mundo visible y material. La Encarnación, por tanto, tiene también su significado cósmico y su dimensión cósmica. El ‘‘Primogénito de toda la creación’’, al encarnarse en la humanidad individual de Cristo, se une en cierto modo a toda la realidad del hombre, el cual es también ‘‘carne’’, y en ella a toda ‘‘carne’’ y a toda la creación[18]. »  § 50

Y ahora un extracto de la encíclica programática Redemptor Hominis, la primera de su pontificado. Sepan disculpar la extensión, pero de este modo puede apreciarse mejor la magnitud del giro antropocéntrico efectuado por el magisterio post conciliar:

« Aquí se trata por tanto del hombre en toda su verdad, en su plena dimensión. No se trata del hombre abstracto sino real, del hombre concreto, histórico. Se trata de cada hombre, porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redención y con cada uno se ha unido Cristo, para siempre, por medio de este ministerio. Todo hombre viene al mundo concebido en el seno materno, naciendo de madre y es precisamente por razón del misterio de la Redención por lo que es confiado a la solicitud de la Iglesia. Tal solicitud afecta al hombre entero y está centrada sobre él de manera del todo particular. El objeto de esta premura es el hombre en su única e irrepetible realidad humana, en la que permanece intacta la imagen y semejanza con Dios mismo. El Concilio indica esto precisamente, cuando, hablando de tal semejanza, recuerda que ‘‘el hombre es en la tierra la única criatura que Dios ha querido por sí misma’’ [Gaudium et spes 24]. El hombre tal como ha sido querido por Dios, tal como Él lo ha elegido eternamente, llamado, destinado a la gracia y a la gloria, tal es precisamente cada hombre, el hombre más concreto, el más real; éste es el hombre, en toda la plenitud del misterio, del que se ha hecho partícipe en Jesucristo, misterio del cual se hace partícipe cada uno de los cuatro mil millones de hombres vivientes sobre nuestro planeta, desde el momento en que es concebido en el seno de la madre[19]. » § 13

Veamos ahora dos citas de Benedicto XVI que prueban el alcance de la influencia ejercida por Teilhard. La primera está tomada de su libro Luz del mundo:

« [Dios] Pudo así crear también en la resurrección una nueva dimensión de la existencia, pudo colocar, como dice Teilhard de Chardin, más allá de la biosfera y de la noosfera, una esfera nueva en la que el hombre y el mundo llegan a la unidad con Dios[20]. »

La segunda es un extracto de su homilía en la catedral de Aosta del 7 de julio de 2009, en la cual Ratzinger, hablando de la Eucaristía, cita explícitamente a Teilhard, haciéndose eco de su libro herético, naturalista y panteísta La misa sobre el mundo:

« La función del sacerdocio es consagrar el mundo para que se transforme en hostia viva, para que el mundo se convierta en liturgia: que la liturgia no sea algo paralelo a la realidad del mundo, sino que el mundo mismo se transforme en hostia viva, que se convierta en liturgia. Es la gran visión que tuvo también Teilhard de Chardin: al final tendremos una auténtica liturgia cósmica, en la que el cosmos se convierta en hostia viva[21]. » [22]

He aquí, a título ilustrativo, un corto pasaje de la obra impía del jesuita apóstata francés:

« En la nueva humanidad que se está engendrando hoy, el verbo ha prolongado el acto sin fin de su nacimiento, y en virtud de su inmersión en el seno del mundo, las grandes aguas de la materia se han cargado de vida sin estremecimiento. Nada se ha estremecido en apariencia en esta inefable formación y, sin embargo, al contacto de la palabra sustancial, el universo, inmensa hostia, se ha convertido misteriosa y realmente en carne. Desde ahora toda la materia se ha encarnado, Dios mío, en tu encarnación. […] Haz, Señor, que tu descenso bajo las especies universales no sea por mí estimado y acariciado sólo como el fruto de una especulación filosófica, sino que se convierta verdaderamente en una Presencia real [23]. » [24]

De este modo, Benedicto XVI ostenta el dudoso privilegio de haber sido el primer papa conciliar que se atrevió a nombrar públicamente a Teilhard de Chardin, para ensalzarlo de manera entusiasta y suscribiendo sin reservas a su muy peculiar cosmovisión religiosa.

El motivo por el cual me he permitido transcribir todas estas citas de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI en un estudio consagrado a Francisco es para que no se pierda de vista que Bergoglio no es más que un eslabón de una larga cadena de penetración de las ideas gnósticas en la Iglesia. El último, el más chocante y escandaloso, el que osó quitarse la máscara con un descaro a toda prueba, exhibiéndose tal cual es, en toda su fealdad y su malicia diabólica, pero que no habría podido hacer nada si el trabajo de zapa metódico de infiltración modernista no hubiera sido efectuado en todas las áreas de la vida eclesial desde hace más de medio siglo por todos y cada uno de sus antecesores…

Para terminar, no encuentro nada más adecuado que hacerlo con un pasaje del sermón dado por el Padre Raniero Cantalamessa, el predicador oficial de la Casa Pontificia[25], en la basílica de San Pedro, durante el oficio de Vísperas de la Jornada mundial de oración por el cuidado de la creación, instituida por Francisco en 2015:

« ¡Cuánto ha tenido que esperar el universo, qué gran carrera tuvo que tomar, para llegar a este punto! Miles de millones de años, durante los cuales la materia a través de su opacidad, avanzaba hacia la luz de la conciencia, como la linfa que del subsuelo sube con esfuerzo hacia la cima del árbol para expandirse en hojas, flores y frutos. Esta conciencia se alcanzó finalmente cuando apareció en el universo lo que Teilhard de Chardin llama ‘‘el fenómeno humano’’. Pero ahora que el universo ha alcanzado su objetivo, exige que el hombre cumpla su deber, que asuma, por así decirlo, la dirección del coro y entone en nombre de toda la creación: ‘‘¡Gloria a Dios en lo alto del cielo!’’. [26] »

Cuando la doctrina gnóstica de Teilhard de Chardin es predicada abiertamente en San Pedro, considero que no es exagerado pensar en las palabras de Nuestro Señor refiriéndose a la « abominación de la desolación en el lugar santo » (Mt. 24, 15) y preguntarnos si no estaremos asistiendo al cumplimiento de esta profecía escatológica…

A aquellos a los cuales mi diagnóstico se les antojaría excesivo, permítanme citar a León XIII y su Súplica a San Miguel Arcángel, contenida en el Exorcismo contra Satanás y los otros ángeles apóstatas, publicada en 1890, cuyo naturaleza manifiestamente profética me parece adecuarse a la situación actual:

« Los más taimados enemigos han llenado de amargura a la Iglesia, esposa del Cordero Inmaculado, le han dado a beber ajenjo, han puesto sus manos impías sobre todo lo que para Ella es más querido. Donde fueron establecidas la Sede de San Pedro y la Cátedra de la Verdad como luz para las naciones, ellos han erigido el trono de la abominación de la impiedad, de suerte que, golpeado el Pastor, pueda dispersarse la grey. ¡Oh, invencible adalid, ayuda al pueblo de Dios contra la perversidad de los espíritus que lo atacan y dale la victoria! [27] »





[1] Bendición silenciosa dada por Francisco a los periodistas presentes en la Sala Pablo VI del Vaticano, en la primer audiencia pontifical con los medios de prensa, el 16 de marzo de 2013: https://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2013/march/documents/papa-francesco_20130316_rappresentanti-media.html
[3] Traducción francesa de la Documentation Catholique: « L’homme moderne n’en viendra-t-il pas un jour, au fur et à mesure que ses études scientifiques progresseront et découvriront des lois et des réalités cachées derrière le visage muet de la matière, à tendre l’oreille à la voie merveilleuse de l’esprit qui palpite en elle? Ne sera-ce pas là la religion de demain? Einstein lui-même entrevit la spontanéité d’une religion de l’univers. » Texto original italiano: « Non capiterà forse all'uomo moderno, mano mano che i suoi studi scientifici progrediscono, e vengono scoprendo leggi e realtà sepolte nel muto volto della materia, di ascoltare la voce meravigliosa della spirito ivi palpitante? Non sara cotesta la religione di domani? Einstein stesso intravide la spontaneità d'una religione dell'universo. » Ver en la página n° 3 del documento siguiente, activando la función T (« Show text »):
[7] « Onore all’uomo! Onore al pensiero! Onore alla scienza! Onore alla tecnica! Onore al lavoro! Onore all’ardimento umano! Onore alla sintesi dell’attività scientifica e organizzativa dell’uomo, che, a differenza di ogni altro animale, sa dare strumenti di conquista alla sua mente e alla sua mano. Onore all’uomo, re della terra ed ora anche principe del cielo. » https://w2.vatican.va/content/paul-vi/it/angelus/1971/documents/hf_p-vi_ang_19710207.html                              
[8] « Né con minore fallacia certamente, Venerabili Fratelli, questi nemici della divina rivelazione, con somme lodi esaltando il progresso umano, vorrebbero con temerario e sacrilego ardimento introdurlo perfino nella Religione cattolica; come se essa non fosse opera di Dio, ma degli uomini, ovvero invenzione dei filosofi, da potersi con modi umani perfezionare. »                                 
[11] Entrevista con Eugenio Scalfari del 24 de septiembre de 2013,  publicado el 1 de octubre en La Repubblica - cf. p. 10: https://www.aciprensa.com/entrevistapapalarepubblica.pdf
[16] Entrevista con Eugenio Scalfari el 24 de septiembre de 2013,  publicado el 1 de octubre en La Repubblica -        cf. p. 10: https://www.aciprensa.com/entrevistapapalarepubblica.pdf - La traducción oficial castellana, defectuosa, fue modificada en base al texto original italiano:  « Osservo dal canto mio che Dio è luce che illumina le tenebre anche se non le dissolve e una scintilla di quella luce divina è dentro ciascuno di noi. Nella lettera che le scrissi ricordo d’averle detto che anche la nostra specie finirà ma non finirà la luce di Dio che a quel punto invaderà tutte le anime e tutto sarà in tutti. »  
[17] Nota al pie n° 53: « En esta perspectiva se sitúa la aportación del P. Teilhard de Chardin. » Cf. el Monitum del Santo Oficio del 30/06/1962 - https://es.wikipedia.org/wiki/Pierre_Teilhard_de_Chardin:  «Varias obras del P. Pierre Teilhard de Chardin, algunas de las cuales fueron publicadas en forma póstuma, están siendo editadas y están obteniendo mucha difusión. Prescindiendo de un juicio sobre aquellos puntos que conciernen a las ciencias positivas, es suficientemente claro que las obras arriba mencionadas abundan en tales ambigüedades e incluso errores serios, que ofenden a la doctrina católica. Por esta razón, los eminentísimos y reverendísimos Padres del Santo Oficio exhortan a todos los Ordinarios, así como a los superiores de institutos religiosos, rectores de seminarios y presidentes de universidades, a proteger eficazmente las mentes, particularmente de los jóvenes, contra los peligros presentados por las obras del P. Teilhard de Chardin y de sus seguidores. » Sebastianus Masala, Notario. 30 de junio de 1962. (AAS 54, 1962, 526)  
[22] Se podría citar la homilía de Corpus Christi de 2006: « La creación con todos sus dones aspira, más allá de sí misma, hacia algo todavía más grande. Más allá de la síntesis de las propias fuerzas, y más allá de la síntesis de la naturaleza y el espíritu que en cierto modo experimentamos en ese trozo de pan, la creación está orientada hacia la divinización, hacia las santas bodas, hacia la unificación con el Creador mismo. » http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/fr/homilies/2006/documents/hf_ben-xvi_hom_20060615_corpus-christi.html. Y también la de la Vigilia Pascual del mismo año: « Un teólogo alemán dijo una vez con ironía que el milagro de un cadáver reanimado -si es que eso hubiera ocurrido verdaderamente, algo en lo que no creía- sería a fin de cuentas irrelevante para nosotros porque, justamente, no nos concierne. En efecto, el que solamente una vez alguien haya sido reanimado, y nada más, ¿de qué modo debería afectarnos? Pero la resurrección de Cristo es precisamente algo más, una cosa distinta. Es -si podemos usar por una vez el lenguaje de la teoría de la evolución- la mayor mutación, el salto más decisivo en absoluto hacia una dimensión totalmente nueva, que se haya producido jamás en la larga historia de la vida y de sus desarrollos: un salto de un orden completamente nuevo, que nos afecta y que atañe a toda la historia.» 
[24] En su encíclica Ecclesia de Eucharistia de 2003 Juan Pablo II se hace eco de esta doctrina teilhardianna: « Cuando pienso en la Eucaristía, mirando mi vida de sacerdote, de Obispo y de Sucesor de Pedro, me resulta espontáneo recordar tantos momentos y lugares en los que he tenido la gracia de celebrarla. Recuerdo la iglesia parroquial de Niegowic donde desempeñé mi primer encargo pastoral, la colegiata de San Florián en Cracovia, la catedral del Wawel, la basílica de San Pedro y muchas basílicas e iglesias de Roma y del mundo entero. He podido celebrar la Santa Misa en capillas situadas en senderos de montaña, a orillas de los lagos, en las riberas del mar; la he celebrado sobre altares construidos en estadios, en las plazas de las ciudades... Estos escenarios tan variados de mis celebraciones eucarísticas me hacen experimentar intensamente su carácter universal y, por así decir, cósmico.¡Sí, cósmico! Porque también cuando se celebra sobre el pequeño altar de una iglesia en el campo, la Eucaristía se celebra, en cierto sentido, sobre el altar del mundo. Ella une el cielo y la tierra. Abarca e impregna toda la creación.  […] Verdaderamente, éste es el mysterium fidei que se realiza en la Eucaristía: el mundo nacido de las manos de Dios creador retorna a Él redimido por Cristo. » § 8 (Francisco cita a Juan-Pablo II en el § 236 de Laudato Si’: « En la Eucaristía ya está realizada la plenitud, y es el centro vital del universo, el foco desbordante de amor y de vida inagotable. Unido al Hijo encarnado, presente en la Eucaristía, todo el cosmos da gracias a Dios. En efecto, la Eucaristía es de por sí un acto de amor cósmico: ‘‘¡Sí, cósmico! Porque también cuando se celebra sobre el pequeño altar de una iglesia en el campo, la Eucaristía se celebra, en cierto sentido, sobre el altar del mundo’’. »)
[27] Extracto de la Súplica a San Miguel Arcángel, contenida en el Exorcismo contra Satanás y los otros ángeles apóstatas, publicado en las AAS de 1890, p. 743: http://www.vatican.va/archive/ass/documents/ASS-23-1890-91-ocr.pdf  y en el Ritual Romano de 1903, p. 227:



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