San Juan Bautista

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miércoles, 30 de octubre de 2019

El Vaticano promueve la idolatría - Alejandro Sosa Laprida


28/10/2019
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Francisco asiste con recogimiento al culto de la “Pachamama” en el Vaticano



El 4 de octubre, en el marco de la promoción del Sínodo Amazónico, que se desarrolló del 6 al 27 de octubre en Roma, fundado en el manido pretexto “ecológico” -recordemos que el lema bergogliano favorito es “salvaguardar nuestra casa común”, porque de “salvar el alma”, ni noticia- e instrumentalizando, como de costumbre, al Poverello de Asís, Francisco organizó una ceremonia religiosa de carácter sincrético -en la que se mezclaron rituales indígenas con oraciones cristianas- en los jardines vaticanos.[1]

Durante dicha ceremonia, un grupo de aborígenes rindió culto, bajo la dirección de una sacerdotisa nativa, a la “Pachamama” o “Madre Tierra”, con cánticos, prosternaciones y ofrendas de alimentos, y a una “diosa de la fertilidad”, representada por la imagen de una mujer desnuda embarazada -que el servicio de prensa pretendió, en un primer momento, hacernos creer que se trataba de la Santísima Vírgen María-.

Cabe añadir que esa estatuilla pagana también estuvo presente en una procesión organizada en la basílica de San Pedro el 7 de octubre, en presencia de Francisco, y que, además, fue expuesta al culto durante todo el sínodo en una iglesia romana, Santa María en Traspontina.

Para quienes podrían ilusionarse pensando que esto no es más que un simple tributo pagado a la corrección política o un desafortunado desliz, explicable por la confusión doctrinal reinante, se vuelve necesario establecer que el obrar de Francisco[2] responde rigurosamente a los principios modernistas que profesa, totalmente relativistas y naturalistas. Transcribo unas citas suyas que ilustran este punto[3]:

«Si un niño recibe su educación de los católicos, protestantes, ortodoxos o judíos, eso no me interesa. A mí lo que me interesa es que lo eduquen y le quiten el hambre.» 
«La religión tiene derecho a expresar su opinión al servicio de las personas, pero Dios nos ha creado libres: la injerencia espiritual en la vida de la gente no es posible.»
«Dialogar no significa renunciar a sus propias ideas y tradiciones, pero sí a la pretensión de que sean únicas y absolutas.» 
«El proselitismo es una solemne necedad, no tiene sentido. Es necesario conocerse, escucharse y hacer que el conocimiento del mundo que nos rodea crezca.»
«No hay que pensar que el anuncio evangélico deba transmitirse siempre con determinadas fórmulas aprendidas, o con palabras precisas que expresen un contenido absolutamente invariable.»
«Este buscar y encontrar a Dios en todas las cosas deja siempre un margen a la incertidumbre. Debe dejarlo. Si una persona dice que ha encontrado a Dios con certeza total y ni le roza un margen de incertidumbre, algo no va bien.»

Por otro lado, y sin ánimo de provocar, pues comprendo que el asunto es delicado y podría herir susceptibilidades, pregunto: este hecho tan lamentable y escandaloso de la promoción del culto de la “Pachamama” en la mismísima Roma, ¿es peor, acaso, que las múltiples invitaciones efectuadas por Juan Pablo II y Benedicto XVI a las religiones idólatras a “rezar” por la paz en Asís?

Con los templos católicos cedidos a falsos cultos y la jerarquía eclesiástica incitando a los pobres infieles a que invocasen a sus ídolos y a que esperasen de ellos la obtención de la paz para el género humano, confortándolos así en las tinieblas del paganismo, lejos del único y verdadero “Príncipe de la Paz” (Is. 9, 6). Esto es algo tan grotesco que habla por sí mismo…

Y con el agravante de que esas babélicas asambleas fueron convocadas y organizadas nada menos que por los supuestos Vicarios de Jesucristo en la tierra, como si toda religión fuese de suyo un camino bueno y válido para dirigirse a Dios, para orarle y para rendirle el culto que le es debido -al margen de la buena intención que puedan tener sus miembros-.

Personalmente, debo reconocer que, ante la situación actual, no puedo dejar de pensar en la advertencia que hiciera Nuestro Señor, cuando, refiriéndose a los tiempos pre-parusíacos, nos alertaba acerca de la aparición de “falsos Cristos”, quienes, de ser esto posible, lograrían engañar “incluso a los elegidos” (Mt. 24, 24).

Sin olvidar a la bestia de la tierra, descripta por San Juan, que tiene “dos cuernos semejantes a los de un cordero”, pero que habla “como dragón” (Ap. 13, 11), refiriéndose inequívocamente a una impostura religiosa de alcance mundial, en la que el dragón, para poder seducir a la humanidad, se reviste de la apariencia del cordero. Y bien sabido es que el cordero representa a Cristo, y el dragón, a Satanás…

¿Puede, acaso, existir un mayor “misterio de iniquidad”, al decir del Apóstol (2 Tes. 2, 7), que contemplar la “abominación de la desolación en el lugar santo” (Mt. 24, 15), profetizada por Daniel y retomada por Nuestro Señor en su discurso escatológico? Soy consciente de que estas palabras sólo se aplicarán con propiedad al “hombre de pecado” (2 Tes. 2, 3), durante la “gran tribulación” (Mt. 24, 21), pero todo parecería indicar que los sucesos actuales son como el “tipo” de este doble anuncio profético que aún está por verificarse.

A decir verdad, los constantes episodios “ecuménicos” e “interreligiosos” organizados por los papas conciliares no deberían asombrarnos demasiado, puesto que, para el modernismo -que no es sino la versión “cristianizada” de la ancestral gnosis panteísta, como la cábala lo es en el judaísmo-, la religión es un mero producto del subconsciente. Dios se revela en las profundidades de la conciencia humana, y los “dogmas”, por tanto, son expresiones relativas y cambiantes de esta experiencia primordial, conceptualizada y manifestada desde la cosmovisión propia de cada cultura.

De ahí que cada religión, a pesar del particularismo “dogmatico” que necesariamente la caracteriza, limitándola, y que por ende no debe ser “absolutizado”, sea un medio legítimo de expresar lo divino y de ponerse en contacto con la misma divinidad, que reside en el hombre, manifestándose progresivamente, y tomando conciencia de sí misma en el devenir histórico. Hegelianismo en estado puro, en definitiva. Y esto, naturalmente, abarca todo tipo de manifestación religiosa, por falsa y aberrante que sea, la de la “Pachamama” incluida. No faltaría más…

Desgraciadamente, como ya he dicho, esta concepción modernista de la religión no es exclusiva de Francisco, sino que ha sido profesada por la jerarquía eclesiástica desde el CVII, de un modo más o menos explícito, basándose, principalmente, en los documentos conciliares referidos a las religiones no cristianas, al ecumenismo y a la libertad religiosa.

El estudio de la encíclica Pascendi, de San Pío X, condenando el modernismo, y, desde un punto de vista negativo, de la “teología” evolucionista de Teilhard de Chardin, es de gran utilidad para comprender lo que está sucediendo en la Iglesia, a saber, la infiltración de la gnosis modernista hasta sus más altas esferas, preludio, seguramente, de la “gran apostasía” final de la que habla San Pablo (2 Tes. 2, 3).

Antes de terminar, comparto dos citas que dejan bien en claro la postura modernista de Bergoglio acerca de la bondad intrínseca de todas las religiones[4]:
«El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos.»[5] 
«Pido para todos ustedes la bendición de Dios, Padre de todos nosotros, Padre de todas las confesiones.» [6]

Transcribo seguidamente dos citas finales, en guisa de postrer ejemplo -entre miles- de esta actitud de indiferentismo y de relativismo religioso promovida oficial y sistemáticamente por Roma desde el CVII. La primera consiste en un fragmento del mensaje enviado por el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso a los hindúes el 21 de octubre de este año, con ocasión de la fiesta de Deepavali[7]. Es importante señalar que este tipo de mensajes vaticanos dirigidos a las “grandes tradiciones religiosas” del mundo es una constante desde hace más de medio siglo. La segunda es un pasaje de la declaración conciliar Nostra Aetatate sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, aquí específicamente, en lo que concierne al hinduismo, para vincularla con la precedente.

Ellas nos permiten comprender que la raíz de la crisis inaudita que padece la Iglesia no es sólo ni exclusivamente responsabilidad de Bergoglio, por chocantes y arbitrarias que puedan ser sus maneras, su lenguaje y sus acciones, ya que él no hace sino agravar el caos mental y la confusión doctrinal preexistentes, siguiendo rigurosamente los falsos principios del ecumenismo conciliar. Deseo aclarar que lamento profunda y sinceramente si al escribir estas cosas pudiese perturbar a alguien. No es en absoluto mi intención. Pero considero indispensable ir al fondo del asunto, y desechar de una buena vez la ficción que consiste en imaginar que Francisco es “el malo de la película”. El “único” malo, entiéndase.

Bergoglio no surgió de la nada, no nos hallamos ante un infausto y desconcertante caso de “generación espontánea”, que nos obligaría a denunciar sus incontables aberraciones y tan sólo las suyas, limitándonos a “capear el temporal” de su pontificado, aguardando a que amaine una tempestad que sería de su exclusiva incumbencia. O a que el “papa emérito” -o alguno de sus lugartenientes- se decida a intervenir, y a “tomar cartas en el asunto”, restaurando el statu quo pre-bergogliano…

Dicho esto, he aquí las citas prometidas. Traten de imaginar por un momento a San Pablo diciendo cosas por el estilo en sus prédicas, la escena se me antoja surrealista…

Queridos amigos hindúes, el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso os envía cordiales saludos y sinceros deseos con ocasión de la Deepavali que este año celebráis el 27 de octubre. Que esta fiesta de luces ilumine vuestros corazones y hogares y traiga alegría y felicidad, paz y prosperidad a vuestras familias y comunidades. Al mismo tiempo, que fortalezca el espíritu de hermandad entre vosotros. (…) La religión nos inspira fundamentalmente a “ver en el otro a un hermano que debe sostener y amar” -Francisco y Ahmaed el-Tayeb, Gran Imán de Al-Azhar en Abu Dhabi, el 4/2/ 2019-. (…) Sólo cuando los seguidores de las religiones se exigen a sí mismos una vida coherente con su ética religiosa, pueden ser vistos como personas que desempeñan realmente su papel de constructores de paz y de testigos de nuestra humanidad compartida.[8]

Las religiones, al tomar contacto con el progreso de la cultura, se esfuerzan por responder a dichos problemas con nociones más precisas y con un lenguaje más elaborado. Así, en el Hinduismo, los hombres investigan el misterio divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad de los mitos y con los penetrantes esfuerzos de la filosofía, y buscan la liberación de las angustias de nuestra condición mediante las modalidades de la vida ascética, a través de una profunda meditación, o bien buscando refugio en Dios, con amor y confianza.[9]
Por ventura, ¿hace falta precisar que éste no ha sido ni será jamás el lenguaje de la Iglesia, ni es tampoco el de la Sagrada Escritura



[2] Para mayor información sobre las innumerables herejías y blasfemias de Francisco, se pueden consultar los libros Tres años con Francisco: la impostura bergogliana y Cuatro años con Francisco: la medida está colmada, publicados por las Éditions Saint-Remi en cuatro idiomas (castellano, inglés, francés e italiano):
Al igual que el libro Con voz de dragón. Francisco: ¿Vicario de Cristo o Precursor del Anticristo?, publicado por Cruzamante en 2017:
https://www.catolicosalerta.com.ar/bergoglio2018/con-voz-de-dragon-tapa-y-contratapa.pdf                                                                  
[5] Declaración conjunta firmada por Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar el 4/2/2019, en Abu Dhabi.
[6] Al finalizar la audiencia con miembros de la Cruz Roja italiana, el 27/1/2018.
[7] “La divinidad que preside esta festividad es Lakshmí, consorte del dios Vishnú. Ella es quien otorga la prosperidad y la riqueza, por eso es especialmente importante para la casta de los comerciantes. También el dios Ganesha es especialmente venerado ese día. En el este del país se venera particularmente a la diosa Kali.” https://es.wikipedia.org/wiki/Diwali



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sábado, 26 de octubre de 2019

Turbadora Coincidencia - Antonio Caponnetto




TURBADORA COINCIDENCIA
Por Antonio Caponnetto


Hoy, 27 de octubre de 2019, se cumplen 45 años del martirio de Jordán Bruno Genta; y a la par es el día en que se consumará un nuevo ultraje a la patria, dando inicio a la vez a otro ciclo de ignominia, gane quien ganare el concurso de “soberanías populares”.

Nos parece oportuno transcribir un fragmento de nuestro reciente libro “Democracia y Providismo”, en el que de modo expreso se menciona a Jordán Bruno Genta.

Ruego a aquellos amigos reales, a quienes tanto debo, que se han expedido sobre mi postura, sin conocerla, que lean el libro antes de opinar, como imprudentemente ya han opinado.

A los ex amigos, que mostraron al fin su triste hilacha de felones, tramoyistas o dementes, no les pido absolutamente nada. Dios los perdone y les remedie sus patógenas conductas.

Al resto, espadachines del facebook, titanes del tweeter, francotiradores del whatsapp, machos cabríos de la blogósfera, eruditos a la violeta, traficantes de casuística, malabaristas de artilugios éticos, jurisperitos del legitimismo de la ilegitimidad, picapleitos del siglo, leguleyos del régimen falaz y descreido, justificadores de la náusea, estériles anónimos, posteadores de naderías, cobardes de la más rancia pusilanimidad, renegados de la herencia doctrinaria recta rubricada con sangre, mansos votantes de la diosa democracia, disidentes controlados funcionales al sistema, cooperadores de la cochambre liberal, castizamente os lo digo: os podéis ir al carajo. ¡ Viva la patria ¡


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“Los defensores del <votopartideo> en la Argentina de hoy, no atienden ni entienden nada. Quieren pensar y salvar la Argentina por un mero acto de voluntarismo, creyendo que el fin justifica los medios, a grupas del sistema que llevó a la patria a ser esta cosa impensada y condenada que presenciamos con estupor. Para pensarla y salvarla hay que hacer lo contrario de la Revolución, y no una revolución en contra, según aserto inmodificable del viejo De Maistre.

Tras los oropeles vistosos de una disputatio académica, o las de­clamaciones sobre la contribución al bien común, o las disquisiciones sobre lo que enseñan los moralistas (sin preguntarse jamás algunos guardaespaldas del votopartideo qué dicen esos mismos moralistas so­bre atacar desde el anonimato internético a quien los contradice), en realidad, están calculando con quién caer mejor parados. O, como lo han dicho inverecundamente, con qué candidato evitar que les roben el coche. Bendito sea Dios que nunca tuve uno, y me da la libertad de que no me importe si me lo quitan. En esto soy bergogliano, perdonen: me tomo el subte.

Es así como les digo, aunque suene petulante. No entienden ni atienden.

Pero hay alguien que entendió, y es rarísimo que se trate justo de él. Vale la pena terminar esta carta explicándolo en dos trazos.

Cuando en su libro “Humanismo. Fuentes y Desarrollo Histórico”, Carlos Disandro explica lo que es el paradigma de la antropología católica, tras retratar al homo theoreticus, al conditor y al viator, correspondientes a la cultura helénica, romana y hebrea, respectiva­mente, se detiene en una cuidadosa exégesis del diálogo entre Cristo y Nicodemo, que está en el capítulo III del Evangelio de San Juan. De allí surgen las nutrientes para inteligir al hombre tal como es y debe ser en la inteligencia católica.

Y lo que surge es el hombre capaz de transfigurarse por la gracia, de volver a nacer, no en la carne y la materia, sino por el Agua y por

el Espíritu Santo. Es el hombre que puede tener la certeza de que Dios se hizo hombre. Y por lo mismo, el compromiso ontológico de que todo cuanto piense, diga y haga estará ordenado a Dios. Ya no puede ni quiere servir a dos señores.

En las demás antropologías hay una relación de abajo hacia arri­ba. Aquí es gloriosamente al revés. Lo de Arriba ingresa en lo histó­rico, lo Alto se abaja, el Verbo se hace carne, lo Invisible penetra lo visible, la Eternidad inhiere en el tiempo. Ya no todo es cuestión del hombre, empezando por Dios. Ahora se sabe que todo es cuestión de Dios, empezando por el hombre. Y que sólo, exclusiva y únicamente en esto, radica la tan mentada dignidad del hombre: en ser capax Dei, homo transfigurationis.

El tumor espantosísisimo que corroe a toda la antropología mo­derna –empezando por la que se enseña hoy en la Iglesia– es la supre­sión del hombre de la transfiguración y su correlato lógico: el des­tronamiento del Gran Transfigurador. En consecuencia, todo resulta historificado, des-eternizado, inmanentizado, secularizado: subverti­do. Es el primado brutal del naturalismo.

La política, dice Disandro, no ha escapado a esta tragedia. “En la ubicación respecto de la política, el concepto de poder se ha convertido para el cristiano en la mera cantidad de votos; esto significa una secu­larización del sentido cristiano del poder. Así en todos los sentidos y aspectos de la comunidad; se confunde entonces cristianismo con justi­cia social. El cristianismo no es eso. No decimos que la justicia social no sea una cosa importantísima que debamos llevar a la práctica, pero ello será imposible si no la enraizamos en el principio verdadero. La justicia social no puede estar desvinculada de cuanto venimos explicando [el renacer del hombre por la gracia]. Esta desvinculación no tiene sentido para el cristiano y además es un absurdo, aparte de ser una herejía. Se trata de una cuestión fundamental: lo que decimos de la justicia social podemos decirlo de la política. Una política de inspiración cristiana que deja esta cuestión de lado, nada tiene de cristiana. Será otra cosa pero carece fundamentalmente de la significación cristiana”.

No me vengan con el zonzo argumento ad hominem. Yo sé muy bien quién es Disandro y todo lo substancial que nos separa de él. Y

sé muy bien que esto que acabo de transcribir entra en colisión con lo que él mismo hizo en materia política. Peor para él si se contradijo. Lamento y repruebo su incoherencia, pero celebro y admiro la hondí­sima certeza del modo católico de concebir la política que manifestó en estas páginas.

Si matamos al homo transfigurationis, y en su lugar entronizamos al homo calculator –la tipología sigue siendo disandrista– ya no será posible edificar la política ni la justicia social que aquel cinceló en la Edad Media Cristiana, y que ha de llamarse media, porque el homo mediator la protagoniza y ejecuta. Esto es, el mismo hombre de la transfiguración que quiere hacer de pontífice, de puente, de enlace entre los visibilia e invisibilia Dei. Pues sabe que, en la medida en que se convierta en un pontón fiel y leal, todas las cosas podrán ser ins­tauradas en Cristo. Tal vez ahora se entienda mejor, porque los mis­mos guardaespaldas de la inserción en el sistema democrático le han dedicado también su tiempo a cascotear el rancho de la Edad Media. Saben lo que hacen estos muchachos.

Se darán cuenta el sinsentido que tiene para mí proseguir este debate. No me interesa quedarme con la última palabra, ni que me levanten el brazo en el ring prosaico de los pugilatos ideológicos. No ando ni anduve nunca por la vida marcando con el dedo a los presuntos o reales pecadores, y me importa tres belines qué hace cada quien con sus bragas, sus candidaturas y sus boletas electorales.

No tengo por ídolos a Kant, ni a Jansenio ni a Donato. Sigo sin poder sacarme del alma esta imagen que marca mis predilecciones po­líticas, morales y filosóficas: Genta, el hombrevida chestertoniano por antonomasia, partido al medio por once balazos, yace en su féretro. Yo, con mis veintitrés años flamantes, lo miro rezando y rezo mirándo­lo. Es el icono de la política católica. El hombre de la transfiguración y de la mediación. El hombre de las misiones en aislamiento y en soledad, sin poderes terrenos ninguno, a contracorriente del mundo, de las elecciones, de los partidos, de los acomodos, de los maridajes.

Además, aquellos con quienes se supone debería debatir, son personas cultísimas, no lo niego, pero no entienden en serio cuál es mi mensaje. Insisto: ni entienden ni atienden. He llegado a la ínti­ma y segura convicción, transida de pena, de que en materia política hablamos idiomas distintos.


Ellos están con el homo calculator. Y no trepidan en construir una nueva hagiografía, en la cual, los santos, ya no serán venerados por haber renacido por el Agua y por el Espíritu, sino por haber sido del partido radical, del conservador o de la demo­cracia cristiana. Junto a la neo-hagiografía van cincelando las bases de una neo-historia y de una neo-política. En la primera habría que desmitificar el Medioevo como modelo de Ciudad Católica y presentar a los primeros cristianos –león más, martirio menos– como razonables convividores del Imperio. En la segunda, habría que abrazarse nomás con los secularistas del poder.

No cuenten conmigo para alimentar esta discordia. Lo que tenía que decir ya está dicho. Pero estoy disponible para festejar la Espe­ranza; y enarbolada al tope, seguir haciendo lo que humanamente po­damos por la patria yerma. Por lo pronto –y para escándalo de pragma­tistas– rezar por ella.





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martes, 22 de octubre de 2019

La Mentira Universal - D. Félix Sardá y Salvani Pbro.


Mayo 1874


Lo sabíamos ya por la sana filosofía, por el simple buen sentido, por las lecciones de la historia, por los desengaños de una dolorosa experiencia; ahora lo sabemos con la certeza augusta de la Religión. ¡El sufragio universal es la mentira universal!


Si el Papa, que es nuestro maestro, lo ha dicho, ¿por qué no hemos de decirlo nosotros, que no somos más que fieles discípulos del Papa? Si de Roma ha salido esta palabra, que vibrante y enérgica ha resonado ya en toda Europa, ¿por qué no ha de recogerla a su vez y repetirla la Revista Popular, que al fin no desea ser más que un eco de Roma?

Sí, Padre nuestro, oráculo de verdad y de divinas enseñanzas, lo sabíamos ya, pero no está de sobra que otra vez nos lo haya dicho vuestra infalible palabra. Lo sabíamos ya por la sana filosofía, por el simple buen sentido, por las lecciones de la historia, por los desengaños de una dolorosa experiencia; ahora lo sabemos con la certeza augusta de la Religión. ¡El sufragio universal es la mentira universal!

No se alarmen nuestros lectores: no faltaremos a nuestra divisa. Nada queremos con la política. Nada aquí de lo que se roce con lo transitorio y mudable de las instituciones humanas. Lo eterno, lo inmortal, lo superior a toda vicisitud y a toda mudanza, eso es lo que defendemos; sobre lo demás nos contentamos con gemir en el fondo de nuestro humilde hogar, y orar en la presencia de Dios y en el santuario inviolable de nuestra conciencia. Ni atacamos ni defendemos gobiernos; ni conocemos otros amigos ni enemigos que las doctrinas contrarias a la Iglesia católica y a las buenas costumbres. Véase si es clara y franca y despejada nuestra situación: véase si somos, o no, libres e independientes. Sentimos no ser como los pájaros del aire para poder cernernos como ellos en la inmensidad del espacio diáfano e incoloro, y poder así prescindir de la tierra, hasta el punto de no tener que hollarla siquiera con nuestros pies.

He querido repetirte aquí, lector amigo, esta nuestra ya vieja profesión de fe, primero porque no hay cosa vieja que no convenga recordarla de vez en cuando, y segundo, porque el asunto de que voy a ocuparme contigo en este artículo es arriesgado y expuesto a torcidas interpretaciones. Del sufragio universal se ha hecho arma de partido; bajo este punto de vista ni nombrarlo nos dignaríamos. Pero el sufragio universal es hoy, más que todo, base de un sistema filosófico en oposición a los sanos principios de derecho y de Religión; el sufragio universal es en opinión de sus apóstoles un criterio de verdad nuevamente descubierto, y constituye la esencia de lo que se ha querido llamar derecho nuevo, como si el derecho fuese tal si no es eterno. En este concepto ha tronado el Pontífice supremo contra el sufragio universal; en este concepto vamos a ocuparnos nosotros de tan sucia quisicosa.

¿Qué es el sufragio universal? Es el parecer del mayor número erigido en norma de verdad y de justicia. Es el derecho de los más contra los menos, por la sola razón de que aquellos son los más y éstos son los menos; derecho tan brutal como el del más fuerte contra el más débil. Expliquémonos. Es indudable que muchas veces los más pueden tener razón sobre los menos, como es cierto que muchas veces el más fuerte puede tener razón en su favor y no tenerla el más débil. Pero que una cosa sea verdadera y sea buena sólo (atiende bien la palabra subrayada) sólo porque el mayor número la crea tal, es, amigo mío, perdónenme los discípulos de tal escuela, haber perdido completamente la cabeza. Las cosas son lo que son, blancas o negras, verdaderas o falsas, malas o buenas, no porque así lo resuelva una fuerza numérica, aunque ésta se eleve a la categoría de universal. Todos los hombres juntos y aun todas las mujeres (mira si te pongo límites a la universalidad) que declaren que una acción es justa, no la harán tal si ella es injusta; y un solo hombre, un solo niño que en medio del universal clamoreo, sostenga que aquello es una iniquidad, tendrá razón él solo contra todos los nacidos y por nacer que afirmen lo contrario. Los millones de votos podrán ahogar el suyo; el caso por desgracia no será nuevo. Sin embargo, allí estará lo verdadero donde está la verdad, no donde está el mayor número que defiende la mentira.

Esto es sencillo, rudimentario, hasta trivial. Sin embargo, como las nociones más rudimentarias son hoy las más fácilmente obscurecidas, voy a esclarecerte la presente con una comparación.

La nieve es blanca. ¿Estás muy cierto de esto? Asegúrate bien de este dato, pues a tal punto ha llegado el escepticismo, que hasta quizá sobre esto un día se llegue a discutir. La nieve es blanca, a lo menos por tal se la tiene hasta el día de hoy. Ahora bien. Supón por un momento que a la mayoría de los mortales se les antoja cualquier día declarar que la nieve es negra; supón que no la mayoría, sino todos convienen por unanimidad en considerar como negra la nieve; aunque todas las generaciones afirmen sin vacilar este despropósito, ¿habrá perdido la nieve algo de su blancura? Apliquemos el cuento. Las verdades del orden moral son tan fijas e invariables como las del orden físico. Tan cierto es que el hurto es una injusticia, como que la nieve es blanca, y viceversa. Pues bien. Aunque todos los hombres lleven su extravío hasta el punto de creer y afirmar que tal o cual hurto, llámese como se quiera, no es una iniquidad, iniquidad será, aunque digan lo contrario, un sufragio universal y cien sufragios universales.

Históricamente tenemos comprobada esta verdad. El Hijo de Dios muere en Jerusalén, y es el voto unánime de su pueblo quien le conduce al suplicio. Sin embargo, el crucificado es el Justo por excelencia, y el pueblo judío no se llamará en adelante sino el pueblo deicida. Y saltando del Hijo de Dios a un simple mortal, hallamos a Sócrates, que es condenado a beber la cicuta por el fallo de un tribunal y por la opinión pública de sus conciudadanos; sin embargo, la historia ha seguido llamando a los atenienses asesinos del más ilustre de sus filósofos. En ambos casos el sufragio universal pudo llamarse con la palabra con que le ha llamado recientemente Pío IX: la mentira universal.

Sin embargo, eso que el Papa ha calificado con tan dura expresión sigue siendo para muchos hoy día la universal solución de todos los problemas, y cuan preciosa conquista digna de la ilustración de los pueblos modernos. A vos, católico, apostólico, romano, os llamarán necio y mentecato porque creéis en la infalibilidad otorgada por Dios al jefe de su Iglesia en lo relativo al magisterio supremo que ejerce en ella, se reirán si les decís que los verdaderos cristianos creemos que Jesucristo, fundador de su Iglesia, y alma y cabeza invisible suya, la está asistiendo constantemente con su divina influencia para que no yerre ni permita errar a los que siguen fielmente sus enseñanzas. Y ellos, los ilustrados, los superiores a añejas supersticiones, los idólatras de la razón, y sólo de la razón, empiezan por admitir como dogma filosófico la infalibilidad de las turbas (que otro día os llamarán inconscientes), admitiendo que siempre que los más sostienen una idea en oposición contra los menos, yerran por necesidad los menos, y aciertan por necesidad los más. ¡Vergüenza de nuestro siglo y de nuestros decantados progresos intelectuales!

¡Mentira! ¡Mentira! ¡Mentira! La filosofía, la historia, la experiencia y el sentido común enseñan todo lo contrario. Lejos de ser una probabilidad, cuanto menos una seguridad de acierto, el parecer del mayor número, es tal la condición del hombre corrompido en su inteligencia y en su corazón por la culpa, que la verdad y la justicia deben casi siempre buscarse donde están los menos, no donde están los más. Tocante a esto la Santa Escritura ha llamado infinito el número de los necios, y el Evangelio ha declarado escaso el número de los elegidos, y estrecho el camino celestial, en significación de los pocos que andan por él. Y haced la prueba tomando por teatro de vuestras observaciones así el mundo en general, como una nación en particular, o una provincia, o una sola localidad. Los sabios son los menos, los perfectamente honrados son los menos, los que merecen vuestra confianza muy pocos.

Tanto es así, que una de las dificultades que hacen heroica la verdadera probidad es que para practicarla es indispensable oponerse casi siempre a la corriente general de las ideas y costumbres. Si el sufragio universal no fuese la mentira universal, el papel de hombre de bien fuera el de más fácil desempeño. Con tener muy estrecha la bolsa y muy ancha la conciencia, como las tiene la generalidad de los mortales, estaríamos seguros de poseer la verdadera virtud y no habría más que pedir. ¿A qué sacrificios? ¿A qué abnegación? ¿A qué enfrenamiento de las pasiones? Vivir como vive todo el mundo, tan holgadamente como se pueda, he aquí la mejor regla de moral. Si lo que quiere el mayor número eso es lo justo, y lo que juzga el mayor número eso es lo verdadero, pensemos y vivamos como el mayor número, que cierto no serán enojosos los dogmas que nos mande creer este nuevo pontífice, ni los preceptos que nos mande observar. ¿Qué tal?

¿Te ríes, amigo lector? Bueno es que te rías; mejor fuera, empero, que llorases la miseria del hombre, que hace necesaria la refutación de tan locos desatinos.




Enviado por: Flavio Mateos



Nacionalismo Católico San Juan Bautista


martes, 15 de octubre de 2019

La Caja - Antonio Caponnetto - Dr. Aníbal Johnson




LA CAJA

Por Antonio Caponnetto


         Está pronto a aparecer mi libro “Democracia y Providismo”. No lo leerán tampoco mis detractores; pero eso sí: seguirán presentándole objeciones a mi postura, como si yo nunca las hubiera respondido. Y sobre todo, seguirán presentando a la tal postura como a ellos se les ocurre que fue enunciada. Por lo que continuaré repitiendo con Denes Martos: “me hago responsable de lo que digo, pero no de lo que usted entiende”.

         Ahora bien; en un apartado del capítulo XV de dicho libro, subtitulado “Pensar afuera de la caja”, escribo algo que quisiera compartir con los amables lectores.

         Pero la idea de elegir este fragmento no me pertenece. Me la ha dado un querido amigo al remitirme anoche un excelente artículo titulado “Comentarios fuera de la caja”.

         En dicho artículo, al que gustoso remito,el autor repara en una propaganda de Mercado Libre, que gira precisamente sobre la importancia de la caja; pero de una en particular: la urna.

         Como yo no podría decirlo mejor que él, remito primero a su nota, y después al fragmento de mi libro.





COMENTARIOS FUERA DE LA CAJA

Por el Dr. Aníbal Johnson
  
Good evening.


         # Empecemos, amigos, hablando de la caja. Pero no les hablaré esta noche de ninguna ominosa caja oblonga, no vamos a meternos en estremecedoras cuestiones literarias. Vamos a meternos en estremecedoras cuestiones democráticas. Que nos perdone Edgar Allan Poe, víctima mortal de la insidia democrática. En efecto,  acabamos de toparnos con un breve vidéo que nos pone ante los ojos las bondades que tiene este común objeto, la caja. A falta de poesía que la exalte, ahora los publicistas, al servicio de una empresa de nariz ganchuda, hacen su panegírico. Ellos que adoran otra caja (la caja de caudales, “¡éxtashis!” decía el malogrado Néstor) ahora exaltan la humildísima y olvidada caja de cartón. Los Lugones, los Pedroni de nuestra era escriben a través del “vidéo”, ¡qué progreso! Sin rima pero con música.


         Una caja de cartón, ¿puede haber algo más frágil? Allí se guardan las cosas de escaso valor, las cosas perecederas, incluso los residuos, los desechos y los cuadernos perdidos de los escritores fatalmente inéditos. Casi siempre se usan una vez y se tiran, o se entregan en mano –lo cual es una muestra de urbanidad hoy en desuso- al cartonero (sugerimos que si el cartón contiene dentro un brebaje estimulante, alegrante y rojizo llamado “Termidor” se ingiera primero, pues el susodicho trabajador de los cartones podría desviarse peligrosamente de su camino).

         Demostrada deja la vulnerabilidad de la caja la sensiblera publicidad que nos conmina a ir a colocarnos frente a una caja que nos dé “esperanza”.

         Precisamente allí el voto es tratado como un producto, una mercancía,  que un “libre mercado” se ocupa de mercadear. ¡Está todo dicho! ¡Votemos!

         En fin, querido lector, yo no sé cómo no me conmuevo hasta las lágrimas con la voz trémula del Beto Brandoni, demócrata raigal si los hay, que narra las heroicas peripecias de la caja, hasta llegar al “¡éxtashis!” democrático.

         Y encima, ¡cómo no va el votante “celeste” a exultar cuando en un momento de la propaganda se afirma que “cuidamos vida en una caja” (¿vida humana?, bueno, no, no, de un hamster, pero es lo mismo, no? no hay que discriminar a los cobayos, menos a los cobayos votantes o democráticos).

         Señores, estamos sin dudas ante una caja inclusiva ¡Hasta la mujer con piercings y tatuaje de serpiente está incluida! ¡Todes, señores, todes!

         ¡Caramba!, diría Borges, lo que puede la superstición de las estadísticas.

         En fin, acabemos ya con tanta pavada, con tanta estupidez metida en una caja.

         Si me dan a elegir, yo prefiero esa otra “caja” hoy tan pero tan olvidada, escondida en un rincón culposo de las iglesias (vaticanosegundo mediante) que se llama SAGRARIO. En esa humilde y sublime “caja”, allí reside toda mi esperanza, porque sé con absoluta seguridad –sin que medien estadísticas ni consultas ni debates- no sólo que allí está la salvación, sino que, para tomar prestado el eslogan, “lo mejor está llegando”: el retorno de Cristo Rey en Gloria y Majestad.
  

         # Atendamos ahora a alguien que sabía bien lo que decía, don Nicolás Gómez Dávila: “Las minorías que se vuelven mayorías siguen creyéndose valientes”.

         Y esto no sólo da que pensar en las turbas exaltadas de izquierdistas y/o feministas (es decir, lesbibolches y otros esperpentos) que denuncian con “valentía” la “opresión” de los poderosos cuando en realidad todas las leyes se las están sirviendo en bandeja (de cartón, por supuesto) y es su mentalidad diabólica la que está en la mayoría de los mass-media del sistema, con un gran y constante flujo de dinero (verde, desde ya) detrás.

         Sino que también podemos y debemos ir más allá. Bueno, yo lo hago, invitado por el genial sabio reaccionario.

         Voy a decirlo así: en democracia, el que vota es mayoría. Quiero decir, el que vota a cualquiera, aunque sea a un partidito “de morondanga”, perdonando la expresión, que no obtiene ninguna banca. El que vota se vuelve mayoría, y deja de lado a la minoría, que es la que no vota. Dentro de esa minoría, lógicamente, hay unos lúcidos, activamente resistentes, convencidos, y otros que viven en pleno despiste (por no decir estrellados). Pero en democracia, “votes a quien votes”, como dice el spot publicitario mentado más arriba, “lo mejor está por venir”. Eso “mejor” es esto: la democracia sigue viva. Y avanza. Paso a paso y voto a voto.  “Votes a quien votes”. Ya decía Chesterton que el sistema funciona porque en realidad no hay dos partidos, oficialismo y oposición, sino uno solo, con dos caras. Las oposiciones intra-sistémicas son oposiciones que alimentan el sistema. Son como el aceite que mejora la fluidez del engranaje. El poquito de vinagre que realza la ensalada. Se ha visto en el reciente debate –que no me puse a mirar, of course, porque tenía cosas menos estresantes que hacer, pero del cual recogí las informaciones necesarias- donde todos como buenos actores (no tan buenos, digamos, eran preferibles Darío Vittori o Tincho Zabala) cumplieron su pautado papel, incluidos los representantes de la prensa. Apenas hubo un par de escaramuzas que no lograron turbar la buena convivencia democrática. Lástima da que alguien que años ha se pintaba la cara para combatir a los enemigos de la patria, arma en mano, ahora se pinta la cara para ir ante las cámaras de televisión a cumplir un papel de actor secundario en una película terroríficamente cómica. 

         Así que la valentía, nos parece, en esta situación, no está en plegarse a la mayoría, sino en seguir siendo, contra viento y marea, minoría. Pero, una minoría lúcida, afirmada en convicciones que no sean capaces de conmover e influir los cantos de sirenas democráticos, que nos hagan ir a presentarnos delante de una caja, donde sepultemos toda esperanza.


         # Estoy desvelado. Las noticias de la Iglesia-modernista-conciliar-pachamámica-peroncha son duras. Leo esta profecía de Ana Catalina Emmerick: “(los demoledores encontraron en el templo)…una mujer llena de majestad. Me parecía que ella estaba embarazada, ya que caminaba lentamente: los enemigos fueron presa del pánico al verla y la bestia no pudo ya dar ni un paso adelante. La bestia albergaba el cuello hacia la mujer con el aspecto más furioso, como si quisiera devorarla. Pero la mujer se volvió y se prosternó con el rostro contra la tierra. Vi entonces a la bestia huir de nuevo hacia el mar y los enemigos correr en el mayor desorden” (AA. III, 113)

         El diablo tiene horror, pánico, jabón, vamos: cagazo infinitos ante la Santísima Virgen María. Contra Ella no puede nada. Menos que Macri para bajar la inflación. Menos que Del Caño para disimular su rencor. Menos que Fernández Alberto para disimular su vileza. Mucho, mucho menos. Por eso, centra sus ataques en la mujer embarazada que le recuerda su pesadilla recurrente. Así, su impulso del aborto, para acabar con esa obsesión que le trae a la mente su absoluta derrota. Y de allí que las abortistas lleven el color verde de la serpiente. El enemigo es la mujer embarazada.

         Ahora bien, acabamos de ver en reciente ceremonia que agota todas las calificaciones, a un grupo de supuestos indios (enfundados en americans jeans) llevar al Vaticano, en macabra ceremonia, como sacada de una película de Jacques Tourneur, pero ahora versionada por algún zoquete director del cine argentino, la tosca estatuilla de una mujer embarazada totalmente desnuda. También destacaron los informadores otra estatuilla de un hombrecito de falo, que francamente no se parecía al David de Miguel Ángel. Señores, esto fue una burla deliberada del maligno, una espantosa canallada de sus lacayos que encabeza Bergoglio, una afrenta a la Madre de Dios que permitieron los corifeos del Rey que está desnudo. Nada de majestuosidad en la mujer embarazada, sólo vulgaridad, suciedad, ramplonería, inmundicia, la religión de cuarta a que nos tiene acostumbrados el demoledor Francisco. Idolatría y provocación.

         Oh, la guerra se hace más clara, se definen mejor las dos posiciones, y para desgracia de la serpiente, de las verdes y de los que odian a la Inmaculada, Ella es invencible, y tiene en su mano una escoba, no porque sea bruja, sino porque es Madre, y como toda ama de casa, sabe muy bien limpiar su casa.

         Seamos humildemente esas escobas, esos trapeadores, esos insecticidas y desinfectantes que use cuando quiera nuestra Madre.


         # Bueno, se hace tarde. Último apunte. Chesterton hace hablar a mi tocayo el Dr. Johnson así:

         “En otra parte, dirigiéndose a la señora Swift, el Dr. Johnson defiende las formalidades: «la convención es civilización, señora, y no podemos prescindir de la cortesía sin perder humanidad» y ya que la señora parece inclinarse por una vida sencilla y sin complicaciones protocolarias, le replica el viejo Johnson «Señora mía, una vaca lleva una vida sencilla. No necesita más que hierba» a lo que protesta la señora Swift: «No será usted tan rudo que vaya a comparar a una dama con una vaca» «No, señora, contesta élla compararé con un asno si le desagrada que se la trate con la debida civilidad».

         Oh, y eso que mi célebre tocayo osó decir, en la queja del erudito por su propia timidez, “hacia las damas hui como hacia un refugio contra la algarabía, el insulto y la rustiquez; pero hallé que mi ánimo decaía al acercarme a su aposento, y me vi otra vez desconcertado por las ceremonias de mi entrada, y confundido por la necesidad de atender tantas miradas al mismo tiempo”. Pero, ¿dónde fueron a parar esos modales? La algarabía, el insulto y la rustiquez –para decirlo de manera educada- de las lesbibolches desenfrenadas nos obligan a caratular sus costumbres públicas de monstruosa aquelarre. Y, ¿con qué comparar a estas deformes gárgolas andantes de nuestro tiempo, que reniegan de su femineidad llegando a negar su condición de mujer?:


         Dice don Sardá y Salvany sobre la mujer: “Tienes en la vivienda del hijo del pueblo un verdadero ministerio: si por desgracia eres mala, eres lo peor del mundo, una harpía; si felizmente eres buena, eres en cierto modo un sacerdote doméstico”. 

         Caídas de esa gran misión, de ese exquisito deber y delicado privilegio, se han hecho “lo peor del mundo, una harpía”. Sí, no quieren que las llamen mujeres: hay que llamarles harpías.

         Para distinguirlas de las que son, verdaderamente, mujeres.

Good evening.




Pensar afuera de la caja

Por Antonio Caponnetto

(Fragmento del Capítulo XV de Democracia y Providismo. Un intento de guía orientadora, Buenos Aires, Bella Vista, 2019)


         Le debemos al padre Christian Ferraro el habernos recordado una expresión, detrás de la cual, hay una noción llena de fecunda aplicabilidad. Es la expresión “thinking outside the box o out of the box​​, cuya traducción literal es “pensar afuera de la caja”. Es un metáfora, claro está, y los ejemplos varían.

         Los ejemplos abundan, decimos, pero la idea subyacente es la misma: si me obligan a pensar dentro de una caja; si esa caja me la da el mismo enemigo al que se supone debo combatir; si me fuerzan a no salirme del baúl, y a elegir coactivamente y con exclusividad las herramientas que están dentro del arcón, ya no solamente no soy un hombre libre sino fatalmente condicionado. Puedo considerarme un cataléptico, cuyo trágico destino es despertar vivo en un féretro y no poder ecapar. Morir dos veces encerrado no es lo que se dice un buen augurio y sólo pensarlo aterra. Sin embargo es, aunque no lo sepan, el desenlace habitual del hombre que acepta el juego democrático.

         Referido al terreno que estamos tratando de dilucidar, y amén de lo ya dicho –sobre lo que pedimos amablemente volver- pensar afuera de la maldita caja supondría, por lo pronto, aproximarse a las siguientes reflexiones:

         -No es posible que el concepto de “solución” en política, esté tomado del ámbito matemático, según el cual se trata de “descubrir equis” para que cierre la ecuación y se resuelva la incógnita o el acertijo algebraico. La política no es una ecuación, ni su campo propicio es el del laboratorio, en el que mezclando sustancias podremos tener ciertos productos nuevos o desactivar otros obsoletos.

    Créase o no, hacia fines de julio del corriente año, el Doctor en Matemáticas, Adrián Paenza, de notoria filiación kirchnerista, disertó en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, en vísperas de unas elecciones a realizarse en este 2019, para explicar el método de progresión aritmética en virtud del cual se podrían ganar las susodichas competencias de soberanías populares. Es la misma mentalidad por la que otro de los candidatos de análoga corriente ideológica, se decidió a presentar su apellido como un algoritmo. Candidateaba su fórmula cuántica, no su ideario.

 Bergson proponía ingenuamente “actuar como hombre de pensamiento y pensar como hombre de acción”. Nada de eso. Aquí se trata de hallar la “solución” indistinguiendo el pensar del actuar. Reduciendo todo a un activismo praxeológico que nos permita cuanto antes colocar “la equis” en el casillero correspondiente. ¡Ay de la “solución” política en manos de los mercaderes, los hábiles, los tecnócratas y los dilucidadores de ecuaciones! ¡Ay de estos solucionadores seriales cuyo sustento está en las estadísticas y en los sondeos! En una patria concebida como mercadotecnia, solucionar algo es hallar o fabricar el producto que falta. O mejor aún: hacerle creer a la sociedad que se lo ha hallado.

Mientras sigamos concibiendo el hacer político como sinónimo de fabricar soluciones con las mismas herramientas que nos da el enemigo en la caja que él nos impone, seguiremos, no sólo siendo víctimas de una gran trampa. Seguiremos perpetuamente deasosegados preguntándonos qué hacer y cuál es la solución.

    -No es posible asimismo que, tras imponérsenos un concepto de solución tomado del mundo numérico, se vuelva a incurrir en otro reduccionismo, por el cual, solucionar es dar respuesta eficaz a un problema, duda o cuestión, o alcanzar un fin positivo. Pero está prohibido creer que las verdaderas respuestas eficaces o fines positivos exigen perentoriamente rechazar y repudiar  el circulo vicioso del sistema o la aporía del Régimen. Es lo que supo denunciar en su momento el italiano Pascual Pastore, cuando acusó a los marxistas y a los liberales de tener de la vida un concepto químico, en el que cuentan las sales y los ácidos pero no las virtudes y los bienes. Ese modo de concebir la solución política lleva a la edificación de Babilonia, pero no a una patria que merezca ser vivida y sentida como ejecutora de un gran destino.

-No es posible, al fin, en tercer lugar, excluir dos últimas alternativas. La primera que no merezcamos alcanzar la solución. Que la problematicidad recurrente y persistente de nuestra situación política sea un merecido castigo, o un doliente aprendizaje, o una expiación de las tantas que se ha valido Dios en la Historia para purificar a los pueblos desleales. ¿Cuál es la solución, se pregunta el desesperado; y qué hacer para alcanzarla ya? No se le pasa por la cabeza que podamos ameritar el peso punitivo de un dilema; que la tal punición tenga un origen divino; y que serán así las cosas hasta que no removamos los impedimentos espirituales y morales para encontrar la recta salida.

No se le cruza por el magín a nadie, empezando por los pastores que deberían tener cierta familiariedad con lo sagrado, que la Divina Providencia puede suspendernos el hallazgo de un remedio, hasta que no aprendamos a pedir el que realmente estemos necesitando para nuestra salud corporal y espiritual. ¿Qué podría tener de injusto o de improbable, que por no saber pedir las soluciones rectas, Dios desoyera nuestros constantes reclamos solucionadores? ¿Qué podría alterar la sabiduría divina que, a aquellos que se oponen a la misma, les sea retirada temporariamente la ayuda y exigida en cambio la penuria, hasta que se prosternen ante el Dios que han ofendido?

Y aquí es cuando entra a tallar la última de esa doble alternativa que mentábamos. Su fuente de inspiración está en una sugerente hierofanía helénica de los tiempos clásicos.

De acuerdo con la misma, los ciudadanos de Frigia necesitaban elegir jerárquicamente a su rey; y como cuadraba al noble ambiente religioso de la época dirigieron el pedido de consejo a la divinidad. La divinidad habló por la voz del Oráculo, para indicar que reconocerían al nuevo monarca, porque ingresaría airoso por la Puerta del Este, con un cuervo rampante sobre su carro. El que así reunía tales requisitos fue un simple labrador,llamado Gordias, cuya riqueza era su carretón y su patrimonio un par de bueyes. Elegido soberano, dio a la ciudad el nombre de Gordio, y en ofrenda le supo entregar a Zeus su propio carruaje, pero enlazando lanza y yugo con un nudo tan duro, resistente y duradero, que nadie osaría desatarlo ni podría. Un vaticinio no obstante quedó formulado en ese acto: el que pudiese desamarrar tamaña atadura quedaría en condiciones de conquistar el Oriente.

Cuando tras su paso expedicionario, después de atravezar el Helesponto, Alejandro Magno llegó a posicionarse de la antigua Frigia, se encontró con la historia, con la leyenda y con la realidad de aquel fatídico nudo. Sabido es que lo cortó de un tajo con su espada filosa y penetrante. Si hemos de creerle a Quinto  Curcio Rufo (y a los efectos que nos proponemos da lo mismo), esa misma noche, Zeus aprobó lo actuado con una tormenta de rayos. La divinidad, dijéramos sin rodeos, vio que la solución era buena y la consintió, otorgándole su ejecución al hombre indicado.

Se ha dicho que el lema personal de Fernando El Católico, “tanto monta”, contenía una alusión directa a la tradición del nudo gordiano. En la medida en que “tanto monta cortar como desatar” habría sido la frase original de la que se tomó el famoso apócope regio. Y la verdad es que la divisa del gran monarca se presentaba colocada sobre un yugo, con un cordón cortado alrededor.

En Cáceres, en Losar de la Vera, en la iglesia de Santiago, puede verse el emblema de los Reyes Católicos, tallado en piedra. A la izquierda, el yugo de Fernando luce con la cuerda suelta, desatada, a golpe de filo, contrafilo y punta. Buen símbolo para darse una cabal respuesta a esta doble pregunta que enloquece a quienes no saben conservar el quicio en la adversidad o en la encrucijada. Pues lo que hay que hacer es cortar el nudo gordiano. Allí está la reclamada solución. Permita Dios que lo corte un Príncipe Católico. Pero entretanto, cada uno de nosotros, ante su propio y personal nudo, puede elegir vivir esclavo de sus ligaduras, o decidirse a ser políticamente libres, cortándolo con parresía. Para tamaño tajo, por cierto, se necesita contar con un “medio” más que especial: la espada del espíritu, que es la palabra de Dios. Cuando aniquilemos la ideología rousseauniana, y la sustituyamos por la pedagogía paulina, al menos, en cada alma reconquistada será cumplida la promesa del cántico perenne: volverá a reír la primavera.




Nacionalismo Católico San Juan Bautista