San Juan Bautista

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martes, 27 de diciembre de 2016

DEMOCRACIA Y COMUNISMO (1937) (Repost) – Por Leopoldo Lugones


EL ESCRITOR ANTE LA DEMOCRACIA

(Publicado en La Nación Bs.As. 27 de Junio de 1937, suplemento literario, 2ª. Sección p.3.)


  Definida la democracia según ahora existe, como el sistema de gobierno en el que el pueblo ejerce la soberanía mediante el sufragio universal con que designa sus mandatarios, este instrumento y aquella autoridad se han vuelto sinónimos, La crisis de dicho régimen, al generalizarse como un fenómeno universal que comprende a la sociedad entera, importa para el escritor servidor del pueblo, el deber de considerarla, empezando por definir en que consiste.


  Para ganar tiempo, resumámoslo en la expresión de una deficiencia que nadie discute: la democracia no satisface las esperanzas de adelanto social que se pusieron en ella. El sufragio universal resulta incapaz de constituir el gobierno equitativo, inteligente, eficaz y módico que requiere la sociedad para asegurarse su bienestar moral y material, su progreso y si defensa...


  …(Es) el gobierno más caro, hasta el extremo de que los pueblos que lo practican acaban por entregarse a una verdadera autofagia como lo estamos viendo en Francia y en los Estados Unidos, vale decir en las democracias modelos.


  No lo niega, ni podría hacerlo ante los hechos intergiversables, el ideólogo liberal que sigue creyendo en la democracia; con lo cual trátase de un caso de fe cuyo examen procede ahora.


  La fe en la democracia presupone la realidad del progreso indefinido, pues afirma que el sistema liberal o doctrina política de aquel nombre, es bueno y practicable aunque nunca se haya podido practicar por haber sido malos hasta hoy los hombres que lo practican; con lo cual bastará que sigan practicándolo malamente, para que se acaben por practicarlo bien, lo cual equivale a transformarse, así, de malos en buenos.


  Para quienes creemos que la bondad de un sistema político o social consiste ante todo en que sea practicable, lo cual significa la capacidad de realizar sus propósitos de bienestar común; que su persistente inadecuación a este objeto permite calificarlo de malo, y que la práctica del mal no ha de redundar en bien con prolongarse sino, al contrario, en mayor mal todavía; la fe que analizamos constituye un caso de optimismo frecuente que el demócrata en cuestión proclame su ateísmo como una expresión de superioridad intelectual . Entre Dios y el contrasentido irracional que acabamos de exponer, prefiere y profesa este último en nombre del racionalismo…


  Mientras tanto, lejos de perfeccionarse, la democracia tórnase más defectuosa cada vez, y el progreso indefinido yace en el panteón de las hipótesis archivadas.


  De consiguiente, afirma todavía el demócrata, lo que ha menester reformar es el hombre y no el sistema; en otros términos, acomodar el cuerpo al traje  no el traje al cuerpo, con disparatada inversión de relaciones naturales, lógicas y posibles, aunque el sentido común enseña que si un traje incomoda se lo reforma, para cambiarlo definitivamente por otro cuando así tampoco sirve.


  Pasa esto, por lo demás, con todos los sistemas, que siendo obras humanas, resultan perecederos como el hombre mismo, y con mayor motivo cuando son racionalistas, dado que la razón, facultad crítica en sí, rectifica y deroga sin cesar; mientras la perpetuación de la democracia, contradice la hipótesis del progreso indefinido que es de suyo una variación constante.


  Dentro de dicha hipótesis que, como hemos visto, es esencial a la formación y sostén de la fe democrática, el sistema promueve otro conflicto racional. Desarrollado, en efecto, según su propia lógica, lleva prácticamente, que es como vale, a la dictadura del proletariado, o incurre, mejor dicho, en su propia negación según sucede con todas las paradojas cuando se las somete a esa prueba clásica y e ilevantable; de suerte que, aun a pesar suyo, el objeto final de la democracia es el comunismo cuyo éxito requiere, sine qua non la mencionada tiranía. Y nada más sencillamente lógico, según se ve: la capacidad de todos para todo, reconocida y practicada con el sufragio universal, asienta en consecuencia que todo es de todos e impone la conclusión de que todos tienen derecho a todo por el mero hecho de nacer. Si el sufragio universal, bajo esta única condición, ya que ninguna requiere su ejercicio, constituye y da gobierno al Estado, que es el total, consecuencia y conclusión vienen al caso por la doble razón de que la parte cabe en el todo y de que quien puede lo más puede lo menos. El absurdo de confundir igualdad humana con capacidad política engendra la despótica monstruosidad del comunismo.


  Que éste lo sea,  no cabe duda después de la gigantesca experiencia rusa y de sus horrendas repeticiones en Hungría y en España. No se trata pues, de dialéctica, sino de hechos con magnitud y repetición suficientes para constituir acabada certidumbre.


  En el desarrollo lógico que a todo sistema induce para su complemento natural, la democracia nos lleva al Paraíso Rojo; de suerte que cuando el burgués, según su cómodo principio: “ni facismo ni marxismo”, lo enuncia así para quedarse en la democracia, opta realmente por lo segundo. La democracia se encargará de llevarlo a él como un buque en marcha donde se hace la ilusión de la inmovilidad que es su propia poltronería.


  Por otra parte, el régimen hace crisis mortal en la indiferencia del descreimiento. El voto obligatorio fue la primera expresión de ese estado de ánimo. Los “frentes populares”, de invención comunista, son la segunda y más grave, pues nadie ignora que el comunismo aspira a apoderarse del gobierno mediante el sufragio universal, para acabar con la democracia.


  Que por lo demás, repito, se acaba sola. Basta ver, para no ir más lejos ni atenernos sino a lo propio, o sea lo que conocemos mejor, qué está pasando con asunto de tanta magnitud como la renovación de la Presidencia. Fuera de los políticos a quienes interesa como resultado profesional, la elección del futuro Presidente goza – o padece – de la  indiferencia pública. Lo que la gente quiere es que la dejen en paz, designando a cualquiera “porque todos son iguales”. Opinión que los políticos se han encargado de ratificar con su insignificancia. El soberano delega con una especie de insípida conformidad. No opino a mi vez; refiero como periodista. La “cuestión presidencial” tan solemne otrora, carece ya de importancia. Es lo mismo, dice el sufragante universal; y tan lo mismo, que si mañana el Presidente que ya está decidiera quedarse, la gente no lo hallaría mal y hasta lo consideraría quizás mejor. Ocupada en recuperarse de la crisis, la carencia de agitación electoral pareceríale una ventaja. Hay, sin duda, en esto su parte de positivismo sórdido; pero el descreimiento es lo principal, Se carece de entusiasmo porque se ha perdido la fe. Faltan, además, las personalidades vigorosas y atrayentes que el pueblo ha menester para encarnarla. Todos son iguales; y elegir es decidirse entre dos distintos; un acto de desigualdad, si bien se mira. La perfección de la democracia tiende hacia la reducción a cero.


  Para la suerte del sistema, esto es peor todavía que elegir mal, porque suprime hasta la reacción ante la amenaza que el error trae consigo. Es la extinción por abandono.


  Y nada cuesta ver por qué. La libertad negativa del racionalismo lleva en este carácter su espontánea anulación. El desenfreno del instinto en que acaba al fin de cuentas su atribución incondicional, no interesa sino al vicioso y al bribón. Corrompe también a los predispuestos; agrada a la mayoría; pero el grupo moralmente mejor, y con esto el más importante para la sociedad, tiene otra idea de albedrío. Lejos de confundirlo con antojo, lo condiciona al deber y al orden. Conceptúa la libertad como un estado de conciencia, no como un deseo instintivo de satisfacerse materialmente.


  Pues bien: la satisfacción material acaba pronto en hartura. El placer puramente instintivo concluye siempre en desencanto. La prosperidad no es un fin como creía el liberalismo, ni existe tampoco la prosperidad perpetua. Fundar en ella un sistema, es dar a éste por base un doble error del optimismo que constituye otro mayor a su vez cuando se vuelve sistemático.


  El fracaso pacifista ante la inexorabilidad de la guerra; la crisis capitalista, no menos que se ilusan los chorlitos de la especulación; el desastre experimental de las doctrinas extremas a que conduce la libertad racionalista, cuando se las pone en práctica; la inmoralidad suicida en que se desenfrena esa libertad, que al ser negativa, lleva en sí propia su inevitable anulación: he ahí, entre otros, pues los hay más, en efecto, los principales motivos de caducidad democrática.


  La ley de periodicidad, que lo rige todo, contradice la perpetuación del progreso y de los sistemas. Es lo que hemos visto por cuenta propia los hombres del siglo XIX con el liberalismo de la prosperidad, la paz y la democracia. Pero, mucho más claro aun con la ciencia que según el positivismo habrá de ir alejándose sin cesar de la metafísica, su iniciación ilusoria. ¡La metafísica que con vanagloria pueril, y en lo que a mí toca, con ignorancia contumaz, creíamos haber superado!


  Y bien, no. La más perfecta de las ciencias, la matemática, predilecta por cierto del filósofo Montpellier, remonta su vuelo con grandeza que él mismo no sospechó, para dilatarlo en trascendencia metafísica. Así el hombre se rehalla, dijera el genial astrónomo inglés (Eddington) a la orilla de lo desconocido; pero en esta recisión con que va buscandola dentro de sí, que es donde está, la divina chispa, la razón deja de ser su omnipotente numen, y con ello la expresión de su autoidolatría, con que efectúa aquella tarea de la propia iluminación.


  Así cae el racionalismo o sea el susodicho numen de la omnipotencia y de la soberbia, y con él la democracia que es una de sus creaciones. Por esto, porque se trata de una transformación espiritual, la consecuencia es irrefragable. Groseramente materialista, por otra parte, el régimen materialízase más aún con ese abandono del espíritu. Su desenlace, mejor dicho su final, puesto que se trata de maximalismo y extremismo según la propia definición de los sectarios, es un hundimiento en la bajeza del instinto; un repliegue concéntrico del cerebro en el vientre para autodevorarse así el ser degradado por ella, como todo lo absoluto se reduce a cero en los dominios de la materia y la razón. Por algo el hombre ideal de Rousseau, apóstol de la libertad incondicional, es el salvaje cabalísimo. El círculo vicioso de la paradoja que es ese concepto de la libertad, ciérrase en una doble negación del espíritu.


  ¿Qué simboliza, en efecto el estandarte de la dictadura proletaria enarbolada para redimir al mundo desde esa roja Moscú donde la estatua de Judas Iscariote conmemora el triunfo de la “patria proletaria” sobre el “prejuicio burgués”?


  Pues, el trabajo manual que es la materialidad extrema; la apoteosis del ganapán en que viene a consistir la redención consabida. Esta ingenua glorificación de la fuerza física aplicada a los oficios más toscos cuya herramienta blasonaría en consecuencia la “Nueva Civilización”, define un sistema. Fácilmente se infiere de ahí su sordidez y su ateísmo; pero, sin mencionar la máquina todopoderosa en que sus sectarios adoran a la Prosperidad, fuente para ellos de la dicha, la misma utilería rudimentaria del martillo y de la hoz no es invención de la mano, sino de la mente. La dictadura del proletariado y el sufragio universal podrán crear un tirano, un presidente, un falso dios, pero no un tornillo. A despecho del materialismo con sus pitecos y antropoides, científicos hasta la veneración, no somos bestias. El sectario más afanoso por ratificar con su degradación el linaje animal de que se envanece, lleva a pesar suyo un destello de inmortalidad en las alas que revuelca.



LEOPOLDO LUGONES “La misión del escritor. El ideal caballeresco” Ediciones Pasco Pags. 67 a 72.




Nacionalismo Católico San Juan Bautista


domingo, 25 de diciembre de 2016

¿Cisma? No. Mejor decir herejía – Pedro Rizo



Se dice en algunos medios que los católicos estamos ya en un cisma. No quisiera alarmar a nadie pero al mismo tiempo me siento necesitado de considerar qué está pasando en la Iglesia que provoca visibles disidencias en la Jerarquía, en los doctores, en el pueblo fiel, en las órdenes y congregaciones de vida consagrada, de entre las cuales algunas muestran vulgaridad, vacíos y bajezas inpensables.


Así que, tal vez, esto de que estemos en un cisma no sea lo grave que se dice, sino... mucho más. Porque seguir llamando cisma a lo que ocurre en la Iglesia -ya pasa de medio siglo- es una manera de refugiarse en la apariencia inmediata sin reparar en el contexto general. Es un desviar la atención como si solo fuera “un problema de casa”, “rencillas de familia”. Pero, no. Lo que está claro y patente es que a la Iglesia fiel se nos está alimentando de herejía.


Una herejía iniciada ya por Juan XXIII al llamar “Pastoral” a un Concilio que, enseguida, por la nueva teología del atropello resultó a la contra de todo lo enseñado, creído y practicado en la Iglesia. Con tanto éxito, que a su impulsor le hicieron santo contra viento y marea, apoyados en su montaje hagiográfico y no en el balance -y signo- de sus obras. (Mt 7, 15-20)


Los cardenales que impugnan los errores de la Encíclica Amoris Laetitia están ya en la primera fase del inevitable enfrentamiento. A esta oposición de cuatro, o cinco, cardenales al escándalo anticatólico de esta encíclica se ha dado en llamarlo cisma. Aun así, no está claro que lo sea, todavía, ni siquiera que se ande en ese camino. Sin embargo, la posición objetora a un documento de Pontífice en ejercicio lleva pronto a la objeción de herejía. Porque ante el riesgo de herejía se hace urgente definirla para atajarla. Máxime si proviene del ocupante de la Cathedra; el obispo de Roma (“llamáme Jorge”) al que los fieles, cruzando los dedos a la espalda quieren mirar como Papa.


El arrianismo también pareció un cisma pero enseguida se descaró como herejía totalitaria, destructora del incipiente cristianismo. A nuestro San Hermenegildo le degollaron por negarse a recibir la comunión de manos de un cura arriano... que se la ofrecía como simple pan. Y es que a este extremo se llega cuando la herejía se asienta en lo más alto.


La peor de las herejías porque, lo digo repentizando, se ha hecho de Nuestro Señor Jesucristo uno más entre los profetas y chamanes, en Asís; porque la moral la han desgajado de su tronco evangélico adaptada a la de las calles (homosexualismo, adulterio reconvertido, pobrismo marxistoide, liturgia protestantizada, reducción de las confesiones...) Porque a los mayores enemigos de nuestra fe se les ha dado un insólito protagonismo de igualdad (Lutero), cuando no de superioridad (judíos), que nos lleva a los católicos a excomulgarnos de nuestra milenaria identidad. Y no digamos de la adhesión orgullosa, satisfecha a los filósofos materialistas. Aquellos por cuyas ideas se masacró a millones de creyentes en la URSS, en España, en México, en China, en el Caribe, en Indochina, en África negra, en Argelia...


Mandangas y huidas.


La situación actual hay que llamarla como exige la realidad: herejía en proceso de eclosión. Porque abundan demasiado las autoridades vaticanas que, mantenidas en el momio de su cargo, han perdido autoridad o ninguna les queda, pues que se han alejado de su fundamento apostólico. Timoteo ya no guarda el Depósito (1 Tim 6, 20); el sucesor de Pedro ya no apacienta el rebaño de Cristo. (Jn 21, 15-17)


Los que pueblan el aparato curial y, quizás, por obediencia o deuda gran parte del funcionarial, se manifiestan como pobres inválidos, incapaces de plantarse y exigir el retorno al "principio y fundamento"; criterio que se siguió en casos parecidos. Por tanto, no pongamos tiritas de cisma al escándalo filosófico, histórico y teológico que se está cocinando dia-a-dia en un cuerpo eclesial que rezuma herejía... Benedicto XVI lo llamó "hacer agua por todas partes".


Estamos obligados, en Derecho, a expresar nuestra alarma y denunciar los efectos de destrucción que se extienden y se aceleran.


El Nuevo Orden Mundial sabe que no puede imponerse con la cultura católica tradicional (valga la redundancia de calificativos). Necesita exterminarla... Y no vamos a ser precisamente los fieles los que secundemos sus planes colgándonos esa piedra al cuello.


Hay que llamar a las cosas por su nombre.


No hablemos de cisma y preguntémonos qué clase de cristianos somos que todo lo que antaño nos definió, ahora es motivo de vergüenza y petición de perdones... a quienes niegan y persiguen lo que creemos.







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Dos poemas de Navidad - Andrés García-Carro



NAVIDAD



                                                  Porque ha nacido en Belén
                                  Jesús, hijo de María
                                  y José de Nazaret,
                                  brindemos con alegría.

                                  Porque ha venido a hacer bien
                                  con su ejemplo y con su guía,
                                  hoy veinticinco del mes
                                  de diciembre es un gran día.

                                  Porque Él es Dios y yo sé
                                  que nos alienta y nos cuida
                                  y que nos tiene en su Edén
                                  habitación escogida,
                                  gocemos aquí también
                                  del tránsito de esta vida.

                                  Paremos el carrusel
                                  de los odios, las inquinas,
                                  amémonos como Él
                                  nos ama sin escatima.

                                  ¡Qué alegría, qué alegría,
                                  hoy ha nacido en Belén
                                  nuestro Maestro y Mesías!



Y EL NACIDO ¿DÓNDE ESTÁ?


                                          
                                             Veo por la ciudad
                                    arbolitos adornados
                                    con bolas de colores,
                                    estrellitas, lucecitas,
                                    papanoeles colgados
                                    de los balcones aquí y allá.

                                    Y el Nacido ¿dónde está?
                                    No lo veo, ni a Él ni a
                                    su Papá ni a su Mamá
                                    ni a los Reyes que del Oriente
                                    el oro, el incienso y la mirra
                                    en sus camellos le traen.

                                    Veo grandes carteles
                                    que felices fiestas nos desean.
                                    ¿De qué fiestas hablarán?
                                    Si el Nacido no está en ellas,
                                    serán lo que sean,
                                    mas felices no serán.

                                    Cristianos del mundo entero,
                                    dejemos de hacer el canelo;
                                    el Niño-Dios ha nacido,
                                    celebremos su Navidad.


                                                                                 Andrés García-Carro



El primer poema pertenece a su libro La buena senda y el segundo a Feliz, y no como el perro de Andresito, todavía inédito.



Nacionalismo Católico San Juan Bautista

sábado, 24 de diciembre de 2016

EVANGELIO DEL NACIMIENTO – P. Leonardo Castellani



EVANGELIO DEL NACIMIENTO [Jn 1, 1-14] Jn 1, 1-18


     En la noche de Navidad la Iglesia lee en las dos primeras misas la mitad del Capítulo II de San Lucas; y en la tercera, el Prólogo del Evangelio de San Juan, que se lee también al final  de todas las misas del  año. En San Lucas están los pormenores tan conocidos del nacimiento del Salvador, que el arte cristiano ha popularizado en todo el mundo.

     Primero está marcado el tiempo: fue en el tiempo del gran Censo o empadronamiento general  ordenado  por  Augusto  César  en  todo  el  Imperio;  y  en  la  Siria  –de  que  era gobernante–, por el Propretor Quirinius en el año 42 del César. Por este orden, debió bajar de Nazareth José con su esposa encinta a la ciudad-cabeza Bethleem, patria del Rey David, de quien ambos descendían; para que se cumpliera la Escritura:

                      Mas tu, Bethleem de Ephratah
                      pequeña entre los millares de Judá,
                      De ti me saldrá el que señoreará a Israel
                       y su origen de muy antiguo,
                      de Los días de mayor antigüedad.
                      El Jahué los entregará [a los judíos] hasta el tiempo
                      en que la que ha de parir parirá
                      y los demás hermanos volverán a Israel.
                      Y se robustecerá con la fortaleza de Jahué
                      con la majestad del nombre de su Dios Jahué
                      Y entonces habrá seguridad
                      porque su prestigio irá hasta los fines de la tierra

(Miqueas V, 1-3)

     Dante Alighieri dice muy alegre que Cristo es romano, porque eligió nacer  en el Imperio Romano y obedeciendo a una orden del Emperador... Sí, nació en el Imperio para pagar un nuevo impuesto, y para no encontrar una alcoba donde nacer; y al fin de su vida, los soldados imperiales lo crucificarán. Cristo es de todo el mundo, así como antes de encarnarse no era deste mundo. Parejamente el  P. Lombardi dice que Dios ha prometido a Italia el “primado religioso” en el mundo, porque los vicarios de Cristo viven en Roma. Son cuentos; cuentos patrióticos, como el del negro Falucho... un negro que no existió.

     El lugar fue una caravanera y un pesebre. “Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales  y lo reclinó en un pesebre; porque no había para ellos lugar  en la posada”. No hubo para Cristo recién nacido ni un cubículo de fonda; y este rasgo asombroso y de tan gran patetismo está puesto por Lucas de paso, en una frase incidental. ¡Si habrán decantado sobre él los predicadores!

     Cristo quiso nacer en la mayor pobreza, quiso hacemos ese obsequio a los pobres. La piedad cristiana se enternece sobre ese rasgo y hace muy bien; pero ese rasgo no es lo esencial de este misterio: no es  el misterio. El misterio inconmensurable es que Dios haya nacido. Aunque hubiese nacido en el Palatino, en local de mármoles y cuna de seda, con la guardia pretoriana rindiendo honores, y Augusto postrado ante El, el misterio era el mismo. El Dios invisible e incorpóreo, que no cabe en el Universo, tomó cuerpo y alma de hombre, y apareció entre los hombres, lleno de gracia y de verdad; ése es el misterio de la Encarnación, la suma de todos los misterios de la Fe. Bueno es que los niños se enternezcan ante las pajas del pesebre, la mula y el buey; que los poetas canten:

                      Caído se le ha un clavel
                      Hoy a la Aurora del seno
                      ¡Qué glorioso que está el heno!
                      Porque ha caído sobre él.
                      .........................................
                      Las pajas del pesebre
                      Niño de Belén
                      Hoy son flores y rosas
                      Mañana serán hiel;

y que los predicadores derramen lágrimas sobre la pobreza del Verbo Encarnado; pero los adultos han de hacerse capaces de la grandeza del misterio y han de espantarse no tanto de que Dios sea un niño pobre, sino simplemente de que sea un niño.

     La herejía contemporánea, que consiste en una especie de naturalización del dogma, no tiene inconveniente en celebrar la “Fiesta de la Familia” y en enternecerse ante el “niño divino”; con tal que sea divino como todos los otros niños son “divinos”. El cristiano debe estar  atento: no es un niño como los otros niños. El  profeta Miqueas dice en el  mismo capítulo del nacimiento:

                      Aquel día te quitaré los caballos
                      dice Jahué, y destruiré tus carros
                      Y abatiré las ciudades de tu tierra
                      y arruinaré todos tus fortines
                      Y te quitaré de las manos las hechicerías
                      y no habrá cabe ti agorerías
                      Destruiré tus ídolos y tus cipos
                      y no te postrarás ante la obra de tus manos
                      Y arrancaré del medio tus lucos sacros,
                      y derribaré tus árboles idolátricos.
                      Y en ira y furor haré venganza en tus gentes
                      que no quisieron escucharme.

     Los  paganos  de  hoy  celebran  “el  día  del  Niño”  y  después  se  vuelven  a  sus espiritismos; cuando no lo celebran con hechicerías o con excesos paganos o animales. El cristiano celebra la Noche-Buena con santa alegría, pero con profundo sobrecogimiento.

                      Os anuncio una gran alegría
                      Que será para todos los pueblos:
                      Hoy os nació en la ciudad de David
                      Un Salvador, el Mesías y el Señor.
                      Y ésta es la señal: encontraréis un niñito
                      envuelto en pañales
                      y reclinado en un pesebre,

dijo el Ángel a los pastores.

     El  acontecimiento de los acontecimientos fue anunciado antes que a todos a unos pobres pastores que velaban en tomo de una hoguera en la noche helada. Ellos creyeron, y corrieron, y hallaron “lo que el  Señor les había hecho saber”; aunque al  ver  al  espíritu luminoso “temieron grandemente”; mas no pudieron temer al rey de los ángeles hecho niño pequeño. Ellos fueron los primeros ciudadanos del Reino, y sus primeros evangelistas. Ellos presenciaron el júbilo de los “ejércitos celestiales” sobre la caravanera, después de María y José, y antes que los Magos. Salieron contando el suceso y hubo pasmo y una gran esperanza entre  la  pobre  gente.  “Pero  María  conservaba  todas  estas  palabras  rumiándolas  en  su corazón”. De ella sin duda las obtuvo muchos años después el médico griego meturgemán de San Pablo llamado Lucas, el evangelista de la niñez de Cristo y de la virginidad de María, de quien se dice también que hizo una pintura de Nuestra Señora; porque era tan mal médico y mal pintor como excelente “recitador”.

                      Tunc prius ignaris pastoribus ille creatus
                      Emicuit, quia Pastor erat. ..,

canta el poeta latino Sedulius:

                      Por eso primero que a todos a pobres pastores
                      Mostróse; porque era Pastor....

     La  palabra  “primogénito”  que  pone  San  Lucas,  ha  dado  pie  a  muchos  herejes (Joviniano, Hevidio, Ebión y Eunomio; así como algunas sectas protestantes) para aseverar que la  Santísima  Virgen Nuestra Señora tuvo después  de Cristo otros hijos; cosa  que reproduce el  judío Schalom Asch en su pesado novelón que como “historia de Cristo” escribió con el  título de  El  Nazareno. Pero la palabra griega  protótokon significa tanto primogénito, como unigénito, según los peritos. Es como la palabra primeriza que usan los libros de Medicina, que se refiere al primer parto sin determinar si es único; o uno seguido de otros.

     El cántico de los ángeles sobre el khan de Belén (“Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”) ha sido traducido diversamente y dado pie a muchas discusiones. La traducción más exacta es:

                      Gloria
                      en el cielo
                      a Dios; paz
                      en la tierra
                      a los hombres del beneplácito.

     Tés  eudokías  significa en griego  a los hombres  bien enseñados;  es  decir, a los creyentes; de los cuales los primeros fueron los Pastores; que si fueron tres pastores –como dice San Agustín– o doce pastores –como dice Teofilacto– no lo sabemos.

     San Lucas dice que María “dio a luz su hijo, lo fajó y lo reclinó en el pesebre”, sin ayuda de obstétricas o comadronas: el nacimiento de Cristo fue milagroso y virginal. “Los pañales –escribe San Cipriano de África– están en lugar de las púrpuras, y las fajas en lugar de las holandas de los reyes. La misma madre que da a luz es la obstetriz que presta al recién nacido sus cuidados: lo toca, lo abraza, lo besa, lo amamanta; todo ello inundada de gozo. No hay en este parto dolor ni lesión alguna... Por sí mismo se desprendió del árbol este fruto maduro”.

     La tradición del pueblo cristiano ha retenido desde los primeros tiempos que había en el  khan  de Belén una mula y un buey: los Santos Padres antiguos se han complacido en aplicar a los dos humildes animales el versículo de Isaías, I, 3: “Conocerá el buey a su dueño - Y el asno el pesebre de su Señor”. La tradición española tiene que San José llevaba el buey para pagar el tributo al Déspota Imperial, y la mula para cabalgadura de María; puesto que de Nazareth a Belén hay cuatro días de camino a pie. El bueno de Maldonado se opone a esta tradición, diciendo que si tenían una mula no eran tan pobres, y no les hubieran negado lugar en la fonda. Pero ¿no se puede ser pobre y tener una pobre mula?

     Para mí que la mula fue prestada.

     Y así pasó esa noche que habría de ser recordada como Buena por excelencia en todo el mundo por siglos sin fin, sin que nada pasara en el mundo fuera de un movimiento de pastores y una nueva estrella desconocida que vieron tres astrónomos caldeos en el cielo de Oriente. El Verbo de Dios se hizo hombre, y los periodistas de aquel tiempo no se enteraron de nada. Pasó la noche y vino el Alba y un nuevo día. “Caído se le ha un clavel - Hoy a la Aurora del seno...”.

      “Y pecaron los hombres como todos los días”, dijo el poeta Paúl Fort. Esto se puede poner  en  verso  ¿por  qué  no?  por  lo  menos  para  no aparecer  como  enemigo  de  los “villancicos”.

                      Hoy ha nacido un niño y hay un gran parabién
                      Hay cánticos de ángeles y hay luces en Belén.
                      Hoy ha nacido un niño: una mula lo aceza
                      Un obrero lo adora y una virgen lo besa.
                      Hoy ha nacido un niño; y unos pobres pastores
                      Vienen de prisa a verlo con corderos y flores.
                      Gloria a Dios en los cielos, paz a los que han creído
                      ¿Cuál pensáis será el nombre de este recién nacido?
                       Paz a los que han creído y a los que han de creer
                      ¿Quién pensáis será Este nacido de mujer?
                      Hoy ha nacido un niño muy antiguo de días
                      Más que el Hermón nevado con su testa de armiño
                      Que viene de las últimas místicas lejanías
                      Hoy ha nacido un niño y es Dios que se ha hecho niño
                      Y pecaron los hombres como todos los días.

     El pueblo judío era un buey pesado y bruto; y era cabezudo como una mula y tan ignorante y mistificado como el pueblo argentino: tenía que haber pensado que si Dios se hacía hombre –si se realizaba en el mundo la perfección de la Humanidad en un hombre– ese hombre iba a pasar desapercibido, y que había que abrir bien los ojos. Así  que el  buey reconoció a su Señor; y el Pueblo Elegido pasó la Noche Buena como todas las otras noches; y sigue pasándola.



Leonardo Castellani – El Evangelio de Jesucristo 1957




Nacionalismo Católico San Juan Bautista