San Juan Bautista

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martes, 16 de enero de 2018

El héroe y la Patria – Jordán Bruno Genta




  Los guerreros son los fundadores de la Patria y del Estado. Una tierra de libertad y de honor jamás fue descubierta ni conquistada por mercaderes.

  En el principio no son las especies. Todos los comienzos históricos le pertenecen al héroe.

  El heroísmo no es desbordamiento momentáneo sino la fía seguridad que de pronto deviene la llamarada; es la conciencia del fin necesario y la capacidad de realizarlo de una manera acabada y ejemplar, por encima de las contingencias y a pesar de ellas. Se ha dicho que el héroe es un producto de las circunstancias; nada revela tanto la disminución de la verdad y la moralina filistea que envilecieron al siglo XIX.

  El héroe es la entrada de la razón y de la justicia en la existencia; su fuerza eleva a los pueblos hasta merecer la grandeza de su misión y los hace capaces de conquistar la libertad de la soberanía y el derecho a un nombre propio en la Historia Universal.

  El riesgo máximo del héroe, su obstáculo más difícil de vencer es que su acción no se manifiesta según derecho reconocido, sino como una voluntad particular. Por esto sus hechos importan una violencia contra lo que está admitido o aprobado por la generalidad de los hombres. Pero es una violencia plenamente justificada porque responde a la necesidad de restaurar la Ley olvidada.

  El prestigio del héroe es antiguo, aun más antiguo que la costumbre, puesto que es el origen de la costumbre y de la ley.

  En épocas de normalidad banal, de prolongado equilibrio en la vida interna y externa de las naciones, sobre todo si el alago de una prosperidad material creciente se apodera de los espíritus, entonces se extiende el silencio sobre los héroes nacionales, protagonistas de todas las horas decisivas y definitivas de la Patria. Se las despoja de actualidad, relegándolos a l museo de antigüedades ilustres; y, a veces, no se disimula siquiera el fastidio que los hombres representativos de la cotidianeidad, principalmente pedagogos experimentan hacia el héroe.

  Es el momento en que abusando de los términos e invirtiendo la tabla de los valores se exaltan las virtudes del trabajo y los rendimientos útiles de la técnica científica, obra de esos esforzados investigadores que son, se dice, los verdaderos héroes; y sus descubrimientos, la gloria verdadera de la humanidad. Y los pregoneros de este nuevo heroísmo de los hombres que traen seguridades y facilidades para la vida, en lugar de riesgos y de las dificultades, osan sugerirle a los pueblos los últimos propósitos de la Revolución que triunfa en los espíritus adormecidos por la facilidad: “en lugar de las estatuas con los reyes glorifican a los cómplices de sus devastaciones, los pueblos tienen el derecho de erigir estatuas de los gloriosos vencedores de la oscuridad, del espacio, del abismo de los mares, de la pobreza, de las fuerzas de la naturaleza puestas al servicio del hombre, como el calor, la electricidad, el gas, el vapor, el fuego, el agua, la tierra, el hierro…

  Los nobles héroes de la ciencia en lugar de los bárbaros héroes del sable. Los que extienden, ayudan, realzan, dignifican la vida, no los que la suprimen so pretexto de servirla; los que cubren de alegría, de abundancia, de felicidad las naciones, no los que las incendian, destruyen, empobrecen, enlutan y sepultan”.(Alberdi, “El crimen de la guerra” Cap. VI, 8)

  En estos y parecidos términos, se ha hablado a la juventud de la Patria durante generaciones, como si tuviéramos la vida para conservarla y asegurarla indefinidamente y no para perderla por aquellos que vale más que la vida; como si la vida fuera un fin en sí mismo y no un bien que se posee para ofrecer a otros bienes más altos: Dios, la Patria, el honor de los suyos. Como si la vida no fuera en el hombre una preparación para la muerte, para saber morir cuando llega la hora en que es preciso afrontarla…


Jordán Bruno Genta: “Acerca de la libertad de enseñar y de la enseñanza de la libertad” Ed. Dictio. Argentina 1976. Págs. 70-72.


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