San Juan Bautista

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viernes, 21 de junio de 2013

PADRE NUESTRO - Giovanni Papini: "Historia de Cristo"

  Jesús en la Montaña enseñó por primera vez el Padre Nuestro. Es la única fórmula de oración que ha aconsejado Jesús. Una de las oraciones más sencillas del mundo. La más profunda de cuantas se levantan de las casas de los hombres y de Dios. Una oración, sin literatura, sin pretensiones teológicas, sin jactancia y sin servilismo. La más hermosa de todas.

  Pero si el Padre Nuestro es sencillo, no todos lo entienden. La secular repetición, la mecánica repetición de la lengua y de los labios, la repetición milenaria, formal, ritual, desatenta, indiferente, ha hecho de él una sarta de sílabas cuyo sentido primitivo y familiar se ha perdido. Releyéndolo hoy, palabra por palabra, como un texto nuevo, como si lo tuviéramos por primera vez ante la vista, pierde su carácter de vulgaridad ritual y reflorece en su primer significado:

  Padre nuestro: Luego hemos venido de ti y como a hijos nos amas: de ti no recibiremos ningún mal.

  Que estás en los Cielos: En lo que se contrapone a la Tierra, en la esfera opuesta a la Materia, en el Espíritu, por tanto, y en aquella parte mínima y con todo eterna del reino espiritual, que es nuestra alma.

  Santificado sea el tu nombre. No debemos adorarte únicamente con las palabras, sino ser dignos de ti, acercarnos a ti, con amor más fuerte. Porque tú ya no eres el vengador, el Señor de las Batallas, sino el Padre que enseña la bienaventuranza en la paz.

  Venga a nos el tu Reino: El Reino de los Cielos, el Reino del Espíritu y del Amor, el del Evangelio.

  Hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo. Tu ley de Bondad y de Perfección domine en el Espíritu y en la Materia, en todo el universo visible e invisible.

  El pan nuestro de cada día dánosle hoy. Porque la materia de nuestro cuerpo, morada del espíritu, tiene todos los días necesidad de un poco de materia para mantenerse. No te pedimos riquezas, que suelen ser estorbo pernicioso, sino tan sólo aquello poco que nos permita vivir, para hacernos más dignos de la vida prometida. No sólo de pan vive el hombre, pero sin ese pedazo de pan el alma, que vive en el cuerpo, no podría nutrirse de las demás cosas más preciosas que el pan.

  Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Perdónanos, pues nosotros perdonamos a los demás. Tú eres nuestro eterno e infinito acreedor: nunca podremos pagarte. Pero muévate el que a nosotros, por nuestra naturaleza enferma, nos cuesta, más condonar una sola deuda a uno solo de nuestros deudores, que a ti el cancelar todo lo que debemos.

  Y no nos dejes caer en la tentación. Somos débiles, enligados todavía en la carnalidad, en este mundo que, a veces; nos parece tan bello y nos llama a todas las molicies de la infelicidad. Ayúdanos para que nuestra mutación no sea demasiado dificultosa y combatida, y nuestra entrada en el Reino no sufra dilaciones.

  Más líbranos del Mal. Tú que estás en el Cielo, que eres Espíritu y tienes poder sobre el Mal, sobre la Materia irreductible y hostil que por doquier nos rodea y de la que siempre no es fácil desarraigarse; tú, adversario de Satanás; Tú, negación de la Materia, ayúdanos. En esta victoria sobre el Mal — sobre el Mal que siempre vuelve a retoñar, porque no será de veras vencido sino cuando todos le hayamos vencido — está nuestra grandeza; pero esa victoria decisiva será menos lejana si nos socorres con su alianza.


  Con esta petición de ayuda termina el Padre Nuestro. Donde no se advierte la fastidiosa adulación de las plegarias orientales, adornadas de elogios y de hipérboles que parecen inventados por un perro que adora a su amo con su alma canina porque le permite existir y comer. Ni se encuentra la súplica lamentosa, quejumbrosa, del salmista que implora de Dios todos los socorros, y con más frecuencia los temporales que los espirituales, y se queja si la cosecha no ha ido bien, si sus conciudadanos no lo respetan, e invoca plagas y saetas contra los enemigos, a quienes no sabe vencer por sí solo.

  Aquí el único elogio es la palabra Padre. Una alabanza que es una obligación, un testimonio de amor. A este Padre no se le pide otro bien temporal que un poco de pan — dispuestos a ganarlo con el trabajo, porque también el anuncio del Reino es un trabajo necesario —, y sí pide, además, el mismo perdón que concedemos a nuestros enemigos; una válida protección, en fin, para combatir el Mal, enemigo común a todos, opaca muralla que nos impide la entrada en el Reino.
  

  Quien reza el Padre Nuestro no es orgulloso, mas tampoco se rebaja. Habla a su Padre con íntimo y plácido acento de la confidencia, casi de igual a igual. Está seguro de su amor y sabe que el Padre no ha menester de largos discursos para conocer sus deseos. "Vuestro Padre — advierte Jesús — sabe lo que habéis menester, antes que lo pidáis". La más bella de todas las oraciones es también recuerdo cotidiano de lo que nos falta para ser semejantes a Dios.


Nacionalismo Católico San Juan Bautista

2 comentarios:

  1. panen nostrum quotidianum da nobis hodie
    es la Eucaristía
    quotidianum hace referencia a cuando se dé la ocasión.

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    1. La referencia a la Eucaristía es correcta. Papini se refiere (creo yo sin excluir la Eucaristía) a otro aspecto que también es correcto.
      Al respecto la explicación (resumida)de Santo Tomas de Aquino es:

      "Esta petición se relaciona con el don de fortaleza de corazón, don necesario para no desfallecer ante las dificultades. Este don hace que nuestro corazón no flaquee por miedo a no alcanzar lo necesario, y nos ayuda a creer firmemente que Dios nos proporciona todo lo que necesitamos.

      En las tres peticiones anteriores se piden bienes espirituales que ya comienzan a hacerse realidad en este mundo, aunque de forma incompleta. Con esta petición el Espíritu Santo nos enseña a pedir algunas cosas necesarias para conseguir el perfeccionamiento de la vida presente, y nos muestra al mismo tiempo que Dios se preocupa también de nuestras necesidades temporales.

      Con esta petición se nos enseña a evitar cinco pecados nacidos del deseo de las cosas terrenas. El primero de ellos consiste en desear desmesuradamente más de lo que necesitamos. Este deseo demasiado apegado a lo temporal nos aparta de las inquietudes espirituales. En cambio, Cristo, con esta petición nos anima a pedir lo necesario para nuestra vida. El pan de cada día resume todas estas necesidades. El segundo pecado consiste en adueñarse de los bienes de otro. En cambio, Cristo nos enseña a pedir el pan “nuestro” y no el ajeno. El tercer pecado es la ambición desmesurada. En cambio, es la necesidad la que debe regular nuestro deseos. La expresión “de cada día”, entendida como el de un día o el de un cierto tiempo, se opone a este pecado. El cuarto pecado es la voracidad desmesurada, consistente en consumir en un solo día lo que sería suficiente para muchos días. Y el quinto pecado es el de la ingratitud que brota de la soberbia. En cambio, esta cuarta petición es una forma de reconocer que todos nuestros bienes proceden en última instancia de Dios. Esta petición es también una forma de suplicar que nuestras riquezas nos sean útiles, pues si las amontonamos no serán útiles para nosotros. Otro pecado al que se opone esta petición es el de la preocupación excesiva por el mañana, de modo que uno no encuentra jamás sosiego.

      Este pan puede entenderse también como el pan del sacramento de la Eucaristía y como el pan de la palabra de Dios. Desde esta interpretación podemos asociar la petición a la bienaventuranza que proclama dichosos a los que tienen hambre y sed de justicia (Mt 5, 6)"

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