San Juan Bautista

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viernes, 30 de marzo de 2018

“Todo está cumplido” - San Roberto Belarmino





     La sexta palabra dicha por Nuestro Señor en la Cruz es mencionada por San Juan como ligada de alguna manera a la quinta palabra. Pues tan pronto como Nuestro Señor había dicho “Tengo sed”, y había probado el vinagre que le había sido ofrecido, San Juan añade: Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: "Todo está cumplido". Y en verdad nada puede ser añadido a estas sencillas palabras: Todo está cumplido, excepto que la obra de la Pasión estaba ahora perfeccionada y completada. Dios Padre había impuesto dos tareas a su Hijo: la primera predicar el Evangelio, la otra sufrir por la humanidad. En cuanto a la primera ya había dicho Cristo: “Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar”. Nuestro Señor dijo estas palabras luego de que había concluido el largo discurso de despedida a sus discípulos en las Última Cena. Ahí había cumplido la primera obra que su Padre Celestial le había impuesto. La segunda tarea, beber la amarga copa de su cáliz, faltaba aún. Había aludido a esto cuando preguntó a los dos hijos de Zebedeo “¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?”; y también: “Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz”; y en otro lugar: “El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo voy a beber?”. Sobre esta tarea, Cristo al momento de su muerte podía entonces exclamar: “Todo está cumplido, pues he apurado el cáliz del sufrimiento hasta lo último, nada nuevo me espera ahora sino morir”. E inclinado la cabeza, expiró.


     Pero como ni Nuestro Señor, ni San Juan, quienes fueron concisos en lo que dijeron, han explicado qué fue lo cumplido, tenemos la oportunidad de aplicar la palabra con gran razón y ventaja a diversos misterios. San Agustín, en su comentario sobre este pasaje, refiere la palabra al cumplimiento de todas las profecías que se referían al Señor. Luego de que Jesús supiera que todas las cosas estaban ahora cumplidas, para que sea cumplida la Escritura, dijo: tengo sed”, y “Cuando había tomado el vinagre, dijo: "Todo está cumplido"”, lo que significa que lo que quedaba todavía por cumplir había sido cumplido, y por tanto podemos concluir que Nuestro Señor quería manifestar que todo lo que había sido predicho por los profetas en relación a su Vida y Muerte había sido hecho y cumplido. En verdad, todas las predicciones habían sido verificadas. Su concepción: “He aquí que una virgen concebirá, y dará a luz un hijo”. Su nacimiento en Belén: “Más tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar Israel”. La aparición de una nueva estrella: “De Jacob nacerá una estrella”. La adoración de los Reyes: “Los reyes de Tarsis y las islas le ofrecerán dones, los reyes de Arabia y de Sabá le traerán presentes”. La predicación del Evangelio: “El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ungió, me envió para evangelizar a los pobres, para sanar a los contritos de corazón, anunciar la remisión de los cautivos y la libertad a los encarcelados”. Sus milagros: “El mismo Dios vendrá y les salvará. Entonces serán abiertos los ojos de los ciegos, se abrirán los oídos de los sordos. Entonces el cojo saltará como el ciervo y la lengua de los mudos será desatada”. El cabalgar sobre un asno: “Mira que tu rey vendrá a ti, justo y salvador, vendrá pobre y sentado sobre un asno, sobre un pollino, hijo de asna”. Y toda la Pasión había sido gráficamente predicha por David en los Salmos, por Isaías, Jeremías, Zacarías, y otros. Este es el significado de lo que Nuestro Señor decía cuando estaba a punto de comenzar su Pasión: “Miren, subimos a Jerusalén y va a cumplirse todo lo que escribieron los profetas sobre el Hijo del hombre”. De las cosas que debían cumplirse, ahora dice: “Todo está cumplido”, todo está terminado, para que lo que los profetas predijeron sea ahora encontrado como verdad.


     En segundo lugar, San Juan Crisóstomo dice que la palabra “Todo está cumplido” manifiesta que el poder que había sido dado a los hombres y demonios sobre la persona de Cristo les había sido quitado con la muerte de Cristo. Cuando Nuestro Señor dijo a los Sumos Sacerdotes y maestros del Templo “esta es su hora y el poder de las tinieblas”, aludía a este poder. Todo el periodo de tiempo durante el cual, con el permiso de Dios, los malvados tuvieron poder sobre Cristo, fue concluido cuando exclamó “Todo está cumplido”, pues la peregrinación del Hijo de Dios entre los hombres, que había predicho Baruc, vino a su fin: “Este es nuestro Dios y ningún otro será tenido en cuenta ante él. Él penetró los caminos de la sabiduría y la dio a Jacob, su siervo, y a Israel, su amado. Después fue vista en la tierra y conversó con los hombres”. Y junto con su peregrinaje, aquella condición de su vida mortal fue terminada, aquella por la que sentía hambre y sed, dormía y se fatigaba, fue sujeto de afrentas y flagelos, heridas y a la muerte. Y así cuando Cristo en la Cruz exclamó “Todo está cumplido, e inclinando la cabeza, expiró”, concluyó el camino del que había dicho: “Salí del Padre y vine al mundo; otra vez dejo el mundo y voy al Padre”. Esa laboriosa peregrinación fue terminada, sobre lo que había dicho Jeremías: “Esperanza de Israel, salvador en tiempo de la tribulación, ¿por qué estás en esta tierra como un extraño o como un viajero que pasa?”. La sujeción de su naturaleza humana a la muerte fue terminada, el poder de sus enemigos sobre Él fue acabado.


     En tercer lugar concluyó el mayor de todos los sacrificios. En comparación al real y verdadero Sacrificio todos los sacrificios de la Antigua Ley son tenidos como meras sombras y figuras. San León dice: “Has atraído todas las cosas hacia ti, Señor, pues cuando el velo del Templo fue rasgado, el Santo de los Santos se apartó de los sacerdotes indignos: las figuras se convirtieron en verdades, las profecías se manifestaron, la Ley se convirtió en el Evangelio”. Y un poco más adelante, dice: “Al cesar la variedad de sacrificios en los que las víctimas eran ofrecidas, la única oblación de tu Cuerpo y Sangre cubre por las diferencias de las víctimas”. Pues en este único Sacrificio de Cristo, el sacerdote es el Dios-Hombre, el altar es la Cruz, la víctima es el cordero de Dios, el fuego para el holocausto es la caridad, el fruto del sacrificio es la redención del mundo. El sacerdote, digo, era el Hombre-Dios. No hay nadie mayor: “Tu eres sacerdote para siempre, de acuerdo al rito de Melquisedec”, y con justicia de acuerdo al rito de Melquisedec, porque leemos en la Escritura que Melquisedec no tenía padre o madre o genealogía, y Cristo no tenía Padre en la tierra, o madre en el cielo, y no tenía genealogía, pues “¿Quién contará su generación?; De mi seno, antes del lucero, te engendré”; “y su salida desde el principio, desde los días de la eternidad”. El altar fue la Cruz. Y así como previamente al tiempo en que Cristo sufrió sobre ella era el signo de la más grande ignominia, así ahora se ha dignificado y ennoblecido, y en el último día aparecerá en el cielo más brillante que el sol. La Iglesia aplica a la Cruz las palabras del Evangelista: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo, pues ella canta: Esta señal de la Cruz aparecerá en el cielo cuando el Señor venga a juzgar. San Juan Crisóstomo confirma esta opinión, y observa que cuando el sol sea oscurecido, y la luna no de su luz, la Cruz se verá más brillante que el sol en su esplendor al medio día. La víctima fue el cordero de Dios, todo inocente e inmaculado, de quien Isaías dice: “Como oveja será llevado al matadero, como cordero, delante del que lo trasquila, enmudecerá y no abrirá su boca”, y de quien su Precursor había dicho:

“He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita el pecado del mundo”; y San Pedro: “Sabiendo que han sido redimidos, no con oro, ni con plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como cordero inmaculado y sin mancilla”. Es llamado también en el Apocalipsis “el cordero que fue muerto desde el principio del mundo”, porque el mérito de su sacrificio fue previsto por Dios y fue en beneficio de aquellos que vivieron antes de la venida de Cristo. El fuego que consume el holocausto y completa el sacrifico es el inmenso amor que, como en hoguera ardiente, ardió en el Corazón del Hijo de Dios, y el cual las muchas aguas de su Pasión no pudieron extinguir. Finalmente, el fruto del Sacrificio fue la expiación de los pecados para todos los hijos de Adán, o en otras palabras, la reconciliación del mundo entero con Dios. San Juan en su primera Carta, dice: “Él es propiciación por nuestros pecados, y no tan solo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” y esta es sólo otra manera de expresar la idea de San Juan Bautista: “He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Una dificultad surge aquí. ¿Cómo pudo Cristo ser al mismo tiempo sacerdote y víctima, puesto que era deber del sacerdote matar a la víctima? Ahora bien, Cristo no se mató a sí mismo, ni podía hacerlo, pues si lo hubiese hecho habría cometido un sacrilegio y no ofrecido un sacrificio. Es verdad que Cristo no se mató a sí mismo, aún así ofreció un sacrificio real, porque pronta y alegremente se ofreció a sí mismo a la muerte por la gloria de Dios y la salvación de los hombres. Pues ni los soldados hubiesen podido aprehenderlo, ni los clavos traspasado sus manos y pies, ni la muerte, aunque estuviese clavado a la Cruz, hubiese tenido ningún poder sobre Él si el mismo no lo hubiese querido así. En consecuencia, con gran verdad dijo Isaías: “Él se ofreció porque él mismo lo quiso”; y Nuestro Señor: Yo doy mi vida; no me la quita ninguno, yo la doy por mí mismo. Y aún más claramente San Pablo: Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio de suave aroma”. Por tanto, de manera maravillosa fue dispuesto que todo el mal, todo el pecado, todo el crimen cometido al poner a muerte a Cristo fuese cometido por Judas y los judíos, por Pilato y los soldados. Ellos no ofrecieron ningún sacrificio, sino que fueron culpables del sacrilegio, y merecían ser llamados no sacerdotes sino miserables sacrílegos. Y toda la virtud, toda la santidad, toda la obediencia de Cristo, que se ofreció a sí mismo como víctima a Dios al soportar pacientemente la muerte, incluso muerte de Cruz, para poder apaciguar la ira de su Padre, reconciliar a la humanidad con Dios, satisfacer la justicia Divina, y salvar la raza caída de Adán. San León expresa de manera hermosa este pensamiento en pocas palabras: “Permitió que las manos impuras de los miserables se vuelvan contra Él, y se convirtieran en cooperadores con el Redentor en el momento en que cometían un abominable pecado”.


     En cuarto lugar, por la muerte de Cristo la gran lucha entre Él mismo y el príncipe del mundo llegó a su fin. Al aludir a esta lucha, el Señor hizo uso de estas palabras: El juicio del mundo comienza ahora; ahora será expulsado fuera el príncipe de este mundo. cuando sea alzado de la tierra, todo lo atraeré a mí mismo”. La lucha fue judicial, no militar. La lucha fue entre dos demandantes, no dos ejércitos rivales. Satanás disputó con Cristo la posesión del mundo, el dominio sobre la humanidad. Por largo tiempo el demonio se había lanzado ilegítimamente a poseerlo, porque había vencido al primer hombre, y había hecho a él y a todos sus descendientes esclavos suyos. Por esta razón, San Pablo llama a los demonios “principados y potestades, gobernadores de estas tinieblas del mundo”. Y como dijimos antes, incluso Cristo llama al demonio “príncipe de este mundo”. Ahora el demonio no solamente quiso ser príncipe, sino incluso el dios de este mundo, y así exclama el Salmo: “Porque todos los dioses de las naciones son demonios, pero el Señor hizo los cielos. Satanás era adorado en los ídolos de los gentiles, y era rendido culto en sus sacrificios de corderos y terneros. Por otro lado, el Hijo de Dios, como verdadero y legítimo heredero del universo, demandó el principado de este mundo para Él. Esta fue la disputa decidida en la Cruz, y el juicio fue pronunciado en favor del Señor Jesús, porque en la Cruz expió plenamente los pecados del primer hombre y de todos sus hijos. Pues la obediencia mostrada al Padre Eterno por su Hijo fue mayor que la desobediencia de un siervo a su Señor, y la humildad con la que murió el Hijo de Dios en la Cruz redundó más para el honor del Padre que el orgullo de un siervo sirvió para su injuria. Así Dios, por los méritos de su Hijo, fue reconciliado con la humanidad, y la humanidad fue arrancada del poder del demonio, y “nos trasladó al reino de su Hijo muy amado”.


     Hay otra razón que San León aduce, y la daremos en sus propias palabras. “Si nuestro orgulloso y cruel enemigo hubiese podido conocer el plan que la misericordia de Dios había adoptado, habría reprimido las pasiones de los judíos, y no los habría incitado con odio injusto, por lo que pudiese perder su poder sobre los cautivos al atacar infructuosamente la libertad de Aquel que nada le debía”. Esta es una razón de muchísimo peso. Puesto que es justo que el demonio perdiera toda su autoridad sobre todos aquellos que por el pecado se habían hecho esclavos suyos, porque se había atrevido a poner sus manos sobre Cristo, quien no era su esclavo, quien nunca había pecado, y a quien sin embargo había perseguido a muerte. Ahora, si tal es el estado del caso, si la batalla ha terminado, si el Hijo de Dios ha ganado la victoria, y si “quiere que todos los hombres se salven”, ¿cómo es que tantos en esta vida están bajo el poder del demonio, y sufren los tormentos del infierno en la próxima? Lo respondo en una palabra: lo quieren. Cristo salió victorioso de la contienda, luego de otorgar dos indecibles favores a la raza humana. Primero el abrir a los justos las puertas del cielo, que habían estado cerradas desde la caída de Adán hasta aquel día, y en el día de su victoria, dijo al ladrón que había sido justificado por los méritos de su sangre, a través de la fe, la esperanza, y la caridad: “Este día estarás conmigo en el Paraíso”, y la Iglesia en su exultación, clama: “Tu, habiendo vencido al aguijón de la muerte, abriste a los creyentes el Reino de los Cielos”. El segundo, la institución de los Sacramentos, que tienen el poder de perdonar los pecados y conferir la gracia. Envía a los predicadores de su Palabra a todas las partes del mundo a proclamar: “Aquel que cree, y sea bautizado, será salvado”. Y así nuestro victorioso Señor ha abierto el camino a todos para adquirir la gloriosa libertad de los hijos de Dios, y si hay algunos que no quieren entrar en este camino, mueren por su propia culpa, y no por la falta de poder o la falta de querer de su Redentor.


     En quinto lugar, la palabra “Todo está cumplido” puede ser con justicia aplicada a la conclusión del edificio, esto es, la Iglesia. Cristo nuestro Señor usa esta misma palabra en referencia a un edificio: Hic homo coepit aedificare et non potuit consummare, Este hombre empezó a edificar y no ha podido acabar. Los Padres enseñan que la fundación de la Iglesia fue hecha cuando Cristo fue bautizado, y el edificio completado cuando murió. Epifanio, en su tercer libro contra los herejes, y San Agustín en el último libro de la Ciudad de Dios, muestran que Eva, que fue hecha a partir de una costilla de Adán mientras dormía, tipifica a la Iglesia, que fue hecha del costado de Cristo mientras dormía en la muerte. Y resaltan que no sin razón el libro del Génesis usa la palabra "construyó", y no "formó". San Agustín prueba que el edificio de la Iglesia comenzó con el bautismo de Cristo, con las palabras del Salmista: “Dominará de mar a mar y desde el río hasta los confines de la redondez de la tierra”. El reino de Cristo, que es la Iglesia, comenzó con el bautismo que recibió de manos de San Juan, por la que consagró las aguas e instituyó ese sacramento que es la puerta de la Iglesia, y cuando la voz de su Padre fue claramente escuchada en los cielos: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”. Desde ese momento nuestro Señor empezó a predicar y a reunir discípulos, quienes fueron los primeros hijos de la Iglesia. Y todos los sacramentos derivan su eficacia de la Pasión de Cristo, aunque el costado de Nuestro Señor fue abierto después de su muerte, y sangre y agua, que tipifican los dos sacramentos principales de la Iglesia, fluyeron. El fluir de la sangre y el agua del costado de Cristo luego de su muerte fue una señal de los sacramentos, no de su institución. Podemos concluir entonces que la edificación de la Iglesia fue completada cuando Cristo dijo: Todo está cumplido”, porque nada quedó luego más que la muerte, que sucedió inmediatamente, y cumplió el precio de nuestra redención.



San Roberto Belarmino: “Sobre las siete palabras pronunciadas por Cristo en la Cruz” Capítulo XII



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Francisco niega la existencia del infierno - Alejandro Sosa Laprida


Miles Christi - 29/03/2018
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El diario italiano La Repubblica publicó en la edición de ayer una nueva conversación de Francisco con Eugenio Scalfari, en la que Bergoglio, además de reivindicar el “honor” de ser llamado “revolucionario”[1], negó la existencia del infierno y la inmortalidad de las almas. Transcribo a continuación el pasaje en cuestión:

-Su Santidad, en nuestra reunión anterior me dijo que nuestra especie desaparecerá en algún momento[2] y que Dios siempre creará otras especies a partir de su semilla creadora. Nunca me habló de las almas que murieron en el pecado y se van al infierno por toda la eternidad. Me habló, por el contrario, de buenas almas y me admitió la contemplación de Dios. ¿Pero las almas malas? ¿Dónde están castigadas?

-No son castigadas. Las que se arrepienten obtienen el perdón de Dios y van a la filas de las almas que lo contemplan, pero las que no se arrepienten y por lo tanto no pueden ser perdonadas, desaparecen. No existe un infierno, existe la desaparición de las almas pecadoras. [3]

Ante el revuelo que provocó la noticia, la oficina de prensa del Vaticano se limitó a publicar un escueto comunicado en el que se afirma que “ninguna cita del mencionado artículo puede considerarse una transcripción fiel de las palabras del Santo Padre.”[4] Lo cual, por cierto, dista de ser un desmentido formal de las mismas.

Ya son legión las publicaciones de las conversaciones de Scalfari con Bergoglio durante los cinco nefastos años del actual “pontificado”, siempre escandalosas, repletas de herejías de todo tipo, y invariablemente seguidas por un lacónico comunicado vaticano emitiendo “reservas” en cuanto al carácter fidedigno de las transcripciones efectuadas por el periodista italiano, confidente privilegiado y portavoz oficioso del inquilino de Santa Marta. 

Creo que no es necesario precisar que nos hallamos ante una maquiavélica estrategia de comunicación, manifiestamente deliberada y meticulosamente ejecutada, cuyo único propósito es el de sembrar confusión y crear caos entre los creyentes. Este desagradable y bochornoso incidente, acaecido en plena Semana Santa, en la víspera del Jueves Santo, no es sino una enésima muestra de la maldad diabólica y del cinismo a toda prueba que animan al “Santo Padre”, siempre fiel a su detestable costumbre de “hacer lío”…[5]





[2] « Dios es luz que ilumina las tinieblas y que aunque no las disuelva hay una chispa de esa luz divina dentro de nosotros. En la carta que le escribí recuerdo haberle dicho que aunque nuestra especie termine, no terminará la luz de Dios que en ese punto invadirá todas las almas y será todo en todos. »  Entrevista publicada el 1/10/2013 en La Repubblica - https://www.aciprensa.com/entrevistapapalarepubblica.pdf (cf. p. 10) - Huelga decir que la especie humana no se “extinguirá” nunca: ésa es una idea que está en total contradicción con la revelación divina -quien desearía eso es el demonio, enemigo jurado del género humano-. Y que la “luz divina” no “invadirá todas las almas”, precisamente porque Dios no habitará con su gracia en aquellas que se hayan condenado y que se encuentren en el infierno, cuya existencia Francisco niega, en total coherencia con su ideología gnóstica y evolucionista, ya que ¿cómo podría concebirse la condenación eterna del infierno, la cual implica una separación irreversible con respecto a Dios, en una lógica panteísta, en la que, por definición, nada puede sustraerse a la única substancia divina y de la cual toda « dualidad » se encuentra excluida (creador-creatura, gracia-naturaleza, cielo-infierno, etc.)? Ahora bien, si no existe la posibilidad de condenarse, tampoco existe el pecado, ni, por tanto, la necesidad de la redención, la cual, a fin de cuentas, no consistiría sino en la « toma de               conciencia » de nuestra prístina naturaleza divina, logrando, mediante este acto « salvador » -de carácter inmanente-, disipar la ilusoria « dualidad » de nuestras vidas, divisoria y « excluyente », pretendida raíz de todos los males que padece la humanidad.                                                                            

martes, 27 de marzo de 2018

Las vestiduras - Antonio Caponnetto





“Los soldados, después de haber crucificado a Jesús, tomaron sus vestiduras, las hicieron cuatro partes: para cada soldado su parte” (Jn. 19, 23)


“Y así como el mundo visible se compone de cuatro elementos, puede tomarse por vestidura de Cristo este mundo visible que los demonios se reparten entre ellos cuantas veces entregan a la muerte al Verbo de Dios que habita en nosotros, consiguiendo dividirnos por las falacias de este mundo”. (Teófilo de Antioquía)




Nadie sabe sus nombres y el destino

que dieron a los ásperos atuendos,

quién robó el manto mientras los estruendos

de esa tormenta que les sobrevino.




Uno llevó tal vez el cordoncillo

del índigo turbante; y otro el cinto,

y otro el talit fragante de jacinto

cuando Él fue de los prados, lazarillo.



Y otro más, cargó acaso sus sandalias

con que sus pies la tierra bendijeran,

con que sus pasos la esperanza  abrieran

de un Dios que no buscaba represalias.



Conjurados los cuatro cuarteleros

en la fecha más negra de las eras,

el atavío se esfumó en arteras

confidencias  de muertes y dineros.



Los demonios del norte o del naciente,

del levante o del sur, la geografía

del averno  y su cruel topografía

quieren el sayo del Varón Doliente.



Salgamos a buscar la indumentaria,

el ropaje sagrado, arremetiendo;

las prendas que nos vayan revistiendo

de firme Tradición hereditaria.



Rescatemos la nítida, la exacta

vestimenta que Cristo nos legara,

y sepa el que a cambiarla se animara:

la túnica inconsútil sigue intacta.



Antonio Caponnetto



Nacionalismo Católico San Juan Bautista


viernes, 23 de marzo de 2018

La VIDA no es democrática - Antonio Caponnetto





A través de la Comisión Episcopal de Comunicación y de la Comisión Episcopal de Laicos y Familia, fechado el 20 de marzo del corriente, nuestros pastores han dado a conocer un comunicado que contiene principalmente una   consigna, mezcla informe toda ella de futilidad y de confusión.


Consiste la misma en que los feligreses de las tradicionales procesiones del Domingo de Ramos, a celebrarse este domingo 25 de marzo, porten junto a las proverbiales palmas u olivos, un cartelito por ellos mismos diseñados, con el lema “Vale toda vida”. Algo así como un todo por dos pesos o combo publicitario, ya que ese mismo domingo “se celebra el Día del Niño Por Nacer [ya no la Anunciación de María Santísima]y muchos participarán de diversas marchas organizadas por grupos de laicos que invitan a expresar la defensa de la vida por nacer”. De este modo –prosiguen los obispos- “acompañamos a quienes participan y utilizan el derecho a la libertad de expresión propio de la democracia”. Imperdible oferta litúrgico-cívica- demo-pascual y pluri-festiva. Ni el más irreverente sketch de cierto cómico local hubiera ido tan lejos en la parodia.



Séanos permitido expresar las siguientes reflexiones:



1) Si el apodíctico “vale toda vida” es una alusión a las vidas de la madre y de su hijo por nacer, es incongruente que los mismos obispos, con fecha 20-2-18 hayan emitido un emasculado informe aceptando el “diálogo democrático” sobre el aborto, a los efectos de “escuchar las distintas voces y las legítimas preocupaciones que atraviesan quienes no saben cómo actuar”, debiéndonos comportar durante el debate sin “descalificaciones, violencia o agresiones”. Los que no saben cómo actuar son los pastores, devenidos en ciegos que guían a otros ciegos (Mt. 15,14): amenaza grave, según enseñanza del Redentor.


 O el “vale toda vida” es una afirmación inconcusa, reservándose a quienes la nieguen el castigo canónico de la excomunión y el penal de la sentencia prevista para los homicidas, o es una afirmación relativa y mudable sometida al consenso de las multitudes. O el “vale toda vida” no admite discusión alguna, al punto de que dado su carácter cuasi sacro nos está permitido ahora repetirla como jaculatoria en la fiesta mayor del Domingo de Ramos; o es mera doxa intercambiable en los aciagos recintos parlamentarios. Sería como decir: “vale toda virtud”, y estar dispuestos a la vez a discutir la interrupción voluntaria de la justicia. O al que niegue el “vale toda vida” le espera el infierno por asesino; o por el contrario, le aguarda un escaño en el congreso para cotorrear sin “violencia ni agresiones”.



2) Parece que el “vale toda vida” tiene sus excepciones para los obispos. Por lo pronto, no importarían las vidas de los abortados, si la ley que despenalizara el crimen fuera el resultado del “derecho a la libertad de expresión propio de la democracia”, tras un diálogo institucional sin “descalificaciones, violencia o agresiones”. ¿Qué argumento esgrimir entonces si la última ratio mentada desde el comienzo es que se puede plebiscitar lo implebiscitable? ¿Y a qué viene andar de plañideras los Viernes de Pasión, si al fin de cuentas triunfó el “derecho a la libertad de expresión propio de la democracia”, que les permitió a los judíos elegir a Barrabás por sobre Jesús?


Otra excepción al “vale toda vida” serían los centenares de prisioneros de guerra muertos en las vengativas celdas del Régimen, tras largos años de particular saña, alevosía y crueldad. No hay un solo documento episcopal que repudie o siquiera llore o lamente esa “toda vida” militar tirada a los perros de la subversión dominante.


Tampoco el “toda vida” ha incluido –en un documento colectivo y público de los obispos- las vidas truncas de los tripulantes del San Juan o de las inúmeras víctimas del garantismo jurídico, con algunos de cuyos referentes mantiene la Iglesia cordialísimas ententes.  Roma es hoy un desfile constante de activistas del terrorismo marxista, sin que Bergoglio –anfitrión aquiescente y contemporizador- les recrimine su responsabilidad en haber segado “toda vida” de sus oponentes.



3) Mientras el “vale toda vida” sea una homologación ontológica del común derecho a la existencia, nada habrá que objetar a la elemental aunque veraz sentencia que acaban de descubrir nuestras lumínicas y mitradas testas. Pero no estaría de más aclarar que hay otro sentido de la expresión, que no puede serle ajeno a un católico fiel.


Vale toda vida vivida al servicio inclaudicable de quien predicó “Yo soy la Vida” (Jn.14,2-5). Vale toda vida que tenga la férrea decisión y el anhelo firmísimo de “perderla por Mí” para “hallarla” (Mt. 10,39). Vale toda vida de quien ama y se ofrece incondicionalmente al “Pan de Vida bajado del Cielo” (Jn.6,51). Vale toda vida vivida de tal suerte “que viva quede en la muerte”, según teresiana y bellísima expresión. Vale toda vida asumida como un acto renovado de servicio a la Verdad, al Bien y a la Belleza.


Y a riesgo de escandalizar a mojigatones sentimentalistas, no vale lo mismo la vida de quien elige la perversión o la iniquidad como norte. Porque la vida no es democrática sino jerárquica.  Por eso es de Santo Tomás la enseñanza –pero puede hallársela antes y después de él- de que la vida criminal de ciertos hombres impide el bien común, así como la paz y la concordia social. Luego, dadas ciertas condiciones, circunstancias y requisitos, será legítimo quitar la vida de esos hombres (cfr. vg. Suma Contra Gentiles III,c.146). Téngase a los aborteros convictos, confesos y prácticos entre esos casos de vida que no valen lo mismo que la de los hombres santos. ¿Por qué los pastores callan estas verdades de a puño? Por lo que dijera en su momento Don Quijote: “bien predica quien bien vive”.



ºººººº


Vale toda vida, dicen ahora nuestros funcionarios eclesiales, portando el cartelito en la mano, no precisamente con la reciedumbre con que alzara el Cid su Tizona. Vale toda vida, canturrean clérigos y monjas, exhibidos en impúdicos coros, más próximos a los de las carnestolendas caribeñas que a los angélicos. Vale toda vida, gritarán de consuno los católicos vergonzantes, desnaturalizando la Fiesta de la Anunciación y la del Domingo de Ramos, preludio del de la Resurrección.  Pues no; no es esa la consigna recta. Vale toda vida ordenada al Autor de la Vida. Y malditos aquellos de quienes fue dicho: “Matasteis al Autor de la Vida” (Hechos 3,15). Ayer, hoy y mañana.


La Patria anda necesitando una marcha por esta VIDA. Recia, viril, desafiante, alegre y jubilosa. Una marcha católica, mariana y argentina. Con el Cristo Vence como cabecera y vanguardia. Con María Reina como coraza y escudo. Con los santos y los héroes como patronos y heraldos. Una marcha donde no quepan los demócratas porque desfilan los cruzados. Una marcha a cuyo paso tiemblen los flojos, se arredren los sicarios, huyan despavoridos los fariseos y se den a la fuga los demonios de la cultura de la muerte. Una marcha izando palmas y olivos como si fueran arcabuces y tacuaras. Una marcha dominado el espacio con los pendones del Señor de los Ejércitos y atronando los ecos del alba con los sones armónicos del Salve Regina.


¡Danos Señor la gracia de marchar esta Marcha!


Antonio Caponnetto



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