TODA LA VERDAD SOBRE EL PAPA
FRANCISCO
Respuesta al episcopado argentino
sobre el pontificado de Bergoglio
Alejandro
Sosa Laprida
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PRESENTACIÓN[1]
Tras
haber padecido durante doce interminables años el despotismo, la impiedad y las
herejías del “Papa Francisco”, me he resuelto a publicar un compendio de sus dichos
y hechos más destacados, a guisa de testimonio histórico para la posteridad, y
también para contrarrestar la apresurada hagiografía que el episcopado argentino
se empecina en construir, contra toda evidencia fáctica y en detrimento de la
más elemental honestidad intelectual. Valga a modo de ejemplo esta noticia:
“A tan solo unos días de que se
cumpliera un mes desde la muerte del papa Francisco, se confirmó que se
construirá una capilla memorial en honor al difunto Sumo Pontífice en la
Catedral Metropolitana de Buenos Aires. “Será para que todas las generaciones
siguientes puedan recordar la figura de aquel al que ya se le está diciendo el
‘Papa del Pueblo’, explicó el rector de la catedral, el Padre Alejandro Russo”[2].
Y
también el siguiente párrafo, tomado de un comunicado oficial del Episcopado:
“Es imposible expresar en pocas
líneas todo lo que aprendimos de él; estaremos siempre agradecidos por su
testimonio de padre y pastor. Su herencia nos compromete a concretar su
magisterio, animando a nuestra Iglesia argentina a ser un hospital de campaña
que recibe a los heridos de la vida, una iglesia sin puertas, abierta a todos,
todos, todos.”[3]
Al
leer tamaños despropósitos vacila uno, azorado, en atribuirlos a la ignorancia,
la estupidez o la mala fe, sin descartar que pueda tratarse de una chocante
mezcla de los tres rasgos mencionados. En su momento difundí una “carta
abierta” al episcopado acerca de este triste asunto, con la esperanza de que
alguno de sus miembros atinaría a reaccionar lúcida y virilmente, tomando
distancia públicamente de esta auténtica impostura propagandística,
terriblemente nociva para una feligresía argentina confundida y embaucada por
sus desatinados pastores. No obstante, sin sorpresa alguna, ese testimonio
anhelado -valiente y veraz-, no se ha producido, motivo por el cual insisto
aquí en mi reclamo y persevero en mi denuncia, al publicar este volumen,
deseando que pueda resultar de alguna utilidad para quienes no se conforman con
los infundados elogios vertidos por los obsecuentes y necios obispos de mi país
hacia el antiguo ocupante de la Casa
Santa Marta, de infausta memoria.
ÍNDICE
1. Prólogo - Pablo
Marini - p. 2
2. Carta al episcopado
argentino - p. 10
3. Bergoglio propugna
la salvación universal - p. 14
4.
Bergoglio niega el milagro de la multiplicación de los panes - p. 14
5.
Bergoglio blasfema contra la Santísima Virgen María - p. 16
6.
Bergoglio niega la Inmaculada Concepción - p. 16
7.
Bergoglio niega la Corredención de la Santísima Virgen María - p. 16
8.
Bergoglio promueve el homosexualismo - p. 19
9.
Bergoglio favorece el transexualismo - p. 20
10.
Bergoglio adhiere al evolucionismo panteísta de Teilhard de Chardin - p. 21
11.
Bergoglio blasfema contra Nuestro Señor Jesucristo - p. 22
12.
Bergoglio aprueba el concubinato y el adulterio - p. 28
13.
Bergoglio condena la pena de muerte - p. 29
14.
Bergoglio difama a la Iglesia - p. 32
15.
Bergoglio tiene una visión latitudinarista y pneumática de la Iglesia - p. 33
16.
Según Bergoglio la duda es intrínseca a la virtud teologal de la fe - p. 36
17.
Bergoglio alardea de haber cometido un hurto sacrílego - p. 36
18.
Bergoglio afirma y reivindica la ruptura doctrinal del CVII - p. 36
19.
Bergoglio niega la existencia del infierno - p. 37
20.
Bergoglio desprecia a las familias numerosas y pregona la contracepción - p. 38
21.
Bergoglio dice que podemos jactarnos de nuestros pecados - p. 38
22.
Para Bergoglio los mandamientos no son absolutos - p. 38
23.
Según Bergoglio no existe un Dios católico y Jesúcristo no es Dios - p. 39
24.
Bergoglio blasfema contra la Santísima Trinidad - p. 39
25.
Bergoglio profesa el indiferentismo religioso y un falso ecumenismo - p. 39
26.
Otros dichos y hechos [212 en total] - p. 50
27.
Acerca de Amoris Laetitia - p. 190
28.
Documento sobre la Fraternidad Humana - p. 200
29.
Doce años con Francisco - p. 216
30.
Apostasía Vaticana - p. 222
31.
In Memoriam - p. 229
32.
Las blasfemias de Bergoglio contra Jesús y María - p. 231
33.
Francisco nos acompaña desde el Cielo - p. 239
34.
Profanación interreligiosa en la Basílica de Guadalupe - p. 246
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PRÓLOGO
Todavía recuerdo como si fuera
hoy ese malhadado miércoles 13 de marzo de 2013 cuando los cardenales, en una
decisión que podemos suponer poco inspirada en las mociones del Espíritu Santo,
eligieron como 266° papa de la Iglesia Católica a Jorge Mario Bergoglio. En el
momento en que el cardenal Tauran, de modo tambaleante, comenzó a decir “Giorgium Marium…” mis sentidos entraron
en colapso. Ya habíamos tenido la infausta noticia del 11 de febrero anterior,
cuando, en otra decisión insólita, el papa Benedicto XVI ante el colegio
cardenalicio anunciaba su abdicación del papado, acompañado esto de unas
características inéditas (conservando el nombre con el que quiso ser llamado
papa, la sotana blanca y otros detalles más). Ese había sido el primer golpe.
Pero lo que ocurrió ese miércoles de marzo superó todos los cálculos. Me
encontraba solo en mi casa y lo único que podía hacer ante el hecho consumado
era gritar mi impotencia ante este nuevo y extraño giro de la Providencia. Sí,
de la Providencia divina, ya que sabemos que uno nunca debe perder de vista que
a la Iglesia la sostiene y conduce Nuestro Señor. Él está en la Barca. Quizás
en estos últimos tiempos sigue dormido en la proa y, aun con nuestros gritos de
angustia por la tormenta, no logramos despertarlo, pero sabemos que Él siempre
está. Así que, pasados los primeros minutos, ya más calmado, traté de ordenar
mis pensamientos. Lo conocíamos bien a Bergoglio, en algunos aspectos hasta
demasiado. Sabíamos de sus “oportunismos”. Siendo obispo auxiliar de Buenos
Aires (¡Ay, Quarracino!) y ya como arzobispo de Buenos Aires. Conocíamos sus
“volteretas” ideológicas. Sus extrañas amistades. Sus “operetas” mediáticas,
siempre con un ubicuo fotógrafo para registrarlas.
Mi celular no dejaba de sonar.
Lo notable fue cómo en esos primeros intercambios de impresiones con amigos y
conocidos, todos coincidíamos en que se trataba de un gravísimo error. No por
nada, uno de estos amigos, titular de una conocida página web de corte
tradicionalista, comentando la elección papal, la tituló con una contundencia
lacónica: “El Horror”. Y todos estos funestos augurios se reafirmaron mucho más
cuando salió a la Loggia de las Bendiciones en San Pedro vestido
totalmente de blanco y espetó a la multitud que lo vitoreaba en la plaza de San
Pedro aquel prosaico “¡Buona sera!”,
completado con una inédita “bendición popular al Papa” que terminó de confirmar
mis peores temores.
Lo que siguió es muy conocido.
Doce años terribles, una verdadera pesadilla que nos atormentó con una
persistencia digna de mejor causa. Todos los días nos despertábamos con alguna
nueva ocurrencia del ocupante de Santa Marta. Y encima, diciéndonos que se
trataba del “Dios de las sorpresas”. ¡Pues vaya sorpresas que nos iba a deparar
durante esos años aciagos la cotidiana verborragia bergogliana! Y, para peor,
no fue solo eso. También tuvimos que soportar sus fobias, sus obsesiones, sus
persecuciones, sus rencores, sus revanchismos, distribuidos de manera
arbitraria y aplicados como un dictadorzuelo africano a todo aquél que se
cruzara en su camino. Pero, especialmente, a todo lo que oliera a “tradi”,
aunque con algunas sugestivas excepciones. Porque si hay algo que ha quedado
claro para muchos ha sido la “doble vara” hipócrita que usó el pontífice
castigando a sus adversarios con gran severidad mientras ejercía una indolente
indulgencia para con “sus amigos”. Doble vara que fue denunciada en varias
oportunidades durante su pontificado por los pocos que se atrevieron a
marcárselo, como en alguna oportunidad hizo el cardenal “despedido sin
contemplaciones” Müller al referirse a la injusticia suprema que decretaba el
documento sobre liturgia Traditionis
Custodes (un título con un dejo de cruel ironía, por cierto). Indulgencia
para amigos, injusticia flagrante para los otros, “los pepinillos en vinagre”,
“los avinagrados”, mientras se esgrimía farisaicamente “la carta del diálogo y
de la sinodalidad”, y, al mismo tiempo, se omitía cualquier referencia al
código de derecho canónico.
Cuentan que un día el
reconocido historiador español Ricardo de la Cierva fue recibido por el papa
Juan Pablo II. Una típica audiencia que algún amigo comedido le habrá
concertado al historiador con el Papa. Y uno podía preguntarse si el pontífice
conocía de quién se trataba de la Cierva, ya que era conocida la afinidad del
historiador con las posturas de la derecha franquista. La respuesta llegó
pronto cuando el catedrático, que había investigado las malandanzas de los
jesuitas en las décadas de 1960 y ’70 , la deriva marxista de los movimientos
de sacerdotes del tercer mundo, las mentiras de la izquierda sobre la Guerra
Civil Española, la infiltración de la masonería dentro de la Iglesia y otras
penurias de la época posconciliar, le alcanzó a Juan Pablo II algunos
ejemplares de sus libros más difundidos y que habían tenido un modesto pero
sostenido éxito en el mundo hispanoamericano. El Papa, después de mirar las
cubiertas de los ejemplares que sostenía entre sus manos, se quedó mirándolo
unos segundos entre divertido y serio. Y, entonces, con cierta complicidad, le
dijo en voz baja: “Canes latrare debent”
(los perros están para ladrar), una variante de una locución latina que tiene
otro sentido (la que acá se conoce popularmente como “perro que ladra, no
muerde”), pero que el papa había adaptado, revelando que lo habían asesorado
muy bien acerca de quién era su ocasional visitante, y que se transformó por
boca del pontífice polaco en un elogio a la valentía con que De la Cierva había
denunciado aquellos errores del progresismo católico y de la acción deletérea
del “misterio de iniquidad” dentro de la Iglesia de Cristo.
Esta anécdota se me vino a la
mente cuando mi amigo Alejandro Sosa Laprida me invitó tan generosamente a
escribir el prólogo de este libro.
Sin entrar a tallar en el
problema (para mí, inextricable) subyacente en los escritos de Alejandro sobre
la legitimidad o no de los pontífices posconciliares[4] o si un pontífice que dice
herejías deja de ser legítimo papa, creo que el trabajo del autor cumple de
manera eficaz esa función de advertencia, de alerta y de denuncia que Juan
Pablo II le atribuyó a De la Cierva. Efectivamente, “los perros están para
ladrar”. Y nos parece que Alejandro Sosa Laprida pertenece a ese grupo de
cánidos (para seguir con la metáfora) que se han entregado con valentía y parresía a advertir y alertar sobre la
gravísima crisis que atraviesa la Esposa de Cristo.
Recorriendo las páginas de este
libro, uno no termina de asombrarse de la cantidad de errores y herejías y, no
menos importante, auténticas blasfemias, que el papa electo en 2013 fue
desgranando a lo largo de sus –insisto– “pesadillescos” doce años de
pontificado. Todo esto dicho en innumerables entrevistas escritas, publicadas
en periódicos de difusión mundial, con periodistas de toda laya, varios de
ellos impíos, pero siempre complacientes, videos, entrevistas filmadas,
documentales, programas de televisión, actos públicos, discursos ante todo tipo
de personas, homilías, alocuciones, audiencias generales, exhortaciones
apostólicas postsinodales ¡y encíclicas! No hubo medio que Bergoglio no
utilizara para difundir sus errores, incluso algunos repitiéndolos como un
mantra. Sin olvidar, por supuesto, sus famosas conferencias de prensa durante
los vuelos de regreso de sus viajes (que tenían más de “visitas de Estado” que de
“viajes apostólicos”), donde uno se terminaba preguntando si no habría algún
problema con el oxígeno de la cabina del avión, habida cuenta de las insólitas
y disparatadas respuestas que llegaron a escucharse de su boca en varias de
esas oportunidades ante los periodistas de todo el mundo.
Por cierto que cometería un
error de bulto el que pretendiera encontrar en esta obra un análisis
sistemático e integral de todos los aspectos del pontificado de Bergoglio. No
es ésa la intención del autor. Pero igualmente erróneo sería no tener en cuenta
–si uno quisiera hacer ese análisis ordenado e integral de los 12 años del
ocupante de Santa Marta al frente de la Iglesia Católica–, el laborioso trabajo
de recopilación y agrupamiento temático de todas las afirmaciones heterodoxas
del papa Francisco para la comprensión abarcativa de su pensamiento y de su
praxis corrosiva y disolvente.
El autor advierte que la
referencia a las fuentes ya las ha realizado en obras suyas anteriores. Por
eso, en muchos casos, el autor solo se limita a dar el enlace en nota a pie de
página que remite a esos trabajos precedentes. En tanto que, en otros muchos
pasajes del libro, también hace los comentarios pertinentes para que se vea el
contraste de lo dicho por Bergoglio con el Magisterio de la Iglesia. De este
modo, una tras otra, van desfilando las citas heterodoxas de Bergoglio,
pletóricas de errores, incluso de blasfemias, que muestran ad nauseam hasta qué punto despreciaba en el plano teórico la
verdad católica y la Revelación. Y en cuanto a la praxis, no dejaba de llamar la atención la sugestiva resistencia
que mostraba el papa a arrodillarse ante el Santísimo Sacramento, mucho antes
de que se manifestara cualquier problema en sus piernas, y no habiendo tenido
ningún problema en hacer gestos genuflexos ante, por ejemplo, “mártires
anglicanos”, políticos africanos y hasta travestis
en esas parodias del “lavado de pies a los apóstoles” que realizó hasta el
hartazgo y saltándose la significación litúrgica más elemental.
En el desfile de esos errores,
el autor se detiene en algunos puntos en particular, pero que no agotan todo el
contenido del libro: la apocatástasis universal; en algún caso la reducción de
los milagros que cuentan los Evangelios a actos de magia; las blasfemias contra
Nuestro Señor y contra la Virgen María, incluyendo la burla al título de
Corredentora, como si fuera una exageración de pietismo popular; la promoción
de la homosexualidad y del travestismo recibiendo de manera pública a parejas
con ese “estilo de vida”, no solo sin que acompañara esas reuniones una sola
palabra que mostrara, aunque sea mínimamente, la intención de cambio y
conversión hacia la verdad de Cristo y Su amor verdadero, sino, hasta en
algunas oportunidades, con palabras de aliento por parte del papa confirmándolos
en esa conducta desviada, todo esto finalmente coronado hacia el final de su
pontificado con ese esperpento de documento llamado Fiducia Supplicans que permite la bendición de parejas sodomíticas;
su esquizofrénica postura sobre el aborto diciendo una y otra vez que era como
si uno “contratara a un sicario” para cometer un crimen, pero, en la práctica,
recibiendo a notorios abortistas sin ninguna crítica o sin llamarlos a la
conversión; la adhesión al evolucionismo y a sus “profetas teilhardianos”, su
indiferencia al recibir a “esposos” sin decir nada en contra del concubinato y
del adulterio en una aplicación práctica de la exhortación apostólica Amoris laetitia, especialmente el
espantoso y herético capítulo 8, en el cual de un plumazo se liquidan tres
sacramentos (Matrimonio, Eucaristía y Confesión) y se dinamitan las bases
metafísicas y antropológicas de la verdadera moral católica (lo que mereció
que, de modo inédito en los últimos tiempos, cuatro cardenales le presentaran
al papa unas dubia, que jamás fueron
respondidas), la condena a la pena de muerte, las varias veces que habló con
ligereza alarmante –rozando la ignorancia supina– sobre la historia de la Iglesia (se recuerdan
sus intervenciones públicas confirmando todos los “tópicos” y lugares comunes
sobre la Leyenda Negra contra España y contra el “oscurantismo medieval”),
entre otras muchísimas cosas más. Pero, como dijo acertadamente el “bloggero” Ludovicus, esas críticas ad intra tenían un propósito muy claro: “No nos engañemos, si el mundo odia al
catolicismo, y no se necesita un ph.d. para advertirlo, la única manera de
ganárselo, a falta de cualquier dote, es comerse la fama de la Iglesia
denostándola”. (“Papa Bergoglio, RIP”, The
Wanderer, 22 de abril de 2025). También el autor se demora especialmente en
las numerosas afirmaciones de Bergoglio que promueven el indiferentismo
religioso (sus reuniones de Asís, el encuentro de Abu Dabi, su untuosa
pleitesía a los judíos, etc.) y el falso ecumenismo. Y, por supuesto, sus mantras favoritos: la inmigración, el
ecologismo, la fraternidad universal, el cuidado de la “Casa Común”, el culto
de la “Madre Tierra”; en fin, algo interminable si tuviéramos que hacer escala
en cada uno de estos temas y los documentos en los cuales se ha explayado,
incluso haciéndolos integrar una especie de “Nuevo Magisterio Bergogliano”, e
incorporándolos pretenciosamente a las Actas
Apostólicas (AAS), indiferente a cuál sea su valor doctrinal e importancia
documentaria.
Es cierto que todo este
aquelarre doctrinal no hubiera sido posible sin las defecciones de los papas
anteriores, concretamente a partir del Concilio Vaticano II, cuyos 16
documentos, problemáticos por donde se los mire, con sus ambigüedades, sus idas
y vueltas contradictorias, sus múltiples “circiterismos”[5], sus
omisiones flagrantes, sus “alogismos”[6] (Amerio dixit), su resistencia a definir y hasta sus errores, se
constituyeron en una especie de catalizador de todas las fuerzas del modernismo
que, ya décadas antes de la Asamblea Conciliar, pugnaban por hacerse un camino
en la formación de los sacerdotes y laicos, y que aspiraban a verse
cristalizadas en fórmulas magisteriales, encontrando en el ingenuo discurso
inaugural del Concilio del papa Juan XXIII (11 de octubre de 1962) un aliado
impensable (e indispensable).
Ni el ecumenismo falso, ni el
diálogo interreligioso indiferentista, ni la desacralización y
“protestantización” litúrgica, ni el antropocentrismo horizontalista, ni la
“democratización sinodal” de la Iglesia, ni la pérdida de identidad sacerdotal,
ni la demolición de la ética católica y tantos desaguisados más (como la
“liberal” libertad religiosa) fueron “inventos originales” del papa Bergoglio.
Sin el trabajo de “ablandamiento” doctrinal –que cualquier observador avispado
puede comprobar documentadamente en los pontificados anteriores–, estos 12 años
de pesadilla no hubieran podido avanzar hasta el punto en que ahora nos
encontramos, y que Sosa Laprida, en su obra tan detallada, nos recuerda de
manera dolorosa.
Sin embargo, sería justo
señalar que Bergoglio llevó las cosas a extremos de impiedad impensables, por
lo menos en un primer momento, en los anteriores pontificados. Solo como
muestra, habría que mentar la horrenda profanación de la Basílica de San Pedro
mediante un culto idolátrico, con la participación
activa de autoridades eclesiásticas, para reconocer algunas diferencias
entre el papa argentino y los anteriores. Para eso quizás nos sirva una
reflexión que trae Antonio Caponnetto y que me pareció acertada para tratar de
distinguir en general el talante, el
tono que campeaba en los pontificados posconciliares respecto al de Bergoglio.
En un reportaje que le hicieron hace muy poco tiempo, Caponnetto señalaba: “Los Papas posteriores al Concilio (para
poner algún hito demarcador y no aspirar a abarcarlo todo), permitían mantener
la hermenéutica de la continuidad, aun tolerando y propiciando la hermenéutica
de la ruptura. Con Bergoglio, y por
expresa decisión de él, esta posibilidad desaparece y hasta es castigada y perseguida”.
(Martín Barillas, Reportaje al Dr. Antonio Caponnetto, Lifesite news, abril 2025).
Si bien no es mucho consuelo
respecto al papel que tuvieron los papas anteriores a Bergoglio (y el mismo
Caponnetto de algún modo lo hace notar al señalar que aquéllos propiciaron también la hermenéutica de
la ruptura), podría ser un criterio para poder establecer alguna diferencia y
explicar por qué se llegó a niveles impensados con “el papa del Fin del Mundo”,
niveles muy bien registrados por el meritorio trabajo de Sosa Laprida.
Agregaría algo más a ese
criterio que pueda servir para continuar evaluando lo que ha significado este
auténtico “vendaval” de 12 años. Para eso, habría que tener presente esa
tremenda expresión incluida casi al final del notable semblante que Ludovicus hace de Bergoglio: “Era un hombre roto”. Que yo tenga
memoria, nunca ha llamado tanto la atención la personalidad de un papa
contemporáneo como ha sucedido con Bergoglio (es cierto que algo que se le
acerca podría ser el calificativo de “hamletiano” que le endilgaban al papa
Pablo VI, pero que se refería más bien a su modo de gobierno y de toma de
decisiones). Esto, en el caso de Bergoglio, se ha profundizado notablemente.
Empezando por el famoso “Informe Kolvenbach”,[7] seguramente enterrado y
guardado bajo siete llaves, y siguiendo con la cantidad de estudiosos que han
puesto su ojo clínico en las actitudes y desplantes del papa argentino, una de
cuyas últimas muestras más impresionantes ha sido el revelador artículo del
conocido médico holandés, Gerard van den Aardweg, experto mundial en la
homosexualidad (“¿Por qué el Papa impulsa la normalización de las relaciones
homosexuales?”, Life Site News, 19 de
agosto de 2024). La intrínseca, ineludible y conocida unidad e interacción que
hay en una persona humana entre el plano psicofísico y el espiritual nos puede
ayudar a desentrañar algo de las motivaciones de Bergoglio. Deberíamos pensar
si este “hombre roto”, en definitiva, no tenía resueltos sus propios conflictos
psíquicos (recuérdese que él mismo confesó que en algún momento de su vida
buscó la ayuda de una psicoanalista judía y atea para esos menesteres). Porque
un hombre que se sintiera capaz de aceptar el encargo más importante del mundo
(no está de más recordar, también, que al cardenal elegido papa en el cónclave
se le pregunta si acepta el cargo) debería –como señala tan acertadamente el
monseñor español Alberto José González Chaves–, “ser un hombre integrado, psicológica, afectiva e intelectualmente, un
hombre maduro, un hombre justo, un hombre bondadoso, un hombre que no gobierne
despóticamente… un hombre que tenga
resueltos sus conflictos, y por eso sepa resolver los de los demás”. (Apostolado María Reina de La Paz,
Pasto-Colombia, mayo de 2025).
Quizás sea esa falta de armonía
interior la que explique otra diferencia que me atrevo a hacer entre el papa
argentino y sus predecesores. Mientras en los pontífices anteriores uno podía
llegar a percibir, por ese “tira y afloja” entre la hermenéutica de la ruptura
y “la hermenéutica de la reforma en la continuidad” (para mencionarla con
precisión) un cierto temor de Dios
al tomar conciencia de la responsabilidad que, en parte, le cabía a cada uno de
ellos en la deriva apostática (“apostasía silenciosa” la llamó el mismo Juan
Pablo II) en la que se encuentra hace décadas la Iglesia Católica (a punto tal
que uno de ellos –Paulo VI– se atrevió a denunciar que “por alguna fisura había entrado el humo de Satanás en el Templo de Dios”,
29 de septiembre de 1972), en el caso de Bergoglio, uno tenía la sensación (y
esta sensación se fue confirmando a lo largo de los años de su pontificado), de
que tal temor no existía.
En fin, para no extendernos más
(lo que sería un acto de desconsideración con el autor… y, por cierto, también
con los lectores), concluyamos con una reflexión sobre un pasaje evangélico que
nos ha estado dando vueltas en nuestros pensamientos desde hace algún tiempo.
Se trata del episodio tan conocido de Cristo caminando sobre el agua, que
quizás podríamos aplicar a la situación actual de la Iglesia. Citado en el
evangelio según san Mateo, en san Marcos y en san Juan, el texto de san Mateo
es el único que trae incluido el pedido de Pedro de caminar sobre el agua hacia
el Señor.
Mas,
estando la barca muchos estadios lejos de la orilla, era combatida por las
olas, porque el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche [Jesús] vino a ellos, caminando sobre el mar. Mas los discípulos viéndolo
andar sobre el mar, se turbaron diciendo: Es un fantasma; y en su miedo, se
pusieron a gritar. Pero en seguida les habló Jesús y dijo: “Ánimo, soy Yo. No
temáis”. Entonces, respondió Pedro y le dijo: “Señor, si eres Tú, mándame ir a
Ti sobre las aguas”. Él le dijo: “¡Ven!”. Y Pedro saliendo de la barca, y
andando sobre las aguas, caminó hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del
viento, se amedrentó, y como comenzase a hundirse, gritó: “¡Señor, sálvame!” Al
punto Jesús tendió la mano, y asió de él diciéndole: “Hombre de poca fe, ¿por
qué has dudado?” Y cuando subieron a la barca, el viento se calmó. Entonces,
los que estaban en la barca se prosternaron ante Él diciendo: “Tú eres
verdaderamente el Hijo de Dios”. (Mt 14, 24-33)
Es un episodio que nos atañe a
todos los católicos. No se trata solamente de una gran metáfora sobre la
historia de la Iglesia sino también sobre la historia personal espiritual de
cada uno. Su lección es clara: mientras miramos a Cristo, mientras el criterio
de nuestros actos y dichos es Cristo y su verdad divina, no solo no nos
hundimos, sino que “podemos caminar sobre el agua”. Dios, a través de su
gracia, puede obrar milagros en nosotros, en nuestras vidas, en nuestra
historia. Pero, si nos dejamos cautivar por “los vientos del mundo”, si
quitamos la mirada a Nuestro Señor, nos comenzamos a hundir inexorablemente.
Sabemos que ha habido tormentas
y vendavales en otras épocas de la Iglesia. ¿Quién puede negar eso? Y estamos
seguros de que, de algún modo, los “Pedro” de esas épocas también quitaron la
mirada del Señor. Ya que si la hubieran mantenido en Él, “hubieran caminado
sobre el agua”. Es cierto que no dudan de Cristo y de su poder. (Es interesante
hacer notar que cuando Pedro dice “Si eres Tú, mándame ir a Ti”, no lo dice en
tono de duda, sino más bien como certeza. Su sentido era: puesto que eres Tú. Es claro que si el apóstol hubiera dudado de la
presencia de Jesús, no se hubiera arrojado al agua ante la respuesta de aquel
de quien no estaba seguro que fuese Jesús. No pide una señal o argumento de que
es Él, sino un permiso para poder él también caminar sobre las aguas sin
hundirse). “Si Dios está conmigo, quién contra mí” debería haber podido decir
la Iglesia en tantas encrucijadas de la historia en las que parecía que el
Cuerpo Místico de Cristo estaba a punto de defeccionar. Pero también estamos
seguros de que, efectivamente, así fue, y de que hubo papas valientes, incluso
santos, que tomaron sus decisiones contra viento y marea, contra los embates
del mundo, y que, con una fe inquebrantable en el poder de Cristo, salvaron a
la Iglesia de desastres sin cuento.
Pero uno tiene la impresión de
que, en el caso de los últimos pontificados, se ha vuelto a esa mirada temerosa
de Pedro hacia los vientos y tempestades del mundo. Pareciera que, en realidad,
no creyeran que, si Jesús les dice que pueden caminar sobre el agua, eso se
hará realidad. Pareciera que tomaran ciertas decisiones según los criterios del
mundo y no de lo que conviene a la Esposa de Cristo. Y tengamos presente que el
apóstol Pedro aún no había recibido la confirmación del Espíritu Santo y la
plenitud de sus dones. Los dichos y actitudes que están referidos en este libro
respecto al pontificado de Bergoglio son una prueba terminante de lo que es un
papa que mira más a los hombres que a Dios, de un hombre que confía más en los
poderes de este mundo, que en el poder de Dios (cfr. Gal 1, 10).
Recemos, entonces, por el Santo
Padre, por todos los papas anteriores, pero, especialmente, por quien tiene hoy
la gravísima responsabilidad de conducir la Barca de la Iglesia hacia buen
puerto, hacia Nuestro Señor Jesucristo, esperando su Parusía. Y recemos
fervorosamente, por cierto, para que nunca jamás los pontífices –sea el actual
o los futuros que lo sucedan– tengan que escuchar la dulce pero, al mismo
tiempo, firme reconvención de Nuestro Señor: “Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?”.
Pablo Augusto Marini[8]
PARA MÁS INFORMACIÓN
“Diez años con Francisco”
https://gloria.tv/post/UEqqVjZCCVLQ6g89ps67irXSM
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https://gloria.tv/Miles%20-%20Christi
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https://saint-remi.fr/fr/35-livres?q=Filtre%20Auteur-MILES%20CHRISTI-MARIE%20Alexandre
Digitales
[1] Publicado en mi blog “Super Omnia
Veritas” [https://gloria.tv/user/uCZ9iiNQ3eKS1zgLg6MSCmbjY]
“Novedad editorial: Toda la verdad sobre el Papa Francisco” https://gloria.tv/post/1pQiiaSpSwWa6EhPSk9LdUARM
[2] https://www.infobae.com/sociedad/2025/05/24/construiran-una-capilla-memorial-en-honor-del-papa-francisco-en-la-catedral-metropolitana-de-buenos-aires/
[4]
NOTA DEL AUTOR: Explico mi posición teológica acerca de la ilegitimidad de los
papas conciliares, a causa de su adhesión a la herejía modernista, condenada
por San Pío X, en el siguiente artículo publicado en mi blog “Miles Christi” [https://gloria.tv/Miles%20-%20Christi],
a partir de la sexta página, “Francisco nos acompaña desde el Cielo”: https://gloria.tv/post/2JPN3gkmHVHaDjokMTx8YKsZm
[5]
NOTA DEL AUTOR: Del latín circiter,
alrededor, aproximadamente. Romano Amerio: “Procedimiento común en la
argumentación de los innovadores es el circiterismo: consiste en referirse a un
término indistinto y confuso como si fuese algo sólido e incuestionable, y
extraer o excluir de él el elemento que interesa extraer o excluir”. https://adelantelafe.com/vigia-que-hay-de-la-noche-a-25-anos-de-la-muerte-de-romano-amerio-1905-1997/
- https://panoramacatolico.com.ar/a-proposito-del-circiterismo-episcopal/
[6]
NOTA DEL AUTOR: Un alogismo se
refiere a un argumento que es ilógico o carece de sentido, que no sigue las
reglas de la lógica y, por lo tanto, no es válido. En otras palabras, un alogismo es lo opuesto a un silogismo.
[7]
NOTA DEL AUTOR: “El texto del informe jamás se hizo público, pero el siguiente
estado de la situación fue dado a conocer por un sacerdote que tuvo acceso al
informe antes que desapareciera del archivo de los jesuitas. El padre Kolvenbach
acusaba a Bergoglio de una serie de defectos, que van desde el uso habitual de
un lenguaje vulgar hasta la falsedad, a la desobediencia escondida bajo la
máscara de la humildad y a la falta de equilibrio psicológico. En la
perspectiva de su idoneidad como futuro obispo, el informe resaltaba que como
provincial había sido una persona que sembró divisiones en su Orden”. Fuente: https://infovaticana.com/blogs/sandro-magister/misterio-bergoglio-general-los-jesuitas-no-lo-queria-obispo/
[8]
NOTA DEL AUTOR: Agradezco vivamente a Pablo su muy amable e interesantísimo
prólogo. Para aquellos que tal vez no lo conozcan -pienso en particular en los
lectores extranjeros-, Pablo es licenciado en Filosofía y estudioso de la
liturgia, tiene más de treinta años como profesor en distintas universidades
católicas de Argentina, donde ha enseñado la Filosofía y la Teología, y es
autor de varios libros. Entre ellos, uno de los mejores que he leído sobre la
reforma litúrgica post conciliar (en lengua castellana, el mejor, y con
diferencia), “El drama litúrgico”. Ver al respecto: https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Marini-ebook/dp/B0963S6BJF
- https://editorial.quenotelacuenten.org/productos/el-drama-liturgico/
https://www.youtube.com/watch?v=5e8JStWllJE.
Recientemente ha publicado “Redimidos”, sobre la famosa película de Mel Gibson
“La Pasión de Cristo”. Consultar al respecto los siguientes enlaces: https://editorial.quenotelacuenten.org/productos/redimidos/ https://www.laprensa.com.ar/Meditacion-sobre-la-Pasion-558698.note.aspx
https://www.infocatolica.com/blog/caballeropilar.php/2412260940-pablo-marini-analiza-redimido
https://www.youtube.com/watch?v=2TpUtr11rcY