San Juan Bautista

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martes, 29 de marzo de 2022

El plan Barbarroja victorioso - Luis Alfredo Andregnette Capurro

 


1941 – 1942

El plan Barbarroja victorioso

Meses atrás señalamos, con documentación probatoria, la conmixtión capitalista con la feroz tiranía de la URSS, cuyos días estaban contados si no se la auxiliaba urgentemente. En buen romance: estaba en peligro el germen del Estado mundial. El sueño esotérico clave del antiguo esoterismo. Por ello el frenesí del venerable “hermano masón” Delano Roosevelt, apurando la ayuda norteamericana y su presencia en la guerra. EL mismo día que comenzaba la Cruzada Anti komintern ordenó al Subsecretario de Relaciones, Mr. Welles que hiciera conocer al mundo que los EE.UU. apoyaban al gobierno del Kremlin. El respaldo era absoluto, porque el ataque germano “se realizaba contra una democracia”. Pocos días después, el 30 de junio, Harry Hopkins, enviado por Roosevelt, llegaba a Moscú para ofrecer toda la ayuda necesaria… y aún más. En su libro Amenaza Mundial, el ex Embajador en Moscú, Williams Bullit, corrobora que “Hopkins no pidió nada a cambio”. Ello nos dice claramente que el “romántico demócrata” Roosevelt (enviando al que conocía como agente secreto del soviet) seguía alimentando un ideal internacionalista, del cual logrando la victoria del socialismo a escala mundial surgieran las condiciones para la unificación gradual de todas las naciones. En la Sociedad de las Naciones de Wilson y sus 14 puntos (Versalles, 1918) y en la O.N.U., nacida de la Carta firmada en San Francisco (1945), anidaba el huevo de la serpiente: allí estaba, y está, toda la utopía esotérica.

En esos días plenos de alienación e insensatez, Churchill se dirigía a la Cámara de los Comunes para declarar en voz en cuello: “Gran Bretaña marchará hombro con hombro con la Unión Soviética contra la agresión” … A renglón seguido prometía a Stalin “la total ayuda del Imperio Británico”. El obeso líder conservador no tomaba conciencia de que, con la decisión de apuntalar el bolchevismo, estaba redactando el acta de sentencia de muerte del decadente Imperio Británico. En toda su carrera política, como conservador, había combatido a la izquierda nihilista. Por eso cabe preguntarse si el Premier estaba en su sano juicio al rechazar, poro cantes, las ofertas de paz que había hecho el jefe de la Alemania Nacional Socialista. En tanto ese día, 22 de junio de 1941, en alocada contrapartida, se entregaba totalmente para salvar al comunismo internacional.

No podemos dejar “en el rio de las sombras” (Séneca dixit) lo que escribiera el añoso tory en 1935 y 1937, alabando a los caudillos de Italia y Alemania a los cuales luego, en 1941, llegó a odiar hasta disparar contra su propio pueblo y así hundir de paso a Europa. Eso lo hizo en Yalta en 1945, en compañía de Delano Roosevelt y del bestial Stalin, perteneciente a una conspiración mundial para delinquir denominada en un principio “Komintern” y luego de la guerra ”Kominform”.

Veamos esas opiniones a las que aludimos. Aquí va la primera, fechada en Londres 1935 con el titular “Great Contemporaries”: “Los que se han encontrado con Herr Hitler cara a cara en asuntos públicos o en términos sociales han podido apreciar que se trata de un político altamente competente, ponderado, bien informado, de modales agradables y una desarmante sonrisa”. En 1937, en la publicación “Step by step” escribía: “Si nuestro país fuera derrotado, desearía que encontráramos un campeón tan indomable como el señor Hitler para restaurar nuestro coraje y conducirnos, otra vez, al lugar que nos corresponde entre las naciones”.

Refiriéndose a Mussolini, en el trabajo antes nombrado, expresaba: “El genio romano, encarnado por Mussolini, el más grande de los legisladores modernos, ha enseñado a muchas naciones cómo puede resistirse el asalto del Comunismo y ha indicado la ruta que un país puede seguir cuando valerosamente conducido […] Con el régimen fascista, Mussolini ha establecido un centro de orientación a partir del cual los países enzarzados en la lucha con el Comunismo deben encontrar la salvación. Mussolini ha señalado a los pueblos que sufren bajo la influencia marxista el cambio para escapar la catástrofe que los amenaza”. En la Citada Yalta, el contradictorio conservador y el nuevamente reelecto leader norteamericano aceptaron el chantaje de Stalin, quien exigió, a cambio de declarar la guerra contra el derrotado Japón, la anexión de Polonia oriental, la formación de un gobierno en Varsovia no hostil a la U.R.S.S., la libertad para ejercer su poderosa influencia sobre Bulgaria, Rumania, Checoeslovaquia y Hungría, y la cesión de posiciones estratégicas importantes en el Oriente. El 8 de agosto, la U.R.S.S. declaraba la guerra al Japón. Dos días después, el Imperio del Sol Naciente, destruido por las bombas atómicas, aceptaba las condiciones de Londres, Washington y Moscú, rindiéndose incondicionalmente. Stalin había tenido tiempo para irrumpir con 750.000 hombre en Manchuria y la península de Liao-Tung, apoderándose de Puerto Arturo…

La prensa, financiada por inconfesables intereses británicos, a ocho columnas y en primera página estampaba: “Un vuelco imprevisto se ha dado en la colosal contienda”, relatando “que en Londres hay lágrimas y júbilo”. “Espectaculares manifestaciones donde oradores, desde las tribunas, con lágrimas en los ojos, clamaban adjetivando de heroico al pueblo soviético” … A este respecto, no podemos dejar de lado el relato contado por el entonces presidente Nardone al señor padre del que esto escribe y al mismo autor. El asunto se refiere a cómo fue clausurado un órgano de prensa, titulado Libertad, que se editaba en Montevideo y que no ocultaba sus simpatías por el eje Roma-Berlín. El mismo era dirigido por el ingeniero Kayel, quien, siendo diputado, fue desaforado por haber expresado en un discurso sus votos por la victoria anti-bolchevique a la que nos estamos refiriendo. Lo sucedido, según el Presidente amigo fue lo siguiente: uno de los días que nos ocupan, se presentó en la redacción de Libertad un funcionario de la embajada británica solicitando que el cotidiano dejara de aparecer. La negativa del director Kayel fue cortante, a lo que el británico señaló que, entonces, iban a tomar medidas. Una de ellas era cortar los suministros de papel. Ante esas expresiones, el ingeniero Kayel contestó que el papel, que se tenía en lugar no revelado, alcanzaba para dos años. El empleado de la Embassy abandonó su asiento y dijo para despedirse: “iremos por otro sendero más radical”. Dos días después, el Presidente de la República, General Alfredo Baldomir, decretó la clausura de Libertad.

El 2 de octubre, con motivo de los 100 primeros días de la batalla anti-komintern, Hitler se dirigía a las tropas en el Frente Oriental. De esa manera se expresaba en uno de los pasajes de la alocución. “Mientras tanto, camaradas, habéis reconocido, primero, que este enemigo se había pertrechado militarmente para su ataque en medida tan inmensa, que aún nuestras peores aprensiones se vieron sobrepujadas; segundo, ¡qué Dios se apiadara de nuestro pueblo y de todo el mundo europeo si este enemigo hubiese lanzado sus decenas de miles de tanques contra nosotros ¡” … A renglón seguido, el jefe austro germano pasó a dar cifras concretas: “Habéis tomado más de 2.400.000 prisioneros, destruido o tomado más de 17.500 tanques, más de 21.000 aviones. […] Ahora, camaradas, habéis visto personalmente este “paraíso de obreros y campesinos”. […] En este país que, por su extensión y feracidad, podría alimentar al mundo entero, impera una miseria inconcebible para nosotros los alemanes. Éste es el resultado de 25 años de dominación bolchevique”.

El 25 de agosto del mismo año, 1941, ingleses y soviéticos invadieron y ocuparon Irán, nación neutral, para dejar abierta una ruta desde la cual abastecer al esclavismo bolchevique. La resistencia de la U.R.S.S. dependía entonces, de tres líneas de comunicación con el capitalismo anglosajón y su elite dirigente. A través de ellas recibía la ayuda militar de la Casa Blanca. Veamos el aspecto clave. La línea de Arkángel por el Ártico; la de Vladivostok por el Pacífico, que tenía que empalmar con 10.000 kilómetros de transiberiano; y la del Golfo Pérsico, de muy difíciles comunicaciones terrestres.

A esta altura del artículo demos un vistazo, en bloque a la campaña victoriosa de las divisiones de la coalición Operación Barbarroja, leyendo como la relata el historiador-revisionista Joaquín Boachaca: “La Wehrmacht y sus aliados se enfrentaban a un enemigo, que numéricamente les doblaba en efectivos. Pero mientras la moral combativa de las tropas europeas era muy elevada, el “glorioso” Ejército rojo se movía con escasa elasticidad […] Abundaban las deserciones en masa. Treinta divisiones son cercadas en Minsk; veintidós en Smolensk […] las tropas almenas avanzan a razón de sesenta y setenta kilómetros diarios. La Luftwaffe destruyó, sólo en los dos primeros días de guerra casi tres mil aviones, en combates aéreos, o en tierra. Los alemanes cruzan el histórico río Berezina y atraviesan la Línea Stalin. EN el sector Norte, las tropas de Von Leeb, partiendo de Prusia Oriental, engullen rápidamente los países bálticos. EN Kaunas, capital de Lituania, se ha formado ya un gobierno nacional, que proclama la independencia del país de la U.R.S.S. y ofrece su colaboración a Alemania en la lucha; lo mismo ocurre en Estonia y Letonia, en Ucrania polaca y en la Polonia Oriental, son penetradas por las tropas de Von Bock y Guderian. Incluso en el Cáucaso ocurren rebeliones antisoviéticas ante el anuncio del rápido avance alemán. Las tropas alemanas, al mando del Mariscal Antonescu, avanzan hacia Odessa. Más al norte, Von Rundstedt atraviesa la frontera ruso-polaca en dirección a Kiev. Pero la resistencia se va endureciendo. La N.K.W.D. y los comisarios políticos son los autores de este aumento de la combatividad de las tropas soviéticas. Se instala un verdadero apparat policíaco dentro del Ejército rojo; la delación está a la orden del día; las represiones alcanzarán incluso a varios generales; una simple palabra considerada “derrotista” conduce directamente al pelotón de fusilamiento. Detrás de las unidades de primera línea se instalan patrullas de represión de los que intentan replegarse o desertar” …

Falta algo por decir; por lo que proseguiremos, Dios mediante, en cercana edición.

 

Luis Alfredo Andregnette Capurro: “Vista a la Derecha”

Compilación de articulos publicados en la Revista Cabildo

 


1 comentario:

  1. La Revolución Soviética “fue consumada por una banda de revolucionarios profesionales en su mayor parte judíos”
    (sir Winston Churchill)

    Este bellaco que de sir no tenía nada, podría haberse aliado con Alemania, pero prefirió al diablo.

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