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martes, 29 de marzo de 2022

El plan Barbarroja victorioso - Luis Alfredo Andregnette Capurro

 


1941 – 1942

El plan Barbarroja victorioso

Meses atrás señalamos, con documentación probatoria, la conmixtión capitalista con la feroz tiranía de la URSS, cuyos días estaban contados si no se la auxiliaba urgentemente. En buen romance: estaba en peligro el germen del Estado mundial. El sueño esotérico clave del antiguo esoterismo. Por ello el frenesí del venerable “hermano masón” Delano Roosevelt, apurando la ayuda norteamericana y su presencia en la guerra. EL mismo día que comenzaba la Cruzada Anti komintern ordenó al Subsecretario de Relaciones, Mr. Welles que hiciera conocer al mundo que los EE.UU. apoyaban al gobierno del Kremlin. El respaldo era absoluto, porque el ataque germano “se realizaba contra una democracia”. Pocos días después, el 30 de junio, Harry Hopkins, enviado por Roosevelt, llegaba a Moscú para ofrecer toda la ayuda necesaria… y aún más. En su libro Amenaza Mundial, el ex Embajador en Moscú, Williams Bullit, corrobora que “Hopkins no pidió nada a cambio”. Ello nos dice claramente que el “romántico demócrata” Roosevelt (enviando al que conocía como agente secreto del soviet) seguía alimentando un ideal internacionalista, del cual logrando la victoria del socialismo a escala mundial surgieran las condiciones para la unificación gradual de todas las naciones. En la Sociedad de las Naciones de Wilson y sus 14 puntos (Versalles, 1918) y en la O.N.U., nacida de la Carta firmada en San Francisco (1945), anidaba el huevo de la serpiente: allí estaba, y está, toda la utopía esotérica.

En esos días plenos de alienación e insensatez, Churchill se dirigía a la Cámara de los Comunes para declarar en voz en cuello: “Gran Bretaña marchará hombro con hombro con la Unión Soviética contra la agresión” … A renglón seguido prometía a Stalin “la total ayuda del Imperio Británico”. El obeso líder conservador no tomaba conciencia de que, con la decisión de apuntalar el bolchevismo, estaba redactando el acta de sentencia de muerte del decadente Imperio Británico. En toda su carrera política, como conservador, había combatido a la izquierda nihilista. Por eso cabe preguntarse si el Premier estaba en su sano juicio al rechazar, poro cantes, las ofertas de paz que había hecho el jefe de la Alemania Nacional Socialista. En tanto ese día, 22 de junio de 1941, en alocada contrapartida, se entregaba totalmente para salvar al comunismo internacional.

No podemos dejar “en el rio de las sombras” (Séneca dixit) lo que escribiera el añoso tory en 1935 y 1937, alabando a los caudillos de Italia y Alemania a los cuales luego, en 1941, llegó a odiar hasta disparar contra su propio pueblo y así hundir de paso a Europa. Eso lo hizo en Yalta en 1945, en compañía de Delano Roosevelt y del bestial Stalin, perteneciente a una conspiración mundial para delinquir denominada en un principio “Komintern” y luego de la guerra ”Kominform”.

Veamos esas opiniones a las que aludimos. Aquí va la primera, fechada en Londres 1935 con el titular “Great Contemporaries”: “Los que se han encontrado con Herr Hitler cara a cara en asuntos públicos o en términos sociales han podido apreciar que se trata de un político altamente competente, ponderado, bien informado, de modales agradables y una desarmante sonrisa”. En 1937, en la publicación “Step by step” escribía: “Si nuestro país fuera derrotado, desearía que encontráramos un campeón tan indomable como el señor Hitler para restaurar nuestro coraje y conducirnos, otra vez, al lugar que nos corresponde entre las naciones”.

Refiriéndose a Mussolini, en el trabajo antes nombrado, expresaba: “El genio romano, encarnado por Mussolini, el más grande de los legisladores modernos, ha enseñado a muchas naciones cómo puede resistirse el asalto del Comunismo y ha indicado la ruta que un país puede seguir cuando valerosamente conducido […] Con el régimen fascista, Mussolini ha establecido un centro de orientación a partir del cual los países enzarzados en la lucha con el Comunismo deben encontrar la salvación. Mussolini ha señalado a los pueblos que sufren bajo la influencia marxista el cambio para escapar la catástrofe que los amenaza”. En la Citada Yalta, el contradictorio conservador y el nuevamente reelecto leader norteamericano aceptaron el chantaje de Stalin, quien exigió, a cambio de declarar la guerra contra el derrotado Japón, la anexión de Polonia oriental, la formación de un gobierno en Varsovia no hostil a la U.R.S.S., la libertad para ejercer su poderosa influencia sobre Bulgaria, Rumania, Checoeslovaquia y Hungría, y la cesión de posiciones estratégicas importantes en el Oriente. El 8 de agosto, la U.R.S.S. declaraba la guerra al Japón. Dos días después, el Imperio del Sol Naciente, destruido por las bombas atómicas, aceptaba las condiciones de Londres, Washington y Moscú, rindiéndose incondicionalmente. Stalin había tenido tiempo para irrumpir con 750.000 hombre en Manchuria y la península de Liao-Tung, apoderándose de Puerto Arturo…

La prensa, financiada por inconfesables intereses británicos, a ocho columnas y en primera página estampaba: “Un vuelco imprevisto se ha dado en la colosal contienda”, relatando “que en Londres hay lágrimas y júbilo”. “Espectaculares manifestaciones donde oradores, desde las tribunas, con lágrimas en los ojos, clamaban adjetivando de heroico al pueblo soviético” … A este respecto, no podemos dejar de lado el relato contado por el entonces presidente Nardone al señor padre del que esto escribe y al mismo autor. El asunto se refiere a cómo fue clausurado un órgano de prensa, titulado Libertad, que se editaba en Montevideo y que no ocultaba sus simpatías por el eje Roma-Berlín. El mismo era dirigido por el ingeniero Kayel, quien, siendo diputado, fue desaforado por haber expresado en un discurso sus votos por la victoria anti-bolchevique a la que nos estamos refiriendo. Lo sucedido, según el Presidente amigo fue lo siguiente: uno de los días que nos ocupan, se presentó en la redacción de Libertad un funcionario de la embajada británica solicitando que el cotidiano dejara de aparecer. La negativa del director Kayel fue cortante, a lo que el británico señaló que, entonces, iban a tomar medidas. Una de ellas era cortar los suministros de papel. Ante esas expresiones, el ingeniero Kayel contestó que el papel, que se tenía en lugar no revelado, alcanzaba para dos años. El empleado de la Embassy abandonó su asiento y dijo para despedirse: “iremos por otro sendero más radical”. Dos días después, el Presidente de la República, General Alfredo Baldomir, decretó la clausura de Libertad.

El 2 de octubre, con motivo de los 100 primeros días de la batalla anti-komintern, Hitler se dirigía a las tropas en el Frente Oriental. De esa manera se expresaba en uno de los pasajes de la alocución. “Mientras tanto, camaradas, habéis reconocido, primero, que este enemigo se había pertrechado militarmente para su ataque en medida tan inmensa, que aún nuestras peores aprensiones se vieron sobrepujadas; segundo, ¡qué Dios se apiadara de nuestro pueblo y de todo el mundo europeo si este enemigo hubiese lanzado sus decenas de miles de tanques contra nosotros ¡” … A renglón seguido, el jefe austro germano pasó a dar cifras concretas: “Habéis tomado más de 2.400.000 prisioneros, destruido o tomado más de 17.500 tanques, más de 21.000 aviones. […] Ahora, camaradas, habéis visto personalmente este “paraíso de obreros y campesinos”. […] En este país que, por su extensión y feracidad, podría alimentar al mundo entero, impera una miseria inconcebible para nosotros los alemanes. Éste es el resultado de 25 años de dominación bolchevique”.

El 25 de agosto del mismo año, 1941, ingleses y soviéticos invadieron y ocuparon Irán, nación neutral, para dejar abierta una ruta desde la cual abastecer al esclavismo bolchevique. La resistencia de la U.R.S.S. dependía entonces, de tres líneas de comunicación con el capitalismo anglosajón y su elite dirigente. A través de ellas recibía la ayuda militar de la Casa Blanca. Veamos el aspecto clave. La línea de Arkángel por el Ártico; la de Vladivostok por el Pacífico, que tenía que empalmar con 10.000 kilómetros de transiberiano; y la del Golfo Pérsico, de muy difíciles comunicaciones terrestres.

A esta altura del artículo demos un vistazo, en bloque a la campaña victoriosa de las divisiones de la coalición Operación Barbarroja, leyendo como la relata el historiador-revisionista Joaquín Boachaca: “La Wehrmacht y sus aliados se enfrentaban a un enemigo, que numéricamente les doblaba en efectivos. Pero mientras la moral combativa de las tropas europeas era muy elevada, el “glorioso” Ejército rojo se movía con escasa elasticidad […] Abundaban las deserciones en masa. Treinta divisiones son cercadas en Minsk; veintidós en Smolensk […] las tropas almenas avanzan a razón de sesenta y setenta kilómetros diarios. La Luftwaffe destruyó, sólo en los dos primeros días de guerra casi tres mil aviones, en combates aéreos, o en tierra. Los alemanes cruzan el histórico río Berezina y atraviesan la Línea Stalin. EN el sector Norte, las tropas de Von Leeb, partiendo de Prusia Oriental, engullen rápidamente los países bálticos. EN Kaunas, capital de Lituania, se ha formado ya un gobierno nacional, que proclama la independencia del país de la U.R.S.S. y ofrece su colaboración a Alemania en la lucha; lo mismo ocurre en Estonia y Letonia, en Ucrania polaca y en la Polonia Oriental, son penetradas por las tropas de Von Bock y Guderian. Incluso en el Cáucaso ocurren rebeliones antisoviéticas ante el anuncio del rápido avance alemán. Las tropas alemanas, al mando del Mariscal Antonescu, avanzan hacia Odessa. Más al norte, Von Rundstedt atraviesa la frontera ruso-polaca en dirección a Kiev. Pero la resistencia se va endureciendo. La N.K.W.D. y los comisarios políticos son los autores de este aumento de la combatividad de las tropas soviéticas. Se instala un verdadero apparat policíaco dentro del Ejército rojo; la delación está a la orden del día; las represiones alcanzarán incluso a varios generales; una simple palabra considerada “derrotista” conduce directamente al pelotón de fusilamiento. Detrás de las unidades de primera línea se instalan patrullas de represión de los que intentan replegarse o desertar” …

Falta algo por decir; por lo que proseguiremos, Dios mediante, en cercana edición.

 

Luis Alfredo Andregnette Capurro: “Vista a la Derecha”

Compilación de articulos publicados en la Revista Cabildo

 


jueves, 29 de julio de 2021

Benito: El último César en el recuerdo - Luis Alfredo Andregnette Capurro


En este aquí y en este ahora, el último César de Italia, Benito Mussolini, nos llega por el camino del sentimiento. Y lo hace cuando el próximo 29 de julio se cumplan 125 años de su natalicio y el 28, de estos días de abril que se desgranan, 63 de su vil asesinato. Violento tránsito hacia la inmortalidad porque, como el primer César –el que no llegó a Augusto-, también encontró en su camino a los Grandis, Cianos y Badoglios, Brutos parricidas que ya peinaban canas de políticos.

Pero veamos los primeros decenios de la XX centuria. El significado más hondo con que apareció Mussolini en la política italiana y mundial fue la necesidad de enlazar los quehaceres urgentes de la reconstrucción patria con la impostergable revolución.

Décadas de ruptura del tejido social por el liberalismo y el marxi-nihilismo hacían necesaria la intervención quirúrgica para el fortalecimiento del Estado y su restauración con la concepción cristiana del Corporativismo Participativo.

A este respecto señala el Padre Ennio Innocenti en su exhaustivo estudio titulado “La Conversión Religiosa de Mussolini” (Buenos Aires, Santiago Apóstol, 2006): “Alguno difunde el equívoco de que la política social de Mussolini derivó de su matriz revolucionaria socialista, la cual ciertamente no tiene ninguna inspiración religiosa y mucho menos católica. Se desatiende así la oportuna referencia que Mussolini señaló en la romanidad (donde la originaria concepción corporativa adquirió dignidad política). Se olvida también la actualización de la concepción corporativa que en tiempos de Mussolini había acreditado Giorgio Toniolo con el favor de la Santa Sede. Se pasa por alto además la certera referencia a la inspiración cristiana probada por la experiencia corporativa política de las comunas medievales [...]”

He aquí, pues, los principios inspiradores de lo que Innocenti titula con justicia la “benemérita política social mussoliniana”, consecuencia a su vez del plan de “hacer realidad el Estado Participativo”.

Éste se perfeccionó incorporando aspectos fundamentales de la Doctrina Social Católica al entrar el Corporativismo en las empresas “elevando al trabajador a participante de la gestión, en la propiedad y por consecuencia en los resultados económicos de la gestión”.

Durante la República Social Italiana proclamada por Mussolini en setiembre de 1943, luego de la traición de un rey “pequeño de cuerpo y de alma”, se acentuaron los aspectos corporativos con la complementación orgánica de las ideas de propiedad y de sociedad. Esas Leyes Fundamentales que se conocen como de Socialización, pero que son la antítesis del marxismo, mero capitalismo de Estado tan brutal como el liberal que suele devenir en salvaje.

A este respecto el citado Don Ennio Innocenti califica las disposiciones del Duce de estar en perfecta armonía con el pensamiento de la Iglesia siempre radicalmente adversa tanto al capitalismo liberal como al socialista. Corrían por entonces los llamados “seiscientos días de Mussolini”, que son una prueba de su grandeza de espíritu.

En esto no tenemos más que ceñirnos a sus memorias en las que traza un proyecto completo de restauración social que podríamos llamar –con palabras joseantonianas- la Revolución Nacional Sindicalista.

Merece párrafo aparte y subrayado la política religiosa. Advenido al Poder en el año 1922 con su Revolución de los Camisas Negras adoptó una serie de medidas dirigidas a facilitar la obra espiritual del catolicismo.

En ese sentido se restauró el crucifijo en centros oficiales y tribunales. A raíz de la reforma educativa de 1923 se incorporó la catequesis en las escuelas públicas dándose existencia jurídica a la Universidad Católica de Milán.

Por otra parte, se hizo frecuente la presencia de autoridades eclesiásticas en las ceremonias públicas. Pero no bastaba. El conflicto desatado por el accionar carbonario- masónico, cuando los Saboya y Garibaldi tomaron militarmente la Ciudad de Roma, el 20 de setiembre de 1870, se mantenía vigente. Situación insostenible que el propio Jefe de Gobierno señaló expresando: “Cualquier problema que turbe la unidad religiosa de un pueblo es causa de un delito de lesa Nación”.

Sobre esa base Mussolini acentuó el proceso de Conciliación que fue coronado en febrero de 1929 con los Acuerdos de Letrán, los que convirtieron en situación de derecho la plena soberanía del Papa sobre lo que fue, desde entonces, y para siempre, el Estado Vaticano. En la Cuaresma de ese año, Pío XI, entonces Pontífice reinante expresó: “Con profunda alegría declaramos haber dado, gracias a estos acuerdos, Dios a Italia e Italia a Dios”.

Cabe sin duda que a esta altura de la nota nos preguntemos cuál es el juicio que puede hacerse de la política exterior de la Italia Fascista considerada en su conjunto.

En primer lugar, hay que consignar que la conducta de Mussolini en relación a los asuntos internacionales tuvo tres puntos claves: la revisión de los tratados de Paz de 1919-20 empezando por el de Versalles, un Pacto de las Cuatro Potencias, que si hubiera sido aceptado habría contribuido a mantener la paz en el mundo durante un extenso período, y por último el Pacto Antikomintern para frenar el expansionismo soviético.

Pero no fue así y sus esfuerzos fracasaron hasta el mismo agosto de 1939, cuando ante la inminencia del conflicto entre Alemania y una Polonia incitada bélicamente por Francia e Inglaterra, presentó un plan de Paz que fue rechazado.

Sin embargo, hay algunos acontecimientos previos –que sucedidos cuando terciaba el siglo pasado- tuvieron especial significación. El primero fue la conquista de Abisinia con la que se extendió la civilización Occidental y Cristiana a un olvidado y salvaje rincón del mundo que no poseía más elementos aglutinantes que la autoridad de ciertos caciques.

En segundo término, el apoyo con sangre de Legionarios a la Cruzada de la España Nacional que impidió la bolchevización del extremo de Europa. Lo que llegó luego fue la conflagración, que al extenderse, ahogó la voz de Mussolini, quien hizo un nuevo intento por detenerla a comienzos del año 1940.

Europa fue entonces arrasada por los cañones que facilitaron, en Teherán, Yalta y Postdam, el orgiástico reparto del mundo “iluminado” desde el “Gran Oriente” por las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki. En tanto las praderas de los Césares se empapaban de sangre, mientras le Valle del Po se cubría con la niebla gris de la derrota y la roja de las matanzas en nombre de la “sagrada democracia”.

Y fueron decenas de miles las víctimas en la fiesta congoleña de los “libertadores”. El primero fue el maestro y herrero del Predappio, que con sus duras manos había abierto un surco “con una iniciativa política que interesó al mundo mostrándole nuevos caminos”.

Eran las cuatro y diez de la tarde del 28 de abril de 1945 cuando ante la verja de Villa Belmonte, en Giulino di Mezzegra, la metralleta del forajido partisano Walter Audisio disparaba sobre el cuerpo de un César que del Carso a Como, desde su adolescencia hasta su plenitud fascista, que está antes que nada en el Programa de Vernoa, había luchado por la justicia para su pueblo.

Caído, se lo culpó por una guerra que le fue impuesta por los que no quisieron revisar los cimientos falsos del período versallesco.

Muy cerca de allí, en Dongo, caían acribillados por la espalda los que lo acompañaron hasta el último momento ofreciéndole su vida, trabajo y sangre. Los que nada habían pedido en las horas del triunfo al hombre que había escrito en una ocasión: “Mi vida es un libro abierto. Se pueden leer en él estas palabras: estudio, miseria, lucha”.

El último César, cuyo cadáver la hez liberal bolchevique colgó de los pies, porque no los tenía de barro, también poseía, en las fotografías macabras que se publicaron, un decoro que nadie le pudo arrebatar. El brazo derecho como una espada y su mano, aunque casi rozando el suelo, con la que seguía indicando el camino y el vuelo de las águilas. Tal fue siempre su gesto, y el gesto y su significado en lo moral y lo físico es lo que queda de los hombres.

Tiempo atrás, desde la ciudad de Forli, llegamos hasta la cripta de la familia Mussolini en el cementerio del Predappio donde ante el sarcófago de piedra viva en el que el Duce descansa, oramos a Cristo Jesús por quien nació católico, confesándose tal en los días de su martirio.

Luego, y en voz alta, repetimos un párrafo de su testamento: “Todo lo que fue hecho no podrá ser borrado, mientras mi espíritu, ya librado de la materia, viva, después de la pequeña existencia terrena, la vida sin fin y universal de Dios”.

 

Revista Cabildo: Abril-Mayo 2008

 

Fuente: Revista Verdad


miércoles, 4 de noviembre de 2020

Invasión Inglesa 1806. Vindicación de Sobremonte - Luis Alfredo Andregnette Capurro

            


“¡Dios conceda que esta Historia sirva de edificación y de provecho y no de escándalo al pueblo Cristiano!” decía en el final de un proemio Menéndez Pelayo. Hacemos nuestro este lema al iniciar la nota que pretendemos se levante como espada triunfadora en defensa del Marqués Rafael de Sobremonte Núñez y Carrasco, un hombre digno, víctima inocente de humillantes epítetos que se juntan con su nombre como algo natural. Un ejemplo para mostrar lo que se ha repetido hasta la saciedad y lo que es peor, ha hecho carne en generaciones va aquí: “el cobarde Sobremonte”. Lo mismo que “el Virrey inepto” que se ha sostenido como un axioma matemático.

El aprendizaje histórico tiene varios escalones uno de ellos es saber qué quieren decir las palabras. O, dicho de otro modo, para saber historia no basta aprender, sino también comprender el accionar para luego emitir el juicio. Y menos todavía emitir coplillas denigrantes contra el probo funcionario, como muestra el doctor Luciano Álvarez en su libro “Intrigantes “Valientes” y Traidores” (Ediciones Banda Oriental 2012). Esta obra nos llevó a conocer al iniciador de la historieta denostadora del octavo Virrey del Plata, nuestro glorioso Reino devenido en Patria Grande Balcanizada.

El “historiador” porteño Ignacio Núñez (1792 -1846) fue el difamador. En  su “estudio”, “Noticias históricas de la República Argentina” nos muestra una coplilla que aquí va, con las disculpas al lector serio:

“¿Ves aquel bulto lejano

que se pierde tras el monte?

Es la carroza del miedo con el Virrey Sobremonte”

Tonterías como esa se repitieron en el correr de los años en ambas márgenes del Plata. En  la República Oriental se repitió ese eco y se le dio patente de corso. El continuador de Núñez fue un religioso que ante la necesidad de libros para la enseñanza católica, puso manos a la obra. Pocos años después de su llegada a estas playas al alborear 1900 y con 26 años publicaba el “Primer Ensayo de Historia Patria”. Durante más de cincuenta años hubo ediciones para todos los grados y para los Maestros del Bachillerato. El Hermano de la Orden de la Sagrada Familia que adoptó el nombre religioso de Damasceno (por ello firmaba sus trabajos HD) en realidad era nacido en Francia (1874) y se llamaba Eduardo Perret Viragnoux habiendo fallecido con los Santos Sacramentos en abril de 1957. Aquí, desde su llegada, se enfrentó con una lucha entre la enseñanza católica y la pública laica y masónica. El Hermano HD siguió el camino que señalaba el primer Arzobispo de Montevideo Monseñor Mariano Soler para combatir el sentido del naturalismo de compás y escuadra que finalmente con José Batlle y Ordoñez tuvo éxito. En una homilía, en la Catedral expresaba el Prelado para ese momento y el futuro: “Así como el naturalismo desearía arrojar a Dios del Estado, de la Sociedad, de nuestras cunas y de nuestras tumbas pretende arrojarlo de nuestras escuelas para formar generaciones ateas…” Entre los Orientales hubo alguien que pretendió concretar esos horrores. Se llamó José Pedro Varela y había nacido en 1845 en el Montevideo sitiado por el Presidente Oribe siendo hijo de Jacobo Varela y por lo tanto sobrino Oriental de los Varela, Juan Cruz y Florencio integrantes de la familia unitaria huída a nuestra ciudad y que fuera la que aconsejara a Juan Lavalle, el criminal fusilamiento del coronel Manuel Dorrego.

José Pedro Varela fue desde muy joven seguidor apasionado de la filosofía revolucionaria del siglo XVIII y admirador de Sarmiento y su pensamiento. Como su Maestro, visitó los EEUU donde conoció al protestante uniatarista pedagogo Mr. Mann coincidiendo con él en que el rol principal de la educación era expulsar de las escuelas lo religioso y adjudicarle al Estado el control de los centros educativos. Sus libros más importantes fueron “La Legislación Escolar” y “La Educación del Pueblo” Montevideo 1876 (Edición Clásicos Uruguayos 2 tomos 1964) producto de su formación racionalista en la que señalaba en primer lugar la necesidad de eliminar los estudios de los clásicos. Estos eran denunciados como contraproducentes en tanto  inducían al desdén por el trabajo, y la producción. El pensamiento vareliano señalaba por otra parte la herencia española como poco afín al trabajo y hasta retardataria. El juicio general que el Dr. Carlos María Ramírez tenía sobre los escritos de Varela era definitivamente hostil. “La Legislación Escolar” la juzgó “ilegible, trivial, presuntuosa, monótona…” (Cita extraída del excelente estudio de José Rilla titulado “La actualidad del pasado”. Pero el aspecto mas jacobino y positivista de su pensamiento estaba en sus artículos del diario "El Siglo” ¿Un ejemplo?  la edición del 15 del XII de 1866: “El silbido de la inmensa locomotora del siglo XIX no nos dejará oír las maldiciones del Vaticano expirante”.

Veamos otra perla con su firma en la “Revista Literaria”: “El Catolicismo vanguardia de todas las tiranías y vejaciones”. El plagio que tampoco faltó en este afrancesado masón lo prueba el historiador Juan Villegas S. J. en su trabajo: “El influjo de Ira Mayhew en la “Educación del Pueblo” de José Pedro Varela”. La temprana muerte de  José Pedro en 1879, no le permitió asistir a las nefastas consecuencias de su predica nihilista. Los últimos años del siglo XIX fueron los de la afirmación en la República Oriental de la “escuela sin Dios”. Fuimos más ateos que los mismo “sin dios”.

Durante 1909 se estableció la absoluta laicidad en la enseñanza para continuar con el monopolio estatal en los años siguientes. Se llegó al extremo de pretender eliminar las cruces de los cementerios. El reformismo batllista campeaba en todos los órdenes. En este ambiente intelectual trabajó el hermano HD. Su fe católica lo llevó a Francisco Bauzá el católico ortodoxo en cuya brillante “Historia de la Dominación Española” tuvo su fuente de inspiración. En los trabajos posteriores HD tomó cecas del Partido Colorado, aunque del sector no batllista. Sus maestros a través de los libros de la “Nueva biblioteca” fueron entre otros Pablo Blanco y Eduardo Acevedo, éste último algo más objetivo que el primero, pero con sus “Anales” con fino substractum batllista. De esa manera los ecos de Ignacio Nuñez, Vicente López, Gregorio Funes y otros, se trasuntaron en capítulos donde se hizo evidente la posición de rechazo al Marqués de Sobremonte o la incomprensión de figuras como la de los Generales Manuel Oribe y Juan Manuel de Rosas (“el Tirano”SIC) de quien estampó en sus textos, un: “quería subyugar” (SIC) a la República Oriental.

No rechazamos a nuestro maestro, aunque si lamentamos la confusión que sembró en varias generaciones. En aquellos tiempos se utilizaban todos los estudios llenos de “falsedades a designio”. HD no pudo ver documentos todo lo escribió en su celda monacal Estuvo, sin saberlo, en la antesala gramscista del marxibatllismo.

También pensamos, como defensa, de HD, cuando estudiaba las intervenciones europeas de 1838 y 1845 albergaba en su corazón una simpatía por las tropas de Luis Felipe de Orleans que, aunque masón hacía palpitar en el religioso la Francia de su niñez. En los textos, hubo muy escasa valoración de los Blancos (Oribistas) que tuvieron desde el nacimiento, como dice José Rilla, “una visión más ancha, más rioplatense (más) virreinal…” Hoy, a Dios Gracias, la obra del Revisionismo ha convertido en polvo libros que eran en esos años el “sine qua non” de nuestro pasado. Las obras de Luis Alberto de Herrera, Mateo Magariños de Melo, Guillermo Stewart Vargas, Julio César VIgnale, Felipe Ferreiro, Aquiles Oribe y tantos otros, fueron piedras fundamentales en la Verdad del pasado. En la misma trinchera, los prohombres del Nacionalismo Católico de la Patria Grande los encontramos en lucha luego de haber encontrado la ruta del documento revelador. Así, en esa guerra justa a Manuel Gálvez, Vicente Sierra, Julio Irazusta, Antonio Caponnetto, Carlos Ibarguren, Ramón Doll y tantos cruzados de la Patria auténtica. Sin olvidar la primera lanza del siglo XIX, la de Adolfo Saldías en su documentada “Historia de la Confederación Argentina”. Ésta obra causó la ira de Bartolomé Mitre porque esperaba que su discípulo, prosiguiera la mentira monumental iniciada por el Presidente General sin victorias, pero asesino de miles de paraguayos para “liberarlos do tirano barbado”. Era el Emperador esclavista Pedro II tan ambicioso como don Bartolomé y no menos que Venancio Flores asesino del General Leandro Gómez y lo que es peor, especie de Atila que destruyó Paysandú con cañones brasileños y munición mitrista.

Incomprensiblemente los restos mortales de V. Flores yacen en la Capilla del Santísimo de la Catedral de Montevideo. Ya muy largo el proemio esclarecedor. Ha llegado el momento de quebrar lanzas por el calumniado Virrey del Reino del Rio de la Plata. Rafael de Sobremonte Nuñez y Carrasco, Tercer Marqués de Sobremonte nacido en Sevilla el 27 de setiembre de 1745. Fallecido en la misma ciudad, el 14 de enero de 1827 “como cristiano viejo” es decir “con pureza de sangre” que era la forma de señalar “los antiquísimos antecedentes de familia profesando la Santa Fe Católica” sin que hubiese en ella sangre de marranos deicidas. Desde muy joven llegó al Río de la Plata designada secretario del Virrey Vertiz. En años anteriores había cumplido misiones militares en Ceuta, Puerto Rico y Cartagena de Indias. Ejerciendo este cargo fue nombrado Secretario para el cargo anteriormente citado. Ya instalado en Córdoba del Tucumán (capital de la entonces Córdoba de Andalucía) contrajo nupcias en 1782 con una criolla de pura cepa doña Juana María Larrazábal Avellaneda descendiente directa por los Avellaneda del conquistador Domingo Martínez de Irala gobernador del Paraguay desde 1539 hasta su fallecimiento en 1556. Corresponde aquí que señalemos que una de las hijas del matrimonio, doña Juanita, se casó en Noviembre de 1809 con el Capitán de Navío José Primo de Rivera Ortiz y Pinedo, defensor de Montevideo hasta su caída en manos de Alvear en junio de 1814. Regresado a las Españas con su esposa criolla siguieron años de guerras siempre en la Marina llegando a ocupar el Ministerio de esta Arma y Almirante de la Real Flota. Falleció en 1853 rodeado de sus hijos y esposa. De este gran español queremos destacar por sobre todo que fue tatarabuelo de José Antonio Primo de Rivera Fundador de la Falange Española y Mártir de la España Nacional asesinado por los marxistas el 20 de noviembre de 1936. (Estos datos los debo al magnifico obsequio que me hizo el amigo Dr. Guillermo Eugenio Álvarez Santos de un ejemplar del libro de doña Rocío Primo de Rivera: “Los Primo de Rivera”).

Pero volvamos a don Rafael Sobremonte. Designado Intendente de Córdoba en 1784 cumplió una eficaz gestión embelleciendo la ciudad con obras que por su orden se levantaron. Inició el servicio de alumbrado público, fundamental en aquella culta ciudad del siglo XVIII. Creemos de importancia destacar las defensas para las crecientes del río. Fundó por otra parte un hospital para mujeres, creando Cátedras en la Universidad de la docta. Fueron numerosas las escuelas gratuitas en la campaña y la ciudad. Todo lo que antecede fue acompañado del mejoramiento de la minería. En primer lugar, dignificando las condiciones de quienes trabajaban en la sacrificada empresa extractiva. Así mismo, en lo militar, nada fue descuidado, pues se realizaron construcciones militares en la frontera con el Brasil junto con la fundación de pueblos.

En documentados escritos de Carlos Roberts que trata “las invasiones inglesas” presenta un cuadro de actividades ocultas. Una de ellas refiere al conde Luis Henri de Liniers (hermano del héroe y luego mártir realista) como un conspirador consumado que preparaba acciones militares De una de ellas fue acusado por compatriotas franceses de estar en contacto con Napoleón (ya 1er Cónsul) para ocupar Montevideo haciendo de este Real una base francesa. El cabildante Álzaga dio la voz de alerta interviniendo Sobremonte por su importancia como jerarca castrense. Así se frustró el plan del agente bonapartista.

En 1797 Sobremonte es destinado como Inspector General de tropas regladas y milicias. El cargo era una de las mayores distinciones militares del Virreinato. Ejerciendo éstas funciones viajó a nuestra Banda Oriental a combatir a los lusitanos que se habían apoderado de las Misiones Orientales. La Campaña del Marqués de Sobremonte no fue un éxito como debió ser ya que, al firmarse la Paz, el Marqués preparaba ofensivas que quedaron sin efecto. Siguieron días de luto en los que el séptimo Virrey don Joaquín del Pino falleció repentinamente. Esto hizo lugar a lo que en las “Leyes de Indias” se denominaba “Pliego de Mortaja” por el cual se designaba interinamente un sustituto. El fallecido Del Pino, fue sucedido por el Inspector General Brigadier Marqués Rafael de Sobremonte, quien recibió la nota confirmatoria de la Real Disposición como Virrey con fecha 10 de noviembre de 1804. Una de sus primeras medidas fue difundir la recientemente llegada Vacuna Antivariólica descubierta por Jenner tiempo antes.

De honradez absoluta en los asuntos del erario fue también de conducta intachable en su vida privada. Sin embargo, tuvo muy pocos amigos. Tal vez su posición contraria a la Masonería fuera la causante dado que era difícil que nombrara jefes militares criollos o europeos, cuando los sabia obedientes a la secta. Esto, sin lugar a dudas, le trajo los problemas que vivió durante las invasiones de Albión.

El problema de la Misiones Orientales arrebatadas por Portugal (1801), satélite inglés desde 1704 con el Tratado de Methuen, movió al Marqués de Sobremonte a realizar acciones militares. De esta manera se expresaba el Virrey: “Sería un guerra sorda como la de Cevallos para reconquistar lo usurpado en 1801 y no devuelto como se pactó”. El Cabildo, le negó el apoyo enviando al Jefe Supremo una nota donde le decían que el Marquez de Sobremonte “Quería asumir un papel de verdugo sin motivos contra Portugal”. De esta manera mentirosa, por odios tripuntísticos, el Rio de la Plata perdió 100.000 kilómetros cuadrados que Urquicistas y Unitarios del Montevideo llamado de la “Defensa” pagaron al Imperio del Brasil para derrotar a Oribe y Rosas en octubre de 1851 y febrero de 1852. Pero lo imperdonable, por parte de los lacayos Andrés Lamas y Manuel Herrera y Obes fue que, aceptaron el desconocimiento de la doctrina romana del “Utis Posidetis”. Embestida baguala de los imperiales para legalizar lo que negaba la doctrina: “la posesión de territorios y edificios obtenidos por la fuerza”. Por su venalidad recibieron una jugosa renta durante su “honesta” vida.

La Verdad es siempre la misma. Ante ello queremos subrayar la razón del Dr. José María Rosa cuando en su “Historia Argentina” expresa refiriéndose al complot contra Rafael de Sobremonte. “Todos acabarán por no hacerle caso: La “Reconquista” se hizo apresuradamente para que no reclamase el mando de las tropas. Los golpes finales se dieron al decidirse su separación amañada en el “Congreso General” del 14 de agosto de 1806 y destituido el 10 de febrero de 1807 en un acto que quien esto escribe califica como puñalada trapera. Las acusaciones eran malintencionadas y se fundamentaban en los denominados “errores” cometidos por el Marques Virrey durante la defensa del Real de Montevideo cuando la invasión de 1807. En documento que presenta el Dr. Luciano Álvarez se expresa que en una Junta de Guerra Don Félix de Azara en 1797, ante la imposibilidad de defender BSAS y Montevideo proponía...”  el sacar de dichas Plazas todo lo preciso y útil y aún los habitantes… Es cierto que se apoderarán de ellas los enemigos, con gran facilidad, pero de nada les servirían. Por el contrario, nosotros con las tropas veteranas… seríamos dueños de las campañas sin las cuales de nada sirven ni aún pueden servir dichas Plazas…”. Este fue el plan adoptado por el Señor Marqués de Sobremonte cuando se retiró a Córdoba. Pero no contó con que las ciudades de Montevideo y Bs.As. no obedecerían. Pérfidamente ignoraron todas sus órdenes… ¿Que movió  esa actitud? La explicación se vincula a lo esotérico, y a ella nos referimos mas arriba....

Tomarse venganza por la política antimasónica referente a los cuerpos armados. Pero, la justicia llegó. “En 1810 el Consejo de Regencia anuló su destitución y ordenó se le sobreseyese de culpa y cargo…”. En 1815 en desagravio se le ascendió a Mariscal de Campo. Hoy como ayer lo escrito me compromete. Porque la Verdad obliga a honrar la memoria de los Grandes. El Marqués Rafael de Sobremonte es uno de ellos. Cumpliré mi promesa en todos los tiempos mientras Dios me de aliento y me permita estar de pie sobre esta tierra.  Amén.


Luis Alfredo Andregnette Capurro

Desde el Real de San Felipe y Santiago de Montevideo.


Nacionalismo Católico San Juan Bautista


lunes, 26 de octubre de 2020

Otto Skorzeni (VI) Victorioso: Mussolini liberado – Luis Alfredo Andregnette Capurro

                

Los capítulos de esta zaga, se transformarían en libro demasiado voluminoso si describiésemos con todo lujo de detalles, los acontecimientos sucedidos en aquellos días de la traición del Saboya, a la Gran Alemania aliada, crimen antecedido por la puñalada trapera al Duce y al gobierno Fascista. Por ello, el grupo de felones a Italia y a su comunidad organizada, siendo ésta la forma fascista de denominar al Pueblo, la que no comprendieron, dada su irracionalidad y/o miseria espiritual.

Existe una ley histórica, que nos dice, desde siglos remotos que, cuando un grupo anímico racial alcanza una posición preeminente, debe defenderla con firmeza de acero porque, de no hacerlo, corre el riesgo del desprestigio universal. Ello fue lo que aconteció con Italia durante la segunda cincuentena del siglo XX. Una monarquía, que no pudo volver por falsaria y cobarde, sustituida por una república con partidos marxistas y “católicos” heréticos corruptos, gobernada por siniestros asesinos ex terroristas partisanos, (Sandro Pertini Presidente de Italia es un ejemplo) y mafiosos que mostraron sus llagas, purulentas en la década de los años ochenta de la veinte centuria que fenecía. Todo este trabajo se convertiría en un trabajo poco legible si describiésemos todos los acontecimientos sucedidos en la nación de los Apeninos que había perdido el rumbo y la dignidad le había restaurado el régimen Fascista desde 1922. Por ello nos limitaremos a seguir la labor de investigación que para enderezar la situación siguió el Stardantefuhrer SS Skorzeny.

Hoy sabemos por el Duce, que durante los 46 días en los cuales estuvo secuestrado, lo fue en 4 lugares diferentes. En primer punto figura Ponza, desde donde fue trasladado a Spezia, la importante base naval. Desde allí fue llevado a Maddalena en el norte de Cerdeña y, desde ese lugar en vuelo, directo al Gran Sasso. Este era, y aún lo es, donde había sido levantado, a dos mil metros de altura en 1936, el albergue para alpinistas llamado Campo Imperatore, coronado por un Hotel con cinco pisos de altura, siguiendo las líneas severas de la arquitectura fascista.

En su libro de 'Memorias', Skorzeny confiesa que pasó días sin obtener datos positivos que pudieran orientar la tarea de liberar al Duce. Con respecto al puerto de la Spezia -escribe Skorzeny- recibimos de pronto una orden del Cuartel General para que preparásemos todo lo necesario a fin de liberar al Duce del barco de guerra donde se hallaba. Tal orden hizo que nos rompiésemos la cabeza durante 24 horas. Los altos dirigentes ordenaban, pero no habían tenido en cuenta que la empresa era muy difícil. ¿Acaso creían que era fácil liberar a un hombre en medio de un puerto de guerra abarrotado de barcos y fuertemente defendido? Afortunadamente al otro día se nos informó que Mussolini ya no estaba en la Spezia. “Pasados algunos días, rumores luego confirmados, situaban al Duce en el fortín de Santa Maddalena enclavado al norte de la isla de Cerdeña. Acompañado del teniente Warger que hablaba un italiano perfecto me dirigí al lugar para hacer las averiguaciones necesarias. Embarqué en un bote –R-destinado a la limpieza de minas… Me oculté entre unos veleros, para tomar fotografías En las afueras de la pequeña ciudad estaba casa en cuestión, la ‘Villa Kern…’ Llegados a este punto sólo me quedaba averiguar la identidad del ‘importante preso’ Fue entonces que entró en acción el teniente Wager. Lo vestimos de simple marinero… Especulando con el apasionamiento e indiscreción de los italianos ordené a Wager que se mezclara con el pueblo y que, si oía que hablaban del Duce debía afirmar que sabía de fuentes fidedignas, que había muerto de una enfermedad y que, si alguien ponía en duda sus palabras, debería hacer una apuesta… El, plan dio resultado. Un frutero que visitaba la ‘Villa’ para abastecerla diariamente fue el as de la apuesta. Ganó fácilmente el dinero que le ofrecimos y nos prestó un gran servicio. Condujo a Wager hasta la ‘Villa’ y le mostró la terraza en la que estaba sentado el Duce. Wager, visitó asiduamente su puesto de observación. Poco a poco fue enterándose de la forma, en que era defendida la prisión y del número de hombres que estaban en ella. Llegó el momento de trazar nuestros planes para la liberación de Mussolini pero necesitaba de un conocimiento más completo de la zona… Los mapas que me facilitaron no me bastaban y decidí volar sobre mi objetivo, pero a gran altura pues sabía que el lugar era considerado ‘tabú’ para el vuelo de cualquier clase de aviones. Quería sacar algunas fotos desde el aire.  El miércoles 18 de agosto de 1943 todo estaba listo… El HE111 que pusieron en el aeropuerto ‘Practica di Mare’ a mi disposición empezó volando hacia el norte… Regresé al aeropuerto algo más tranquilo y me preparé para iniciar mi proyectada acción… Nuestro avión estaba punto y despegamos poco después de la cinco. Ordené volar a 5000 metros de altura ya que quería inspeccionar el puerto… Estaba sentado ante la ametralladora, con la cámara fotográfica y el mapa de la zona… Me encontraba absorto contemplando el mar que tenía una coloración especialmente bella, cuando oí la voz del vigía a través del altavoz: ¡Alarma no siguen dos aviones! ¡Son cazas ingleses! Nuestro piloto describió un semicírculo. Yo me apresuré a poner el dedo sobre el botón de la ametralladora... Pareció que el avión volvía a su anterior ruta, cuando me di cuenta que estábamos volando en picada. Me volví y contemplé el rostro angustiado del piloto que hacía ímprobos esfuerzos para que el aparato volviera a su posición horizontal. Una rápida ojeada me bastó para darme cuenta que el motor izquierdo no funcionaba. Continuamos descendiendo vertiginosamente... Lo último que sentí por el altavoz fue: ¡Agarrarse!... Casi inmediatamente chocamos contra el mar. Debí darme un golpe en la cabeza porque perdí el conocimiento durante un tiempo. Vi unos puntos luminosos ante mis ojos, y sentí que alguien tiraba de mi guerrera. Así me encontré en el agua. Nuestro avión se hundía: la cabina estaba inundada, los cristales habían saltado y el agua entraba a borbotones… No nos quedaba más remedio que salir del aparato lo antes posible. Hicimos grandes esfuerzos para abrir el techo del avión… Sacamos al segundo piloto, aspiré con fuerza y nadé hacia la superficie. Fue en aquel, instante cuando sucedió una cosa insólita el avión emergió de la profundidad del mar. El piloto y su camarada abrieron las puertas y vieron acurrucados a los dos soldados que creíamos ya cadáveres. Estaban ilesos… salieron como pudieron y se agarraron de las salientes del aparato. Entonces recordé que mis mapas y mi cámara de fotos estaban dentro del avión. Hice acopio de mis fuerzas, volví a introducirme y conseguí recuperar mis tesoros. El bote salvavidas flotaba en las aguas; en él metí mi cámara y la cartera con los mapas... Pasamos una hora completamente olvidados del mundo. Finalmente vimos que un barco surcaba el horizonte. Nos apresuramos a disparar el cohete rojo de socorro. El barco dio la vuelta y echó al mar un bote que no tardó en recuperarnos. Cuando estuvimos a bordo me di cuenta que nuestro salvador era un crucero italiano. Nos recibieron con todos los honores… Alrededor de la medianoche desembarcamos en el puerto de Bonifacio… Era el 20 de agosto, cuando me volví a encontrar con mis hombres. La tropa estaba radiante de alegría, al volver a encontrar a su Jefe al que creían muerto.”

A esta altura de esta nota, el autor desea expresar algunas referencias a determinado personaje que interrumpiría la preparación que para liberar al Duce estaba plena acción y en la que, incluso el, General Student participaba con entusiasmo junto a Herr Hauptman Otto Skorzeny y sus camaradas de combate. El optimismo primaba cuando llegó una nota del Cuartel General que decía lo siguiente: “Nos han llegado informes fidedigno -vía Canaris- según los cuales Mussolini se encuentra prisionero en la isla de Córcega. El jefe Skorzeny debe preparar enseguida su unidad con paracaidistas paras ser lanzados en la isla…” En las ‘Memorias’ de nuestro Héroe que, como han comprobado los lectores, estamos siguiendo por su veracidad a toda prueba, leemos lo que sigue a continuación: “Tanto el teniente Radl como yo nos encontramos sumidos en un mar de confusiones. Parecía que había sectores en Italia que poseían datos sumamente exactos. A renglón seguido escribe Herr Hauptman Skorzeny: “Transcurridos pocos días recibimos otro informe con el rótulo de ‘Muy Secreto’ dirigido a los Jefes de unidad que expresaba lo siguiente: ‘El gobierno de Badoglio nos ha prometido que Italia seguirá combatiendo con todas su fuerzas con nosotros, incluso dispuesto a hacerlo más intensamente de lo que lo había hecho el anterior gobierno.’

Leamos otra vez a Skorzeny para transcribir lo impreso en ‘Vive Peligrosamente’. Aquí está la opinión del guerrero germano: “Nosotros los que estábamos en Italia opinábamos de manera diferente. Por ello no pudimos comprender como había llegado el almirante Canaris a aquellas conclusiones y porque no había esperado antes de pasar sus informes al Cuartel General del Führer.” Quien escribe esta nota, desea poner sobre la mesa de estudio, que el almirante Canaris era un sujeto que durante los años que fue jefe, nada menos que de la Secretaría de Contraespionaje, hacía un doble juego pasando información al enemigo. Fue confirmado, el relevo de febrero, por estar implicado en la conjura el mismo año 1944, cuando el atentado contra el Führer en la jornada del 20 de julio. La investigación comprobó que el citado Canaris estaba vinculado a los conspiradores y que su vida sencilla y modesta, escondía a un ser viperino que había causado, infinitos males. Encarcelado, fue ajusticiado por Traición a la Patria a comienzos de 1945.

Deseábamos poner en conocimiento de los lectores, el porqué de la confusión que creaba entre los guerreros las desinformaciones del Iscariote. Pero volvamos al libro de Skorzeny y leamos. Así estampaba su desconcierto: “La concentración de tropas italianas (badoglianas) al norte de Roma se estaba realizando desde hacía algún tiempo, confirmaban nuestras suposiciones, nada agradables. Por tal razón decidimos evitar convertirnos en victimas de tales falsas informaciones… no estábamos dispuestos a saltar en el vacío. Entonces el General Student nos ordenó trasladarnos a Prusia donde estaba la sede del Cuartel General. Viajamos en el mismo avión que nos había traído a Italia. Se nos introdujo en la misma Sala en la cual habíamos estado la primera vez. Pero en esta ocasión las sillas y sillones estaban ocupadas. En esta ocasión tuve la oportunidad de conocer a los hombres que dirigían los destinos de Alemania. A la izquierda de Adolf Hitler se sentaba el ministro de Relaciones Exteriores, Von Ribbentrop; a su derecha el Mariscal de Campo Keitel y el Coronel General Jodl, a cuyo lado me ordenaron que tomase asiento. Al lado de Ribbentrop estaba Himmler; a continuación, el general Student y junto a éste el Almirante Donitz.  Entre éste y yo, el Mariscal del Reich Goring. El General Student tomó la palabra para exponer la situación. Cuando terminó su alocución, todo el mundo me miró en espera que yo hablase. Debo reconocer que tuve que hacer un gran esfuerzo para dominar mi timidez y hablar ante semejante auditorio… había llevado conmigo algunas anotaciones, pero en aquel momento me olvide de ellas. Por tal causa me limité a exponer con toda clase de detalles las investigaciones llevadas hasta el momento. El Führer se levantó de su asiento y con gesto espontáneo me tendió la mano diciendo: Creo en sus palabras, sé que tiene razón. Daré contraorden para que los paracaidistas no sean lanzados en la isla de Elba. ¿Ha pensado en el modo que se podrá liberar al Duce? Le ruego me exponga los detalles. Saqué papel, lápiz y desarrollé ante el Jefe Supremo el plan que había surgido en la mente de Radl y en la mía. Hice constar que nuestra acción sería secundada por oficiales de la Marina. También expuse que era indispensable que tanto las baterías pesadas de la Brigada estacionada en Córcega como las destinadas en el norte de Cerdeña estuviesen a disposición de protegernos y cubrirnos. Cuando terminé de hablar el Führer tomó, la palabra: Apruebo su plan. Las unidades que se precisen para desarrollar el accionar serán puestas a disposición de Herr Hauptman Skorzeny y el General Jodl se ocupará de los detalles pertinentes. Es preciso -continuó- que mi amigo Mussolini sea liberado cuanto antes pues, en caso contrario, será puesto en manos del enemigo. ¡Cuando me despedí de Hitler, éste me apretó la mano con calor! Lo conseguirá, Skorzeny; ¡confío en usted! Sus palabras eran tan convincentes que me dejé contagiar por su fe. Había oído hablar mucho sobre la fuerza persuasiva, casi hipnótica de Adolf Hitler, aquel día tuve ocasión de comprobarlo personalmente.”

“A mi llegada -prosigue Skorzeny- conté a Radl todos los pormenores de mi reciente visita al Cuartel General. Incluso le informé que en caso de fracasar sería yo, el único responsable. En los días siguientes proseguí con mis visitas disfrazadas de marinero que llevaba ropa sucia en un canasto. Mi observatorio era bueno. Ya conocía la casa, su estructura y los caminos del jardín. Miré todo detenidamente y me pareció que no se habían producido cambios. Regresé a la casa de la lavandera. Al entrar me di cuenta que uno de los ‘carabinieri’ que formaba parte de la guardia estaba de visita en la vivienda. Entablé conversación con él utilizando los servicios de Wager. Hice lo posible para que la conversación recayera sobre Mussolini... Se animó cuando le dije que sabía que el Duce había muerto y que mi información era digna de crédito, le insistí repetidas veces que un médico me había dado toda clase de detalles sobre la muerte del Caudillo Fascista. El carabinero no pudo contenerse más y exclamó: No, ‘signore’ imposible. He visto al Duce esta mañana. Formé parte de la guardia. Lo condujimos al avión blanco que despegó con él… ¡Vaya sorpresa! El ‘nido estaba vacío’. Debíamos apresurarnos a suspender, todos los preparativos… Telefónicamente me comuniqué con Radl quien me informó que todos los hombres estaban a bordo del avión y que reinaba un gran entusiasmo… redacta: Le grité: ¡Que desembarquen rápido sin pérdida de tiempo! Para quien estas líneas había que comenzar todo rápidamente, porque, para los guerreros no existen las palabras ‘más tarde’. A fines de agosto, en Venecia, se reunió Canaris con su colega italiano el General Amé. No pudimos menos que preguntarnos -escribe Skorzeny- ¿Estaba decidido Canaris a tomar en sus manos las riendas de las acciones alemanas que giraban en torno a nuestro asunto?”. Quien compila las páginas documentarias y redacta esta nota, se ve en la obligación moral de contestar afirmativamente a la pregunta del Héroe. El felón Canaris, a quien ‘más le valiera no haber nacido (Jesús dixit de Judas)’ creyéndose intocable, seguía tejiendo su trama viperina que finalmente, lo llevaría a la muerte indigna.

Nuevamente abrimos el documentado ‘Memorial’. Leamos: “Mi pequeño servicio de información nos aseguró al cabo de unos días que Benito Mussolini se encontraba en un hotel de montaña situado en una parte la cumbre del Gran Sasso. A partir de aquel momento trabajamos febrilmente para recoger, sobre la topografía de aquella zona todos los datos. No obstante tuvimos que reconocer que los datos eran insuficientes para una operación militar de tanta importancia Era absolutamente necesario que pudiésemos contar con fotografías aéreas de toda la zona. El miércoles 8 de setiembre, el Alto Mando puso a nuestra disposición un avión dotado de cámara fotográfica automática. En aquel vuelo tan importante fui acompañado por mi ayudante personal y por un Oficial del Servicio Secreto… tuve más tarde que trasladarme a Roma para entrevistarme con Oficiales italianos que planeaban la liberación de Mussolini. Debía conocer sus planes para que no interfirieran con los míos. Encontré a Radl en la Embajada alemana. Más tarde me enteré que Eisenhower a las 18:30 del 9 de setiembre, había notificado por Radio Argel, la capitulación de Italia; él fue el primero en lanzar la noticia para nosotros de vital importancia. El hecho a que horas después, Badoglio trasmitiera la noticia a través de todas las emisoras, me daba a entender que los aliados habían presionado a los iscariotes, por lo menos, en cuanto al tiempo de la difusión de la noticia. Ese mismo día los fascistas refugiados en Alemania lanzaban una proclama precedida de las notas del Himno Fascista ‘Giovinezza’. Esas exhortaciones culminaban con estas frases: ‘¡Italianos! ¡Combatientes! La traición no se cumplirá. No obedezcáis las falsas órdenes de la traición. No os entreguéis al enemigo.  Negaos a volver las armas contra vuestros conmilitones alemanes...’ De pronto, inesperadamente se dio alarma aérea.  No tardando mucho vimos que las bombas enemigas estallaban en las inmediaciones. Nos dimos prisa en cubrirnos y pensé que mis planes se venían abajo en el último momento. Y reflexioné: ¿No será locura poner en práctica mi plan en estas circunstancias? Escuché junto a mí la voz de mi ayudante que me decía: ¡Lo superaremos! Y tal frase dicha con tanto entusiasmo, hizo renacer mis perdidas esperanzas. El ataque aéreo terminó luego de media hora. Comprobamos aliviados que las pistas habían sufrido ligeros daños ¡Dimos gracias a Dios!  Corriendo alcanzamos los aparatos.  Di orden de subir. Hice la señal convenida para despegar. El tiempo era el adecuado. Los motores empezaron a rugir rodamos por la pista y seguidamente nos elevábamos. Entonces precisamente entonces, el piloto del avión a través del telefonillo de abordo nos dijo: Los aparatos uno y dos ya no vuelan con nosotros ¿Quién dirige el rumbo a partir de este momento?  Sin pérdida de tiempo contesté: Tomaré personalmente el mando; lo haré hasta que lleguemos al objetivo. Pocos minutos antes de la hora fijada reconocí el valle que se extendía bajo nosotros. Comprobé que el batallón de paracaidistas se desplegaba valle arriba y respiré aliviado al ver que habían alcanzado el, objetivo en el momento, indicado. Ordené entonces: ¡Ponerse los cascos de aterrizaje; apretadlos fuertemente! Exactamente debajo vi el Hotel Imperatore, Di una nueva orden ¡Desenganchad la cuerda de arrastre! De pronto se hizo entre nosotros un silencio. Una nueva sorpresa y nada agradable acababa de descubrir que ‘mi’ prado de aterrizaje no era llano, sino empinado., no podía aterrizar en semejantes condiciones; el intento solo podía ser considerada una locura. Mi piloto el teniente Meier debió, pesar lo mismo que yo, porque se volvió y me miró. Me rompí el cerebro en busca de una solución. Tomé la decisión más importante de mi vida y ordené: ¡Preparados para aterrizar lo más cerca del Hotel!  El piloto no dudó un solo segundo. Bajó el ala izquierda del aparato y descendimos casi en picada. El bramido del aire se intensificó a medida que nos acercábamos al objetivo. Un sudor frío me corrió por la espalda. Vi, como el teniente Meier abría el paracaídas que debía frenar el aterrizaje y de pronto, topamos brutalmente con la tierra en medio de un ruido ensordecedor. Cerré los ojos durante un segundo; no estaba en condiciones de pensar. Una última sacudida, me hizo comprender que habíamos aterrizado. Corrí hacia el Hotel. Detrás de mí, oía la respiración acelerada de mis ocho hombres de las SS. Tenía la certeza de haber elegido los mejores de ellos que, amén de estar dispuestos a secundarme en el accionar comprenderían el más leve gesto que les hiciera. Nos enfrentamos con los soldados badoglianos que salían al exterior y preparaban dos ametralladoras ante la entrada, saltamos sobre ellas y las derribamos. Los carabineros se apretujaron ante la puerta. A culatazos, conseguí entrar. Mis hombres no cesaban de gritar ¡“Mani in alto”! Todavía no habíamos disparado un solo tiro. Me encontré en el vestíbulo principal. A la derecha encontré una escalera. La subí saltando de 3 en 3 escalones hasta que llegué al primer piso. Torcí a la izquierda y continué por el pasillo. Seguidamente abrí una puerta, ¡la indicada! Entre en la estancia ocupada por Benito Mussolini ¡La primer parte de nuestra misión había sido coronada satisfactoriamente! El Duce sano y salvo estaba en nuestras manos liberadoras. No habían pasado ni cinco minutos desde que aterrizamos. Pude ver como otros cinco planeadores tomaban tierra sin novedad. En aquel preciso instante entró mi ayudante en la habitación, lo que me dio a entender que había logrado abrirse paso. Entró entonces un coronel italiano. Sostenía entre las manos una botella de vino de marca y me la ofreció al mismo tiempo, que se inclinaba ante mi diciendo: ¡Al vencedor! Entonces y sólo entonces estuve en disposición de dirigirme a Mussolini que estaba en un rincón protegido por el teniente Schwer. Me cuadré ante aquel y le dije: ¡Mi Duce, el Führer me envía para, libertaros! ¡Sois libre! Mussolini me abrazó y respondió: ¡Sabía que mi amigo Adolf Hitler no me dejaría abandonado! Sólo entonces dispuse unos minutos para prestar atención al Duce. Al verle era fácil darse cuenta que estaba enfermo. Sin embargo, sus grandes y febriles ojos negros, me hicieron comprender que estaba ante el Hombre más Grande de Italia. Me traspasaban, parecían, ahondar dentro de mi cuando me hablaba con su particular vehemencia. Tenía mucho interés de enterarme por él mismo de los pormenores que pasó como prisionero... Pero sentí pena y quise darle algunas alentadoras noticias: Nos hemos ocupado, constantemente por su familia, Duce, su esposa y sus hijos más pequeños han sido internados en su propiedad de ‘Rocca delle Caminate’ Nos hemos puesto en contacto con su esposa Donna Rachelle. Al mismo tiempo que nosotros aterrizábamos en este lugar, otro de nuestros comando mandado por el Capitán Mandel, recibió orden de rescatar a su familia. Estoy seguro que en estos momentos ya gozan de libertad. El Duce me dio entonces un fuerte apretón de manos y dijo: Todo está en orden. Agradezco, Herr Hauptman, Skorzeny sus desvelos. El Duce se dirigió entonces hacia la puerta de Hotel ataviado con un abrigo negro y cubierta la cabeza con un sombrero del mismo color. Nuestras tropas lo recibieron con grandes aclamaciones y saludos romanos. Fue conmovedor lo que su presencia causaba entre nuestros camaradas. Todos, absolutamente todos, reiteraban y una y otra vez los vítores y manifestaciones de simpatía. A ellas, se agregaron las de los italianos seguramente, falsos badoglianos, obligados a ser sus carceleros.  El Duce sonreía, en tanto agradecía y caminaba hacia el aparato que lo aguardaba. La alegría y la emoción que sentía yo por la liberación de aquel Grande Hombre, junto al éxito alcanzado con costos bajísimos, eran tan importantes que, Dios me tuvo de su mano para que no padeciera un problema cardíaco en esos momentos cruciales. Un romano de la época de Octavio Augusto hubiera expresado paganamente que, la Fortuna Viril había reinado. El planeador ‘cigüeña’ estaba a punto de despegar en un corto espacio de terreno. Peligro notorio, que advirtió el Duce, experimentado piloto y que iba correr junto los capitanes Gerlach y Otto Skorzeny. Era una aventura al filo mismo de la muerte. Pero nada dijo. El motor se puso en marcha. Hicimos un último saludo de despedida a los camaradas que allí quedaban continuando con sus vítores. Agarré –escribe Skorzeny- fuertemente con ambas manos, dos tubos de acero de la conducción y procuré aumentar el equilibrio de la máquina… Comenzamos a rodar. A través de las ventanillas de pareció oír que mis hombres nos alentaban al igual que los italianos. A pesar que la velocidad iba aumentando y que ya estábamos al final de la improvisada pista, continuábamos pegados al suelo. Procuré hacer contrapeso con mi cuerpo y aprecié que, en algunas ocasiones saltábamos sobre algún obstáculo del terreno. Inesperadamente nuestro ‘pájaro’ alzó ¡Gracias A Dios! Pero… la rueda izquierda del avión dio contra el suelo, la máquina se inclinó un poco hacia delante y el aparato empezó a trepidar. Cerré los ojos. Sabía que no podía hacer nada. Contuve la respiración… El viento ululaba cada vez con más fuerza entorno a nosotros… El experimentado Gerlach había recuperado el dominio del aparato y lo mantenía en vuelo horizontal. Volamos a unos escasos 30 metros de la tierra y alcanzamos la salida del Valle del Arezzano. Los tres estábamos pálidos en extremo, pero ninguno expresó palabra. Prescindí de toda ceremonia. y puse mi mano en el hombro de Mussolini, al que acabábamos de salvar por segunda vez… Cuando aterrizamos en Viena desembarqué para ver si éramos esperados.  Efectivamente, Jerarcas del Gobierno, Jefes Militares y del Parido habían esperado varias horas, hasta el momento en que se corrió la noticia que un avión, (que no era el nuestro, sino el de la escolta), había hecho un aterrizaje obligado en aeropuerto cercano. Todos habían salido hacia allí. Al despejarse la situación, los numerosos altos jerarcas se mostraron encantados de hallar a nuestro insigne huésped sano y salvo. Confieso que solo respiré aliviado cuando me vi, libre de la responsabilidad que había pesado sobre mis hombros. Entonces, y sólo entonces, había vencido las dificultades de tan arduo como histórico día (12 de setiembre de1943). Ya estábamos instalados en el Hotel Imperial, el mejor de Viena, cuando sonó la campanilla del teléfono de mi habitación. Una voz me anunció que el Führer quería hablar conmigo. Cuando me presenté a través del auricular sentí la voz inconfundible del Caudillo quien me dijo:  ‘Acaba usted de llevar a cabo felizmente, una hazaña militar que a partir de este momento formará parte de la Historia, me ha devuelto a mi amigo Mussolini, por lo que en agradecimiento a sus servicios, lo condecoro con la Cruz de Caballero  y lo asciendo a Comandante de las SS. Acepte usted mis más calurosas felicitaciones’.  Minutos antes de la medianoche, un Coronel Jefe del Estado Mayor de la zona se hizo anunciar. Entró en mi habitación con aire solemne y se presentó: Herr Hauptam  Skorzeny,  me presento a usted, cumpliendo una orden que me ha trasmitido nuestro Fuhrer. Tengo el encargo, de entregarle la, ‘Cruz de Hierro’ de Primera Clase. Seguidamente se despojó de su propia condecoración y me la prendió en mi chaquetilla. Se cumplía lo que Mussolini había expresado cuando su histórica visita a Berlín, en setiembre de 1937 (Año XV de la Era Fascista). Así señaló en aquella jornada: ‘Según la Ley del Honor Fascista, cuando se tiene un Amigo, se sigue con él hasta el final’”

Luis Alfredo Andregnette Capurro

 

 Desde el Real de la Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo

 

Nacionalismo Católico San Juan Bautista

 

lunes, 19 de octubre de 2020

Otto Skorzeny (V): Entrevista con el Führer en el cuartel general

 


En el capítulo anterior señalamos que Dios había dispuesto que el Standartenfuhrer Otto Skorzeny fuera el Jefe de la Brillante Operación Comando que liberó al Duce del secuestro urdido por el pequeño Saboya, el inmoral Badoglio y otros iscariotes como De Grandi, Galeazzo, Ciano y Giuseppe Bottai que habían pertenecido al movimiento redentor de Octubre de 1922 que extrajo a la gens itálica del ostracismo histórico en que estuvo sumida durante siglos. Fue tan estruendoso el éxito alcanzado por los guerreros germanos en ese operativo que, los tripuntes aliados de Stalin, tenían como motivo de los interrogatorios en continuado dos temas: la liberación de Mussolini y la ofensiva de las Ardenas. Obsesivamente buscaban siempre en que asirse para castigarlo, ya que NO les bastaba pasearlo por los campos de concentración donde lo esperaba siempre un calabozo más hediondo que el anterior, con una tabla rasa sin jergón, y en el techo una luz permanentemente encendida para que… “descansara”. Mientras tanto, un sicario, munido de un fusil lo miraba por el visillo de la puerta de la humillante celda. Por si algo faltara, en el dintel del lugar de acceso, había una marca roja que significaba: “Preso peligroso”.

El Viacrucis del héroe duró 4 años (1945, 46, 47 y 48) ya que abandonó el camino de las prisiones el 27de julio de 1948. Ese día se viajó a la España del Caudillo. Allí, encontró, respeto paz y libertad, trabajando como criador de caballos e Ingeniero, hasta su fallecimiento en la Paz del Señor Confortado con los Santos Sacramentos en la isla de Mallorca el 5 de julio de 1975.

Ahora nos vamos a honrar con las inmortales palabras impresas en su “Vive Peligrosamente”. El tomo 1 del Memorial, que tenemos en nuestro escritorio y que fuera Editado por Acervo de Barcelona en marzo de 1965.Abrimos el estupendo libro y vamos directamente al capítulo XIV para extractar los ajetreados días y conocer los caminos por los que se llegó a concretar la orden del Führer, para el rescate del Duce de Italia. Así leemos. “A mediodía del domingo 25de julio de 1943 almorcé en el Hotel Eden de Berlín con un viejo amigo que había sido Profesor en la Universidad. Iba de civil, y nuestra agradable charla transcurrió pacíficamente.  Al abandonar el comedor, nos instalamos en el “hall” del hotel donde tomamos café. Nuestra conversación versó sobre Viena, nuestra ciudad natal y nuestras amistades comunes, pero de pronto de una manera inesperada e incomprensible me vi asaltado por una gran inquietud” (subrayado nuestro). “Había informado al encargado de nuestra central telefónica del lugar en que me encontraba y podría hallarme en caso que se me necesitase… En aquellos tiempos de intranquilidades uno no sabía lo que podía suceder. No me pude aguantar más tiempo. Me dirigí a la cabina telefónica y marqué el número de mi despacho. Mi secretaria estaba al borde de un ataque de nervios. Me informó que todo el mundo me buscaba desde hacía 2 horas. Seguidamente me dijo: lo han llamado del Cuartel General del Führer. Han puesto a su disposición un avión que debe despegar del aeropuerto Tempelhof a las siete en punto. Intenté ocultar el nerviosismo que me embargaba y ordené: Diga usted a Radl que suba enseguida a mi habitación y que ponga mi uniforme, ropa interior y que, acto seguido se apresure ir al aeropuerto. ¿No le han informado sobre la causa de la llamada? Mi secretaria me contestó desde el otro del hilo telefónico: No sabemos absolutamente nada. Me apresuré a despedirme de mi amigo, aunque pude darme cuenta que estaba muy impresionado por el hecho que me hubieran llamado desde el Cuartel General. Me deseó buena suerte y apretó mi mano fuertemente…  Mi ayudante se encontraba ya en Tempelhof, cargando una maleta y mi cartera de documentos. Karl Radl, mi ayudante, comentó conmigo una reciente noticia radiofónica que había anunciado un cambio de gobierno en Italia. Pero no la relacioné con mi viaje al Cuartel General. Alcanzamos la pista de despegue, en la que encontramos preparado un ‘Junker 52’. Vaya lujo, un imponente avión puesto a mi exclusiva disposición… Saludé desde la ventanilla, en el mismo, instante que el avión empezaba a rodar sobre la pista. Cuando alcanzamos cierta altura y volábamos sobre la ciudad de Berlín, los pensamientos volvieron a agolparse en mi mente…  Todo absolutamente todo parecía estar oculto tras un tupido velo que me era imposible de correr. Entonces me sentí en disposición de mirar el paisaje que se extendía en nuestras plantas. Volábamos sobre el Oder. Los bellos bosques y prados del Neumark aparecieron... Entonces recordé que ignoraba el lugar exacto donde se encontraba el Cuartel General pues, su emplazamiento estaba rodeado del mas impenetrable secreto. Conocía el nombre clave de Wolfsschanze y sabía que se encontraba en algún lugar de la Prusia Oriental. Hacia una media hora que volábamos y reconocí la ciudad de Schneidemuhl, El avión volaba a tres mil metros de altura, pero pude ver que los rayos del sol se reflejaban en los cristales de las ventanas de las casas de la ciudad y sobre las aguas del Netze. Seguíamos una línea de nos llevaba hacia el nordeste en línea recta. Pasé un rato con los pilotos que me mostraron el lago Deutch Eylau y las redes ferroviarias de la ruta Varsovia Dantzig- Intersburg Possen que, vistas desde nuestra altura, se asemejaban a una gigantesca tela de araña… El sol quedó a nuestras espaldas. Comenzamos a perder altura y volamos a 300 metros. La topografía del paisaje había cambiado radicalmente, era completamente llana y estaba surcada por infinidad de arroyos. Las hojas de los árboles tenían un color verde claro, lo que me dio la impresión que volábamos sobre bosques de abetos, de pronto percibí una aglomeración de pequeños lagos que miraban hacia arriba como si fueran inmensos ojos azules. Una ojeada sobre el mapa me confirmó que estábamos sobre los lagos Masurianos y no pude dejar de evocar que el viejo Mariscal Hindenburg había librado, en aquel mismo lugar, una decisiva batalla contra los rusos. Nuestro frente, en esos días, estaba en Smolensko a muchos kilómetros de distancia de la Prusia oriental, muchísimos kilómetros más al este de la frontera alemana…”

“El ‘Junker’ empezó a descender. Y, al poco rato descubrí un aeródromo junto a las márgenes de un lago. El inmenso ‘pájaro’ aterrizó con gran maestría y rodó por la pista. Bajé del avión y me dirigí a las barracas del campo, ante las que esperaba un gran ‘Mercedes’ descubierto. Seguidamente un Cabo me preguntó: ¿Es Ud. el Capitán Skorzeny? Cuando asentí, añadió: En tal caso debo conducirle inmediatamente al Cuartel General… Pasamos por unas bellísimas carreteras flanqueadas por bosques… Ya había oscurecido cuando nos detuvimos frente a las instalaciones del Cuartel General. Entré en una gran antesala amueblada con sillones y varias sillas… Una simple alfombra cubría el suelo de la estancia. Fui recibido por el capitán de las SS G. ayudante personal de Hitler. Me presentó a cinco oficiales que habían esperado mi llegada. El grupo estaba compuesto por un Teniente Coronel y un Comandante de Ejército dos Tenientes Coroneles de la Luftwafte y un Comandante de la SS…  Cruzamos una puerta situada a la izquierda y entramos en un salón de unos seis metros por nueve. Una inmensa mesa cubierta de mapas se hallaba junto a la pared de la derecha en la que había ventanas de las que pendían unas sencillas cortinas. La pared de la izquierda tenía una chimenea en su mismo centro… El capitán desapareció y yo aproveché el momento para encender un cigarrillo.... Tenía la intención de volver a preguntar el nombre de mi camarada de la SS, puesto que no lo había entendido bien, como suele suceder en las presentaciones… Pero el Oficial que me había recibido regresó en aquel instante y nos informó: Tengo la orden de conducirlos ante el Führer, todos ustedes le serán presentados Y deben informarle de sus experiencias militares. Es posible que les haga algunas preguntas. Síganme por favor ¡Creí no haber oído bien! ¡Me sentí desfallecer! ¡Entonces, pasados unos minutos sería presentado a Adolf Hitler, el Führer del Gran Reich y Jefe Supremo de la Wermacht! ¡No podía salir de mi asombro!… Mientras mi mente era invadida por esos pensamientos caminamos unos 150 pasos… Entramos en otra construcción de madera. Las indirectas y agradables luces de la estancia me permitieron ver un cuadro enmarcado en sencillo marco de plata. Reconocí en él a ‘La Violeta’ de Durero… Mi vista se posó sobre un escritorio colocado oblicuamente ante una ventana; su brillante superficie estaba cubierta de manuscritos perfectamente ordenados. Yo pensé: Me encuentro en el lugar donde se toman las decisiones más importantes de nuestra época…. y, casi inmediatamente se abrió, la puerta de nuestra izquierda. Nos pusimos ‘firmes’ y miramos el umbral sin parpadear. ¡Me encontraba ante el hombre que había escrito páginas decisivas en la historia de Alemania! ¡No puedo describir la emoción que embarga a un soldado cuando está ante su más elevado superior jerárquico! Adolf Hitler entró en la Sala andando pausadamente. Nos saludó con el brazo en alto; el clásico saludo nacionalsocialista. Vestía una guerrera sencilla de color gris, que permitía ver su blanca camisa y su negra corbata. Sobre el bolsillo izquierdo estaba prendida la Cruz de Hierro de Primera Clase; la condecoración más importante de la primera guerra mundial junto con la placa negra distintivo de los heridos de guerra.  Como Hitler se hizo presentar por su ayudante al primer hombre de la fila, situado a mi derecha no pude observarle atentamente… Los Oficiales que me precedían informaron sobre sobre los diferentes servicios, manteniendo la posición de ‘firmes’. Llegó el momento en que el Führer se detuvo ante mí y me tendió la mano cuando, le fui presentado. Recuerdo que solo, pensé que no debía inclinarme demasiado. Creo y que mi saludo militar resultó correcto y que conseguí mi propósito. Empleé pocas frases para informarle sobre mi lugar de nacimiento, los estudios que había cursado, carrera militar, grado que ostentaba de Oficial de la reserva y destino. Sostuvo mi mirada durante todo el rato que duró mi informe; y no dejó de observarme ni un solo momento.  Adolf Hitler dio un paso atrás, nos miró a todos y preguntó: ¿Quién de ustedes conoce Italia? Fui el único en hablar. Dije: He viajado en motocicleta por Italia llegando hasta Nápoles. He visitado en dos ocasiones en viajes puramente privados, mi Führer.  ¿Qué opinan ustedes de Italia? La pregunta sorprendió a todos… Las respuestas fueron vacilantes… Al llegar mi turno, manifesté: Soy austríaco, mi Führer. Con ello creo decirlo todo. Considero que la separación del Tirol, el trozo de tierra más hermoso que hemos poseído, es una espina, que siempre lleva clavada en el corazón todo austríaco.  Me pareció, en aquel momento, que Hitler me traspasaba con su mirada. Al cabo de pocos segundos de silencio dijo: Los caballeros aquí reunidos pueden retirarse a excepción de Skorzeny. Quiero intercambiar con usted, una cuantas impresiones. El Führer se había plantado ante mí. Súbitamente se mostró animado al hablar conmigo. Pero, tanto sus gestos como su actitud siguieron siendo parcos. Me miró insistentemente y, al poco comenzó a hablar: Tengo para usted una misión de suma importancia. Mussolini, mi amigo y nuestro fiel colaborador, fue traicionado ayer por su propio rey y, hoy mismo, ha sido arrestado. No quiero ni puedo dejar en la estacada al hombre más importante de Italia. El Duce, significa, para mí la encarnación del último cónsul romano. No ignoro que Italia nos dará la espalda en cuanto esté regida por el nuevo gobierno. Quiero ser fiel a mi compañero hasta el último momento Por ello me veo obligado a ayudarle en estos momentos tan difíciles. No tenemos más remedio que rescatarle lo antes posible, ya que en caso contrario será puesto en manos del enemigo. Le he elegido para que cumpla esta misión tan delicada, porque sé que es un hombre responsable y no ignora que, tal vez pueda llegar a ser de vital importancia. Debe dejarlo todo para dedicarse a esta importantísima tarea en cuerpo y alma. Solo de esa forma podrá conseguir resultados satisfactorios. Hizo una pausa y continuo: Pero lo más importante es que tenga en cuenta que la misión que le encomiendo debe guardarse en el más completo secreto. Sólo le permito que hable de ella a cinco personas. Tengo la intención de volverle a destinar a la Luftwaffe, donde tendrá que ponerse a las órdenes del general Student, al que ya conoce. Ya le he informado de la misión que le encomiendo. Por lo tanto, debe limitarse a hablar con él y a informarse de los detalles pertinentes del caso. Sin embargo todos los preparativos deben correr por su cuenta. Y le advierto, que tanto los comandos que tenemos destinados en Italia como nuestro Embajador en Roma no pueden ser enterados de la misión que le ha sido encomendada. No olvide que tanto los unos como el otro, se han formado una idea equivocada de la situación existente en Italia, lo que les impediría actuar acertadamente. Vuelvo a repetirle que se hace responsable ante mí del secreto que debe rodear la misión que le encomiendo. Deseo tener muy pronto noticias suyas y espero que su empresa sea coronada por el éxito.”

A medida que escuchaba la voz de Hitler, iba aumentando la influencia que ejercía sobre mí. Sus palabras me parecieron tan convincentes, que no me cupo ninguna duda sobre el éxito de mi empresa.

Me apresuré responderle: “Comprendo sus argumentaciones, mi Führer, y haré todo lo posible para cumplir satisfactoriamente la misión que me habéis encomendado.”         

“Un fuerte apretón de manos dio por terminada nuestra entrevista. Durante nuestra conversación sentí posados sobre mí, los ojos del Führer. Hasta me pareció notar que me seguía con la vista cuando le di la espalda para abandonar la sala. Y cuando me volví desde el umbral de la puerta para despedirme por última vez comprobé que mis suposiciones eran ciertas: el Führer había seguido mis movimientos con su mirada”.

“El ayudante volvió para hacerse cargo de mí, lo que me alegró pues no habría sabido orientarme solo. No podía dejar de pensar en mi reciente experiencia. Hice lo posible para recordar el color de los, ojos del Führer que me habían parecido pardos… Pero nunca pude olvidar su mirada, casi hipnótica, que parecía, continuaba traspasándome”.     

Dios mediante continuaremos, con el tema.


Luis Alfredo Andregnette Capurro

Desde el Real de la Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo

   

Nacionalismo Católico San Juan Bautista