San Juan Bautista

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jueves, 31 de octubre de 2024

Prólogo de Jordán B Genta al libro: "Nuremberg o tierra prometida" de Maurice Bardeche

 



He aquí un libro francés y definidamente europeo, como tiene que ser toda expresión cabal de un nacionalismo en Occidente.

Una individualidad nacional es tanto más ella misma y es tanto más consciente de su distinción cuanto más se compenetra en la universalidad de la idea de Europa. Todo lo que se requiere para una buena vida humana, nos ha venido de Europa y todas nuestras coincidencias fundamentales están en Europa.

Son europeos todos los que reconocen en Roma, el centro espiritual del mundo; todos los que tienen una Patria y una familia y no aceptan que la Patria y la familia sean de esas cosas que se eligen o se cambian; todos los que respetan las jerarquías naturales y sostienen que la libertad es una dura disciplina; todos, en fin, los que para razonar se someten al principio de identidad y saben distinguir entre una fidelidad y una traición.

Tan solo encuadrada en estas necesidades que son las de su naturaleza inmutable, la criatura humana puede existir en la plenitud de su responsabilidad y de su honor.

Todo lo que se separa de estas exigencias y en la medida en que lo hace, está fuera de Europa; y todo lo que se le opone o resiste activamente está en contra de Europa, lo mismo si procede desde dentro que desde fuera de sus fronteras.

Aparte de los renovados y siempre temibles sitios que ha debido afrontar la fortaleza europea, sacudida por gigantescas avalanchas venidas desde el Oriente, una revolución interna está carcomiendo sus fundamentos desde hace cuatro siglos y parecería haber llegado al término de su obra destructora. Esa revolución permanente y progresiva que ha ido resquebrajando la unidad de Europa y alejando a las naciones occidentales de la idea de Europa, es el liberalismo moderno. Y hoy, en la etapa de sus últimas consecuencias y de las osadías extremas, se llama bolchevismo y su consigna de lucha, es la que dejó F. Engels: “Todo lo que existe merece perecer”.

 

He aquí un libro que esperábamos tanto como esperamos ver disipada la cortina de humo que la propaganda democrática lia extendido sobre las nacioues de Occidente, permitiendo que el bolchevismo completara su predominio en las almas y en la plaza pública.

Una propaganda abrumadora o irresistible, sostenida durante años y dueña de todos los medios de influencia ideológica y de presión moral, ha conseguido sus objetivos de guerra y de post-guerra!

En la guerra: logró que conductores ciegos desoyeran las insistentes propuestas de paz que hizo llitler antes de ordenar el ataque decisivo a Rusia —empresa donde se arriesgaba no sólo el destino de Alemania sino el do Europa entera—; y los hizo colaborar estúpidamente en la destrucción del primer Ejército del mundo y de la obra que venían realizando los regímenes nacionalistas, a pesar de sus errores doctrinarios y de algunos excesos prácticos. Se abatieron así las únicas fuerzas temporales, las únicas posibles en ese terreno, que constituían una reacción efectiva y total frente a la plutocracia burguesa y el comunismo proletario; esto es, frente a las dos fuerzas nihilistas que trabajan en la disolución de nuestro mundo occidental y cuya suma de efectos disgregadores es lo que se llama con propiedad, bolchevismo.

El Ejército Alemán era una expresión de real aristocracia surgida de la verdadera democracia que abre paso a los mejores y eleva a la multitud por la atracción irresistible de sus legítimas superioridades. El Nacionalismo —en sus diversas manifestaciones europeas—. era una acción restauradora de la jerarquía y una vuelta del hombre a su naturaleza política que restablece su dignidad civil en los deberes antes que en los derechos: y en un sentido de la vida como servicio antes que como provecho.

En la post-guerra: ha producido el Juicio de Nuremberg: esto es, el proceso de la iniquidad consumado desde el sitial de los jueces, por un Tribunal que después de llenar las formalidades con corrección típicamente sajona, ha condenado a morir en la horca a un grupo de patriotas alemanes, abnegados y fieles, en nombre de un Código nuevo y extraño: la iniquidad erigida en justicia a través de la consagración del principio de la imputabilidad retroactiva. Se juzga a los dirigentes de la nación vencida por actos cometidos antes de que fueran clasificados como criminales en el nuevo Código; y por actos que siempre han sido considerados como los más dignos de alabanza en un ciudadano: participar en un movimiento nacional que aspira a realizar una patria fuerte y grande robedocor bis órdenes del superior cuando se está en filas o en función de .servicio del Estado. Así son criminales los alemanes que pertenecieron al partido nacional-socialista; son criminales los soldados alemanes que obedecían las órdenes de sus jefes y los jefes que obedecían las órdenes de su Führer.

Hay todavía más en la aplicación retroactiva de la nueva ley: todos los patriotas alemanes son criminales en el grado monstruoso; el pueblo alemán es un pueblo de monstruos que no deben volver jamás a estar en condiciones de hacer daño a las inocentes ovejas que constituyen la población restante del mundo. Todo está permitido cuando se trata de aplastar al monstruo o de reducirlo a la impotencia para siempre; todas las trasgresiones están justificadas; todos los medios, aún los más inhumanos, pueden ser empleados en nombre de la humanidad y de los inviolables derechos de la persona.

Todo está permitido con el vencido: esto significa la nueva ley, el nuevo código, el tribunal de Nuremberg instituido por las paladines de la Democracia, de la Libertad y de la Humanidad. He aquí la tierra prometida.

Maurice Bardeche a través de un análisis de las Actas de acusación, conducido níagistralmente con la más depurada ironía socrática, demuestra que la obra consumada en Nuremberg es infinitamente más destructora que la guerra más despiadada, porque Nuremberg es la abolición de todo el orden existente; es la consumación del bolchevismo por los mismos occidentales, devoradores de sí mismos “como la serpiente que se muerde a la cola”.

Nuestro antiguo mundo europeo se ha estructurado en un espacio de tres dimensiones: la sabiduría humana de los griegos, la organización política de los romanos y la Caridad divina de Cristo. En principio ese mundo ya no existe. Sobre sus ruinas se levanta aparentemente Nuremberg o la tierra prometida. Pero es nada más que una apariencia sin ser, un edificio en las nubes y todo hecho de nubes como una horrible pesadilla.

Aquí no se piensa ni se obra más que por medio de abstracciones vacías y ligeras como nubes. Aquí reina la más absoluta igualdad, la más perfecta nivelación democrática; todas las odiosas jerarquías han sido suprimidas: un hombre ya no se distingue de otro hombre por la fe, ni por la patria, ni por la estirpe, ni por la profesión, ni por la familia, ni por la inteligencia, ni por el carácter.

La idea de Patria y el “todo por la Patria” de los cuarteles, han sido sacrificados a la diosa Democracia en las dos formas visibles que se veneran en el mundo moderno: La Democracia de la Humanidad made in U. S. A. y la Democracia del Proletariado made in U. R. S. S.

Bardeche pone en evidencia que el espíritu de Nuremberg y el espíritu de Moscú son uno y otro el mismo espíritu, cuya fórmula se puede expresar lacónicamente así: La Democracia es antes que la Patria.

Si llega el caso de tener que elegir no se puede dudar que primero eg la fidelidad a la Humanidad en general o al Proletariado universal. Por esto os que el Mariscal Petaiu que lo dio todo en servicio de su Patria y mucho más que la vida, hasta la gloria de su nombre y la fama de sus grandes hechos, agoniza en una prisión como traidor a la Patria; mientras que los desertores de ayer y que hoy anticipan cínicamente que no tomarán las armas si estalla la guerra con Rusia y que estarán en contra de su propia Patria, ocupan el sitial de los optimates en el parlamento de Francia y lucen condecoraciones en calidad de beneméritos de la Patria.

Es desconcertante, pero es así; y no es cuestión de volver el rostro a la verdad que se descubre en todo su horror, apenas «e diflipa la cortina de humo que la propaganda ha extendido sobre Occidente, envolviendo a los pueblos en la nube de los sueños, con la repetición maquinal, monótona, incesante, de su gastada cantilena sobre los derechos de la persona humana, sobre la causa de la libertad y sobre la paz idílica y perpetua entre Oriente y Occidente, ahora que el espíritu cesáreo y el militarismo alemán han sido aniquilados.

Pero las nubes de los sueños se desvanecen finalmente y este Nuremberg de iniquidad y de muerte, no será más que una horrible pesadilla. Y todas las gentes honestas del mundo sabrán que la tierra prometida no tenía más consistencia que una nube.

Este libro de Bardeche, valiente, osado, ecuánime, profundamente generoso y lleno de esperanza, nos sugiere la evocación del otro Nuremberg, el verdadero, la antigua ciudad alemana edificada sobre la tierra firme e indestructible de la historia, toda hecha con el espíritu y la sangre de generaciones :

¡Viejos relojes de Nuremberg detenidos en la hora en que los mártires mueren!

El tiempo de los hombres que fluye y pasa, inmóvil, se hace eterno.

Todo alemán está mirando desde entonces el implacable horario fijo. Ciudad antigua es Nuremberg: piedra y silencio, voz grave de campanas, bajo losas gastadas viejos muertos; y

por lo mismo, una pasión de ser y seguir siendo: identidad esencial.

En Nuremberg, las horcas de los mártires. El futuro de Alemania está aquí: presentimiento y certidumbre en cada corazón germano que Vivos en su muerte, los jerarcas nazis de la infamante muerte, no murieron.

Y sólo se oyen en medio del tráfico mercantil y del frívolo bullicio que aparentemente llena las calles, loe pasos lentos, seguros y marciales de Jodl.

Las fuerzas de ocupación traen modas nuevas de jóvenes pueblos ya seniles.

Y en el viejo Nuremberg las voces de los muertos que no han muerto, con ardor de juventud inextinguible, repiten su mensaje.

En vano en las ciudades alemanas, discos rayados dejan oír una música epiléptica y bárbara. En vano la neutra coca cola, el vodka ardiente y el whisky escocés quieren desnazificar hasta los paladares. En vano los “Readers” llenan los “kioscos”. Cada ciudadano lee nuevamente los “Discursos a la Nación Alemana”. Y no circula el “Times” londinense porque el tiempo de este pueblo capaz de “una tácita obstinación”, de una invencible obstinación, no es oro de esterlinas, sino heroísmo, sabiduría y arte. En vano el ruso repite el A B C de Bujarín y el yanqui los mandamientos burgueses de Franklin y el inglés la última humorada de Churchill. Todo alemán está de pie escuchando las viriles palabras de los ahorcados y en su corazón resuena como un salmo: “¡Ay, Alemania mía!”. Y se hunden como una estocada en el corazón de los ocupantes occidentales la terrible profecía de Streicher.

Sólo la sangre redime y salva; la tierra de Alemania está regada por la sangre de sus mártires que hará fructificar de nuevo la noble semilla de la vocación cesárea y del sentido militar de la existencia que va a salvar a Europa desde las horcas de la prisión de Nuremberg.

Y ha de llegar un día en que se vaya a Nuremberg en busca de las horcas, desde la hora inmóvil, pende de una lección de vida, nuble y alia; y se honre a los héroes, salvadores de sus propios verdugos, “que en su morir consintieron” para que Occidente pudiera vivir. ([1])

Jordán B. Genta.

Buenos Aires, enero de 1950.

Año del Libertador General San Martín.

 

EPIGRAFE

“Salomón contó a todos los extranjeros

que había en el país de Israel y cuyo 

empadronamiento había sido hecho por David, su

padre. Encontró ciento cincuenta y tres mil

seiscientos. Y tomó setenta mil pura llevar

los fardos, ochenta mil para tallar las

piedras en la montaña y tres mil seiscientos

para vigilar y hacer trabajar al pueblo.”

SEGUNDO LIBRO DE LAS

Crónicas 2, 17—18.



[1] Corresponde patrióticamente destacar que el primer homenaje a los héroes de Ñuremberg, en nuestro país y acaso en el mundo entero, fue realizado en la dudad de Paraná, por un grupo de jóvenes nadona* listas argentinos presididos por D. Juan Zenón Echenique, el 27 de oc­tubre de 1946


N. de la R.: Agradecemos a Daniel González Cespedes el habernos acercado este trabajo.



domingo, 1 de septiembre de 2024

A 85 años del inicio de la II Guerra Mundial - Bruno Acosta

 


 

“Chamberlain dijo que América y el mundo judío habían forzado a Inglaterra a la guerra” (The Forrestal Diaries, New York, 1951, pág. 121)

“¿Es el mío un grito de guerra? Yo declaro que es la única garantía para la paz” ( Winston Churchill, octubre de 1938)

“De no mediar Gran Bretaña entre Alemania y Polonia sin duda se hubiese encontrado una solución justa y razonable” (Del gobierno alemán al inglés, 3 de setiembre de 1939)

El primero de septiembre se cumplen 85 años del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Este hecho y su desenlace -la victoria de los aliados- marcó un derrotero religioso, cultural, político, social y económico que el mundo padece hasta nuestros días. Fue el triunfo de las democracias liberales, masónicas y relativistas; fue el triunfo del comunismo ateo. Fue la “Derrota Mundial”, según trillada y plástica expresión de Don Salvador Borrego. Los perdidosos nacionalismos fueron la expresión de vida postrera, las últimas bocanadas de aire, de Occidente. Tras su hundimiento, éste quedóse sin defensas. Al poco tiempo, infiltrada ya desde hace décadas, la Iglesia Católica coronaría su eclipse con el Concilio Vaticano Segundo (1962-1965). Los principios masónicos y liberales penetraron, ya abiertamente, en el propio seno eclesial.

Desde tiempos aún pre bélicos, la propaganda aliada, en manos de judíos, hizo una intensa tarea para presentar a los jefes nacionales como el culmen de la maldad. El oriental Adolfo Agorio, verbigracia, en su libro “Roma y el Espíritu de Occidente”, ya en 1934 advertía esta maniobra contra Hitler, cuando éste solamente llevaba meses en el poder:

“Cualquiera que hubiese leído los dos tomos macizos que Hitler consagró a su experiencia personal a través de las ásperas vicisitudes de su vida, habría podido extraer enseñanzas completamente contrarias a las que, más tarde, hubieron de atribuirle los enemigos. Sus ideas como director de una nueva orientación del Estado llegaban al mundo deformadas por los intereses contrarios a la nueva Alemania”.

“Ya que las palabras de Hitler no podían franquear sin adulteraciones los confines del Reich, se reclamaba desde hacía tiempo una edición de sus discursos, oficialmente autorizada, con el fin de conocer la realidad de su pensamiento. Bajo el lema ‘La joven Alemania quiere trabajo y paz’ la casa editorial berlinesa Liebheit y Thiesen ha querido publicar en varios idiomas las proclamas de esta vigorosa representación de individualidad entre los pueblos germánicos. Un Hitler desconocido, casi imprevisto, aparece en esas páginas. El mundo occidental ignoraba, en efecto, a este pacificador al modo secular […]”

El efecto de la propaganda aliada se comprende fácilmente si se tiene en cuenta que los medios de comunicación de masas estaban en manos hebreas, naturales enemigos de Hitler, ora por su concepción racial, ora por su concepción política o económica. Respecto de los Estados Unidos, escribe Don Salvador Borrego en su “Derrota Mundial”:

“Los aislacionistas -según reconoce Sherwood en ‘Roosevelt y Hopkins’- decían claramente que ‘el país se enfrenta a una maquinación de judíos para hacernos entrar en la guerra’, pero esas denuncias se apagaban ante la gigantesca propaganda que había monopolizado el cable internacional, los estudios de cine y las principales radiodifusoras”.

“En el cine, la Metro Goldwyn Mayer es obra de los israelitas Marcus Loew y Samuel Goldwyn; la Fox Film, del judío William Fuchs; la Warner Bross, de los hermanos Warner; la Universal Film, del también judío Julio Baruch. En cadenas radiodifusoras, las prominentes Radio Corporation of American y Columbia Broadcasting System están controladas por los israelitas David Sarnoff y William Paley. Tres de las cuatro grandes redes de televisión también las manejan ellos, encabezados por Irving Kahn. En la prensa son famosos Adolph Oachs, dueño del ‘New York Times’; Joseph Pulitzer, del ‘New York Word’ y los que controlan la información internacional.”

Mas vuélvase a lo expresado por el oriental Adolfo Agorio; nótese que él denomina a Hitler un “pacificador al modo secular”. ¿No ha hecho, al contrario, la propaganda aliada y la historiografía oficial, a Hitler el culpable de la guerra, fruto de su “ambición”? ¿No ha inventado aquello de la “política de apaciguamiento”, cual dando a entender que los mansos corderitos demócratas, procuraron sosegar al bravo león germánico?

Ciclópea mentira. Y sorprende comprobar cómo, en rigor, Hitler jamás quiso la guerra con Francia y Gran Bretaña -a la cual admiraba-; y que, al contrario, quienes la estimularon fueron sus enemigos judíos, masones y demócratas -entre éstos, principalmente, aquellos cerdos llamados Winston Churchill y Franklin Delano Roosevelt, ambos laderos de la judería o judíos ellos mismos-. 

 

La guerra del judaísmo contra Alemania

Joachim Von Ribbentrop, Ministro de Relaciones Exteriores del Tercer Reich, da cuenta de lo siguiente en sus memorias:

“El ministro de Guerra americano Forrestal anota lo siguiente en su diario sobre una conversación con el embajador Kennedy el 27 de diciembre de 1945 […]: ‘Hoy jugué al golf con Joe Kennedy (embajador de Roosevelt en Londres durante los años de la pre guerra). Le pregunté sobre mi conversación con Roosevelt y Chamberlain en 1938. Él me dijo: […] Ni los franceses ni los británicos hubiesen hecho de Polonia un motivo de guerra si no hubiese sido por la constante insistencia de Washington. Chamberlain dijo que América y el mundo judío habían forzado a Inglaterra a la guerra.’

La raza hebrea -como quedó probado con el testimonio de Agorio- desde la primera hora apuntó contra Hitler. En ese sentido, es conocido el boicot propuesto por la comunidad judía a la Alemania nacionalsocialista. Don Salvador Borrego escribe que “así se explica por qué el 7 de agosto de 1933 -seis años antes de que se iniciara la guerra- Samuel Untermeyer, presidente de la Federación Mundial Económica Judía, había dicho en Nueva York durante un discurso: ‘Agradezco vuestra entusiasta recepción, aunque entiendo que no me corresponde a mí personalmente sino a la Guerra Santa por la humanidad que estamos llevando a cabo. Se trata de una guerra que debe pelearse sin descanso ni cuartel, hasta que se dispersen las nubes de intolerancia, de odio racial y fanatismo que cubren lo que fuera Alemania y ahora Hitlerlandia. Nuestra campaña consiste, en uno de sus aspectos, en el boicot contra todas sus mercancías, buques y demás servicios alemanes […] El primer Presidente Roosevelt, cuya visión y dotes de gobierno constituyen la maravilla del mundo civilizado, lo está invocando para la realización de su noble concepto sobre el reajuste entre el capital y el trabajo [cita de Carlos Roel, ‘Hitler y el Nazismo’]”.

“Es importante observar cómo seis años antes de la que se encontrara el falso pretexto de Polonia para lanzar al Occidente contra Alemania, ya la Federación Mundial Económica Judía le había declarado la guerra de boicot. La lucha armada fue posteriormente una ampliación de la guerra económica.”

“Carlos Roel añade en su obra citada: ‘La judería se alarmó, pues siendo el acaparamiento del oro y el dominio de la banca sus medios de dominación mundial, significaba un grave peligro para ello el triunfo de un Estado que podía pasarse sin oro, y, además, desvincular sus instituciones de crédito de la red internacional israelita, ya que muchos se apresurarían a imitarlo. ¿Cómo evitar ese peligro? No habría sino una forma: aniquilar a Alemania”.

Es que no sólo desde el punto de vista racial -como fue dicho- había una oposición entre el nacionalsocialismo y el judaísmo; sino también desde el económico.

Es interesante notar cómo el judío  Samuel Untermeyer invoca favorablemente al Presidente norteamericano Roosevelt, considerando que su “visión y dotes de gobierno constituyen la maravilla del mundo civilizado”. Esa exageración y esa mentira no son casuales. El propio Roosevelt, uno de los grandes artífices de la Segunda Guerra Mundial, era judío y masón. Así lo demuestra -de nuevo- Don Salvador Borrego:

“Ahora bien, según el árbol genealógico investigado por el Dr. H. Laughlin, del Instituto Carnegie, Franklin D. Roosevelt pertenecía a la séptima generación del israelita Claes Martensen van Rosenvelt, emigrado de España a Holanda en 1620, como consecuencia de la expulsión de los judíos. Este informe fue publicado en 1933 en el ‘Daily Citizen’, de Tucson, Arizona. Posteriormente el ‘Washington Star’ dio una información parecida al morir la madre de Roosevelt, Sarah Delano. Y el israelita A. Slomovitz publicó en el ‘Detroit Jewish Chronicle’ que los antepasados judíos de Roosevelt en el siglo XVI residían en España y se apellidaban Rosa Campo”.

Y respecto de su pertenencia a la masonería, el historiador mexicano acredita que Roosevelt era masón grado 33, “Gran Cerdo” de la Logia 81 “Los Grandes Cerdos de Líbano”, de Warwick, Nueva York. Tenía, pues, este puerco que fue Roosevelt, motivos raciales y masónicos para estar contra Hitler. Recuérdese que el austríaco había abolido a la masonería en Alemania, puesto que había un “antagonismo insoslayable entre la ideología francmasónica y el nacionalsocialismo”; dado que esa secta presentaba un “peligro”, según declaraban las autoridades germanas en el opúsculo “La Francmasonería”, de Dieter Schwarz.

Franklin Delano Roosevelt (“cada quien tiene el segundo nombre que se merece” – Ignacio Braulio Anzoátegui-)

 

La masonería estadounidense, en general, quiso la guerra contra Alemania. En ese sentido, Salvador Borrego da cuenta de que el consejo supremo del Rito Escocés se reunió en Washington el 31 de mayo de 1940 y acordó que el país debía intervenir cuanto antes en la guerra.

 

Ese otro “cerdo”, Winston Churchill

Al puerco Delano Roosevelt, “Gran Cerdo” de la Logia 81 “Los Grandes Cerdos de Líbano”, lo acompañó como instigador de la guerra otro chancho, éste por su fisionomía rolliza y rojiza: Winston Churchill, el alcohólico consuetudinario. Éste, correveidile de los circuncisos, siempre tuvo a Hitler en el blanco.  

Conocida es la admiración del Führer, públicamente manifestada, por el Imperio Británico. Jamás quiso la guerra contra Inglaterra y, una vez ésta en curso, varias veces ofreció la paz. Como acredita Don Salvador Borrego, “Hitler quiso ganarse la amistad de Inglaterra y de Churchill aún antes de que llegara a la Cancillería del Reich. Así lo reconoce el propio Churchill en sus memorias: ‘El verano de 1932 -un año antes de que Hitler asumiera el poder y siete años antes de la guerra- estuve en Munich. Fui visitado por Herr Hanfstaengl, enviado de Hitler. Trataba de hacerse el simpático. Después de la comida tocó todos los aires musicales de mi predilección. Me dijo que debería conocer al Fuehrer. Hitler venía al hotel todas las tardes y tenía seguridad de que me vería con agrado. En el curso de la conversación se me ocurrió preguntar: ¿por qué el jefe de ustedes se muestra tan violento con los judíos? Más tarde, cuando se había vuelto omnipotente, habría yo de recibir varias invitaciones de Hitler. Pero ya entonces habían ocurrido muchas cosas y tuve que excusarme […]”

“Fueron entonces las primeras veces que Churchill dejó a Hitler con la mano tendida. Y no habrían de ser las últimas”.

Y sigue más adelante el escritor mexicano: “El capitán Russell Grenfell, historiador inglés, considera nefasta para el mundo la obstinación con que Churchill se negó a recibir la amistad que Hitler le brindaba a Inglaterra. Y también juzga absurda la indignación con que Churchill se refería a la ‘tiranía nazi’, al mismo tiempo que cortejaba a la tiranía bolchevique, mil veces peor (‘Odio Incondicional’, Cap. R. Grenfell).”

Es increíble comprobar cómo la historiografía oficial ha montado el relato de la “política de apaciguamiento” para frenar a Alemania y pone como ejemplo el Pacto de Munich. Ahora bien: ese acuerdo se logró gracias a los buenos oficios de Mussolini, de un lado; y, de otro, Bruno Spampanato prueba que, dos semanas luego de su firma, Churchill le dijo a los norteamericanos: “debemos rearmar”, “el pueblo británico aguardará bien despierto cualquier eventualidad”, “existe ya una oposición entre nazismo y democracia”, “nos defenderemos contra la barbarie”, etc. “Esto y algo más dijo Churchill a América” -continúa Spampanato- “¿Es el mío un grito de guerra? Yo declaro que es la única garantía para la paz”.

Winston Churchill. Sólo le faltaba decir “oinc, oinc”

 

La propuesta alemana y su rechazo

Hasta este punto, se ha probado sumariamente de qué manera el judaísmo, la masonería y los demócratas deseaban la guerra contra Alemania. Ahora bien: ¿qué fue lo que encendió el conflicto?

El Reich quería llegar a un acuerdo diplomático con Polonia para solucionar el álgido tema del “Corredor Polaco”. El Tratado de Versalles había hecho un desastre en ese punto, al separar Prusia Oriental del resto de Alemania y al darle a Danzig el estatuto de “ciudad libre” bajo tutela polaca, cuando era una ciudad alemana. ¿Cuál fue su propuesta? ¿Fue acaso salvaje, desmedida, inaceptable? De ninguna manera. Así la refiere primariamente Von Ribbentrop, Canciller alemán, en sus memorias:

“1. Reincorporación a Alemania de la ciudad libre de Danzig. Danzig es una ciudad alemana, lo fue siempre y seguirá siéndolo.

2. Alemania tendrá a través del Corredor una autopista y una línea férrea, que pertenecerán al Reich y tendrán carácter extraterritorial.

3. Por su parte, Polonia tendrá asimismo una carretera o una autopista y un ferrocarril, que conduzcan a Danzig y un puerto.

4. Polonia garantizará la celebración de unas elecciones libres en el territorio de Danzig.

5. Las dos naciones reconocen sus fronteras comunes y están dispuestas, además, a suscribir una mutua garantía territorial.

6. El tratado germano-polaco será renovado por un plazo de 25 años.

7. Los dos países se someten a la cláusula consultiva del tratado.”


El “Corredor Polaco”, artificio de Versalles

 

El hecho de que Polonia no haya aceptado esta razonable proposición y que, instigada por Francia y Gran Bretaña, haya movilizado sus tropas y motivado las “operaciones” alemanas en Polonia (que tal acotado carácter tenían prístinamente), evidencia cómo las “fuerzas ocultas”, por medio de la crisis polaca, estaban buscando el casus belli contra Hitler que finalmente encontraron. 

Según informa Spampanato, el 3 de septiembre de 1939, el gobierno alemán, en comunicación con el británico, resumía su parecer: “desde hace muchos meses reina prácticamente en las fronteras orientales un estado de guerra […] de no mediar Gran Bretaña entre Alemania y Polonia sin duda se hubiese encontrado una solución justa y razonable […] El Reich sólo ha pedido una revisión de los artículos del tratado de Versalles que ya en la época de la conclusión del diktat fueron considerados, por estadistas razonables de todos los pueblos, como imposibles e insostenibles para una gran nación”.

“Recapitulando sobre el ‘ahogo’ militar, económico y aduanero perpetrado por los polacos contra el Danzig, opuesto a su estatuto de ciudad libre, y la situación insoportable del Corredor y las trágicas condiciones de las minorías -escribe Spampanato- la respuesta del Reich insiste en que Alemania sólo quería alcanzar una solución equitativa; y que Inglaterra pudiera haber convencido a Polonia en vez de ‘alentarla en su actitud delictiva y amenazadora para la paz de Europa’”.

“La contestación alemana recuerda: ‘en semejante estado de espíritu, el gobierno británico ha llegado a rechazar las proposiciones de Mussolini que aún podían salvar la paz de Europa, pese a que el gobierno alemán se declaró dispuesto a aceptar. El gobierno británico asume, por consiguiente, la responsabilidad de todas las desgracias y sufrimientos que han de caer sobre muchos pueblos’”.

Joachim Von Ribbentrop, Canciller del Tercer Reich. Propuso una salida pacífica. Fue democráticamente ahorcado.

 

Palabras finales

Es manida la frase según la cual “los vencedores escriben la Historia”. En el caso de la Segunda Guerra Mundial, se verifica plenamente. Tarea es de quienes aman la Verdad y tienen Coraje, develar lo que realmente ocurrió en esos años decisivos. La Providencia Divina permitió la “Derrota Mundial”, quedó dicho. Mas pronto será la hora del Triunfo, y aplastadas serán las fuerzas del Mal. Que así sea.

 

BRUNO ACOSTA

San Felipe y Santiago de Montevideo, treinta de agosto de dos mil veinticuatro


Fuente: Revista Verdad



martes, 13 de febrero de 2024

Derramé lagrimas por Dresdén - Louis Beam (Repost)

Aunque nunca los conocí, aunque murieron meses antes de que yo naciera, no puedo evitar sentir todavía el dolor de esas personas inocentes de Desdén que sufrieron tan injusta, injustamente y totalmente sin culpa el 13 de febrero de 1945. Me hacen pensar en niños abusados​​ que sufren por algo que no entienden. Los niños maltratados comparten en pequeña medida con las almas ahora difuntas de Desdén la injusticia total de este mundo. En un mundo justo, en un mundo decente, no se haría sufrir a personas inocentes.

 

Murieron esta noche. Muchos de ellos. Bombas lloviendo sobre sus cabezas como maná del infierno, la mayoría de las cabezas de mujeres y niños indefensos. Bebés en sus cunas. Niños sollozando en brazos de sus madres. Niñitas sin mancha, niñitos llenos de expectación ante la emoción que la vida les prometía. Las chicas se convirtieron en montones manchados de carne quemada. La promesa se rompió de por vida a los muchachos. No habría futuro para ellos.

  

Incluso ahora, a través del tiempo, la distancia, la cultura, el idioma y el océano, escucho sus gritos. Diez mil por segundo levantando sus voces torturadas e indefensas pidiendo piedad. Sin piedad. Sin alivio. Solo muerte dolorosa desde aviones con carteles de Estados Unidos escritos en ellos. 


¿Por qué la generación de mi padre hizo esto? ¿Cómo podrían matar a todas estas personas y luego no saberlo?


 Mi padre, un veterano de infantería del ejército de Roosevelt condecorado, comisionado en el campo de batalla y curtido en combate, me dijo mientras yacía a sus pies cuando era un niño pequeño que escuchaba que 'Hitler era malo pero el pueblo alemán era bueno'. Los alemanes eran 'muy inteligentes', simplemente tenían un mal líder, dijo. Estaba orgulloso de su papel como soldado en la derrota de Alemania. Y si los soldados no tienen responsabilidades por su papel en la historia, entonces tenía más derecho que muchos para estar orgulloso de sus muchas condecoraciones.

 

Luego, en 1984, después de descubrir la horrible verdad sobre Desdén, hablé con mi padre al respecto. Le dije que más personas murieron allí en una sola noche de fuego y bombardeos que en Inglaterra durante toda la guerra. Dijo 'eso es mentira'. Se negó a creerme. Le recalqué que eran personas inocentes. Se enojó conmigo. Le pregunté por qué los mataron. Su ira se desbordó y dijo que estaba creyendo en la propaganda nazi. Le dije 'no hay nazis papá, ustedes los mataron a todos, solo hay gente que estudia historia' mientras sacaba una Enciclopedia Americana del estante. La enciclopedia, aunque solo admitía una fracción numérica de los muertos en Desdén, era suficiente para superar el total de muertos por bombardeos de Inglaterra.

  

'Estos eran refugiados que huían de los comunistas', dije, enfadándome yo mismo. '¿Por qué Roosevelt ordenó que se hiciera?' le exigí respuesta. 

Lo leyó y se quedó en silencio. Lo leyó de nuevo mientras pasaba los dedos por las palabras tocando cuidadosamente los números como para asegurarse de que estaban allí y eran reales. Entonces me di cuenta. ¡El no sabía! Él había sobrevivido a este tiempo y debido a una constante avalancha de propaganda de los medios de comunicación estadounidenses, este horrible crimen de guerra y otros similares se le habían ocultado.

 

Me di cuenta de que esto lo inquietaba, porque fue de él de quien adquirí la propensión a emprender la lucha por los oprimidos, los abusados ​​injustamente. Era un hombre amable y nunca habría participado a sabiendas en tal crueldad. Me fui a casa y luego sentí lástima por papá. Lo dejé para que pensara en paz. Mi ira por ser parte de los que hicieron esta cosa horrible disminuyó. 

Juro que no olvidaré el crimen contra personas inocentes en Desdén. No olvidaré quién es el responsable. ¡No olvidaré! No soy más que una pequeña vida. Una luz tenue en un mundo cubierto por la oscuridad de las crueles maquinaciones de los hombres malvados. ¡Pero esta pequeña luz mía, la dejaré brillar! Porque sólo así sirvo a mi razón de ser, de vivir, de eternidad.

  

Leí de joven que 'todo lo que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada'. Esas palabras se convirtieron en parte de mi alma, de mi vida. El amor se pone a prueba cuando uno asume el sufrimiento de los demás, cuando uno se convierte en una voz contra el mal para aquellos que no lo tienen, en blanco de abusos por no hacer nada más que defender la justicia.

  

No hay recompensa excepto saber que has hecho lo correcto. Y hay esperanza. Espero que otros hagan la luz de la verdad sea parte de su vida, de su existencia, para que juntos seamos un rayo luminoso para el futuro. Una luz a los pies de todos nuestros semejantes que tropiezan. 

En el lejano parque de Desdén yacen en sus tumbas ahora. Descansen mis desconocidos amigos, oprimidos y despreciados de este mundo. Aunque no podríamos hablar el mismo idioma si nos paráramos el uno frente al otro, aunque nunca supe sus nombres, y aunque sus rostros solo puedo imaginarlos, ustedes son mis seres queridos fallecidos. Mi corazón late por el tuyo. Mi mente recuerda por la tuya. Mis lágrimas por las tuyas...

  


"I cried tears for Dresde" Louis Beam. - Ensayo inédito del 13 de febrero de 1997.


  

Visto en: louisbeam.com



martes, 16 de enero de 2024

Los Pontífices y el Nacionalismo - Augusto TorchSon

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Nota de NCSJB: El presente trabajo estaba destinado a ser publicado a modo de apéndice del libro del Profesor Jorge Camacho Ruiz, “Manual de Doctrina Nacionalista”. Lamentablemente, nuestro camarada y amigo falleció recientemente en un accidente, por lo que esperamos que su trabajo pueda ser publicado en forma póstuma, y hasta que las condiciones estén dadas para dicha acción, adelantamos nuestro aporte, al mismo tiempo que solicitamos una oración por el eterno descanso de quien tanto dio al Nacionalismo Argentino, incluyendo en el pedido a su familia.

En memoria de nuestro hermano, amigo y camarada Jorge Camacho Ruiz. D.E.P.

 

Los Pontífices y el Nacionalismo

  

Para concluir esta magnífica obra del Profesor Camacho, se nos ha brindado la oportunidad de realizar un aporte final a modo de apéndice del mismo, tratando un tema que, debido al desconocimiento y prejuicios que existen sobre el mismo, puede resultar incómodo para algunos, pero esclarecedor para otros. Creemos, sin embargo, que contando con la información adecuada, los hechos deberían ser apreciados de forma diversa a la hasta ahora realizada.

Aceptando y agradeciendo la generosidad del Profesor, procederemos a hacer un resumen de un trabajo en el cual venimos trabajando hace varios años. El mismo tiene que ver con la participación de los Pontífices romanos en el período de entre guerras especialmente.

Habiéndose tratado en este manual la cuestión del “Cuarto de Barba Azul”, extraído del libro “Noticias de ayer, de hoy y de mañana” de Federico Mihura Seeber, nos proponemos complementar este esclarecedor capítulo con la cuestión referida a la intervención de los Estados Pontificios en los conflictos bélicos entre Estados, que como bien señala el mencionado autor, significaron la derrota de la última resistencia efectiva contra el Nuevo Orden Mundial, y el avance casi omnipotente de las fuerzas del mal, posicionándose por sobre todos los gobiernos del mundo, para imponer la contra natura en todas sus formas, y combatiendo especialmente los verdaderos principios religiosos, hoy mancillados hasta por la propia jerarquía eclesiástica.

En su aparición en La Salette, a mediados del siglo XIX, Nuestra Madre Celestial nos advertía en el sentido precedentemente mencionado al profetizar: “Los gobernantes civiles tendrán todos un mismo plan, que será abolir y hacer desaparecer todo principio religioso, para dar lugar al materialismo, al ateísmo, al espiritismo y a toda clase de vicios”.

Respecto a la cuestión finalmente citada en el párrafo anterior, también señalaba la Virgen en La Salette: “Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo”. Asistimos a todo esto en nuestros días, consecuentemente afirmamos la actualidad del mensaje de Nuestra Señora en La Salette, por lo que coincidimos con las conclusiones de Mihura Seeber en el capítulo citado.

No se puede negar que existe un nexo causal entre el resultado de la Segunda Guerra Mundial y el estado actual del mundo, obteniendo un desmedido poder los vencedores que se manifestó inmediatamente terminado el conflicto bélico, y que Don Salvador Borrego documentó magistralmente, titulando con igual precisión como “Derrota Mundial”.

Ahora nos toca analizar si los Pontífices reinantes en la Iglesia durante ese período tuvieron un papel que jugar en dicho conflicto, y si su participación fue, de la alguna manera, gravitante en el resultado final del mismo.

Muchos sectores del tradicionalismo católico afirman que la terrible situación que se vive en la Iglesia comenzó con el Concilio Vaticano II. No solo no compartimos la premisa, sino que vamos a apoyarnos en información que demuestra que dicha crisis es mucho anterior a dicho Concilio, siendo este solo la culminación de un penoso período de claudicaciones. Esto nos lleva al punto de considerar seriamente, en consonancia con lo expresado por Mihura Seeber, que la victoria por venir, puede ser solo la que corresponde a Nuestro Señor Jesucristo.

Cabe aclarar, que, aun considerando seriamente la posibilidad de la proximidad de la Parusía, nos sumamos al siempre vigente llamado a dar el buen combate por la fe y nuestra Patria, el cual, adhiriendo absolutamente a lo abundantemente demostrado por el Profesor Camacho, solo puede llevarse a cabo desde y por el nacionalismo católico.

Si hablamos de crisis en la Iglesia, se puede señalar con toda razón que siempre las hubo, pero al hablar de la actual es dable observar que en tiempos medievales los ocupantes de la Silla Petrina tenían como recurrente tentación la relacionada con la adquisición del poder político, a diferencia de los tiempos modernos, en los cuales dicha tentación parece estar signada por la aquiescencia con las políticas de los ostentadores oficiales de estos poderes temporales, sujetándose y hasta doblegándose en algunas oportunidades ante ellos. Para hacer esta cruda afirmación, vamos a referir una situación no tan desconocida, pero sí soslayada en su importancia. La misma tiene que ver con el comienzo de las relaciones entre la Iglesia y la banca Rothschild, lo que sucedió cuando la Santa Sede, con el Papa Gregorio XVI como pontífice, solicitó un préstamo a quienes hoy sabemos con toda claridad que están en la cima de la élite judeomasónica gobernante del mundo. Así fue como James Mayer Rothschild se convirtió en el banquero Papal Oficial. El préstamo se renovó con Pío IX, lo que fortaleció la posición de la banca usuraria Nº 1 del mundo, y no puede dejar de considerarse la posición de debilidad en la que quedaba la Santa Sede al tener como acreedor a tan oscuros personajes. En un mundo en donde las finanzas son las que condicionan a todos los gobiernos a través de sus deudas “eternas”, resulta razonable considerar que ser deudor de los Rothschild implica un inmenso condicionante, aunque quede un pequeño margen de acción.

Como antecedente, podemos mencionar lo sucedido en la Edad Media, especialmente a su finalización, cuando los católicos, para evitar las condenas que llegaban hasta excomunión por dar préstamos con interés, buscaban esquivar dichas disposiciones albergando a comunidades judías para que fueran éstas las encargados de realizar dichos préstamos. Sin embargo, no fueron sólo los católicos de a pie quienes recurrían a los servicios brindados por los prestamistas judíos, sino hasta los reyes y emperadores. Según la Biblioteca judía[1], hasta el Cid Campeador fue uno de los “beneficiarios” de dichos préstamos, y como se reconoce en la fuente mencionada, desde el siglo XIII, “la noción de Wucherer ("usurero") era considerada judía en ese entonces”. Dicha fuente menciona que los intereses alcanzaban hasta el 36% pero en caso de demora, podían llegar hasta el 100%, utilizando prendas en un principio e hipotecas posteriormente, mencionado textualmente dicha fuente que: “De esta manera los judíos adquirieron en prenda casas, viñedos, granjas, aldeas, castillos, ciudades e incluso señoríos”. Por lo que resulta claro lo pernicioso de esta práctica antinatural en la cual el dinero engendra dinero, sin ningún otro esfuerzo que el supuesto riesgo, que como vemos, no era tal al contar con las desmedidas garantías detalladas. Bastante clara es la referencia a la perfidia de estos prestamistas en el personaje de Shylock en la obra de Shakespeare, “El Mercader de Venecia”.

 Tenemos que decir entonces que sujetarse de esa manera a quienes, de acuerdo a su código sagrado, el Talmud, consideran a los no judíos y en especial los cristianos, como sus principales enemigos, y a los cuales se intima a tratar de todas las formas deshonestas posible; claramente conlleva una situación de peligrosa dependencia. Como demostramos en nuestro libro “El Infierno en la Tierra”[2], mos referimos a quienes a pesar de representar el 0,2% de la población mundial, están encabezando todas las políticas subversivas en el mundo entero, poseyendo los mismos más del 80% de los grandes medios de comunicación en el mundo para publicitarlas, y casi la totalidad de la banca internacional para financiarlas.

La Revolución Francesa empieza a demostrar que la libertad sin límites propuesta era solo para los liberales, agudizando la presión sobre la Iglesia. Teníamos en esos momentos a un Pontífice, Pio VII, que se trasladó personalmente para coronar como “Emperador” a Napoleón Bonaparte, aun existiendo todavía el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, habiendo sido humillado, y con él toda la Iglesia, al serle arrebatada la corona por el réprobo militar francés, el cual se coronó a sí mismo. En la Revolución Francesa se entronizaba a la “diosa razón” en la figura de una prostituta semidesnuda y Napoleón demostraba cómo los poderes temporales iban a seguir avasallando al poder eclesiástico, buscando relegarlo a una posición de escasa importancia.

Y con la concepción democrática moderna ganando terreno en el mundo occidental cristiano, vimos a la Iglesia empezar a ser oprimida (y hasta a veces con la connivencia de su jerarquía), por esta concepción totalitaria de la existencia, no considerada ya solo como forma de gobierno, sino hasta considerada en un aspecto cuasi religioso, en la cual el hombre colectivamente se convierte en su propio dios, y legisla decidiendo lo bueno o lo malo por mayoría de votos.

Así fue como Pío IX tuvo que huir de los Estados Pontificios primero, y después regresó para no poder salir, siendo prisionero del Reino de Italia, situación que continuaría a su muerte con sus sucesores.

Y fue el siguiente Pontífice, León XIII, quien condenó la soberanía popular, presupuesto de la democracia moderna con su encíclica “Diuturnum Illud”, dejando claro que, independientemente de la forma de elección en los Estados de los gobernantes, el poder siempre viene de Dios. Sin embargo, animaba a los católicos franceses en 1892 a apoyar al gobierno de la Tercera República, en detrimento de los católicos monárquicos. Su encíclica “Au mileu des sollicitudes” proveyó los argumentos para lo que se denominó el “Ralliement”, que significó, en los hechos, la claudicación definitiva a las aspiraciones monárquicas católicas que se oponían a este gobierno republicano abiertamente hostil a la Iglesia. León XIII consideraba que dicha hostilidad hacia la Iglesia venía por la oposición de los republicanos hacia quienes pretendían restaurar la monarquía católica, por lo que decidió que la mejor solución sería apoyar a los republicanos en vez de a los nuestros, situación que está llevada hasta el paroxismo en la Iglesia en la actualidad.

Como bien documenta el libro de Jean Madiran: “Las dos democracias”, la praxis en cuestiones políticas del Pontífice se contradecía con su propio magisterio, así por ejemplo, escribía en contra del denominado “Americanismo”, que se refería al intento de contemporización de la doctrina y disciplina eclesiástica con el mundo moderno; sin embargo, sentía fascinación por la democracia norteamericana. Sostenía el Pontífice en una entrevista transcripta por este autor: “Los Estados Unidos, que son una república, pese a los inconvenientes que derivan de una libertad sin límites, crecen todos los días y la Iglesia católica se ha desarrollado ahí sin tener que sostener luchas contra el Estado.  Esas dos potencias concuerdan muy bien, como deben concordar en todas partes, a condición de que la una no usurpe los derechos de la otra; allá la libertad es realmente el fundamento de las relaciones entre el poder civil y la conciencia religiosa. La Iglesia reclama antes que nada la libertad; mi voz autorizada (sic) debe ser escuchada para que su objetivo y su actitud no sean desnaturalizados más que por ataques mal fundados. Lo que le conviene a los Estados Unidos, le conviene con mayor razón a la Francia republicana”. Señala Madiran cómo estas declaraciones iban en contra de su propia Encíclica “Libertas” y hasta en contra del “Syllabus” de Pio IX. Pero era claro que, como vemos en la actualidad, se pretende que la praxis, por más contraria que sea a la doctrina, no afecte a ésta última.[3]

El problema surge cuando en vez de combatir el error, en donde quiera, en quién sea que se manifieste, se empieza a justificar y tratar de buscarle un contexto en el cual resulte atendible de acuerdo a las circunstancias, o al menos atenuado por el solo hecho de venir de algún representante eclesiástico, por más importante que este fuera. Y así pasamos de la leyenda negra a la rosa y la obediencia ciega nos nubla el entendimiento, algo que mucho le debemos lamentablemente al influjo jesuítico en la Iglesia.

Lo concreto es que, a pesar del buen magisterio de León XIII, su acción se mostraba condescendiente, o por lo menos pasiva, ante el avance del laicismo que traía consigo la nueva corriente democrática. Se acusa a Rampolla, Secretario de Estado del Papa Pecci, de haber influido en ese sentido, pero el responsable final fue sin dudas el Sumo Pontífice.

Rampolla es, sin lugar a dudas, un personaje que no se puede dejar de considerar seriamente al hablar de la crisis de la Iglesia, y siendo el segundo de León XIII influyó grandemente en personajes clave en la historia sucesiva de la Iglesia. A Rampolla le encargó personalmente el Papa León XIII que tuviera como protegido al joven Eugenio Pacelli, y tuvo como secretario personal y su hombre de máxima confianza a Giacomo Della Chiesa, es decir, a los futuros Papas Pio XII y Benedicto XV.

Mariano Rampolla del Tíndaro fue acusado de pertenecer a la Masonería, específicamente a la particularmente diabólica logia OTO, Ordo Templis Orientis, a la cual pertenecía Aleister Crowley, el denominado “la persona más malvada del mundo”. Es dable en este punto hacer mención al cónclave realizado a la muerte de León XIII, donde Rampolla estaba encabezando las votaciones cuando el cardenal Puzyna, Obispo de Cracovia, en nombre del Emperador Austro Húngaro, Francisco José, pronunció el Derecho de Exclusión, que era un antiguo veto otorgado a algunos emperadores alemanes y austríacos y reyes españoles, por el cuales, para protección del Papado, se les permitía intervenir extraordinariamente en las elecciones Papales. Ante la protesta de Rampolla, quién estaba en segundo lugar empezó a ganar votos mientras disminuían los del Secretario de Estado del anterior Pontífice, y así fue como la Iglesia tuvo al último gran y santo Pontífice hasta el día de hoy, el Papa José Sarto, que tomó el nombre de Pio X.

Son muchas las hipótesis por las cuales se piensa que fue ejercido ese derecho a veto, pero nos parece bastante atendible la que corresponde a su supuesta afiliación a la OTO, la cual fue sostenida por Monseñor Jouin, incansable luchador contra la secta masónica, y a quién se atribuye el correcto término “judeo masónico”. Para mayor información recomendamos el artículo “Did a Freemason Almost Become Pope? The Story of Cardinal Rampolla”, publicado por el periódico Catholic Family News[4]. Un dato no menor es que hasta la misma logia mencionaba al Cardenal como perteneciente a ella.

Incluso considerando dudosa o poco probable la hipótesis de la filiación masónica de Rampolla, lo que es incuestionable es su postura afín al laicismo y abiertamente francófila, refiriéndonos a la Francia hija de la Revolución de 1789, nación que se habría acercado a la Rusia zarista por intervención del Cardenal, las cuales junto al Reino Unido serían aliadas en la 1ª guerra mundial en contra de Alemania, Italia y el Imperio Austro-Húngaro.

Sabemos cómo San Pio X fue un dique de contención, no solo al Modernismo eclesiástico, sino al influjo revolucionario de la democracia liberal que se comenzaba a extender por toda Europa y el mundo. Con grandes personajes como el Cardenal Merry del Val o el Cardenal Louis Billot, al que se le atribuye haber tenido una gran participación en la Encíclica Pascendi Dominici Gregis, que condenaba el modernismo teológico que tanto daño venía haciendo antes de dicho Pontificado, y continuaría haciéndolo a su finalización y hasta nuestros días.

No es este Pontificado al que nos referiremos ya que el mismo puede considerarse el verdaderamente católico en doctrina y praxis en mucho tiempo hasta este momento en el que todo parece desbordado irremediablemente hasta que una intervención Divina disponga su finalización.

A la muerte de San Pio X, habiendo ya fallecido Rampolla para ese entonces, accede a la Silla Petrina Giacomo Della Chiesa con el nombre de Benedicto XV, quien como mencionamos precedentemente, era el secretario personal y hombre de extrema confianza del Cardenal Rampolla.

Benedicto XV, como para tener una referencia en base a lo mencionado, fue el pontífice que suprimió el Sodalitium Pianum, que era la sociedad creada por San Pio X para controlar la infiltración de modernistas en los seminarios.

Della Chiesa fue el Papa en tiempos en los que se desató la 1ª Guerra Mundial, y si bien eran claros sus esfuerzos por la paz, parecía ver en las actitudes patrióticas o nacionalistas la llama que encendía el rencor entre las naciones europeas. No obstante, supo ver con claridad la arbitrariedad del perverso Tratado de Versalles, que humillaba a los vencidos en esa contienda, y que a la postre sería la mecha que encendería el próximo gran conflicto bélico. Otro tema en el que estos pontífices parecen haber fallado absolutamente en percatarse, es el rol del judaísmo internacional en el génesis y desarrollo de estos conflictos, buscando atacar las consecuencias mas no las causas. Al respecto, el israelita converso al catolicismo Benjamin Freedman, como testigo presencial de los acontecimientos que provocaron esos conflictos, atestigua el rol del judaísmo internacional en la creación de los mismos y en la inmensa traición a Alemania por parte de quienes fueron generosamente acogidos por dicha nación.

Como demuestra Benjamin Freedman, la Alemania prácticamente vencedora del fratricida conflicto, ofreció a Inglaterra la paz retornando al status quo previo a la guerra. El Reino Unido con sus reservas agotadas y sus posibilidades de éxito nulas, estaba por aceptar, cuando como señala Freedman, el Sionismo le hizo la siguiente oferta: “‘Le garantizaremos traer a los Estados Unidos a la guerra como su aliado, para luchar con usted a su lado, si nos prometes Palestina después de que ganes la guerra'”.[5] Freedman era una persona cercana al títere Woodrow Wilson, presidente que había prometido mantener a EEUU fuera de la guerra mintiendo a su electorado. Mientras tanto la banca judía de la Reserva Federal de Norteamérica financiaba la Revolución Bolchevique, datos que se pueden encontrar incluso en Wikipedia. Este débil y pusilánime monarca ruso, el Zar Nicolás II, combatiendo a sus propios familiares, se alió con los aliados de sus enemigos, lo que terminó significando el fin su vida y el de toda su familia y con la libertad de Rusia hasta el día de hoy. Revolución financiada por la banca judía internacional y encabezada y dirigida en 85% por israelitas. Hoy vemos cumplirse en ese sentido perfectamente la profecía de Nuestra Señora en Fátima en la cual advertía que, de no convertirse, iba a esparcir sus errores por el mundo entero. Y es claro que, a pesar de la propaganda hoy imperante hasta en la Iglesia Católica, Nuestra Madre Celestial no nos advirtió ni en contra del Nacional Socialismo, ni en contra del Fascismo. Y hoy vemos tanto a los supuestos liberales de derecha, como a los países comunistas, mostrarse como enemigos pero juntos promover la agenda de marxismo cultural que socava la esencia de las raíces cristianas en el mundo entero.

Benedicto XV fallece en 1922 y lo sucede Achille Ratti con el nombre de Pío XI. En este punto vemos como la jerarquía vaticana se vuelca absoluta y decididamente de parte de los enemigos de los nacionalismos y a favor de quienes representaban todos los ideales internacionalistas del judaísmo, y con ellos, la lucha contra todos los valores cristianos. Puede sonar exagerada la expresión, pero los hechos demuestran sobreabundantemente nuestra categórica afirmación.

Una vez más, el magisterio de este Pontífice se muestra ortodoxo, sin embargo, en sus relaciones con las naciones del mundo, se inclina ostensiblemente a favor de los enemigos de la Iglesia. Observamos entonces, como la situación que hoy se vive no es nueva ni original y pasamos a reseñar los hechos.

Sin entrar en detalles, algunos ya mencionados en este libro, hay que tener en cuenta que en la época se encontraba la denominada “Cuestión Romana”, por la cual Italia intentaba terminar con el poder temporal de la Santa Sede anexionando Roma. Esta situación se vio solucionada a instancias de Benito Mussolini, primer ministro de Italia, otorgando soberanía al Vaticano perdida bajo el Reino de Italia, retribuyendo económicamente a la Iglesia por las pérdidas sufridas de 1870, eximiendo a los clérigos del servicio militar obligatorio, estableciendo la enseñanza religiosa en las escuelas estatales, devolviendo al matrimonio religioso su carácter de sacramento reconocido por la ley civil, entre otras muchas disposiciones favorables a la Iglesia. Es importante remarcar el aporte del Duce, debido a la posterior actitud de los Pontífices para con su gobierno.

Mientras tanto, surgido el inmenso peligro del Comunismo internacional, extendía su influencia en toda Europa y copaba el gobierno de la II República Española, desatando el terror rojo sobre la Madre Patria, dejando además de los civiles, 4.840 sacerdotes, 2.365 religiosos, 283 monjas asesinados y hasta 13 obispos en una de las más cruentas persecuciones religiosas del siglo XX.  Pío XI condenaba el Comunismo, pero ya se mostraba contrario a los nacionalismos por lo que, a pesar de la masacre contra el pueblo español, en especial de sus religiosos, a los que debía proteger, decidió no intervenir por la cercanía de Franco y los Falangistas con el Nacional Socialismo alemán y el Fascismo italiano, los que contribuyeron activa y decididamente a la victoria del Bando Nacional.

Este mismo Pontífice condena a la monárquica y católica Acción Francesa y a su mejor exponente, el preclaro pensador antidemocrático Charles Maurras. Este político y pensador apoyaba al catolicismo como religión del Estado, a pesar de ser agnóstico antes de su conversión, mostrándose contrario al laicismo y secularismo que trajo la Revolución Francesa. Logró transformar la idea original de este movimiento de un nacionalismo republicano en un nacionalismo monárquico. Sin embargo, fue víctima junto a su movimiento de las intrigas vaticanas, que seguían teniendo injerencia en temas que no les correspondían y encima, beneficiando a los enemigos de la Iglesia y de la Europa Cristiana. Citamos al respecto a Calderón Bouchet: “Maurras había señalado que cuando el Papa mezcla la función propia de su magisterio espiritual con algún enredo político, el resultado es fatal para la vida de la fe, así, la consecuencia de eso que podríamos llamar su apertura democrática, fue el nacimiento en Francia de la democracia religiosa” que fue lo que sucedió con el Ralliement de León XIII, y que padecería el propio Maurras en su persona en la misma actitud de un pontífice posterior[6]. Señala Calderón Bouchet como Pío XI tenía más simpatía por la izquierda francesa que por la Acción Francesa y la condena vino por supuestos escritos atribuidos a Maurras, los cuales no fueron encontrados. Consideraba el pontífice que se ejercía demasiada influencia sobre los jóvenes (a Dios gracias decimos nosotros) y la condena fue tan ridícula que se excluyó de los sacramentos a los militantes de dicho movimiento, así como se prohibió las lecturas del mismo. A pesar de la amenaza de excomunión y de algunas defecciones, como la del traidor Maritain, la Acción Francesa, que peleaba en las calles contra el Comunismo, afirmaba en palabras de Maurras que, ante la situación de Francia, no se puede abandonar a la Patria y que la destrucción del movimiento implicaba traicionar a Francia. El Cardenal Billot. el mismo que fue uno de los pilares doctrinales del pontificado de San Pio X, sentía gran afinidad con este movimiento, y ante la arbitraria condena al mismo y a su principal exponente, renuncia al birrete cardenalicio.

Sin extendernos en un tema bastante tratado en nuestros ambientes, tenemos que mencionar la indispensable cuestión de los Cristeros Mejicanos. Ante la imposición de la Constitución de 1917 que proscribía en los hechos la práctica del Catolicismo, campesinos trabajadores y estudiantes, varones y mujeres, reaccionaron prefiriendo la muerte a la pérdida de la fe a la voz de “Viva Cristo Rey”. Estos soldados de Cristo, sin recursos ni experiencia militar, combatieron en una guerra civil que duró 3 años para resistir al ataque contra la Iglesia defendiendo a sus sacerdotes y obispos. Mary Ball Martínez, en su muy recomendable obra “Se socava la Iglesia”, menciona cómo el Cardenal Gasparri, Secretario de Estado de Pío XI, “aconsejaba a los miembros de la jerarquía mejicana que no alentaran a los luchadores. Alertó a los obispos de los Estados Unidos para que rehusaran todas las súplicas de ayuda económica” hacia los Cristeros[7]. A pesar de todo, el movimiento Cristero crecía y ponía en jaque al gobierno del masón Plutarco Elías Calles, que estaba empezando a reconsiderar sus acciones. Sin embargo, fue el Secretario de Estado de Pio XI quién animó a algunos obispos más dispuestos a las componendas, a arreglar un pacto con el protestante y masón Dwight Morrow como intermediario para acordar un plan de paz. En octubre de 1929, el ejército Cristero, que era el virtual vencedor de la contienda, a instancias del Vaticano, depone incondicionalmente sus armas, lo que significó el exterminio de casi todos los líderes del movimiento católico, y la continuación de todas las medidas anticatólicas que el gobierno masónico se había comprometido a abolir. Hasta el día de hoy, y gracias a la diplomacia Vaticana que confiaba más en masones, judíos y comunistas que en los verdaderos católicos, Méjico continúa siendo una nación gobernada por masones.

Si sumamos lo antedicho a la mencionada pasividad para intervenir a favor del Bando Nacional en España y la referida a la Acción Francesa, no debería dejar dudas que no se puede justificar de ninguna manera el accionar de este Pontífice en momentos clave en donde se jugaba el destino de Europa, y con él, de todo el Occidente Cristiano. Sin embargo, vamos a referirnos a un hecho que consideramos todavía más escandaloso y es escasa o hasta absolutamente desconocido aun en nuestros ambientes. Nos referimos a la intervención del Vaticano a favor de la reelección del masón y genocida Franklin Delano Roosevelt.

En el año 1936, el nuevo secretario de Estado de Pío XI, Eugenio Pacelli, visitaba los Estados Unidos en momentos en los que Roosevelt buscaba su reelección. En esos momentos un patriota sacerdote nacido en Canadá de nombre Charles Coughlin, se manifestaba en contra de las nuevas aspiraciones presidenciales de Roosevelt al que ya señalaba como afín al comunismo. El mismo tenía un programa de radio llamado “The Radio Priest” que contaba con 30 millones de oyentes. El padre Coughlin demostraba como Roosevelt trabajaba para los banqueros judíos, y empezaba el sacerdote a mostrarse afín a los movimientos nacionalistas europeos. Fue en ese momento, cuando Pacelli se dirigió a los Estados Unidos para deshabilitar la resistencia del sacerdote canadiense. Acompañado por un cuestionable personaje como lo fue Monseñor Francis Spellman de Boston (que posteriormente recibió su proclamación cardenalicia por Pacelli siendo Papa) emprendió una gira por varias provincias eclesiásticas en las que promocionó a Roosevelt quien se dirigiría posteriormente al ya Pontífice Pio XII como “mi siempre buen amigo”, a la vez que censuraba al Padre Coughlin. Señala Mary Ball Martínez que “En Nueva York, el futuro Pio XII fue huésped en la casa de Myron C. Taylor… a pesar de que era bien sabido que Taylor era masón del grado 33[8].” Tengamos en cuenta que el Presidente Roosevelt, al que fue a apoyar Pacelli, fue el mismo que envió a las “Brigadas Abraham Lincoln” compuestas mayormente por judíos para pelear por el bando comunista en la guerra civil española.

Sabemos que el ingreso de Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial se debió a un subterfugio de Roosevelt, ahogando de todas las formas posibles a Japón para instigarlo a atacar, y la ya conocida traición a sus hombres en Pearl Harbor, por la cual, conociendo el avance de la aviación japonesa, ordena desviar las tropas norteamericanas para permitir el ataque. Al igual que su predecesor Woodrow Wilson, en sus promesas electorales, el masón Franklin Delano Roosevelt había asegurado a su pueblo que no iba a intervenir en el conflicto europeo.

Según el periodista y político Giulio Andreotti, tanto la redacción de las encíclicas en contra del Fascismo italiano, como del Nacional Socialismo alemán, son autoría de Pacelli, así como la decisión de viajar a Estados Unidos para apoyar la reelección de Roosevelt. Y si hablamos de este pupilo de Rampolla, que fue al secundario partisano Visconti y al Seminario Progresista Capranica, al asumir como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, continuó con su acción en favor de los Aliados.

Un dato que nos parece concluyente, es la relación de los Pacelli con la Banca Rothschild, que nos trae la ya citada autora, Mary Ball Martinez. Señala Martínez: “Las familias de Pacelli y Montini desde hacía mucho se habían involucrado en asuntos del Vaticano. El abuelo de Eugenio, Marcantonio, llegó a Roma en los años 1840, de la provincia de Viterbo, cuando su hermano Ernesto, miembro de la firma bancaria Rothschild, se comprometió a hacer un fuerte préstamo a los Estados Papales bajo Gregorio XVI. Ernesto se quedó a establecer las primeras oficinas del Banco di Roma, mientras que Marcantonio se volvió consejero legal de Gregorio y luego de su sucesor, Pio IX, para finalmente acompañar a este último al exilio en el pueblo costero de Gaeta cuando los disturbios políticos en Roma se tornaron amenazantes.”[9]

Cabe acotar que el inicio de la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar cuando el Reino Unido y Francia pretendieron solidarizarse con Polonia por el ataque alemán para defender a su población germánica exterminada en suelo polaco, pero nada hicieron con la Unión Soviética invadiendo la otra mitad de dicha nación. De hecho, como bien se conoce y está ampliamente documentado en la historiografía revisionista, fue Estados Unidos el que ayudó a la Rusia Comunista a vencer a los alemanes. O sea, una vez más, el capitalismo al auxilio del comunismo. Corresponde mencionar que en 1933, ante el avance de las exitosas políticas alemanas que terminaban con el imperio de la usura, la pornografía y el Comunismo, que habían generado una inmensa pobreza y degradación del pueblo germano y provocado 6 millones de desocupados, vino un boicot internacional del pueblo israelita en contra de Alemania con su famosa declaración “Judea declares war on Germany” (Judea declara la guerra a Alemania) con lo que queda claro que no fue la Alemania Nacional Socialista la que comenzó el conflicto, por mucho que les duela (yo atenuaría la expresión: “a pesar de…”) a estos Pontífices que decidieron inclinar la balanza con todas sus fuerzas para el lado del enemigo internacionalista del mundo entero.

Volviendo al ahora Pontífice Pio XII, habiendo quedado demostrado que como Secretario de Estado intervino en la política interna de Estados Unidos, algo que de ninguna manera corresponde a la función eclesiástica, y encima a favor del candidato más contrario en sus principios y acciones a la fe católica, vamos a mencionar un hecho que muestra a las claras el lado elegido por el Vaticano pacelliano para dirigir descaradamente sus esfuerzos hacia el bando de los Aliados.

Primeramente, vamos a recurrir al médico personal y amigo del Pontífice, Ricardo Galeazzi-Lisi, que señalaba que “…cuando Hitler invadió los Países Bajos y Flandes, aun manteniendo su política de estricta neutralidad, Pío XII envió mensajes de simpatía a la Reina Guillermina de Holanda y al rey de los belgas, Leopoldo”. Proseguimos con la referencia a pesar de las contradicciones: “Más tarde volvió a tenerse la prueba de que él consideraba al nazismo más peligroso que el comunismo cuando los ejércitos de Hitler penetraron en Rusia. Contra los deseos del dictador alemán y de su aliado Mussolini, el Papa Pacelli nunca quiso proclamar la guerra santa contra el comunismo, cosa que sorprendió bastante a mucha gente, pero que iba completamente de acuerdo con su pensamiento y su acción política”[10]. Estamos hablando del mismo Comunismo que había asesinado a millones de católicos y combatía todo principio religioso, y hasta había sido catalogado por el predecesor de Pacelli como “intrínsecamente perverso”; sin embargo, era preferible al régimen alemán que contaba con el apoyo de la casi totalidad de su pueblo, en los que casi la mitad era católico y el resto protestante.

En el mismo sentido de lo precedentemente relatado, citamos nuevamente a Mary Ball Martínez al citar: “En su mensaje de junio al colegio de Cardenales, a la vez que rechazaba rivalidades y agrupamientos dictados exclusivamente por intereses políticos y económicos, expresó confianza en que los peligros de la derecha y de la izquierda podrían evitarse a la luz de la Iglesia. Y siguió con la defensa de un bando que sostuvo durante toda la guerra diciendo:  Nosotros, como cabeza de la Iglesia, nos rehusamos a llamar a los cristianos a una cruzada. Tuvo cuidado, dijo, a pesar de presiones, de asegurar que no se permitiera ni una palabra de aprobación a la guerra contra Rusia. Mientras que los católicos húngaros eran arrastrados por el torbellino soviético y clamaban por su ayuda, Pacelli les aconsejaba paciencia y aguante porque el viejo roble será azotado por la tormenta, pero no podrá ser desarraigado”… “en 1941 el cardenal francés Boudrillat vino a Roma a pedir una bendición papal para los regimientos de voluntarios franceses, españoles, italianos, croatas, húngaros y eslovenos, casi en su totalidad católicos, que salían junto con el ejército alemán a la conquista de la Rusia Soviética, o como dijo el cardenal al Papa, a liberar al pueblo ruso… El Papa Pío XII frustró las esperanzas del Cardenal Boudrillat, pues ordenó que la solicitud de bendición se retirara de inmediato. Además, el Cardenal no habría de establecer contacto alguno con la prensa”[11].

Para contrastar la actitud pacelliana en contra de los patriotas católicos y a favor de los réprobos ateos, citamos a uno de nuestros grandes referentes, el filósofo y mártir católico, Jordán Bruno Genta: “Los alemanes, entonces, en una escala vertiginosa de crecimiento, aprobaron el orden cristiano de la nación eslovaca. Ese orden fue respetado, fue realizado, fue cumplido, en ese breve tiempo en que Eslovaquia gozó del señorío sobre todo lo propio. Y yo quiero decirles algo acá, porque a mí me complace estar con los vencidos de la tierra. Cuando los ejércitos de Europa presididos por el maravilloso ejército alemán, invadieron la Unión Soviética, yo participé con todo mi corazón y con toda mi alma en la esperanza de que abatieran a los renegados de Dios, a los enemigos del género humano.

¿Por qué quería con toda mi alma el triunfo de esas fuerzas maravillosas con esa disposición al sacrificio y a la muerte? Porque el triunfo de los que fueron vencedores de la Segunda Guerra Mundial, el imperialismo internacional del dinero y el comunismo ateo se iban a adueñar de la tierra entera como está ocurriendo en estos momentos.”[12]

Si bien consideramos probado adecuadamente nuestro punto respecto al papel de la Sede Pontificia en contra de los movimientos nacionalistas que representaban y representan el orden natural en política, vamos a sumar un dato más, para reafirmar nuestra postura. Aclaramos que esto es solo una pequeña fracción de la información que contamos para confirmar lo aquí demostrado, todo lo cual dejamos para ser expuesto en la obra en la que estamos trabajando y esperamos poder publicar. El mismo tiene como interlocutora a la señora esposa de “Il Duce”, Benito Mussolini. Rachele Mussolini, quien nos relata en su libro “Mussolini al desnudo” a modo de denuncia, la presencia durante la guerra en el Vaticano del enviado de Roosevelt, el ya mencionado masón de grado 33, Myron Taylor, el 20 de septiembre de 1942. Citamos textualmente a Rachele: “…hay un punto que pocas personas conocen: durante el último conflicto mundial, Italia estaba oficialmente en guerra contra ciertos países, los que siempre tenían a sus embajadores ante el Vaticano. Pero como la Santa Sede no tenía aeropuerto ¿adónde llegaban y de dónde salían esas personas? Y bueno, de Roma sencillamente. Es decir que impunemente podían atravesar la capital de un país en guerra contra el suyo. Por otra parte, ¿dónde estaba el Vaticano? Ahí donde está siempre… en el mismo centro de Roma. ¿Quién era la persona mejor informada de Roma? EL Papa con sus cerca de 30.000 sacerdotes diseminados por el territorio.

Aquí peso mis palabras: no digo que esos sacerdotes eran espías pagados por el enemigo. Pero sí digo que dentro del recinto de la Santa Sede hubiera sido muy difícil no dejar filtrar ciertas informaciones. Éstas, por anodinas que fuesen, eran explotadas por gente cuyo oficio era precisamente ese y que sabían sacar conclusiones que no se manifestaban para el común de los mortales. Fue lo que hizo ese querido señor Myron Taylor. De vuelta a los Estados Unidos señaló a Roosevelt que los italianos empezaban a cansarse de la guerra y que forzando la dosis se podría ponerlos de rodillas. Y realmente tal cosa sucedió y los que dudan de ello no tienen más que recordar el período en el cual fueron intensificados los bombardeos aliados sobre Italia: después de septiembre de 1942”[13]. Se lamentaba esta noble mujer de la inmensa traición del Vaticano hacia su esposo que tanto había hecho por la Iglesia, y tenemos que coincidir absolutamente con ella.

Una información que también puede servir para reforzar lo ya expuesto es que Myron Taylor publicó en 1947 un libro titulado “Wartime Correspondence”, con el epistolario entre el Presidente Roosevelt con el papa Pio XII, y de éste con el masón Harry Truman, todas con el más afectuoso de los tratos.

Una última información para concluir la idea respecto a las relaciones Pío XII-Roosevelt, es la mencionada en la agencia informativa Zenit[14], referida a la presentación en una exposición de los Caballeros de Colón, de una carta enviada por el Papa Pacelli al presidente Roosevelt, fechada el 30 de agosto de 1943, en la cual se solicita no continuar con los bombardeos en Roma que habían causado más de 3.000 muertos civiles y más de 11.000 heridos. Creemos conveniente transcribir la totalidad de la misiva:

Excelencia:

Los recientes acontecimientos han centrado naturalmente la atención del mundo sobre Italia y se ha dicho y escrito mucho sobre la política que podría o debería seguir el país según sus intereses. Demasiado. Tenemos miedo de que se haya dado por supuesto el que el país sea totalmente libre para seguir la política de su elección. Nos deseamos expresar a Su Excelencia que tenemos la convicción de que eso está muy alejado de la realidad. No Nos cabe la menor duda sobre el deseo de paz y su realización a través de la conclusión de la guerra, pero en presencia de fuerzas excepcionales que se oponen a esta solución, incluso a la declaración oficial de este deseo, Italia está totalmente encadenada, sin los medios necesarios para defenderse.

Si en estas circunstancias Italia se viera todavía obligada a soportar los golpes devastadores contra los que está prácticamente indefensa, Nos deseamos y rezamos para que los jefes militares hagan lo posible para ahorrar a los civiles inocentes, en particular a las iglesias e instituciones religiosas, las devastaciones de la guerra. Ya tenemos que contar con profundo dolor y pesar estas imágenes muy evidentes de las ruinas de las ciudades italianas más importantes y pobladas.

Pero el mensaje de garantía que nos ha dirigido Su Excelencia sostiene nuestra esperanza en que, incluso ante las experiencias más amargas, las iglesias y las casas construidas por la caridad cristiana para los pobres, los enfermos y los abandonados de la grey de Cristo, puedan sobrevivir al terrible ataque. Que Dios, en su piedad y amor misericordiosos escuche el llanto universal de sus hijos y les permita escuchar la voz de Cristo que grita: «¡Paz!».

Con alegría manifestamos nuevamente a Su Excelencia nuestros mejores y sinceros deseos.

Vaticano, 30 de Agosto de 1943

Pío PP XII

Queda claro en dónde tenía puestas las simpatías este Pontífice, especialmente en su cita donde afirmaba que sentía que la Italia de Mussolini era una nación que se encontraba “completamente encadenada”, en donde el país no era libre para seguir la política de su elección.

Bien sabido es que, vencidas las Potencias del Eje, todas las fuerzas judeomasónicas se apoderaron absolutamente del mundo entero, subyugando por medio de la usura a las naciones del mundo, manipulando las inteligencias y alterando la percepción de la realidad con sus medios de comunicación, y promoviendo todo tipo de conductas contra natura compulsivamente, transformando a los que resisten las imposiciones perversas del sistema, de víctimas a victimarios. Con los juicios de Nuremberg, se terminó con las garantías jurídicas de un sano derecho natural, transformando a las partes en jueces y convirtiendo a los acusados automáticamente en culpables, cargándolos con la obligación de demostrar su inocencia. Con Hollywood se transformó la historia en la visión adecuada a los intereses de sus propietarios, pertenecientes en su inmensa mayoría a la misma etnia que promovió los conflictos mundiales y financió la victoria de los aliados. También se establecieron los principios masónicos como valores universales por sobre cualquier religión, en especial la católica. Y finalmente hoy vemos como la agenda que busca la despoblación mundial y el control sobre quienes sobrevivan, está siendo impuesta por los mismos triunfadores de la última gran guerra en la que los Pontífices se pusieron, sin disimulo, a favor del bando judeomasónico.

No podemos dejar de considerar que las Potencias del Eje, representando los nacionalismos que defendían las más excelsas tradiciones europeas, fueron el Katejon en política, y vencidos estos, solo queda el triunfo en manos de Cristo, como señalaba Mihura Seeber. No obstante, insistimos en transmitir el deber ser en política, el cual afirmamos que es el que se da en el nacionalismo y en nuestro caso, el católico.

Reiteramos , a pesar de haber expuesto solo una pequeña fracción de la información con la que contamos para el libro que estamos concluyendo, creemos que se brindaron los argumentos suficientes para probar que la jerarquía eclesiástica, como venía haciendo muchos años atrás (y con la sola excepción de San Pio X), venía inmiscuyéndose en cuestiones políticas y siempre en el sentido de contemporizar con los poderes mundanos, que desde la revolución Francesa, estaban representados ya decididamente, por la judeomasonería.

Nuestra confianza sigue estando puesta en Jesucristo, Señor de la Historia; sin embargo, en nombre de la verdad histórica y la defensa y búsqueda del bien común que nos corresponde como “animales políticos” al decir de Aristóteles, seguimos sosteniendo que la solución para nuestra patria, y hasta para el mundo entero, está dada por el nacionalismo católico. La defección de la jerarquía eclesiástica ni nos turba ni nos desanima, y la entendemos como parte del Misterium Iniquitatis, que nos acerca a la Parusía. No obstante, nos corresponde seguir resistiendo al mal, y para ello debemos contar con los elementos necesarios, relacionados con el correcto conocimiento de la Historia, a fin de entender el origen del mal y no seguir combatiendo solo las consecuencias.

Esperamos pueda este pequeño y humilde aporte haber contribuido al excelente trabajo del Profesor Camacho con la esperanza que pueda servir mínimamente como otro elemento más de discernimiento en tiempos de terrible confusión y oscuridad.

En Cristo y la Patria

Augusto Espíndola

 

Nacionalismo Católico San Juan Bautista



[1] https://www.jewishvirtuallibrary.org/banking-and-bankers

[2] Ed. “Dos Espadas” 2020 Bs.As. Argentina.

[3] Jean Madirán: Las dos democracias. Ed. Iction Bs As. 1980 Pág 84-85

[4] Craig Heimbichner, Agosto de 2003; Niagara Falls; New York; EE.UU. Patria Argentina Nº 223, Junio 2006.

[5] https://archive.org/stream/thebenjaminh.freedmanfiles-uneditedwillardhotelspeechmuchmore-audiovideopdf/Benjamin%20Freedman%20-%20transcript%20of%20the%20unedited%20version%20of%20BF%E2%80%99s%201961%20Willard%20Hotel%20speech%20%283%29_djvu.txt

[6] Calderón Bouchet “Maurrás y la Acción Francesa frente a la IIIª República” Ed. Nueva Hispanidad, Bs As 2000 Pág. 81

[7] Mary Ball Martinez “Se socaba la Iglesia” Ed. Edamex México 1994   Pág. 58.

[8] Ibid. Pág.66

[9] Ibid Pág.31.

[10] Riccardo Galeazzi-Lisi “A la luz y bajo la sombra de Pio XII” Luis de Caralt Editor. Ediciones G.P.1967

[11] Mary Ball Martinez “Se socava la Iglesia” pág. 76-77.

[12] Jordán Bruno Genta: “Monseñor Josef Tiso -  El gobernante mártir” Edit. Santiago Apóstol. Bs As. 1997. Pág 32.

[13] Rachele Mussolino “Mussolini al desnudo” Ed. Emecé Editores Bs As 1974 Págs. 148-149

[14] https://es.zenit.org/2010/06/09/carta-inedita-de-pio-xii-a-roosevelt-para-evitar-bombardeos-a-roma/