San Juan Bautista

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jueves, 9 de enero de 2020

Ezra Pound: El poeta contra la usura – Ruben Calderón Bouchet




Los males de nuestro tiempo son muchos, pero uno de los más funestos es, indudablemente, el papel determinante que asumió la economía en el proceso de todas las actividades del espíritu. Ezra Pound lo vio así desde que comenzó la difícil tarea de pensar por su cuenta y se hizo conscientemente fascista contrariando los sentimientos de su pueblo y su educación. El fascismo representó para él el único camino transitable para devolver a la economía su situación de sierva en el orbe de nuestra civilización.

Nació en Idaho, Estados Unidos, el 30 de octubre de 1885 y luego de realizar estudios en la Universidad de Pensilvania y en el Hamilton College, fue encargado del curso de literatura romántica en la misma universidad donde estudió. A partir de 1910 vivió más en Europa que en los Estados Unidos. Sus continuos viajes a Italia lo pusieron en contacto con Mussolini y se convirtió en un admirador entusiasta de su régimen político. Indudablemente, los norteamericanos nunca pudieron entender por qué razones, un hombre que había bebido la leche y la miel de sus instituciones, mostraba en plena madurez, preferencias tan extrañas a la ideología de su patria.

Durante la última guerra mundial trabajó para una emisora de Roma e hizo propaganda a favor del fascismo. Inculpado de traición a la patria por el Tribunal del distrito de Columbia, es arrestado por el ejército de los Estados Unidos y exhibido en una jaula de acero como si fuera un mono en los alrededores de Pisa. Juzgado en Washington, fue declarado loco e internado diez años en un manicomio. De acuerdo con los cánones de normalidad psíquica estilados en los Estado Unidos, nunca recuperó su cordura porque jamás logró adaptarse a las exigencias del modelo social impuesto en su nación y cuando salió de su encierro, en 1958, volvió a Italia donde vivió con una hija suya hasta 1972, año de su fallecimiento en Venecia.


Eugenio Montale sostiene que Ezra Pound, filósofo, economista, esteta y desesperadamente individualista y egocéntrico, fue un socialista aristocrático que vomitaba a Marx, los derechos del hombre, la democracia, el capitalismo, a toda América y al judaísmo con ella. Se aferró con fuerza al mito inventado por Mussolini y por unos años, los mejores de su vida según su propia confesión, soñó con una civilización de la que habría sido eliminado el pecado capital de nuestro mundo: la usura.

Ezra Pound veía en el sistema capitalista, tal como se daba en las naciones sedicentes democráticas, una organización para explotar a los hombres y someterlos al monstruo de la usura. Resultaba imposible luchar por un orden justo mientras subsistieran las condiciones impuestas por ese sistema en la elección de los gobernantes. En tres días, los canallas, los monopolizadores, los mercaderes encontrarán alguna astucia para estafar al pueblo.

“En 1860 – continuaba Pound en un escrito ocasional – uno de los Rothschild tuvo la delicadeza de admitir que el sistema bancario sostenido por él era contrario al interés del pueblo y esto antes que las sombras de las prisiones hitleristas se abatieran sobre la fortuna o parte de la fortuna de esta acaudalada familia.”

“Es tarea de esta generación hacer lo que no han hecho los primeros demócratas. El sistema corporativo que concede al pueblo poderes en relación con su trabajo y vocación, les proporciona también medios para protegerse eficazmente contra las potestades del dinero.”

“Si os gusta la idea corporativa – agregaba Ezra Pound  – buscad otro sistema eficiente, pero no perdáis la cabeza, no olvidéis lo que busca la gente honrada. No os mintáis a vosotros mismos, no cambiéis el arado por una hipoteca, ni la hipoteca por un arado.”

Las fuerzas económicas deben ser disciplinadas para que sirvan las necesidades de la nación, y el principio áureo de la economía no puede ser enriquecimiento, sino alimentos sanos, techo decente, vestidos apropiados. Quien habla del trabajo como fuente de riqueza y no como medio de vida, es un estafador. Tiene el propósito de hacerse rico, no con su trabajo, sino con el manejo de las transacciones a costa de lo producido por otros.

“La historia de ese maldito siglo XIX no nos enseña más que la violación de ese principio por la usurocracia liberal. En suma, la doctrina del capital ha mostrado por sí misma que se la podía resumir como un permiso a los ladrones sin escrúpulos y a los grupos antisociales de corroer los derechos de la propiedad.”

Esta tendencia es muy vieja. Moisés la llamada Neshek. Podemos llamarla usura, aunque el término capitalismo le permite aspirar a un premio de virtud.
Entre las acusaciones que llovieron sobre Ezra Pound, una de las más eficaces para malquistarlo con la opinión pública norteamericana fue la de antisemita. Acusación gratuita y maligna porque en su actitud nunca fue un racista  lo dijo con toda claridad en un artículo publicado por Greater Britain Publications en 1939.

En ese artículo sostenía, con la intrépida decisión que caracterizó siempre su posición intelectual, que no estaba contra el judío como hombre, sino por su particular vocación al ejercicio de la usura.

“Aquí y para que nadie intente salirse del tema – afirmaba – quiero distinguir entre la prevención contra el judío como tal y la actitud del pueblo judío adopta frente a su propio problema.”

“¿Desea como individuo observar la ley de Moisés? ¿O se propone seguir robando a los demás, por medio del mecanismo de la usura y queriendo, no obstante, ser considerado como un buen vecino? Este último es el tipo de criterio que una innoble delegación británica intentó poner en vigencia mediante la correspondiente Sociedad de las Naciones. La usura es el cáncer del mundo, solo el bisturí del fascimo puede extirparla de la vida de las naciones.”

Los zurdos han pretendido que solamente ellos tenían la receta para curar el mal. La prueba de lo contrario está en la opípara alianza que hicieron con las usurocracias en contra de los países fascistas. ¿Existe una connivencia fundamental y más allá de las luchas entre sus testaferros entre los países capitalistas y los comunistas? Ezra Pound lo creía así, y los fascistas, en general, estaban convencidos de la existencia de este entendimiento en el nivel internacional.


Ruben Calderón Bouchet: “Una introducción al mundo del fascismo” Ed. Nuevo Orden. Bs. As. 1989


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