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lunes, 15 de octubre de 2018

Sobre la canonización de Pablo VI - Alejandro Sosa Laprida



Tomado del artículo: Francisco, Teilhard de Chardin y el panteísmo
Miles Christi - 15/08/2016
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En la encíclica Mirari vos, en 1832, Gregorio XVI dice que « de esa cenagosa fuente del indiferentismo mana aquella absurda y errónea sentencia o, mejor dicho, locura, que afirma y defiende a toda costa y para todos, la libertad de conciencia. Este pestilente error se abre paso, escudado en la inmoderada libertad de opiniones que, para ruina de la sociedad religiosa y de la civil, se extiende cada día más por todas partes, llegando la impudencia de algunos a asegurar que de ella se sigue gran provecho para la causa de la religión[1]. » § 10


Ahora bien, es menester recordar que el culto del hombre y de su conciencia erigida en valor absoluto -quintaesencia del modernismo- no es exclusivo del pontificado de Francisco[2], como ingenuamente lo imaginan los “conservadores conciliares” escandalizados por las impiedades bergoglianas, sino que fue proclamado orgullosamente por Pablo VI en el mensaje de clausura del CVII. He aquí sus palabras:

« El humanismo laico y profano ha aparecido, finalmente, en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido, ha desafiado al Concilio. La religión del Dios que se ha hecho Hombre, se ha encontrado con la religión -porque tal es- del hombre que se hace Dios ¿Qué ha sucedido? ¿Un choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. […] Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferidle siquiera este mérito y reconoced nuestro nuevo humanismo: también nosotros -y más que nadie- somos promotores del hombre[3]. »


Este culto del hombre, concebido como un “dios” en devenir por vía evolutiva, es propio de la gnosis luciferina. Me permito citar aquí un texto poco conocido del cardenal Montini, extraído de una conferencia intitulada Religión y trabajo, pronunciada el 27 de marzo de 1960 en Turín, en el teatro Alfieri, que puede leerse en el volumen de la Documentation Catholique del año 1960, en la página 764, correspondiente al número 133, y publicado el 19 de junio de 1960. Doy la referencia con lujo de detalles para quienes no pudieran dar crédito a sus ojos, y no sin razón, tan sorprendentes resultan las afirmaciones del cardenal Montini. He aquí las palabras de aquel que tres años más tarde llegaría a ser papa y que promulgaría los documentos revolucionarios del CVII en 1965:

« ¿Acaso el hombre moderno no llegará un día, a medida que sus estudios científicos progresen y descubran leyes y realidades ocultas bajo el rostro mudo de la materia, a prestar oídos a la maravillosa voz del espíritu que palpita en ella?  ¿No será ésa la religión del mañana? El mismísimo Einstein previó la espontaneidad de una religión del universo[4]. »


El espíritu que « palpita » en la materia, la « religión del mañana », que sería una « religión cósmica », una « religión del universo »: aquí están los fundamentos de la gnosis evolucionista teilhardiana, con el culto del hombre en vías de divinización. Como si esto no fuera suficiente, que un cardenal de la Iglesia invoque en materia religiosa la autoridad de un judío socialista que reivindicaba una « religiosidad cósmica » fundada en  la contemplación de la estructura del Universo, compatible con la ciencia positivista y refractario a todo dogma o creencia, es para quedarse atónito.


Cuando en 1929 el rabino Herbert S. Goldstein le preguntó: « ¿cree Ud. en Dios? », Einstein respondió:

« Yo creo en el Dios de Spinoza que se revela en el orden armonioso de lo existente, no en un Dios que se preocupa por el destino y las acciones de los seres humanos[5]. »


Y en una carta dirigida en 1954 al filósofo judío Eric Gutkind, Einstein escribió:

« Para mí, la palabra Dios no es sino la expresión y el fruto de debilidades humanas y la Biblia una colección de leyendas, por cierto honorables, pero primitivas y bastante pueriles. Y esto no lo cambia ninguna interpretación, por sutil que sea[6]. »


Lo que equivale a decir que el Dios de Einstein no es otro que el Deus sive natura del filósofo judío Baruch Spinoza, que en su doctrina panteísta identificaba a Dios con la naturaleza. Tal es la « religión del universo » que profesaba Einstein y que evoca con admiración el Cardenal Montini en su conferencia, y en quien el futuro pontífice se inspira para vaticinar una « religión del porvenir » destinada a ocupar un día el lugar del cristianismo. Cuando se piensa que este hombre pronto será elegido Sucesor de San Pedro, y que es él quien más adelante promulgará los documentos novadores del CVII, abolirá la Misa católica, inventará una nueva[7] con la contribución de « expertos protestantes » y modificará el ritual de todos los sacramentos, es de veras como para quedar petrificados...


He aquí otra declaración de Pablo VI que va en la misma dirección, pronunciada durante el Angelus del 7 de febrero de 1971, con ocasión de un viaje a la luna, y que constituye un verdadero himno al hombre en camino hacia la divinización:

« Honor al hombre, honor al pensamiento, honor a la ciencia, honor a la técnica, honor al trabajo, honor a la audacia humana; honor a la síntesis de la actividad científica y del sentido de la organización del hombre que, a diferencia de los otros animales, sabe dar a su mente y a sus manos instrumentos de conquista; honor al hombre, rey de la tierra y hoy también príncipe del cielo[8]. »    


Este culto de la humanidad y del progreso ha sido condenado numerosas veces por el magisterio. Cito un extracto de la encíclica Qui pluribus de Pío IX, de 1846,  seguido de una proposición condenada en su Syllabus de 1864:

« Con no menor atrevimiento y engaño, Venerables Hermanos, estos enemigos de la revelación divina, exaltan el humano progreso y, temeraria y sacrílegamente, quisieran introducirlo en la Religión católica, como si la Religión no fuese obra de Dios sino de los hombres o algún invento filosófico que se perfecciona con métodos humanos[9]. »

« V. La revelación divina es imperfecta, y está por consiguiente sujeta a un progreso continuo e indefinido correspondiente al progreso de la razón humana[10]. »

Pío IX es muy claro en relación a los « progresistas »: emplea la expresión « enemigos de la revelación divina ». ¿Qué calificativo mejor podría hallarse para designar a un cardenal y arzobispo de la Iglesia que aprovecha su eminente dignidad eclesiástica para difundir la idea blasfema y herética de que una pretendida « religión del mañana » llegará un día a suplantar al catolicismo? Este hombre se llama Giovanni Battista Montini. A él -junto a Juan XXIII, cabe recordar- se deben el nefasto CVII y su espurio “magisterio”, la devastación de la liturgia romana y la terrible crisis doctrinal, litúrgica y disciplinar que azota a la Iglesia desde hace más de medio siglo…



Sobre la beatificación de Pablo VI
Miles Christi - 19/10/2014

« ¿Acaso el hombre moderno no alcanzará un día, a medida que los estudios científicos progresen y descubran las leyes y  la realidad oculta tras el rostro mudo de la materia, a escuchar la maravillosa voz del espíritu que palpita en ella? ¿Acaso no será ésa la religión del mañana? El mismo Einstein entrevió la espontaneidad de una religión del universo[11]. » (Cardenal Montini)


Pablo VI ya tiene su lugar en los altares, en la bienaventurada compañía de los « neo-santos » conciliares Juan XXIII y Juan Pablo II. El concilio y todas sus reformas están pues « canonizados » junto a ellos. Imposible de ahora en más poner en tela de juicio las doctrinas revolucionarias del ecumenismo, la colegialidad y la libertad religiosa. La revolución conciliar, a falta de toda legitimidad fundada en la Tradición, en el Magisterio y en las Sagradas Escrituras, se canoniza a sí misma, explicando que, puesto que sus autores y sus continuadores son « santos », sus principios subversivos y destructores del dogma, de la fe y de la moral también han de ser tenidos por tales. Y aceptados con piadosa reverencia y sumisión filial.


Quien así no lo hiciere, anathema sit. Quien se atreviese a poner en entredicho la vulgata masónico-humanista del « neo-beato » Giovanni Montini, sea arrojado a las tinieblas exteriores. Quien se mostrase reticente a aceptar la « santidad » de aquel que confesaba públicamente su profunda simpatía por el « humanismo laico y profano » sea considerado un energúmeno recalcitrante, un paria de la sociedad y un peligroso y detestable integrista, sin cabida en el aquelarre ecuménico conciliar ni en el « panteón de las religiones » de Asís. Se vuelve más necesario que nunca recordar las palabras exactas empleadas por Pablo VI durante el discurso de clausura de la cuarta y última sesión del CVII, el 7 de diciembre de 1965:

« El humanismo laico y profano ha aparecido, finalmente, en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido, ha desafiado al Concilio. La religión del Dios que se ha hecho Hombre, se ha encontrado con la religión -porque tal es- del hombre que se hace Dios ¿Qué ha sucedido? ¿Un choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. El descubrimiento de las necesidades humana -y son tanto mayores, cuanto más grande se hace el hijo de la tierra- ha absorbido la atención de nuestro sínodo. Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferidle siquiera este mérito y reconoced nuestro nuevo humanismo: también nosotros -y más que nadie- somos promotores del hombre[12]. »


Ese es el espíritu del concilio. Y el de Pablo VI. Ese es también -¿acaso hace falta aclararlo?- el espíritu del Anticristo, el del « hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios, haciéndose pasar por Dios. » (II Tes. 2, 3-4)


Y ése es igualmente el lenguaje del falso profeta, el de la autoridad religiosa prevaricadora, quien lo secundará y le allanará el camino en su conquista del poder mundial, tal y como lo describe San Juan en su visión escatológica: « Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como un dragón. » (Ap. 13, 11). Prosigamos con el discurso de Pablo VI:

« ¿Y qué ha visto este augusto Senado en la humanidad, que se ha puesto a estudiarlo a la luz de la divinidad? Ha considerado una vez más su eterna y doble fisonomía: la miseria y la grandeza del hombre, su mal profundo, innegable e incurable por sí mismo y su bien que sobrevive, siempre marcado de arcana belleza y de invicta soberanía. Pero hace falta reconocer que este Concilio se ha detenido más en el aspecto dichoso del hombre que en el desdichado. Su postura ha sido muy a conciencia optimista. Una corriente de afecto y admiración se ha volcado del Concilio hacia el mundo moderno[13]. Ha reprobado los errores, sí, porque lo exige, no menos la caridad que la verdad, pero, para las personas, sólo invitación, respeto y amor[14]. El Concilio ha enviado al mundo contemporáneo en lugar de deprimente diagnósticos, remedios alentadores, en vez de funestos presagios, mensajes de esperanza: sus valores no sólo han sido respetados sino honrados, sostenidos sus incesantes esfuerzos, sus aspiraciones, purificadas y bendecidas[15]. »


Por si aún quedase alguna duda de que la religión humanista, fraudulenta y desvirtuada de Pablo VI y de sus secuaces es ni más ni menos la que servirá a difundir, consolidar e imponer el nuevo orden mundial anticrístico, nada mejor que releer las palabras de encendido elogio y de admiración sin límites que Montini pronunciara en las Naciones Unidas el 4 de octubre de 1965 en la sede de ese templo masónico del mundialismo laico anticristiano: 

« Los pueblos se vuelven a las Naciones Unidas como hacia la última esperanza de concordia y paz; nos atrevemos a traer aquí, con el nuestro, su tributo de honor y esperanza. (§3)
El edificio que habéis construido no deberá jamás derrumbarse, sino que debe perfeccionarse y adecuarse a las exigencias de la historia del mundo. Vosotros constituís una etapa en el desarrollo de la humanidad: en lo sucesivo es imposible retroceder, hay que avanzar. (§4)        
                                                                                                    
Vosotros habéis consagrado el gran principio de que las relaciones entre los pueblos deben regularse por el derecho, la justicia, la razón, los tratados, y no por la fuerza, la arrogancia, la violencia, la guerra y ni siquiera, por el miedo o el engaño. (§4)

Constituís un puente entre pueblos, sois una red de relaciones entre los Estados. Estaríamos tentados de decir que vuestra característica refleja en cierta medida en el orden temporal lo que nuestra Iglesia Católica quiere ser en el orden espiritual: única y universal. No se puede concebir nada más elevado, en el plano natural, para la construcción ideológica de la humanidad. (§5)

Vuestra vocación es hacer fraternizar, no a algunos pueblos sino a todos los pueblos. ¿Difícil empresa? Sin duda alguna. Pero ésa es la empresa, tal es vuestra muy noble empresa. ¿Quién no ve la necesidad de llegar así, progresivamente, a establecer una autoridad mundial que esté en condición de actuar eficazmente en el plano jurídico y político? (§6)

Permitid que os bendigamos, Nos, el representante de una religión que logra la salvación por la humildad de su Divino Fundador. (§7)

Vosotros habéis cumplido, señores, y estáis cumpliendo, una gran obra: Enseñar a los hombres la paz. Las Naciones Unidas son la gran escuela donde se recibe esta educación, y estamos aquí en el aula magna de esta escuela. Todo el que toma asiento aquí se convierte en alumno y llega a ser maestro en el arte de construir la paz. Y cuando salís de esta sala, el mundo os mira como a los arquitectos, los constructores de la paz. (§9)

Organizáis la colaboración fraternal de los pueblos. Aquí se establece un sistema de solidaridad, gracias al cual altas finalidades, en el orden de la civilización, reciben el apoyo unánime y ordenado de toda la familia de los pueblos, por el bien de todos y de cada uno. Es la mayor belleza de las Naciones Unidas, su aspecto humano más auténtico; es el ideal con que sueña la humanidad en su peregrinación a través del tiempo; es la esperanza más grande del mundo. Osaremos decir: es el reflejo del designio del Señor —designio trascendente y pleno de amor— para el progreso de la sociedad humana en la tierra, reflejo en que vemos el mensaje evangélico convertirse de celestial en terrestre. (§11)

Lo que vosotros proclamáis aquí son los derechos y los deberes fundamentales del hombre, su dignidad y libertad y, ante todo, la libertad religiosa. Sentimos que sois los intérpretes de lo que la sabiduría humana tiene de más elevado, diríamos casi su carácter sagrado. (§12)

¿No es el cumplimiento, a nuestros ojos gracias a vosotros, del anuncio profético que se aplica tan bien a vuestra institución: «Y volverán sus espadas el rejas de arado, y sus lanzas en haces» (Isaías 2, 4). ¿No empleáis acaso las prodigiosas energías de la tierra y los magníficos inventos de la ciencia, no ya como instrumentos de muerte, sino como instrumentos de vida para la nueva era de la humanidad? (§13)

Este edificio que levantáis no descansa sobre bases puramente materiales y terrestres, porque sería entonces un edificio construido sobre arena. Descansa ante todo en nuestras conciencias. Sí, ha llegado el momento de la «conversión», de la transformación personal, de la renovación interior. Debemos habituarnos a pensar en el hombre de una forma nueva. De una forma nueva también la vida en común de los hombres; de una forma nueva, finalmente, los caminos de la historia y los destinos del mundo, según la palabra de San Pablo: «Y revestir el hombre nuevo, que es creado conforme a Dios en justicia y en santidad de verdad» (Efesios 4, 25)[16]. » (§14)


Para concluir, veamos el siniestro monumento dedicado a la memoria de Pablo VI, erigido en la plazoleta posterior del Santuario de la Santa Virgen Coronada, en Sacro Monte di Varese, con la paternidad de Monseñor Pasquale Macchi, secretario personal de Pablo VI. El monumento fue inaugurado el 24 de Mayo de 1986, con la presencia del Ministro de Relaciones Exteriores, Giulio Andreotti, y bendecido por el Cardenal Agostino Casaroli, Secretario de Estado del Vaticano[17] :
                                                             
                                      
La estatua, que evoca más una creatura surgida del Averno que al pastor supremo de la cristiandad, realizada por el escultor masón Floriano Bodini, fue encargada por el también masón Pasquale Macchi y, obviamente, está cargada de signos masónicos. Fue inaugurada el 24 de mayo de 1986 por el Ministro de Relaciones Exteriores de Italia, Giulio Andreotti, junto al Secretario de Estado vaticano, Agostino Casaroli, ambos igualmente masones[18]. No cabe duda de que la espantosa escultura refleja fielmente el ideario subversivo y la obra destructora perpetrada por Giovanni Battista Montini, traidor a Cristo y a su Iglesia, y ahora justamente recompensado por los leales servicios prestados a la neo-iglesia modernista de Vaticano II y a su espuria religión del hombre…





[2] Para mayor información sobre las innumerables herejías y blasfemias de Francisco, se pueden consultar los libros Tres años con Francisco: la impostura bergogliana y Cuatro años con Francisco: la medida está colmada, publicados por las Éditions Saint-Remi en cuatro idiomas (castellano, inglés, francés e italiano):
Recomendamos igualmente el libro Con voz de dragón, publicado por las Ediciones Cruzamante:
[4] Traducción francesa de la Documentation Catholique: « L’homme moderne n’en viendra-t-il pas un jour, au fur et à mesure que ses études scientifiques progresseront et découvriront des lois et des réalités cachées derrière le visage muet de la matière, à tendre l’oreille à la voie merveilleuse de l’esprit qui palpite en elle? Ne sera-ce pas là la religion de demain? Einstein lui-même entrevit la spontanéité d’une religion de l’univers. » Texto original italiano: « Non capiterà forse all'uomo moderno, mano mano che i suoi studi scientifici progrediscono, e vengono scoprendo leggi e realtà sepolte nel muto volto della materia, di ascoltare la voce meravigliosa della spirito ivi palpitante? Non sara cotesta la religione di domani? Einstein stesso intravide la spontaneità d'una religione dell'universo. »  Ver en la página n° 3 del documento siguiente, activando la función T (« Show text »):
[8] « Onore all’uomo! Onore al pensiero! Onore alla scienza! Onore alla tecnica! Onore al lavoro! Onore all’ardimento umano! Onore alla sintesi dell’attività scientifica e organizzativa dell’uomo, che, a differenza di ogni altro animale, sa dare strumenti di conquista alla sua mente e alla sua mano. Onore all’uomo, re della terra ed ora anche principe del cielo. » https://w2.vatican.va/content/paul-vi/it/angelus/1971/documents/hf_p-vi_ang_19710207.html
[9] « Né con minore fallacia certamente, Venerabili Fratelli, questi nemici della divina rivelazione, con somme lodi esaltando il progresso umano, vorrebbero con temerario e sacrilego ardimento introdurlo perfino nella Religione cattolica; come se essa non fosse opera di Dio, ma degli uomini, ovvero invenzione dei filosofi, da potersi con modi umani perfezionare. »                                
[11] Conferencia intitulada Religión y trabajo, pronunciada por el Cardenal Montini el 27 de marzo de 1960. Traducción del texto francés publicado por la Documentation Catholique, 1960, página 764 : « L’homme moderne n’en viendra-t-il pas un jour, au fur et à mesure que ses études scientifiques progresseront et découvriront des lois et des réalités cachées derrière le visage muet de la matière, à tendre l’oreille à la voie merveilleuse de l’esprit qui palpite en elle ? Ne sera-ce pas là la religion de demain ? Einstein lui-même entrevit la spontanéité d’une religion de l’univers. »

[13] Afecto y admiración por la sociedad moderna,  revolucionaria, naturalista, laica, apóstata y anticristiana. ¡Y pensar que hay quienes se empeñan en explicarnos doctamente que el CVII es un « nuevo pentecostés » en la vida de la Iglesia! Pentecostés del espíritu luciferino, ciertamente…
[14] Pero si no reprobaron absolutamente nada de nada, ¡qué manera tan indecente y descarada de mentir y de engañar a la gente! Es difícil imaginar algo más desagradable e indignante que todas estas patrañas empalagosas, tan falsas como mendaces, utilizadas con el único propósito de justificar el proyecto modernista de « reconciliar » la Iglesia con el mundo moderno, apóstata y anticristiano, surgido de la revolución iluminista de 1789.
[15] Obra maestra de verborragia falaz de parte del « Santo Padre » Montini, principal responsable de todo este desquicio, junto al « Papa Bueno » Roncalli, el notorio modernista recientemente canonizado por los destacados servicios prestados a la causa del mundialismo masónico y por haber efectuado el indispensable aggiornamento de la Iglesia para ponerla en sintonía con la modernidad laica, naturalista y apóstata… No, la misión de la Iglesia Católica no es, no ha sido ni será jamás la de « respetar y honrar » los valores mundanos, inspirados por el Maligno, Príncipe de este mundo, sino proclamar la revelación divina para que la sociedad sea transformada por los valores evangélicos y vivificada por la gracia divina emanada de la Redención, operada por Jesucristo en el altar de la Cruz. Servir a Dios, siendo fiel a su misión divina de rendirle gloria salvando el mayor número posible de almas, ésa es la única razón de ser de la Iglesia, y no el mendaz y espurio ideal naturalista, humanista y masónico que preconiza la iglesia conciliar de « servir al hombre ». Por « deprimentes diagnósticos », entiéndase pedirle al mundo que renuncie a Satanás y a sus pompas, que rechace el pecado y se convierta a Jesucristo. Por « funestos presagios », la saludable advertencia de la amenaza del infierno y de la condenación eterna para quienes así no lo hicieren. Por « remedios alentadores », el ecumenismo y el diálogo interreligioso, poniendo de relieve todo lo que de « santo y verdadero » (¡Sic! Cf. Nostra Aetate n° 2) se halla en las falsas religiones, para tranquilizar la conciencia de quienes están fuera del Arca de Salvación. Finalmente, por « mensajes de  esperanza », debe comprenderse la salvación universal del género humano, incluyendo a los ateos, como se complace en anunciar a diestra y siniestra Francisco en su incontinente pseudo magisterio mediático…

martes, 3 de noviembre de 2015

Increíble Pablo VI - Sofronio


  El 19 de octubre del pasado año fue beatificada la persona, e indirectamente sus hechos, del papa Pablo VI, tras reconocérsele un milagro producido a su invocación. Escogidos sectores curiales reclaman su pronta canonización, deseosos de hacerle justicia, o más cierto, premiar su protagonismo precursor de la Iglesia irenista que el actual poder extiende a marchas forzadas.

  Todavía muchos católicos se preguntan cómo fue que aquel papa denunciara la autodemolición de la Iglesia y, peor, nos advirtiera de su invasión por entes preternaturales, o humo de Satanás… tal que si todo ello fuera ajeno a su gestión de Vicario de Cristo y sucesor de San Pedro. Pienso que la respuesta no es tan difícil. Sólo hay que hacer memoria de algunos hitos de su pontificado, de los que en este artículo selecciono los que a mí me parecen más significativos.

  De la biografía del papa Montini quedarán aquí sueltos muchos cabos que desconozco o no considero, pues que mi propósito es referirme a su pontificado. Pero hay algunos de antes de ser elegido papa que creo honrado resaltar. Por lo menos, dos realidades significativas que ya anticipan su complicada personalidad y condicionan su ejecutoria.

1ª) Que su padre y su madre descendían de judíos confesos.
2ª) La traición a Pio XII y a la Iglesia toda cuando desde la Secretaría de Estado, por su asistente personal Alighero Tondi, elegido por él de la Gregoriana jesuita, se pasaban a la URSS estanilista los nombres y destinos de los sacerdotes enviados a “la Iglesia del Silencio”. Informes que determinaban su tortura y encarcelamiento. Si bien de tal agencia no hubo pruebas bastantes, éstas llegaron años más tarde indirectamente cuando Juan Pablo II acogió de nuevo al privado de Montini reconociéndole la atenuante de “obediencia debida”.

  La llegada a la Sede de San Pedro del ex-Pro-Secretario de Estado, Juan Bautista Montini, significó una auténtica revolución. Ya saben ustedes lo que eso es: que lo que antes era, ahora no sea; que lo que estaba arriba pase a estar debajo; que lo negro se llame blanco, y al revés.

  Pablo VI impulsó un cúmulo de audaces cambios no superados en la historia. Cambios sin los cuales hoy no podrían ni pensarse las audacias que se pretenden con el imperio de los votos que, de facto, sustituyen a la cathedra de San Pedro. Piénsese que lo que todos los heresiarcas juntos no pudieron conseguir, en el pontificado montiniano lo han obtenido gratis; bien directamente o por las medidas que en fases sucesivas lo han facilitado. Sus lamentos jeremíacos suenan a hueco precisamente porque fue por su gobierno que se adoptaron, de modo que no sabemos si atribuir esos lamentos más a la hipocresía farisaica heredada que por alienada inconsciencia.


Examinemos algunos de los hechos y dichos más destacados.

1.- Increíble fue su discurso a la asamblea de la ONU. Discurso rayano en la coba jabonosa: «Estamos persuadidos de que sois los intérpretes de todo aquello que tiene de supremo la sabiduría del hombre. Al menos, queremos decir, de su carácter sagrado.» (?) Con el florón de que la ONU representaba, para él, Vicario de Cristo -Creador, Padre y Redentor nuestro – y, por tanto, para la Iglesia, «lo que la Humanidad viene soñando en el vagar de su historia. Nos atreveríamos a llamarlo la mayor esperanza del mundo […] algo que del Cielo ha bajado a la Tierra.» (Nueva York, 1965)

2.- El 7 de agosto de 1965 Pablo VI levantaba al Patriarca Atenágoras la excomunión que León IX, en 1054, lanzara a los cismáticos orientales. Esta generosidad con la pólvora del rey, es decir con la fe católica, en nada se respondía por el Patriarca de entre sus viejos motivos cismáticos. El caso es que, al levantarle la excomunión, la Iglesia Católica pasaba a aceptar la falsa doctrina de ‘las iglesias distintas y hermanas’. Insulso engaño puesto que Jesucristo fundó una única Iglesia.

3.- El 20 de marzo de 1965 Pablo VI recibía en audiencia privada a un grupo de dirigentes del Rotary Club, oportunidad para elogiar sus objetivos y métodos asociativos y de captación -proselitismo “sano y bueno” y no como el católico “agresivo y soberbio”-. Pudo atender la visita sin elogios, pero no, sin importarle la resonancia mediática el Papa prefirió la alabanza y esquivar que en todo el mundo al Rotary Club se le tiene por filial de la anticristiana Masonería.

4.- Con el Motu proprio “Apostólica sollicitudo”, de 1965, Pablo VI instituyó las conferencias episcopales. Un grave peligro aparecía claro para las cabezas más avisadas: que el Primado del Papa se redujera a condición honorífica en una confederación de iglesias autónomas.

5.- El 23 de marzo de 1966, acompañado por el cismático arzobispo (laico) Dr. Ramsey, el Papa Montini visitó la Basílica romana de San Pablo Extramuros y en aquel acto público cedió al anglicano la bendición a los peregrinos. Lo malo no fue ese obsequio sino que al abrazar al hereje contradijo la Bula “Apostolicae curae”, de septiembre de 1896, en la que León XIII anuló para siempre el orden anglicano.

6.- Por el Motu proprio “Sacrum diaconatus ordinem”, de 18 de junio de 1967, Pablo VI admitía al diaconado a hombres de edad madura, tanto si eran solteros como si estaban casados. Un gesto paternal en apariencia que, al suponer una pronta clasificación de sacerdotes casados, determinó que tres años después el mismo Pablo VI no supiera cómo frenar la sangría de secularizaciones y abandono del celibato.

7.- Con la Constitución Missale Romanum en el Novus Ordo Missae” (si confundimos sus siglas con las de Nuevo Orden Mundial puede que no sea un disparate), Pablo VI sustituyó el antiguo rito romano de la Misa, que seguía en su Canon aquél mismo del cenáculo continuado por San Pedro. Con el supuesto buen propósito de “aggiornamento” el Papa buscó más complacer a los luteranos, aun sin obtener la contrapartida de que “los hermanos separados” aceptaran nuestra fe en la transubstanciación.

8.- En parecida intención e igual respuesta el Papa Pablo regaló a los turcos las banderas que en Lepanto se ganaron para la Cristiandad, en batalla y victoria de la Santa Liga mandada por el príncipe de España, Don Juan de Austria.

9.- En calcada escenificación de humildad renunció a la tiara, la corona pontificia que proclama a Cristo, en su Vicario, esencia y fundamento de los tres poderes: pastor universal, juez de la Iglesia y rey de reyes. No importa mucho, sea verdad o no lo sea, si como se dice la vendió a un judío libanés; aunque, si fue así, no carecería de intención.

10.- Con el motu proprio “Matrimonia mixta”, de 31 de marzo de 1970, pretendía hacer más fáciles los matrimonios entre un fiel católico y cónyuge de otra religión. La fórmula no pudo ser más onerosa para la parte católica ni más rumbosa con la hereje pues que eximió a ésta de comprometerse a que los hijos se bautizaran y educaran en la fe católica, condición milenaria de las uniones mixtas. Para compensar el desequilibrio impuso a los párrocos el deber, casi burla, de informar a la parte no creyente de los citados compromisos a que en su favor se comprometía… la parte católica. (Código de Derecho Canónico, de 1983. c. 1125).

11.- Con el Motu proprio “Ingravescente aetatem” (1970), Pablo VI reglamentaba que los cardenales que hubieran cumplido ochenta años no participaran en el Cónclave. Una medida, como tantas, en que tras la apariencia de practicismo, o si se quiere de piedad, se despreciaba la sabiduría de la edad, consuetudinario tesoro de la Iglesia y de todas las grandes civilizaciones. El objetivo inocultable era sin duda el de apartar de la Curia, del Cónclave y de las diócesis a los prelados tradicionales que pudieran obstaculizar el desarrollo modernista.

12.- El 14 de junio de 1966, abolió el Índice de libros prohibidos con la nota “Post Littera apostolicas”. Esta decisión se justificaba “en la libre responsabilidad de los cristianos adultos”. Aparte de ser una penosa dejación del deber de la Iglesia para con sus hijos, a los que dejaba como ovejas sin pastor ante una jauría de lobos, la permisión indiscriminada de lecturas facilitó la difusión, en las editoriales y librerías tenidas por católicas, de toda clase de herejías, muchas de ellas firmadas por reconocidos doctores anticatólicos.

13.- En 1969, con la Instrucción “Fidei custos” permitió que los laicos distribuyeran la Sagrada Comunión bajo el pretexto de “especial circunstancia o nuevas necesidades”.

14.- Al comienzo de la Instrucción “Memoriale Domini”, redactada en aquel entonces por el masón Mons. Bugnini, Pablo VI prefiere que la Iglesia no distribuya la Eucaristía en la mano, «por el peligro de profanarla» [y] «por el reverente respeto que los fieles le deben». Pero unos pocos párrafos adelante la misma Instrucción nos sorprende autorizando su práctica.

15.- Disminuyó las expresiones de sacralidad esencial visibles en el Dogma de la Eucaristía rebajando la liturgia de la Santa Misa al entendimiento protestante de puro banquete, o memorial de una cena. Con ello, también, el ministerio sacerdotal se redujo a simple presidencia de la asamblea parroquial.

16.- Por la encíclica “Populorum progressio” teníamos que entender que la Iglesia ya no debe centrar sus energías en ganar almas para Cristo y llevarlas a la vida eterna, sino que todos nuestros esfuerzos han de aplicarse a la acción social para promover el humanismo integral que Pablo VI adoptó de su maestro (sic) Jacques Maritain. El Papa se despachó a gusto contra el sistema capitalista no obstando haberse rodeado de auxiliares financieros como Sindona y Marcinkus, entre otros, mezclando a la Iglesia en inversiones incomprensibles; por ejemplo, en el capital de una gran empresa italiana fabricante de preservativos.

17.- Al aprobar el nuevo “Rito de las exequias” Pablo VI aceptaba la cremación de los cadáveres bajo el supuesto de que no se hiciese «por motivaciones anticristianas». Como si fuera fácil saberlo. Esas intenciones anticristianas fueron siempre negar la resurrección de los muertos como postulan los doctrinarios masónicos. Este nuevo rito, contrario a la tradición apostólica, fue ni más ni menos que favor de Pablo VI a las Logias, cuyos socios por ocultar su condición solían pedir tierra sagrada para sus deudos. Según el Papa, este gesto fue «a modo de camino de reconciliación».

18.- Puede suponerse que incluso el más débil creyente desea morir asistido con la última unción por un sacerdote, expirar con un crucifijo en las manos, ser enterrado con su escapulario o su hábito de cofrade… En cambio, qué extraña cosa que el féretro del Papa careciera del mínimo símbolo cristiano. Y no solo esto, que al cadáver se le colocó en el suelo según las exequias judías. (Cf. ‘Regole hebraiche di lutto’, Carucci ed. Roma 1980, p. 17.) Novedad copiada en otros casos notables, como fue con el prelado del Opus Dei, Mons. Álvaro del Portillo.


  Terminaré incluyendo un comentario que pudiera ser oportuno.

  Con todo mi respeto y devoción a la jerarquía pero con todo el derecho y deber de bautizado, afirmo que en la Iglesia actual se evidencian pérdidas del sentido sobrenatural, de despiste sobre su fundación objetivada en nuestro rescate del pecado y en la perdurabilidad de nuestras vidas. Nos hemos girado hacia la sola añadidura del ciento por uno en este mundo, como bien social o falso humanitarismo. Y es por esta pérdida de lo fundamental, y por inconsciente compensación, que los católicos actuales necesitan hacer del papa un ídolo mediático de un nuevo star-system o culto a la persona en detrimento de su vicaría. Hasta el extremos de no ver en él al administrador que gerencia para su señor -ata y desata- la hacienda que le fue confiada; ni, tampoco, al mayordomo que usa para su amo las llaves con que guarda de ladrones la casa. A tal absurdo llega esta papolatría que sus enfermos se violentan a sólo ver bienes donde la historia los niega, y nada de los males que se cuentan en sus escombros.

  Con esta falsificación de la fe se traspasan al Espíritu Santo compromisos impropios de su asistencia, otorgando al papa una infalibilidad imposible… aunque instrumentable. La asistencia prometida en la definición dogmática señala limitaciones como, por ejemplo, que «[…] no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación transmitida por los Apóstoles, o depósito de la fe.» (cfr. Dz 1836.)

  Porque para el fiel más párvulo es claro como el agua que cuando Pedro negó a Jesús, fue Pedro quien le negaba y no el Espíritu Santo. Que cuando Judas le vendió al Sanedrín, no fue inspirado por el Espíritu Santo sino por su personal frustración política. Que en el incidente de Antioquía, no fue el Espíritu Santo el que exigió la circuncisión sino los judíos, y que tampoco Simón Pedro se inspiró en Él para complacerles, sino en su personal debilidad. Así fue, sin secuestro de teologías, las cuales muchas veces sólo son encajes intelectuales que respaldan el corporativismo de un clero sin Gracia.

  Lo seguro es que del Espíritu Santo procedieron las lágrimas de contrición en San Pedro; o que por él le llegaría a Judas el remordimiento que luego malogró suicidándose. Y, sin discusión, sí que fue el Espíritu Santo el que inspiró a la Iglesia, en la persona de San Pablo, la reprensión a San Pedro afeándole que sometiera el conocimiento de Cristo a las exigencias judías de la previa circuncisión. (Hch 15, 1; Ga 2, 11-14) Un acto aquél muy trascendente pues que fijó en los cristianos su total independencia de supuestos hermanos mayores y desmontó la primacía del Antiguo Testamento. Por tanto, salvo mejor opinión, este episodio de la Historia de la Iglesia patenta prioridades doctrinales y coloca en sus justos límites la infalibilidad pontificia, como arriba subraya la referencia magisterial.

  Parece que la canonización de Pablo VI ha de lograrse contra viento y marea. Poco más queda para laurear al Concilio Vaticano II. Al santificar a los papas conciliares se canonizará también esas cabezas de Hidra que son las mentiras nominadas liberalismo (masónico), democratismo (modernista), antropocentrismo (revolucionario), más el materialismo histórico, el progresismo y el comunismo impulsados ya desde su convocatoria. Faltos de razones más consistentes y categóricas, aunque a toda costa dispuestos a su canonización, se acude al sentimentalista argumento de que “realmente Pablo VI sufrió mucho”, en chocante tesis que reivindicaría méritos de santidad para el mismo Belcebú, criatura en eterno tormento.

  En realidad, y dado que en el cielo rige la misericordia de Dios, lo que aquí abajo nos queda del pontificado de Pablo VI es que, aun si dijéramos que quiso hacer el bien pese a que “por humana debilidad involuntariamente hizo algún mal”, lo paradójico de su reinado, quizás lo subrecticio, es que el bien lo hizo muy mal y el mal lo hizo bastante bien.


Sofronio


Fuente: Plano Picado

Visto en: Mater Inmaculata



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lunes, 26 de octubre de 2015

Mons. Tondi, espía asesino comunista y amigo de Paulo VI - La Voz Nacionalista


  Alighiero Tondi, italiano, era miembro del Partido Comunista; 
ingresó en el Instituto de los Jesuitas por orden del Partido. 
En el año 1943 fue ordenado sacerdote.


  Publicamos fragmentos que corresponden a una nota del conocido Abbé Henri Mouraux -fallecido en 1995- publicada en su revista "Bonum Certamen" del número de Mayo-Junio de 1981:

  Me encontraba yo en Roma, cuando el murmullo de un acontecimiento se extendía entre los habitantes de la Ciudad. En efecto, se había visto salir del Vaticano a un hombre esposado, al que un coche celular se lo había llevado. Este hombre despojado de su sotana por orden de Pío XII, no era otro que Mons. Alighiero Tondi, jesuita, secretario particular de Mons. Juan Bautista Montini, éste a su vez, Prosecretario de Estado de Pío XII.

  He tratado este asunto en dos números de Bonum Certamen. Pero como ha producido un revuelo escandaloso, debo resumir los hechos.

  Pío XII, envió detrás del Telón de Hierro, sacerdotes disfrazados de viajantes para proporcionar los sacramentos a los Católicos, así como a Obispos, para realizar ordenaciones. Estos desgraciados fueron arrestados y después fusilados en la URSS. En vano Pío XII buscaba explicar este drama, cuando el Arzobispo de Riga, le reveló que un espía vivía en el Vaticano. Entonces lo hizo vigilar por agentes de policía disfrazados de prelados. (Encomendó la operación a un agente francés especializado en contraespionaje.).

  El resultado no tardó en producirse: Mons. A. Tondi fue sorprendido en el momento en que estaba fotocopiando documentos secretos. Interrogado, declaró que era agente de la KGB, formado en Moscú y que transmitía a sus jefes de la URSS, los documentos que podía robar a Pío XII. Los documentos eran dirigidos a Moscú por mediación de Togliatti (Secretario General del Partido Comunista Italiano), amigo de infancia de Juan Bautista Montini. Ante esta revelación, Pío XII cayó enfermo; tras destituir a aquél, trasladó a Milán a Mons. Montini.

  En cuanto a Mons. Tondi, fue condenado a dos años de prisión, donde se casó con su querida, Carmen Zanti, militante del Partido Comunista. Terminada la condena, Mons. A Tondi y su concubina, se trasladaron a la Alemania del Este. A aquél, le fue dado el cargo de Secretario de Walther Hulbrich, hombre fuerte del comunismo alemán. Fue también profesor de Ateísmo en la Universidad Marxista Leninista. (Por cuenta del Partido Comunista hizo muchos viajes. Pronunció innumerables discursos, y escribió libros contra la Iglesia.)

  Al advenimiento de Paulo VI, Mons. Tondi y su concubina, volvieron a Roma; él se instaló en el Vaticano en calidad de empleado civil; ella fue elevada a muy altas funciones del Partido Comunista. Pronto, Paulo VI, sin ninguna retractación ni reparación, y confesando Tondi que aún guardaba la Cédula del Partido Comunista, legitimó su matrimonio civil por "sanatio in rádice", es decir, sin necesidad de tener que presentarse ante ningún sacerdote. (C.F. "Aurore", del 12 de Marzo de 1965).

  ¿Había abjurado de su ateísmo la ex secretaria de Togliatti? Para nada. Cuando murió, en 1979, su sepelio dio lugar a una enorme manifestación del Partido Comunista, como si se tratase del mismísimo Togliatti o de Enrico Berlinguer...

  Un religioso amigo, bien enterado de lo que pasa en el Vaticano, me aseguró que Mons. A. Tondi, colocado por Paulo VI en un puesto muy secundario, era en realidad su Embajador Personal en sus contactos con la URSS".

   Sobrevenido Juan Pablo II, se perdió por un tiempo el rastro de este individuo, cuando súbitamente, aparece en el primer plano de las noticias religiosas. La prensa italiana hace saber que Mons. A. Tondi, pide al Cardenal Seper, en Octubre de 1980, ser reintegrado al sacerdocio. Y, en diciembre de 1980, Juan Pablo II, lo reintegró al Sacerdocio sin condiciones. Y quizá para honrar su anterior actividad como profesor de ateísmo, fue designado prelado de honor... No abundan los espías conocidos en la historia de la Santa Sede; seguramente ninguno de ellos tuvo la insólita fortuna de Alighiero Tondi.

  Con gran estupor, han visto católicos a Mons. A. Tondi decir misa en público, la misa del Ordo-Bugnini, claro está; pero sin casulla y adornado con mil caprichos...




Nota de NCSJB: El siguiente artículo, puede ser corroborado en su veracidad con una visión oficialista edulcorada en Zenit "La historia del primer jesuita que llegó a ser un comunista y luego regresó a la Iglesia"



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