“Un carlista en potencia”
No todos los
sedicentes o genuinos tradicionalistas españoles, por cierto, han denigrado su
figura; y, a propósito de esta aclaración, volvemos a repetir por enésima vez
que no somos enemigos de la historia y del ideario esencial del carlismo, sino
impugnadores de su visión historiográfica respecto de la Independencia
Americana. Y, muy especialmente, de aquellos pseudo argentinos y, a la par,
pseudo hispanistas, que no trepidan en negarse al uso de la bandera nacional y
convierten en efemérides festejables los reveses de las armas americanas en la
penosa guerra fratricida. Nos resulta demencial que alguien nacido en estos
lares festeje las batallas de Huaqui o Cancha Rayada. Tanto como quien se
gloríe con chauvinismo y fanfarronería estulta de los resultados castrenses de
Chacabuco y Maipú. Son derramamientos de sangre hermana. No son Empel,
Lepanto, la Vuelta de Obligado o Bahía Agradable, que podemos festejar de
consuno. Así lo entendieron los protagonistas de aquellas lides
independentistas decimonónicas, que ordenaron dar cristiana sepultura a los
muertos de ambos bandos y rezar misas por ellos. Por eso hubo médicos
“patriotas”, como Joseph Redhead que asistieron a los “realistas”, y varios de
estos salvaron, por ejemplo, la vida de la criolla María Remedios del Valle,
hoy elevada con insensatez al rango de “Madre de la Patria”. En ninguno de los
dos campos en litigio vemos manifestaciones regulares de crueldad o de
sadismo. Casos aislados y excepcionales, sí; pero conductas constantes o
predeterminadas, no.
En un ensayo que
recomendamos vivamente, el de Enrique de la Vega Viguera,
.podemos leer los siguientes conceptos, que reproducimos algo
extensamente por considerarlos más que significativos:
“Desde mi punto de
vista considero una misma cosa, ser español o hispanoamericano. Ambos poseen
la misma lengua, igual comienzo histórico y una misma tradición. Y de todos los
generales criollos, es, sin duda, José San Martín el que posee, según mi
criterio, las más relevantes dotes del militar profesional.
“Decir que el
teniente coronel del Ejército español San Martín abandonó España para ser el
general de la Revolución americana, no es correcto, sin explicar, previamente,
que la España que entornaba al criollo era confusa, controvertida y llena de
despropósitos. Los hispanoamericanos que estando en España regresaron a su país
de origen, lo hicieron precisamente por considerarse españoles y no estar de
acuerdo con el gobierno constituido. En el fondo, una actitud muy a la española
[...] La impronta con la que España marca a sus buenos soldados, se grabó en el
carácter de este joven argentino [...]. Descubrió las flaquezas y deficiencias
de la organización militar española. A San Martín [...] le causaba pena ver cómo
se descomponía la política española y el ambiente social [...]. La situación
política en la que vive España abre un gran interrogante ante los ojos del
joven capitán: ‘La Madre España –escribiría– se derrumba dirigida y
empujada por torpes y ciegos servidores. En estas condiciones ¿cuál es el
camino que debe tomarse?’ [...].
“Su fórmula de
independencia monárquica hubiera prosperado felizmente, de no cruzarse los
intransigentes que se opusieron a la actitud del virrey. Por desgracia, el
Gobierno de Madrid había abandonado por completo a América, donde los españoles
habían comenzado a dividirse en dos grupos: peninsulares y criollos. La
rivalidad entre ellos había comenzado por razones mercantiles, especialmente al
ejercer el peninsular el monopolio de determinados artículos [...]. Lo dijo
López Lozano en su discurso de ingreso en la Real Academia Sevillana de Buenas
Letras: ‘La emancipación americana no fue una guerra contra los españoles,
sino contra el poder colonial hispánico’.
“En cuanto al particular
patriotismo de San Martín, cabe preguntarse: ¿no sería que quisiera hacer, en
las tierras casi vírgenes de la otra orilla del Atlántico, una nueva España más
limpia y libre de demonios familiares? Y en cuanto a su concepto del honor,
cabe también preguntarse: ¿lo perdió al combatir contra España, y por eso
algunos autores lo han tachado de traidor? A esta pregunta, más que
contestarla, me limitaré a exponer opiniones sobre lo que debe entenderse por
honor. El concepto general de honor es la dignidad moral. Y la dignidad moral
tiene una doble acepción: la propia estimación y la estimación de los demás.
Las antiguas ‘Ordenanzas Generales para Oficiales’ incluidas en las de
Carlos III se refieren al honor militar en varios artículos. Destacamos el art.
9, cuando dice: ‘El Oficial debe saber elegir el partido más digno de su
espíritu y honor’, y el art. 12 afirma: ‘El Oficial cuyo propio honor y
espíritu no le estimule a obrar siempre bien, vale muy poco para el servicio’.
Según el general Vigon: ‘El verdadero honor es el estímulo humano que nos
induce a cumplir rectamente nuestros deberes, cuando nuestra vida no está
inspirada en un sentido religioso’ [...].
“San Martín por su
familia, su educación, los años pasados en España y su formación intelectual y
humana es español, e, incluso, se le debe gratitud por su valerosa defensa de
los intereses e independencia de España. Su vuelta a América no es para luchar
contra España, sino contra los gobiernos y los representantes que se enviaban a
las Américas. Gesto muchas veces repetidos por los propios peninsulares. Los
graves problemas con los que se encuentra intenta resolverlos a través de tratados,
y no de combates. Nunca se mostró sanguinario con los españoles, cosa que no
hizo Bolívar. Y sobre este parecer, abunda nuestro buen amigo y compañero de
corporación don José Acedo Castilla, al que agradezco, que al conocer el tema
de mi disertación, me enviara un amplio interesantísimo artículo titulado ‘La
actuación política del General’. Del mismo, tenía ya recogido el aspecto
militar de San Martín, pero considero muy interesante aportar algunos de los
párrafos que José Acedo escribió sobre el aspecto político del indicado general
argentino. Dice entre otras cosas, que San Martín opinaba que: ‘Llevar al
Gobierno a los más incultos y darles preponderancia era un desastre político’.
‘San Martín, como dijo Bolívar, no creía en la democracia, estando
convencido de que aquellos países –al menos por entonces– no podían ser regidos
más que por gobiernos vigorosos, que impusieran el cumplimiento de la ley, ya
que cuando los hombres no la obedecen voluntariamente, no queda más arbitrio
que la fuerza’. Por eso, a su entender, ‘el mejor gobierno no es el más
liberal en sus principios, sino el que hace la felicidad de los que obedecen’ [...].
Finaliza Acedo su interesante artículo, opinando al igual que el barón de
Eroles, que preguntaba: ¿Sería acaso San Martín un carlista en potencia? ¡Gracias
Don José por su colaboración! Se sabe, que San Martín en los últimos
años de su vida, recordaba con nostalgia el tiempo vivido en España,
singularmente en Cádiz, y las circunstancias políticas que le tocó vivir”.
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