OBJECIONES A
PROPÓSITO DE JUDAS Y SU PECADO
Más dirá alguno: —Pues si estaba escrito que
todo eso tenía que sufrir Cristo, ¿por qué se le acusa a Judas? En realidad, él
no hizo sino cumplir lo que estaba escrito. —Más no lo hizo con esa intención,
sino por malicia. Y si no miras al blanco de las acciones, aun al diablo
absolverás de toda culpa.
Pero no, no es así, no es así. Lo mismo el
diablo que Judas merecen infinitos castigos, aun cuando se salvó la tierra.
Porque no nos salvó la traición de Judas, sino la sabiduría de Cristo y
la traza admirable de su providencia, que supo aprovechar para nuestra
conveniencia las maldades de los otros. — ¿Pues qué? —dirás—. Si Judas no le
hubiera traicionado, ¿no le hubiera traicionado otro? — ¿Y qué tiene esto que
ver con la cuestión? —Sí, porque si Cristo tuvo que ser crucificado, por
alguien tuvo que serlo. Y si tuvo que serlo por alguien, forzosamente por
alguien de la calaña de Judas. De haber sido todos buenos, se hubiera
entorpecido la economía de nuestra salvación. — ¡De ninguna manera! Porque el
que es infinitamente sabio sabía, aun sin darse la traición de Judas, cómo
disponer y ordenar nuestra salvación.
Trazas tiene e incomprensible es su sabiduría.
Por ello justamente, para que nadie piense que Judas fue ministro de su
economía redentora, el Señor pronuncia sobre él su palabra de ¡ay de aquel hombre!
Pero dirás nuevamente: —Si a Judas le hubiera
valido más no haber nacido, ¿por qué le dejó Dios venir al mundo a él y a los
malos todos? —A los malos mismos tendrías que acusar; pues, estando en su mano
no haberlo sido, se hicieron malos. Pero tú dejas a éstos y te metes a
averiguar curiosamente los misterios de Dios. Y, sin embargo, tú sabes que nadie
es malo por necesidad. —Pero habían de nacer sólo los buenos —me dices—, y
en este caso no habría necesidad del infierno, de castigo ni de suplicios, y no
se vería rastro de maldad.
Los malos, sin embargo, o no debieran nacer
o, apenas nacidos, salir inmediatamente de la vida. —En primer lugar, hay que
decirte aquello del Apóstol: Más bien,
¡oh hombre!, ¿tú quién eres, que le replicas a Dios? ¿Acaso dirá la figura a
quien la plasma: Por qué me has hecho así? (Rom 9, 20) Pero, si exiges
también razones, te podemos decir que, estando entre malos, son más de admirar
los buenos, pues entonces señaladamente dan muestras de sí su paciencia y su
mucha filosofía. Más tú, al razonar
de esa manera, quitas toda ocasión de lucha y de combate.
—Entonces —me dices — ¿para que los buenos
brillen son castigados los malos? — ¡De ninguna manera! Los malos son
castigados por su maldad, porque no son malos por el mero hecho de venir al
mundo, sino que se han hecho tales por su negligencia, y por ello son
castigados. En efecto, ¿cómo no han de merecer castigo, pues, habiendo tenido tantos
maestros de virtud, no sacaron provecho alguno? Porque como los buenos merecen
doblada gloria, no sólo por haber sido buenos, sino por no haber sufrido daño
de su convivencia con los malos; así los malos merecen doblado castigo;
primero, por haber sido malos, cuando pudieran haber sido buenos, como lo
prueban los que lo fueron; y luego, por no haberse aprovechado de su convivencia
con los buenos.
Pero veamos ya qué es lo que dice este
infortunado de Judas: ¿Qué es, pues, lo
que dice? ¿Por ventura soy yo, Señor? —Y ¿por qué no preguntó eso desde el principio?
—Porque pensó quedar oculto al decir el Señor: Uno de vosotros; pero cuando se
vio descubierto, se atrevió a preguntar nuevamente, esperando de la mansedumbre
de su maestro que no le reprendería. De ahí que también le llame Rabbí.
SAN JUAN CRISÓSTOMO – “Homilías sobre el Evangelio de San Mateo”
Nacionalismo Católico San Juan Bautista