San Juan Bautista

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martes, 15 de octubre de 2019

La Caja - Antonio Caponnetto - Dr. Aníbal Johnson




LA CAJA

Por Antonio Caponnetto


         Está pronto a aparecer mi libro “Democracia y Providismo”. No lo leerán tampoco mis detractores; pero eso sí: seguirán presentándole objeciones a mi postura, como si yo nunca las hubiera respondido. Y sobre todo, seguirán presentando a la tal postura como a ellos se les ocurre que fue enunciada. Por lo que continuaré repitiendo con Denes Martos: “me hago responsable de lo que digo, pero no de lo que usted entiende”.

         Ahora bien; en un apartado del capítulo XV de dicho libro, subtitulado “Pensar afuera de la caja”, escribo algo que quisiera compartir con los amables lectores.

         Pero la idea de elegir este fragmento no me pertenece. Me la ha dado un querido amigo al remitirme anoche un excelente artículo titulado “Comentarios fuera de la caja”.

         En dicho artículo, al que gustoso remito,el autor repara en una propaganda de Mercado Libre, que gira precisamente sobre la importancia de la caja; pero de una en particular: la urna.

         Como yo no podría decirlo mejor que él, remito primero a su nota, y después al fragmento de mi libro.





COMENTARIOS FUERA DE LA CAJA

Por el Dr. Aníbal Johnson
  
Good evening.


         # Empecemos, amigos, hablando de la caja. Pero no les hablaré esta noche de ninguna ominosa caja oblonga, no vamos a meternos en estremecedoras cuestiones literarias. Vamos a meternos en estremecedoras cuestiones democráticas. Que nos perdone Edgar Allan Poe, víctima mortal de la insidia democrática. En efecto,  acabamos de toparnos con un breve vidéo que nos pone ante los ojos las bondades que tiene este común objeto, la caja. A falta de poesía que la exalte, ahora los publicistas, al servicio de una empresa de nariz ganchuda, hacen su panegírico. Ellos que adoran otra caja (la caja de caudales, “¡éxtashis!” decía el malogrado Néstor) ahora exaltan la humildísima y olvidada caja de cartón. Los Lugones, los Pedroni de nuestra era escriben a través del “vidéo”, ¡qué progreso! Sin rima pero con música.


         Una caja de cartón, ¿puede haber algo más frágil? Allí se guardan las cosas de escaso valor, las cosas perecederas, incluso los residuos, los desechos y los cuadernos perdidos de los escritores fatalmente inéditos. Casi siempre se usan una vez y se tiran, o se entregan en mano –lo cual es una muestra de urbanidad hoy en desuso- al cartonero (sugerimos que si el cartón contiene dentro un brebaje estimulante, alegrante y rojizo llamado “Termidor” se ingiera primero, pues el susodicho trabajador de los cartones podría desviarse peligrosamente de su camino).

         Demostrada deja la vulnerabilidad de la caja la sensiblera publicidad que nos conmina a ir a colocarnos frente a una caja que nos dé “esperanza”.

         Precisamente allí el voto es tratado como un producto, una mercancía,  que un “libre mercado” se ocupa de mercadear. ¡Está todo dicho! ¡Votemos!

         En fin, querido lector, yo no sé cómo no me conmuevo hasta las lágrimas con la voz trémula del Beto Brandoni, demócrata raigal si los hay, que narra las heroicas peripecias de la caja, hasta llegar al “¡éxtashis!” democrático.

         Y encima, ¡cómo no va el votante “celeste” a exultar cuando en un momento de la propaganda se afirma que “cuidamos vida en una caja” (¿vida humana?, bueno, no, no, de un hamster, pero es lo mismo, no? no hay que discriminar a los cobayos, menos a los cobayos votantes o democráticos).

         Señores, estamos sin dudas ante una caja inclusiva ¡Hasta la mujer con piercings y tatuaje de serpiente está incluida! ¡Todes, señores, todes!

         ¡Caramba!, diría Borges, lo que puede la superstición de las estadísticas.

         En fin, acabemos ya con tanta pavada, con tanta estupidez metida en una caja.

         Si me dan a elegir, yo prefiero esa otra “caja” hoy tan pero tan olvidada, escondida en un rincón culposo de las iglesias (vaticanosegundo mediante) que se llama SAGRARIO. En esa humilde y sublime “caja”, allí reside toda mi esperanza, porque sé con absoluta seguridad –sin que medien estadísticas ni consultas ni debates- no sólo que allí está la salvación, sino que, para tomar prestado el eslogan, “lo mejor está llegando”: el retorno de Cristo Rey en Gloria y Majestad.
  

         # Atendamos ahora a alguien que sabía bien lo que decía, don Nicolás Gómez Dávila: “Las minorías que se vuelven mayorías siguen creyéndose valientes”.

         Y esto no sólo da que pensar en las turbas exaltadas de izquierdistas y/o feministas (es decir, lesbibolches y otros esperpentos) que denuncian con “valentía” la “opresión” de los poderosos cuando en realidad todas las leyes se las están sirviendo en bandeja (de cartón, por supuesto) y es su mentalidad diabólica la que está en la mayoría de los mass-media del sistema, con un gran y constante flujo de dinero (verde, desde ya) detrás.

         Sino que también podemos y debemos ir más allá. Bueno, yo lo hago, invitado por el genial sabio reaccionario.

         Voy a decirlo así: en democracia, el que vota es mayoría. Quiero decir, el que vota a cualquiera, aunque sea a un partidito “de morondanga”, perdonando la expresión, que no obtiene ninguna banca. El que vota se vuelve mayoría, y deja de lado a la minoría, que es la que no vota. Dentro de esa minoría, lógicamente, hay unos lúcidos, activamente resistentes, convencidos, y otros que viven en pleno despiste (por no decir estrellados). Pero en democracia, “votes a quien votes”, como dice el spot publicitario mentado más arriba, “lo mejor está por venir”. Eso “mejor” es esto: la democracia sigue viva. Y avanza. Paso a paso y voto a voto.  “Votes a quien votes”. Ya decía Chesterton que el sistema funciona porque en realidad no hay dos partidos, oficialismo y oposición, sino uno solo, con dos caras. Las oposiciones intra-sistémicas son oposiciones que alimentan el sistema. Son como el aceite que mejora la fluidez del engranaje. El poquito de vinagre que realza la ensalada. Se ha visto en el reciente debate –que no me puse a mirar, of course, porque tenía cosas menos estresantes que hacer, pero del cual recogí las informaciones necesarias- donde todos como buenos actores (no tan buenos, digamos, eran preferibles Darío Vittori o Tincho Zabala) cumplieron su pautado papel, incluidos los representantes de la prensa. Apenas hubo un par de escaramuzas que no lograron turbar la buena convivencia democrática. Lástima da que alguien que años ha se pintaba la cara para combatir a los enemigos de la patria, arma en mano, ahora se pinta la cara para ir ante las cámaras de televisión a cumplir un papel de actor secundario en una película terroríficamente cómica. 

         Así que la valentía, nos parece, en esta situación, no está en plegarse a la mayoría, sino en seguir siendo, contra viento y marea, minoría. Pero, una minoría lúcida, afirmada en convicciones que no sean capaces de conmover e influir los cantos de sirenas democráticos, que nos hagan ir a presentarnos delante de una caja, donde sepultemos toda esperanza.


         # Estoy desvelado. Las noticias de la Iglesia-modernista-conciliar-pachamámica-peroncha son duras. Leo esta profecía de Ana Catalina Emmerick: “(los demoledores encontraron en el templo)…una mujer llena de majestad. Me parecía que ella estaba embarazada, ya que caminaba lentamente: los enemigos fueron presa del pánico al verla y la bestia no pudo ya dar ni un paso adelante. La bestia albergaba el cuello hacia la mujer con el aspecto más furioso, como si quisiera devorarla. Pero la mujer se volvió y se prosternó con el rostro contra la tierra. Vi entonces a la bestia huir de nuevo hacia el mar y los enemigos correr en el mayor desorden” (AA. III, 113)

         El diablo tiene horror, pánico, jabón, vamos: cagazo infinitos ante la Santísima Virgen María. Contra Ella no puede nada. Menos que Macri para bajar la inflación. Menos que Del Caño para disimular su rencor. Menos que Fernández Alberto para disimular su vileza. Mucho, mucho menos. Por eso, centra sus ataques en la mujer embarazada que le recuerda su pesadilla recurrente. Así, su impulso del aborto, para acabar con esa obsesión que le trae a la mente su absoluta derrota. Y de allí que las abortistas lleven el color verde de la serpiente. El enemigo es la mujer embarazada.

         Ahora bien, acabamos de ver en reciente ceremonia que agota todas las calificaciones, a un grupo de supuestos indios (enfundados en americans jeans) llevar al Vaticano, en macabra ceremonia, como sacada de una película de Jacques Tourneur, pero ahora versionada por algún zoquete director del cine argentino, la tosca estatuilla de una mujer embarazada totalmente desnuda. También destacaron los informadores otra estatuilla de un hombrecito de falo, que francamente no se parecía al David de Miguel Ángel. Señores, esto fue una burla deliberada del maligno, una espantosa canallada de sus lacayos que encabeza Bergoglio, una afrenta a la Madre de Dios que permitieron los corifeos del Rey que está desnudo. Nada de majestuosidad en la mujer embarazada, sólo vulgaridad, suciedad, ramplonería, inmundicia, la religión de cuarta a que nos tiene acostumbrados el demoledor Francisco. Idolatría y provocación.

         Oh, la guerra se hace más clara, se definen mejor las dos posiciones, y para desgracia de la serpiente, de las verdes y de los que odian a la Inmaculada, Ella es invencible, y tiene en su mano una escoba, no porque sea bruja, sino porque es Madre, y como toda ama de casa, sabe muy bien limpiar su casa.

         Seamos humildemente esas escobas, esos trapeadores, esos insecticidas y desinfectantes que use cuando quiera nuestra Madre.


         # Bueno, se hace tarde. Último apunte. Chesterton hace hablar a mi tocayo el Dr. Johnson así:

         “En otra parte, dirigiéndose a la señora Swift, el Dr. Johnson defiende las formalidades: «la convención es civilización, señora, y no podemos prescindir de la cortesía sin perder humanidad» y ya que la señora parece inclinarse por una vida sencilla y sin complicaciones protocolarias, le replica el viejo Johnson «Señora mía, una vaca lleva una vida sencilla. No necesita más que hierba» a lo que protesta la señora Swift: «No será usted tan rudo que vaya a comparar a una dama con una vaca» «No, señora, contesta élla compararé con un asno si le desagrada que se la trate con la debida civilidad».

         Oh, y eso que mi célebre tocayo osó decir, en la queja del erudito por su propia timidez, “hacia las damas hui como hacia un refugio contra la algarabía, el insulto y la rustiquez; pero hallé que mi ánimo decaía al acercarme a su aposento, y me vi otra vez desconcertado por las ceremonias de mi entrada, y confundido por la necesidad de atender tantas miradas al mismo tiempo”. Pero, ¿dónde fueron a parar esos modales? La algarabía, el insulto y la rustiquez –para decirlo de manera educada- de las lesbibolches desenfrenadas nos obligan a caratular sus costumbres públicas de monstruosa aquelarre. Y, ¿con qué comparar a estas deformes gárgolas andantes de nuestro tiempo, que reniegan de su femineidad llegando a negar su condición de mujer?:


         Dice don Sardá y Salvany sobre la mujer: “Tienes en la vivienda del hijo del pueblo un verdadero ministerio: si por desgracia eres mala, eres lo peor del mundo, una harpía; si felizmente eres buena, eres en cierto modo un sacerdote doméstico”. 

         Caídas de esa gran misión, de ese exquisito deber y delicado privilegio, se han hecho “lo peor del mundo, una harpía”. Sí, no quieren que las llamen mujeres: hay que llamarles harpías.

         Para distinguirlas de las que son, verdaderamente, mujeres.

Good evening.




Pensar afuera de la caja

Por Antonio Caponnetto

(Fragmento del Capítulo XV de Democracia y Providismo. Un intento de guía orientadora, Buenos Aires, Bella Vista, 2019)


         Le debemos al padre Christian Ferraro el habernos recordado una expresión, detrás de la cual, hay una noción llena de fecunda aplicabilidad. Es la expresión “thinking outside the box o out of the box​​, cuya traducción literal es “pensar afuera de la caja”. Es un metáfora, claro está, y los ejemplos varían.

         Los ejemplos abundan, decimos, pero la idea subyacente es la misma: si me obligan a pensar dentro de una caja; si esa caja me la da el mismo enemigo al que se supone debo combatir; si me fuerzan a no salirme del baúl, y a elegir coactivamente y con exclusividad las herramientas que están dentro del arcón, ya no solamente no soy un hombre libre sino fatalmente condicionado. Puedo considerarme un cataléptico, cuyo trágico destino es despertar vivo en un féretro y no poder ecapar. Morir dos veces encerrado no es lo que se dice un buen augurio y sólo pensarlo aterra. Sin embargo es, aunque no lo sepan, el desenlace habitual del hombre que acepta el juego democrático.

         Referido al terreno que estamos tratando de dilucidar, y amén de lo ya dicho –sobre lo que pedimos amablemente volver- pensar afuera de la maldita caja supondría, por lo pronto, aproximarse a las siguientes reflexiones:

         -No es posible que el concepto de “solución” en política, esté tomado del ámbito matemático, según el cual se trata de “descubrir equis” para que cierre la ecuación y se resuelva la incógnita o el acertijo algebraico. La política no es una ecuación, ni su campo propicio es el del laboratorio, en el que mezclando sustancias podremos tener ciertos productos nuevos o desactivar otros obsoletos.

    Créase o no, hacia fines de julio del corriente año, el Doctor en Matemáticas, Adrián Paenza, de notoria filiación kirchnerista, disertó en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, en vísperas de unas elecciones a realizarse en este 2019, para explicar el método de progresión aritmética en virtud del cual se podrían ganar las susodichas competencias de soberanías populares. Es la misma mentalidad por la que otro de los candidatos de análoga corriente ideológica, se decidió a presentar su apellido como un algoritmo. Candidateaba su fórmula cuántica, no su ideario.

 Bergson proponía ingenuamente “actuar como hombre de pensamiento y pensar como hombre de acción”. Nada de eso. Aquí se trata de hallar la “solución” indistinguiendo el pensar del actuar. Reduciendo todo a un activismo praxeológico que nos permita cuanto antes colocar “la equis” en el casillero correspondiente. ¡Ay de la “solución” política en manos de los mercaderes, los hábiles, los tecnócratas y los dilucidadores de ecuaciones! ¡Ay de estos solucionadores seriales cuyo sustento está en las estadísticas y en los sondeos! En una patria concebida como mercadotecnia, solucionar algo es hallar o fabricar el producto que falta. O mejor aún: hacerle creer a la sociedad que se lo ha hallado.

Mientras sigamos concibiendo el hacer político como sinónimo de fabricar soluciones con las mismas herramientas que nos da el enemigo en la caja que él nos impone, seguiremos, no sólo siendo víctimas de una gran trampa. Seguiremos perpetuamente deasosegados preguntándonos qué hacer y cuál es la solución.

    -No es posible asimismo que, tras imponérsenos un concepto de solución tomado del mundo numérico, se vuelva a incurrir en otro reduccionismo, por el cual, solucionar es dar respuesta eficaz a un problema, duda o cuestión, o alcanzar un fin positivo. Pero está prohibido creer que las verdaderas respuestas eficaces o fines positivos exigen perentoriamente rechazar y repudiar  el circulo vicioso del sistema o la aporía del Régimen. Es lo que supo denunciar en su momento el italiano Pascual Pastore, cuando acusó a los marxistas y a los liberales de tener de la vida un concepto químico, en el que cuentan las sales y los ácidos pero no las virtudes y los bienes. Ese modo de concebir la solución política lleva a la edificación de Babilonia, pero no a una patria que merezca ser vivida y sentida como ejecutora de un gran destino.

-No es posible, al fin, en tercer lugar, excluir dos últimas alternativas. La primera que no merezcamos alcanzar la solución. Que la problematicidad recurrente y persistente de nuestra situación política sea un merecido castigo, o un doliente aprendizaje, o una expiación de las tantas que se ha valido Dios en la Historia para purificar a los pueblos desleales. ¿Cuál es la solución, se pregunta el desesperado; y qué hacer para alcanzarla ya? No se le pasa por la cabeza que podamos ameritar el peso punitivo de un dilema; que la tal punición tenga un origen divino; y que serán así las cosas hasta que no removamos los impedimentos espirituales y morales para encontrar la recta salida.

No se le cruza por el magín a nadie, empezando por los pastores que deberían tener cierta familiariedad con lo sagrado, que la Divina Providencia puede suspendernos el hallazgo de un remedio, hasta que no aprendamos a pedir el que realmente estemos necesitando para nuestra salud corporal y espiritual. ¿Qué podría tener de injusto o de improbable, que por no saber pedir las soluciones rectas, Dios desoyera nuestros constantes reclamos solucionadores? ¿Qué podría alterar la sabiduría divina que, a aquellos que se oponen a la misma, les sea retirada temporariamente la ayuda y exigida en cambio la penuria, hasta que se prosternen ante el Dios que han ofendido?

Y aquí es cuando entra a tallar la última de esa doble alternativa que mentábamos. Su fuente de inspiración está en una sugerente hierofanía helénica de los tiempos clásicos.

De acuerdo con la misma, los ciudadanos de Frigia necesitaban elegir jerárquicamente a su rey; y como cuadraba al noble ambiente religioso de la época dirigieron el pedido de consejo a la divinidad. La divinidad habló por la voz del Oráculo, para indicar que reconocerían al nuevo monarca, porque ingresaría airoso por la Puerta del Este, con un cuervo rampante sobre su carro. El que así reunía tales requisitos fue un simple labrador,llamado Gordias, cuya riqueza era su carretón y su patrimonio un par de bueyes. Elegido soberano, dio a la ciudad el nombre de Gordio, y en ofrenda le supo entregar a Zeus su propio carruaje, pero enlazando lanza y yugo con un nudo tan duro, resistente y duradero, que nadie osaría desatarlo ni podría. Un vaticinio no obstante quedó formulado en ese acto: el que pudiese desamarrar tamaña atadura quedaría en condiciones de conquistar el Oriente.

Cuando tras su paso expedicionario, después de atravezar el Helesponto, Alejandro Magno llegó a posicionarse de la antigua Frigia, se encontró con la historia, con la leyenda y con la realidad de aquel fatídico nudo. Sabido es que lo cortó de un tajo con su espada filosa y penetrante. Si hemos de creerle a Quinto  Curcio Rufo (y a los efectos que nos proponemos da lo mismo), esa misma noche, Zeus aprobó lo actuado con una tormenta de rayos. La divinidad, dijéramos sin rodeos, vio que la solución era buena y la consintió, otorgándole su ejecución al hombre indicado.

Se ha dicho que el lema personal de Fernando El Católico, “tanto monta”, contenía una alusión directa a la tradición del nudo gordiano. En la medida en que “tanto monta cortar como desatar” habría sido la frase original de la que se tomó el famoso apócope regio. Y la verdad es que la divisa del gran monarca se presentaba colocada sobre un yugo, con un cordón cortado alrededor.

En Cáceres, en Losar de la Vera, en la iglesia de Santiago, puede verse el emblema de los Reyes Católicos, tallado en piedra. A la izquierda, el yugo de Fernando luce con la cuerda suelta, desatada, a golpe de filo, contrafilo y punta. Buen símbolo para darse una cabal respuesta a esta doble pregunta que enloquece a quienes no saben conservar el quicio en la adversidad o en la encrucijada. Pues lo que hay que hacer es cortar el nudo gordiano. Allí está la reclamada solución. Permita Dios que lo corte un Príncipe Católico. Pero entretanto, cada uno de nosotros, ante su propio y personal nudo, puede elegir vivir esclavo de sus ligaduras, o decidirse a ser políticamente libres, cortándolo con parresía. Para tamaño tajo, por cierto, se necesita contar con un “medio” más que especial: la espada del espíritu, que es la palabra de Dios. Cuando aniquilemos la ideología rousseauniana, y la sustituyamos por la pedagogía paulina, al menos, en cada alma reconquistada será cumplida la promesa del cántico perenne: volverá a reír la primavera.




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