San Juan Bautista

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martes, 1 de octubre de 2019

El Estado liberal, jacobino y democrático - Jordán Bruno Genta



Nota de NCSJB: a modo de pequeño homenaje al mártir de Cristo y la Patria, Jordán Bruno Genta, en vísperas de otro aniversario de su nacimiento (1909-1974), compartimos un pequeño fragmento de su pensamiento que demuestra dónde está el mal absoluto que corroe las naciones. Y para los que exigen respuesta al “qué hacer”, vaya como primera recomendación el empezar sabiendo que NO hacer, comenzando por NO contemporizar con el mismo sistema generador de lo mismo que pretenden combatir. 



La negación del verdadero Señor del tiempo y de la eternidad, Jesucristo, se acusa históricamente en la exaltación de los falsos señores del dinero. El único dilema teológico es: Dios o las riquezas.

El pluralismo ideológico y  la coexistencia pacífica con  el  comunismo  marxista  que ha logrado un pleno conformismo ambiental en las democracias plutocráticas,  es  la  obra  de una propaganda abrumadora por todos los medios de comunicación, financiada  por el poder  internacional  del dinero.

 H. Belloc en su bien documentado libro sobre Los judíos, nos advierte acerca de “una cuasi alianza que se percibe en todo el mundo entre los banqueros judíos por una parte, y el comando judío de la Revolución Rusa por otra”.

El Padre Meinvielle en su estudio teológico sobre la cuestión judía, concluye en base a sólidos argumentos que “la apostasía universal de los pueblos gentiles y la dominación judaica de todos los pueblos serán un solo hecho histórico”.

 H. Coston en su libro Les financiers qui ménent le monde (Con dinero rueda el mundo, en la traducción castellana), nos demuestra que “hasta el siglo XVI [...] el poder político es el más fuerte. Sabe y es capaz de resistir a los señores feudales y a los banqueros [...] pero en el siglo XVIIII, la república francesa tiene un rey: Rothschild”.

 El documento más notable y menos cuestionable que se puede citar en orden a la idolatría de la riqueza en la Cristiandad contemporánea, nos lo ofrece el judío Carlos Marx, en una serie de artículos juveniles reunidos en un opúsculo titulado La cuestión judía:

 “El egoísmo es el principio de la sociedad burguesa. El dios del egoísmo es el dinero. El dinero humilla a todos los dioses del hombre y los convierte en una mercancía. Es el valor universal de todas las cosas. Ha despojado de su valor peculiar a todos los seres... El dios de  los  judíos  se ha secularizado.  La letra de cambio es el dios real del judío. El dinero convierte al hombre y a todos los seres en cosas enajenables, venales, entregadas a la servidumbre de la necesidad egoísta, del tráfico y de la usura.

El judío ateo, Carlos Marx, nos revela con agudeza implacable, el verdadero significado del Estado liberal jacobino, democrático, nacido de la Revolución Francesa. Es el Estado edificado por cristianos renegados, sobre el hombre egoísta erigido en el hombre real y verdadero, en el hombre natural. El hombre comienza y acaba en cada hombre. El hombre nace libre y bueno, pero la sociedad lo ha corrompido hasta ahora por medio de la religión, de la familia, de la patria. Hay que desarraigarlo de todo vínculo existencial con el pasado, lo histórico, lo tradicional, porque es un lastre de prejuicios y de servidumbres inadmisibles. Las nuevas estructuras sociales y políticas tienen que ser convencionales, contractuales y revocables a voluntad: familia, Patria, Estado. En principio, el derecho y la ley no tienen otra finalidad que garantizar los derechos del hombre egoísta. La seguridad es el valor supremo en la sociedad liberal; se sobreentiende que se trata exclusivamente de la seguridad material.

Se comprende que según este criterio del hombre egoísta, el poder político se haya subordinado al poder económico; el servicio haya sido relegado por el provecho; los intereses individuales o de grupos hayan prevalecido sobre el interés general. Esto nos explica el Estado liberal, neutro, indiferente, policía de seguridad para los triunfadores; la economía de lucro y la libre concurrencia sin límites; la propiedad como derecho absoluto e incondicionado; el  imperialismo  internacional  del  dinero y  la conciencia ideológica de clases antagónicas,  extremas e irreconciliables, más acá y más allá de las fronteras nacionales.

La política que no sirve al bien común, suprema ley de la sociedad después de Dios, se corrompe y se degrada.  Una  institución  es  buena si  sirve adecuadamente, eficazmente, al fin para que esta hecha; es mala si no sirve y, por el contrario, conspira contra dicho fin. El Estado liberal, jacobino y democrático edificado sobre el hombre egoísta y el sufragio universal, han permitido que la riqueza del poder soberano de la Nación haya sido reemplazada por el poder de la riqueza sin Dios y sin Patria. La plutocracia internacional  a la sombra de la llamada soberanía popular, mediatiza los poderes públicos y explota a las naciones. La concentración progresiva de las riquezas nacionales, en poderes financieros multinacionales a favor de los principios liberales, ha despojado y miserabilizado a la inmensa mayoría de las personas y de las naciones.


Jordán B. Genta: “El Nacionalismo Argentino” Ed. Cultura Argentina S.A. 1972. Págs. 10-13.


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