San Juan Bautista

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miércoles, 4 de noviembre de 2020

Invasión Inglesa 1806. Vindicación de Sobremonte - Luis Alfredo Andregnette Capurro

            


“¡Dios conceda que esta Historia sirva de edificación y de provecho y no de escándalo al pueblo Cristiano!” decía en el final de un proemio Menéndez Pelayo. Hacemos nuestro este lema al iniciar la nota que pretendemos se levante como espada triunfadora en defensa del Marqués Rafael de Sobremonte Núñez y Carrasco, un hombre digno, víctima inocente de humillantes epítetos que se juntan con su nombre como algo natural. Un ejemplo para mostrar lo que se ha repetido hasta la saciedad y lo que es peor, ha hecho carne en generaciones va aquí: “el cobarde Sobremonte”. Lo mismo que “el Virrey inepto” que se ha sostenido como un axioma matemático.

El aprendizaje histórico tiene varios escalones uno de ellos es saber qué quieren decir las palabras. O, dicho de otro modo, para saber historia no basta aprender, sino también comprender el accionar para luego emitir el juicio. Y menos todavía emitir coplillas denigrantes contra el probo funcionario, como muestra el doctor Luciano Álvarez en su libro “Intrigantes “Valientes” y Traidores” (Ediciones Banda Oriental 2012). Esta obra nos llevó a conocer al iniciador de la historieta denostadora del octavo Virrey del Plata, nuestro glorioso Reino devenido en Patria Grande Balcanizada.

El “historiador” porteño Ignacio Núñez (1792 -1846) fue el difamador. En  su “estudio”, “Noticias históricas de la República Argentina” nos muestra una coplilla que aquí va, con las disculpas al lector serio:

“¿Ves aquel bulto lejano

que se pierde tras el monte?

Es la carroza del miedo con el Virrey Sobremonte”

Tonterías como esa se repitieron en el correr de los años en ambas márgenes del Plata. En  la República Oriental se repitió ese eco y se le dio patente de corso. El continuador de Núñez fue un religioso que ante la necesidad de libros para la enseñanza católica, puso manos a la obra. Pocos años después de su llegada a estas playas al alborear 1900 y con 26 años publicaba el “Primer Ensayo de Historia Patria”. Durante más de cincuenta años hubo ediciones para todos los grados y para los Maestros del Bachillerato. El Hermano de la Orden de la Sagrada Familia que adoptó el nombre religioso de Damasceno (por ello firmaba sus trabajos HD) en realidad era nacido en Francia (1874) y se llamaba Eduardo Perret Viragnoux habiendo fallecido con los Santos Sacramentos en abril de 1957. Aquí, desde su llegada, se enfrentó con una lucha entre la enseñanza católica y la pública laica y masónica. El Hermano HD siguió el camino que señalaba el primer Arzobispo de Montevideo Monseñor Mariano Soler para combatir el sentido del naturalismo de compás y escuadra que finalmente con José Batlle y Ordoñez tuvo éxito. En una homilía, en la Catedral expresaba el Prelado para ese momento y el futuro: “Así como el naturalismo desearía arrojar a Dios del Estado, de la Sociedad, de nuestras cunas y de nuestras tumbas pretende arrojarlo de nuestras escuelas para formar generaciones ateas…” Entre los Orientales hubo alguien que pretendió concretar esos horrores. Se llamó José Pedro Varela y había nacido en 1845 en el Montevideo sitiado por el Presidente Oribe siendo hijo de Jacobo Varela y por lo tanto sobrino Oriental de los Varela, Juan Cruz y Florencio integrantes de la familia unitaria huída a nuestra ciudad y que fuera la que aconsejara a Juan Lavalle, el criminal fusilamiento del coronel Manuel Dorrego.

José Pedro Varela fue desde muy joven seguidor apasionado de la filosofía revolucionaria del siglo XVIII y admirador de Sarmiento y su pensamiento. Como su Maestro, visitó los EEUU donde conoció al protestante uniatarista pedagogo Mr. Mann coincidiendo con él en que el rol principal de la educación era expulsar de las escuelas lo religioso y adjudicarle al Estado el control de los centros educativos. Sus libros más importantes fueron “La Legislación Escolar” y “La Educación del Pueblo” Montevideo 1876 (Edición Clásicos Uruguayos 2 tomos 1964) producto de su formación racionalista en la que señalaba en primer lugar la necesidad de eliminar los estudios de los clásicos. Estos eran denunciados como contraproducentes en tanto  inducían al desdén por el trabajo, y la producción. El pensamiento vareliano señalaba por otra parte la herencia española como poco afín al trabajo y hasta retardataria. El juicio general que el Dr. Carlos María Ramírez tenía sobre los escritos de Varela era definitivamente hostil. “La Legislación Escolar” la juzgó “ilegible, trivial, presuntuosa, monótona…” (Cita extraída del excelente estudio de José Rilla titulado “La actualidad del pasado”. Pero el aspecto mas jacobino y positivista de su pensamiento estaba en sus artículos del diario "El Siglo” ¿Un ejemplo?  la edición del 15 del XII de 1866: “El silbido de la inmensa locomotora del siglo XIX no nos dejará oír las maldiciones del Vaticano expirante”.

Veamos otra perla con su firma en la “Revista Literaria”: “El Catolicismo vanguardia de todas las tiranías y vejaciones”. El plagio que tampoco faltó en este afrancesado masón lo prueba el historiador Juan Villegas S. J. en su trabajo: “El influjo de Ira Mayhew en la “Educación del Pueblo” de José Pedro Varela”. La temprana muerte de  José Pedro en 1879, no le permitió asistir a las nefastas consecuencias de su predica nihilista. Los últimos años del siglo XIX fueron los de la afirmación en la República Oriental de la “escuela sin Dios”. Fuimos más ateos que los mismo “sin dios”.

Durante 1909 se estableció la absoluta laicidad en la enseñanza para continuar con el monopolio estatal en los años siguientes. Se llegó al extremo de pretender eliminar las cruces de los cementerios. El reformismo batllista campeaba en todos los órdenes. En este ambiente intelectual trabajó el hermano HD. Su fe católica lo llevó a Francisco Bauzá el católico ortodoxo en cuya brillante “Historia de la Dominación Española” tuvo su fuente de inspiración. En los trabajos posteriores HD tomó cecas del Partido Colorado, aunque del sector no batllista. Sus maestros a través de los libros de la “Nueva biblioteca” fueron entre otros Pablo Blanco y Eduardo Acevedo, éste último algo más objetivo que el primero, pero con sus “Anales” con fino substractum batllista. De esa manera los ecos de Ignacio Nuñez, Vicente López, Gregorio Funes y otros, se trasuntaron en capítulos donde se hizo evidente la posición de rechazo al Marqués de Sobremonte o la incomprensión de figuras como la de los Generales Manuel Oribe y Juan Manuel de Rosas (“el Tirano”SIC) de quien estampó en sus textos, un: “quería subyugar” (SIC) a la República Oriental.

No rechazamos a nuestro maestro, aunque si lamentamos la confusión que sembró en varias generaciones. En aquellos tiempos se utilizaban todos los estudios llenos de “falsedades a designio”. HD no pudo ver documentos todo lo escribió en su celda monacal Estuvo, sin saberlo, en la antesala gramscista del marxibatllismo.

También pensamos, como defensa, de HD, cuando estudiaba las intervenciones europeas de 1838 y 1845 albergaba en su corazón una simpatía por las tropas de Luis Felipe de Orleans que, aunque masón hacía palpitar en el religioso la Francia de su niñez. En los textos, hubo muy escasa valoración de los Blancos (Oribistas) que tuvieron desde el nacimiento, como dice José Rilla, “una visión más ancha, más rioplatense (más) virreinal…” Hoy, a Dios Gracias, la obra del Revisionismo ha convertido en polvo libros que eran en esos años el “sine qua non” de nuestro pasado. Las obras de Luis Alberto de Herrera, Mateo Magariños de Melo, Guillermo Stewart Vargas, Julio César VIgnale, Felipe Ferreiro, Aquiles Oribe y tantos otros, fueron piedras fundamentales en la Verdad del pasado. En la misma trinchera, los prohombres del Nacionalismo Católico de la Patria Grande los encontramos en lucha luego de haber encontrado la ruta del documento revelador. Así, en esa guerra justa a Manuel Gálvez, Vicente Sierra, Julio Irazusta, Antonio Caponnetto, Carlos Ibarguren, Ramón Doll y tantos cruzados de la Patria auténtica. Sin olvidar la primera lanza del siglo XIX, la de Adolfo Saldías en su documentada “Historia de la Confederación Argentina”. Ésta obra causó la ira de Bartolomé Mitre porque esperaba que su discípulo, prosiguiera la mentira monumental iniciada por el Presidente General sin victorias, pero asesino de miles de paraguayos para “liberarlos do tirano barbado”. Era el Emperador esclavista Pedro II tan ambicioso como don Bartolomé y no menos que Venancio Flores asesino del General Leandro Gómez y lo que es peor, especie de Atila que destruyó Paysandú con cañones brasileños y munición mitrista.

Incomprensiblemente los restos mortales de V. Flores yacen en la Capilla del Santísimo de la Catedral de Montevideo. Ya muy largo el proemio esclarecedor. Ha llegado el momento de quebrar lanzas por el calumniado Virrey del Reino del Rio de la Plata. Rafael de Sobremonte Nuñez y Carrasco, Tercer Marqués de Sobremonte nacido en Sevilla el 27 de setiembre de 1745. Fallecido en la misma ciudad, el 14 de enero de 1827 “como cristiano viejo” es decir “con pureza de sangre” que era la forma de señalar “los antiquísimos antecedentes de familia profesando la Santa Fe Católica” sin que hubiese en ella sangre de marranos deicidas. Desde muy joven llegó al Río de la Plata designada secretario del Virrey Vertiz. En años anteriores había cumplido misiones militares en Ceuta, Puerto Rico y Cartagena de Indias. Ejerciendo este cargo fue nombrado Secretario para el cargo anteriormente citado. Ya instalado en Córdoba del Tucumán (capital de la entonces Córdoba de Andalucía) contrajo nupcias en 1782 con una criolla de pura cepa doña Juana María Larrazábal Avellaneda descendiente directa por los Avellaneda del conquistador Domingo Martínez de Irala gobernador del Paraguay desde 1539 hasta su fallecimiento en 1556. Corresponde aquí que señalemos que una de las hijas del matrimonio, doña Juanita, se casó en Noviembre de 1809 con el Capitán de Navío José Primo de Rivera Ortiz y Pinedo, defensor de Montevideo hasta su caída en manos de Alvear en junio de 1814. Regresado a las Españas con su esposa criolla siguieron años de guerras siempre en la Marina llegando a ocupar el Ministerio de esta Arma y Almirante de la Real Flota. Falleció en 1853 rodeado de sus hijos y esposa. De este gran español queremos destacar por sobre todo que fue tatarabuelo de José Antonio Primo de Rivera Fundador de la Falange Española y Mártir de la España Nacional asesinado por los marxistas el 20 de noviembre de 1936. (Estos datos los debo al magnifico obsequio que me hizo el amigo Dr. Guillermo Eugenio Álvarez Santos de un ejemplar del libro de doña Rocío Primo de Rivera: “Los Primo de Rivera”).

Pero volvamos a don Rafael Sobremonte. Designado Intendente de Córdoba en 1784 cumplió una eficaz gestión embelleciendo la ciudad con obras que por su orden se levantaron. Inició el servicio de alumbrado público, fundamental en aquella culta ciudad del siglo XVIII. Creemos de importancia destacar las defensas para las crecientes del río. Fundó por otra parte un hospital para mujeres, creando Cátedras en la Universidad de la docta. Fueron numerosas las escuelas gratuitas en la campaña y la ciudad. Todo lo que antecede fue acompañado del mejoramiento de la minería. En primer lugar, dignificando las condiciones de quienes trabajaban en la sacrificada empresa extractiva. Así mismo, en lo militar, nada fue descuidado, pues se realizaron construcciones militares en la frontera con el Brasil junto con la fundación de pueblos.

En documentados escritos de Carlos Roberts que trata “las invasiones inglesas” presenta un cuadro de actividades ocultas. Una de ellas refiere al conde Luis Henri de Liniers (hermano del héroe y luego mártir realista) como un conspirador consumado que preparaba acciones militares De una de ellas fue acusado por compatriotas franceses de estar en contacto con Napoleón (ya 1er Cónsul) para ocupar Montevideo haciendo de este Real una base francesa. El cabildante Álzaga dio la voz de alerta interviniendo Sobremonte por su importancia como jerarca castrense. Así se frustró el plan del agente bonapartista.

En 1797 Sobremonte es destinado como Inspector General de tropas regladas y milicias. El cargo era una de las mayores distinciones militares del Virreinato. Ejerciendo éstas funciones viajó a nuestra Banda Oriental a combatir a los lusitanos que se habían apoderado de las Misiones Orientales. La Campaña del Marqués de Sobremonte no fue un éxito como debió ser ya que, al firmarse la Paz, el Marqués preparaba ofensivas que quedaron sin efecto. Siguieron días de luto en los que el séptimo Virrey don Joaquín del Pino falleció repentinamente. Esto hizo lugar a lo que en las “Leyes de Indias” se denominaba “Pliego de Mortaja” por el cual se designaba interinamente un sustituto. El fallecido Del Pino, fue sucedido por el Inspector General Brigadier Marqués Rafael de Sobremonte, quien recibió la nota confirmatoria de la Real Disposición como Virrey con fecha 10 de noviembre de 1804. Una de sus primeras medidas fue difundir la recientemente llegada Vacuna Antivariólica descubierta por Jenner tiempo antes.

De honradez absoluta en los asuntos del erario fue también de conducta intachable en su vida privada. Sin embargo, tuvo muy pocos amigos. Tal vez su posición contraria a la Masonería fuera la causante dado que era difícil que nombrara jefes militares criollos o europeos, cuando los sabia obedientes a la secta. Esto, sin lugar a dudas, le trajo los problemas que vivió durante las invasiones de Albión.

El problema de la Misiones Orientales arrebatadas por Portugal (1801), satélite inglés desde 1704 con el Tratado de Methuen, movió al Marqués de Sobremonte a realizar acciones militares. De esta manera se expresaba el Virrey: “Sería un guerra sorda como la de Cevallos para reconquistar lo usurpado en 1801 y no devuelto como se pactó”. El Cabildo, le negó el apoyo enviando al Jefe Supremo una nota donde le decían que el Marquez de Sobremonte “Quería asumir un papel de verdugo sin motivos contra Portugal”. De esta manera mentirosa, por odios tripuntísticos, el Rio de la Plata perdió 100.000 kilómetros cuadrados que Urquicistas y Unitarios del Montevideo llamado de la “Defensa” pagaron al Imperio del Brasil para derrotar a Oribe y Rosas en octubre de 1851 y febrero de 1852. Pero lo imperdonable, por parte de los lacayos Andrés Lamas y Manuel Herrera y Obes fue que, aceptaron el desconocimiento de la doctrina romana del “Utis Posidetis”. Embestida baguala de los imperiales para legalizar lo que negaba la doctrina: “la posesión de territorios y edificios obtenidos por la fuerza”. Por su venalidad recibieron una jugosa renta durante su “honesta” vida.

La Verdad es siempre la misma. Ante ello queremos subrayar la razón del Dr. José María Rosa cuando en su “Historia Argentina” expresa refiriéndose al complot contra Rafael de Sobremonte. “Todos acabarán por no hacerle caso: La “Reconquista” se hizo apresuradamente para que no reclamase el mando de las tropas. Los golpes finales se dieron al decidirse su separación amañada en el “Congreso General” del 14 de agosto de 1806 y destituido el 10 de febrero de 1807 en un acto que quien esto escribe califica como puñalada trapera. Las acusaciones eran malintencionadas y se fundamentaban en los denominados “errores” cometidos por el Marques Virrey durante la defensa del Real de Montevideo cuando la invasión de 1807. En documento que presenta el Dr. Luciano Álvarez se expresa que en una Junta de Guerra Don Félix de Azara en 1797, ante la imposibilidad de defender BSAS y Montevideo proponía...”  el sacar de dichas Plazas todo lo preciso y útil y aún los habitantes… Es cierto que se apoderarán de ellas los enemigos, con gran facilidad, pero de nada les servirían. Por el contrario, nosotros con las tropas veteranas… seríamos dueños de las campañas sin las cuales de nada sirven ni aún pueden servir dichas Plazas…”. Este fue el plan adoptado por el Señor Marqués de Sobremonte cuando se retiró a Córdoba. Pero no contó con que las ciudades de Montevideo y Bs.As. no obedecerían. Pérfidamente ignoraron todas sus órdenes… ¿Que movió  esa actitud? La explicación se vincula a lo esotérico, y a ella nos referimos mas arriba....

Tomarse venganza por la política antimasónica referente a los cuerpos armados. Pero, la justicia llegó. “En 1810 el Consejo de Regencia anuló su destitución y ordenó se le sobreseyese de culpa y cargo…”. En 1815 en desagravio se le ascendió a Mariscal de Campo. Hoy como ayer lo escrito me compromete. Porque la Verdad obliga a honrar la memoria de los Grandes. El Marqués Rafael de Sobremonte es uno de ellos. Cumpliré mi promesa en todos los tiempos mientras Dios me de aliento y me permita estar de pie sobre esta tierra.  Amén.


Luis Alfredo Andregnette Capurro

Desde el Real de San Felipe y Santiago de Montevideo.


Nacionalismo Católico San Juan Bautista


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