San Juan Bautista

San Juan Bautista

martes, 14 de marzo de 2017

Cuatro años con Francisco 13/03/2013 - 13/03/2017 - Alejandro Sosa Laprida


 « Con Francisco a mi lado, infierno asegurado »


« Quienquiera que ama la verdad aborrece el error y este aborrecimiento del error es la piedra de toque mediante la cual se reconoce el amor a la verdad. Si no amáis la verdad, podréis decir que la amáis e incluso hacerlo creer a los demás; pero estad seguros que, en ese caso, careceréis de horror a lo que es falso, y por esta señal se reconocerá que no amáis la verdad. » Ernest Hello.

Cuando se trata de referir las dichos y los hechos de Francisco, resulta imposible no encontrar blasfemias diseminadas por doquier, cualquiera sea el tema abordado o la acción ejecutada. Si me he decidido a dedicar un artículo a algunas de sus cuantiosas blasfemias, ha sido con la precisa finalidad pedagógica de poner de relieve las más « descollantes », para que así los cristianos, tomando conciencia de la malicia y de la impiedad incalificables de este hombre insensato, puedan escapar a sus diabólicas celadas y no sean seducidos por el falso Evangelio que él predica ni por el Cristo adulterado que él presenta engañosamente al mundo, escudándose en el inmenso prestigio y en la considerable autoridad moral que su investidura le confiere.

Considero necesario agregar aquí una especificación suplementaria: si hubiese que identificar un rasgo distintivo en el pontificado de Francisco, una marca de fábrica que lo caracterizara adecuadamente, un común denominador que diera coherencia a sus palabras y a sus gestos, un telón de fondo siempre presente en todo lo que dice y hace, éste sería, sin lugar a dudas, la blasfemia. En efecto, Francisco las profiere con la misma naturalidad con la que respira, eructa sus improperios contra todo lo sagrado con una habilidad notable, una delectación diabólica y una impudicia prodigiosa. Van a continuación algunas piezas escogidas de las incesantes y multiformes expectoraciones bergoglianas:

« Yo creo en Dios, no en un Dios católico; no existe un Dios católico, existe Dios[1]. »

Esta única frase, lanzada seis meses después de su elección, y que fuera objeto de una cobertura mediática planetaria, debería haber bastado para suscitar una condena inapelable del extraordinario insultador argentino. Ahora bien, condena no la hubo, ni nada que pudiera asemejársele. No hubo ni tan siquiera un tibio pedido de rectificación o, cuando menos, de aclaración semántica. Al fin y al cabo, era la primera vez en la historia de la Iglesia que un « Papa » negaba la existencia del Dios católico: convengamos que no nos encontramos ante una aseveración anodina…

Esta cruel ausencia de reacción prueba fehacientemente el estado de descomposición espiritual, intelectual y moral de los católicos, es un indicio cierto de la indiferencia pasmosa en la que se halla el mundo católico con respecto a la fe, y esto ante una frase explosiva como pocas y que se comprende sin la menor dificultad.

Y si a alguien le pareciese que dicha sentencia sería susceptible de recibir una interpretación benigna y ortodoxa, en conformidad con el magisterio, y no fuese capaz de percibir en ella una colosal impiedad, el odio a Dios y a su Iglesia manifestados en un grado paroxístico, con toda la malicia del demonio expresándose por la boca de este hombre inicuo, me vería en la rigurosa obligación de decirle que se encuentra en un problema muy serio, y que más le valdría sacudirse la somnolencia espiritual que padece antes de que fuera demasiado tarde…

Prosigamos. Según Francisco, Jesús tuvo que pedir perdón a sus padres a causa de su « travesura » en el Templo de Jerusalén. Y sus padres, naturalmente, le significaron su desaprobación. Manifiestamente, Francisco tiene el sentido de la oportunidad, ya que tuvo la delicadeza de hacer este « cumplido » a Jesús, María y José con motivo de la homilía de la fiesta de la Sagrada Familia, el 27 de diciembre de 2015, en la basílica de San Pedro. Sepan disculpar lo extenso de la cita, pero es necesario para poder captar plenamente la gravedad de las palabras de Francisco: « Al final de aquella peregrinación, Jesús volvió a Nazaret y vivía sujeto a sus padres (cf. Lc 2,51). Esta imagen tiene también una buena enseñanza para nuestras familias. En efecto, la peregrinación no termina cuando se ha llegado a la meta del santuario, sino cuando se regresa a casa y se reanuda la vida de cada día, poniendo en práctica los frutos espirituales de la experiencia vivida. Sabemos lo que hizo Jesús aquella vez. En lugar de volver a casa con los suyos, se había quedado en el Templo de Jerusalén, causando una gran pena a María y José, que no lo encontraban. Por su aventura[2], probablemente también Jesús tuvo que pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo que lo podemos suponer. La pregunta de María, además, manifiesta un cierto reproche, mostrando claramente la preocupación y angustia, suya y de José. Al regresar a casa, Jesús se unió estrechamente a ellos, para demostrar todo su afecto y obediencia. Estos momentos, que con el Señor se transforman en oportunidad de crecimiento, en ocasión para pedir perdón y recibirlo y de demostrar amor y obediencia, también forman parte de la peregrinación de la familia[3]. »

El 15 de agosto de 2013 Francisco visitó la comunidad de Clarisas contemplativas del monasterio de Albano. Allí explicó a las religiosas, en un tono pretendidamente humorístico, que María se había rebelado contra San Pedro, le había desobedecido y, a hurtadillas, durante el transcurso de la noche, sin nadie que pudiera verla, había conseguido que todo el mundo se salvara:

« Radio Vaticana[4] conversó con dos de las religiosas [clarisas, del monasterio de Albano] que estuvieron en el encuentro de casi 45 minutos con el Santo Padre. La Madre Vicaria, Sor María Concetta, dijo que el Papa ‘‘ estaba tranquilo, distendido como si no tuviera nada que hacer o como si no pensara en alguna cosa. Nos ha hablado -de un modo que nos tocó mucho- de María, en esta Solemnidad de la Asunción, porque la mujer consagrada es un poco como María. Nos ha contado una bella historia que nos ha hecho reír a todos, incluso a él mismo: María está en el Paraíso; San Pedro no siempre abre la puerta cuando llegan los pecadores y por eso María sufre un poco, pero se queda quieta. Y en la noche, cuando se cierran las puertas del Paraíso, cuando nadie ve u oye nada, María abre la puerta del Paraíso y hace entrar a todos[5].’’ »

Visiblemente, Francisco se complace y se regocija intensamente injuriando a la Madre de Dios. Para él, Nuestra Señora, al pie de la Cruz, se habría sublevado contra Dios, tildándolo de mentiroso. Éstas son sus declaraciones, efectuadas el 20 de diciembre de 2013, con motivo de una homilía dada en la Casa Santa Marta: « Ella estaba silenciosa, pero en su corazón, ¡cuántas cosas le decía al Señor! ¡Tú, aquel día, me dijiste que sería grande; me dijiste que le darías el trono de David, su padre, que reinaría para siempre y ahora lo veo aquí! ¡La Virgen era humana! Y tal vez tenía ganas de decir: ¡Mentiras! ¡Me han engañado![6] » 

Francisco reiteró esta odiosa afrenta hacia la madre de Jesús en numerosas ocasiones. Veamos lo que dijo el 29 de mayo de 2015, nuevamente durante un sermón pronunciado en Santa Marta: « Muchas veces pienso en la Virgen, cuando le dieron el cuerpo muerto de su Hijo, tan destrozado, escupido, ensangrentado, sucio. ¿Qué hizo la Virgen? ¿Lleváoslo? No, lo abrazó, lo acarició. Tampoco la Virgen lo entendía. Porque, en aquel momento, se acordaría de lo que el Ángel le había dicho: Será Rey, será grande, será profeta, y dentro de sí, con aquel cuerpo -tan herido, que había sufrido tanto antes de morir- en sus brazos, por dentro seguramente tendría ganas de decir al Ángel: “¡Mentiroso! ¡Me has engañado!”[7]. » 

Procuremos descifrar el mensaje que Francisco nos transmite a propósito de la Madre de Dios y Reina de los Ángeles. De acuerdo con su visión, María no comprende lo que le sucede a Jesús, María no entiende el sentido de su sufrimiento, María al pie de la Cruz se rebela contra Dios en su corazón, piensa que ha sido engañada por el ángel Gabriel en la Anunciación, no consiente libre y lúcidamente el sacrificio redentor de su Hijo; por consiguiente, María no es Nuestra Señora de los Siete Dolores ni la Reina de los Mártires. María, evidentemente, no comprendió la profecía de Simeón durante la Presentación del Niño Jesús en el Templo, no sabe por qué está allí y desconoce el sentido de su misión. En definitiva, María ignora cual es el papel que le corresponde en el plan de la salvación…

Ésta es la versión bergogliana del rol desempeñado por Nuestra Señora el Viernes Santo, en el Calvario, al pie de la Cruz, cuando se realizaba la Redención del género humano. Esta versión inaudita del papel que le correspondió a María en la Pasión de Jesús es sencillamente luciferina. Y me atrevo a decir que el hecho de no percatarse de ello constituye un signo inequívoco de ceguera espiritual.

Sin embargo, la obsesión blasfemadora de Francisco no se detuvo ahí. ¿Y por qué tendría que haberlo hecho? Puesto que nadie lo enfrenta y que visiblemente este hombre carece de todo temor de Dios…

En efecto, de acuerdo con su peculiar exégesis bíblica, la Santísima Virgen María no habría sido la única que habría blasfemado contra Dios: su divino Hijo, Nuestro Señor Jesucristo en persona, no se habría quedado atrás. Éstos son sus dichos del 3 de septiembre de 2015 durante un sermón en Santa Marta:

« Jesús, cuando se lamenta -‘‘Padre, ¡por qué me has abandonado!’’- ¿blasfema? El misterio es éste. Tantas veces yo he escuchado a personas que están viviendo situaciones difíciles, dolorosas, que han perdido tanto o se sienten solas y abandonadas y vienen a lamentarse y hacen estas preguntas: ¿Por qué? ¿Por qué? Se rebelan contra Dios. Y yo digo: ‘‘Sigue rezando así, porque también ésta es una oración’’. Era una oración cuando Jesús dijo a su Padre: ‘‘¡Por qué me has abandonado!’’[8]. »

Así pues, según Francisco, Jesús y María se sublevaron contra Dios. Y en su desamparo, blasfemaron. Pero eso, no obstante, fue una verdadera plegaria de su parte, a no dudarlo. Por lo cual Francisco estimula a la gente angustiada por su sufrimiento a seguir el ejemplo de Jesús y de María, sublevándose ellos también contra Dios, blasfemando ellos también contra Dios, contra ese ser malvado y cruel que se desentiende del sufrimiento humano, el cual es, obviamente, absolutamente gratuito e incomprensible…

Francisco nos explica así que, en el preciso momento en el cual nuestro divino Salvador realizaba la redención del género humano por el sacrificio voluntario de su vida en el altar de la Cruz, Él habría blasfemado contra su Padre, rebelándose contra su designio salvífico. Y que, al mismo tiempo, Nuestra Señora, en vez de asociarse de manera lúcida y libre al sacrificio redentor de su Hijo, también habría blasfemado contra la voluntad de Dios, estimándose engañada por la promesa que el ángel Gabriel le había hecho en la Anunciación acerca de la misión de Jesús.

El momento crucial  de la historia de la salvación se vuelve así, de acuerdo con el relato inaudito que nos propone Francisco, un acto de revuelta y de blasfemia contra Dios, de modo tal que el nuevo Adán y la nueva Eva en el Calvario no se habrían conducido mejor que nuestros primeros padres, quienes actuaron bajo el influjo del demonio en el Paraíso terrenal cuando consumaron la falta original. La salvación, entonces, no se habría distinguido esencialmente de la caída, dado que la revuelta contra la voluntad divina habría constituído el común denominador y que Satanás  habría estado presente en el orígen de esos dos momentos decisivos de la historia de la humanidad.

Ésa es la doctrina que Francisco propone a los creyentes: luciferianismo en estado puro. Ése es el verdadero rostro de este falso profeta que la muchedumbre de los católicos continúa considerando con una ingenuidad desarmante el Vicario de Nuestro Señor Jesucristo. Hay que frotarse los ojos.

Lamento ser reiterativo, pero me siento en la obligación de repetirlo: el hecho de no percatarse del caracter diabólico de este individuo es un claro indicio de ceguera espiritual. Esto podrá parecer excesivo a algunos, pero, habida cuenta de sus incesantes herejías y de sus espantosas blasfemias, me parece que no queda otro calificativo disponible. Además, ¿acaso Nuestro Señor en persona no nos advirtió, en su discurso escatológico, que el poder de engaño del que dispondrán los falsos profetas que precederán su segunda venida será tal que, de ser posible, engañarán aun a los elegidos?

Durante la Audiencia general del 11 de septiembre de 2013, Francisco dijo que María y la Iglesia « tienen defectos », pero que debemos « comprenderlos » y « taparlos », e incluso, « quererlos ». Éstas son sus palabras: « La Iglesia y la Virgen María son madres, ambas; lo que se dice de la Iglesia se puede decir también de la Virgen, y lo que se dice de la Virgen se puede decir también de la Iglesia. […] ¿Amamos a la Iglesia como se ama a la propia mamá, sabiendo incluso comprender sus defectos? Todas las madres tienen defectos, todos tenemos defectos, pero cuando se habla de los defectos de la mamá nosotros los tapamos, los queremos así. Y la Iglesia tiene también sus defectos: ¿la queremos así como a la mamá, le ayudamos a ser más bella, más auténtica, más parecida al Señor?[9] »

En la conferencia de prensa durante el vuelo a Manila, el 15 de enero de 2015, Francisco explicó impertérrito que, gracias al « Pentecostés » conciliar, la Iglesia finalmente consiguió desterrar su antiguo obscurantismo, ya que ahora se ha vuelto « respetuosa » de las demás religiones: « Pero me parece que la Iglesia ha crecido mucho en la conciencia del respeto -como les dije en el Encuentro Interreligioso, en Colombo-, en los valores. Cuando leemos lo que dice el Concilio Vaticano II sobre los valores en las otras religiones -el respeto-, ha crecido mucho la Iglesia en esto. Y sí, ha habido tiempos oscuros en la historia de la Iglesia, tenemos que decirlo, sin vergüenza[10]. »

El 10 de octubre de 2014 Francisco se dirigió a miembros de la Comunión de Iglesias Evangélicas Episcopales que habían venido a verlo al Vaticano. Hay que destacar que Bergoglio no tuvo mejor idea que comenzar su discurso ante los evangélicos, seguramente para distender el ambiente y congraciarse con ellos, haciendo una broma de pésimo gusto, difamatoria y terriblemente ultrajante hacia la Iglesia y que deja entrever el formidable desprecio que el inquilino de Santa Marta abriga hacia la Esposa Inmaculada de Jesucristo: « Primero de todo, les felicito por el coraje. Ayer me encontré en la puerta del aula del Sínodo con un obispo luterano y le dije: ‘‘¿Usted está acá? ¡Qué coraje!’’. Porque, en otra época, a los luteranos los quemaban vivos [risas][11]. »

Cabe resaltar que la visita de los evangélicos tenía por objetivo honrar al « obispo » episcopaliano Tony Palmer, poco antes fallecido en un accidente de tránsito, gran amigo de Francisco, y que consideraba convertirse al catolicismo pero que había sido disuadido de hacerlo por aquel que en ese entonces era el Cardenal Bergoglio, por la razón que, al decir de éste último, sería de mayor utilidad para la causa ecuménica permaneciendo en el anglicanismo.

Tras el deceso de Palmer, FRANCISCO dispuso que le fuesen concedidos funerales episcopales católicos, pese a que ni se había convertido al catolicismo ni era en modo alguno obispo, puesto que la cuestión de la validez de las consagraciones anglicanas había sido dirimida negativamente por León XIII en su encíclica Apostolicae Curae del 13 de septiembre de 1896[12].

El 9 de julio de 2015 Francisco renovó sus insultos en dirección a la Iglesia con ocasión de su discurso en Bolivia a los Movimientos Populares, caterva de organizaciones izquierdistas y anticlericales de la peor calaña. He aquí sus declaraciones:  « Y aquí quiero detenerme en un tema importante. Porque alguno podrá decir, con derecho, que, cuando el Papa habla del colonialismo se olvida de ciertas acciones de la Iglesia. Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios. Lo han reconocido mis antecesores, lo ha dicho el Celam, el Consejo Episcopal Latinoamericano, y también quiero decirlo. Al igual que san Juan Pablo II, pido que la Iglesia ‘‘se postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos’’. Y quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue san Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América[13]. »

Se habrá reparado en el hecho que, además de la blasfemia intolerable lanzada contra la Iglesia y de la mentira notoria acerca de los « muchos y graves pecados » que Ella habría cometido en perjuicio de los indígenas « en nombre de Dios », Francisco se erige en portavoz de los adversarios de la Iglesia, apropiándose la leyenda negra anticatólica y antiespañola, fabricada enteramente por los enemigos jurados del catolicismo y de la España católica, a saber, los protestantes, los « filósofos » y la masonería…

El último ejemplo de blasfemia que he escogido es el de la negación del milagro de la multiplicación de los panes. Conviene señalar que se trata de un lugar común del « magisterio » bergogliano, sostenido en múltiples ocasiones desde el día de su elección. Comparto con ustedes tres, la primera de ellas con motivo de un discurso pronunciado ante el Comité Ejecutivo de Caritas Internationalis el 16 de mayo de 2013: « Respecto a los panes y los peces quisiera agregar un matiz: no se multiplicaron, no, no es verdad. Simplemente los panes no se acabaron. Como no se acabó la harina y el aceite de la viuda. No se acabaron. Cuando uno dice multiplicar puede confundirse y creer que hace magia, no. No, no, simplemente es tal la grandeza de Dios y del amor que puso en nuestros corazones, que si queremos, lo que tenemos no se acaba. Mucha confianza en esto[14]. »

Ésta es la segunda cita, tomada del Angelus del 2 de junio de 2013:

« Luego toma los panes y los peces, eleva los ojos al cielo, pronuncia la bendición -es clara la referencia a la Eucaristía-, los parte y comienza a darlos a los discípulos, y los discípulos los distribuyen... los panes y los peces no se acaban, ¡no se acaban! He aquí el milagro: más que una multiplicación es un compartir, animado por la fe y la oración. Comieron todos y sobró: es el signo de Jesús, pan de Dios para la humanidad[15]. » 

Finalmente, he aquí la tercera, extraída de su homilía en Santa Cruz de la Sierra del 15 de julio de 2015:  « Es una invitación que resuena con fuerza para nosotros hoy: “No es necesario excluir a nadie. No es necesario que nadie se vaya, basta de descartes, denles ustedes de comer”. Jesús nos lo sigue diciendo en esta plaza. Sí, basta de descartes, denles ustedes de comer. La mirada de Jesús no acepta una lógica, una mirada que siempre “corta el hilo” por el más débil, por el más necesitado. Tomando “la posta” Él mismo nos da el ejemplo, nos muestra el camino. Una actitud en tres palabras, toma un poco de pan y unos peces, los bendice, los parte y entrega para que los discípulos lo compartan con los demás. Y éste es el camino del milagro. Ciertamente no es magia o idolatría. Jesús, por medio de estas tres acciones, logra transformar una lógica del descarte en una lógica de comunión, en una lógica de comunidad[16]. » 

Francisco niega así explícitamente el caracter milagroso de la multiplicción de los panes, que el llama blasfematoriamente « magia », y niega también, de manera implícita, la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, dando a entender que creer en ella sería una manifestación de « idolatría », lisa y llanamente…

Para terminar, me gustaría compartir con ustedes un pasaje tomado de un sermón en Santa Marta del 15 de junio de 2013, es decir, apenas tres meses después de su elección:« Y cuando vamos a confesarnos, por ejemplo, no es que decimos el pecado y Dios nos perdona. No, ¡no es esto! Nosotros encontramos a Jesucristo y le decimos: ‘Esto es tuyo y yo te hago pecado otra vez. Y a Él le gusta eso, porque ha sido su misión: hacerse pecado por nosotros, para liberarnos. […] ¡Cristo se ha hecho pecado por mí! ¡Y mis pecados están allá, en su Cuerpo, en su Alma! Esto es de locos, pero es bello, ¡es la verdad![17] »

A ningún cristiano piadoso se le ocurriría decir eso refiriéndose a Nuestro Señor. Eso es algo evidente. No, decididamente, palabras de este tenor no pueden provenir más que de un espíritu infernal vomitando su odio definitivo e irrevocable hacia nuestro adorable Redentor.

En razón de las espeluznantes blasfemias proferidas sin solución de continuidad por Francisco, me veo compelido a concluir que este individuo presenta un severo estado de posesión diabólica. En efecto, me parece que ninguna otra explicación da cuenta de ese fenómeno extraordinario que consiste en ultrajar sin cesar todas las realidades sagradas durante cuatro años consecutivos, con la circunstancia particularmente agravante de hacerlo en tanto que supuesto Vicario de Nuestro Señor Jesucristo…

Soy de la opinión de que ya es sobradamente tiempo de alzar la voz y de atreverse a llamar las cosas por su nombre. Si me lo permiten, desearía aprovechar esta ocasión para declarar pública y solemnemente, teniendo plena conciencia de la extrema gravedad de mis palabras, pero con la certeza más absoluta, que Jorge Mario Bergoglio, alias « Papa Francisco », pero a quien correspondería mejor el título de Soberano Blasfemador del Vaticano, se halla poseído por espíritus maléficos que le inspiran todas estas abominables blasfemias contra Dios, contra Nuestra Señora y contra la Santa Iglesia.

En el libro del Apocalipsis, el apóstol San Juan evoca una bestia que tenía « dos cuernos semejantes a los de un cordero, mas hablaba como un dragón », a la que llama también « falso profeta », cuya misión será la de hacer que el poder espiritual desvirtuado se ponga al servicio del Anticristo, a los efectos de legitimarlo a los ojos del mundo. Esta palabras proféticas del vidente de Patmos, ¿podrán aplicarse literalmente al actual ocupante del trono petrino? Debo reconocer que lo ignoro. Pero también debo confesar que contemplo esta eventualidad cada vez más seriamente…


 The Devil’s Pope



[1] Entrevista con Eugenio Scalfari el 24 de septiembre de 2013,  publicado el 1 de octubre en La Repubblica.
[2] Francisco empleó el término italiano scappatella, cuyo significado es desliz, travesura. La definición del diccionario italiano es la siguiente: « Lieve trasgressione ai doveri morali e di fedeltà, soprattutto a quelli coniugali », es decir, que la noción de transgresión moral y de ruptura de la confianza es inherente al sentido de este vocablo: http://dizionari.corriere.it/dizionario_italiano/S/scappatella.shtml.
También conlleva la idea de falta de reflexión y de ligereza: « Trasgressione temporanea e non grave di principi comunemente accettati; azione compiuta con leggerezza e sventatezza: scappatelle da ragazzi »:
Huelga decir que aplicar tales nociones al comportamiento de Nuestro Señor es algo completamente inaceptable y escandaloso. Y que quien lo haga sea nada menos que el supuesto Vicario de Jesucristo en la tierra y Sucesor de San Pedro, es algo sencillamente inconcebible y manifiestamente diabólico…



Nacionalismo Católico San Juan Bautista


4 comentarios:

  1. Karl Rahner nació el 5 de marzo de 1904 en Freiberg, Alemania. Fue ordenado sacerdote jesuita el 26 de julio de 1932. En el siglo XX (que comienza a finales de 1930), con Rahner, junto con los teólogos Henri de Lubac, Pierre Teilhard de Chardin, Hans Urs von Balthasar, Yves Congar, Hans Kung, Edward Schillebeeckx , Marie-Dominique Chenu, Louis Bouyer, Jean Daniélou, Jean Mouroux y Joseph Ratzinger (más tarde “Papa” Benedicto XVI) comenzó el movimiento neo-modernista que despreciaba al neo-escolasticismo que había servido tan bien a la Iglesia. El movimiento fue llamado “Nouvelle Theologie” (“Nueva Teología”) por el gran teólogo antimodernista Reginald Garrigou-Lagrange, llamado a menudo despectivamente “monstruo sagrado del tomismo” por sus enemigos, debido a su amor por la filosofía de Santo Tomás de Aquino y por su odio al modernismo. En 1946, el Padre Garrigou-Lagrange escribió una crítica mordaz contra este movimiento (que le gustaba llamarse a sí mismo ressourcement — “vuelta a las fuentes “), al manifestar que estaban “volviendo al pensamiento patrístico.” Garrigou-Lagrange demostró que los teólogos del movimiento no “volvían a las fuentes”, sino que se desviaban de la larga tradición teológica de la Iglesia Católica, creando así la “nueva teología” que les es propia, y un disimulado resurgimiento del Modernismo. En 1950, el Papa Pío XII les salió al paso con su gran encíclica Humani Generis condenando muchos de sus errores, como el rechazo de las formulaciones dogmáticas tradicionales que surgieron a lo largo de la historia de la Iglesia, resultado de la teología escolástica, así como la re-interpretación del dogma católico de un modo incompatible con la tradición, cayendo en el error del relativismo dogmático y la crítica de los textos bíblicos de una manera desviada de los principios de la hermenéutica bíblica señalados por sus predecesores (principalmente por el Papa León XIII).
    https://moimunanblog.com/2016/12/14/la-anonima-herejia-de-nuestro-tiempo/

    ResponderBorrar
  2. El objeto de está singular atención es el hombre en su realidad humana única e imposible de repetir, en el cual viven intactas la imagen y semejanza de Dios mismo (Gén., I, 27). Es esto lo que señala el concilio cuando, hablando de esta semejanza, recuerda que “el hombre es la única criatura sobre la tierra que Dios ha querido por sí misma” (Gaudium et Spes, n. 24). El hombre, tal como “querido” por Dios, “elegido” por Él, llamado, destinado a la Gracia y a la salvación, es el hombre “concreto”, el “hombre real”; ese es el hombre en toda la plenitud del misterio en el que llega a participar por Jesucristo y del cual llegan a participar cada uno de los cuatro mil millones de hombres que viven sobre nuestro planeta, desde el instante de su concepción cerca del corazón de su madre”(Redemptor Hominis No. 13).

    Estas son afirmaciones inadmisibles: “Cada hombre concreto, histórico, (o sea está hablando de cada uno en particular) participa en toda plenitud del misterio de la Redención, y en la realidad humana de cada hombre, única imposible de repetir, viven intactas la imagen y la semejanza de Dios mismo”.

    Wojtyla insiste en que cada hombre participa en la plenitud de la Redención,—o sea de la salvación—desde el seno materno, lo que parece afirmar que hay una “inmaculada concepción” de cada hombre. Aquí podemos comentar que acerca de lo que dice de que “cada hombre viene encomendado a la solicitud de la Iglesia”, no puede entenderse sino en el sentido en que los postconciliares entienden de la Iglesia, en lo más elevado de la cúspide herética, como enseña De Lubac a quien hizo cardenal Juan Pablo II, la Iglesia que es toda la humanidad, el pueblo de Dios, encargado de realizar la nueva fraternidad. Esta nueva definición de la Iglesia, Wojtyla ya la había pronunciado en la tesis No. 21 del Libro “Persona y Acción”.

    Por otra parte, lo que es doctrina dogmática de la Iglesia, es que por el pecado original el hombre perdió la semejanza divina; Wojtyla afirma que “en cada hombre viven intactas la imagen y semejanza de Dios”, según eso, incondicionalmente, hablando del “hombre” en sentido genérico, y empleando para esta afirmación el pasaje del Génesis que narra la creación del hombre, pasaje anterior al suceso del pecado de Adán.

    Esta es una vil y aberrante mentira, de Wojtyla porque antes del pecado original, Adán y Eva, a parte de recibir la gracia santificante, Dios Nuestro Señor, les dio dones prenaturales, como la inmortalidad; los hizo invulnerables al dolor y a las enfermedades, no tenían hambre, ni sed, ni calor, ni frio; tenían control de sus pasiones. Y después el hombre, lo único que recobro fue la gracia santificante, y solo si se recibe el bautismo, y todo ello gracias por lo méritos de la Pasión y muerte de Cristo.

    Según la enseñanza de Wojtyla y del Vaticano II, el infierno esta clausurado, todo hombre, es salvo incondicionalmente, no importando, la religión, ni el que este bautizado en la Iglesia, ya que la nueva definición sobre la Iglesia, ya no es Una, Santa, Católica y Apostólica; ahora, es el pueblo de Dios, igual a la humanidad entera, o sea todo hombre es católico por el hecho de ser hombre.

    Es fácil pensar que esta línea teológica es toda una con doctrina sofistica “del cristiano anónimo” del herético jesuita Karl Rahner, para quien todo hombre sería un “cristiano”, aunque lo ignore. En todo hombre sería pre-existente un germen sobrenatural.

    Por eso, en su discurso del 11 de mayo de 1986, Juan Pablo II dice: «Voy recorriendo el mundo para encontrar a los hombres de todas las civilizaciones y religiones; porque confío en los gérmenes de sabiduría que el Espíritu suscita en la conciencia de los pueblos: de El brota el verdadero recurso para el futuro humano de nuestro mundo».







    http://www.obispoenmisiones.com/reflexiones-sobre-la-canonizacion-de-juan-pablo-ii/

    ResponderBorrar
  3. El objeto de está singular atención es el hombre en su realidad humana única e imposible de repetir, en el cual viven intactas la imagen y semejanza de Dios mismo (Gén., I, 27). Es esto lo que señala el concilio cuando, hablando de esta semejanza, recuerda que “el hombre es la única criatura sobre la tierra que Dios ha querido por sí misma” (Gaudium et Spes, n. 24). El hombre, tal como “querido” por Dios, “elegido” por Él, llamado, destinado a la Gracia y a la salvación, es el hombre “concreto”, el “hombre real”; ese es el hombre en toda la plenitud del misterio en el que llega a participar por Jesucristo y del cual llegan a participar cada uno de los cuatro mil millones de hombres que viven sobre nuestro planeta, desde el instante de su concepción cerca del corazón de su madre”(Redemptor Hominis No. 13).

    Estas son afirmaciones inadmisibles: “Cada hombre concreto, histórico, (o sea está hablando de cada uno en particular) participa en toda plenitud del misterio de la Redención, y en la realidad humana de cada hombre, única imposible de repetir, viven intactas la imagen y la semejanza de Dios mismo”.

    Wojtyla insiste en que cada hombre participa en la plenitud de la Redención,—o sea de la salvación—desde el seno materno, lo que parece afirmar que hay una “inmaculada concepción” de cada hombre. Aquí podemos comentar que acerca de lo que dice de que “cada hombre viene encomendado a la solicitud de la Iglesia”, no puede entenderse sino en el sentido en que los postconciliares entienden de la Iglesia, en lo más elevado de la cúspide herética, como enseña De Lubac a quien hizo cardenal Juan Pablo II, la Iglesia que es toda la humanidad, el pueblo de Dios, encargado de realizar la nueva fraternidad. Esta nueva definición de la Iglesia, Wojtyla ya la había pronunciado en la tesis No. 21 del Libro “Persona y Acción”.

    Por otra parte, lo que es doctrina dogmática de la Iglesia, es que por el pecado original el hombre perdió la semejanza divina; Wojtyla afirma que “en cada hombre viven intactas la imagen y semejanza de Dios”, según eso, incondicionalmente, hablando del “hombre” en sentido genérico, y empleando para esta afirmación el pasaje del Génesis que narra la creación del hombre, pasaje anterior al suceso del pecado de Adán.

    Esta es una vil y aberrante mentira, de Wojtyla porque antes del pecado original, Adán y Eva, a parte de recibir la gracia santificante, Dios Nuestro Señor, les dio dones prenaturales, como la inmortalidad; los hizo invulnerables al dolor y a las enfermedades, no tenían hambre, ni sed, ni calor, ni frio; tenían control de sus pasiones. Y después el hombre, lo único que recobro fue la gracia santificante, y solo si se recibe el bautismo, y todo ello gracias por lo méritos de la Pasión y muerte de Cristo.

    Según la enseñanza de Wojtyla y del Vaticano II, el infierno esta clausurado, todo hombre, es salvo incondicionalmente, no importando, la religión, ni el que este bautizado en la Iglesia, ya que la nueva definición sobre la Iglesia, ya no es Una, Santa, Católica y Apostólica; ahora, es el pueblo de Dios, igual a la humanidad entera, o sea todo hombre es católico por el hecho de ser hombre.

    Es fácil pensar que esta línea teológica es toda una con doctrina sofistica “del cristiano anónimo” del herético jesuita Karl Rahner, para quien todo hombre sería un “cristiano”, aunque lo ignore. En todo hombre sería pre-existente un germen sobrenatural.

    Por eso, en su discurso del 11 de mayo de 1986, Juan Pablo II dice: «Voy recorriendo el mundo para encontrar a los hombres de todas las civilizaciones y religiones; porque confío en los gérmenes de sabiduría que el Espíritu suscita en la conciencia de los pueblos: de El brota el verdadero recurso para el futuro humano de nuestro mundo».







    http://www.obispoenmisiones.com/reflexiones-sobre-la-canonizacion-de-juan-pablo-ii/

    ResponderBorrar
  4. Wojtyla, así, llega al modernismo mediante la “NuevaTeología”, que altera la noción católica fundamental y que lleva, necesariamente, a donde llegó Juan Pablo II, o sea, a la abolición de toda distinción entre “naturaleza” y “gracia” y de este modo, como consecuencia, a la herejía de la redención universal subjetiva e incondicional, a la identificación de la Humanidad con la Iglesia, como la noción de “Redención” y de “Fe” a volver la Revelación de Cristo un hecho secundario, accesorio. Esto lleva a comprender como la “Nueva Teología” pone el hacha «no tanto en la ramas, como en la propia raíz, esto es, en la Fe, en sus fibras más profundas». (Como dice: San Pío X, Pascendi)

    Pero también, durante todos sus viajes, los discursos ecuménicos de Juan Pablo II siempre tuvieron su fundamento en su explicación, no en la doctrina católica, pero siempre en la “Nueva Teología”. Todo está centrado en el hombre y en su desenvolvimiento integral, que implica igualmente en él mismo la toma de conciencia de lo sobrenatural, inmanente en cada hombre, independientemente de la Fe y del Bautismo, que lo sepa o no, que lo acepte o no mediante la fe”.

    En esta aberrante doctrina de Wojtyla. No se requiere fe, ni obras para salvarse, todo mundo es salvo, por el hecho de Cristo se encarno o murió en la Cruz. O sea, son santos todos los hombres de cualquier religión, católicos, protestantes, judíos, musulmanes, budistas, induístas; hasta los satanistas, masones, libre pensadores y también los ateos, ya que la justificación abarca a todos hombres. Lo mismo son salvos, los asesinos, los corruptos o rateros, los violadores, los pederastas en este caso hasta Marcial Maciel es salvo.

    Para Juan Pablo II y al igual que para los hebreos, ser salvos, no significa, ir al cielo, para ellos, el cielo y el infierno está aquí en la tierra. Eso muy bien lo explica Wojtyla en las tesis 24, 25 27 del libro “Persona y Acción”. Arriba expuestas.

    Si esta es la concepción de Santificación o justificación de la nueva iglesia postconciliar, para que tanta faramalla, olvídense de los milagros, de las virtudes heroicas, y de todos requisitos de los procesos para canonizar santos, y solo digan Karol Wojtyla, Angelo Roncalli y Juan Bautista Montini son santos, por la doctrina de la Justificación Universal Incondicional y punto.
    http://www.obispoenmisiones.com/reflexiones-sobre-la-canonizacion-de-juan-pablo-ii/

    ResponderBorrar