San Juan Bautista

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martes, 5 de junio de 2018

Carta a Nicolás Márquez de Antonio Caponnetto





Estimado Nicolás Márquez:

 Desde hace un tiempo ya prolongado, mis escritos o conferencias son dados a conocer desde “Prensa Republicana”, que entiendo co-dirige con Agustín Laje, y que es prolongación de algún proyecto periodístico  precedente en el que sucedía algo análogo.

Parece ser ésta, además, una modalidad frecuente en el llamado universo de las redes sociales. La menor expresión que alguien elabora e instala en las susodichas redes, pronto se “viraliza”, y casi al instante no se sabe más cuál o quién es la causa eficiente que primariamente la ha engendrado. El totum revolutum es total y completo.

 Me consta de un modo expreso –y debo dejar certificación de ello- que todas las veces que he sido incorporado a sus sitios, no ha habido de parte suya otra motivación más que la buena voluntad y el amical interés en promover mis módicas actividades. Y si bien es cierto que jamás se me pidió autorización para reproducir mis trabajos, también lo es que este modus operandi está ahora connaturalmente instalado en todo el ámbito de las llamadas publicaciones digitales.

 Cualquiera captura hoy lo que es de propia autoría y puede multiplicar su presencia en los lugares más impensados, ignotos y ajenos a las personales convicciones o raigales creencias. Cualquiera incluso puede osar el simulacro de adoptar el nombre de un tercero y dejar su comentario en los múltiples “posteos” diarios. Mi experiencia personal al respecto es desoladora.

 Creí sinceramente que el grueso de los usuarios o de los frecuentadores de estos medios estaban en condiciones de aplicar tales discernimientos. Pero no ha sido ni es así, sobre todo en los últimos tiempos. Y aunque a nadie en particular culpo por ello, lo concreto es que ya he recibido demasiadas pruebas del desconcierto o de la perplejidad que acarrea ver mi nombre instalado con involuntaria regularidad en las páginas de “Prensa Republicana”, con cuya línea editorial no me encuentro en comunión y sí, muchas veces y en cuestiones sustantivas, en franca colisión, hondísima discrepancia y profundo antagonismo.

Es por ello que –sin dejar de agradecerle cuanto ha cooperado a la difusión desinteresada y caballeresca de mi pensamiento- le solicito formalmente que,en lo sucesivo, no reproduzca mis escritos en sus medios de expresión. Entiéndase que el pedido no implica ni puede implicar que no adopte usted ante mi obra el juicio que crea merecerle, fuere de adhesión o de rechazo. Regla que rige para ambos y para todos los pensantes.

 El pedido apunta, sencilla y frontalmente, a que no se me tome como colaborador, columnista o cooperador de un proyecto como el suyo, con el cual, reitero, tengo graves, profundas y muy hondas y cruciales desinteligencias. Desde las atinentes a la doctrina política –en el sentido más abarcador del término- hasta las vinculadas al estilo, talante o modalidades.

El motivo de estas líneas –que le encarezco reproduzca en “Prensa Republicana”- no quiere dar inicio de mi parte a ningún debate. Quieren, por un lado, ser expresión de gratitud por el esfuerzo que pueda haberle significado difundir mis ideas. Quieren asimismo no dejar de reconocer cuanto de valía haya en sus esfuerzos, iniciativas y campañas, que las sé fatigosas. Pero sobre todo, quieren ser una pública y tajante divisoria de aguas. De allí que me vea obligado a hacer pública esta carta.

 Sigo donde siempre estuve, en las filas del Nacionalismo Católico, en la militancia Contrarrevolucionaria y Anti-Moderna, en pugna frontal contra la Judeomasonería, la Democracia, el Liberalismo y el Marxismo. Confrontando con derechas e izquierdas, locales o internacionales; en enemistad abierta con el Imperialismo Internacional del Dinero, sus secuaces nativos y sus mandantes extranjeros.

Celebro la caída del Muro de Berlín, pero también celebraría el derrumbe de otros dos muros, el de Street en New York, y el de los Lamentos, en tierras despojadas a sus legítimos dueños por la codicia hebrea. Entono aún emocionado: “en lo alto la mirada, luchemos por la patria redimida”, y a la par los cielitos federales que tributan preclaros honores a la figura impar e irrepetible de Don Juan Manuel de Rosas.

Sigo donde siempre estuve, opugnando con las mentiras históricas, no sólo de las últimas cuatro décadas argentinas, sino con las de la maldita propaganda aliada y aún con todas aquellas de más lejanos antecedentes. Sigo donde quiero aprender a estar: como vasallo de María Reina, en el testimonio solitario y austero de la Cruz, sin concesiones a los códigos de la sociedad del espectáculo o a los rituales del show business, en el que parece querer devenir hoy la vieja y noble actividad apologética.

 Y procuro seguir, sobre todo, con el auxilio de la gracia, donde con piedad sincera y afecto genuino, ruego a Dios que (despojándolo de tantas confusiones, errores y contemporizaciones con el espíritu revolucionario) los ubique a usted y a los jóvenes o adultos que buenamente lo siguen: en el pequeño rebaño de los derrotados por el mundo que aguardan, batallando y resistiendo, esperanzados  y  sin doblegamientos , el regreso victorioso de Cristo Rey.
                                               Sin dobleces va mi abrazo

                                                Antonio Caponnetto

                                                Junio 5 de 2018.

                                                Ciudad de la Santísima Trinidad.

Se agradece difundir


Nacionalismo Católico San Juan Bautista


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