San Juan Bautista

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jueves, 6 de noviembre de 2025

Tucho Fernandez contra la Vírgen María - Alejandro Sosa Laprida

 

El Vaticano niega la Corredención de María Santísima

Alejandro Sosa Laprida - 05/11/2025

El prefecto del ex Santo Oficio, Tucho el Besuqueiro Fernández,  ningunea a la Madre de Dios[1]

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https://drive.google.com/file/d/1pCJ5FexffEk0k8fUGB_livRHUcvF41Ts/view

El cardenal Víctor Manuel Fernández[2], Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el mismo bellaco que implementó la bendición de las “parejas homosexuales” con la declaración Fiducia Supplicans[3] hace dos años, acometió esta vez contra la Santísima Virgen María, recusándole los títulos de Corredentora y de Mediadora de todas las gracias, en un documento publicado ayer, intitulado Mater Populi Fidelis[4].

La falsedad contenida en ese documento acerca de la inconveniencia de aplicar a María Santísima los títulos de Corredentora y Mediadora es total. Seguidamente intentaré explicar muy sucintamente los motivos por los que esos títulos son legítimamente aplicados a la Madre de Dios en la teología católica, contrariamente a lo que se pretende en este sofístico y malicioso panfleto, pergeñado en las oficinas del Vaticano conciliar, modernista, ecuménico e interreligioso[5].

En efecto, es algo perfectamente establecido en el magisterio y en la tradición de la Iglesia que María, la nueva Eva, fue asociada a la redención de Cristo, el nuevo Adán, de modo análogo al que desempeñó Eva respecto de Adán en la caída original.

Eva fue indisolublemente asociada al pecado del padre del género humano pues, sin su intervención, éste no se hubiese producido. Del mismo modo, Dios quiso asociar a María a la redención operada por su Hijo al encarnarse en su seno sagrado, requisito indispensable dispuesto por la Divina Providencia para que pudiera efectuarse la redención del género humano, a través del sacrificio redentor de Jesucristo en el altar de la Cruz.

Igualmente, así como Eva fue la “mediadora” de las desgraciadas consecuencias penales resultantes del pecado de Adán respecto a su posteridad -mediante el acto generativo que transmite la falta-, de manera análoga María fue libremente constituida medianera de las gracias redentoras que fluyen de la Cruz, a través de su maternidad espiritual (“He ahí a tu madre”, Jn. 19, 27), puesto que fue por su mediación que la humanidad de Nuestro Señor llegó hasta nosotros para entregarse como víctima propiciatoria por nuestros pecados y abrirnos las puertas del Cielo.

Su misión de mediadora entre Jesús y los hombres está claramente simbolizada en el papel que tuvo María respecto al inicio de la vida pública de Jesús -narrado en el episodio de las bodas de Caná-, cuando Nuestro Señor realizó su primer milagro a instancias de su madre.

Entonces, dado que la redención es fruto de la oblación de la humanidad de Jesús en el Calvario -hipostáticamente unida al Verbo de Dios-, y que dicha humanidad la recibimos de María, se desprende de ello que Dios dispuso en su sabiduría infinita que María fuera el canal destinado a distribuir las gracias que fluyen del Sacrificio Redentor de Nuestro Señor Jesucristo.

Esto es lo que enseña el magisterio de la Iglesia, lo que está contenido en la Sagrada Escritura y lo que cree el pueblo fiel, por más que Bergoglio, Prevost y el “Tucho” Fernández se empeñen impíamente en negarlo...

Hay muchos papas que han sostenido la corredención de la Santísima Virgen María. En aras de la brevedad, suministraré sólo una cita, tomada del magisterio extraordinario de la Iglesia. En la bula Ineffabilis Deus, que proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción en 1854, Pío IX escribió:

“En consecuencia de eso, así como Cristo, Mediador entre Dios y los hombres, asumiendo la naturaleza humana, destruyó el decreto de condenación que había contra nosotros, clavándolo triunfalmente en la Cruz, así también la Santísima Virgen, unida a Él por un enlace estrechísimo e indisoluble, fue, juntamente con Él y por medio de Él, la eterna enemiga de la venenosa serpiente, y le aplastó la cabeza con su pie virginal.”[6]

Como se puede apreciar, la idea de la corredención está claramente expresada en el texto pontificio, aunque no aparezca la palabra “corredentora”.

Mientras el Vaticano recorre el “camino sinodal”, lucha contra el “cambio climático”, implementa la “fraternidad universal”, promueve el cuidado de la “casa común” y se hermana con todas las “tradiciones religiosas”, los católicos nos volvemos a nuestra bendita Madre del Cielo, implorando su protección y pidiéndole la gracia de la fidelidad a la fe católica en estos tiempos de apostasía...

APÉNDICE

Francisco ultraja a la Virgen María[7] - 15/12/2019

El 12 de diciembre, en la homilía de la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, Francisco negó la participación de María en la obra redentora, calificándola de “historias” (“fábulas, cuentos”) y de “tontera” (“tontería, bobada, insignificancia”). Éstas son sus palabras:

“Fiel a su Maestro, que es su Hijo, el único Redentor, jamás quiso para sí tomar algo de su Hijo. Jamás se presentó como corredentora. (…) Nunca robó para sí nada de su Hijo (…) María mujer, María madre, sin otro título esencial. (…) Y tercer adjetivo que yo le diría mirándola, se nos quiso mestiza, se mestizó. (…) Se mestizó para ser Madre de todos, se mestizó con la humanidad. ¿Por qué? Porque ella mestizó a Dios. Y ese es el gran misterio: María Madre ‘mestiza’ a Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, en su Hijo. Cuando nos vengan con historias de que habría que declararla esto, o hacer este otro dogma, no nos perdamos en tonteras: María es mujer, (…) mujer de nuestros pueblos, pero que ‘mestizó’ a Dios.”[8]

Los dichos de Bergoglio, además de insultantes, son completamente falsos. Si bien no ha habido hasta ahora una declaración dogmática del magisterio al respecto, la corredención de María forma parte de la revelación divina. Su fundamento escriturístico es innegable. Éste consiste en el paralelo y en la analogía existente entre Eva y la Santísima Virgen. Paralelo y analogía que se manifiestan en el papel desempeñado por ellas en relación, por un lado, con Adán en la caída original y, por el otro, con Jesucristo, nuevo Adán (Rm. 5, 14 - I Cor. 15, 22), en la reparación de la misma.

En efecto, del mismo modo que Eva participó en la caída de Adán, por su falta de fe y su desobediencia, María lo hizo en la redención, a través de su fe y su obediencia. Con su “fiat” y su consentimiento al sacrificio salvador de Jesús, María hizo posible la Redención, así como Eva, tentando a Adán a instancias de la serpiente, había hecho posible la falta original. Es Adán quien la comete, pero Eva está íntimamente vinculada a ella, no como artífice, sino como partícipe necesaria y a modo de causa instrumental.

De manera análoga, María, nueva Eva, participa en el acto redentor realizado por Jesucristo, nuevo Adán, no como autora, sino como partícipe necesaria -Dios así lo dispuso en su Divina Providencia-, y como causa instrumental -con su “fiat” libremente otorgado, María suministró la “materia” del sacrificio redentor, es decir, el cuerpo de la víctima expiatoria-.

Es en este sentido que debe entenderse el término “corredención” aplicado a María, como expresión de su íntima participación en la obra redentora consumada por su divino Hijo -autor exclusivo de la misma-, y no como si la redención hubiera sido realizada por ambos, en el mismo sentido y en un pie de igualdad, como si fuesen coautores del hecho.

Así pues, a semejanza de Eva, que interviene de manera decisiva en la caída del género humano provocada por la falta de Adán, la Santísima Virgen María, la Eva de la Nueva Alianza, está estrechamente involucrada en la redención operada por el nuevo Adán, Jesucristo.

Veamos lo que dice al respecto San Ireneo, Padre y Doctor de la Iglesia, discípulo de San Policarpo, quien, a su vez, lo había sido del apóstol San Juan, en su obra Contra los herejes:

“En correspondencia encontramos también obediente a María la Virgen, cuando dice: «He aquí tu sierva, Señor: hágase en mí según tu palabra»   (Lc 1, 38); a Eva en cambio indócil, pues desobedeció siendo aún virgen. Porque como aquélla, (...) habiendo desobedecido, se hizo causa de muerte para sí y para toda la humanidad; así también María, teniendo a un varón como marido pero siendo virgen como aquélla, habiendo obedecido se hizo causa de salvación para sí misma y para toda la humanidad (Heb 5, 9). (...) Así también el nudo de la desobediencia de Eva se desató por la obediencia de María; pues lo que la virgen Eva ató por su incredulidad, la Virgen María lo desató por su fe.”[9]

Citemos ahora al gran doctor mariano San Luis María Grignon de Montfort:

“Lo que Lucifer perdió por orgullo lo ganó María con la humildad. Lo que Eva condenó y perdió por desobediencia lo salvó María con la obediencia. Eva, al obedecer a la serpiente, se hizo causa de perdición para sí y para todos sus hijos, entregándolos a Satanás; María, al permanecer perfectamente fiel a Dios, se convirtió en causa de salvación para sí y para todos sus hijos y servidores, consagrándolos al Señor. -53- (…) Lo que digo en términos absolutos de Jesucristo, lo digo, proporcionalmente, de la Santísima Virgen. Habiéndola escogido Jesucristo por compañera inseparable de su vida, muerte, gloria y poder en el cielo y en la tierra, le otorgó, gratuitamente - respecto de su Majestad- todos los derechos y privilegios que Él posee por naturaleza: “Todo lo que conviene a Dios por naturaleza, conviene a María por gracia”, dicen los santos. -74-.”[10]

Cito ahora por partida doble a Pío XII, primero en una alocución dirigida a los peregrinos de Génova del 22 de abril de 1940:

“De hecho, ¿no son Jesús y María los dos amores sublimes del pueblo Cristiano? ¿No son acaso el nuevo Adán y la nueva Eva a quienes el Árbol de la cruz une en el dolor y el amor para redimir el pecado de nuestros primeros padres en el Edén?”[11]

Y luego, en su constitución apostólica Munificentissimus Deus, en la que definió solemnemente el dogma de la Asunción de María al Cielo en cuerpo y alma:

“Pero ya se ha recordado especialmente que desde el siglo II María Virgen es presentada por los Santos Padres como nueva Eva estrechamente unida al nuevo Adán, si bien sujeta a él, en aquella lucha contra el enemigo infernal que, como fue preanunciado en el protoevangelio (Gn 3, 15), habría terminado con la plenísima victoria sobre el pecado y sobre la muerte, siempre unidos en los escritos del Apóstol de las Gentes (cfr. Rom cap. 5 et 6; 1 Cor 15, 21-26; 54-57). Por lo cual, como la gloriosa resurrección de Cristo fue parte esencial y signo final de esta victoria, así también para María la común lucha debía concluir con la glorificación de su cuerpo virginal (n. 39).”[12]

Transcribo seguidamente otras citas pontificias sobre esta cuestión:

León XIII: “Cuando María se ofreció a si misma completamente a Dios junto con su Hijo en el templo, ya estaba compartiendo con Él la dolorosa expiación a favor de la raza humana. Es seguro, por tanto, que sufrió en lo más profundo de su alma con los sufrimientos más amargos y los tormentos de Él. Finalmente, fue precisamente frente a los ojos de María que el sacrificio divino, por el cual Ella había nacido y alimentado a la víctima, tuvo que ser consumado; vemos que estuvo Su Madre frente a la Cruz de Jesús (…) voluntariamente ofreciendo a su Hijo a la divina justicia, muriendo con Él en su corazón, atravesada con la espada de dolor”.  Encíclica Jucunda Semper, 1894.[13]

San Pío X: A todo esto hay que añadir, en alabanza de la santísima Madre de Dios, no solamente el haber proporcionado al Dios Unigénito que iba a nacer con miembros humanos la materia de su carne con la que se lograría una hostia admirable para la salvación de los hombres; sino también el papel de custodiar y alimentar esa hostia e incluso, en el momento oportuno, colocarla ante el ara. De ahí que nunca son separables el tenor de la vida y de los trabajos de la Madre y del Hijo.” Encíclica Ad diem illum, 1904.[14]

Benedicto XV: “El hecho de que Ella estuvo con su Hijo, crucificado y agonizante, fue de acuerdo al plan divino. Hasta tal punto entregó sus derechos maternales sobre su Hijo para la salvación del hombre, y lo inmoló -hasta donde le fue posible- para calmar la justicia de Dios, que podemos correctamente decir que redimió a la raza humana junto con Cristo.” Carta Apostólica Inter Sodalicia, 1918.[15]

Pío XI: “O Madre del amor y de la misericordia quien, cuando vuestro dulcísimo Hijo estaba consumiendo la Redención de la raza humana en el altar de la cruz, permanecisteis de pie junto a Él, sufriendo con Él como la Corredentora. (…) Conserva en nosotros, os lo suplicamos, e incrementa día a día, los frutos preciosos de Su Redención y la compasión de su Madre.” Oración en la clausura del Jubileo de la Redención, 1933.[16]

Pío XII: “Fue Ella quien, libre de toda mancha personal y original, unida siempre estrechísimamente con su Hijo, lo ofreció como nueva Eva al Eterno Padre en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su materno amor, por todos los hijos de Adán manchados con su deplorable pecado; de tal suerte que la que era Madre corporal de nuestra Cabeza, fuera, por un nuevo título de dolor y de gloria, Madre espiritual de todos sus miembros. (51)” Encíclica Mystici Corporis, 1943.[17]

En la Bula Ineffabilis Deus, que proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción en 1854, el Papa Pío IX escribió:

“En consecuencia de eso, así como Cristo, Mediador entre Dios y los hombres, asumiendo la naturaleza humana, destruyó el decreto de condenación que había contra nosotros, clavándolo triunfalmente en la Cruz, así también la Santísima Virgen, unida a Él por un enlace estrechísimo e indisoluble, fue, juntamente con Él y por medio de Él, la eterna enemiga de la venenosa serpiente, y le aplastó la cabeza con su pie virginal.”[18]

Por último, no puedo evitar relacionar esta desafortunada salida bergogliana con la que profiriera un año atrás, el 21 de diciembre de 2018, con motivo del discurso navideño ofrecido al personal del Vaticano, impugnando solapadamente la Concepción Inmaculada de María:

“Entonces, ¿quién es feliz en el Belén? La Virgen y San José están llenos de alegría: miran al Niño Jesús y son felices porque, después de mil preocupaciones, han aceptado este Regalo de Dios, con tanta fe y tanto amor. Están “rebosantes” de santidad y, por lo tanto, de alegría. Y me diréis vosotros: ¡Anda, claro! ¡Son la Virgen y San José! Sí, pero no pensemos que haya sido fácil para ellos: los santos no nacen, se hacen, y esto vale también para ellos.”[19]

Así pues, según Francisco, María se caracterizaría esencialmente por ser una “mujer-madre-mestiza-discípula” -todos atributos de orden puramente natural y que podrían corresponder a infinidad de personas-, pero no cabría atribuirle los títulos de Inmaculada -preservada de todo vínculo con la falta original- ni de Corredentora -cooperadora en la reparación de dicha falta-, los cuales no merecerían otro calificativo que el de meras “historias” o “tonteras”…

Todo esto sin poder detenernos como convendría en el empleo esperpéntico del término “mestizar” aplicado a María en referencia a la Encarnación. Digamos simplemente que, amén de constituir una novedad absoluta en materia teológica, la noción de “mestizaje” es totalmente inapropiada, ya que supone una mezcla o confusión de elementos, cosa que no sucede en Jesucristo, cuyas dos naturalezas, divina y humana, permanecen perfectamente distintas, unidas en la persona del Verbo, unidad que la teología denomina “hipostática”.

Además de ser una palabra que implica la dimensión generativa, lo cual resulta chocante en alusión a la Santísima Virgen. Sin dejar de mencionar, por último, ya en un plano de índole política e ideológica, el “mundialismo” o “globalismo” preconizado sistemáticamente por la ONU -con la anuencia manifiesta del Vaticano-, una de cuyas características principales es el “inmigracionismo”, con el consiguiente “mestizaje” y la disolución de la identidad cultural y religiosa de las naciones occidentales, el famoso “multiculturalismo”.

PARA MÁS INFORMACIÓN

 

“Diez años con Francisco”

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[3] “El Vaticano bendice la sodomía”: https://gloria.tv/post/BgvkYWfSKY3n4NRxHpivtTcpq

[4] Dicasterio para la Doctrina de la Fe, “Mater Populi Fidelis. Nota doctrinal sobre algunos títulos marianos referidos a la cooperación de María en la obra de la salvación.” https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_ddf_doc_20251104_mater-populi-fidelis_sp.html

[5] Para quien deseara ahondar en el tema, recomiendo vivamente la siguiente lectura: “La Virgen María. Teología y Espiritualidad Mariana.” - R. P. Antonio Royo Marín O.P. - Páginas 140 a 203 - La primera edición es de 1955, lo cual prueba que hace por lo menos 70 años que la doctrina de la corredención y la mediación universal mariana está firmemente establecida en la teología católica. Esto explica también el hecho de que durante el CVII varios obispos hayan pedido la declaración de un nuevo dogma al respecto. Como es sabido, esta propuesta no prosperó a causa del giro ecuménico decidido por Juan XXIII, puesto bajo la dirección del cardenal Bea, que en 1960 fue designado primer presidente del Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos. Descargar el libro:

https://www.traditio-op.org/biblioteca/Royo-marin/La_Virgen_Mar%C3%ADa,_Teolog%C3%ADa_y_espiritualidad_marianas.pdf

 

[8]http://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2019/documents/papa-francesco_20191212_omelia-guadalupe.html - Nuevo exabrupto bergogliano, durante la Audiencia General del 24/03/2021: “Jesús extendió la maternidad de María a toda la Iglesia cuando se la encomendó al discípulo amado, poco antes de morir en la cruz. Desde ese momento, todos nosotros estamos colocados bajo su manto, como se ve en ciertos frescos y cuadros medievales. (…) la Virgen que, como Madre a la cual Jesús nos ha encomendado, envuelve a todos nosotros (…) como Madre, no como diosa, no como corredentora: como madre. es verdad que la piedad cristiana siempre le da bonitos títulos, como un hijo a la madre: ¡cuántas cosas bonitas dice un hijo a la madre a la que quiere! pero estemos atentos: las cosas bonitas que la iglesia y los santos dicen de maría no quita nada a la unicidad redentora de cristo. él es el único redentor. son expresiones de amor como la de un hijo a su madre -algunas veces exageradas-; pero el amor, nosotros lo sabemos, siempre nos hace hacer cosas exageradas, pero con amor.” El video: https://gloria.tv/post/BQBmbvf7hzNa6xpitoGcE9zML - El texto:

https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2021/documents/papa-francesco_20210324_udienza-generale.html




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