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miércoles, 8 de enero de 2014

EL SACERDOCIO CATÓLICO PARA MONS. LEFEBVRE

EL SACERDOCIO SE DEFINE POR EL SACRIFICIO

  …La Misa, es el corazón de la Iglesia, como también dice el Concilio de Trento.

  Cuando se ataca a la Misa, se ataca a toda la Iglesia y, por lo mismo al sacerdote. El sacerdote es quien, en definitiva, resulta más afectado por todas estas reformas, porque él está en el corazón de la Iglesia, siendo encargado de propagar la fe y la santidad de la Iglesia. En razón, de su carácter sacerdotal es el verdadero ministro responsable. La Iglesia es esencialmente sacerdotal. De esta manera, cuando se toca algo de la Iglesia, el sacerdote sufre las consecuencias. Por eso, el sacerdote está hoy en la situación más trágica y dramática que pueda imaginarse. Los seminarios no existen, pues se ha abandonado la definición del sacerdote y la verdadera noción del sacerdocio.

  Como el sacerdote se define por el sacerdocio, no se puede definir al sacerdote sin hacer alusión al sacerdote. Son nociones que están absolutamente vinculadas por su misma esencia. De modo que si ya no hay Sacrificio, ya no hay sacerdote. No veo cómo pueden hacerse sacerdotes si ya no hay Sacrificio. Y ya no hay presencia real no transubstanciación.

  Así, pues, no hay Víctima ni Sacrificio. Pero ¿qué es lo que mantiene al sacerdote yal seminarista? ¿En qué se funda, diría yo, su fervor y su piedad? ¿Qué es lo que le da una razón de ser en el seminario? El sacrificio de la Misa.

  Pienso que esto valía para todos nosotros. Nuestra felicidad y alegría durante todo el seminario era pensar en la tonsura, en las órdenes menores, en subir al altar, en ser subdiácono, diácono y, por fin, sacerdote. ¡Por fin, poder ofrecer la divina Víctima! ¡Al fin, poder ofrecer el sacrificio de la Misa! Esto constituyó toda nuestra vida de seminaristas.

  Ahora se duda de la presencia real y del sacrificio de la Misa: es una cena, una comida y una presencia: el Señor está presente como cuando nosotros estamos juntos. Pero la presencia de Nuestro Señor en la Eucaristía no es eso, sino la presencia de la Víctima que en la Cruz. Así se comprende para ofrecer el sacrificio de la Misa, el verdadero sacrificio de la Misa, pero no vale la pena ser sacerdotes para hacer una asamblea en la que los seglares pueden casi concelebrar y hacer todo. En esta nueva concepción de la Misa no queda nada; es una concepción protestante y que nos lleva al protestantismo. Por eso no veo como puede hacerse un seminario con esta nueva Misa. No puede atraer a los seminaristas ni suscitar vocaciones. Ahí está, a mi parecer, la razón fundamental por laque ha dejado de haber seminarios: porque  ha dejado de haber Sacrificio de la Misa. No hay sacerdote sin Sacrificio. No se puede definir al sacerdote sin Sacrificio. No existen otros motivos. Mientras no se restablezca el verdadero Sacrificio de la Misa en toda su divina realidad, no habrá seminarios ni seminaristas.


EL SACERDOTE: MINISTRO DE LA MISA

  La asamblea comulga en el Sacrificio, pero no es ella quien lo ofrece o es su ministro. El único que es ministro del Sacrificio es el sacerdote. Esto es lo que hace la dignidad del sacerdote y lo que hace que el sacerdote no pueda convertirse en un ser profano. No puede ponerse al mismo nivel que los que no están consagrados y no tienen ese “carácter” sacerdotal. Haga lo que haga, ante los Ángeles, ante Dios y en la eternidad, el sacerdote es sacerdote. Por mucho que tire la sotana, se ponga un jersey rojo o de cualquier otro color, sigue siendo sacerdote. Si quiere ocultar su carácter sacerdotal, traiciona su misión. Sí eso es traicionar su misión.


MUNDANIZACIÓN DE LA NOCION DE SACERDOTE

  Es difícil seguir de modo exacto la evolución de la idea del sacerdocio y de sus consecuencias. Haría falta, tal vez, remontarse 30 años y recordar la infiltración en los seminarios de ideas subversivas en torno a la función del sacerdote y a sus relaciones con el mundo. Pero nos limitaremos a los 10 últimos años, los del Concilio y después de él.

  Como en todos los cambios ocurridos durante este período, se apoyaron en la evolución del mundo para hacerle creer al sacerdote que él tenía que cambiar su modo de ser. Era fácil crearle el complejo de aislamiento, de frustración y a la forma anticuada de vestir y vivir.

  El lema que ayudó a asimilara al sacerdote al mundo fue fácil: “El sacerdote es un hombre como los demás”. Dado esto por sentado, tenía que vestir como los demás, ejercer como ellos una profesión, tener libertad de poderse casar. Los seminarios no tenían más que adaptarse a este nuevo “tipo de sacerdote”.

  Por desgracia, este lenguaje no estaba solo en los labios de enemigos tradicionales de la Iglesia, sino en los labios de sacerdotes y obispos.

  Las consecuencias no se han hecho esperar: el abandono de todo distintivo eclesiástico, la búsqueda de una profesión, la transformación del culto para halagar el gusto del mundo; y al cabo de pocos años, la pérdida de la fe, desembocando en la abjuración de miles de sacerdotes.

  Éste es sin duda el signo más doloroso de esta reforma: la pérdida de la fe en el sacerdote. Porque éste es, esencialmente, el hombre de la fe. Si ya no sabe lo que es, pierde la fe en sí mismo y en lo que es su sacerdocio.

  Se ha modificado radicalmente  la definición del sacerdocio dada por San Pablo y por el Concilio de Trento. El sacerdote ya no es el que sube al altar y ofrece un sacrificio de alabanza a Dios por la remisión de los pecados. Se ha invertido el orden de los fines. El sacrificio tiene un fin primario, que es ofrecer el sacrificio; y un fin secundario que es la evangelización. Ahora la evangelización se impone al sacrificio y a los sacramentos. Se convierte en un fin en sí mismo. Este grave error tiene trágicas consecuencias. En efecto, la evangelización, al perder su fin, queda enteramente desorientado y busca motivos que agraden al mundo, como la falsa justicia social o la falsa libertad, que adquieren nombres nuevos: desarrollo, progreso y construcción del mundo. Estamos plenamente dentro del lenguaje que lleva a todas las revoluciones. El sacerdote descubre en sí un papel primordial en la revolución mundial contra las estructuras políticas, sociales, eclesiásticas, familiares y parroquiales. No tiene que quedar nada de ellas. El comunismo no encontró nunca agentes más eficaces que esos sacerdotes. Los sacerdotes han perdido la fe; constatación dolorosa si la hay, en quién es el hombre de la fe.

  Dentro de esta óptica nueva del sacerdote, todo se deduce lógicamente: el abandono de la sotana, el deseo de ejercer una profesión y la posibilidad del matrimonio.


JOSÉ MIGUEL GAMBRA – “Monseñor Lefebvre: Vida y doctrina de un obispo católico” Ed. Del Grial 2001. Pags. 129-133.


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domingo, 24 de noviembre de 2013

LA DESTRUCCIÓN DEL SACERDOCIO CATÓLICO

 “Si no hubiera más sacerdotes casi nadie estaría llorando a causa de esto. Esta es una triste constatación que tenemos que hacer.

  Estamos ante la mayor crisis en la historia del sacerdocio de la Iglesia. Zonas enteras de Europa están ahora sin sacerdotes y todo está en silencio. No se oye un solo obispo que suene la alarma, llorando con los fieles, pidiendo a todos a rezar por las vocaciones sacerdotales y ordenando ayunos con súplicas ardientes al Señor para que tenga misericordia de su pueblo.

  Es cierto que se escucharán a los obispos y a los dirigentes de la curia describiendo los números de esa caída vertiginosa de la presencia de los sacerdotes en la Iglesia. Se escucharán elaborando tranquilamente – con mucha tranquilidad - una lista con la información de una manera despreocupada, como si se tratara de una situación a aceptar como cosa natural - de hecho, una oportunidad para una nueva iglesia más del pueblo.

  En los próximos años en Italia, la tierra de la antigua cristiandad, seremos testigos de la desaparición de las parroquias y algunos cambios radicales impensables hasta hace unos años, en las estructuras más simples del catolicismo, las comunidades parroquiales, en los que la vida cristiana era natural para todos. Pero la inmensa mayoría de los católicos comprometidos fingirán que no pasa nada porque sus pastores ya lo están haciendo.

  Es un "desastre", un "terremoto" - pero nadie está llorando a causa de esto, se pretende que no está pasando nada. Hay una pretensión de que no pasa nada, porque el cuento de hadas de la "primavera" del Concilio debe continuar. Se huye de todas las verificaciones históricas y se niega la evidencia de una crisis sin precedentes.

  Y un futuro no tan católico se está preparando.

  Porque se habla de "reestructurar" la organización de las comunidades cristianas, es decir, crear un espacio para los laicos (como si no hubiésemos tenido suficiente de eso en los últimos años) y un nuevo tipo de fieles cristianos está siendo inventado, que se convertirán en administradores en las parroquias y reemplazarán a los sacerdotes. Fieles laicos, debidamente "clericalizados" cuidarán de las iglesias y, a la espera de una misa, ellos, como cristianos adultos, harán la predicación de la Palabra...

  …y mientras tanto... nadie está llorando por esto - nadie está orando y clamando a Dios.

  Tal vez no están llorando porque alguien ha preparado este terremoto en la Iglesia. Ellos han degradado el sacerdocio católico, convirtiendo a los sacerdotes de ser hombres de Dios, en trabajadores sociales de la comunidad. Redujeron el Breviario y oración. Impusieron traje secular que los sacerdotes para ser como los demás. Les dijeron a los sacerdotes que se actualizasen porque el mundo estaba avanzando. También se les dijo que no acentuasen su propia importancia, más bien que compartan sus responsabilidades con los fieles.

  Y como un golpe de gracia: dieron a los sacerdotes una Misa que se convirtió en la preparación para una catástrofe en la Iglesia. No más oración profunda, no más adoración al Dios que se hace presente. No más  unión íntima con el sacrificio propiciatorio de Cristo en la Cruz, pero en su lugar, hay una comunión sagrada con la comunidad. Todo se centra en el hombre - no en Dios - y mucha conversación extenuante sobre la construcción de la comunidad. Se trata de una Misa, que es un constante movimiento de laicos que van y vienen desde el altar, formación para damas y caballeros que pronto estarán llevando nuestras antiguas parroquias sin sacerdotes.

  Y con la Misa "mundana", han inculcado el sacerdocio universal de los fieles distorsionando su significado. Los bautizados son un pueblo sacerdotal, ya que ofrecen a sí mismos en el sacrificio, en unión con Cristo crucificado, ofreciendo toda su vida con Jesús. Los fieles deben ser santificados; he aquí el sacerdocio universal de los bautizados. Pero los fieles no participan del sacerdocio ministerial, que es de naturaleza diferente y cumple con el sacerdocio de Cristo. Es a través del sacramento del Orden que Cristo se hace presente en la gracia de los sacramentos. Si no hubiesen más sacerdotes, tanto la Iglesia y como la gracia de los sacramentos llegarían a su fin.

  Martín Lutero y el Protestantismo hicieron exactamente eso: destruyeron el sacerdocio católico, diciendo que todos eran "sacerdotes", destacando específicamente el sacerdocio universal de los laicos.

  Sobre la cuestión de la reestructuración parroquias, las cosas pueden terminar de esta manera.

  Podría haber sido diferente enfrentar esta crisis con mentes y corazones que tuviesen en alta estima el Sacramento del Orden, con el conocimiento de que el sacerdote es uno de los mayores dones para la Iglesia y para toda la gente. Pero no fue así. Se tendrá que lidiar con esta crisis después de años de confusión total en la vida del clero, después de años en los que se desacostumbró a asistir a la Misa diaria y la doctrina católica. Por lo que, los fieles se quedaron sin sacerdotes. Esto ya está sucediendo. Y cuando aparezca un sacerdote, los fieles no van a tener idea de qué hacer con él, por estar acostumbrados a la creencia de que el Señor los salvará sin sacerdotes y sin sacramentos.

  Creemos que no es correcto pretender que no está pasando nada. Esta es la razón por la que estamos pidiendo a nuestros fieles a orar con fervor al Señor, para que Él de muchos sacerdotes de su Iglesia, como Él ya lo hizo.

  Queridos fieles, este mes de junio, que se dedica al Orden Sagrado, tengamos el valor de pedir esta gracia, incluso con lágrimas, al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María.

  Y no nos apartemos del don precioso de la Misa de siempre – la Misa de la Tradición. Sólo esta Misa podrá dar nuevos sacerdotes a la Iglesia del Señor.”

(Editorial Radicati nella fede, junio de 2013, Boletín de Domodossola y comunidad Vocogno, diócesis de Novara, Italia)



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miércoles, 4 de septiembre de 2013

Sacerdocio universal y sacerdocio ordenado - Por Romano Amerio

  El sentido de la crítica planteada contra el sacerdocio histórico de la Iglesia (que es el sacerdocio como tal) consiste en desconocer las esencias y reconducirlo todo a funciones de naturaleza puramente humana. El dogma católico atribuye al sacerdote una diferencia con el laico no solo funcional, sino esencial y ontológica, debida al carácter impreso en el alma por el sacramento del orden. La nueva teología, sin embargo, reavivando antiguas pretensiones heréticas que confluyeron después en la abolición luterana del sacerdocio, oculta la distancia existente entre el sacerdocio universal de los fieles bautizados, y el sacerdocio sacramental que solamente pertenece a los sacerdotes.

  Por el bautismo el hombre es agregado al Cuerpo Místico de Cristo y consagrado al culto divino mediante una participación en el sacerdocio de
Cristo, único que prestó a Dios el debido culto en modo perfectísimo. Pero además del carácter bautismal, el sacerdote recibe en la ordenación un ulterior carácter que es como la reimpresión del primero. Gracias a la ordenación se hace capaz de actos in persona Christi de los cuales los laicos son incapaces; los principales son la presencia eucarística y la absolución de los pecados. La tendencia de la nueva teología consiste en disolver el segundo sacerdocio en el primero y reducir al sacerdote al estatuto común del cristiano. Según los innovadores, el sacerdote tiene una función especial, como la tiene todo cristiano en la diversificada comunidad de la Iglesia.

  Esta función especial es conferida al sacerdote por la comunidad y no implica ninguna diferencia ontológica respecto al laico, ni el ministerio debe ser considerado como algo superior (Centro Informazione Documentazione Sociale, 1969, p. 488). La dignidad del sacerdote consiste en haber sido bautizado como cualquier otro cristiano (Centro Informazione Documentazione Sociale, 1969, p. 227). Se niega así la distinción entre las esencias, rechazando el sacerdocio sacramental y haciendo del cuerpo de la Iglesia (orgánico y diferenciado) un cuerpo homogéneo y uniforme…

Crítica del adagio “el sacerdote es un hombre como los demás

  La confusión teológica se ha convertido en un lugar común de la opinión popular, en parte causa y en parte efecto de la doctrina de algunos autores muy difundidos. Según esta opinión, el sacerdote es un hombre como los demás. La afirmación es superficial y falsa, tanto en sentido teológico como en sentido histórico. En sentido teológico, porque va contra el dogma del sacramento del orden, que unos cristianos reciben y otros no, quedando así diferenciados ontológica y, por tanto, funcionalmente.

  En sentido histórico, porque en la comunidad civil los hombres no son iguales, salvo en la esencia: y eso cuando es contemplada en abstracto y no en concreto, donde se encuentra diferenciada. Decir que el sacerdote es un hombre como todos los demás (no sacerdotes) es aún más falso que decir que el médico es un hombre como todos los demás (no médicos): no es un hombre como todos los demás, es un hombre-sacerdote. No todo el mundo es sacerdote, como no todo el mundo es médico. Basta pensar en el comportamiento de la gente para darse cuenta de que todo el mundo diferencia entre un médico y quien no lo es, o entre un sacerdote y quien no lo es. En unos apuros llaman al médico, en otros al sacerdote. Los innovadores, fijándose en la identidad abstracta de la naturaleza humana, rechazan el carácter sobrenaturalmente especial introducido por el sacerdocio en la especie humana, merced al cual el sacerdote está separado: Segregate mihi Saulum et Barnabam (Separadme a Bernabé y Saulo) (Hech. 13, 2).

  De este error descienden los corolarios prácticos más comunes: el sacerdote debe hoy día aplicarse al trabajo manual, porque sólo en el trabajo puede cumplir su propio destino individual y además tomar conciencia de la realidad humana en la que leer los designios de Dios sobre el mundo. Se considera así al trabajo como fin del hombre o condición sine qua non de dicho fin, situando la contemplación y el padecimiento por debajo de la productividad utilitaria. Por otra parte, siendo el sacerdote un hombre como los demás, reivindicara el derecho al matrimonio, a la libertad en la forma de vestirse, y a la participación activa en las luchas sociales y políticas; y así se adherirá a la lucha revolucionaria, que convierte en un enemigo contra el cual luchar a quien, aunque sea una persona injusta, es un hermano.

  Resulta infundado lamentarse porque el sacerdote esté segregado del mundo.

  En primer lugar, porque está separado, como Cristo separó a sus apóstoles, precisamente para ser enviado al mundo. Y el plus introducido por la ordenación sacramental en el hombre separado era hasta tiempos recientes tan notorio para todos que hasta las expresiones populares en lengua vernácula lo atestiguan: distinguen al hombre-sacerdote de su sacerdocio, y evitan ofender al sacerdote incluso cuando quieren ofender al hombre, sabiendo diferenciar al hombre de su hábito (tomado como signo del sacerdocio) y de lo que él administra: lo sagrado.

  En segundo lugar, la separación del clero respecto al mundo en el sentido lamentado por los innovadores no encuentra ningún apoyo en la historia.
Tanto el clero llamado secular como el regular están separados del mundo, pero en el mundo. Y para probar victoriosamente que aquélla separación del mundo no convierte al clero en algo extraño a éste, basta el hecho de que el mismo clero regular (el más separado del siglo: el hombre del claustro) es quien más potentemente difundió no sólo la influencia religiosa, sino también la influencia civil en el mundo.

  Informó la civilización durante siglos; o más bien la hizo nacer, habiendo originado en su seno las formas de la cultura y de la vida civil, desde la agricultura a la poesía, desde la arquitectura a la filosofía, desde la música a la teología.


  Retomando una imagen de la que suele abusarse y colocándola en su significado legítimo, diremos que el clero es el fermento que hace germinar la pasta, pero sin convertirse en ella. También, según los químicos, los enzimas contienen un principio antagonista de la sustancia que hacen fermentar.

Romano Amerio "IOTA UNUM" 1985.

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