San Juan Bautista

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miércoles, 3 de abril de 2013

Bombardeo a Dresden - Conociendo la verdad histórica



  El día 13 de Febrero de 1945, los aliados deciden realizar un bombardeo a la ciudad de Dresde (Dresden), en Alemania.  Las verdaderas razones para justificar tal operación son difíciles de asimilar. La ciudad de Dresde no tenía ningún valor militar. No había fuerzas destacadas en esa ciudad.  No existían industrias bélicas y no constituía ningún obstáculo para el avance de las fuerzas aliadas.

  Dresde, una ciudad a orillas del río Elba, ubicada al este, sureste de Lipzig, era un centro de reunión de refugiados, de heridos y enfermos y donde se encontraban más de 26.000 prisioneros de guerra aliados. Es decir, una ciudad de desvalidos. Lejos estaban los años cuando Dresde fue un centro de producción de fina porcelana.


  Para esa fecha, Alemania ya había dejado de ser una potencia militar, pues estaba reducida a escombros y su capacidad industrial había colapsado por falta de materias primas. Para esa fecha, la mayoría de los países le habían declarado la Guerra o en el caso de sus proveedores de materias primas, habían dejado de embarcarle los productos debido a la presión de los aliados. De hecho el país no constituía ninguna amenaza para las fuerzas aliadas en ninguno de los frentes. Si, seguían peleando era simplemente porque existía la amenaza de la rendición sin condiciones y, en especial en el este, la venganza de los soviéticos que estaban decididos a arrasar el país.


  ¿Qué es lo que impulsó a los aliados a realizar un ataque tan despiadado, contra una ciudad indefensa, que no constituía amenaza para ellos?

  Los líderes aliados le habían prometido a Stalin la destrucción de Dresde, la operación no era sólo una muestra de solidaridad con los soviéticos sino además tenía que ser una demostración de eficiencia y del inmenso poder de destrucción que tenían los aliados.

  A las 22:09 del día 13 de Febrero, las emisoras de radio alemanas reemplazan sus emisiones regulares por el toque del péndulo que se usaba para anunciar un ataque aéreo.  Lo que parecía ser un ataque a algún otro centro industrial o militar súbitamente se tornó en la guadaña de la muerte para Dresde.

  Los primeros 9 aviones Mosquito, ingleses, llegaron con gran precisión al lugar guiados por el nuevo sistema Loran.  La exactitud era vital, para cumplir con el objetivo de impresionar a los soviéticos y no cometer una embarazosa equivocación bombardeando otra ciudad o tal vez hasta una zona ya ocupada por los soviéticos.  Los 9 aviones tranquilamente se encargaron de marcar con indicadores rojos los límites de la ciudad y con bengalas iluminaron toda la urbe que aparecía impotente ante los pilotos ingleses.

  A las 22:15. Con puntualidad inglesa, comienzan a llover las bombas de la primera oleada de 245 bombarderos Lancaster.  Aisladamente algunas baterías antiaéreas intentan infructuosamente contener el ataque en las afueras de la ciudad.   El único avión derribado lo fue por la explosión de una de las bombas lanzadas por encima del desafortunado avión; tal era la concentración de aviones encima de la ciudad.


  A las 22:30 termina lo que hubiera sido suficiente para cualquier objetivo militar.  Decenas de miles de casas, hospitales, escuelas y estaciones de tren convertidas en centros de refugiados, quedan sin techos, puertas y ventanas, las calles destrozadas e inundadas por la rotura de las tuberías de suministro de agua, postes de teléfonos y de alumbrado público tumbados.   Edificios sin fachadas y gritos, llanto, sollozos, gritos de auxilio ahogados en miles de gargantas. De acuerdo a los propios pilotos, el humo y el fuego se veían desde 150 Kms de distancia.


  Durante los interrogatorios las tripulaciones recién se dieron cuenta de lo que acababan de hacer y se preguntaban, ¿porque tuvieron que volar tan lejos para atacar un blanco sin importancia?  ¿Es que los rusos no podían ellos mismos atacar la ciudad, si era tan vital para sus operaciones?  Para calmar los ánimos se les dijo que en Dresde se encontraba el Cuartel General del Ejército Alemán, que existían depósitos y fabricas de armas y que era un centro industrial de instrumentos de precisión. 

  En otros casos la mentira era de desproporcionadas dimensiones.   Se les dijo que en Dresde estaba el Cuartel General de la Gestapo y a otros que habían fábricas de municiones y hasta una planta de fabricación de gas venenoso.

  A la 1:30, cuando nada lo hacía presagiar, surge la segunda oleada de bombarderos, que toma de por sorpresa no solamente a los sobrevivientes de la ciudad, sino a los socorristas que acudieron desde otras ciudades cercanas.  No hubo aviso previo pues simplemente no había electricidad.  Para los atacantes, esta vez no eran necesarios los aviones marcadores.  La ciudad era una hoguera.  Más de 550 aviones Lancaster, Liberators y B17, precedidos de los aviones iluminadores con sus bengalas de magnesio lanzadas en paracaídas, que revelaban la aterradora destrucción de la ciudad, señalaron la ruta de los que lanzarían las bombas incendiarias.  Nada menos que 650 mil bombas incendiarias para una ciudad superpoblada de civiles.  Esta vez, el resplandor de la ciudad en llamas era visible desde más de 300 Kms de distancia.

  En esa oportunidad hubo 18 cazas nocturnos alemanes listos para salir, pero nada pudieron hacer por falta de combustible y problemas de comunicaciones, pues la aviación inglesa se encargó de interferir sus sistemas.

  En los dos ataques se lanzaron un total de 1.477,7 toneladas de bombas explosivas, incluyendo 529 bombas de 2 toneladas, más una de 4 toneladas.  En cuanto a las incendiarias, fueron 650 mil, con un peso de 1.181.6 toneladas. En total se emplearon 1400 aviones.

  Los incendios se desataron por doquier iluminando el cielo de manera dantesca.  La película que se guarda en el Imperial War Museum de Londres, muestra durante 10 minutos, cómo el avión con la cámara da vueltas por la ciudad sin recibir ningún tipo de oposición.  No hay reflectores ni fuego antiaéreo, menos cazas interceptores.  Todo es fuego y destrucción. Cientos de años en arte y cultura fueron reducidos a cenizas.  Dresde estaba convertido en un infierno donde se habían quemando cientos de miles de civiles.

  Al día siguiente, los socorristas no podían atender a los cientos de miles de heridos.  No había ni agua, ni alimentos, ni medicinas suficientes.   Pero, no todo había terminado, apenas habían transcurrido 2 ataques en 14 horas.  A las 12:12 del día 14 de Febrero, una nueva oleada, esta vez de 1350 Fortalezas Volantes y Liberators, lanzó otro diluvio de bombas contra la destrozada ciudad. 

  Afortunadamente, las bombas que caían sobre los escombros, no hacían mayor daño, pues no se puede matar a los muertos.  Como en Hamburgo, el huracán de fuego y las ráfagas de viento a miles de grados de temperatura, mató a más personas que las propias bombas.  Los edificios que quedaban en pie, parecían cascarones, que solo encerraba fuego.   Como los cazas de protección no tenían oposición, se dedicaron a atacar a las columnas de sobrevivientes que escapaban del infierno. Ambulancias, carros de bomberos, carretas, automóviles, cualquier cosa que se moviera era un blanco para los P-51.

  Los americanos lanzaron 474.5 toneladas de explosivos de alta potencia y 296.5 toneladas de incendiarias, en paquetes y racimos.

  En esta oportunidad, la aviación de caza nada pudo hacer, puesto que el grupo cerca de Dresde era de caza nocturna y durante el día no estuvieron en servicio.

  No hay estadísticas ni archivos de todo lo que ocurrió. 

  Pero sí se sabe que cuando menos de la compañía de bomberos desde la ciudad de Bad Schandau no quedó un solo bombero vivo que pudiera contar lo que ocurrió.

  Los días que siguieron, los grupos socorristas se encargaron de dar sepultura en fosas comunes a los cuerpos mutilados y quemados que fueron envueltos en papel periódico, en el mejor de los casos y lanzados en zanjas abiertas por buldozers. 

  Difícilmente se pudo identificar algunas víctimas. Para el día 6 del mes siguiente apenas se había logrado identificar a menos de 40 mil cadáveres. Durante semanas y entrada la primavera, el hedor de la ciudad acordonada se percibía desde kilómetros de distancia. 

  Algunos soldados manifestaron haber visto enormes ratas que se alimentaban entre los escombros.  Incluso se dijo que animales de un circo, cuyas jaulas fueron rotas durante los bombardeos vivían entre los restos alimentándose de cadáveres.


  Las cifras oficiales indican que murieron entre 120.000 y 150.000 personas, es decir muchas más que las que murieron en Hiroshima o Nagasaki.


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