San Juan Bautista

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miércoles, 10 de abril de 2013

Vocación a la eternidad - Por Augusto TorchSon


  Estamos llamados a ser protagonistas en la historia, pero no en la infra-historia dictada por los noticieros o gobernantes serviles a la judeo-masonerìa y al poder de la usura internacional, sino en la suprahistoria, la historia de la salvación, historia en la que tenemos que jugar un papel principal o condenarnos.

  Hoy se muestra como virtud de prudencia el no inmiscuirse en lo que no podemos modificar en el sentido inmanente de la vida. Esto es pretender que si nuestra acción no va a generar importantes cambios en el mundo, no vale la pena generarse problemas gratuitamente. Por lo que hay que tratar de no ser diferente ni hacer cosas diferentes porque eso implicaría tratar de querer por “ego o soberbia” sobresalir, según argumentan quienes optan por la comodidad de la inacción. 

  Esta miope visión de las cosas tiene por objeto regular las conductas para abajo, desmotivar la iniciativa, la inventiva, la aventura y finalmente el heroísmo. Eso porque la visión mundana de la vida nos hace creer que si no alcanzamos un reconocimiento más o menos público por lo hacemos, todo esfuerzo por algo noble o altruista es un desperdicio. Nos olvidamos que para Dios no hay héroes anónimos como tampoco pecados ocultos. Y entonces se dice prudencia a la más atroz de las tibiezas.


  El protestantismo y el fariseísmo han vencido en esta infrahistoria al hacernos creer a los cristianos que si Dios está con nosotros no podemos sino ser prósperos en lo material. Y la masonería sumo el triunfo de hacernos pensar que la fe es una cuestión respetable pero que corresponde exclusivamente al ámbito privado y en el público todo debe ser laico y que todas las religiones son tan veraces y respetables unas como otras, así el cristianismo queda desprovisto de la cristiandad, esto es, que la fe impregne el ámbito temporal.

  De esa manera en las diferentes formas de prácticas religiosas se busca, o solo rezar dejando la acción a la providencia divina (ya sea por acción de otros o lisa y llanamente a algún milagro) o sino al activismo desprovisto de oración, testimonio y coherencia cristiana.
Esta historia lineal que tuvo su inicio en la creación, su centralidad en la encarnación del Verbo, y su culminación en la cada vez más próxima segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo, requiere nuestra participación no solo en pos de nuestra salvación, sino también en el apoyo a la comunión de los santos en la cual participamos siendo una unidad indisoluble con toda la Iglesia, fortaleciéndola o perjudicándola, según nuestras obras sean buenas o malas.

  La confusión reinante en la Iglesia, que más importa que la que se dé en el mundo, no puede sino verse como signo de los tiempos y de la proximidad de la Parusía. De otro modo podemos caer en el pesimismo o algo peor que es el optimismo con respecto al triunfo mundano de lo que debe ser espiritual. Decía la filósofa católica Alice Von Hildebrand hablando sobre la actualidad del mensaje de Fátima y la inminencia del glorioso retorno de Cristo que en lo temporal solo el católico estúpido puede ser optimista ya que en ese ámbito las cosas indefectiblemente tienden a empeorarse y la realidad se vuelve día a día más perversa. En el mismo sentido el P. Castellani decía que en esta infrahistoria en la que vivimos tenemos que ser pesimistas ya que solo en la suprahistoria ya está decidida la victoria de Cristo,  pero en esta cotidiana realidad tenemos algo que es importantísimo que es nada menos que “la esperanza”, que como virtud teologal es la que nos tiene que sostener en estos tiempos donde el imperio del mal se muestra como invencible, para quienes quieran abrir los ojos a la realidad, puesto que para quienes quieran seguir cómodos en la tranquilidad de su Matrix considerarán que épocas malas fueron las de los primeros cristianos o de las carencias materiales o cuando todavía no se hacían los avances en la ciencia que tenemos hoy en día. Cuando lo glorioso de las primeras épocas del cristianismo era que los paganos se cristianizaban cuando hoy masivamente los cristianos se paganizan, como lo repite nuestro querido y admirado Padre Emilio Parrado, en su convicción de que esto es un claro signo de la proximidad de la Parusía.
  
  Que nos insulten quienes mucho gritaron y nunca hicieron nada, ni  por Dios, ni por la Patria, ni por sus vidas, no nos afecta. Es más, nos alienta a saber que molestando a los mediocres, aún en nuestra simpleza, algo bueno estamos haciendo. Por ese motivo y continuando nuestro ínfimo apostolado, pedimos a Nuestro Señor nos ayude a perseverar, e inclusive le pedimos, se nos niegue cualquier reconocimiento humano, a fin de no sucumbir ante la técnica más básica y más efectiva de la masonería: la adulación.

Augusto TorchSon

Nacionalismo Católico San Juan Bautista

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