San Juan Bautista

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lunes, 28 de septiembre de 2020

Otto Skorzeny (II): La lucha contra el Bolchevismo

                   


Si la literatura clásica exaltó al Héroe con el Filósofo, la de la Edad Media, erigió como modelos al Santo y al Caballero, la del Renacimiento, al Político Maquiavelista y al Artista, en tanto el mundo actual, por su internacionalismo y globalización sigue, la costumbre de la post guerra mundial, de exaltar al que esconde su puñal, para clavarlo en el pecho de su protector, como lo hiciera Marco Brutus con Julio César. Cola de Rienzi, y es otro ejemplo, exaltado por el inmortal Wagner en una ópera en la que relata la historia del romano, que llevó a su pueblo a la cúspide de la gloria para ser linchado y escarnecido en momentos adversos, por los mismos que había honrado, convertidos en traidora y asquerosa chusma. Y no hablemos de los que, en su propia Patria, sirven al enemigo por dinero, pero se justifican con el esoterismo masónico o con ideologías absurdas tales la   marxista o, con el sistema corruptor, de la democracia liberal. Se nos podrá decir que exageramos. Tal vez, en algún pequeño aspecto, nuestros detractores, tengan razón. Sin embargo ayer, Judas Iscariote, era el típico ejemplo del traidor que más le valiera no haber nacido” al decir de “Jesús el Divino Maestro”. El monstruo, consciente hacedor de su horroroso pecado huyó, terminando por colgarse de un árbol, no sin antes, arrojar las treinta monedas al rostro de los deicidas que lo compraran. Hoy las cosas han cambiado.

Desde hace 75 años, con el fin del conflicto mundial, basta recorrer los títulos de la historia flechada amén de falsificada por los vencedores a cuyo servicio están los siniestros y/o, escribidores a sueldo, para tomar conciencia que el inmundo ser de las dos caras es glorificado. La “Traición” se mimetiza detrás de la palabra “Liberación”, que suena muy hermosa, porque se utiliza como si de una acción de grandeza se tratara. Solicitamos perdón al camarada lector por la digresión, pero ella está suscitada por la lectura, en el libro de “Memorias”, de una de las acciones, más notables ejecutadas por el autor: el Standartenfurher SS Ingeniero Otto Skorzeny. Nos estamos refiriendo a la liberación del Duce Benito Mussolini secuestrado por la traición y la derrota que se llamaba: Víctor Manuel III, Humberto di Savoia, su esposa, la Princesa María José de Bélgica y Piemonte, el Mariscal Pietro Badoglio, el Conde Galeazzo Ciano, yerno del Duce, Dino Grandi, Guiseppe Bottai, el Duque de Acquarone y los Almirantes Pavesi, Maugeri y Brivonesi entre otros traidores a Italia. Todos integrantes de la conspiración contra el Estado Idea que, después de 1500 años, había llevado nuevamente al continente Africano, la civilización de la Cruz de Cristo y las Águilas Romanas del Imperio Inmortal.

De todos modos, el episodio, creemos, debe ser encarado con los acontecimientos bélicos acaecidos a partir del 8 de noviembre de 1942 cuando una poderosa flota aliada comandada por Dwight Eisenhower, penetró en el mar Mediterráneo por Gibraltar, ocupando parte del Norte de África. Esa zona, integraba la soberanía francesa administrada por gobierno de Vichy, encabezado por el benemérito Mariscal Philippe Petain quien realizaba la Revolución Restauradora del Francia arrasada por la nefasta revolución masónica de 1789 que había roto con la secular experiencia acumulada hacedora de la Galia gloriosa.

La expedición, encabezada por el citado Eisenhower, hechura de Roosevelt, quien pasó por encima de 200 generales (ordenando su retiro efectivo) para darle la comandancia suprema.

El “personaje” llegaba en primer lugar, para cumplir con el desesperado grito de Stalin que exigía la apertura un segundo frente ya que, de no establecerse, el Soviet no podía resistir, por lo que, amenazaba con hacer la paz con el Eje. Los primeros cuarenta y cinco días marcaron lo que, para los “puritanos era rectitud moral”. La prueba de lo que decimos está, en los tenebrosos sucesos que se produjeron en las altas esferas de los encabezados por Eisenhower.

Toda la siniestra trama, comenzó cuando el “Supremo” norteamericano nombró al Almirante Darlan “líder” de la auto llamada “Francia Libre”. Esa “distinción” le fue adjudicada luego de “traicionar a su amigo”, el Mariscal Petain a quien había acompañado con visibles muestras de entusiasmo desde el generoso armisticio con el III Reich en junio de 1940.

Poco duró su orgullo de farsante masón, pues el rechazo a ser un hombre servidor de Inglaterra, le valió el desplazamiento definitivo por sus opositores, el Servicio Secreto inglés y los generales Giraud y Degaulle. Darlan había olvidado que quien vende su conciencia no puede poner condiciones. Para la faena, de eliminar al pérfido Almirante, fue utilizado un joven monárquico francés, quien le dio muerte a tiros en una calle de Argel durante la Nochebuena de 1942. El crédulo idealista monárquico, infeliz convertido en asesino, fue ejecutado poco después para borrar todo rastro. Al llevarlo al paredón, se le dijo que no temiera, ya que todo estaba arreglado para que los soldados del pelotón de fusilamiento cargaran sus fusiles con balas de salva. La falsía y la crueldad democráticas, no tenían ni tienen límites. Aquel muchachón, engañado, la sintió en carne propia, al entrar en su pecho la mortífera munición.

La lucha entre Giraud y Degaulle, finalmente tuvo su final, cuando el locutor de 1940, en la British Broadcasting de Londres”, monsieur” Charles Degaulle, fue reconocido como “líder” de la Francia “Libre” por los tripuntes, Roosevelt y Churchill.

La campaña de los norteamericanos de Eisenhower, en el norte de África, no estuvo a las alturas que pronosticaban los medios de prensa aliados, auténticos ventrílocuos de los centros de la propaganda del bolchevismo y el capitalismo sionista. Con 300.000 soldados italianos y las divisiones de Camisas Negras que Mussolini logró reunir entre las fuerzas retiradas de Libia y los que consiguió llevar desde Sicilia   dieron a los yanquis al oeste, y al general, inglés Alexander, al este, no pocas derrotas.

En Argelia, las tropas motorizadas del Reich, cuyo comando había pasado de Rommel, llamado por el Führer, al General Von Arnim. Este inteligente y noble oficial le obsequió a Ike, según éste confiesa en sus Memorias, “días agitados” y problemas serios.

No fue distinto el acontecer que esperaba al VIII Ejército inglés, que atacó El Mareth donde fueron rechazados con importantes pérdidas, por los italianos que componían lo que quedaba de los batallones que habían combatido en el Alamein a las órdenes del Mariscal Erwin Rommel, llamado con justicia “Zorro del Desierto”. Aquellos guerreros, que hicieron poner pies en polvorosa, a los ingleses, eran romanos redivivos en el siglo XX, porque luego de recorrer 2200 kilómetros en un desierto que cambiaba la temperatura del día a la noche, total y absolutamente, sacaron fuerza de flaqueza para derrotar a un ejército, descansado y con un alto entrenamiento y equipo.

Cuando la batalla de Túnez, ya estaba por terminar, y el calendario marcaba el 30 de abril de 1943, escribía el Duce al Führer: …“Si no se resuelve, y de inmediato, el problema aéreo en el Mediterráneo con el envío de fuerzas aéreas, tales como para equilibrar la superioridad enemiga, no será ya posible, hacer llegar ni barcos ni aviones a Túnez. En el día de hoy hemos perdido tres caza torpederos, dos cargados con tropas alemanas y uno con municiones. Fueron atacados por oleadas de aviones enemigos, con la escolta de 120 cazas, mi Führer, es cuestión de urgencia absoluta. La tropa de Túnez se bate en forma espléndida, como lo admite el mismo enemigo, pero si no podemos reabastecerla, su fin está sellado”. Y concluye seguramente contestando una pregunta de Hitler: “…No me he repuesto todavía de la salud… Creo que todo esto se debe a la tensión nerviosa de estos últimos tiempos. No se hace política durante 43 años sin que alguna parte del organismo resulte afectada”… “lo importante al pelear las pequeñas enfermedades personales, es saber que no son más que episodios insignificantes, frente a las enfermedades que las Demoplutocracias y el Judaísmo infligieron a la humanidad que a hierro y fuego curarán”.

Pese a la heroicidad de los hombres de la Wermacht en Argelia las tropas que dirigía Von Arnim tuvieron que emprender la retirada hacia el continente europeo. La superioridad en aviones y tanques no pudo ser contrabalanceada. El propio Mariscal von Arnim fue prisionero de los yanquis. En ese momento, se registró una actitud que puso al desnudo, no solo la ordinariez plebeya del vencedor, sino el pensamiento íntimo de Eisenhower, que no tenía la mínima formación respecto a los deberes del jefe vencedor respecto al vencido.

Ike se mostró tal cual era, cuando el Mariscal Von Arnim, pasó por Casablanca, para ser conducido al campo de concentración. De acuerdo a la secular tradición militar, nacida en la época de la Caballería ésta establecía que, siempre el jefe vencedor, recibía al vencido para saludarlo. Empero, el miserable yanqui, le comunicó a su ayudante que, él, “no saludaría al representante del Mal”. El profundo odio se mostró descarnado, en un hombre de la Jefatura de un contubernio compuesto de monstruos como Stalin, y de provocadores belicistas, como el infame de la Casa Blanca (recordar Pearl Harbour) y Churchill, quien había logrado desplazar al moderado Chamberlain. De ahí, que todas las propuestas y gestos de paz de Berlín, entre octubre de 1939 mayo de 1940 fueran rechazadas por él ocupante de Dowing Street 10.   

Con relación al frente soviético, Stalin constantemente rogaba a los hiper-capitalistas, la apertura de nuevos frentes de lucha en Occidente para no colapsar. Ello demostraba la debilidad de aquella masa bestializada por el marxismo. Y tan era así que, cualquier observador comprobaba, en aquella época, como en estos días, con solo observar un mapamundi, que el III Reich y sus aliados luchaban en no menos de 5 frentes a saber: el maldito frente con el averno bolchevique, el frente Occidental Anglo Sajón que además se podían agregar otros dos, el Norte de Europa y el Sur de la península europea, el frente Aéreo y el marítimo, es decir, todo el Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo. Así mismo Alemania luchaba con tesón inigualable. El Nacional Socialismo con su Führer, creía, obedecía y combatía.

En esos días (julio de 1942) el Duce pasa revista en una misiva a la cuestión del frente comunista donde se luchaba en miles de kilómetros y le señala a su amigo y aliado: ...“El esfuerzo que Alemania -luego de vuestro llamamiento-  emprende es verdaderamente único en la historia de los pueblos. Estoy, por lo tanto, seguro que los bolcheviques se encontrarán delante de un paredón insuperable. Pero el día en el cual, Führer, se habrá realizado, con las obras y los hombres el Vallum Est (Línea Fortificada) la Rusia, extremada en sus fuerzas, no representará más el peligro mortal de hace dos años atrás y a menos que Ud. tenga la certeza absoluta de destruir, de una vez para siempre sus fuerzas yo me pregunto si no será demasiado arriesgado repetir la lucha contra el espacio infinito de la Rusia, mientras en el Oeste, aumenta el peligro anglo sajón. El día en el cual en alguna forma sea neutralizada o eliminada Rusia, la victoria estará en nuestras manos”.

Y llegó febrero de 1943. En el frente meridional, diez divisiones fascistas, taponearon la enorme brecha producida por el Mariscal von Paulus al rendir sus fuerzas en Stalingrado. La tenacidad de aquellas divisiones formando Erizos (agrupamientos de cerca decenas de hombres, los que se aferraban al suelo con ametralladoras) salvaron al frente de un gran avance bolchevique. Por estos acontecimientos, tomó cuerpo, en el cerebro viperino de los aliados, la idea de atacar Italia, mediante la cual, con la ayuda de los traidores internos, podrían golpear al Eje en otro frente, dando satisfacción a Stalin que venía soportando, pese a los envíos de Rosenfeld o Roosevelt, un imponente esfuerzo en material del soviet norteamericano.

En cercano envío, Dios mediante, continuaremos con el tema.


Luis Alfredo Andregnette Capurro

 Desde el Real de la Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo.


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