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domingo, 7 de febrero de 2021

La parábola del Sembrador - P. Leonardo Castellani

 DOMINGO DE SEXAGÉSIMA

[Lc 8, 4-15] Mt 13, 1-23

 


          La Parábola del Sembrador es la primera de las ocho denominadas “del Reino” que Mateo pone seguidas y Marcos y Lucas separadas; pues muy probablemente Cristo las improvisó en diferentes ocasiones, ya una, ya la otra. Los rabbíes trashumantes eran improvisadores, como nuestros payadores; y tomaban pie de cualquier cosa que vieran para sus poemas, o recitados de estilo oral, mejor dicho.

          Ésta del Sembrador es una de las dos parábolas que Cristo mismo interpretó, a pedido de los discípulos; y no se puede negar que fue vivo, porque interpretó las más fáciles; o será que nos parecen fáciles a nosotros, porque ya están explicadas autoritativamente.

          Entre el recitado y su interpretación está intercalado en los tres Evangelios el turbador pasaje que llaman “la motivación de las parábolas”, en el cual el Salvador siendo preguntado, por un fariseo probablemente: “¿Por qué les hablas en parábolas?” contesto en suma con esta salida: “¡Para que no entendáis!”. Pero para que no entendieran ¿no era lo más práctico callarse? Si un Salvador no quiere salvar, lo más seguro y barato es callarse la boca.

          Es una respuesta irónica de Cristo. Ironía ensenan que es decir las cosas al revés; como por ejemplo, hablar de la gran cultura argentina. La verdad es que ironía es la indignación templada y como forrada por la inteligencia; como cuando Cristo le dijo a Nicodemus: “Tú debes saberlo bien, que eres Maestro de la Ley.” La ironía es el lenguaje del hombre ético cuando habla a los anéticos: “el hombre magnánimo usa de la ironía” dice Aristóteles: “vir magnanimus utitur eironeia”. El humor es propio del hombre noble, sea inglés o no; los países en que no hay humor y el hombre que no entiende el humor, son poco desarrollados. No se puede decir esto ni de la ciudad de San Juan ni del Maestro Calderón de la Piragua, que es de origen inglés. Pues bien, Cristo tenía el sentido del humor pese al juicio contrario de Cronin en Las llaves del Reino.

          Cristo respondió muchas veces irónicamente. La ironía es estilo indirecto; y además es estilo pregnante, que está preñado de sentido y dice varias cosas a la vez y en forma más eficaz que el estilo directo. Cristo pues podría haber respondido en estilo directo más o menos: “Yo predico como debo predicar, es la forma más adecuada que existe para enseñar verdades estrictamente religiosas; es decir, misterios; en la forma que ya profetizara de mí el Rey Profeta en el Psalmo 77, y el Profeta Isaías en su Recitado Sexto... Yo sé perfectamente y de antemano que vosotros, oh fariseos, de esta forma mía de predicar, os haréis una piedra de tropiezo y una ocasión de perdición; pero es porque en el fondo queréis perderos. Unos saldrán diciendo que no entienden, otros entenderán más de lo que hay, unos que es difícil, otros que es pedestre, otros que eso no es para ellos sino para los “chinos”... “para esa maldita plebe que no conoce la Ley”, como dicen ustedes los fariseos, cuando están entre ustedes. Pero yo no por eso voy a dejar de predicar como corresponde... y como a mí mejor me parece y place, ¡últimamente, caramba!... Ustedes no me pagan mis prédicas, yo predico como mejor me parece...”.

          Pero el amor herido produce celo, el celo produce indignación y la indignación produce estilo indirecto, ironía. Y así Cristo, en vez de responder larga y directamente, respondió breve e incisivamente: “Hablo así para que se cumpla lo que dijo Isaías el Profeta: para que viendo no veáis –porque vosotros os dáis de muy videntes y sois ciegos– y oyendo no oigáis; porque este pueblo me tiene mucho en la boca y poco en el corazón; y de ese modo no entiendan, y yo no los sane, y tropiecen y se pierdan... Para eso hablo en parábolas.”

          Esto se llama una profecía conminatoria, esas profecías que se hacen para que no se cumplan; y cuanto más atroces, son más piadosas; como cuando uno le dice a su hijo: “Vos vas a acabar en la cárcel.” Prever lo que va a pasar no siempre es desearlo; y decirlo de antemano con gran fuerza a fin de ponerle óbices, eso es amor y no es odio. Así pasó en Nínive con el Profeta Jonás.

          En la parábola del Sembrador, el Sembrador es Cristo, y las tres clases de semillas malogradas son tres clases de hombres que fallan en la fe; en quienes se malogra “la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo”.

          Estos tres hombres se podrían denominar el Frívolo, el Flojo y el Furioso. Claramente se ve en la parábola una progresión en la suerte de la semilla; porque en efecto, la que cae en el camino, ni siquiera germina; la que cae sobre ripio, germina y se quema pronto; más la que cae entre abrojos –o cañotas– crece bastante pero después es como aprisionada y asfixiada. Y así hay tres clases de hombres con respecto a lo religioso, que se pueden simbolizar en Don Juan Tenorio, el Fausto y el Judío Errante. Y si quieren personajes históricos y no legendarios, digamos por ejemplo Casanova, Goethe y Napoleón, para no salir de nuestros tiempos.

          Nuestros hechiceros tiempos se especializan en la fabricación en serie de hombres frívolos –con venia del galicismo–que en español se dice: livianos, casquivanos, volanderos, botarates, pueriles, no desarrollados. El biólogo Carrel dice –quizá con exageración– que la gran mayoría de la población de EE.UU. no está desarrollada psíquicamente más allá de la edad mental de 14 años.

          No lo sé. Lo dudo. Quiera Dios que nosotros hayamos llegado siquiera a los 12.

          En los tipos frívolos o distraídos la fe no puede ni prender siquiera, porque ella pertenece al dominio de Lo Serio: allí cae sobre el camino, es sembrada en la calle. Ellos pueden hablar de Dios y aun saber el Credo, como Don Juan; pero lo Religioso está amputado e ellos; o mejor dicho, está atrofiado. Don Juan Tenorio no es el símbolo del “pecadorazo español”, como cree Ignacio Anzoátegui, del hombre que “cree fuerte y peca fuerte” de Lutero. ¡Ni por pienso! Don Juan Tenorio con sus bigotazos, sus desplantes, sus bravatas, sus conquistas y su espada pronta, es un varón poco desarrollado; el doctor Marañón lo clasifica incluso entre los 'feminoides”. Por eso entiende tan rápidamente a las mujeres en lo superficial; porque es amujerado. Para el hombre muy varonil, la mujer es un misterio profundo y respetable, por no decir adorable; para el achiquilinado, es algo como el ratón respecto al gato: algo enteramente claro y perspicuo. Don Juan Tenorio está lleno de malos pensamientos y pequeñas porquerías; pero no peca, hablando en serio; el pecado es una cosa seria y no es lo mismo ser pecador que chico malcriado. Las que pecan serían en todo caso las mujeres que lo siguen, como el caburé no tiene la culpa que las gorrionas se le vayan encima: pecado de bobería, que es uno de los más peligrosos que hay. Esa Margarita, por ejemplo, que Goethe quiere damos como un portento de inocencia... Es una mujercita un poco corrompidita; la prueba es que se hace la bobita. Quizá nos equivoquemos ¿no?

          Fausto sí peca: cuando seduce a Margarita sabe lo que hace; y por eso vacila y tiembla. Mientras, Don Juan no sabe lo que es vacilar, y ésa es una de sus fuerzas. Fausto es el hombre que ha recibido la fe, que es capaz de lo ético y lo religioso –es capaz del amor y no solamente del deseo–: pero en el cual la fe se secó pronto porque él no quiso sufrir; y por tanto no quiso obrar conforme a la fe; y la fe sin obras es muerta. Cristo declara netamente que es el miedo al sufrimiento lo que suprime la religión en estos tipos; lo cual prueba que entienden lo que es religión, puesto que ven claramente que la religión los va a remolcar por un camino que les causa pavor; y por eso desenganchan al momento. Con éstos el diablo tiene más trabajo, pero también más cosecha. Con los primeros, “las aves del aire fuliginoso” se limitan a comerse las semillas antes que nazcan; aquí ya interviene Mefistófeles con discursos, promesas y vivezas; y hasta con golpes de mano a veces. Lo demoníaco, que en Don Juan está oculto, aquí se hace visible.

          El tercer caso es más tremendo: allí la fe existe, pero está cubierta y como fagocitada y convertida en fermento de acción... y desesperación. Lo demoníaco es aquí inmediato: no necesitan un Mefistófeles al lado. Fermento de acción mundana, por supuesto, no de acción interna, que es la verdadera acción: de agitación, hablando en plata. Todos esos hombres a presión, esos hombres agitados y poderosos que han hecho grandes cosas –ruinosas– en la Historia (“Gigantes viri famosilos llama el Génesis), son en el fondo hombres religiosos; pero su religiosidad está desviada. La Semilla cayó entre Espinas.

          Lo Religioso es lo que impulsa al Judío Errante a su fatídica errabundia: si no puede pararse es porque tiene fe, pero su fe está aprisionada por una pasión; símbolo poderoso que creó el Medioevo para significar el mismo disperso y errabundo pueblo judío.

          Ashaverus tiene verdadera inquietud religiosa: sabe que ha pecado contra Cristo y que ese pecado no es una cosa indiferente ni siquiera corriente, sino extraordinaria y horrorosa; pero no llega a postrarse ante el Muerto a pedir perdón. Y entonces el desasosiego espiritual, que es el manantial de la religiosidad, en vez cae volverse fe se vuelve angustia.

          Pero estos terceros infieles son los que más fácilmente se convierten: la Desesperación es la Enfermedad de Muerte, pero al mismo tiempo es el Remedio. Ashaverus se convertirá al final; el que no se convierte nunca es Fausto: Goethe se equivocó al hacer convertir a Fausto en su Segunda Parte. De hecho, Goethe, que fue el verdadero Fausto, no se convirtió nunca, que nosotros sepamos. Fausto es la Duda; y la Duda no puede convertirse porque entonces se aniquila a sí misma, hablando en el mundo de las Ideas; puesto que sabemos que todo hombre puede convertirse si quiere.

          Pero en el mundo de las Esencias, Fausto convertido es una contradicción; lo mismo que un Caifás convertido.

          En nuestros chapuceros tiempos modernos hay de todo, como en las revistas argentinas: hay el Desesperado, hay el Dubitante y hay el Distraído-Divertido; o si quieren de otro modo, existen el Afiebrado, el Amputado y el Atrofiado, los tres tipos que previó Cristo. Pero como hemos dicho, nuestra época se especializa en este último; lo mismo que las revistas argentinas: en el Divertido-Distraído.

          Consolémonos: también hay tres tipos en los cuales la Semilla no se malogra, que son el Penitente, el Pío y el Perfecto. En unos da 30; en otros, 60; en pocos da el 100 por uno, los cuales se llaman los Hombres del Ciendoblado. Éstos son los hombres que hacen todas las cosas que predican; que tienen una fe total y todos sus actos expresan esa fe. Los que gritan son oídos en este mundo; pero mucho más son oídos los que no gritan y hacen. El Ciendoblado es el hombre cuya vida predica el Evangelio sin muchas palabras; que cuando habla del sufrimiento, sabe lo que es sufrir; cuando habla de la renuncia, sabe lo que es renunciar; cuando habla del martirio, sabe lo que es el martirio. Y cuando habla del Amor de Dios, dichoso él, sabe lo que es el Amor.

          Nada de eso sabe el frívolo. Hoy día casi todo es “calle”. El diablo ha inventado un Camino Anchísimo para confort del hombre moderno: una “autoestrada”. Ha hecho que todo se vuelva calle y trocha, hasta el hogar, hasta la escuela, hasta la iglesia; no puede pararse uno, todo es para caminar, como el mundo entero para el Judío Errante; y, naturalmente, todas las Semillas caen en el camino. Y, naturalmente, de esa manera ha obligado al Sembrador a tomar el arado y convertirse en Arador.

          “Los pecadores me araron el lomo”, dice el Profeta David profetizando los azotes de Cristo; mas llegará un tiempo en que Cristo habrá de tomar el azote y ararnos a nosotros, para que nos salvemos aunque sea “tanquam per ignem”, a través del fuego. Peor es nada.

          La bomba atómica puede convertir a Europa, dice Belloc; y si no convierte a Europa, paciencia; por lo menos me puede convertir a mí...

 

 Leonardo Castellani: "El Evangelio de Jesucristo"

 

 

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Pedro sobre los falsos profetas


Segunda epístola de San Pedro

2 Los falsos profetas

    1Verdad es que hubo también falsos profetas en el pueblo, así como verán entre vosotros maestros embusteros, que introducirán sectas de perdición, y renegarán del Señor que los rescató, acarreándose sobre sí mismos una pronta perdición. 2Y muchas gentes los seguirán en sus disoluciones, por cuya causa el camino de la verdad será infamado. 3Usando de palabras harán tráfico de vosotros por avaricia; más el juicio para ellos viene a grandes pasos; y no está dormida la mano que debe perderlos.


Ejemplo de Justicia divina

    4Porque Dios no perdonó a los ángeles delincuentes, sino que amarrados con cadenas infernales los precipitó al abismo, en donde son atormentados y tenidos como en reserva hasta el día del juicio. 5Tampoco perdonó al antiguo mundo, bien que lo preservó al octavo predicador de la justicia, Noé, con siete personas, al enviar el diluvio sobre el mundo de los impíos. 6Las ciudades de Sodoma y Gomorra, reduciéndolas a cenizas, las condenó a desollamiento, poniéndolas para escarmiento de los que vivirán impíamente. 7Y libertó al justo Lot, a quien estos hombres abominables afligían y perseguían con su vida infame; 8pues conservaba puros sus ojos y sus oídos, morando entre gentes que cada día sin cesar atormentaban su alma pura con obras detestables.


Dios libra a los justos

    9Bien sabe el Señor librar a de la tentación a los justos, reservando los malos para los tormentos en el  día del juicio, 10y mayormente aquellos que, siguiendo la carne, andan en deseos impuros y desprecian las potestades, osados, pagados de sí mismos, y que blasfemando no temen sembrar herejías; 11mientras que los ángeles mismos con ser tanto mayores en fuerza y poder, no condenan con palabras de execración a los de su especie.


Corrupción de los falsos doctores

    12Más estos otros, que, por el contrario, como brutos animales, nacidos para el lazo y la matanza, blasfeman de las cosas que no conocen, perecerán en los vergonzosos desórdenes, 13recibiendo la paga de su iniquidad. Ellos ponen su horrura y suciedad, se entregan a los deleites y muestran su disolución en los convites que celebran con vosotros, 14como que tienen los ojos llenos de adulterio y de un continuo pecar. Ellos atraen con halagos las almas inconstantes, teniendo el corazón ejercitado en la avaricia; son hijos de maldición. 15Han dejado el camino recto y se han descarriado, siguiendo la senda de Balaam, hijo de Beor, el cual codició el premio de la maldad, 16más recibió el castigo por su locura: una muda bestia, hablando en voz humana, refrenó la necedad del profeta.


Seducción de los falsos doctores

    17Estos tales son fuentes sin agua, y nieblas agitadas por torbellinos, para los cuales está reservado el abismo de las tinieblas. 18Profiriendo palabras pomposas hinchadas de vanidad, atraen con el cebo de apetitos carnales de lujuria a los que poco antes habían huido de los que profesan el error, 19prometiéndoles libertad, cuando ellos mismos son esclavos de la corrupción; pues quien de otro es vencido, por lo mismo queda esclavo del que le venció. 20Porque si después de haberse apartado de las asquerosidades del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, enredados otra vez en ellas son vencidos, su postrera condición viene a ser peor que la primera. 21Por lo que mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia, que después de conocido abandonar la Ley Santa que se les había dado. 22En ellos se cumple lo que se suele significar por aquel refrán verdadero: Volvióse el perro a lo que vomitó, y la puerca lavada, a revolcarse en el cieno.


Comentarios de Mons. Straubinger

   2 1 Todo este capítulo, que nos muestra notables semejanzas con la Epístola de San Judas, es una terrible denuncia contra los falsos doctores o maestros embusteros que reemplazan a los falsos profetas del Antiguo Testamento, porque como ellos hablan con “razones inventadas” (v. 3; cfr. Jer. 23, 16 y 21); como ellos “se apacientan a sí mismos” (Ez. 34, 2ss.), “haciendo tráfico de las ovejas (v. 3), como ellos substituyen a Dios (Jer. 23, 27) para presentarse ellos como tales (cfr. II Tes. 2, 3 ss.). Y como serán  “del mundo”, muchos los seguirán (v. 2; cfr. Juan 5, 43; 7, 7; 15, 19) y el camino de los verdaderos discípulos de Cristo será infamado (v. 2; cfr. Juan 16, 1 ss.). (Véase I Tim. 4, 1 ss.; II Tim. 3, 1 ss.). Pronta Perdición: el destino del falso profeta es el mismo del Anticristo y de Satanás (Apoc. 20, 9).

   13“Es realmente asco lo que siente Pedro al pensar en esos servidores arrogantes” (Pirot). La paga de su iniquidad o el soborno que el mundo ofrece por ella (v. 15) es la terrible sentencia que anuncia Jesucristo cuando dice que “ya tuvieron su paga” aquí abajo (Mat. 6, 5 y 16; Luc. 16, 25) Véase también el castigo que San Pablo Señala en II Tes. 2, 10 ss.: la ceguera soberbia que los arraigará en el error para así llevarlos a la perdición final como a los fariseos enemigos de Cristo (Juan 12, 40; Hech. 28, 26).

  14“Los fieles deben reaccionar contra la seducción de los falsos doctores, bajo pena de sufrir una cruel desilusión cuando después del período de agitación febril en que les despiertan todas las esperanzas, se encuentran fríamente ante el vacío doctrinal”(Charue). Cfr. V. 17 ss.


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lunes, 15 de julio de 2013

EL JUDÍO SEGÚN LA TEOLOGÍA CATÓLICA (II) - Por P.Julio Meinvielle

GRANDEZA DEL PUEBLO JUDÍO
  He recordado estas figuras de los antiguos Patriarcas no como evocación literaria, sino porque en el origen mismo del pueblo judío, en Abrahán y en Isaac, está figurada la grandeza y miseria de este pueblo y su oposición con la Iglesia.

  El pueblo judío es el linaje teológico, escogido, consagrado, santificado para significar y traernos en su carne a Ese otro que había de venir, al Esperado de las naciones. 

  He aquí lo tremendo de ese pueblo: su carne está santificada y estigmatizada para traemos a Aquél que es la Verdad y la Vida; que es la Salud de los hombres.
  
  Pero, ¿por qué esta carne es santa? ¿Porque es del linaje de Abrahán, o porque ha de traemos a Cristo? En otros términos: ¿Es Cristo quien santifica al linaje judío, o es el linaje judío el que santifica al Cristo?

  He aquí, entonces, que Cristo, como había, predicho Isaías (ad. Rom. 9,33), ha sido puesto como piedra de tropiezo y de escándalo para este pueblo.

  Porque si este pueblo, con la humildad de Abrahán, cree en el Cristo que santifica su linaje, está llamado a ser raíz y tronco de una frondosa Oliva que es la Iglesia de Jesucristo; si en cambio parte de este pueblo rechaza al Cristo fundado en la soberbia de su linaje, está llamado a ser la raíz y el tronco de una Vid silvestre que no produce sino frutos amargos de pecado.

  Si lo primero, este pueblo será Isaac, Jacob, Abel; si lo segundo, este pueblo está llamado a desempeñar el papel de Ismael, Esaú, Caín.

  Pero este linaje escogido siempre tendrá superioridad sobre los otros linajes de la tierra. Si acepta al Cristo será lo principal, lo mejor de la Iglesia.

  Será la raíz y el tronco de esa Oliva que produce frutos para la vida eterna, como enseña el Apóstol. Si rechaza al Cristo será también lo principal, es a saber lo peor en el reino de la iniquidad.

  El Apóstol San Pablo, que con orgullo se sentía israelita, subraya esta superioridad del judío en lo bueno y en lo malo cuando, escribiendo a los Romanos, dice (2, 9-10): Así que tribulación y angustia aguardan al alma de todo hombre que obra mal, del judío primero y después del griego. Mas la gloria y el honor y la paz serán de todo aquél que obra bien, del judío primero y después del griego. Grande es, pues, la superioridad de los judíos, enseña el mismo Apóstol, (Rom,3, 2) porque a ellos les fueron confiados los oráculos de Dios.

  El judío es, entonces, primero en el orden de la bondad, en el misterio de la gracia. Judío, entonces, el tronco del árbol que es la Iglesia. Judíos o Israelitas, los Patriarcas; Judíos los Profetas; Judío, Bautista el Precursor; Judío, San José; Judía, la Madre de Dios; Judío, Nuestro Adorable Salvador, en quien son benditas todas las naciones. Judíos los Apóstoles y Evangelistas; Judío el Protomártir Esteban.

  ¡Qué pueblo, este pueblo teológico, hecho tronco del Árbol de la Iglesia!

  Delante de esta Oliva, ¿qué valen los pueblos gentiles que no son más que pobre acebuche?

  ¿Qué el poderío de Roma y la ciencia de los griegos? Estulticia y necedad, los llama el Apóstol, porque absolutamente de nada sirven para la salud.

  Los gentiles, con los griegos a la cabeza, si quieren entrar en la vía de salud tienen que entrar de limosna, aprovechando que algunos judíos serán rechazados para que ellos puedan ser injertados, y así dice el Apóstol que la caída de parte del pueblo judío: Ha venido a ser una ocasión de salud para los gentiles.
17. Si algunas ramas han sido cortadas, y si tú, pueblo gentil, que no eres  más que un acebuche, has sido injertado en lugar de ellas y echo participante de la savia que sube de la raíz del olivo.
18. No tienes de qué gloriarte contra las ramas. Y si te glorías, sábete que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. (Rom. 11).

MISERIAS DEL PUEBLO JUDÍO
  Pero cuanto mayor sea la grandeza de Israel, que ha sido predestinado en el Cristo, tanto mayor ha de ser su fidelidad a Cristo. ¡Miserable este pueblo si llega a rechazar a Aquél que es su salud! Entonces seguirá siendo el primero, pero el primero en la iniquidad. Y todo cuanto más inicuo y perverso produzca el mundo saldrá también de éste pueblo.

  Judío fue Judas el traidor,. Judíos, Anás y Caifás. Judío el pueblo que se gozaba con la sangre del Salvador y que exclamaba: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Judíos, los que apedrearon a San Esteban.

  Judíos, los que dieron muerte al Apóstol Santiago de Jerusalén. Judíos, todos los que acechaban contra la predicación de los Apóstoles. El crimen más grande de todos los tiempos, la muerte del Hombre Dios, ha sido perpetrado por éste pueblo, que mereció por eso el nombre de "pérfido".

  ¿En qué está la raíz del pecado y de todos los errores judaicos?

  En que parte de este pueblo creyó que las Promesas hechas a los judíos a causa de Cristo que debía nacer de ellos fueron hechas a su carne, a su genealogía. En otras palabras: En lugar de advertir que si el pueblo judío era pueblo de predilección lo era por el Cristo, ellos, en su obcecación, creyeron que el Cristo recibió gloria de su descendencia genealógica.

  Así no era de Cristo de quien venía la gloria, sino de la carne de Abrahán.

  Por esto los fariseos, encarnación genuina de este espíritu de iniquidad, decían con orgullo para no aceptar a Jesucristo: Nosotros tenemos por Padre a Abrahán.

  Su pecado consistió entonces, en carnalizar las divinas Promesas. De esta suerte, dieron valor de substancia a lo que no era más que figura.

  Esperaron la salud de lo que no era sino un signo.

  Y del Mesías, que era el esperado para traer al mundo la gracia y la verdad, hicieron ellos un dominador político, terrestre, que debía asegurar y perpetuar la grandeza de Israel sobre todas las naciones sujetadas como esclavas al imperio judaico.

CARNALIZACIÓN DEL PUEBLO JUDÍO
 Es aleccionador indicar las etapas del proceso de carnalización obrado en el pueblo judío.

  Siempre fue el israelita de condiciones naturales perversas, dominado por una gran soberbia y una gran avaricia.

  Moisés advierte expresamente a los israelitas (Deut. 9,6): Sabe, pues, que no por tus justicias te ha dado el Señor Dios tuyo esta excelente tierra en posesión, pues eres un pueblo de cerviz muy dura. Y advierte más adelante (Deut. 9, 13-14):
13. Y me dijo de nuevo el Señor: Veo que este pueblo es de dura cerviz.
14. Déjame que lo desmenuce y que borre su nombre de debajo del cielo y te ponga sobre una gente que sea mayor y más fuerte que ésta.

  Pero de modo particular este pueblo prevaricó y se carnalizó en la época de los Reyes, entregándose a mil deshonestidades e idolatrías, de suerte que en castigo fue primero desmembrado y llevado luego en cautivo a Babilonia por el rey Nabucodonosor, seiscientos años A.C.

  Setenta años duró este cautiverio, al cabo de los cuales, vueltos los judíos a Palestina, se reconstituyeron en nación sobre las bases nuevas y más firmes que les dio Esdras, a quien los judíos consideran un legislador casi tan grande como Moisés.

  De esta reorganización que dio Esdras al pueblo judío, arranca en realidad el judaísmo tal como era en tiempo de Jesucristo y como se perpetúa hasta nosotros.

  Para caracterizar a los judíos, hemos de decir que el judío es un pueblo atado a un Libro, el Libro por excelencia, la Ley, la Thora. En realidad forman la Thora los 5 libros del Pentateuco que escribió Moisés. Pero los judíos sólo aceptan la Thora con las interpretaciones que los Rabinos han ido trasmitiendo de boca en boca como palabra de Dios superior a la del mismo Moisés, interpretaciones que han quedado consignadas y en cierto modo petrificadas en un voluminoso libro, llamado el Talmud, que es el código civil y religioso de los judíos.
  
 El Judío en el misterio de la historia - Padre Julio Meinvielle - Sexta Edición 1975

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EL JUDÍO SEGÚN LA TEOLOGÍA CATÓLICA (I) - Por P.Julio Meinvielle

  El judío no es como los demás pueblos, que hoy nacen y mañana fenecen; que crean una civilización admirable restringida a un punto del tiempo y del espacio. 
Recordemos los grandes imperios de los egipcios, de los asirios, de los persas, de los griegos y romanos. Su gloria fue gloria de un día.

  El pueblo judío, porción minúscula enclavada en la encrucijada del Oriente y del Occidente, está hecho de pequeñez para llevar el misterio de Dios a través de los siglos. Y para llevar este misterio grabado en su carne.

  No debe crear una civilización porque esto es humano, y a él está reservado lo divino. Es el pueblo teológico, que Dios crea para sí. Moisés nos refiere en el Génesis cómo el Señor Dios, 2.000 años A. C., llama al Patriarca Abrahán, que vivía en Ur de Caldea, en la Mesopotamia, y le dice:
l. Sal de tu tierra, y de tu parentela; y de la casa de tu padre, y ven a la tierra que te mostraré.
2.Y hacerte he en gran gente, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendito.
3. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan, y en ti serán benditos todos los linajes de la tierra. (Cap. 12).

  El pueblo judío, hijo de Abrahán, tiene entonces su origen en Dios, porque Él lo selecciona del resto de la humanidad y porque a Él le promete su bendición en forma tal que en él serán benditos todos los linajes de la tierra.

  Israel, entonces, es grande, y grande con grandeza teológica.
¿Pero esta grandeza de Israel estriba puramente en su descendencia carnal de Abrahán, en que este pueblo está formado en los lomos del Patriarca, o en cambio estriba en la fe que tiene Abrahán en la Promesa de Dios?

  Esto es sumamente importante; porque si las bendiciones de Dios son para la descendencia carnal de Abrahán, para la pura descendencia carnal, entonces por el hecho de ser hijo de Abrahán, el pueblo judío será elegido y bendito entre todos los linajes de la tierra.

  Si en cambio las bendiciones están reservadas a la fe en la Divina Promesa, la pura descendencia carnal no vale; es necesaria la descendencia de Abrahán por la fe en la Promesa, o sea una descendencia espiritual fundada en la fe.

ISMAEL E ISAAC
  ¿En qué estriba, entonces, la grandeza de Israel, según los divinos designios? Para mostrarlo Dios le da a Abrahán dos hijos. Uno, de su esclava Agar, que nace en forma corriente y natural, y recibe el nombre de Ismael. El otro que contra toda esperanza le pare su mujer Sara en la vejez, de acuerdo a la promesa de Dios, y que es llamado Isaac.

  Con Isaac y con su descendencia después de él confirma Dios el pacto celebrado con Abrahán. A Ismael le otorga el Señor también una bendición puramente material, prometiéndole hacerle caudillo de un gran pueblo. De este Ismael descienden los actuales árabes, que tan reciamente se han opuesto a la entrada de los judíos en Palestina. Como Ismael, el hijo de la esclava, se burlase y persiguiese a Isaac, Abrahán, a instancia de Sara, su mujer, y de acuerdo a la orden de Dios, tuvo que echarlo de su casa. (Génesis, cap.21,-9-21).

  ¿Qué significado tienen estos dos hijos de Abrahán, Ismael e Isaac? San Pablo, el gran Apóstol de los Misterios de Dios, nos explica que en Ismael e Isaac están prefigurados dos pueblos. (San Pablo ad. Gal. 4, 22-31).

  Ismael, que nace primero de Abrahán, como fruto natural de su esclava Agar, figura la Sinagoga de los judíos, que se gloría de venir de la carne de Abrahán. Isaac, en cambio, que nace milagrosamente de acuerdo a la promesa divina, de Sara la estéril, representa y figura a la Iglesia, que ha surgido, como Isaac, por la fe en la Promesa de Cristo.

  No es, por tanto, la descendencia carnal de Abrahán lo que salva, sino su unión espiritual por la fe en Cristo.

  El pueblo judío, formado en Abrahán, no es precisamente por su unión carnal con Abrahán, sino asemejándosele en la fe, creyendo en Cristo, como puede lograr su salud.

  Todos los que se unen con Cristo forman la descendencia bienaventurada de Abrahán y de los Patriarcas, y son el objeto de las Divinas Promesas. La Iglesia es Sara hecha fecunda por la virtud de Dios. El espíritu vivifica, y la carne, en cambio, nada vale, decía más tarde Jesucristo. (S. Juan 6, 64).

  ¿Podría suceder que este pueblo, o parte de este pueblo, unido por lazos carnales con Abrahán, creyese que esta pura unión genealógica es la que justifica y salva?
Sí podría suceder, y sucedió... Y para prefigurarlo, comenta el Apóstol San Pablo, dispuso Dios que Abrahán tuviese dos hijos, uno de la esclava y otro de la libre. Mas el de la esclava nació según la carne; al contrario, el de la libre nació en virtud de la Promesa. Todo lo cual fue dicho por alegoría para significar que el hecho de una pura unión carnal con Abrahán está representado en Ismael, el hijo de la esclava, y la imitación de Abrahán por la fe en Jesucristo figurada en Isaac, el hijo de la Promesa.

  De aquí que haya que distinguir entre los verdaderos israelitas porque imitaron su fe en Dios creyendo en Jesucristo, y éstos están figurados en Isaac, y los israelitas que descienden de Abrahán por la carne sin imitar su fe, y éstos están figurados en Ismael.

  Ismael perseguía a Isaac. Y San Pablo, comentando, añade: Mas así como entonces el que había nacido según la carne perseguía al nacido según el espíritu, así sucede también ahora. (Gál.4.29).

  Y aquí está expresada la necesidad teológica de que Ismael persiga a Isaac, la Sinagoga persiga a la Iglesia, los judíos que están unidos con Abrahán por sólo una unión carnal persigan a los cristianos, verdaderos israelitas, unidos por la fe en Cristo.

ESAÚ Y JACOB
  El mismo misterio nos lo revelan los dos hijos que el Señor concedió al Patriarca Isaac: Esaú y Jacob.

  Nos refiere el Génesis en el capítulo 95:
21. Hizo Isaac plegarias al Señor por su mujer, porque era estéril, y el Señor le oyó, dando a Rebeca virtud de concebir.
22. Pero chocaban entre sí, en el seno materno, los gemelos que concibió; lo que le hizo decir: Si esto me había de acontecer, ¿qué provecho he sacado yo de concebir? y fue a consultar al Señor.
23. El cual respondió diciendo: Dos naciones están en tu vientre y dos pueblos saldrán divididos en tu seno, y el uno sojuzgará al otro pueblo y el mayor ha de servir al menor.
24. Llegado ya el tiempo del parto, he aquí que se hallaron dos gemelos en su vientre(1).
25. E1 que salió primero era rubio y todo velludo, a manera de pellico, y fue llamado Esaú. Saliendo inmediatamente el otro, tenía asido con la mano el talón del pie del hermano, y por eso se le llamó Jacob.

  San Pablo en su carta a los romanos, donde revela el misterio del pueblo judío, hace ver cómo Esaú, el mayor según la carne, es el pueblo judío, unido con Abrahán por puros lazos de sangre, y Jacob, el hermano menor, es la Iglesia (formada de judíos y gentiles), que porque está unida por la fe en Cristo, es preferida a Esaú. Y así se cumplen las palabras escritas: He amado más a Jacob y he aborrecido a Esaú. Y así la Iglesia vence a la Sinagoga, aunque la Sinagoga, como Esaú, mantiene vivo su odio y dice en su corazón: Yo mataré a mi hermano Jacob. (Gén. 27, 41)

El Judío en el misterio de la historia - Padre Julio Meinvielle - Sexta Edición 1975


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jueves, 30 de mayo de 2013

La educación de los hijos en La Biblia

  En tiempos en donde la corrección y el orden (poner límites) se confunde con limitar la libertad de nuestros hijos, nos parece importante resaltar la pedagogía divina para lo cual transcribimos estas atemporales enseñanzas.

Eclesiástico 30
La educación de los hijos

1 El que ama a su hijo lo castiga asiduamente, para poder alegrarse de él en el futuro. 

2 El que educa bien a su hijo encontrará satisfacción en él y se sentirá orgulloso entre sus conocidos. 

3 El que instruye a su hijo dará envidia a su enemigo y se sentirá dichoso delante de sus amigos, 

4 Muere el padre, y es como si no muriera, porque deja detrás de sí a uno igual a él. 

5 Mientras vive, se alegra de verlo, y a su muerte, no siente ningún pesar: 

6 deja a alguien que lo vengará de sus enemigos y devolverá los favores a sus amigos. 

7 El que mima a su hijo vendará sus heridas y a cada grito que dé, se le conmoverán las entrañas. 

8 Un caballo sin domar se vuelve reacio, y un hijo consentido se vuelve insolente. 

9 Malcría a tu hijo, y te hará temblar; juega con él, y te llenará de tristeza. 

10 No hagas bromas con él, para no sufrir con él ni rechinar tus dientes al final. 

11 No les des rienda suelta en su juventud, 

12 pégale sin temor mientras es niño, no sea que se vuelva rebelde y te desobedezca. 

13 Educa a tu hijo y fórmalo bien, para que no tengas que soportar su desvergüenza. 






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