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lunes, 7 de septiembre de 2020

La Cruzada de la División Azul –Luis Alfredo Andregnette Capurro

“Atlas Ilustrado de la División Azul

Carlos Caballero Jurado

Madrid 2010. Susaeta Ediciones S.A. 253 Págs.

                    

Redactamos estas carillas, sintiendo en nuestra alma desde hace 75 años, el dolor por aquellos mártires que en defensa de nuestra civilización Romano Católica dieron su sangre entre 1941 y 1945, sin pedir nada a cambio. Duelo respetuoso ante la muerte de heroicos guerreros. Luto al haber caído por la Fe y la Cultura que nos hermanan. En estas mismas páginas hemos discurrido, por una concesión que nos ha honrado, intentado ser espejos de horas veloces siempre con el objetivo de la Verdad que libera. En esa ruta continuamos y persistimos “inasequibles al desaliento” hasta que Dios disponga.

 

Hace algún tiempo nos ocupamos del estudio histórico (La División Francesa Carlomagno en las Waffen SS) que el Profesor Carlos Caballero Jurado nos regaló para la juventud política sana de España e Hispanoamérica. Ahora tenemos sobre nuestro escritorio otra obra del mismo autor en cuyas páginas expone información más relevante “aventajando otros estudios dedicados al mismo tema”. Hay aquí una “versión directa”.  La historia de la División Azul viene hacia nosotros con siete capítulos compactos y de tiro seguro como el  haz de flechas de Isabel y José Antonio lanzadas por los arcos de los Pelayos. Llegan para compartir el rincón más familiar de nuestra biblioteca. Se corporizan en un ejemplar que ya es obra de consulta.

 

Su autor resume en sus apellidos el sentido de una vida prometida con votos sagrados “rescatar la verdad y vindicar a los mártires”. Confesamos que el lenguaje de Caballero nos ha llegado sangre adentro como una ola gigante. Y en verdad que cumplió su cometido al hacernos sentir presión en los pulsos y fuerza en la andadura para ser peregrinos y legionarios como aquellos de la División Azul que combatieron, casi enterrados en la nieve o bajo el sol ardiente, a la masa bolchevique.

 

Se despliega ante nuestros ojos un definitivo trabajo con espíritu que anida las almas transidas de valor, sueños y esperanzas de los que con voluntad de darse por la Cristiandad Civilizadora y quienes la forjaron. Verdad del alma que no puede estar al alcance del bisturí ni bajo la lente del microscopio. Muy bien señala el prologuista Stanley G. Payne: la División Azul “no fue normal pues siempre tuvo efectivos de superior grado que las divisiones alemanas y ocupó un sector del frente muy amplio. Además estuvo dos años enteros en el frente sin ser retirada en ningún momento de la línea de combate…” y continúa Payne: “En la actualidad no hay nadie más indicado que Carlos Caballero Jurado para presentar una síntesis de la División Azul. Caballero ha publicado una serie de estudios de investigación sobre algunos aspectos de la historia de esta unidad y es uno de los mayores especialistas del mundo en la participación de Voluntarios Internacionales en la lucha contra la Unión Soviética”.

 

En la gigantesca contienda del siglo XX con pertinacia diabólica la bestia apocalíptica fue esotéricamente apuntalada.  Se unieron  en  maridaje antinatural el super capitalismo deshumanizado, el marxismo junto al  sionismo y la herejía de los “demócratas cristianos” con la que traicionaban, la civilización fundamentada en las enseñanzas del Divino Maestro de  Galilea.                              

Pero veamos algunos aspectos bélicos sin los cuales quedan pálidas las palabras utilizadas para describir estos años septuagésimos del Occidente militante. Veamos. La “Operación Barbarroja” comenzó el 22 de junio de 1941 para adelantarse al zarpazo soviético. Ella se desarrollaba de acuerdo a los planes trazados La URSS se derrumbaba. Las fuerzas del Eje eran recibidas con flores y vítores por los campesinos del falso paraíso soviético.

 

A mediados de setiembre de 1941 las tropas alemanas se habían abierto paso y cerraron por tierra el cerco de Leningrado Unos días antes del mes, citado Stalin escribió a Churchill un mensaje lindante en la desesperación. Decía en uno de los párrafos: “Hemos perdido media Ucrania y por si fuera poco los Fascistas están a las puertas de Leningrado”. El pedido del tirano bolchevique era el de abrir urgentemente un segundo frente para obligar a Hitler a retirar 40 divisiones de esa zona. Al mismo tiempo pedía, 30.000 toneladas de aluminio, 400 aviones y 500 tanques. Finalizaba expresando que “de no recibir a tiempo lo solicitado la Unión soviética quedará derrotada…” El Comando de la División Azul, que inició su marcha hacia Rusia en julio de 1941, lucía como Jefe Supremo al brillante General AGUSTIN MUÑOZ GRANDES, combatiente en África y durante la Cruzada de Liberación Española (1936-39), ascendido por méritos de guerra, siendo condecorado en el campo de batalla ¿De que estaba fabricado aquel cuerpo místico indoblegable igual al de un caballero del Greco, acribillado varias veces, pero resistente mas allá de lo posible?  Estaba construido de con un producto compuesto de cristiano espíritu de servicio y sangre de nuestra raza.

 

El 12 de octubre la División se desplegó ocupando un frente de 35 kilómetros. Cerca en Possad enfrentó el ataque de los comunistas. Era su bautismo de fuego. Y cumplió. No se perdió ni una sola posición gracias a su tesón y heroísmo. Habían caminado mil kilómetros y estaban empapados por la arenga inolvidable de Muñoz Grandes en los bosques de Grafenworhr lugar de su entrenamiento. Allí, Muñoz Grandes, pidió a sus hombres de la División Azul ganarse el privilegio de un trozo de tierra en que morir en defensa de la Europa de las Catedrales, Monasterios y Castillos. Los que escuchaban allí formados como cuerpos de acero eran estudiantes, cuadros de la Falange, obreros con el alma llena de ilusión nacional, Oficiales enrolados como soldados rasos, para poder luchar en aquella Cruzada, de la hora histórica y hasta adolescentes que declaraban una edad mayor, para poder vivir la Camisa Azul con el casco de acero y la bayoneta encastrada en el fusil durante los ataques.

 

Y Muñoz Grandes podía pedir porque había dado el ejemplo y veía en aquellos hombres sol en sus ojos y entusiasmo en los corazones. Con ellos estuvo el Gran Capitán luciendo su sencillo capote y apareciendo en el lugar de mayor peligro. Compartiendo los rigores del cruel invierno ruso hundiendo sus botas en la nieve cediéndole su mejor abrigo al Camarada que tiritaba con el frío en la guardia de la noche. Presente en los cañoneos y en las angustias, con el dolor y la decisión de los que no dudaban en clavarse en el suelo para que la Bestia bolchevique no pasara. Estaba con sus hombres siempre en primera fila o conversando en los vivacs. Ya fuera en Possad cuando la primera batalla, en Possalock, en el monasterio de Otenski y en el cruce del extenso Lago Ilmen episodio que merece especial destaque.

 

Fue en enero de 1942 cuando se decidió liberar un batallón de la Wermacht asediado por los comunistas. Doscientos seis Divisionarios comandados por el Capitán Ordás emprendieron el cruce de 36 kilómetros por el famoso lago con una temperatura de 50 grados bajo cero más otros 30 kilómetros fuera del infierno. Lucharon con el ardor que los caracterizaba durante 19 jornadas conquistando 6 aldeas y liberando a los camaradas alemanes. Luego regresaron.…

 

En ese momento tan solo eran 12 Camisas Azules. Los Ausentes en la eternidad, hacían “guardia junto a los luceros”. En diciembre de 1942 Muñoz Grandes dejó la jefatura de la División Azul luciendo en su chaquetilla la Cruz de Hierro de Primera Clase y sobre su corazón la Cruz de de Hierro honrada con Hojas de Roble Ambas impuestas por el Jefe de III Reich, quien solicitó conocerlo admirado por su valor. Lo sustituyó el General Esteban Infantes de similares quilates. Durante su Comandancia, se desarrolló la batalla de Krasny Bor (Enero de 1943) en la que 800 cañones soviéticos martillaron durante horas la División Azul. Cuando el ablandamiento artillero cesó, los Azules se agruparon y abandonando los cráteres dejados por los proyectiles de los rojos arremetieron con ametralladoras y bayonetas caladas provocando el retroceso de 30.000 bolcheviques a los que habían producido 11.000 bajas.

 

La “pasión de los vencedores democráticos”, (1944) obligó a Madrid la retirada oficial de la División Azul. Tocó al tercer Jefe Divisionario, el General Santiago Lóriga, la triste repatriación. Sin embargo, se negaron a partir un buen número de indoblegables Falangistas que formaron la Legión Azul, combatiendo hasta el final en Berlín defendiendo el bunker del Führer y contra el partisanismo viperino en Italia y Francia.

 

No nos cabe la menor duda. La División Azul, y la Legión, se ganaron por derecho propio un lugar en las páginas heroicas de la Historia porque consumieron su vida en accionar santo y dieron muerte al reposo.

 

El contubernio Jew York - Moscú y Londres se lanzó a la orgía dantesca del triunfo. Con su amoralidad intrínseca, en Yalta se repartieron el mundo esclavizando a cientos de millones de hombres. Recordar lo que nos dejó 1945 trajo a nuestra mente un párrafo leído, hace ya tiempo, en una nota firmada por el Canciller Bismarck: “Lo que se impone en la tierra… está siempre relacionado con el Ángel Caído, que parece hermoso pero carente de paz, grande en sus planes pero ineficaz, altivo y triste”.

  



Luis Alfredo Andregnette Capurro

 

Desde la Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo

 

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martes, 6 de mayo de 2014

CAPELLANES DE LA DIVISIÓN AZUL – Por Carlos García


Ellos NO fueron Neutrales



“Los copos caen blandamente, cegando el mirar, posándose en leve vuelo sobre su cabeza desnuda. Pero él no se mueve.
Está – tan quieto y silencioso – rezando junto a una tumba. 
Es un sacerdote de la División Azul”
(Manuel Pombo Angulo)

  La gesta de la División de Voluntarios Españoles, más conocida como la División Azul es bastante difundida y su historia muy buscada por quienes ven en aquellos hombres lo mejor de la estirpe española y católica. A pesar de haber tenido una presencia muy activa en la Campaña de Rusia, no les alcanzó al menos todavía, la demoledora campaña de mentiras, multiplicando hasta el paroxismo las inconductas en que incurrieron unidades alemanas. Más aún, en los tiempos que corren han crecido de modo exponencial los libros y artículos que se refieren a esta legendaria división de voluntarios. Como si las nuevas generaciones cansadas de la mediocridad y de la avaricia humana necesitasen abrevar en el cántaro soberbio de estos héroes que, luego de una sangrienta guerra de tres años, empuñaron nuevamente las armas y marcharon a la lejana Rusia a luchar y morid por Dios y por España.

  Como dijo el entonces Ministro del Interior de España, Serrano Suñer – todavía cercano a Franco -, dirigiéndose a una multitud que clamaba tomar parte por Alemania en la lucha contra Rusia: “Rusia es Culpable”. En realidad no era la verdadera Rusia la culpable, sino la Rusia infectada por el marxismo. Esa Rusia era culpable. Era culpable de haber arrasado cerda de diez naciones, argumentando el pacto Molotov-Ribbetropp; era culpable de estar esperando el desgaste alemán para atacar sorpresivamente, pero, mucho antes, fue culpable de desangrar España en una lucha fratricida y de trocar todo su odio en persecución y muerte hacia sacerdotes y religiosas. ¡Era culpable de haber ametrallado a Cristo!


  Sin embargo, la Campaña de Rusia o Campaña del Este, esa que hizo “al mundo contener el aliento”, no fue llevada a cabo exclusivamente por los alemanes con la sola ayuda de los españoles. Hubo divisiones y unidades menores – y no tan menores, con representantes de prácticamente toda Europa: franceses, ingleses, noruegos, italianos, rumanos, croatas, belgas, rusos, etc. Conformaron otras tantas unidades de batalla incorporadas al mando centralizado de las “Waffen SS…"

  Pero volvamos a España, 18.000 voluntarios, bajo el mando del General Muñoz Grandes – más tarde reemplazado por el General Esteban Infantes -, varios coroneles, oficiales y suboficiales del ejército marcharon hacia Alemania. Eran 18.000 almas – en su mayoría voluntarios falangistas – las que integraron el primer contingente y junto a ellos marchaban, de uniforme y cara al sol, 22 capellanes del Cuerpo Eclesiástico Militar. Estos capellanes tenían estado militar, varios con el grado de coroneles y capitanes y habían cumplido su sagrado ministerio en Marruecos y, por supuesto, en la Guerra Civil. También ellos fueron voluntarios; la Fe y el amor a España corrían generosas por sus venas.

  En verdad es mucha la literatura que ha corrido sobre la División Azul, no puede sostenerse lo mismo de sus capellanes, como en general hay muy poco escrito de los sacerdotes que asistieron a los diversos ejércitos en la contienda. El día que se narre esa realidad y la trascendencia que adquirió, muchos se verán sorprendidos y muchas más tendrán que dar explicaciones sobre anteriores dichos. Quizás, parafraseando al Generalísimo Franco: “ya esté madura esa breva”.

  Hace ya un año se publicó en España un libro titulado “Los Capellanes de la División Azul”, que ha sido el fruto del esfuerzo investigativo de Pablo Sagarra Renedo, quien ya había elaborado diversos artículos sobre el tema y su tesis doctoral. Estos trabajos nos han impulsado a estas breves líneas y de ellos hemos tomado varias consideraciones…


  Cada unidad de división empeñada en combate contó con la invalorable asistencia de un capellán. En casos extremos, un mismo sacerdote debió atender a la vez a dos unidades, corriendo de un frente a otro. En la primera línea de fuego, en la trinchera, en el barro de la avanzada, en cada hospital de campaña, con sus uniformes desgarrados como el peor legionario y sus manos inquietas por la acción de los piojos, estaban presentes consolando, administrando la Eucaristía, la Penitencia y, muchas veces, la Extremaunción.

  Trae Sagarra anécdotas muy ejemplificativa de lo que eran esos hombres de Dios: “Tal el caso de don Indalecio Hernández Collantes, viejo luchador en Marruecos, primero, y en nuestra Cruzada después, hubo de interrumpir la misa que celebraba cuando ya la metralla roja había herido a alguno de nuestros camaradas”. En otra oportunidad, encontrándose fumando en una trinchera cuando una ráfaga del enemigo le cortó el cigarro que tenía en la boca, respondió con la mayor tranquilidad: “Los rusos quieren quitarme el vicio de fumar”.

  Los capellanes españoles fueron verdaderos soldados y pastores que, en una suma total de setenta, recorrieron un y mil veces el frente ruso bajo las peores condiciones de lucha y a veces en un invierno que helaba la sangre. De ellos, dos murieron y seis fueron heridos. Al menos seis Cruces de Hierro y varias medallas de Asalto de Infantería, dan cuenta del reconocimiento alemán…

  Ellos no portaron armas, pero portaban a la Verdad y llevaron a quienes la necesitaban, algo tan simple y tan grande como los Sacramentos de la verdadera Fe. Ellos no fueron neutrales, ni políticamente correctos, ni practicaron ecumenismo o ritos interreligiosos; pero tampoco tuvieron necesidad de pedir perdón alguno; porque no pide perdón quien obra por mandato expreso de Cristo Rey y María Reina.  

  Pues bien, casi como una muerte anunciada, ese heroico Cuerpo Eclesiástico, al que tanto le supo deber España, fue eliminado por el perverso pelafustan de Zapatero en el año 1990. El marxismo, vencido en el campo de batalla en 1939, se tomaba venganza en las sórdidas oficinas gubernamentales de una España sombría y decadente.

  Pero cercada por el estiércol de esta España en tinieblas, está la España Imperial que quiere renacer y no olvida a sus 50.000 hombres que integraron a lo largo de tres años la División Azul. Muchos no aceptaron ser repatriados a España y decidieron seguir combatiendo bajo la denominada Legión Azul, hasta caer prisioneros de Rusia y pasar diez años de trabajos forzados en los campos soviéticos. Más de 5.000 voluntarios militares, falangistas o requetés abonaron con su sangre la tierra rusa. Los sobrevivientes, los que volvieron a la Patria, laicos y sacerdotes, pero soldados todos, llevaban en sus oídos la última arenga de su primer jefe el General Muñoz Grandes: “Cuando regreséis a España y nuestras gentes se os acerquen con el natural afán de saber de vuestra vida en Rusia, jamás les habléis de vuestras propias heroicidades, sino de las gloriosas hazañas que realizaron los que aquí han muerto para que España viva”.

¡Arriba España!


Revista Cabildo – 3° Epoca – Año XV – N°107 - Enero-Febrero 2014


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miércoles, 23 de abril de 2014

Honor y Gloria: La División Azul Española - Por Augusto TorchSon


 Cuando el sentido del heroísmo está tratando de ser desterrado de nuestras mentes y corazones por la concepción igualitaria de la democracia idiotizante que nos propone el Nuevo Orden Mundial; se convierte en una cuestión imperativa recordar a quienes siguiendo un ideal de cristiano de patria, pelearon sin más recompensa que la satisfacción del deber cumplido.

  Cuando la gobernanza global judaica, propone leyes uniformes para el mundo entero, para someter a los países a las más atroces imposiciones contra el orden natural, como la promoción de la homosexualidad, el aborto, la perspectiva de género y demás formas de relativismo moral; hubo quienes estuvieron dispuestos a ofrendar su vida por mantener nuestra cultura, nuestras tradiciones y nuestra fe.

  Cuando el comunismo, herramienta judaica de disolución mundial, parece haberse establecido en todos los gobiernos del mundo como nos lo advirtiera Nuestra Santísima Virgen en Fátima, por no haberse cumplido con su pedido; hubo quienes habiendo tenido conciencia del peligro que se cernía, fueron a luchar en pos de la defensa de España, Europa y el mundo entero, habiendo obtenido por ello como recompensa el "honor y la gloria" que le corresponde a quienes cumplen con lealtad y valentía, con su patriótico deber.

  En estos tiempos aciagos, donde la traición adquiere la más terrible de sus formas, la apatía, en estos precisos tiempos queremos rendir homenaje a los  heroicos voluntarios de la División Azul Española, que lucharon junto al Ejército Alemán en contra de la amenaza comunista.


  Habiendo ya experimentado las atrocidades de esta ideología, estos soldados de Cristo, fueron a dar testimonio de amor a su patria, yendo a la Rusia comunista para combatir a los “sin Dios” que intentaban internacionalizar su diabólico régimen.

  Hoy vivimos la tergiversación de la historia por parte de la inmensa maquinaria propagandística judía, que habiendo inventado falsos dogmas donde siempre se ponen como víctimas para esconder su condición de victimarios de la humanidad; llevan a cabo una venganza que no tiene sus causas en falsos genocidios con los que tanto lucraron, sino que tiene su raíz en su odio satánico a Cristo, a quien mataron y cuya sangre pidieron que caiga sobre ellos y sobre sus hijos (Mt. 27,25).

  Para entender donde estamos, tenemos que saber de dónde venimos, y así  poder tener una idea clara hacia adonde queremos ir. Así hoy, y como una pequeña contribución a la verdad histórica, queremos compartir con nuestros lectores la película biográfica “Embajadores en el Infierno” de 1956, basada en el libro “Embajador en el Infierno” de Torcuato Luca de Tena, que relata las memorias del Capitán Teodoro Palacios Cueto en sus once años de cautiverio en Rusia junto a los Voluntarios de la Gloriosa División Azul Española.

Augusto TorchSon

Embajadores en el Infierno (José María Forqué 1956)

 "A todos cuantos lucharon en el frente del Este en defensa de una civilización que no se resigna a perecer. Allí se jugó y perdió la primera carta…"

"A todos los padres que supieron inculcar en sus hijos los altos principios que marcan la diferencia entre la civilización y la barbarie"

Teodoro Palacios Cueto



Himno de la División Azul


Con mi canción
la gloria va
por los caminos del adiós,
que en Rusia están
los camaradas de mi División.


Cielo azul
a la estepa desde España llevaré,
se fundirá la nieve
al avanzar, mi capitán.


Vuelvan por mi
el martillo al taller,
la hoz al trigal.


Brillen al sol
las flechas en el haz
para ti,
que mi vuelta alborozada has de esperar
entre el clamor
del clarín inmortal.


En la distancia queda
gozo del hogar
con aires de campanas,
vuelo de la paz.


Resuenan los tambores;
Europa rompe albores,
aligerando nubes
con nuestro caminar.


Con humo de combate
yo retornaré,
con cantos y paisajes
que de allí traeré.


Avanzando voy;
para un mundo sombrío
llevamos el sol;
avanzando voy
para un cielo vacío

llevamos a Dios.


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